Capítulo 37

Sus patas se movían de manera vertiginosa, sus peludas orejas se movían hacia todas las direcciones, inquietas, premurosas. Su pelaje se sacudía mientras el omega atravesaba el viento, siguiendo el rastro de olor que su alfa dejaba tras su paso.

El Sol de casi mediodía se colaba entre el follaje de los árboles, creando un majestuoso espectáculo de luces a sombras, que, combinado con la velocidad de sus movimientos, causaba que el bosque se difuminara en matices deslumbrantemente verdosos.

Sus fauces inhalaron a consciencia, detectando el rastro de la potente uva, fragancia característica de su alfa, para después girar súbitamente a la derecha con movimiento grácil y calculado.

Jungkook estaba poniendo a prueba sus sentidos, incluso después de haber logrado mutar. Ahora debía de rastrearlo, valiéndose únicamente de estos hasta encontrarlo y "atraparlo".

La cuestión era que el alfa era condenadamente veloz, después de todo, poseía una condición mucho mejor que la de él.

En la lejanía, logró divisar, por un efímero instante, el pelaje castaño del alfa. Utilizando todas fuerzas, se impulsó para adelantar el espacio que les separaba.

Cuando su pelaje estaba a tan solo unos metros, el alfa se dedicó a apresurar sus pasos, provocando que el omega bufara hastiado. Sus músculos, poco acostumbrados, comenzaban a resentir el esfuerzo. Sin embargo, no se rindió. Quería alcanzar a ese alfa y lo iba a hacer, costara lo que costara.

A base de voluntad y una gran determinación, logró avanzar, para finalmente alcanzarlo. Se colocó a su costado izquierdo, corriendo a la par, esquivando las ramas bajas de los árboles y los obstáculos del suelo con movimientos naturales.

Entonces, el lobo castaño comenzó a ralentizar su carrera, cambiando de dirección hacia la noroeste. Había olido un perfume peculiar desde algunos kilómetros atrás, y quería saber a qué pertenecía. El omega lo siguió detrás.

Pronto, salieron a un pequeño claro. El sol lo iluminaba con todo su resplandor y la maleza del suelo se movía al compás de las fresca brisa. Ambos lobos se habían detenido justo antes de entrar en aquel espacio, manteniéndose aún bajo el resguardo de las imponentes copas de los árboles.

El lobo gris fue quien dio el primer paso, sintiéndose vigorizado. El sol no demoró en impactar contra su cuerpo, el omega lo sintió como si una manta cálida se extendiera sobre él.

Olfateó el suelo, detectando un olorcito curioso. Como un perfume suave y delicado. Era bastante atrayente, completamente floral, a pesar de que apenas sobresaliera del persistente petricor.

Jungkook le seguía con la mirada, el omega sentía sus ojos posados sobre su cuerpo. Su instinto acrecentado le impedía ignorarlo. Sus patas se habían ensuciado en demasía, y ahora el blanquecino pelaje que los recubría había adquirido un importante matiz café.

Sin inmiscuirse en aquel detalle, Taehyung inclinó su cabeza, mientras sus patas avanzaban y avanzaban hacia el punto de origen del nuevo olor que perseguía. Sus peludas orejitas se movían alertas, pero sin detectar ningún sonido fuera de lugar.

De pronto, su hocico impactó con una florecilla blanca, demasiado pequeña para la profundidad del olor que expelía. La olfateó a consciencia, confirmando su fragancia.

Solo entonces percibió el sonido de los pasos de su alfa acercarse a él, mientras sus ojos escaneaban los delicados cúmulos de pétalos blancos que se congregaban justo en esa zona, cerca del límite opuesto del claro, pero aún bajo el sol del mediodía.

Jungkook frotó la parte lateral de su hocico contra su nuca, mostrándose cariñoso, e inusualmente, mimoso.

El lobo gris apartó su atención de las lindas florecillas para posarla en el lobo alfa a su lado. Jungkook era más grande que él, mucho más grande. Su pelaje le otorgaba una presencia imponente y atemorizante.

