Capítulo 44
El despertar siempre era la parte más complicada de cada mañana. Jungkook sentía que se ahogaba en una invisible piscina de dolor intangible. Solía ser tan demoledor como fatídico el impresionante suceso de continuar respirando.
La habitación se hallaba deshabitada, a excepción de su cuerpo postrado contra la camilla como un cuerpo inerte. Con la temperatura controlada (pero siempre más fría de lo necesario), las cortinas corridas y el alféizar de la pequeña cristalera decorada con una pequeñita planta ornamental de azaleas rosas, que poco lograban hacer para amenizar el insípido ambiente.
Podía perderse por horas en los minúsculos pétalos bugambilias, casi logrando captar cómo el capullo se abría segundo a segundo, hasta convertirse en lo que había conocido como una bella flor.
Era una habitación sin distractores en un edificio sin alegría.
Seúl le había recibido hace un mes, con su luz plateada y su incansable ruido de fondo. Hoseok fue quién organizó su traslado al prestigioso hospital privado en donde se encontraba, y a partir de ahí, Yoongi y él le visitaban cada día, sin falta. Yongsun y Soyeon también acudían a su tediosa habitación, con menos frecuencia, pero tratando de regalarle fuerza y energía en cada visita.
El traslado hacía la ciudad demoró un par de días, a partir de que sus amigos fueron informados de su estado, debido a que la comisaría local había hecho sus propios esfuerzos para tenerlo tan cerca como fuera posible. Sin embargo, después de que Yongsun se presentara a la espalda de Jungkook, y que este pudiera relatar cada uno de los recuerdos que tenía bien alojados en su cabeza bajo la incrédula mirada de la pareja de detectives, fue que el traslado pudo ser posible.
Cuando hallaron un cuerpo calcinado hasta los huesos entre los escombros, y en la zona en la que el alfa había especificado, dieron su testimonio como válido, al menos, parcialmente. En aquel entonces, aún hacía falta reconocer el cuerpo, y aquel proceso, lleno de burocracia, tardó varios días sin aportar mayores avances. Hasta que finalmente los resultados de las placas dentales fueron entregadas al departamento encargado del caso, confirmando así la identidad del cadáver, y proporcionándole mayor validez al testimonio de Jungkook.
De alguna forma, Yongsun había logrado que el traslado del alfa a la gran ciudad se llevara en buenos términos, a pesar de que el caso aún no se hubiera cerrado. Sin embargo, Jungkook estaba siendo escrupulosamente vigilado. No podía ir al baño sin que alguno de los guardias que custodiaban su habitación se enterara de ello.
Sus actividades frente a la empresa se habían reducido. Hoseok, al llevar varios años dentro de la compañía bajo la imagen de ejecutivo impecable, era quien hacía de su representante; aquel que se sentaba cada tarde a hacer frente al interminable papeleo, si bien tenía que conversar con él cuando había que tomar una decisión importante. Su inesperada pausa de actividades no era bien vista ante la mayoría de los accionistas, incluso para aquellos que habían votado por él. Pero mientras mantuviera la boca callada, a Jungkook no le importaba lo que fuera que pensaran.
Él llevaba ya varios días hastiado, pero no tenía claro de qué. Agradecía las atenciones de sus amigos, pero algo parecía no estar en su lugar. Jungkook sabía la parcial razón de ello, sí, pero había decidido que evadirla era menos doloroso para su pobre corazón.
No pensar en él, no rememorar los momentos que vivió a su lado ni evocar la suave textura de sus labios, se convirtió en su reto diario. Lo había definido como su desafío personal. Pero para su desdicha, eran escasas las ocasiones en las que lograba alcanzar su objetivo.
Su pobre y desventurado lobo parecía haberse marchado a un eterno sueño. Cansado de lamentarse, dejó de hacerse presente. Abandonando la mente humana de Jungkook y dejándola completamente desamparada.
