52: El fantasma Sagitar
Lyra
Esa noche no pudo dormir. Estaba inquieta, preocupada e incómoda. Su cuerpo tenía una especie de comezón inexplicable que asumió como imaginaria.
No era la peor cama en la que había dormido, era de las mejores. Todas sus comidas tenían los nutrientes que necesitaba para sentirse saludable y no como si en cualquier momento pudiera caer desmayada.
Estaba bien, estaba mejor que nunca. Pero no se «sentía» bien, lo cual era un conflicto interno que mantenía siempre en privado.
En un momento pareció dormitar más de la cuenta y debió haberse quedado dormida sin notarlo, porque de pronto despertó, sobresaltada, y descubrió que no estaba sola.
Una figura nocturna se agazapó sobre ella, cubriendo su boca y nariz con un pañuelo para amortiguar sus gritos e impedir el flujo de su respiración.
Lyra se retorció, pero no había mucho que pudiera hacer contra el extraño atacante, salvo lo instintivo. Ella extendió la mano y la cerró contra la garganta del desconocido. No hizo nada más que dejarse dominar por una oleada de nerviosismo que recorrió hasta su mano e impactó el cuello del intruso, cubriéndolo de una explosión de escarcha que se extendió como raíces congeladas desde su quijada hasta sus sienes.
La figura se alejó, aferrando su garganta con ambas manos. Tambaleó más cerca de la ventana donde Lyra lo pudo ver mejor. Parecía balbucear en un intento de comunicarse, pero sus cuerdas vocales estaban congeladas, al igual que sus vías respiratorias obstruidas por hielo.
Lyra se sentó al borde de la cama, lo suficientemente cerca para notar cómo el hombre se ponía azul por la falda de oxígeno.
Él estiró la mano y, aunque Lyra no podría jurarlo, no tenía duda alguna de que del anillo de esmeralda en su dedo una oleada de calor escapó, despeinando el cabello de Lyra y dejándolo húmedo en su onda expansiva, y derritiendo el hielo que casi asesinaba el intruso.
El hombre se dobló contra la ventana, escupiendo hacia afuera con tos y jadeos todo el agua que resultó de aquel hielo derretido en sus pulmones.
Acabó rojo de tanto toser, limpiando el agua y saliva de sus labios con su manga, pero al menos estaba vivo.
—Pudiste haberme matado —espetó él.
—Yo podría decirle lo mismo a usted.
Para ser un hombre que estaba de intruso en su habitación, atacándola, no vestía como si temiera ser reconocido. De hecho, iba de blanco, con un traje de alta costura y las hebras rubias de su cabello peinadas diligentemente hacia atrás, aunque algunos mechones escaparon en su reciente susto.
—Me habían dicho que no recordabas la existencia de tu poder —se quejó él—. Es usted una mentirosa, mi lady.
—A mí me dijeron que estaba muerto.
Él enarcó una ceja.
—¿Sabes quién soy?
—Debe ser Levith, ¿no?
Al intruso pareció hacerle mucha gracia la deducción, pues se carcajeó al punto en que tuvo que usar el mismo pañuelo con el que había intentado asesinar a Lyra para amortiguar su risa.
—Mi nombre es Draco —repuso él al fin—. Levith es solo el nombre que mis padres escogen darme.
—¿No son los padres quienes nos nombran?
—¿En qué cuento de hadas, patito? A mí me nombraron las estrellas.
—Pero son los padres, los nobles al menos, quienes escogen sus derivados —siguió Lyra, arrastrándose fuera de la cama hasta quedar de pie, ignorando con deliberación el apelativo burlón que usaba el extraño, el mismo que solía emplear Indyana hacia ella.
—¿Estás discutiendo con la persona que intentó asesinarte hace un momento?
—Lo mismo podría decirle yo.
Draco sonrió con complicidad al decir:
—Ya raih'.
—Es bahamita, ¿no? —Lyra reconocía el acento muy bien, aunque no entendiera las palabras—. Qué quiere decir?
—«Tienes razón».
