Capítulo 41: Lujuria
Capítulo súper dedicado a covergirlmaslow que en todo lo que va de libro SIEMPRE comenta cada párrafo de cada capítulo. Pa' que vean que sí estoy pendiente.
También, súper dedicado a sakuralis05 por el meme en multimedia. No puedo poner imágenes en el capítulo, pero al menos ahí está xD
Y, por último, a andy_mila por su impresionante hilo de teorías en el capítulo 39, y por los memes que estaré compartiendo en mi Instagram.
Ahora sí. A leer. No se olviden de comentar, chiquitos. Los estoy vigilando.
•••
Ganar la segunda prueba me había pervertido. No me sentía como una vencedora, sino como una farsante con el alma turbia.
El rey no me recibió, ni siquiera me dio la cara; un grupo de señores partícipes de la organización del desafío me sacaron del cubo de espejos, felicitaron y anunciaron ante el grupo de espectadores como la tercera campeona que pasaba al reto final, a la forja que decidiría qué cuchillos tenían el filo, el temple y el resistencia necesaria para ser letal.
Resultó ser que en esa segunda función habían repartido entradas a miembros privilegiados de la nobleza para que nos vieran competir.
Algunos hombres me pidieron autógrafos, otros me ofrecieron cosas más desagradables y obscenas que no quiero repetir; pero las mujeres... Ellas no me veían a los ojos. Yo era mala. Ninguna mujer en la historia de Aragog había sido más perversa, insensible y cruel que yo. Quería salvarlas y solo había conseguido avergonzarlas.
Lyra ya no estaba. Antares la llevó al norte para asegurar la cooperación de sus padres. No había noticia de ellos, ni de si el diálogo estaba dando frutos, ni de si habían llegado a salvo. Los días se transformaban en semanas y seguía sin oírse nada de ellos.
Ares pasó la segunda prueba y fue galardonado con el premio al mejor desempeño. No esperaba menos de él. No porque fuese el mejor, sino porque tenía un incentivo más fuerte que cualquiera: Leo.
Perder un amigo, duele; perder un hermano, destruye. Perder un gemelo arrasa con todo: es perderte.
Ares ya no tenía nada que le anclara a su humanidad, si tenía que asesinar a una fila de recién nacidos por vengar a su hermano, lo haría. La prueba habría sido un chiste para él.
Me dolía el curso que tomaban mis pensamientos, pero empezaba a preocuparme como competidor.
Según los rumores que se oían en el castillo, la tercera prueba sería todo un espectáculo, se especulaba que tendría un mínimo de mil espectadores. También se decía que ya se estaban vendiendo entradas a todo habitante de Aragog que pudiera pagarlas. Familias enteras viajaban desde todas partes del reino, incluso desde Antlia, la costa al otro extremo, para ver los resultados de ese momento histórico.
A pesar de que muchos supondrían que los hombres serían más rudos, fríos e insensibles y que esto implicaría que el segundo desafío no sería un reto para ellos; apenas seis, además de Ares y de mí, avanzaron a la final. La otra mitad no se atrevió a manchar su alma con la maldad a la que yo di cabida dentro de ese cubo.
Yo, quien debí haber sido la heroína, me convertí en verdugo.
Y no tenía a nadie para confortarme. Shaula desterrada, Orión tras su rastro, Ares enajenado en el luto, y Lyra desaparecida. Estaba malditamente sola.
☆☆○☆☆
Sargas era la última persona que quería ver en mi vida, pero esa noche en mi torre comprendí que también era la primera a la que tendría que enfrentar.
Así que lo hice llamar, y esperé el tiempo necesario hasta que apareció con sus guardias a mi vivienda. Con él no aplicaba eso de "no visitas". Con él parecía que no aplicaba nada.
Se sentó, pidió a sus guardias que nos dieran privacidad, y dejó pasar largos minutos en silencio y tensión, hasta que por fin dijo:
—Me sorprendió mucho que me invitaras a cenar esta noche —dijo mientras se tomaba su copa de vino con despreocupación, como si su consciencia no lo atormentara, como si no comprendiera que sus comentarios de odio le quitaron la vida a un hombre inocente y sus celos amenazaban a media docena más—. Casi me había cansado de esperar por ti. Todo tiene un límite.
