Capítulo 41
Se despertó con una lágrima empapando su rostro. La noche era cálida, completamente normal para el verano, no obstante, una sensación fría persistía en el dormitorio ¿O acaso era un frío que nacía desde el interior de su cuerpo?
El doctor le había indicado reposo, entre otras indicaciones triviales para poder recuperar su salud. Sin embargo, esa noche el sudor frío se apoderaba de su cuerpo. Había empapado las sábanas y parecía que un martillo golpeaba su cabeza.
Jadeó. No se lo había dicho a nadie, pero desde esa misma tarde su lobo estaba gruñendo alterado, hasta el punto en el que comenzó a pelear con su consciencia humana por poseer el control sobre su cuerpo.
Jungkook había hecho todo lo posible para contenerlo. Pero el esfuerzo comenzaba a desgastarlo. Sohye había tenido razón: su lobo se había fortalecido durante su estadía en el viñedo.
Estaba a oscuras, por ello no pudo enfocar en nada cuando abrió los ojos.
Con esfuerzo, se incorporó sobre el colchón, apoyando su espalda sobre la cabecera de madera barnizada. Había dormido únicamente con un pantalón deportivo, sin camisa, al sentirla incómoda sobre su piel.
Peinó su cabello con los dedos de su mano. Estaba un poco largo, por lo que cubría casi por completo sus ojos. Su cabello se había humedecido por el sudor. Se dio cuenta de que necesitaba un baño. Se sentía sucio.
Barrió la mirada desde cada extremo de la habitación. Sí, su propia habitación. Porque desde hace días había regresado a su antiguo departamento.
Yoongi había estado renuente a dejarlo solo, claro está. Pero no hubo mucho que hacer contra un hombre terco que necesitaba encontrar su propio espacio de forma urgente.
Se levantó, sintiendo como su piel se estremecía al contacto de las baldosas frías del suelo. Caminó a través de su departamento, sosteniéndose eventualmente de las paredes o repisas que encontraba a su paso, hasta finalmente llegar a la cocina.
No encendió las luces. Se sabía el camino de memoria.
Llenó un vaso con agua y lo bebió ávidamente. El dolor de cabeza regresó en ese momento. Joder, había logrado mantenerlo a raya todo el día.
Jadeó, exhausto de su propia existencia, apoyando sus codos contra la isla de la cocina, que tenía una privilegiada vista a la sala de estar, equipada con elegantísimos sillones, una enorme pantalla plana y una mesita de café rectangular que estaba atestada de documentos, sobres y carpetas.
Sentía que era demasiado espacio para una sola persona ¿Por qué había comprado ese departamento en primer lugar?, ¿Por qué no uno más pequeño y acogedor?
Esa semana había sido realmente infernal. Desde náuseas espontáneas hasta un par de desmayos. El trabajo a tope, con un papeleo que parecía no terminar nunca, y un hermano acechándolo cada día. Bueno, su vida se había ido a la mierda.
Y ahora, en esa noche de un sábado cualquiera, sentía que ya no podría aguantar más ¿Qué estaba haciendo? No podía ser posible que realmente estuviera huyendo.
Había alargado demasiado una conversación que debió de haber tenido tiempo atrás. Necesitaba resolver esto tan pronto como fuera posible, y le molestaba como nada que cada vez que estaba a punto de dar un paso adelante, la valentía lo abandonara.
Suspiró, sintiendo una gota de sudor caer sobre su espalda. Sus ojos viajaron a la discreta estantería que decoraba la sala de estar, sus ojos analizaron la bandeja con vasos de cristal, sabiendo que en sus cajones se resguardaba una nada modesta variedad de licores.
Quizá si tomaba una copa...
No. Negó con la cabeza. No era ese tipo de hombre. Ya no. Ahogar sus penas no mejoraba nada, ya había tenido la oportunidad de comprobarlo antes.
Se terminó el agua que quedaba en su vaso. Y entonces sus pies comenzaron a andar por sí solos. Su departamento contaba con tres habitaciones. Pero como vivía solo, había convertido uno de los dormitorios en un estudio, con un escritorio y un ordenador sobre él. La otra la delegó como el cuarto de invitados.
