Capítulo 36

Los truenos se convirtieron en uno de sus mayores terrores desde que era un niño. Su estridente sonido característico lo atemorizaba hasta dejarlo sin aliento, con la mente sumergida en el blanco infinito; acostumbraba hacerse un ovillo en su habitación durante las noches de tormenta, ocultándose entre sábanas y cobijas mientras presionaba sus manos contra sus oídos, con un llanto histérico saliendo de sus ojos y su boca, siendo acallado inútilmente por los retumbes del cielo.

El pánico crecía desde el fondo de su interior y era alimentado segundo a segundo por... ¿Por qué?

No recordaba esa parte, cada vez que intentaba buscar la causa, se topaba de frente con el vacío, como si aquella información jamás hubiese estado en su cabeza. Debió haber existido algún detonante, estaba seguro, pero no era capaz de recordarlo. Y no le parecía demasiado relevante. Solo podía rememorar aquellas infernales noches donde sus ojos se negaban a cerrarse y su cuerpo se aferraba a la lucidez.

Siempre con la melodía macabra dictada por los relámpagos que iluminaban el cielo cada tantos segundos, torturando sus oídos.

Quizá ese había sido uno de los temores más presentes a lo largo de su vida. Y es que aquel sentimiento no era dirigido al sonido como tal, sino a los recuerdos qué evocaba en su cabeza; la sensación de soledad, de profunda tristeza, de desolación, de añoranza por un consuelo que, sabía, jamás llegaría.

Por ello, cuando en aquella interminable noche, los estruendos aparecieron para sofocarlo una vez más, su cuerpo buscó el calor ya familiar de su alfa. Esa calidez natural que el hombre expelía por su piel aminorizaba su inquietud, los brazos que le aprisionaban con delicadeza y firmeza le inspiraban una tremenda seguridad. Seguridad por saber que no había razón para temer de aquel sonido, puesto que no estaba solo.

Ahora podía tener un apoyo para poder enfrentarse a ellos, y poder respirar tranquilamente.

Aquel lluvioso verano, Jungkook había sido un verdadero soporte para el omega, desde aquella noche, hace casi un mes, cuando la tormenta se las había ingeniado para cortar el suministro de energía con sus manos invisibles, y ambos habían terminado a solas en medio de la oscuridad.

Por eso, esta misma noche había buscado a su refugio desde mucho antes de que el primer estruendo llegara a sus oídos, siendo aquejado por un espanto sin precedentes.

Estaba muy, muy asustado. La llegada de aquel par de hombres desconocidos había roto la burbuja en la que había querido encerrarse desde hace ya varios años, creyendo que la rubia mujer no cruzaría aquella línea que él mismo había dibujado, inocentemente.

Se suponía que Irina no tenía interés por sus tierras, se suponía que jamás se desgastaría por intentar arrebatárselas de sus manos. Pero debió haber sabido que la humillación por la que la hizo pasar el día de la Vendimia, y el silencio en el que se mantuvo durante las siguientes semanas no significaban nada nuevo.

Debió haberla descubierto antes, haber estado atento para detenerla mucho antes de que la simple idea de una demanda cruzara por su cabeza.

Debió...

— Deja de regañarte, Tae. Esto no es tu culpa. — Las palabras de Jungkook acariciaron su oreja. Ambos estaban en la habitación del menor, sentados sobre el futón y cubiertos por las calientitas cobijas. No hacía frío, pero estas creaban una ilusión de contención y seguridad que no podía rechazar.

Jungkook apoyaba su espalda contra las almohadas, mientras que Taehyung se encontraba siendo acunado por sus extremidades; su espalda contra su pecho, quedando ambos frente a la puerta corrediza. La posición le permitía al pelinegro hablar cerca de sus oídos y besar cariñosamente su nuca, percibiendo aún el ácido olor del omega ser desprendido por el mismo.

— No puede ser posible que no haya sido consciente de sus intenciones. Debí haber podido hacer algo para que esto no sucediera. Debí hacer algo. — La primera lágrima se escapa de sus párpados sin su autorización, y aprieta los labios pretendiendo ser fuerte, para que no la humedad en sus ojos se evaporara.

No tarda demasiado en darse cuenta de lo inútil que es su esfuerzo cuando las lágrimas comienzan a desprenderse de sus ojos sin que él pudiera hacer algo. De pronto, sus mejillas ya estaban empapadas, y sus hipidos ya eran incontenibles.