Tenía unas condenadas ganas de escurrirse entre sus patas y dejar que su alfa le mimara. Tantas que no se contuvo, su lobo, impulsivo, no se puso a pensar en sus acciones y solo se guio por sus deseos.

Flexionó sus rodillas, moviéndose hasta estar justo debajo del alfa, en el espacio que había entre su estómago y el suelo. Jungkook olfateó su nuca, permitiendo que el omega se removiera debajo de él. Después comenzó a lamer sus orejas, acicalando el pelaje de su pareja con ternura.

Pronto, el agudizado olfato de Jungkook percibió un nuevo olor que se desprendía desde la glándula de olor del omega, ¿Acaso eso era miel? Olfateó con mayor insistencia. Sí, lo era.

Se preguntó cómo era posible que no lo hubiese notado antes, pues ni siquiera en su celo había logrado percibirlo, pero de forma inmediata se había respondido a sí mismo. El tercer olor de los cambia formas aparecía de forma irregular, a diferencia de los otros dos olores, que se mantenían fijos todo el tiempo.

Esta tercer fragancia únicamente se manifestaba cuando el portador se hallaba en un estado de gran tranquilidad, con las defensas bajas; cuando sus emociones eran excesivamente fuertes o cuando se había mantenido un largo tiempo en su forma lobuna. E incluso encontrándose en alguno de esos estados, solo ciertas personas podían detectarlo: únicamente aquellos que pertenecieran a su manada.

Ahora, Taehyung estaba relajado y en su forma lobuna, por lo que no era de extrañar que, sin querer, comenzara a desprenderlo. En realidad, lo sorprendente era que Jungkook pudiera detectarlo.

Una chispa de euforia creció en su interior, una cálida y conmovedora, que le provocó una inmensa alegría. Acercó su nariz hasta pegarla contra su cuello, quedándose así, respirando su verdadera esencia por primera vez.

El omega se dejó hacer, comenzando a dormitar un rato después. Cuando el alfa se sintió satisfecho, se movió hasta hallarse a su lado, y lo instó a levantarse. El día era joven aún y todavía había energía que gastar.

Jungkook acató la orden en cuanto esta fue comprendida, y lo siguió, internándose de nueva cuenta en el interior del bosque.

Jungkook se había asombrado cuando el omega logró seguirle el paso, pues no había pasado ni un mes desde que visitaron a Sohye y comenzaron a tratar su debilitado estado. Su celo debía de haber influido en su notable mejoría, pues el tener a su alfa acompañándole por esos días solía agilizar la curación de heridas.

Taehyung tampoco le había mencionado sobre algún otro malestar que sintiera en su lobo, y había dejado de tener aquellos "lapsos" donde el lobo omega tomaba el control del cuerpo humano para hacer de las suyas.

El alfa se acercó sin detener el paso, y comenzó a mimarlo a lo largo del camino. Pasando su lengua por su pelaje u olfateándolo sin cesar.

Taehyung gruñó de forma grave, casi como si intentara ronronear, disfrutando de los mimos dulces y suaves. Su cola se balanceaba de un lado a otro, sin parar, incapaz de mantenerse tranquila.

La naturalidad de su comportamiento era insuperable. Y un Taehyung despierto habría caído en cuenta en este y otros tantos detalles que su lobo simplemente daba por hecho, sin matarse pensando en pros y contras, en posibles consecuencias, y en el trasfondo de sus actos.

Los mimos amenizaron sus convivencia durante un par de horas, donde aprovecharon para corretearse entre sí y disfrutar de su compañía.

Se echaron sobre el húmedo suelo a un lado del rio, una vez que estuvieron exhaustos y también hambrientos. Seguramente, estaban a unos cuantos kilómetros más lejos de lo normal de las zonas que solían frecuentar.

El agua caía, escurriéndose entre las piedras y formando una caída libre de un par de metros. Estaban en una modesta zona despejada a un costado de una pequeña cascada que habían encontrado de pura casualidad.

Taehyung, quien comenzaba a dormitar, decidió regresar a su forma humana, con el objetivo de caer dormido. Y es que, aunque se le antojaba bastante, sabía que ya había sido suficiente.