Casi no entraba allí, debido a que su trabajo solía requerir su presencia de forma espontánea, pero cuando compró el departamento, creyó que sería buena idea si un día simplemente no quería salir del edificio.
Se desplomó sobre la silla tapizada con cuero sintético, y tomó el juego de llaves que guardaba en una cajita que estaba sobre la mesa. Nada discreto, lo sabía, pero por lo general no tenía nada que esconder. Y de todos modos, no solía recibir visitas que intentaran husmear en sus asuntos.
Introdujo la llave más pequeña en la ranura del penúltimo cajón del escritorio, y al girarla, un "click" resonó en el silencio. Pronto, su celular apareció en su campo de visión. Lo tomó con cautela, como si la superficie estuviera cubierta de ácido, y a pesar de las enormes ganas de regresarlo al cajón, lo mantuvo entre sus dedos.
No había mentido aquella vez. Él no era un cobarde, solamente era un hijo de puta.
Presionó el botón de encendido y segundos después la pantalla cobró vida. Tardó unos breves minutos hasta que el dispositivo terminó de configurarse y apareció la pantalla de bloqueo.
Había tenido que comprar otro teléfono para atender sus asuntos laborales y poder mantenerse alejado de su celular durante esos días. Ahora sentía que quizá podría solo haberle quitado el chip y ya. Pero su cabeza se había encontrado tan turbada, que fue incapaz de tener ideas claras.
Colocó la yema de su dedo índice sobre el sensor e inmediatamente se desbloqueó; el celular obtuvo señal y se conectó a la red Wi-fi de su departamento. Las notificaciones aparecieron como si cayeran de una cascada. Una tras otra, rápidamente, sin hacerse esperar.
Cerró los ojos, notando que su corazón se había acelerado. Estaba nervioso, no iba a mentir. Sabía bien qué era lo que le esperaba.
Cuando su teléfono dejó de vibrar y de emitir el constante tintineo que alertaba sobre nuevas notificaciones, Jungkook abrió los ojos lentamente, y afirmándose con uñas y dientes a su valor, bajó la vista.
Deslizó su pulgar y sus ojos comenzaron a leer sus notificaciones.
114 llamadas perdidas de TaeTae
89 mensajes de TaeTae
23 llamadas perdidas de Jimin
37 llamadas perdidas de Jin
Y la lista seguía.
Entró en su aplicación de mensajería y pulsó sobre el nombre que había evitado mencionar. Sus ojos se cristalizaron después de los primeros cinco mensajes.
Tae había preguntado por él casualmente, para después preocuparse por la falta de respuesta. Sus mensajes perdieron sintaxis paulatinamente, como si los hubiera escrito histéricamente, sin leerlos, sin pensar.
No pudo llegar al final. Había al menos veinte mensajes que suplicaban por perdón. Taehyung ya había deducido la razón de su silencio.
Cuando no pudo aguantar su llanto, lanzó su celular sobre el escritorio. Apoyó sus codos sobre sus rodillas, y encorvando la espalda, apoyó su frente sobre sus manos. Lloró, porque le dolía. Lloró, porque se sentía asustado. Lloró, porque a pesar de todo, lo amaba. Realmente lo amaba.
Y eso solo hacía que el dolor de la traición fuera más grande, ¿Tae realmente lo amaba?, ¿O solo fue un buen actor que buscaba el cheque de su paga?
Él no era alguien ejemplar, no podía culparlo si al final nada de lo que vivió en el viñedo fue real. Quizá no fue lo suficientemente bueno como para ser digno de su cariño, ¿Pero realmente fue eso? El amor era sincero, y él le había mentido ¿Dónde quedaba el amor ahí?
Los descuidados y cada vez más deprimentes pensamientos de su cabeza pararon de golpe, como si el director de la orquesta hubiese marcado un final súbito a la melodía desenfrenada. Su celular estaba sonando.
