Capítulo 6
Samanta
Esto es igual o peor que lo que hacia antes.
La ventaja es que no hay manos ajenas tocándome, sólo las mías. Lo malo es que hay un gran número de pervertidos viéndome mientras finjo que estoy muy excitada y me toco por todas partes.
Modelo Web Cam
Ese es mi nuevo título, aunque es casi lo mismo que hacía antes, sólo que ahora no hay nadie encima de mí ni embistiendo dentro de mi cuerpo. No voy a negar que gano mucho dinero por unas cuantas horas frente a la cámara. Además, uso una peluca y un antifaz que impide sea reconocida por quien sea que esté al otro lado de la pantalla.
Sigo siendo una vendedora, de sexo, de amor, de compañía. Unas veces debo fingir que soy cierta persona para deleitar al hombre que ha pagado por verme, o por ver mi cuerpo y lo que estoy dispuesta a hacer con él. Nunca pensé que podría hacer tanto dinero sólo por exhibirme de esta manera. Y pensar en todas esas mujeres a las que les hackean sus teléfonos y luego viralizan sus vídeos íntimos. De todas formas, esto es en cierto modo más sencillo, no siento las manos y los estragos de otra persona en mi cuerpo una vez termino, y puedo seguir cubriendo todos mis gastos y los de mi mamá.
La cita con el doctor esta semana fue bien, mamá está mejorando. No volverá a ser la misma madre de antes del derrame cerebral, pero por lo menos su calidad de vida está mejorando y ella se ha vuelto más independiente que antes. Cuenta con una enfermera que está pendiente de ella y la atiende todo el tiempo, además, ahora se alimenta mejor que antes. Según el médico ha subido otros dos kilos y su piel ya no está tan amarilla y reseca.
Saber todo eso y escucharla más animada hace que cada vez que trabajo en esto no me sienta tan mal. Estoy pagando el alquiler, llevando comida a la mesa y dándole una mejor vida a mi madre. Eso es lo que importa, además, mi trabajo no le hace daño a nadie, bueno, me incomoda a mí, pero de resto, nadie está siendo perjudicado por lo que hago. Podría decirse que trabajo "dignamente", vendiendo mi cuerpo, sí, pero no hago mal a nadie.
O eso es lo que me digo para evitar sentirme como una puta. Cada vez que leo los mensajes de los tipos que están tras la pantalla siento ganas de vomitar. Las cosas que me piden que haga, algunas veces los ignoro, otras lo hago si está dentro de mis posibilidades y no se salta el guion que debo cumplir. Eso me proporciona más dinero, cumplir con sus caprichos en el acto, pero a veces sus demandas son demasiado para mí.
La luz roja de la cámara se apaga y suspiro. Por fin. Soy libre por hoy. Tomo la bata y cubro inmediatamente mi cuerpo, quito la peluca de mi cabeza y el antifaz justo un segundo antes de que Soraya entre.
—Muy bien hecho, chica. Los tenías a todos en vilo.
—Gracias —murmuro muerta de vergüenza.
Soraya es nuestra "supervisora" y encargada de velar por los cuartos de las modelos, así como estar pendiente de la audiencia, el tiempo de conexión de cada uno y el desempeño de las modelos. La casa en la que estamos está ubicada en un sector exclusivo del sur, está totalmente vigilada y adecuada para el trabajo. Cada habitación está adecuada según una temática, ya sea salón de clases, oficina, piscina, día de campo, biblioteca, etc. Y cada una de ellas cuenta con el vestuario y las herramientas para crear la fantasía que el cliente desea.
Soraya y Carmen son las encargadas de maquillarnos y vestirnos. El maquillaje es ridículo ya que permanecemos ocultas por el antifaz, pero para ellas es importante usar pestañas postizas y tener las mejillas cubiertas de rubor. Además, debían cubrir los morados que un no terminan de desaparecer de mi cuerpo y en mi corte hemos estado usando pulseras y pañuelos. A veces uso lentes o el cabello de cierto color y largo, según el deseo del cliente. A veces debo usar ropa interior, otras no... todo siempre dependerá de la fantasía que quiera vivir el cliente. Gracias a quien sea que no tengo que tener sexo con otro hombre frente a ellos, ya de por sí tener sexo conmigo misma es incómodo.
—La audiencia de hoy fue alta, creo que naciste para esto, chica. Los tenías a todos loquitos.
No, yo no nací para esto. Quisiera gritarle eso, pero no puedo enfrentar a mi jefe, necesito este trabajo, no puedo regresar a ser acompañante, no quiero a otro hombre sobre mí.