Se levantó, agotado de permanecer tanto tiempo en la misma posición. Aún estaba conectado a la intravenosa, y su cuerpo continuaba envuelto en vendas blancas y ligeras, pero el dolor había disminuido. Ya podía moverse sin ayuda de los analgésicos.
Si bien su cuerpo quedaría marcado por el resto de su vida, ninguna de sus funciones básicas quedó incapacitada.
Con el tiempo, las quemaduras que recorrían su cuerpo se convertirían en ligeras cicatrices. "Cicatrices de batalla" como solía bromear Soyeon cuando estaban a solas. Además, sus huesos rotos ya se habían reacomodado, aunque aún hacían falta varios meses de rehabilitación para que sanaran del todo.
A Jungkook no le importaba mucho el aspecto que tuvieran, ni se preocupaba por si tendría que ocultarlas más adelante. Todos los aspectos de su vida habían perdido relevancia. Estaba harto de luchar contra la corriente. Ahora solo podía dejarse llevar.
Se sentía vacío, sus pasiones habían sido robadas por un delincuente llamado Destino. Ya no veía formas imposibles en las esponjosas nubes, ahora, sus ojos solo alcanzaban a divisar cúmulos de aburrido gas.
Apoyó su axila en una muleta, estratégicamente colocada a un costado de la camilla, y comenzó a desplazarse a través de la habitación con un poco de esfuerzo, cuidando vagamente no mover su hueso dañando.
Llegó a la pequeña y única ventana y observó a través de ella. No podía negar que desde el décimo piso del edificio se alcanzaba a visualizar una excelente vista del río Han y los puentes que lo cruzaban de extremo a extremo, aunque Jungkook ya no encontrara su real belleza, aquella escondida entre sus colores cálidos; en el resplandor de un joven sol que despertaba a una incansable ciudad.
La televisión estaba encendida, con el volumen bajo, transmitiendo las noticias matutinas.
— ... si bien sigue sin esclarecerse, el departamento de policía local continúa trabajando en desentrañar el misterio que envuelve el incendio que ocurrió el pasado mes en el viñedo Dalbich... — Sus oídos captaron parte de la nota, y girando su rostro, prestó una mínima parte de su atención a lo que el hombre de traje detrás del escritorio relataba. — ...durante las próximas horas, la identidad del cuerpo encontrado entre los escombros será dado a conocer al público, y por fin estaremos un paso más cerca de atrapar al culpable. Por otro lado, la fiscalía local sigue sin declarar información relevante acerca del paradero de la desaparecida Irina Gardiner...
Jungkook tomó el control remoto y pulsó el botón rojo para apagar el dispositivo. No quería escuchar más acerca del escándalo en el que estaba envuelto el viñedo, ni mucho menos de las absurdas teorías que se viralizaban a la velocidad de la luz entre las oscuras redes sociales.
El que se haya encontrado un cadáver humano había despertado las alarmas de las distintas autoridades, sin embargo, a raíz de una absurda inculpación de un usuario que se difundió más de lo debido, Taehyung había sido considerado también como un sospechoso del siniestro, pues los ignorantes argumentaban que su reciente disputa legal con la mujer había provocado que se convirtiera en la mente intelectual y por tanto, en su cómplice.
Y cuando días después se filtró la pequeña discusión que ambos tuvieron en la sala de juicio, la última vez que se vieron cara a cara, las teorías cobraron fuerza. Su principal "argumento" era que el omega, orgulloso por haberle ganado a una alfa, decidió que su siguiente paso era deshacerse de ella, para asegurarse así de que no volviera a interponerse en sus planes. "Una pequeña lección que llegó demasiado lejos", comentaban.
Si bien había una fracción de los usuarios que cancelaban este acto y lo denunciaban como si no tuvieran ninguna otra que hacer en sus vidas, muchísimas personas también decidieron ponerse del lado del omega (en el hipotético caso de que la teoría fuera verdadera); un gesto de apoyo hacia aquellos que se encontraban en desventaja, de forma natural y de forma legal, afirmando que había sido un acto de defensa propia.