Mantenerse en su forma lobuna, después de haber pasado años enteros sin cambiar de una sola vez, era más complicado de lo que parecía.

Cuándo sus garras ya habían sido reemplazadas por sus uñas humanas, se removió sobre el suelo y se posicionó boca arriba, sin sentirse ni un poco cohibido por estar desnudo frente a Jungkook.

Contempló el firmamento azul, y las esponjosas nubes que se habían arremolinado en grupos que se oscurecían poco a poco. Parecía que esta noche también les avecinaba una tormenta.

— Soportaste bien el cambio. — Comentó el alfa, después de haber cambiado, unos minutos más tarde. — ¿Cómo te sientes ahora?

— Me duele todo el cuerpo. — Respondió, detallando las figuras que formaban las nubes. — Pero es soportable si descanso un poco.

Taehyung suspiró cuando una brisa fresca acarició su piel. Después, se incorporó sobre el suelo, sentándose y cruzando sus piernas.

Observó sus dedos entrecruzados sobre su regazo, sintiendo la mirada de su alfa sobre su cuerpo.

Su alfa...

Lo había estado llamando de esa manera por semanas, refiriéndose a él como suyo ¿Pero, realmente lo era?

No, al menos no todavía.

Sus sentimientos por Jungkook crecieron a pasos agigantados, sin darle tregua para poder asimilarlos correctamente. Pero no se quejaba. Bajo toda esa imagen de hombre narcisista, existía una persona leal y sumamente protectora.

Jungkook aprendía rápido y aunque no le gustara, aceptaba las situaciones que se le ponían enfrente, tratando siempre de encontrar la manera de superarlas.

Jungkook seguía adelante, seguía avanzando, no se estancaba, aunque pareciera que sí.

Sus metas siempre fueron fijas. Desde un inicio, Jungkook trató de regresar a Seúl, de recuperar su vida y olvidar el mal rato que Dalbich le había hecho pasar.

Pero el alfa de aquel entonces era un poco distinto al actual. Su inteligencia emocional y su empatía se habían desarrollado. Valoraba el esfuerzo ajeno, aquel que solía criticar, aprendiendo de todos y todo para buscar la mejor versión de sí mismo.

Y era todo un proceso que había detonado a partir del tiempo que había pasado ahí, sin embargo, aún estaba lejos de terminar. Jungkook aun necesitaba seguir puliéndose a sí mismo, aun necesitaba trabajar ciertos aspectos de su propia personalidad que chocaban con sus nuevos ideales.

Y él esperaba estar a su lado durante todo el tiempo que aquello requiriera. Sin importar lo egoísta que, consideraba, era pedir que estuviera a su lado.

Pero ¿Acaso Jungkook no lo quería? Se lo había dicho en ocasiones anteriores como en aquella ocasión donde le había permitido beber de su cuello. En aquella ocasión cuando lo cuidó durante la eterna noche en la cabaña de Sohye, se sintió amado. Pequeños actos como sus mimos durante las tormentas o sus cómodas conversaciones después del trabajo hablaban más que las palabras.

Incluso en momentos como este, donde su cercanía era suficiente como para saber que si se encontrara en peligro, Jungkook sería el primero en asegurarse de que estuviera seguro eran una prueba legítima de aquel sentimiento que se transmitía entre ellos dos.

— Jungkook... — Comenzó, dudando cómo continuar. Giró su cabeza en su dirección. Si iban a tener esta conversación, quería que la tuvieran frente a frente. — Yo acepto tu cortejo. Te acepto oficialmente como mi alfa.

Jungkook abrió los ojos al máximo, boquiabierto. Había sido tomado desprevenido. No se esperaba aquellas palabras en ese momento. No obstante, cuando su cabeza logró asimilar la información, una resplandeciente sonrisa decoró su rostro; algunas arruguitas se formaron a los costados de sus ojos mientras exponía su blanca e impoluta dentadura.

Se impulsó para estrecharlo entre sus brazos, incapaz de contener su alegría y su entusiasmo.

— ¿De verdad? — Se detuvo a preguntar.