¿Así también era toda esta situación? Aunque intentara retenerlo todo, aun así terminaría sucediendo. Cubre sus ojos con sus manos, intentando secar su piel, esforzándose por detenerse. Pero el dolor en su pecho alimentaba su llanto, y también su miedo.

— No vale la pena pensar en lo que pudiste haber hecho antes, yo mismo lo he aprendido. Y una de las cosas que he aprendido contigo, es que debemos mirar hacia el frente, esforzarnos por lo que queremos. — Musitó suavemente, no queriendo alterarlo más, solo dedicándose a asegurar su agarre en él. — No intentes reprimirte, llora. Llora hasta que no te quede ninguna lágrima. Llora hasta que estés exhausto. Llora hasta que lo saques todo. Y después, yo te ayudaré a levantarte.

Y como si solo esas palabras fuesen lo que Taehyung estaba esperando, dejó de retener sus lágrimas y cedió ante sus sollozos. Se deshizo entre hipidos lastimeros, solo teniendo la fuerza necesaria para moverse y colocarse a horcajadas del alfa, con una pierna a cada lado de sus caderas, con sus manos aferradas en puños a su camisa, con su rostro escondido en hueco de su cuello.

Berreó de dolor, sintiéndose impotente y desesperado. Recordando una y otra vez el momento exacto en el que aquellos alfas le entregaron la notificación oficial.

— N-No puedo p-perder el viñedo, K-Kookie. — Exclamó con esfuerzo, apenas encontrando su voz en medio de su sollozo. El alfa detuvo sus caricias sobre su espalda y su cabello un segundo, mientras descifraba aquellas palabras amortiguadas por su hombro. — N-No p-puedo, n-no p-puedo, no...

Jungkook se abstuvo de pronunciar palabra alguna, dejando que sacara todo el dolor que mantenía guardado en su pecho, compartiendo su impotencia al no poder hacer nada.

— E-Ella tiene la carta, no hay forma en que y-yo pueda g-ganar el juicio. — Y un nuevo hipido, seguido de otro y otro, impiden que el omega continúe hablando.

Jungkook puede sentir su camisa húmeda ahí donde esconde su rostro, siendo ese una de las cosas que menos le importan en el momento. El cuerpo de Taehyung se sobresalta instintivamente cuando un estruendo se hace presente, aferrándose con más ganas a Jungkook.

«La carta», había dicho el omega. La maldita carta que tiene al amor de su vida destrozado en el desconsuelo.

Aunque un escrito no fuese un documento oficial como lo es un testamento, el hecho de que hubiese sido escrita a mano daba garantía de que su validez, que aunque no era absoluta, sí era considerable.

Un presunto manuscrito firmado por Kim HoonBae, el padre de Kim Taehyung, donde cedía el viñedo de "Dalbich" a su amante y concubina, Irina Gardener, era la verdadera causa del llanto de su omega aquella noche.

El omega jamás había visto aquel escrito, pero la rubia solía amenazarlo discretamente con él cuando había algo en especial que no era de su agrado. Y ahora se daba cuenta de la enorme desventaja en la que se encontraba, porque mientras la alfa tenía un documento firme con el cual sostener su postura, Taehyung no tenía absolutamente nada con el suficiente peso como para poder pelear aquella batalla, ni de salir victorioso.

Y por eso lloraba. Porque su amado viñedo iba a ser destruido, porque su hogar sería vendido a manos extranjeras, las cuales demolerían con todo el esfuerzo de años que él había invertido ahí. Lloraba porque no quería que eso sucediera, y también porque no había nada que él pudiera hacer para evitarlo.

— S-Si ella no g-gana, no sé qué v-voy a hacer. — Jungkook le escuchaba atentamente. — Esto no es un simple viñedo, o un simple valle. E-Esto es mi vida. — Murmuró al final, dejando escapar en sus palabras solo una pequeña parte de su desolación. Los ojos de Jungkook se cristalizaron con ellas, lamentándose el no poder ayudarlo.

Taehyung fue cesando el llanto paulatinamente, al mismo tiempo en el que su cuerpo perdía sus fuerzas, exhausto de todas las emociones que había vivido aquel día y aún más cansado por su llanto.