Jungkook prefería no leer demasiado sobre ello. Ninguna de esas personas había estado ahí. Nadie sabía lo que en realidad sucedió.
Solo esperaba que el caso se esclareciera pronto, y de la forma correcta.
La puerta se abrió a sus espaldas y una enfermera ingresó con una pequeña bandeja que contenía el desayuno de aquel día. Lo único bueno de aquel hospital, era que su comida tenía mucho mejor sabor que cualquier otro en el que hubiese estado, que no era mucho.
Se postró nuevamente sobre la camilla, y esperó pacientemente a que la enfermera continuara con su labor, haciéndole un par de preguntas protocolarias y revisando su estado. Cuando se marchó y Jungkook se quedó a solas, comenzó a comer lo que había en la bandeja: tortillas francesas, jugo de naranja con zanahoria y un cuenco lleno de cubitos de gelatina.
Poco antes del mediodía, la puerta volvió a abrirse, e ingresó una figura que terminó con la monotonía de la que tanto se quejaba el alfa.
Baekhyun, una visita insospechada, se acercó tranquilamente. Tranquilo, como si estuviera caminando a través de un parque, con un pantalón caqui y una americana índigo que le hacían lucir bastante despreocupado.
Jungkook frunció el ceño inmediatamente, supremamente descolocado, y le siguió con la mirada prestando atención a cada uno de sus movimientos, tal cual lo haría un felino en estado de alerta. No, no iba a confiarse. Aquello no era solo una visita familiar.
— Hola, ¿Qué tal? — Saludó, campante, como solo él sabía ser.
Jungkook no respondió, percibiendo como su humor se agriaba con el pasar de los segundos. La presencia de su hermano despertó sus alarmas. Sabía que si él se encontraba allí, era porque quería algo de él. De ninguna forma iba a tragarse cualquier artimaña de mierda de hermano diligente, preocupado o arrepentido que pudiera presentarle.
— Veo que hemos amanecido con el pie izquierdo. — Haciendo alusión a su extremidad dañada, y soltó una carcajada, riéndose de su propio chiste. Jungkook ni siquiera movió un solo músculo del rostro pétreo que mantenía sin esfuerzos.
Baekhyun se sentó en el silloncito de cuero ubicado en una de las esquinas de la habitación, próxima a la ventana y suficientemente cerca de la camilla, y ojeó brevemente la macetita en el alféizar, perdiendo el interés rápidamente.
— Me enteré de lo que sucedió en el viñedo, y antes de que me digas algo, quiero decirte que estoy de tu lado. — Exclamó sin perder el tiempo. Jungkook entornó los ojos, con un aire crítico.
— ¿De mi lado? — Musitó incrédulo.
— ¡Sí!, Yo también he cometido una que otra atrocidad, ahora estamos en el mismo club, ¿No es fantástico? — De pronto, Jungkook comenzó a sentir náuseas por aquella repugnante actitud. Baekhyun rió nuevamente, ninguno de los dos se creía el teatrito, pero por alguna razón, a él le parecía bastante cómico.
— Si tan solo viniste aquí a decir idioteces, será mejor que te vayas largando.
— ¡Pero qué amargado!
— No lo diré de nuevo. — Zanjó.
Baekhyun pareció entender el mensaje, y entonces borró la sonrisa que gobernaba su rostro. Carraspeó y pareció adquirir un tinte más sobrio.
— Entonces iré directo al grano. — Exclamó. — Saldré del país por tiempo indefinido, quizá no regrese. Pero antes de marcharme, estoy resolviendo mis asuntos en Corea. Detestaría dejar algo pendiente. Por lo tanto, necesito que me hagas unos cuantos favores.
— ¿Esperas que después de todo, te ayude? — Cuestionó, claramente disgustado.
— No, lo que tú vas a hacer no es ayudarme, porque si algo no sale bien, tú también recibirás las represalias. Tómalo más bien como un pago, ¿Recuerdas todas aquellas ocasiones en las que te cubrí la espalda de nuestros padres?