— Sí. — Afirmó el otro. — Cuando llegaste aquí, eras una persona distinta a la que eres justo ahora. Pero en realidad, solo eras tú, lidiando con una situación que no te agradaba y en un ambiente completamente ajeno a ti. — Sintió la necesidad de explicarse. Jungkook se separó un poco, y pegó sus frentes, estando completamente atento a sus palabras. — Siempre has sido leal y has protegido lo que consideras tuyo, de ahí tus deseos de regresar y pelear por lo que te pertenece. Valoro enormemente el apoyo que me has brindado en tu estadía, Kookie. En este tiempo te has convertido en uno de mis pilares. Te has acercado a mí y has aprendido sobre mí y sobre mi entorno, has olvidado tus prejuicios iniciales y me has aceptado como el campesino que soy. — Bajo la mirada, apenado por los intensos ojos del alfa. — Te amo Jungkook, y quiero ser tu omega.

Después solo hubo silencio. El corazón de Taehyung latía a su máxima velocidad, esperando una respuesta, un movimiento, un algo. En cambio, el alfa solo lo observaba en silencio.

Justo cuando podía sentir su colapso aproximarse, el alfa acarició con los nudillos su mejilla izquierda, un roce que le provocó cosquillas.

— Mírame, Tae. — Le pidió en un susurro. Taehyung no tuvo más opción que alzar la mirada, sintiendo el calor agolparse en sus mejillas. — Te amo. — Declaró, justo cuando sus ojos chocaron.

El sonrojo en el rostro del omega se expandió a sus orejas. Los oscuros ojos de Jungkook transmitían una sensación candente y dulce, muy dulce. Ahora comprendía porqué deseaba que lo observara directamente: deseaba que pudiera percibir la irrefutable verdad de sus palabras.

Se besaron, claro que se besaron. Acariciaron sus lenguas y su piel. Sin prisas, porque el tiempo estaba a su lado; se había detenido para contemplar su romance, su cariño.

Entrelazaron sus extremidades y se unieron en uno solo ser. Se movieron lentos mientras besaban su corazón, mientras acariciaban su alma.

Jungkook entró en Taehyung lentamente, valiéndose del lubricante natural del omega para hacer más soportable su intromisión. Taehyung cerró los ojos, mientras trataba de acostumbrarse, jadeando por los mimos de su alfa en su cuello.

Solos, perdidos en el inmenso bosque, a kilómetros de casa, amándose.

Una melodía de jadeos, gruñidos y gemidos inició al ritmo de las embestidas del alfa, quien se movía firmemente, pero sin abandonar la dulzura que profesaba. Escondió su rostro en el cuello de Taehyung, y mordisqueó el lóbulo de su oreja, recibiendo sus gemidos justo en su oído.

Aceleró el ritmo, y besó sus labios. Encontró su punto de máximo placer, y sostuvo su miembro con una de sus manos. Comenzó a bombearlo con una lentitud desquiciante, contrastando con el frenético ritmo que ahora habían adquirido sus embestidas.

Taehyung podía sentirlo en su interior, llenándolo una y otra vez, sin parar, cada vez más rápido. Gritó cuando Jungkook comenzó a ser duro, a follarlo con rudeza, sosteniéndolo firmemente de las caderas, las cuales intentaban con torpeza seguirle el ritmo.

Rodeó su cuello con sus brazos, intentando tener un punto de agarre, sus uñas se clavaron en su piel, mientras Jungkook mordisqueaba con más fuerza su cuello.

Quería marcarlo, y él quería que lo marcara.

El sonido de sus pieles chocando, sus olores mezclados, aquella conexión que ambos poseían... Las explosiones de euforia y frenesí en sus cuerpos resultaban en efectos enloquecedores. Pronto comenzaron a percibir cómo sus respectivos orgasmos crecían en su vientre bajo.

Taehyung enredó sus dedos en el cabello de Jungkook, y los jaló con fuerza. Compartieron una mirada significativa, transmitiendo sus deseos y sus emociones. Se besaron, o al menos lo intentaron, pues el orgasmo les golpeó sin tregua, dejando sus cabezas completamente en blanco.

