Capítulo 4: El color de un gracias

La sala común de las jovencitas que ya estaban en venta era un verdadero lujo, Leiah pensaba que era el consuelo de las fracasadas, ya que las exitosas solo pasarían ese lugar una vez: minutos antes de ser compradas.

Por eso, se dio el lujo de maravillarse un poco con el lugar que por primera vez tenía permitido pisar. Un piano negro estaba en uno de los extremos del lugar como una reliquia inhóspita. Leiah jamás lo había visto cobrar vida. Si le preguntaras, incluso le costaría darle voz a la sinfonía de sus teclas, y eso tenía un motivo coherente: jamás las había escuchado.

Estaba sentada en uno de los sillones con cojines aterciopelados, al lado de sus hermanas mayores, algunas ya pasaban los veinticinco años aunque hacía tiempo que dejaron de celebrar el avanzar de su edad. Cada nuevo mes sin un comprador era un punto más en contra de sus posibilidades. Leiah supo quiénes ni siquiera deberían seguir intentándolo con solo mirarlas, y se descubrió agradecida de no haber nacido como ellas.

Al otro lado de la sala refulgía imperioso e hipnotizante el fuego de una chimenea color musgo con detalles cromados, y sobre ella un espejo con Marco ornamentado donde las jovencitas tomaban turnos para verificar sus peinados y maquillajes.

—¿Nerviosa o emocionada? —preguntó una de las chicas al lado del sillón de Leiah.

Ataviada con un vestido color beige con mangas largas holgadas y bajo la falda abundante tela blanca para agregar volumen, a Leiah se le antojó que aquel era el atuendo de una institutriz, no de una campeona, puede que se debiera a que Lady Bird había recortado fondos a los vestuarios de las chicas en el Mercado con el pasar de los meses sin un Comprador. Ella se imaginó como el sastre salvador de aquel atuendo insípido, abriendo un escote en U para dar protagonismo a las clavículas de la chica, le dibujó en su cabeza un corsé que estrechara su cintura y levantara sus senos, e imaginó que recortaba lo holgado de las mangas en las muñecas para que las delicadas manos de piel rosácea se lucieran. De pronto quiso volver a dibujar, casi se abofeteó para contenerse de correr en busca de un lápiz.

A pesar de todo, Leiah no podía quitar los ojos de lo hermosamente tierno que se declaraba el rostro de la chica en venta, con las mejillas sonrojadas, sus ojos chispeantes de sueños y sus rizos castaños cayendo a ambos lados de su rostro.

«Si yo fuera un hombre le daría todo», pensó. Aunque también pensó que si fuera hombre haría muchas cosas distintas.

Lamentablemente, había una ligera diferencia entre ser angelicalmente hermosa y ser deseable. Era un destino tardío, pero seguro. Pronto la comprarían, pero nadie pujaría por ella.

—Los nervios son para mí como los Sirios: todos hablan de ellos, les temen, dicen que son reales, pero yo no los he visto —contestó Leiah al fin.

—¿Emocionda, entonces?

«Me faltó agregar que me pasa exactamente lo mismo con la emoción que con los nervios. Simplemente, no siento nada».

—Desde luego —contestó.

La chica a su lado aplaudió de entusiasmo.

—¿Quieres un consejo? —ofreció radiante.

Leaih la miró de arriba a abajo, pensando «¿tuyo?». Sin embargo, su respuesta fue:

—Desde luego.

—No te desanimes si no te compran hoy. Eso de que si no te arrancan del Mercado el primer día te morirás en Lady Bird es un mito, a veces tarda un poco, pero eso no quiere decir nada, ¿comprendes? Es cuestión de que te vea el indicado.

Leiah rodó los ojos. Las cosas que se inventaban las fracasadas para consolarse.

—¿Quieres que yo te dé uno a ti?

La chica puso su mano sobre la de Leiah con ternura, lo que desconcertó a la cumpleañera.

—Por supuesto, dime.

Leiah, por más que quiso, no pudo exteriorizar aquellos comentarios que la definían. No fue capaz de mirar a esa chica y pensar como solía, como una competidora implacable. Su filosofía de vida consistía en nunca dar a otras ventajas en el Mercado, porque aquello implicaba perjudicarse a sí misma. Esa vez sucumbió a la parte más blanda de sí misma, aquella de la que renegaba a diario.