— A mi no me metas en tus mierdas.
— Muy tarde, Jungkookie. — Expresó con una falsa lástima. — Nacer en esta familia conlleva cargar con los errores de nuestros ancestros. Ninguno de ellos fue un ser correcto e inquebrantable ante las tentaciones. Hay grandes deudas familiares y asuntos peligrosos sin resolver. Cuando yo me vaya, solo quedarás tú como heredero de todos nuestros problemas, pero como buen hermano, estoy tratando de no hacerte tan difícil el trabajo.
— ¿Estás huyendo, Baek?, ¿Con quién te has metido? — Indagó, ligeramente alarmado.
La información que acababa de liberar Baekhyun no era ningún secreto dentro de la familia, su madrastra, antigua esposa de su padre, era la hija de algún pez gordo dentro del mercado negro, y regresando en el árbol genealógico, cualquier persona con dos dedos de frente podría detectar que incluso su sangre estaba manchada con la de personas ruines.
La misión familiar durante las últimas décadas había sido liberarse de todo vínculo oscuro, y aunque su padre casi lo había conseguido, aún quedaban importantes rezagos que debían tratarse antes de que cayeran nuevamente en un círculo vicioso.
— No estoy huyendo de nadie, simplemente he decidido que el futuro de mi existencia no se encontrará en Corea. — Determinó, con tanta seguridad, que Jungkook ni siquiera encontró la manera de refutarlo.
— ¿A dónde planeas ir?
— ¿Por qué?, ¿Irás a visitarme en Navidad?
— ¿Acaso no es lo mínimo que debería saber, si es que decido ayudarte?
— Pero aún no has decidido hacerlo, ¿O sí?
Jungkook quiso gruñirle, como un lobo molesto. Pero solo respiró profundamente y apartó la mirada, cavilando entre sus opciones.
— ¿Qué se supone que debería hacer? — Pronunció después de unos minutos.
— Guardar silencio. Sencillo.
— ¿A qué te refieres con ello?
— Me refiero a que no le dirás, ni siquiera a tu sombra, acerca de mi paradero, ni información que hayas obtenido de mi. No socios. No amigos. No policía.
— ¿Y qué planeas que diga cuando me pregunten por ti?
— Eres bueno inventando excusas, ¿No?
Jungkook puso los ojos en blanco, pero de pronto se le ocurrió una idea. Una idea que se encendió como una chispa blanca que iluminó a toda su cabeza a la velocidad de la luz.
— Te ayudaré con una condición.
Baekhyun le mostró una mirada desconfiada, con claros tintes altaneros. Se mostraba tan seguro de tener la última palabra, que ni siquiera se le cruzaba por la cabeza tener que ceder a algo. Grave error. Seguía sin aprender cómo cubrir su talón de Aquiles. Sin embargo, como buen hombre de negocios, pronunció:
— Te escucho.
— No preguntaré ni siquiera a dónde irás, pero deberás prometer por escrito que nunca jamás volverás a aparecerte en mi vida. — A esas alturas, lo que Jungkook menos quería, era seguir vinculado a aquel hombre. Un secreto menos que guardar no le hacía ningún mal.
— ¿Solo eso?
— Aún no termino. — Tomó aire, y con determinación, continuó. — No quiero volver a escuchar de ti. Te esconderás, hasta que las personas crean que desapareciste, hasta que den tu nombre por muerto. Tus bienes pasarán a mi nombre, y solo mientras cumplas con ello, tendrás acceso a la herencia que te dejó nuestro padre, pero no a las utilidades de la empresa. Tu nombre va a desaparecer, así como tu existencia ¿No te parece una buena solución?, ¿Sólo perderte y fingir que has muerto? — Expuso, mordaz, frío, como un Jungkook que nunca antes había sido. Como un hombre que había entregado sus pasiones y su vivacidad a cambio de poder ver la destrucción de su peor enemigo, aquel, que alguna vez, y en tiempos más felices, llegó a ser su más fiel aliado.