Ese ritmo genérico y predeterminado de su celular estaba siendo expulsado por las bocinas del teléfono. Levantó el rostro, su llanto también se había detenido, pero las lágrimas seguían ahí. Tomó un pedazo de papel para limpiarse mientras tomaba el aparato. Su corazón se saltó un latido cuando vio el nombre escrito en la pantalla.
Sus dedos actuaron más rápido que su mente, quizá ya cansados de tanta desidia, y aceptó la llamada con un corazón latiendo con increíble fuerza en el interior de su pecho. Colocó el altavoz, convencido de que si mantenía esa cosa en su mano por más de un minuto, iba a terminar en el suelo como consecuencia de sus trémulas manos.
Primero, hubo silencio, pero casi podría jurar que sus latidos podían escucharse hasta el otro lado de la línea.
— ¿Kook? — Musitaron con sorpresa, como si aquel ser que le había llamado también se encontrara sorprendido de que la llamada hubiese sido respondida. Jungkook ahogó un jadeó. Después respiró profundamente.
Era un adulto, debía de poder ser capaz de hacer esto.
— Tae. — Exclamó, con una voz que sonó increíblemente tranquila. Escuchó un jadeó del otro lado de la línea. Su lobo aullaba alterado en su interior. Sintió nostalgia e incluso un poco de melancolía, sólo deseaba encontrar al omega, abrazarlo y respirar su olor. — Necesito verte.
— Y-Yo... ¡Si! — Y una ola de balbuceos sin sentido.
— Mañana, a las tres de la tarde, en Daegu. — Recitó, tragándose sus emociones. — Te enviaré la ubicación después.
— ¿Kookie?, ¿No estás siendo muy formal? — Indagó.
— Yo... — Inhaló hondo, y contuvo la respiración. Pasó sus dedos por su cabello, reafirmando su gesto nervioso. — Necesito hablar contigo, pero no creo que la forma más adecuada sea hacerlo por teléfono.
— Kookie. — Farfulló. El corazón del alfa se estrujó en su interior al escuchar de nuevo el mote cariñoso. Cerró los ojos. Se sentía confundido. — Lo siento.
Tuvo que controlar su respiración cuando cayó en cuenta de que el oxígeno no estaba pasando por sus pulmones.
— No. — Pronunció. — No te disculpes hasta que hablemos mañana.
— Pero...
— No. — Repitió.
Y la línea quedó en silencio. Solo sus respiraciones podían ser captadas por el oído del contrario.
— Te amo. — Susurró trémulamente, antes de pulsar el botón para colgar. Tan bajo, tan suave, pero con inmenso sentimiento abandonando sus belfos.
¿Cuál de los fue? No había forma de saberlo. Quizá fue su alma dolida por la lejanía la que encontró la fuerza para hacerse escuchar sobre el ruido del silencio.
Una lágrima cayó, cuando se dio cuenta de que no podría dejar de amarlo. Él era la forma más hermosa que le dio la Diosa Luna para entender que su propia vida tenía sentido. Para poder comprender que él también podía ser bueno. Porque no era tan insignificante como se lo habían hecho creer desde pequeño. Él también importaba.
Bajó del avión pocas horas después del amanecer, y tomó un rápido desayuno a las afueras del aeropuerto.
Jungkook cargaba su equipaje con una sola mano, no necesitaba más que una pequeña bolsa con una única muda de ropa. No necesitaba mucho, de todos modos, su boleto de regreso indicaba que su vuelo a Seúl partiría esa misma noche.
Daegu le regaló un clima caluroso. Excesivo para él. Provocaba que transpirara la ropa y lo hacía sentir abochornado todo el tiempo.
Aprovechó el lapso de tiempo libre del que disponía para acostumbrarse un poco al auto que alquiló para moverse a través de las calles de aquella ciudad. No estaba de ánimos para utilizar el transporte público.
Tamborileó los dedos en el volante cuando, al medio día, esperaba a que el semáforo cambiara de color. Dentro de dos horas se encontraría con Taehyung, y por alguna razón, tenía un nudo de emociones arremolinadas en su interior.