No separaron sus labios, en ningún instante, mientras los espasmos los recorrían. Ahogaron sus gemidos, sus gruñidos y sus nombres en sus bocas.

Eran suyos.

Finalmente.

El domingo llegó con una ligera llovizna mañanera. El rocío matinal era delatado por un suave sonido constante, cuando las gotitas impactaban contra el techo de madera de la casa principal del viñedo de Dalbich. No había corrientes de viento, el sol se escondía, tímida, entre unas grisáceas nubes.

Todos los huéspedes del viñedo se hallaban en el comedor, un poco más tarde de lo normal, pues en aquel día de descanso, la mayoría se había levantado unas horas más tarde.

Namjoon, quien había arribado a la casona hace unos veinte minutos, conversaba amenamente con Seokjin acerca de los sabores de la comida. Jimin comía en silencio, pero encontrándose completamente atento a las palabras de su hermanastro, quien narraba el bizarro sueño que había tenido aquella noche, algo sobre ser un alíen y haberse quedado varado en el espacio.

Las conversaciones se unían, después se bifurcaban en distintos sentidos. De pronto, se sentía como si todos estuvieran hablando exactamente del mismo tópico, y después cada quien había tomado un tema diferente para cotillear. Las palabras se unían, el silencio se había quedado atrás.

Mientras tanto, Jungkook solo los observaba. Grabando en su memoria la sensación que la amena convivencia le transmitía.

La confianza, el apego, la naturalidad de su cercanía... De pronto, comenzaba a sentirse nostálgico.

Este tipo de ambientes no existían en su ya destruida familia, jamás fue cercano a sus tíos, apenas y posee recuerdos de su madre, su hermano se esmeraba en hacerle la vida imposible, su madrastra ignoraba su existencia, y era el hijo poco brillante de su padre.

Las pocas ocasiones en las que se sentaron juntos a comer de una misma mesa, el silencio y la tensión se mantenían a lo largo de todo ese tiempo. Ocasionalmente compartían algún comentario protocolario sobre sus vidas, pero nada más. Cada quien estaba demasiado ocupando con los problemas y las vivencias de su propia vida, que apenas y podían darse cuenta de que había más personas con situaciones similares justo frente a ellos.

En su adolescencia, aquella frialdad, había calado firmemente en su personalidad. Jamás fue bueno haciendo amistades, no se consideraba especialmente carismático o sociable. Yoongi, Hoseok y Yongsun fueron, afortunadamente, los únicos que lograron acercarse lo suficientemente a él como para poder considerarlos como una amistad, aunque él mismo sabía que era un amigo pésimo.

Creía que no podría llegar a pagar nunca todo el esfuerzo y el apoyo que le habían brindado, no solo desde la inusitada muerte de su padre, sino desde el día en que se conocieron.

Jungkook no era perfecto, ni mucho menos. Pero era lo suficientemente afortunado como para tener a las personas correctas a su lado. Había elegido bien. Ahora podía verlo, ahora podía valorarlo.

Taehyung acarició sus nudillos con las yemas de sus dedos, como un movimiento vago y despreocupado, provocando que el alfa espabilara y saliera de la burbuja de sus pensamientos.

Le observaba con una sonrisa suave. Pronto descubrió que parecía esperar una respuesta de él.

— Disculpa, no estaba atento. — Se excusó.

— Jimin preguntaba que a qué hora Yoongi llegará a aquí. — Respondió sin darle importancia.

— Llegará después de medio día. — Jimin asintió silenciosamente, regresando la mirada a su plato de comida, y enrollando sus palillos en su porción de fideos.

Taehyung había estado considerablemente más tranquilo después de su escapada el día anterior. Sin embargo, aún podía observar pequeños destellos de angustia en sus ojos, si buscaba bien.

Detestaba la idea de marcharse dejando a su, ahora oficial, omega con tal inquietud. Su lobo gruñía con desagrado ante la sola idea. Pero entre más pronto se fuera, más pronto regresaría ¿No?