— ¿Y si no quiero hacer eso? — Cuestionó, con una ceja alzada.
— Entonces develaré todas aquellas acciones que hiciste y que has tratado de ocultar, anunciaré que fuiste la mente intelectual y el financiador de mi secuestro, liberaré hasta el último pecado que hiciste con la empresa y con tu propia existencia. Y ahí, ni siquiera la Diosa podrá esconderte.
— No tienes pruebas.
— Yo no, pero sé quién sí.
— ¿Pretendes que sencillamente yo finja mi jodida muerte a cambio de tu silencio?, ¿Tanto te cuesta cerrar la boca? — Reclamó, sin convencerse.
— ¿Esperabas que aceptara sin recibir algo a cambio?
— No estás en posición de negociar, Jungkook. Tú tampoco eres una paloma blanca. Tu fragante proyecto de Moscú estuvo financiado por fondos negros, ¿Recuerdas? — Señaló, perspicaz.
— Unos años dentro de la cárcel no me preocupan, y ya existe una planeación para la supervivencia de la empresa en caso de otra crisis. La cuestión que realmente debemos planteamos aquí, Baek, es ¿Quién de los dos terminará más hundido si todo sale a la luz? — Las consecuencias que pudieran darse en un plan tan improvisado como ese le importaban poco, él también estaba sucio, lo sabía bien, pero era difícil imaginar destinos peores para él que aquel en el que ya se había hundido hasta la sien.
A pesar de todo, Jungkook tuvo la colosal satisfacción de vislumbrar el momento exacto en el que los ojos de su hermano se endurecieron y apretó la mandíbula hasta rechinar sus dientes. Su olor picante, que dejaba un cierto resquemor en la punta de la nariz, evidenciaban su latente molestia, su impotencia, su falta de opciones.
Porque para haber llegado a recurrir a él, significaba que sus alternativas se habían agotado.
Era un penoso acto de desesperación.
Con ojos chispeantes, Baekhyun se levantó del asiento, y antes de salir molesto de la habitación, pronunció con voz grave, pero siempre diplomática:
— Te contactaré pronto para firmar el documento.
Y cuando la soledad volvió a embargar su alma, Jungkook detectó que algo dentro de su interior había dejado de doler.
No había sido la venganza violenta que sabía que él se merecía, tampoco un final con el que aseguraba que Baekhyun recibiría un poco de lo que él vivió, pero si era un cierre de ciclo.
Uno donde colocaba su futura paz y tranquilidad sobre sus instintos furiosos. Porque debía aprender a soltar, antes de hacerse más daño a sí mismo y convertirse en alguien que realmente no es.
Baekhyun, su hermano mayor, viviría el resto de sus días sabiendo de primera mano lo que sería despertar en un terreno desconocido, en un hábitat inhóspito, donde no había cabida para la elegancia y la opulencia. Dónde no era nadie más que un mundano hombre.
Baek descubriría en carne propia lo que él vivió, gracias a él.
Carpe diem.
Tenía un minúsculo reloj de arena, tan pequeño, que cabía en la palma de su mano. No más de diez centímetros, y no menos de seis. Y en su interior, tan solo resguardaba un par de gramos de polvo níveo.
Lo encontró hace varios años, en el pórtico donde ahora resguardaba su auto. En aquel entonces, intentaba hacer una limpieza, más emocional que física, para sacar de su vida todo aquello que no necesitaba.
El artefacto, que sostenía en sus manos, alguna vez estuvo entre los delicados dedos de su madre. Era un regalo, un presente que alguna persona especial perdida en el tiempo alguna vez le obsequió. Y que ella protegió hasta que no pudo hacerlo más.
Recordaba haberlo visto en su habitación, cuando era un cachorro, sobre la mesita de noche, justo a un lado de la lámpara de mesa. La arena era tan poca, que tan solo tardaba un efímero minuto en cruzar completamente al otro extremo.