Ansiedad, emoción, dolor, esperanza, nervios, ilusión...
Cuando compró los boletos de avión, lo hizo pensando en que tener algunas horas para mentalizarse sería una buena idea. No tenía por qué explotar y despotricar frente a Tae. No se lo merecía. A pesar de todo, no lo hacía.
Y él era mejor que eso, se repetía constantemente. Había sido educado para mantener la compostura todo el tiempo, y este era el momento adecuado para verificar si todo aquello que aprendió realmente funcionaba.
Pero ahora, quizá comenzaba a cavilar que lo único que habían provocado esas horas libres fue aumentar la espera, los nervios y la ansiedad. Y también todas las emociones que le acompañaban.
La hora llegó finalmente, recordándole que el tiempo no se detenía; a paso lento o a paso apresurado, seguía avanzando, siempre, sin cesar.
Entró en el restaurante. Era una construcción de ladrillos rojos, sobre un suelo empedrado, diseñado para crear un ambiente semi abierto e íntimo, con un techo de cristal y una serie de lámparas suspendidas con altura variable, distribuidas en casi la totalidad de la superficie del restaurante. Además de evocar el recuerdo de un jardín botánico, con ayuda de la vegetación plantada en el exterior, la cual podía ser observada sin problemas a través de los ventanales, y de los tres árboles ubicados en el interior, dentro de cavas de acero que, redecoradas con el estilo del establecimiento, habían sido ingeniosamente utilizadas como jardineras.
Una zona de bar se hallaba en el fondo, y algunas piezas de blues salían desde las bocinas a un volumen bajo.
Jungkook había reservado una mesa para dos en el fondo del restaurante, tratando de mantener la privacidad en un entorno público. Se sentó en una de las sillas acolchadas, y esperó.
Un mesero se acercó para atenderlo, pero Jungkook lo despachó rápidamente. Las emociones que subían como espuma dentro de él le impedían ingerir cualquier cosa, así fuese un trago de agua.
Después de diez minutos después de la hora acordada, comenzó a tamborilear los dedos ansiosamente.
«¿No vendrá?, ¿No quiere verme?, ¿Mi necesario voto de silencio había jodido demasiado las cosas?, ¿O realmente fui solo un negocio, y ni siquiera le importo lo suficiente como para verme?»
Se detuvo ahí, sus pensamientos comenzaban a tomar un rumbo tenebroso.
Suspiró y sacó su celular. Aquel que había mantenido apagado por una semana. Revisó la bandeja de notificaciones, sin encontrar ni un solo mensaje del omega. No iba a mentir, se desilusionó un poco. En cambio, y para matar el tiempo, comenzó a leer los correos que tenía pendientes.
La empresa estaba sufriendo algunos estragos financieros, debido a una mala administración del dinero, y ahora era su obligación solucionar aquel problema tan rápido como fuera posible. Su proyecto estaba diseñado para comenzar en noviembre, si todo salía bien. Por lo que debía de mantener a la empresa a flote hasta ese entonces.
Claro, era fácil decirlo.
El inmenso papeleo que había atendido esa semana le había mostrado sólo una pequeña parte de los cientos de problemas y pormenores que no se habían solucionado a tiempo, por lo que ahora eran detalles realmente importantes que el negocio había estado arrastrando durante un desmesurado tiempo.
Y luego estaba Baek, molestándolo hasta cuando dormía. Si tan sólo pudiera librarse de él...
La silla frente a él fue recorrida torpemente, causando un incómodo rechinido que lo sacó de sus pensamientos súbitamente. Levantó la mirada y se encontró con un acelerado Taehyung.
— ¡Hola! Perdón por llegar tarde, pero hubo un accidente en el camino y el tráfico era mortal. — Exclamó rápidamente, sus mejillas estaban sonrosadas y el cabello de su frente estaba lejos de hallarse en su lugar. Parecía como si hubiera corrido un maratón.
Llevaba puesta una camisa azul marino, junto con unos vaqueros deslavados sencillos y un par de tenis blancos. Había desabrochado el primer botón de su camisa, permitiendo que en su campo de visión apareciera el final de su cuello y parte de sus clavículas.