—Frecuentemente —reconoció ella—, aunque pocos lo admiten. ¿Por qué quiere asesinarme?
—Para hacerme una peluca con tu cabello, el mío empieza a caerse.
Lyra no dio ningún indicio de entender la gracia de aquella estupidez.
—Si su familia quiere lo mejor para mí, si todos dicen velar por mi seguridad... ¿Por qué su primogénito presuntamente muerto irrumpe en mi lecho e intenta quitarme la vida de manera tan burda?
—Burda —repitió el intruso.
Sus ojos rasgados refulgieron con una extraña mirada que contribuyó a la altivez casi despectiva de su porte.
—Niña, mis padres no quieren lo mejor para nadie más que para ellos. Ausrel es una buena persona, pero hará lo que ellos digan. Lamento ser yo quien desinfle tu burbuja, pero alguien ha de hacerlo algún día: ellos no velan por tu seguridad, solo la garantizan mientras esta les beneficie.
—Eso no explica por qué me quiere muerta, ¿o sí? ¿Qué le he hecho?
—Nacer, básicamente. Es la respuesta que has estado buscando, princesa Cygnus: lo que le hiciste a todas las personas de este reino fue, simplemente, haber nacido.
—Sigue sin explicarme nada —dijo Lyra perdiendo el control sobre su respiración cuando esta, con una sensación mentolada que humedecía sus ojos, se aceleraba a su pesar.
—¿Lo estás intentando, no? —inquirió Draco con una sonrisa felina—. Quieres atacarme de nuevo.
Lyra no dijo nada, solo se irguió, nerviosa e impotente, mientras Draco daba un par de pasos en su dirección, acortando la distancia con un desafío en sus ojos rallados.
—No podrás —sentenció él en voz baja—. No es tu culpa, es tu naturaleza. Los poderes de Cygnus son únicamente defensivos. Si tu cosmo no detecta en mí una intención para dañarte, no podrás hacer absolutamente nada.
—Ustedes saben tanto... —musitó Lyra con ganas de llorar por la impotencia.
—Sí —sentenció él con una severidad que hizo pensar a Lyra que había una fuerte amargura detrás—. Si hay una familia que sabe todo sobre Áragog y el reino cósmico, es esta. Por eso deberías cuidarte de nosotros.
El hombre dio un paso más hacia ella para que notara la intensidad en sus ojos, para que entendiera que no mentía. E incluso así Lyra no pudo defenderse, lo que a su vez la tranquilizó, porque significaba que su cosmo asumía que él no iba a hacerle daño.
—Hoy estás cómoda —siguió él, avanzando invasivo, haciéndola retroceder—. Crees que te han rescatado y tal vez es así. Impidieron tu muerte, pero eso no significa que garantizarán tu vida. No si incumples. No si te conviertes en un tropiezo para lo que Kaus e Indus quieran lograr. No pudo haber caído en peores manos, mi lady.
—Ellos no parecen...
—No, lo sé —cortó Draco con frialdad premeditada, como si contuviera a consciencia algo hirviendo detrás de ese hielo—. Ningún Sagitar parece la clase de reptil que lleva por dentro. Excepto Indyana, lo que la hace la más inofensiva. Al menos de ella verás venir la mordida.
—¿Por qué yo? —jadeó Cygnus—. ¿Por qué me quieren?
—Me sorprende que no te lo hayas preguntado antes.
—Duermo cada noche con esa pregunta en mi cabeza —espetó Lyra con impotencia—, y usted solo ha venido a traerme más.
—En mi defensa, yo venía a acabar con tu vida.
—¿Espera mi gratitud al respecto?
—Espero que te cuides. No seré tan estúpido de volver a emboscarte de frente, pero no te dejaré tranquila, no mientras te interpongas. Solo espero que lo asumas.
Lyra asintió, tangente. Su mente apaciguó las emociones que buscaban reverberar y le dio el silencio y la frialdad que necesitaba para maquinar por minutos lo que a Draco, tan ignorante a esa actividad cósmica, le parecieron segundos.
Así, luego de deliberar consigo misma, Lyra le dijo:
—Ayúdeme a escapar.