Y a pesar de que al final decidió no desecharlo y mejor guardarlo entre sus pertenencias, nunca le prestó especial atención. No sentía un apego emocional al objeto, pero observarlo le evocaba viejos tiempos. Alegres, en su mayoría. Y al final, la nostalgia era lo único que residía en su cuerpo.
No tenía claro cómo fue que llegó a sus manos aquella mañana, pero tampoco le interesaba.
Taehyung solo reflexionaba acerca de las experiencias de su pasado, y en las personas que lo habían acompañado. La tristeza se mantenía en su pecho como una manta demasiado ajustada, con tanta fuerza, que le ahogaba.
Su omega se encontraba acurrucado en una esquina de su interior, sin fuerzas, ni siquiera para gimotear.
Su salud emocional se tambaleaba precariamente. No estaba seguro de en quién debía confiar, ahora que la persona más confiable se había marchado, dejando un rastro de destrucción a sus espaldas.
Jimin le ayudaba a mantenerse en pie. Pero su querido hermano estaba tan destrozado como él, con sus propios problemas, sufriendo frente a un muro gélido, luchando por atravesarlo, a pesar de tener las extremidades atadas con cadenas de plata.
Seokjin hacía el trabajo pesado, levantando la moral de los trabajadores y de sí mismo, lidiando con las críticas sociales y las peleas personales. Estaba tan ocupado, que apenas podía acercarse a él con algo más que una sonrisa.
Nam estaba ausente, se había marchado a Daegu desde la semana anterior, encargándose de todo aquello que no podía resolverse desde el interior del viñedo.
Y él...
Él fingía estar lo suficientemente bien como para seguir al frente de su pequeña empresa. Pero no. Él no estaba bien, todos lo notaban, pero nadie se atrevía a señalarlo.
Al menos Yugyeom se había mantenido cerca de él. Él. Sólo él. Su amigo de la infancia. Aquel que jamás le había fallado.
Solo él se había mantenido. Firme y cerca. Tan cerca, que podía apoyarse en él para levantarse.
Se convirtió en el hombro en el que podía esconder sus lágrimas y en el consejero que le ayudaba a poner en orden sus ideas. Él era lo que debía ser la tierra firme para un moribundo náufrago.
Suspiró, sintiendo el persistente cansancio en su cuerpo. Su despacho, inundado en un tirante silencio, de pronto le pareció demasiado asfixiante.
Depositó el viejo reloj sobre la mesa y encaminó sus pasos hacia el exterior. Terminó en el jardincito interior de la casa.
Aquel día no habían conectado la pequeña fuente eléctrica, por lo que tuvo que resignarse a no tener el suave arrullo del agua cayendo tranquila a través del caudal.
Se sentó en el bordillo de madera, con sus pies descalzos tocando el césped, que ya había crecido un par de centímetros más de la cuenta, y apoyó su cuepo en una de las columnas de madera.
— Noté que no desayunaste hoy, así que te traje un té. — Yugyeom apareció en su campo de visión, caminando silenciosamente hacia él, con una taza humeante entre sus manos.
Taehyung aceptó la bebida sin muchos ánimos; se sentía demasiado derrotado como para poder sacar las fuerzas necesarias para poder beber un trago.
El nudo ansioso de su estómago le dolía.
Yugyeom se sentó a su lado, decidido a hacerle compañía. Tae observaba las puntas de sus pies, solo por el simple hecho de hacer algo.
Estaba harto. Harto de hallarse en aquel estado de desesperación, de vacío existencial, de incertidumbre ansiosa. Él no era eso. No. Apenas y podía reconocerse a sí mismo cuando se paraba frente al espejo. Sus ojos, apagados; su cabello, dañado. Su semblante, sin vida. Sencillamente, no terminaba de encajar en la imagen que había mantenido de sí mismo.
Su omega sufría, él sufría. La distancia entre él y su destinado era un fuerte detonante para su deteriorado estado. Y ya comenzaba a cansarse de encontrarse en el fondo del pozo.
Necesitaba salir.
Pero no podía hacerlo él solo.