Jungkook lo meció en sus brazos, siseando en su oído, esperando que el mayor lograse encontrar el camino al sueño que le permitiera descansar al menos algunas horas.

No fue así. Taehyung se sentía incapaz de cerrar sus ojos y dejarse ir por el cansancio. Habían pasado un par de horas, por lo menos, hasta que finalmente su llanto desapareció. Pero no por ello se sentía mejor.

Era como una esponja sobre la superficie del agua, que iba absorbiendo el líquido inevitablemente, y que al llegar al límite de su capacidad era exprimida. Después, se volvía a llenar.

Se mantuvo en silencio, entre los brazos del alfa, escuchando el suave repiqueteo de la lluvia que había pasado a ser una pequeña brisa para nada peligrosa. Observando sin observar lo que estaba frente a él, con uno de sus oídos escuchando el melodioso retumbar del corazón contrario, siendo para él como una linda canción de cuna sosegadora.

El sonido de un par de golpes suaves sobre la madera de la puerta fue lo único que rompió con aquella sinfonía. Seokjin asomó su cabeza un segundo después, con un semblante preocupado. Seguramente ha de haber escuchado su llanto.

Se mantuvo en la misma posición, sin poner atención a nada a su alrededor. Sus oídos eran capaces de recibir el sonidos de la breve conversación que compartieron las otras dos personas en la habitación, sin embargo, su cabeza se negaba a decodificarlos.

No quería pensar en nada.

Hace ya varias horas, cuando por fin podía observar el auto negro alejarse por el sendero, Jimin llegó, curioso por escuchar el sonido de un motor, sin esperar encontrarse con un Taehyung temblando entre los brazos de Jungkook.

A estas alturas, todos en el viñedo ya deben haberse enterado.

Respiró temblorosamente, ya no deseaba llorar, sentía que ya había sacado todo lo que podía sacar. Sus párpados estaban hinchados y su ojos ardían. Se sentía trémulo y exhausto.

Una taza con un líquido humeante apareció justo frente a él, como si hubiese salido de la nada. Jungkook la sostenía cuidadosamente para no derramar el líquido, mientras le pedía que bebiera un poco.

Taehyung, sin ganas de decir una vez más que no tenía apetito, se resignó a recibir el líquido entre sus labios, sorbiendo lentamente, hasta terminar todo el contenido.

Y después de ello, su cabeza, aquella que no dejaba de hilar momentos y recuerdos, la misma que no dejaba de recriminarle y de atormentarlo, esa que buscaba todas las maneras posibles para resolver esta situación, pudo descansar.



Caminó a través de las caballerizas, aun sintiendo el fresco aire mañanero acariciando su piel, el mismo que solo aparecía cuando había llovido la noche anterior.

El sol apenas había salido hace unos minutos, y Taehyung no podía ser más indiferente a ello. Sus brazos estaban cruzados frente a él, abrazándose a sí mismo, como si buscara consolarse.

Sus ojos estaban hinchados, y podía sentir su piel irritada por todas las veces en las que se secó las lágrimas.

Había sido complicado escurrirse de entre los brazos de su alfa sin que este se levantara, pero Taehyung necesitaba salir de la casa, necesitaba respirar. Así que su mejor opción fue ir por su amado Shasta.

Su querido corcel siempre estaba despierto desde temprano y aquel sábado por la mañana no fue la excepción. Ingresó en el cubículo asignado a su caballo, encontrándolo de pie, con su reluciente pelo blanco, pareciendo que estaba esperándolo.

Acarició su crin con cariño, con ternura, rememorando todas las aventuras y desventuras que habían vivido juntos. Shasta meneó su cabeza de arriba hacia abajo, agitando su cola, como un saludo. En el rostro del omega apareció una diminuta sonrisa, una que no pudo durar más de un par de segundos.

Sonreír dolía cuando los problemas te asfixiaban.

Acarició su lomo con la punta de sus dedos mientras caminaba hacia una de las esquinas interiores del cubículo, de ahí tomó las cuerdas entrelazadas que hacían de riendas, y retrocedió un par de pasos para ajustárselas al corcel.

Una vez terminado esto, lo condujo hacia la salida, donde estaban las sillas para montar. No tardó más de diez minutos cuando por fin pudo salir del rústico edificio, sobre su caballo.