Se veían tan suaves como él bien recordaba que eran.
Su fragancia llegó de forma suave, como una suave brisa de otoño, y se permitió respirar de ella durante un segundo. Su lobo se relajó por fin, había tenido el pelaje crispado todo el día.
— Ya. No hay problema. — Disculpó de forma diplomática.
¿Diplomacia?, ¿Con Tae? De pronto comenzó a pensar en lo mucho que se había jodido aún todo. Y su pensamiento tomó fuerza cuando Tae asintió tímidamente y comenzó un gran silencio incómodo.
Ugh. Hacía calor.
El mesero de antes regresó a la mesa, y el ambiente se destensó un poco, Tae revisó la carta brevemente y pidió su platillo después de unos minutos. Por otra parte, Jungkook no podía despegar la mirada del sublime perfil del omega. Le parecía tan magnífico. Como siempre.
Pero tuvo que retirar la mirada y dirigir su atención a la carta frente a él cuando Taehyung terminó de dar su orden y sus ojos estuvieron a punto de hacer contacto.
No lo pensó mucho, no tenía hambre de todos modos, así que simplemente pidió el primer platillo que vio, y un vaso de agua fría. No necesitaba más.
— ¿Cómo has estado? — Prefirió comenzar con una pregunta cualquiera cuando el mesero se había marchado. Taehyung carraspeó y se removió sobre su asiento. Su mirada estaba clavada en el suave mantel que cubría la mesa de madera.
— Yo... — Dudó. — Yo estuve trabajando demasiado. — Pronunció sin muchas ganas. Lo escuchó respirar profundamente, mientras pasaba una de sus manos por su nuca. — Supongo que todo esto me ha tenido algo estresado.
Todo esto.
Claro que no solo había estado estresado. Jungkook examinó su rostro, y detectó la presencia de unas pronunciadas ojeras que habían sido intentadas disimular con un poco de maquillaje. Estaba más delgado, parecía que había bajado un par de kilos en el tiempo en el que no se vieron.
Obvio que no solo había estado estresado. Y no podía sentirse más culpable por ello, porque a pesar de todo, seguía siendo su destinado. Se suponía que era su trabajo evitar este tipo de situaciones. Era evidente que su lejanía iba a afectar a ambos, y a pesar de que era algo de lo que habían sido conscientes desde hace mucho, jamás llegaron a proyectar las consecuencias que aquello tendría.
— ¿Cómo te fue en el juicio? — Indagó. Taehyung suspiró, parecía que era un tema que no le terminaba de agradar.
— Irina contrató a un abogado realmente bueno, presentó su evidencia y parece que incluso se ganó el favor del juez. Nos defendimos como pudimos, pero las cosas no pintan demasiado bien de nuestro lado. — Relató, sin ganas. — Se programó otra audiencia para el día de mañana, se supone que será entonces cuando el juez otorgue su veredicto.
La comida llegó justo después de ello. Ambos se dedicaron a comer, quizá temiendo que la conversación recayera en el tema que los había traído a allí.
Compartieron algunos comentarios alusivos al sabor de la comida y al servicio del establecimiento, entre otras trivialidades que les servía para ponerse un poco al día después de poco más de una semana sin tener noticias del otro.
Antes de que se dieran cuenta, la comida en los platos se había acabado. De pronto, se instaló un ruidoso silencio entre los dos. No se veían a los ojos, no se atrevían a hacerlo.
— Antes de que comiences, quiero decir algo. — Taehyung fue el que rompió el silencio. Jungkook lo dejó continuar. El omega levantó el rostro y buscó la mirada esquiva de su destinado, cuando la encontró, pronunció. — Yo te amo, de verdad.
— Entonces, ¿Por qué ocultarme la verdad? — Sus manos estaban temblando, ¿Tenía miedo? Claro que sí ¿Quién no le temería a las respuestas que duelen?
