Capítulo 23: Vendida
Leiah
Andrómeda. Hacía al menos doce años había sido comprada por el antiguo rey, Lesath Scorp, el escorpión de Áragog. Pasaron años mientras el rey esperaba a que su hijo Antares cumpliera la mayoría de edad, y cuando eso ocurrió, le regaló sus Vendidas sin haberlas usados, Andrómeda entre ellas. Una propiedad sin nombre, pasó su vida sirviendo al príncipe dorado hasta que este se cansó y la relegó a las cocinas para luego enviarla como doncella del juguete del heredero.
Andrómeda sirvió a Aquía de Mujercitas hasta que esta pasó a convertirse en madame Circinus, lady viuda negra, la asesina del reino. La mujer que le dio nombre.
En su ausencia, Andrómeda creó el primer club de lectura de la corte, las «putas literarias», ganando popularidad y conocimiento suficiente hasta atreverse a escribir su primer libro, la historia que Áragog necesitaba.
Vendida.
Andrómeda era entonces una escritora respetada.
Pasó de ese ligero anonimato, a ser la guionista por la que pelearía cualquier director, gracias al éxito de la obra dirigida por madame Leiah y producida por madame Delphini.
Vendida, narraba la vida de mujeres como Aquía, Lyra y la misma Andrómeda, Vendidas que posaron a ser más que solo eso. Una asesina. Una futura reina. Una escritora. La autora cambió sus identidades y se tomó muchas licencias creativas en cuanto a sus personajes, inventando varios aspectos de su vida y personalidad. Pero lo que importaba no era la fidelidad a una historia ya vivida, era darle voz, y alcance, para quienes nunca escucharon su versión, para quienes pensaban que solo había una posibilidad en un reino como Áragog.
Después del fenómeno en que se convirtió Vendida luego de su estreno teatral en Ara al ser una historia realista, controversial y devastadora, Leiah pasó de ser madame puta a ser la puta ama del teatro.
Quién habría dicho que Leiah solo necesitaba cambiar el color de su ojo negro para igualarlo al otro y poner extensiones en su cabello negro para transformarse en la asesina de Áragog, el águila que ganó el baile de los escorpiones.
-Voy a hacer muchos cambios en Lady bird -le dijo Delphini a Leiah mientras ambas fumaban recostadas en sus tronos a mitad del despacho luego de calcular las ganancias y los montos a pagar al resto de las personas del equipo.
Madame Delphini vestía unos guantes de satén rojos a juego con su labial; sobre su cabeza, una redecilla negra cubría su moño imperial y parte de su frente. Un chal dorado tapaba su escote, y en su mano gobernaba un abanico color burdeos que Delphini solía usar para cubrirse al hablar.
Si antes había sido una mujer elegante, ahora tenía dinero, prestigio y basto poder propio que le daban acceso a las mejores telas y contacto con los más célebres confeccionistas. Vestiría como una reina por el resto de sus gloriosos días.
-¿Todavía piensas volver al trabajo de vendedora? -indagó Leiah anonadada-. ¿Estás loca? Una hora de trabajo en el teatro te compensa una vida en Lady bird, y no solo te hablo del dinero, eso no hace falta ni que lo mencione.
-Mi trabajo en Lady bird, o en cualquier otra casa de Vendidas, nunca ha sido el de una Vendedora -explicó madame Delphini alejando la pipa de hueso blanco de sus labios-. Eso creía Lesath, eso creyeron todos. Pero no. Mi trabajo es de administración, y si puedo hacer un cambio, una mejora en la vida de esas niñas, lo haré. Sino, las enseñaré a que pueden hacerlo por ellas mismas.
-Entonces... ¿Nuestro convenio acaba aquí? ¿No volverás a producir?
-Al contrario.
Delphini guiñó un ojo con complicidad hacia Leiah, que más que su aprendiz parecía su señora. Toda una mujer, toda una madame.
-Lo haré -explicó-. Incluiré en el itinerario de preparación de las Vendidas clases de actuación y cultura literaria y teatral. Así cualquiera podría aspirar a salir en las obras que podruzca de aquí en adelante.
-¡Por la sagrada vagina de Ara! Me encanta.
Leiah sonrió y volvió a calar de su cigarrillo, porque a pesar de la vulgaridad, prefería fumar así. Le traía flamantes recuerdos.
-¿Por qué no estuve bajo tu administración? -se quejó Leiah soltando el humo-. Tal vez no habría estado condenada a existir en esta versión roída y oprobiosa de mí misma.