— Yug, ¿Has sabido algo de él? — Preguntó, antes de poder procesar la pregunta en su cabeza.
El alfa se mostró brevemente sorprendido, tanto como él mismo, pero logró recomponerse en tan solo unos pocos segundos. Yugyeom carraspeó, sin verlo a los ojos.
— No mucho. — Evadió, pero Taehyung había afinado sus sentidos. Analizó la postura del hombre, y la forma en la que procuraba no observarlo.
— Sé que sabes algo, Yug. Por favor no me lo ocultes. — Pidió.
Taehyung sabía que jamás podría deshacerse del deseo por estar tan cerca de su destinado, como si él fuera la última pizca de oxígeno en un planeta destruido. La necesidad de estar cerca era apenas refrenable. Sabía que no se suponía que debiera preguntar por él, mucho menos preocuparse por él. Pero lo hacía, y dudaba que algún día dejara de hacerlo. El lazo se mantenía aferrado a cada extremo, pero dolía, dolía tocarlo, dolía incluso pensar en él. Pero también sabía que no podría dormir una noche más sin tener nueva información sobre su estado. Mantenía la esperanza de que al saber algo sobre él, destensara, aunque sea un poco, el nudo que apretaba su pecho. Esperaba que le permitiera respirar, al menos momentáneamente.
— Las autoridades aún no lo han descartado del caso. He logrado escuchar un par de sus conjeturas en las ocasiones que he ido al departamento del pueblo. Dicen que su coartada no es firme, que hay muchas probabilidades de que esté mintiendo en cada una de sus declaraciones. — Suspiró. Parecía que el tema no le agradaba, que le costaba pronunciar las palabras. — Tae... ¿No crees que ya es momento de dejarlo ir?
«No.» Respondió su omega.
«No lo sé.» Respondió su raciocinio.
Su corazón se quedó callado.
— Ya lo he dicho. Estoy seguro de que él fue el culpable de todo el desastre. Jeon es un hombre irascible, impulsivo, ¿Recuerdas las primeras semanas que estuvo con nosotros?, ¿Recuerdas las discusiones que generaba con cada persona con la que se topara?, ¿Recuerdas lo que nos hizo a Namjoon hyung y a mí, tan solo al llegar? — Taehyung desvió la mirada, el té comenzaba a enfriarse. — Él jamás quiso estar aquí, su fachada de hombre renovado no fue más que una vil mentira. Él no ha cambiado, sigue siendo el mismo alfa rastrero que llegó aquí en el verano.
Una lágrima se escapó desde los párpados del omega. Dolía.
Y aunque Taehyung sentía, en lo más profundo de su ser que algo no encajaba, que algo de todo eso no estaba bien, se sentía tan hundido, tan débil y tan vulnerable que solo decidió creer. Decidió creer en el pilar más cercano y más fuerte que tenía.
Porque en un mundo de inseguridades, de falsas promesas y traiciones, Taehyung se sentía solo, como un pequeño cachorro que había perdido a su madre en medio de la monstruosa ciudad.
Estaba solo en el oscuro fondo del pozo. Herido, débil y cansado, solo atinó a sostenerse de la soga que habían lanzado para su rescate y confiar, en un desesperado impulso por sobrevivir, por salir de nuevo.
Pero la soga que tomó no fue la correcta, era demasiado débil, deshilada y podrida. Tarde o temprano se rompería por su peso y lo dejaría tirado en el suelo, en un estado incluso peor que el anterior.
Pero en ese momento, ¿Cómo podría saber algo así?
— ¿Podrías dormir conmigo esta noche? — Pidió, después de un rato, cuando la luna ya se había alzado en el horizonte, desesperado por dejar de sentirse solo.— Como cuando éramos niños y nos protegíamos del frío, ¿Recuerdas?
Porque Taehyung solo era un pobre náufrago que buscaba llegar a tierra...
— Por supuesto.
Sin importar si la tierra no era más que un espejismo.
MiaGarrettA
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top