— Cuando acepté firmar el contrato de Baekhyun, lo hice pensando en el viñedo. — Comenzó a relatar, después de haber retenido el aliento por varios segundos. — Las deudas que mi padre dejó eran monumentales, las máquinas necesitaban mantenimiento urgentemente, necesitábamos más equipo, más mano de obra, más ventas, más inversionistas, y nosotros no teníamos nada. — Escuchó atentamente. Taehyung se detuvo, Jungkook notó que sus dedos se movían incesantemente; estaba nervioso. — Hurgué entre la lista de contactos de mi padre, buscando alguno que pudiera sernos de utilidad. Y encontré el número de Jeon BonHwa. — Arqueó una ceja, aquella información era completamente inédita. — Yo... Yo no esperaba que quien respondiera la llamada fuera tu hermano. Él me propuso un trato a cambio de resolver un problema personal.
— ¿Sabías qué era en lo que te estabas metiendo?
— ¡No! No tenía idea de que tendríamos que encargarnos de una persona. — Trató de excusarse, pero la oscura mirada de Jungkook le provocó un escalofrío. Hace mucho que no lo veía con aquella frialdad.
— No me refiero a si sabías que tendrías que secuestrar a una persona o no, me refiero a que si sabías con qué tipo de persona estabas negociando y qué tan turbio era el negocio. — Exclamó.
— Yo... — Titubeó, bajo la penetrante presión de su mirada. Respiró profundamente. — Sabía que lo que estaba haciendo no era completamente legal. Pero necesitaba los fondos urgentemente y ya lo había intentado por las vías limpias sin tener mucho éxito.
— Sabes que eso no es una excusa, ¿No?
— Lo sé. — Susurró resignado, encogiéndose de hombros.
Jungkook masajeó su sien con las yemas de sus dedos. Boqueó antes de intentar hablar, pero se retractó en el último instante. Meditó mejor sus palabras, deseaba ser tan asertivo como fuera posible. No quería dañar de más a ninguno de los dos.
— ¿Qué tanto de lo que viví en el viñedo fue real? — Pronunció al fin.
Taehyung sostuvo entre sus manos un vaso de cristal que contenía agua, entrelazando sus dedos, como si buscara aferrarse a algo para encontrar la estabilidad.
— Me encantaría decir que todo lo fue, pero entonces estaría mintiendo. — Declaró, sintiéndose avergonzado. — Cuando llegaste a Dalbich, la orden decía que no debías de despertar en los terrenos cercanos a la casona como una forma para que tú no nos vincularas a nosotros, así que Namjoon ayudó a quienes te trajeron a dejarte en un paraje lejano, en la frontera de nuestras tierras.
— ¿Todos sabían por qué yo estaba allí?
— No. Los únicos que lo sabíamos fueron Namjoon, Yugyeom y yo.
— ¿Yugyeom?
— Si. — Afirmó. — Él fue quien te hirió cuando llegaste. — Jungkook se mostró desconcertado, pero no sorprendido. — Namjoon dice que cuando te encontró, tu lobo había tomado control sobre tu cuerpo humano, por lo que se vieron obligados a retenerte de forma violenta. Diste pelea, y casi le arrancas un brazo a Nam, por lo que Yugyeom se vio forzado a herir a tu lobo para que así pudieran controlarte.
A la mente del alfa, vinieron los recuerdos de los primeros días dentro de la viña. Con su lobo desaparecido, su arrogante yo humano no tuvo reparos en los demás; con sus lazos "dormidos" y su yo animal lejos, su peor lado salió a relucir.
— Jamás quisimos hacer daño. A pesar de que eras un completo desconocido, no estaba en nuestros planes tratarte mal. — Continuó, relajando sus hombros. — Terminamos por establecer que cuidaríamos de ti, pero también nos aseguraríamos de que no salieras de los terrenos.
— ¿Cuidarme?, ¿De qué? — Inquirió.
— De ti mismo. — Respondió. — Eras un chico de la ciudad, en un entorno completamente desconocido. Sabíamos que tendrías problemas para adaptarte.
«Adaptarte» Se burló en el interior de su cabeza.