—¿Necesita algo más, alteza? —preguntó Nix mientras depositaba los platos cocinados por Úrsula en nuestra mesa.
Sargas levantó la mano para hacerla callar.
—No hables sin que se te ordene, Vendida, si quisiera algo más te lo habría pedido.
—Se llama Nix, y solo recibe órdenes de mí así que puede hablar tanto como le dé la maldita gana.
Sargas se echó hacia atrás, riendo a carcajadas como si nunca hubiese escuchado un chiste similar.
Los últimos días luego de la segunda prueba me había puesto a leer el periódico para estar enterada de todo lo que pasaba más allá de las paredes del castillo, más allá del alcance de mi torre. Quería estar enterada de lo que vivía Aragog mientras yo jugaba al tiro al blanco con sus monarcas. Había una sección todos los días dedicada a la belleza del príncipe heredero, a que a pesar de su aspecto impecable su apariencia era de despreocupación, como si todo le diera igual, como si amaneciera así de perfecto todas las mañanas y lo supiera muy bien. Según aquella columna, eso lo volvía muy sexy. Idolatraban la oscuridad que manaba, dedicaban largos artículos a hablar de cómo se quedaba dormido en reuniones importantes y cómo eso solo lo hacía más rebelde e interesante.
Y teniéndolo ahí, riéndose de mí y de las mujeres a mi cargo, sintiendo todo el poder de su ego y conociendo las consecuencias de su falta de empatía, solo podía sentir lástima por esas personas que creían que ser físicamente atractivo era un atributo admirable cuando existe en el fondo un alma tan llena de cloaca.
—Me trajiste aquí por una tregua y no esperas ni tres segundos de diálogo para ponerte a la defensiva.
¿Cómo sabe que está aquí por una tregua? Parece que ha estado haciendo ejercicios cerebrales el principito, eh. —Sah siempre acertaba en las cosas que decía.
—No puedo tratarte de otra manera si no pones de tu parte, Sargas.
—He hecho de todo por ti, y ya me cansé. No tengo por qué poner de mi parte. soy el maldito heredero de Aragog y tú pronto serás mi asesina, o estarás muerta. Estoy cansado de buscarte. Sabía que terminarías viniendo a mí, aunque no sea a rogar lo que sabes que quiero darte.
—Si te cansaste entonces deja de lastimar a las personas que me importan.
Sargas se reclinó hacia atrás en su silla, cruzó ambas manos detrás de su nuca y me miró con esa turbia mirada que solo él podría evocar.
—A la única persona a la que quiero hacerle daño... es a ti. Por lo que has hecho conmigo, por lo que le has hecho a mi familia, porque me has rebajado a nada y yo sigo arrástrándome detrás de ti, mendigando un poco de lo que le regalas a todos los hombres que se te cruzan. Me odio a mí por desearte. Sé que está mal, pero... no puedo evitarlo. No puedo. Termina de hablar, que pierdo la paciencia. ¿Qué quieres?
—Quiero que dejes a Ares fuera de esto.
—No entiendo lo que pides —dijo y sumó a su desagradable posición el subir sus zapatos lustrados a mi mesa
—Empezaste esta locura por celos, porque creíste que Ares y yo teníamos algo. No es así, nunca he tenido nada con Ares, ni un beso, ni una caricia fuera de lugar.
—No te creo nada, eres un mentirosa experta.
—¡Sargas! —golpeé la mesa con mis manos y me levanté—. No podría estar con Ares ni aunque quisiera porque pienso en alguien más. ¡A la única persona que siempre he deseado es a ti, idiota!
Mierda, Aquía, creo que te la has estado fumando al revés estos días.
Sargas se echó a reír.
—¿A mí? Te he perseguido más que a nadie en el mundo, y siempre me has rechazado. ¿Ahora me vas a decir que me deseas?