—El peinado te queda hermoso, pero ese vestido no te aporta nada, así que mejor suelta tu pelo. Y no lo peines, que caiga como quiera, eso le dará carácter y volumen. Cuando esté un hombre cerca de ti, sonríe con la boca cerrada. No quiere esto decir que tu sonrisa no sea preciosa tal cual, al contrario, no puedo negar que así es; pero ellos están propensos a espantarse cuando te muestras tan alegre. Una sonrisa de boca cerrada embellecerá tu rostro y te mantendrá serena. Hazlo así.

—Por Ara, muchas gracias... No esperaba esta instrucción privada, y menos gratuita. Por cierto, soy...

Leiah usó su mano para detener a su hermana de Lady Bird.

—No me lo digas, sería un derroche de espacio en mi memoria anexarle un nombre que no voy a volver a necesitar.

—Piensas que te comprarán hoy.

—Estoy segura de ello.

☆☆☆

El escote de su vestido le descubría por completo su espalda llena de lunares, usaba una suerte de hilo dorado, con una piedra imitación de diamante fino y alargado, como accesorio que le atravesaba toda su columna vertebral; el hilo se abría en sus hombros, conectándose por la parte delantera con las mangas de tirantes del vestido. Era un diseño con un bordado de ramas y hojas otoñales sobre seda negra que transparentaba la palidez de Leiah. Un cinturón bajo sus costillas le marcaba una cintura diminuta, y desde esa zona la falda se abría en caída natural hasta el suelo.

Como todo el vestido estaba hecho de esa seda traslúcida, las piernas esbeltas de Leiah, sus caderas anchas y su ropa interior de encaje se adivinaban a través del estampado dependiendo del empeño que se pusiera en ver más allá.

Su cabello negro y abundante estaba suelto, dejando que sus ondas se lucieran, abierto en el centro y colgando a ambos lados. Tenía un accesorio a media frente que daba la vuelta a toda su cabeza, el mismo hilo tejido dorado que en la espalda, amarrado y colgando en la parte posterior de la cabeza.

Sus labios apenas tenían un brillo que disimulaba su resequedad, y en sus pómulos una escarcha con estrellas artificiales diminutas. La verdadera atracción eran sus ojos desiguales, que podían tanto jugar a su favor como perjudicarla.

Estaba lista para ser Vendida.

Pero alguien tiró de sus brazos y la arrastró hacia arriba de las escaleras de la mansión, llevándola hasta el pasillo superior, restringido para las Vendidas.

—Zaniah —se quejó Leiah deshaciéndose de su agarre y arreglando con sus manos los pliegues de su vestido—. ¿Por qué me has traído hasta aquí? Me retrasas.

—Solo quería mostrarte una cosa.

Zaniah la condujo por la pequeña habitación que compartía con el otro par de aprendices de Preparadoras y sacó de la mesa de noche una serie de objetos que dejó boquiabierta a Leiah.

Cuadernos, libretas y hojas sueltas fue extendiendo abiertos por la cama de forma que su contenido saltara a la vista. Bocetos hechos a lápiz, diseños de faldas, abrigos y vestidos de distintos largos, cortes y modelos; para todas las figuras, para todos los tamaños y morfologías distintas. Se veía una evolución en el paso de las hojas, los primeros dibujos estaban compuestos casi por un solo trazo grueso y desprolijo, como si solo fuese la sombra o silueta de lo que su creador imaginaba, pero poco a poco se iban notando las mejoras: se incorporaban sombras y dimensiones, un mejor manejo de la anatomía, trazos más sueltos y distinguibles, piezas diferenciables entre sí, incluso se entendía que el dibujante se había tomado más libertad para imaginar, porque los últimos diseños no eran copias de lo ya visto sino por completo innovadores.

—Arte —susurró Zaniah.

—¿De dónde sacaste todo esto?

Leiah no era capaz de comprender por qué de pronto su garganta comenzaba a apretarse, por qué sus ojos picaban en anticipación a lágrimas que jamás en su vida había derramado, y su rostro de pronto estaba tan caliente. Se sentía indignada, experimentando una humillación desmedida como si la hubiesen desnudado en medio del Mercado y dejado a su merced para que otros la juzgaran. En aquellos papeles había dejado gran parte de su alma, una línea de tiempo de lo que fue y en lo que se había convertido. Y estaban ahí, expuestos, y en posesión de alguien más.

—Zaniah, dime de dónde sacaste esto —repitió Leiah cada vez más acalorada.