La furia se esparció por su cuerpo con rapidez, hacía ya varias intervenciones que sus manos formaron apretados puños sobre el mantel de la mesa. Sentía que habían jugado con el guión de su vida, y habían convertido la obra en una presentación de circo.
Cuando llegó a ese restaurante, tenía aún la leve esperanza de que Baekhyun lo hubiese engañado, pero la confirmación de Taehyung había calado en su corazón. La traición se hizo real.
— Hubo varias ocasiones en las que te las arreglaste para salir de nuestra vista, sin embargo. — Taehyung parecía no querer detenerse. Buscaba la forma de justificar sus acciones, exponiendo la situación desde su punto de vista. — Cuando me di cuenta de que éramos destinados, las cosas fueron cambiando. Te conocí y me di cuenta de que había mucho en ti que realmente valía la pena.
— ¿Más que el dinero que ganaste conmigo?
— Y-Yo... — Titubeó, rompiendo el corazón del alfa.
Jungkook respiró profundamente. La ira había reemplazado a la sangre en sus venas. Iracundo, se levantó y caminó el par de pasos que los separaban de la barra de bebidas. Pidió una cerveza helada.
No iba a emborracharse, simplemente necesitaba una excusa para salir de la burbuja de emociones que se había formado alrededor de ellos dos.
Tenía que sosegarse. Respirar profundo. Gobernar sus futuras acciones. Tenía que gobernar a su lobo, a aquel que se movía de un lado a otro, gruñendo a cada paso.
Debía comportarse como un ser civilizado.
Él no era un salvaje.
Se sobresaltó cuando percibió un tímido toque en su hombro. Taehyung había llegado a su lado sin que se diera cuenta.
No quiso verlo a los ojos, de verdad no quería hacerlo, temía que sus pupilas pudieran visualizar aquello por lo que su alma atravesaba.
Pero tampoco lo rechazó. Aspiraba a más que un solo toque en su hombro. Deseaba con fervor estrecharlo en sus brazos y fundirse en su calor.
Y aquellas emociones tan fuertes, y a la vez, tan contradictorias, tenían a Jungkook tan tenso como un resorte.
Dos fuerzas de la misma magnitud jalaban a un objeto al mismo tiempo. Y al final, el objeto en cuestión se quedaba en un punto medio, sin inclinarse en alguna dirección.
— No intentes romantizar esto, Tae. — Pronunció en voz baja, sin verlo, justo después de que el barman le hubiera entregado la botella helada.
— Yo no intenté-
— Fuiste cómplice de un secuestro. Podrías ir a la cárcel si Baekhyun decide acusarte, ¿Entiendes eso? — Bramó, molesto. Se apresuró a regresar a la mesa, con el omega pisando sus talones. — Me mentiste y me engañaste, ¡Me usaste para tu conveniencia! — No pudo evitar alzar la voz, por lo que Taehyung retrocedió un paso, asustado.
Jungkook se obligó a controlarse, se sentó experimentando rigidez corporal, y tomó un sorbo de la bebida, disfrutando durante una milésima de segundo cómo la amargura invadía su boca.
Habían pocos comensales en el restaurante, la hora pico estaba finalizando, y solo una vieja pareja comía tranquilamente a dos mesas de ellos. Agradecía que se tomaran la molestia de ignorar su riña.
— Perdóname, Kookie. — Imploró. Sus ojos comenzaban a cristalizarse y su voz estuvo a punto de romperse.
— No es tan sencillo.
— ¡¿Por qué?! — Exclamó desesperado. Se acercó, e intentó tomar su rostro entre sus manos. Sin embargo, su toque fue negado, cuando Jungkook volteó el rostro, rehuyendo de él. — No puedes hacerme esto ¡No puedes dejarme!
— Tae, traicionaste la confianza que yo te di. Creí que eras alguien con quien podía bajar mis defensas, pero en realidad fuiste quien me mantuvo encerrado todo este tiempo. No puedo perdonarte por eso. — Musitó. Llamó a uno de los meseros para pedir la cuenta. No soportaba estar en ese lugar ni un solo segundo más.