Cabalgar alrededor de los terrenos solía despejar su cabeza, era un momento donde podía pensar consigo mismo y reflexionar sobre las situaciones que enfrentaba, ya fuesen buenas o fuesen malas.

La fragancia del petricor lo acompañó a lo largo de todo el camino. El trote que eligió fue suave y tranquilo, avanzando lentamente y deteniéndose de vez en cuando. Primero, paseó por los campos de cultivo, observando las vides formadas en hileras que no parecían tener final.

Decidió adentrarse un poco en el bosque cuando sintió que estaba a punto de volver a llorar. No quería pensar en que posiblemente todo el esfuerzo que él podía observar en cada hoja, o en cada uva, iba a ser tirado al precipicio, pero ¿Qué podía hacer él? Irina le había dejado sin cartas con las cuales poder jugar.

La ligera penumbra del bosque le recibió de inmediato, y caminó sin rumbo fijo por algunas horas, con la mirada fija en sus manos que sostenían sin fuerzas las riendas, siendo únicamente Shasta quien escogía el camino.

La notificación especificaba que debía presentarse el viernes de la siguiente semana frente a un juez para poder resolver aquel conflicto. Dentro de algunos días tendría que encontrarse frente a frente a Irina para poder observar con impotencia como es que ella echaba por el suelo todo su trabajo.

Lo peor, es que la alfa podría lograr que fuera a la cárcel, y eso era de sus preocupaciones menores. No le atemorizaba una sentencia, tampoco hallarse en un ambiente tan tenso y crudo como solo existe en un campo de reclusos.

No, eso no le preocupaba. Sabía que podría soportarlo, que encontraría la manera de sobrevivir. Lo que le quitaba el sueño era el hecho de que su ausencia afectaría a las personas que amaba. A Jimin, a Seokjin, a Namjoon, a Jihyo, a Yugyeom, a la Señora Song, a Jungkook.

Y es que su partida provocaría que aquella maldita mujer prosiguiera con sus planes sin hallar ningún obstáculo en su camino. Aunque no es como si él pudiese hacer mucho, aún estando frente a ella.

Suspiró, desconsolado, al recordar la partida de Jungkook, que cada vez estaba más y más cerca. Pasara lo que pasara en Seúl, fuese bueno o fuese malo, las probabilidades de que su alfa regresara al viñedo esa misma semana eran realmente escazas. Por ello, solo podría contar con el apoyo de su hermano y de sus amigos para enfrentarse a aquel duelo.

Ahora, años después de su muerte, repudiaba a su padre sin pena alguna. Lo odiaba sin sentirse un mal hijo por ello. Jamás tuvieron una buena relación, HoonBae siempre lo consideró como una decepción por el simple hecho de haber nacido como un miserable omega. No obstante, jamás habría creído que sería tan infeliz como para dejarlo con las manos vacías.

Taehyung espabiló cuando Shasta se detuvo, levantando su rostro para ubicar la zona en la que se encontraban. De pronto, fue como si la burbuja de pensamientos negativos y pesimistas explotara en su cara, lastimando su piel, y fuese solo en ese momento en el que sus sentidos básicos volvían a funcionar.

Habían llegado a las orillas del riachuelo que cruzaba el bosque, y la razón por la que su corcel se había detenido fue porque ahora se encontraba con el hocico levemente sumergido en la orilla del río, bebiendo agua.

El sonido del líquido al golpear las piedras pareció subir de decibeles en cuestión de segundos, el eco del piar de las aves, del ulular del viento y del silbido de la vida atravesó sus oídos.

Se quedó quieto, no queriendo perturbar el espectáculo. Uno al que había asistido cientos de veces, pero del que aún no podía dejar de sorprenderse por su inefable magnificencia.

Era como si el bosque intentara susurrarle algo, un consejo que su cerebro no era capaz de decodificar. Su lobo, quien se había mantenido acurrucado en su interior, levantó sus orejas, y después elevó su cabeza, curioso, parecía que también había notado aquel detalle.

«Respira...» La voz de Jungkook asaltó su cabeza ¿Era un recuerdo que había sonado a volumen alto?, ¿O es que acaso comenzaba a perder la cabeza, y ahora estaba delirando? «...todo estará bien.»