—Gracias —Es lo único que se me ocurre decir. Corro hacia los "camerinos" y tomo mi ropa de mi casillero, me visto rápidamente y trato de salir desapercibida.
El dinero que he ganado hoy me será consignado directamente a mi cuenta bancaria, una que me creó Yolanda, la dueña de todo este imperio, una vez que decidí trabajar con ellos. Con lo que he ganado estas últimas semanas podré comprarle a mamá el juego de café que tanto desea, instalar la barra en la bañera para que mamá ya pueda bañarse sola como tanto lo pide y podré por fin pagar mi primer semestre en la universidad.
Ya he averiguado todo, los horarios de clase, los costos, el valor de los insumos... sólo espero que pronto logre convertirme en el médico que tanto deseo ser y poder ayudar a muchas personas. La carrera es costosa, demasiado, cuando calculé lo que me costaría convertirme en doctora casi me voy de para atrás, pero es algo que me propuse y lo voy a cumplir, así deba trabajar en esto. Y, cuando logre ser una médica, procuraré no dejar que pasen cosas como las que le sucedieron a mi madre. Ella sufre de la presión, su médico lo sabía, ella necesitaba estar en control, tomar su medicina todos los días, pero la negligencia del medico y la poca disposición de la Entidad Prestadora de Salud llevaron a que mi madre no se cuidara y pasó lo que hoy la tiene así.
Tenía doce años cuando mi madre sufrió el primer derrame cerebral. Estábamos con mi papá en el centro comercial comprando los regalos sorpresa para mi fiesta de primera comunión, cuando mamá empezó a marearse y perder el equilibrio, recuerdo que su mano derecha trataba de tomar su otra mano que parecía entumecida, al igual que el lado izquierdo de su rostro. Una parte de su boca se abría y la otra parte permanecía quieta, cuando trato de hablar, sólo salían palabras ininteligibles y luego un pequeño gemido mientras su mano no entumecida tomaba su cabeza.
Papá actuó rápido, cargó a mi madre mientras gritaba por ayuda y a la vez corría hacia la salida para buscar un auto que nos llevará a la clínica. Yo trataba de igualar sus pasos, pero me era difícil, en un acto egoísta yo no tiraba los paquetes. Cuando por fin papá consiguió el auto, perdimos valioso tiempo mientras le alcanzaba, al final tuve que tirar los paquetes o el carro arrancaría sin mí.
Mi madre fue intervenida de inmediato, nos dijeron que fue un accidente cerebrovascular y que debían actuar rápido, exactamente no sé que hicieron, pero otro ACV la afectó luego de que mamá entrara por las puertas del hospital. Mi padre y yo permanecimos en el hospital hasta que mis tíos, hermanos de mi padre, llegaron. Mi tía Carla me llevó a casa para cuidar de mí y papá se quedó con mi tío Nelson y Jennifer, cuidando a mamá. El diagnostico no fue lo mejor, al igual que los resultados luego de que mamá fuera intervenida.
Todo su lado izquierdo quedó completamente paralizado, los dedos de sus pies y sus manos se encogieron de una manera casi irreal. La parte izquierda de su rostro cayó, dándole un aspecto difícil de asimilar. Perdió la capacidad de hablar, y de controlar las funciones básicas de su cuerpo como control de esfínteres. El médico pronosticó que de no tener un buen tratamiento, mi madre podría empeorar o sufrir un tercer ACV y eso la mataría, también nos advirtió que mi madre había perdido la capacidad de realizar ciertos procesos mentales, por lo que su mente era ahora como el de un niño que debía aprenderlo todo de nuevo y, era probable que una vez aprendido, volviera a olvidarlo.
"Es como si hubiera vuelto a ser una niña" dijo mi padre unos meses después de que mamá fue dada de alta. Y no se equivocaba, el proceso con mamá fue difícil.
Como su lado izquierdo estaba paralizado no podía caminar, afortunadamente mi padre logró comprar la silla de ruedas eléctrica con un préstamo que hizo en su empresa. Pero las cosas no fueron mejor, mi padre empezó a estresarse mucho, mamá ocupaba mucho tiempo por lo que contrató una enfermera, las responsabilidades de la casa se repartieron entre papá y yo. Él iba a su trabajo y yo lo despachaba, empacaba mi propia comida y dejaba todo listo para mamá y la enfermera. Regresando del colegio debía preparar el almuerzo, ordenar la casa y estar pendiente de lo que necesitara mamá o la enfermera a la vez que hacia mis tareas.