— ¡Pero somos destinados! — Recalcó mientras salían.
— ¡Eso lo hace aún peor!
— Por favor, Kookie. Jamás imaginé que serías tú mi compañero. — Imploró, desesperado.
— ¿Y si no lo hubiera sido?, ¿Entonces habría estado bien?
— Kookie... — Su voz falló bajo el incesante llanto de sus almas. No había excusa, ni siquiera una justificación válida. Ambos habían fallado, pero quizá uno lo hizo más que el otro. — No me dejes. — Suplicó, cuando la mano del alfa tocó la manija de su auto. Su voz podría haber sido tan solo un susurro del viento que anunciaba un pronto otoño, podría haberse perdido entre la eterna algarabía de Daegu, incluso pudo haber sido el hálito de esperanza que inundaba su imaginación.
Pero resonó en sus cabezas con la fuerza de un tifón.
La tirantez se presentó en cada articulación del cuerpo del alfa. Su lobo luchaba por regresar con su compañero, siendo completamente ajeno a los insulsos problemas de los humanos. Pero Jungkook no iba a ceder. No iba a dar media vuelta y mucho menos iba a refugiarse en los brazos de Taehyung, por más que lo deseara.
No. Aquello había cruzado la línea de lo sano.
Y por su propio bien, por dignidad, decidió abrir la puerta de su auto e ingresar en él.
Taehyung se había quedado un par de metros detrás del alfa. No pudo hacer más que observar cómo el auto se alejaba y se perdía entre el océano de metal.
Su lazo dolía, había sido herido.
Sus rodillas cayeron sobre el suelo, cuando fueron incapaces de seguir soportando su peso. Las lágrimas caían por sus mejillas, sin detenerse. Pero no jadeó, tampoco sollozó.
Estaba destrozado, la culpa lo embargaba. Pero no pudo gritar de dolor.
Con esfuerzo, respiró profundo.
Se levantó, no podía seguir en el suelo.
«Debieron suponerlo. Aquello que comenzaba con una tormenta, debía terminar con otra tormenta.» Pensaron al unísono, mientras ambos dejaban la ciudad que había sido testigo de tan fatídico encuentro, y observaban las gotas caer con premura en el cristal de sus ventanas.
Jungkook bajó del auto alquilado en el andén donde partiría su avión de regreso a Seúl. Se apresuró a correr hasta resguardarse bajo el techo flotante del aeropuerto, sin poder evitar que la creciente lluvia empapara su pelo y sus prendas.
Recorrió el edificio en un automático chequeo. Cientos de personas se movían de un lado a otro cargando con maletas de todos los colores y tamaños. Las constantes instrucciones salían expedidas por las bocinas cada tantos minutos. Las pantallas que señalaban los próximos vuelos se dispersaban a lo largo y ancho del edificio.
Los taxis y autos se detenían en la entrada y pitaban en la lejanía.
Y en el centro de todo, se encontraba un alfa que no podía respirar. Se había quedado paralizado cuando un insólito y colosal dolor le atacó. El lazo se había tensado tanto, pero tanto, que casi podía jalar su cuerpo entero.
Buscó con desespero la superficie más cercana donde pudiera apoyarse, y recargó su pesó sobre ella cuando sintió que su cuerpo ya no era capaz de sostenerse.
Era el lazo lo que dolía, comprendió de pronto.
Inhaló profundamente, tratando de mitigar el malestar. Pronto, un guardia de seguridad se acercó, intrigado por la inusual palidez que presentaba el alfa. Su piel tenía la misma pigmentación que las hojas de papel y sus labios, morados, alertaban de su mal estado. Su cuerpo temblaba sin razón alguna, y sus manos apresaban su pecho con fuerza, como si así el dolor pudiese disminuir.
El guardia, que aún esperaba la respuesta a las preguntas que nunca fueron escuchadas, sólo pudo sostener el cuerpo que desfalleció súbitamente en medio del aeropuerto.
«Mi luna...»
MiaGarrettA
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