—El deseo y el amor son cosas distintas, y ese ha sido mi problema desde que te conocí, esa maldita contradicción en mi cabeza. Te deseo, que quiero que me hagas tuya, pero no podría amarte nunca porque vas en contra de mi libertad, de lo que me hace quien soy. Por eso te he rechazado tanto y ni siquiera podía explicar porqué.
»Ustedes los hombres pueden tener una esposa a quien amar y Vendidas a las que desean y no mezclar sus sentimientos. Las mujeres no somos así, somos débiles. Necesitamos sentir algo más para no creer que... que está mal, que estamos pecando, que vamos en contra de la voluntad de Ara. Necesitaba amarte para justificar las ganas que te tengo, pero ya me cansé de luchar contra eso, Sargas Scorp. Soy una pecadora, y tú también, y lo sabes. Sabes que quererme está mal y no te importa. Así que me cansé de fingir. Si quieres que te ame, lo siento, busca a otra, pero si quieres que pasemos el resto de nuestras vidas devorando las ganas que nos tenemos, entonces soy perfecta para ti.
Sargas se relamió los labios y se pasó la mano por la cara, contrariado. Se aproximó hacia mí, sus manos se cerraron alrededor de su cintura y sus labios se acercaron a la comisura de los míos, haciendo navegar el aroma del vino hacia mis fosas nasales.
—¿Me deseas, Aquía?
—No. —Hice que mis manos rodearan su cuello y acerqué mis labios a su oído para susurrarle mis próximas palabras—. Te necesito.
—Di que eres mía, entonces —dijo pegándome más a su cuerpo. Podía sentir las ganas que me tenía solidificada en su entrepierna.
—No te voy a decir eso, no antes de que me hagas tuya.
Sargas tomó mi rostro, lo acercó al suyo y tocó mi labio inferior con su pulgar, recorriéndolo de extremo a extremo.
—¿Y qué estamos esperando?
Marisca si se van a poner a coger yo me voy, no quiero ver esto.
—¿Crees que puedas hacerme feliz, Sargas?
—Puedo hacerte lo que tú quieras —contestó mientras pasaba sus dedos por la piel de mis senos que se asomaba por mi escote.
—Libera a Ares entonces, ya sabes que no tienes nada qué temer de él. Yo solo te quiero a ti.
—Ya no puedo hacer eso.
—No quiero matarlo, Sargas.
—No me importa, solo me importas tú.
—Sargas, tú puedes hacer lo que sea, eres el heredero.
—No puedo, en serio. Hay muchas expectativas sobre este torneo, hay demasiado dinero invertido en la final y Ares es una de las apuestas más sólidas.
—¿Pero puedes salvarme a mí, no? ¿Puedes sacarme de esto?
—Eso es todavía más imposible. Una de las razones por las que este evento está teniendo el renombre que tiene es porque hay una mujer en el. Le has traído muchísima publicidad, la gente muere por verte en la arena.
Lo solté, sentí como si me hubiesen lanzado un balde de agua helada encima.
—¿Entonces no puedes hacer nada?
—Puedo cogerte todos los días antes de que llegue el evento.
Jamás había abofeteado a un hombre —a nadie, en realidad—, pero el día que mi mano se estrelló contra el rostro de Sargas descubrí uno de los placeres más inconfesados de la vida. Él quedó estupefacto por el golpe, y yo más extasiada que nunca en mi vida.
Le costó muchísimo asimilar que había sido golpeado, e imagino que le costó mucho más asumir que ese golpe se lo había dado una mujer que había sido su Vendida.
Cuando alzó el rostro y me miró, supe que hasta ahí había llegado su obsesión por tenerme, desde ese instante nunca desearía nada tanto como verme de rodillas pidiéndole perdón.
—Me pegaste.
Tengo la impresión de que lo decía más para sí mismo.
—Me debías una, bastardo. O mil.
Sargas rió y me sacó el dedo medio.
—Hija de Cannis.
—Podría ser peor, podría ser hija tuya.
—Tú y Ares deberían ir apartando los huecos donde quieren que los entierren.
Y dicho eso, salió de la torre.
***
Espacio para que se desahoguen. Quedan alrededor de 3 capítulos para el final 😭
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top