Después de finalizar el almuerzo, se dedicó a terminar de hacer su maleta en la soledad de su habitación. Había decidido llevar únicamente lo necesario, y dejar ahí lo que no fuera necesitar durante esa semana. Una maleta mediana y una mochila parecían ser suficientes.

Cuando estaba cerrando el cierre de su equipaje, la puerta corrediza de la habitación se abrió después de un par de toques suaves. Al levantar el rostro, se encontró con la presencia de Taehyung.

Le regaló una sonrisa, y continuó con lo que estaba haciendo. El cierre se había atorado justo antes de la última vuelta.

El omega entró silenciosamente, y cerró la puerta a sus espaldas.

— Estaba pensando... — Comenzó, observando la mochila lista en una de las esquinas de la habitación. Sus ojos se ensombrecieron, pero se repuso rápidamente. Carraspeó y continuó. — Tengo todos tus regalos de cortejo conmigo, pero tú no tienes ningún regalo mío.

— Tú eres mi regalo. — Le guiñó un ojo. Finalmente había logrado cerrar la maleta. Se levantó y estiró su espalda, escuchándola tronar por haber estado encorvada demasiado tiempo. Apartó su equipaje del futón y la reubicó junto con la mochila que ya tenía preparada.

— Pero este regalo no puede ir contigo. — Musitó, tratando de seguirle el juego. Se acercó hasta estar a un par de pasos de distancia del alfa. — Y quiero que, a donde sea que vayas, puedas tener un objeto que te recuerde a mí.

Rebuscó entre los bolsillos de su pantalón, hasta sacar una bolsita pequeña de cuero. Tomó la mano de Jungkook y la manipuló brevemente hasta tener la palma abierta. Ubicó la bolsita sobre ella, y después cerró la mano del alfa, como si buscara crear un rudimentario refugio con los dedos de su pareja.

— ¿Puedo ver qué es? — Preguntó, sintiéndose emocionado. Taehyung asintió suavemente, soltando su mano y retrocediendo un paso.

Jungkook vertió el contenido de la bolsita en la mano contraria, revelando que en su interior albergaba un collar plateado, con un pequeño dije ovalado con una piedrecilla azul justo en el centro.

— Mi madre me lo regaló cuando era niño. — Susurró el omega, casi esperando que el alfa no lo escuchara. No fue así. — Es, posiblemente, el objeto más preciado que tuve en mi posesión. Tanto, que jamás llegué a usarlo; temía estropearlo.

— ¿Entonces, por qué me lo das? — Frunció el ceño, descolocado.

— Porque eres mi destinado, Jungkook. Si la Luna llegó a la conclusión de que eres la persona adecuada para acompañarme a lo largo de mi vida, darte un objeto como este no representa ningún riesgo. — Sus mejillas se sonrojaron, por lo que tomó una bocanada de aire antes de poder continuar, mirándolo a los ojos con una energía inusualmente fuerte, como si sus pupilas quisieran comunicar algo que sus labios jamás pronunciarían. — Yo confío en ti, Kookie.

Jungkook sonrió por sus palabras, y se acercó a él para besarlo castamente. Estos momentos de brutal sinceridad siempre lo tomaban desprevenido. Eran breves instantes donde los sentimientos y emociones eran transmitidas al otro sin el menor de los tapujos. Completamente impulsivo.

¿Ya había mencionado antes que él no era bueno con las palabras? Jungkook era un hombre de acciones, pues se le complicaba demasiado ordenar sus ideas y transmitir su sentir con mundanas palabras.

Si él amaba, él besaba. Simple.

Como ya se tenía planeado, Min Yoongi arribó al viñedo pasado el mediodía, conduciendo el mismo auto plateado con el que había llegado la vez pasada.

Jungkook y Jimin habían salido a recibirlo. Y el alfa no se sorprendió en lo absoluto ante la actitud inquieta del omega mientras lo observaba llegar, mucho menos al ver como el omega prácticamente saltó sobre el recién llegado ni bien hacia puesto un pie en el suelo.

Jungkook sospechaba que ambos habían mantenido contacto todo este tiempo.

Cuándo llegó su turno, compartió un fraternal abrazo con él, agradeciendo que se haya tomado la molestia de venir.