—Te vi arrojando el primero cuando tenías siete, supongo que para que no te descubrieran. Y lo rescaté, pensé que preferirías que perdurarán. Vi... te vi a ti. Tú no querías botarlo.

—¡¿Y todo lo demás qué?! —Leiah tomó uno de sus cuadernos y lo arrojó contra las tablas de madera del suelo, cada vez más segura de que iba a llorar y se rehusaba completamente a ceder a tal muestra de debilidad—. ¿Me has estado siguiendo todos estos años?

—No ha hecho falta. Desde ese día yo me encargo de sacar la basura, y siempre reviso para que no se vaya uno de tus diseños en ella.

—Estás enferma. Si los boté es porque no los quería ver nunca más, ¿entiendes? No tenías derecho de espiarme así, estás cosas son personales.

—Nunca rompiste una sola de estas hojas. Arrugaste algunas, pero ninguna está rota. No puedo creer que las trates así si no significan nada para ti.

—No te corresponde a ti creer o no cualquier cosa sobre mí, ¿entiendes? Quema toda esa basura, no quiero volver a verla.

—Hey —Zaniah tomó los hombros de Leiah y la obligó a mirarla a los ojos—. Hoy me puedes odiar todo lo que quieras, mi objetivo con esto estaba muy lejos de querer ser aplaudida. Y te entiendo, ¿sabes? Comprendo el fuego que debe arder en tus entrañas justo ahora porque lo que ves te recuerda quien está dentro de ti, y quien nunca podrás ser, al menos no libremente. Pero mañana, cuando estés sentada en medio de un momento de tranquilidad, vuelve a este momento y piensa en el motivo por el que te muestro esto: para que sepas que, pasé lo que pase, tus sueños de años no morirán si haber tenido una admiradora.

Leiah se quebró, por un segundo, un sollozo escapó de sí misma junto a una lágrima de fuego, y ese instante de debilidad aprovechó Zaniah para abrazarla con fuerza e infundirle aliento. Leiah se ofendió a tal grado que la empujó, pasó la mano por su rostro para sacarlo y sorbió con la nariz adoptando una expresión dura e impenetrable.

—Debo volver.

—Antes quería regalarte una cosa.

Leiah rio sin gracia.

—Muero por ver qué nueva sorpresa me tienes. No es un secreto para nadie que eres en extremo innovadora.

Zaniah contuvo una sonrisa al comprender la referencia de aquel chiste, y Leiah tuvo que morderse los labios para no demostrar que lo que le satisfacía eso.

Zaniah desató la cinta que usaba sobre su vestido por sobre sus caderas, y luego desdobló los pliegues que la misma ocultaba para revelar un objeto largo, hecho de madera y recubierto por el mismo color cereza que tenía en su punta.

—¿Un crayón de rojo? —Leiah lo tomó de las manos de Zaniah como quien toma una pluma de la que está a punto de renacer un ave. No pudo contener ni su sorpresa, ni la emoción que le producía la existencia de aquel artefacto con el que antes solo había podido soñar. Se imaginó todo lo que habría podido lograr si hubiese tenido en sus manos antes aquel color. Sus bocetos de grafito negro cobrarían vida con un único punto de color como los labios de sus modelos, algún bolso, abrigo o cinturón en rojo.

—Es tuyo —declaró Zaniah.

Leiah cerró la mano alrededor de la longitud del crayón.

—No dejes nunca de dibujar, por favor.

—¿Dónde lo guardo? —preguntó Leiah.

—Guárdalo en tu escote. No dejes que nadie te lo quite.

Leiah asintió y pegó ambas manos, con el crayón entre ellas, a su pecho. Entonces sus labios la traicionaron, revelando todo lo que sentía en aquel momento, declarando su debilidad a los cuatro vientos, siendo más honestos de lo que jamás habían sido. Sin que Leiah tuviera tiempo a hacer nada para evitarlo, su boca se abrió y salieron las siguientes palabras:

—Gracias.

Lectores, lo que se viene con esta historia está 🔥🔥🔥🔥 ¿Les está gustando?

No quiero tardar en actualizar, pero cuando entro y veo que los comentarios bajan me desanimo. Recuerden que la manera en que yo sé que les gusta lo que escribo es esa: sus comentarios. Por favor no se vayan sin dejar al menos el clásico "me gustó, actualiza".

Los amo, Axers. Se vienen cosas buenas para Vendida ♡

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