Mamá se volvió cada vez más difícil, era una constante pelea con ella para que se tomara los medicamentos, se dejara bañar, cambiar y lloraba cada vez que Olga, la enfermera, le hacia terapia. Cuando le daban el almuerzo, con su mano buena tiraba el plato al suelo o escupía la comida, lo hacia con papá y con Olga, por lo que al final terminé por ser yo quien la alimentara y velara por que se tomara las veinte pastillas de medicamentos al día. No sé por qué razón mamá se comportaba bien conmigo y con los demás no, tal vez porque yo era todavía una niña, pero era totalmente rebelde con los adultos.
Poco a poco todos empezaron a cansarse, papá llegaba cada vez más tarde y de mal humor a casa, al principio creí que era por trabajo, pero cuando se marchó con otra mujer a mis dieciséis años, entendí que simplemente decidió hacer su vida con otra persona, él era joven, sólo treinta y ocho años, dos menos que mamá. No voy a negar que él siguió ayudándonos después de irse, siguió pagando a Olga por sus servicios, cada quincena aparecía con dinero para los gastos y la comida e incluso se ofreció a pagar un centro especializado para mi madre así podría irme a vivir con él. Me negué, no podía dejar a mamá ahora que más nos necesitaba, además, lo que él nos daba nos permitía vivir bien.
Un año después de haberse marchado con Adriana, una de sus compañeras del trabajo, me enteré de que esperaba un hijo con ella. Es ahí cuando las cosas empezaron a cambiar, el dinero menguó durante el siguiente año y para cuando cumplí dieciocho mi padre se desentendió totalmente de nosotras. Conocí a mi hermano Dylan una vez, Adriana no permitió que volviera a pisar su casa ya que cada vez que lo hice le exigía a papá que nos ayudara. Me enteré de que el dinero ahorrado tantos años por mis padres para poder ir a la universidad se destinó para Dylan una vez que nació, también, que mi padre quitó a mi madre y a mí de su seguro medico para vincular a Adriana y a Dylan, ya que su nueva esposa decidió no volver a trabajar y dedicarse a su hijo.
Tuve que dejar ir la idea de seguir estudiando y empezar a trabajar, Olga resistió tres meses más antes de abandonarnos y buscar otro empleo que le permitiera sostener a su propia familia y empecé a endeudarme para poder llevar las responsabilidades de la casa. Ya sabemos hasta que punto llegué, y el porqué decidí trabajar en esto para subsistir.
El taxi que abordé se detiene frente a mi casa y la ronca voz del conductor me saca de mis pensamientos.
—Gracias. —Le tiendo el dinero y suspiro una vez que logro llegar a la puerta de mi casa sin toparme con mis vecinos.
El lugar donde vivo no es lo mejor, es un barrio decente dentro de las posibilidades, podría mudarme a un lugar mucho más exclusivo, pero el alquiler de otro sitio reduciría el dinero que puedo dedicar a la recuperación de mi madre o a mis propios estudios. No puedo ser tan estúpida de gastar todo lo que gano en demostrar que puedo darme la gran vida. El apartamento en el que vivo, gracias a las reformas que le he hecho, es habitable y cálido ahora. Pero mis vecinos son un caso aparte, aquí reina el chisme, los murmullos, la envidia y el bochinche. Laura y yo solemos ser las protagonistas de cada susurro en esta unidad. Ella por la vida que lleva con su hijo y el abusador de su marido, y yo, antes por las filas de cobradores y acreedores que golpeaban mi puerta y que fueron reemplazados por la fila de autos de alta gama que venían a recogerme cuando trabajaba de acompañante.
Por lo menos ahora me ven salir y llegar en taxi, pero el hecho de que haya remodelado el apartamento, ya no use ropa de segunda y en mal estado que antes y no esté aguantando hambre o pueda pagarle una enfermera a mi madre, es el misterio que todos tratan de descifrar, aunque por lo que me gritó Daniel la vez pasada, creo que ya todos sospechan a qué me dedico.
Al principio me incomodaba mucho lo que decía, ya que no disimulaban nada cuando pasaba por su lado, ahora sólo me irritan, ya que ninguno de ellos me dio una mano cuando moría de hambre o cuando cortaron nuestros servicios públicos por no tener con qué pagarlos. Los únicos que tolero son a Laura, porque no me juzga y a Alex y Mónica que son muy respetuosos conmigo y cuando pueden visitan a mi madre.