Jimin le invitó a comer, petición que fue aceptada de inmediato. De cualquier forma, el plan era marcharse al anochecer, así que aún había tiempo para que Yoongi tomara un descanso del viaje.

Metieron el equipaje en el maletero del auto después de la comida, después, Jungkook se adentró en las caballerizas y caminó hasta el cubículo donde estaba su yegua.

Aquella semana no había tenido tiempo para visitarla y quería despedirse apropiadamente.

La encontró en el llano campo que rodeaba el edificio, pastando tranquilamente junto al resto de los equinos.

— Hola. — Musitó al verla. Acarició su suave crin, mientras que ella le observaba fijamente. No sé movió para rechazarlo, y para él, eso era equivalente a un saludo caluroso. — ¿Quieres dar un paseo?

No planeaba adentrarse al bosque o alejarse demasiado, simplemente deseaba un breve paseo de no más de media hora. Así que una vez que había emprendido un galope suave, solamente se dirigió hacia el límite de las tierras de cultivo.

— ¿Debería darte un nombre antes de irme? — Preguntó de pronto. — La verdad es que me gusta mucho tu nombre actual. — La yegua continuó con el camino, ignorando, por obvias razones, al individuo que dirigía el trayecto.

Luna era un buen nombre. Y a diferencia de lo que le había enseñado, Jungkook no pensaba que por ser genérico, careciera de valor. Pensaba que, si la Diosa era tan venerada, entonces no cualquier ser mundano podría ocupar su nombre ¿No?

Era elegante y tierno, desprendía gracia, era perfectamente corto y memorable.

Realmente no tenía ganas de cambiarlo; sentía que no sería capaz de encontrar ningún otro nombre que fuera mejor que ese. Su aportación, simplemente sería una reinterpretación al significado.

Aquel día transcurrió a una velocidad insufrible. Antes de poder darse cuenta, el anochecer ya tocaba las puertas del viñedo.

Jungkook observaba a su omega estar sentado frente a su escritorio, con una ligera arruga formándose en su frente, con la mirada fija en la pantalla de su computadora y con sus dedos moviéndose ágilmente a través del teclado.

Mientras tanto, él le observaba desde el otro lado de la habitación, sentando en una sofá colocado entre un par de estanterías. El ambiente era extrañamente melancólico. Y cuando existía un ambiente de este tipo, de pronto hasta las acciones más pequeñas poseían un enfoque completamente distinto. Todo tenía valor, porque no era eterno.

Unos golpecillos en la puerta de madera lo sacaron de la bruma de sus pensamientos, segundos después, pudo observar la cabellera rubia de Jimin aparecer.

— Yoongi dice que ya es hora. — Pronunció suavemente, observando por el rabillo del ojo a Taehyung.

¿Alguna vez has probado a colocar un efecto gris en algún video?, ¿Has observado minuciosamente el momento exacto en el que todo pierde color? Entonces comprenderás que aquel espacio, justo en ese momento, desde las páginas de los libros, hasta su propia piel, habían perdido un considerable porcentaje de pigmentación.

Jimin se apresuró a retirarse, dispuesto a darles su espacio. Justo cuando la puerta hizo clic al cerrarse, fue cuando Taehyung detuvo el frenético movimiento de sus manos, sus ojos se apartaron de la pantalla y se posaron sobre los propios; lo sintió todo.

El miedo, la angustia, la tristeza. Sus lobos aullando por una prevista lejanía, clamando con dolor quedarse juntos, no perderse de vista, y jamás encontrarse sin el otro.

Jungkook se acercó al lugar donde se hallaba su omega, se hincó y tomó sus manos entre las suyas. Taehyung manipuló la silla para colocarse completamente de frente a Jungkook.

— Y-Yo... —Susurró casi sin fuerzas. Boqueó, en busca de las palabras adecuadas para expresar el tumulto de pensamientos que se agolpaban sin cesar en su cabeza. — Y-Yo... hice algo... que n-no debía hacer.