-Esa versión roída de ti es lo que eres. No reniegues de ello, ni de tus rencores. Porque es esta versión de ti la que te hace real, a la que temerá el mundo. Te llamarán madame puta hasta que te mueras, porque el reino no conoce otra manera de referirse a una mujer cansada de tragar y dispuesta a defenderse. Tienes poder en un mundo de hombres. Siéntete la puta más orgullosa del mundo, cariño.
-No pude haber escogido mejor socia -reconoció Leiah dispuesta a servir dos copas de abundante vino negro para celebrar.
-¿Socias? -preguntó la mayor aceptando la copa-. Somos amigas.
-Mejor todavía.
Leiah alzó su bebida en un gesto de brindis y ella y su nueva amiga bebieron.
-Pero, a todas estas, ¿el nuevo rey te dejará hacer lo que dices? He escuchado muchos rumores sobre su plan de reinado y no me parece que un programa de actuación y cultura literaria para las Vendidas le parezca adecuado.
-El nuevo rey es un parásito con un saco en el rostro que no lo deja ver más allá de lo que quiere ver. Mientras las niñas se sigan vendiendo al cumplir la mayoría de edad, a él lo tendrá indiferente las prácticas de una vendedora en una casa de vendidas en pueblo remoto.
-Porque siga distraído, entonces -brindó Leiah para finalizar.
-Que así sea.
☆▪︎☆
Leiah sabía que todavía le quedaban pasos que dar. Aunque hubiese amasado una fortuna estrafalaria, aunque todo el mundo estuviese hablando de ella, necesitándola tanto como actriz como directora, aunque hubiese logrado algo sin precedentes para cualquier actriz al producir, dirigir y protagonizar su propia obra, seguía teniendo asuntos pendientes.
Y el más inmediato de todos debía resolverlo de inmediato, porque no aguantaba un segundo más con la toxicidad de esas dos palabras atrapadas en sus entrañas.
Así que, como era costumbre ya, interrumpió en el despacho de Draco Sagitar, su supuesto prometido, y dijo sin saludar:
-Lo lamento.
Él no se sobresaltó, ni levantó la mirada del montón de papeles en su escritorio. Era como si ya la esperara, como si aquellas palabras no significaran una novedad para él.
-¿Qué es lo que lamenta, madame? -preguntó con tranquilidad, pasando las páginas de su libro de cuentas-. ¿Los millones en ganancia? ¿Los miles de aplausos? ¿Los cientos de elogios?
-No. -Leiah cerró la puerta tras de sí, y avanzó más hacia quien una vez había sido su amigo más íntimo-. Lamento como ocurrieron las cosas. Lamento que, luego de cómo terminó nuestro último encuentro, volví a ti con mis ideas y proyectos, imponiéndotelos, utilizándote. Y también lamento pedirte que finjas ser mi prometido delante de Delphini.
Draco alzó los ojos, vacíos de cualquier pesar, serenos y concentrados en su labor, y los conectó en Leiah, como si quisiera apaciguarla con el frío de su indiferencia.
-Yo accedí, no tienes que preocuparte por ello. Entendí los riesgos que implicaba para la obra el que tu engaño se descubriera. Por lo demás ni siquiera entiendo por qué te disculpas. ¿Imponerme? ¿Utilizarme? -Draco sonrió-. Soy tu representante, Leiah, para eso estoy: para que me uses. Mientras me traigas ganancias, tú inventa lo que quieras que yo te apoyo.
-Draco, en serio yo...
-Deberías tomar asiento -cortó él, señalando la silla frente a su escritorio.
-¿Por qué?
-Porque tenemos algo que discutir y creo que te convendría estar sentada.
-Sabes que no me voy a sentar, habla de una vez.
Draco torció los ojos en un gesto de resignación y prosiguió.
-Ha llegado una oferta del representante de lord Tomilsond, y creo que deberías considerarla.
-¿Qué es? ¿Qué dice? ¿Qué quiere?
-Quiere que te cases con él.
Leiah calló por un segundo y, a pesar de que ya no llevaba sus extensiones de cabello, de pronto sintió demasiado calor. Así que recogió su corta cabellera del color del ébano, a pesar de lo informal que se vería de esa forma, y decidió que sí prefería sentarse.
-¿Qué pasa? -preguntó Draco al ver cómo Leiah enrojecía desde su cuello.
-Voy a esperar a que repitas lo que dijiste, quiero pensar que he escuchado mal.