—¡Sami! —Me vuelvo hacia la voz de Olly, el pequeño viene corriendo desde la esquina, su enorme uniforme lo hace ver muy delgado y la maleta vieja que usa como mochila tiene una de las cuerdas desgarrada.
—Olly, ¿Cómo te fue hoy? —agito su cabello y beso su mejilla una vez que llega hasta mí.
Hace una mueca de disgusto y tira la mochila al suelo. —Mal, tuvimos unos ejercicios de matemáticas y no logre acertar ninguno. La maestra dijo que va a reprobarme sino mejoro. En español tuvimos que escribir un ensayo sobre qué queríamos ser cuando grandes, coloqué que quería ser un perro de rescate y la profesora me pidió hacerlo de nuevo, en religión nos hicieron aprender el Ave María y como no quise hacerlo me castigaron... —Levanto mis cejas ante todo lo que dice y tarto de no reírme de lo adorable que es—, Oh y en la hora del recreo tuve una pelea con Milton, le rompí la nariz y ahora citaron a mi mamá para que hablé con el director y estoy suspendido dos días.
—Guau, eso es... demasiado para un solo día, Olly. —Asiente y frota su frente—. ¿Por qué peleaste con Milton?
—Dijo cosas feas, no podía permitirle que dijera cosas feas.
Sospechando qué dijo su compañero, acaricio su mejilla. —¿Otra vez se metieron con tu mami?
Asiente y sus ojos se llenan de lágrimas. —Dijo que mamá era una... una... P. y que se vendía por cualquier hueso.
—Ya te he dicho que no debes escucharlos. Si peleas con ellos les das más razones para molestarte. Ignóralos, cariño, se cansarán.
—Lo intenté, Sami, te juro que lo intenté, pero estaban gritándolo y la profesora no hizo caso, los dejo seguir diciendo esas cosas de mamá.
Estúpidos maestros. No puedo decir que todos son unos completos idiotas, pero esos que trabajan en la escuela a la que va Olly lo son.
—Ven, vamos dentro y miremos que podemos hacer con todas esas tareas pendientes.
Me sigue a mi casa y besa la mejilla de mamá apenas y entra. —Hola Nubia —dice, mamá le da su intento de sonrisa y balbucea, estos últimos días que he cuidado de Olly, ellos se han vuelto muy unidos—. Hoy no me fue bien en clase —responde y mamá vuelve a hacer ese sonido.
Olly ya sabe interpretarla, por lo que continúa contándole todo lo que me dijo a mí. Beso a mi madre en la frente y los dejo hablar un rato más mientras hablo con Margot.
—¿Comió todo hoy?
—Sí, incluso repitió un poco de crema de pollo. Estuvimos en el parque esta mañana y participó en la terapia. Ella misma estiro sus propios dedos con ayuda de su mano derecha y levanto sin mi ayuda la pierna izquierda.
—¿De verdad? —Escuchar este tipo de noticias alegran mi día. Saber que mamá poco a poco mejora y su vida se vuelve más llevadera me hace muy feliz.
—Lo juro, Sami. Hoy está muy contenta.
Quito el saco de mi cuerpo y busco la toalla para prepararme un baño. —Eso es raro, ¿fue un buen capítulo en su novela o qué?
—Yo creo que es su nuevo amigo.
—¿Nuevo amigo?
Margot asiente y sonríe. —Lo encontramos hoy en el parque del frente. Estábamos ahí regando semillas a los pájaros y el se sentó a conversar con nosotras.
—¿Sólo así, sin más?
Siento como un nudo de preocupación se asienta en mi estómago. ¿Qué alguien se interese así no más por mi madre no es común. Tomo la toalla en mis manos y me detengo frente al baño.
—Sí, nos compró un batido a cada una y ayudó a alimentar a las aves.
—No me gusta que extraños se acerquen a ustedes, Margot, sabes que este sector es algo peligroso.
—Oh no te preocupes, el nuevo amigo de tu mamá es policía, y uno muy apuesto.
Bueno, eso ciertamente me inquieta demasiado. ¿Policía?, ¿apuesto?
—Oh Dios mío... —susurro—. Seguramente no puede ser cierto.
—Oh, yo creo que lo es, dijo que te conocía. Su nombre es...
—Gabriel, Gabriel Allen —termino por Margot. Ella sonríe y asiente feliz.
¿Qué carajos hacia el oficial Allen con mi madre?
¿Acaso está acosándome?
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