Jungkook frunció el ceño y ladeó un poco su cabeza, intrigado. Se mantuvo en silencio, permitiéndole al omega continuar, sin embargo, eso no sucedió. Taehyung había apartado la mirada, y un semblante decaído había aparecido en su cara.

— ¿Qué fue? — Indagó, acariciando con ternura sus mejillas. Taehyung negó con la cabeza. — Tae, escúchame. — Colocó cada una de sus manos en cada uno de sus cachetes, y con un mínimo de fuerza, lo instó a mirarle fijamente. Taehyung obedeció a regañadientes.

Sus ojos reflejaban tristeza, incluso culpa. No tenía ni idea de qué era lo que tenía a su pareja de esa manera. Más bien, consideró que sería un suma de todos los acontecimientos recientes y su pronta partida lo que lo tenía tan agobiado.

— Ya habíamos hablado sobre esto, ¿Recuerdas? — Aludió a las interminables horas de hace un par de noches. — Tú no has hecho nada mal, Tae. Tú no tenías idea de que algo así podría suceder, no te culpes por no poder manejar cada aspecto.

— Kookie... — Balbuceó, pero su voz fue ahogada por su garganta. Una rebelde lágrima salió despedida de sus ojos. El omega afianzo el agarre del alfa sobre sus manos, intentando respirar. Solo necesitaba eso. Respirar. — No te vayas. Por favor, quédate aquí.

Jungkook le miró con compasión, con una tristeza compartida. La impotencia de no poder auxiliar a su pareja apenas podía ser soportable. Sin embargo, si no solucionaba los asuntos pendientes que tenía en la ciudad, entonces no tendría nada que ofrecerle a Taehyung. Y él deseaba con todas sus fuerzas poder darle todo, todo lo que deseara.

Se repetía, como un mantra, que esto solo era un pequeño desafío que tenían que cruzar. Solo sería una semana separados ¿Dónde estaba el problema? Ambos se amaban, ambos compartían un querer incondicional. En un futuro, recordarían estos momentos con carcajadas.

— Sabes que no puedo, TaeTae. — Musitó con dolor. — Pero te prometo que volveré. Estaré aquí pronto. Ni siquiera sentirás mi ausencia. — Y aunque trató de que sus palabras pudieran reconfortarlo, sabía que no había mucho que hacer para que el omega pudiera tolerar la situación.

Taehyung se abalanzó a sus brazos, estrechándolo contra su cuerpo con todas las energías que poseía. Escondió su rostro en su hombro, respirando su esencia. Inhalando aquella fragancia que finalmente había podido detectar: petricor, uva y vodka. Un toque embriagante que apenas podía percibir, pero que siempre se había encontrado ahí.

Súbitamente, salió de su escondite y estampó sus labios con los de su alfa, iniciando así, un beso hambriento y desesperado, con un regusto triste y una fuerte nota emocional.

— Te amo, Jungkook. — Le dijo, de frente, con seguridad, después de haber disfrutado lo suficiente de sus labios como para soportar aquellos insufribles días. — Quero que recuerdes esto. Quiero que te grabes mis labios diciéndote lo mucho que te amo.

— Me lo has grabado desde el primer beso que me diste. — Susurró. — Cuando regrese, te besaré tanto, que entonces serás tú el que se grabará mi amor.

— ¿Lo prometes?

— Lo prometo.

Esa noche de verano, Jungkook abandonó el viñedo de Dalbich, una pequeña y casi ignorada porción de tierra ubicada a varios kilómetros de distancia de Daegu, llevando en su pecho un dije azul, en sus manos sus maletas, en su corazón un amor, y en su cabeza a su omega.

Se marchó, con la promesa de volver. Con el anhelo de regresar con su destino.

Y mientras recorría una solitaria carretera en el interior de un auto, alzó la mirada y observó el cielo estrellado a través del cristal polarizado. Detalló el cielo que le había parecido tan inmensamente mundano cuando arribó, pero que ahora lo consideraba como una de las más majestuosas formas de belleza. La Luna, deslumbrante allá arriba, guiaba su camino.

Cerró los ojos, confiando en que la Diosa le permitiría regresar a su hogar. A su verdadero hogar.



MiaGarrettA

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