La fresca brisa lo envolvió, y solo entonces respiró. Percibió en sus fosas nasales el sutil olor de la lluvia, la frescura del bosque, la salinidad del agua, la hipnotizante fragancia del petricor y el dulzón matiz de la uva.

Incluso había un sutil, y casi imperceptible olor que su nariz podía percibir, pero no identificar. Bajó entonces de su caballo, tocando el suelo con seguridad y destreza, para poder fijar su mirada detrás de él y poder comprobar aquello que ya sospechaba.

Jeon Jungkook le observaba desde algunos metros en la lejanía, silencioso, pero sin intenciones de parecer escondido entre la maleza. No, él no estaba escondido. El omega simplemente no lo había notado por estar con la cabeza muy lejos del lugar en donde se hallaba el resto de su cuerpo físico.

Unos de sus hombros estaba recargado en uno de los troncos de los inmensos árboles, teniendo una postura tranquila, aunque también cautelosa. Le observaba tranquilo, con un brillo familiar en sus ojos. Embobado en su persona.

Asegurándose brevemente de que Shasta se mantendría en la misma zona, se alejó y caminó por la corta trayectoria que le separaba del menor. El rostro de Jungkook no reaccionaba al haber sido descubierto; parecía que no le importaba.

— ¿Qué haces ahí? — Preguntó cuando solo mantenían alrededor de un metro de distancia entre sus cuerpos.

— Solo te estaba observando. — Musitó sin perderle de vista.

— ¿Tienes idea de lo perturbador que suena eso? — Susurró contra sus labios, con un rastro de humor entre sus palabras.

— ¿A ti te parece perturbador? — Juntó sus frentes, mientras sus ojos se desviaban a sus labios. De pronto tenía unas inmensas ganas de besarlos.

— No. — Negó. — Pero solo porque eres tú.

Jungkook sonrió, sintiéndose halagado, para después juntar sus labios, teniendo el cuidado para mantener el toque tranquilo, y sobre todo, dulce. El beso no duró demasiado, Taehyung fue el primero en separarse.

Recostó su cabeza en el hombro de Jungkook mientras entrelazaba sus manos detrás de la espalda del alfa. Y suspiró, dejando escapar una minúscula parte de su agobio. No quería estar siendo un aguafiestas durante todos los siguientes días, pero pretender tener un buen humor era demasiado.

— Oye. — Susurró el alfa en su oído, evitando que el omega se marchara a aquella zona oscura y lúgubre de su cabeza. — ¿Qué te parece si intentas cambiar de forma? Ya sabes, dejar salir a tu lobo un rato.

Taehyung frunció el ceño, considerando vagamente la propuesta.

— ¿Crees que sea buen momento? Mis emociones se encuentran... — Exhaló, sin encontrar la palabra adecuada, pero dando a entender, con su silencio, a lo que se quería referir.

— Justo por eso considero que es buen momento. — Taehyung levantó el rostro, esperando que el alfa continuara. — Dejar a un lado tus pensamientos racionales que solo te están agobiando más y más, por al menos un par de horas, debería ser un buen descanso para esta cabecita. — Llevó la punta de su dedo índice para golpearla ligeramente contra su frente. Taehyung sopesó la opción varios minutos.

¿Dejarle el control de su cuerpo y de sus acciones a su omega? La verdad no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Claro que el periodo de celo que había tenido esa misma semana había sido un gran paréntesis, pero el mismo lo había autorizado, de cierta forma.

— ¿Ves? — Escuchó la grave voz de su destino acariciar su oreja, de nuevo. — Solo cierra los ojos, y deja que todo fluya. Yo estaré aquí, no te dejaré solo en ningún momento.

Y aquellas palabras le habían dado la seguridad que le faltaba para aceptar. Jungkook tenía razón, su cabeza, su cuerpo, todo de él necesitaba una pausa.

Inhaló aire profundamente, deshaciendo el abrazo y retrocediendo algunos pasos. Sintió la lejanía autoimpuesta con su pareja como un frío otoñal que erizó su piel.

Sus ojos no se apartaron de los contrarios hasta que finalmente se encontró a una distancia considerable y cerró los ojos ¿Cuándo fue la última vez que había hecho esto por voluntad propia, por el simple gusto de liberar a su lobo?