-Dije que quiere que te cases con él. Con Lord Tomilsond, claro. No con el representante.
-¿Y por qué querría yo casarme con ese? O, mejor dicho, ¿qué te hace pensar a ti que debería considerar esa idea?
-Es un icono en el teatro, su papel en Romeo y Julieta ha sido alabado por todos los críticos durante una década. Su trayectoria...
-¿Y eso qué?
-Que su representante cree que les daría muchísima publicidad si se dejaran ver juntos de vez en cuando. Solo eso, no tienes ni que tocarlo. Bastará con que asistas al estreno de su próxima obra y dejes que se te declare desde el escenario. Sería como un papel más para ti, solo tienes que fingir que te sientes locamente agradecida, y que correspondes sus sentimientos con pasión.
Leiah, después del discurso de Draco, soltó una sonora carcajada.
-Me estás jodiendo, ¿no?
-No. Hablo muy en serio.
Leiah golpeó el escritorio con ambas manos.
-Tengo la maldita reputación de ser una mujer que consigue todo porque siempre hay un hombre detrás, y quieres que me ate a uno, que además es actor, para darle a la gente de qué hablar con base.
-Leiah...
-Ya no sería más conocida por mi trabajo, sino por ser la esposa de.
-Leiah.
-¡Es que ni siquiera sé por qué me lo estás proponiendo, en serio! ¿Qué Sirios te pasa?
-Hay una enorme compensación detrás.
-¿Y?
Draco se encogió de hombros.
-No lo sé. Pensé que como nunca vas a amar a nadie en tu vida, al menos podría conseguirte un matrimonio al que pudieras sacarle todo el provecho posible.
Así, Leiah entendió a qué se debía esa conversación.
-Eres un maldito.
-Ya eso lo habíamos asumido ambos.
-Esta conversación es de tus mayores inmadureces. ¿No podemos hablar de lo que pasó como dos adultos?
-No, porque no quiero hablar de lo que pasó. Me quedó muy claro que cuando nuestros sentimientos colisionan todo está destinado a arder y a explotar.
-Me dijiste que me amas, Draco. No podemos seguir actuando como si nada hubiese pasado.
-¿En serio? ¿En serio me estás diciendo eso a mí?
-No estaba lista para hablar antes.
-Y yo no quiero hablar ahora.
-Por favor. -Leiah extendió su pálida mano hacia los dedos de Draco, posados sobre la esquina de una página de su libro. Dedos besados por el sol de Hydra, lugar donde nacen los Sagitar, dedos que tantas veces la habían sostenido-. Escúchame.
-¿Qué? ¿Qué es lo que quieres decir?
-Draco... Mi corazón tiene tantas heridas, que no sabría por dónde empezar a sanarlo. Está vacío, marchito, un amasijo escabroso. No sé cómo sentir nada, solo... miedo. Ira. Ambición. E incluso así, no puedo explicarte lo terrible que me he sentido cada segundo que pasa luego de haber dado por perdida nuestra intimidad, porque si alguna vez tuve un amigo, ese fuiste tú. Y si alguna vez sentí más que repulsión por un hombre, fue hacia ti. Pero no puedo corresponderte, no puedo apostar así lo que me queda de mi baldío corazón.
Y a pesar de que Leiah acababa de desnudarse entera por primera vez, no recibió más que silencio.
-No quieres amarme, Draco -añadió.
-En eso estamos de acuerdo los dos.
Leiah tragó en seco todo lo que empezaba a sentir por aquellas palabras y se levantó.
-Le diré a Delphini que acabamos de romper nuestro compromiso, así no tienes que fingir más.
-¿Fingir? -Draco enarcó una de sus cejas-. ¿Fingir qué? ¿Qué disfruto de tu compañía? ¿Que estoy malditamente orgulloso de poder andar de la mano contigo? ¿Que te miro como si lucieras como la joya más preciosa de mi mansión? ¿O que daría todo, y mataría a cualquiera, por ver a mi dueña complacida? -Draco sonrió con nostalgia-. Yo nunca he fingido nada. Pero sí, ve y dile.
Cuando Leiah bajaba por las escaleras, tenía los ojos nublados por las lágrimas.
°°°°°
Nota:
¿Cómo les digo que amo a Leiah, a Andrómeda, a Delphini y a Draco con todo mi ser? Ay, no, amo este libro.
¿Qué les pareció el capítulo, los personajes y qué piensan que va a pasar ahora?
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