Cuando su sentido básico de la visión quedó obsoleto por sus párpados, el resto de sus sentidos se disparó a su mayor receptibilidad a los estímulos de su entorno. Respiró, percibiendo de nueva cuenta todas las fragancias que ya había detectado anteriormente.

Sus oídos recibieron las vibraciones provocadas por su propia respiración, las pezuñas de Shasta impactar contra el húmedo suelo de vez en cuando y el sonido de la vida inundar el bosque. Su piel fue acariciada por la brisa fresca del viento que a esas alturas del día, ya había menguado su frescura.

El Sol estaba oculto por la moderada nubosidad del cielo, impidiendo que sus rayos se estrellaran contra su piel. Se sobresaltó instintivamente al no haberse percatado de que Jungkook se había acercado a él, lo suficiente como para compartir el mismo oxígeno.

De pronto deseó ser besado como si no hubiera mañana.

Y estuvo a punto de abalanzarse hacia el frente, de donde el petricor provenía con más fuerza, para poder cumplir con su deseo, pero el alfa se puso en movimiento, y comenzó a rodearlo lentamente.

¿Acaso se estaba burlando de él?

— Concéntrate en tu entorno, Tae. No en mí. — Sus mejillas se tintaron de un rosa pálido al sentirse expuesto ¿Había sido demasiado obvio? — Tae. — Reprendió en voz baja, al notar que el omega prácticamente había ignorado su comentario.

Taehyung sonrió fugazmente, pero se obligó a apartar todos los pensamientos que giraban en torno a Jungkook para poder continuar con lo que estaba haciendo previamente.

Agudizó su audición, centrándose en este sentido para poder conectarse con la naturaleza, y por lo tanto, con su lobo.

Algunas ramas crujían en la lejanía, el agua seguía su cauce, algún animalillo correteaba por ahí. Sus oídos podía percibir todo eso sin problemas.

Su respiración se detuvo cuando sintió unos dedos ajenos desabrochar el ojal de su camisa más cercano a su cuello, y después, continuar con el siguiente, unos centímetros más abajo.

— ¿Q-Qué haces? — Su voz podría haberse perdido con el viento, si no fuera porque Jungkook poseía un excelente oído.

— No creo que quieras destruir tu ropa cuando cambies. — Musitó, como si nada. — Tu solo ignórame.

«Ti sili ignirimi» Repitió absurdamente en su cabeza. «Como si eso fuera tan fácil»

Los dedos se movían de una forma grácil, casi sensual, y todo fue peor cuando todos los botones estuvieron libres y el alfa la tomó de la parte superior para sacársela por completo. Sus dedos tocaron inevitablemente su piel, y Taehyung se obligó a reprimir un jadeo.

En contra de su voluntad, pero acorde a sus deseos, varios recuerdos sus días de celo llegaron a su cabeza. Aquellas manos habían acariciado cada poro de su piel, conociendo su cuerpo sin la más mínima de las vergüenzas. Aquellos dedos lo volvieron loco en más de una ocasión. Su sonrojo se intensificó al rememorar sus gemidos desesperados.

¿Por qué su cabeza era tan inoportuna?

Si continuaba por ese rumbo, terminaría por tener una erección entre sus piernas. Y el malditamente delicioso olor de Jungkook tan cerca de él no le ayudaba en lo absoluto a vaciar su mente.

Inhaló profundamente, tratando de percibir cualquier otro aroma que no fuera el de su alfa.

Exhaló unos segundos después, sin resultado, detectando los traviesos dedos desprender el botón de su pantalón. Después, Jungkook deslizó sus pulgares en el interior de sus prendas, y comenzó a bajarlas lentamente.

Su corazón se saltó un latido cuando el cosquilleo que provocaba su respiración, comenzó a descender por su columna, al mismo ritmo en el que sus prendas se precipitaban al suelo. Segundos después, que parecieron ser una eternidad. Su pantalón y su bóxer estaban en sus tobillos, y Jungkook estaban en cuclillas detrás de él, respirando entre sus piernas.

El maldito lo hacía a propósito, no había duda de ello.

— Y-Yo puedo hacer el resto. — Farfulló, al borde de sus sentidos. No permitió que Jungkook respondiera. Abrió los ojos, y se apresuró a deshacerse de sus zapatos y del resto de sus prendas.

Ni siquiera quiso ponerse a pensar en que estaba completamente desnudo frente a alguien más. Aunque el que este alguien fuera Jungkook le tranquilizaba un poco, el contexto en el que se encontraban hacía que aquella fuera un poco incómoda.

Tomó sus prendas y las dejó en el suelo debajo de un árbol cercano, sintiendo la mirada de Jungkook clavada en él. Cuando se giró, para continuar con lo que estaba haciendo, se encontró con unos feroces ojos dorados observándole fijamente, sin perderse ni uno solo de sus movimientos.

Una oleada de excitación le recorrió, su cuerpo reaccionando a los recuerdos que esa tonalidad de ojos le provocaban. Y no hablaba de la memoria que su cerebro había guardado en su psique, sino en la memoria que se había grabado en su piel.

Soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo cuando poco después, los orbes cafés dominaron el dorado de nuevo. Jungkook le mostró una expresión pícara, para después levantarse finalmente y estar a su misma altura de nueva cuenta.

Su lobo, quien estaba en su interior, despierto y atento, fue quien le impulsó a acercarse. Pero el tomar los hombros del alfa y estampar sus labios en un beso desesperado fue obra completamente suya.

Jungkook tardó tan solo una milésima de segundo en reaccionar y colocar una de sus manos en su espalda baja, manteniendo sus cuerpos lo más juntos posible; la otra mano la llevó a su nuca, asegurando el toque.

Taehyung entreabrió sus labios, dándole acceso para que introdujera su lengua en el interior de su cavidad y comenzara a acariciarla con vehemencia. Giraron sus rostro un par de centímetros, tratando de intensificar el beso.

Taehyung balanceó sus caderas, haciéndolo parecer como un toque instintivo, casi accidental. Casi.

Jungkook bajo su mano hasta su trasero, para después estrujar una nalga sin vergüenza y un instante después, simular una estocada contra el omega.

Taehyung gimió en medio del beso, encantado con la respuesta del menor. Jungkook se separó poco después, rompiendo el besó y escondiendo su rostro en la curva de su hombro, mientras intentaba recuperar el aire del que se había privado por esos minutos.

— Ahora que tu ropa está fuera de la ecuación, puedes mutar de forma segura. — Mencionó justo antes de retroceder tres pasos. Sí, Taehyung los contó. — En cuanto tú termines tu cambio, yo te seguiré.

Taehyung formó un puchero con sus labios, sintiéndose todavía caliente. A pesar de todo, no había pasado ni siquiera una semana desde su celo. Y los últimos estragos hormonales aún hacían de las suyas en su cuerpo. Esa era la excusa oficial que se dio a sí mismo para ser tan abiertamente atrevido.

Jungkook había osado de interrumpir su concentración, de ponerlo caliente y provocarle una media erección. No iba a permitir que el alfa se limpiara las manos así como así.

Acortó la distancia que el alfa había interpuesto entre ellos dos, tomó el cuello de su camisa con ambas manos y estampó sus labios de nuevo. Al menor le duró poco la sorpresa e intentó tomar las muñecas del omega para apartarlo, pero este se negó con gruñido, comenzando a mover sus dedos con destreza para desabrochar los botones de la camisa azul eléctrico del alfa.

Él no tenía la paciencia de Jungkook, y no estaba dispuesto a darle tiempo para detenerlo.

— T-Tae. — Logró pronunciar con considerable dificultad. — No vamos a tener sexo en medio del bosque.

— ¿Por qué no? — Reprochó, sintiendo algunos tirones en su vientre bajo. Ya no había más botones que desabrochar, por lo que se deshizo de la prenda superior, tirándola despreocupadamente sobre el suelo.

— Porque el suelo está húmedo, y hay demasiado lodo. — Reprochó, aplicando la suficiente fuerza para separarse sin lastimarlo. Tomó su camisa de inmediato, sintiéndose aliviado porque había caído en una pequeña zona lo suficientemente seca como para evitar manchones más trágicos.

— ¿Estás diciendo que si no fuera así, tendríamos sexo en medio del bosque?

— Yo no he dicho nada. — Se giró sobre sus pies, topándose frente a frente con el omega, con una distancia mínima de por medio. — Cierra los ojos, Taehyung. Concéntrate. Y cuando logres el cambio, quizá te de una recompensa.

Oh, y Taehyung ya había seleccionado el premio que quería.



MiaGarrettA.

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