—Escapar —repitió él sin darle el más mínimo crédito.
—No me quiere aquí, yo tampoco quiero estarlo. No sé por qué me quiere muerta, pero espero que «desaparecida» sea igual de válido para su objetivo.
—Niña, allá afuera hay un millar de personas que te matarían, venderían y harían un montón de otras cosas que no voy a enumerar por respeto a tu cena. Tu mejor opción, aunque no sea grata, es quedarte aquí y hacer lo que te digan. No te quieren muerta, te necesitan con vida.
—Pero usted no.
—No, yo no.
—¡¿Entonces qué sirios debo hacer?!
Lyra le dio un golpe a la pared detrás de sí, impotente y arrasada por la ira. En aquel impacto, copos de una escarcha fría cayeron al piso de súbito a través de su mano.
Draco se aproximó hacia ella, tapándole la boca para callarla y mirando en dirección a la puerta con preocupación.
Lyra lo empujó, pero solo eso. Su poder no salió, así que concluyó que nunca corrió un peligro real.
—Cállate, maldición —bramó él, pasándose la mano por el cabello con visible preocupación.
—Como verá, mi lord, no estoy en mi mejor momento. Espero pueda disculpar mi deficiente compostura.
—No puedo sacarte de aquí —reconoció Draco—. Es muy riesgoso para mí. Matarte sería más sencillo, podría cubrir mis huellas con mucha facilidad y no habrá quien me inculpe.
—Esto no es personal —concluyó Lyra, pragmática, usando el frío de sus venas para aplacar sus emociones y poder pensar más allá del arrebato—. Me necesita fuera de su tablero pero no necesariamente porque quiera matarme. Y yo no quiero estar aquí. Así que ayúdeme. No tiene que matarme, desapareceré y no tiene por qué quedar implicado en ello.
—Imposible, te matarían en la primera esquina que cruzaras. Y podrían interrogarte. Corro menos riesgo con mi plan original.
«Si discute, es porque te escucha. Si te escucha es porque tienes razón. Él no quiere matarte», concluyó Lyra rápidamente dentro de sí.
—No escaparé sola.
—No iré contigo.
—Usted puede ir a hacerle compañía a Canis —escupió ella—, me refiero a alguien más.
—¿Quién? ¿Qué aliados puedes tener que te den tal seguridad como para...?
—¿Alguien fuera de este castillo sabe que estoy aquí?
Draco le respondió al principio con una amplia sonrisa de reptil.
—¿Ves guardias de Ara allanando esta fortificación? —le preguntó—. Esa es tu respuesta.
—¿Y puede filtrar la noticia?
Entonces él frunció el ceño.
—¿Quieres guardias de Ara allanando esta fortificación?
—¿Puede o no?
—Puedo.
—Hágalo —zanjó ella—. El resto lo haré yo. Solo encárgese de esparcir el rumor y le aseguro que desapareceré de su camino para siempre. Y viviré. Estoy segura de ello.
—Debe ser un dios a quien esperas.
«Suponiendo que un cosmo cuente como dios», pensó ella, aunque lo que respondió fue:
—¿Lo hará?
—No lo sé —soltó Draco de mala gana, luego suspiró y pareció calmarse lo suficiente para sus siguientes palabras pronunciarlas con más tranquilidad—. Debo pensarlo.
—Piénselo. Pero antes... Dígame por qué. Necesito saber qué quieren sus padres de mí.
—Si decido matarte juro contarte todo antes —prometió Draco Sagitar con una claramente actuada solemnidad—. Sino, será mejor que te enteres de boca de ellos mismos. No debe faltar mucho.
—Ellos me secuestraron, ¿verdad? En mi nacimiento. Me robaron de mi cuna y me vendieron a Mujercitas donde me dejarían crecer, tal vez vigilada por sus cómplices, y eventualmente me comprarían para lo que sea que esperan de mí ahora.
Draco sonrió, sus pupilas dilatadas por el asombro y la admiración, pero no dijo nada al respecto.
—No fue por lo que todos dicen —agregó ella, ya habiéndolo meditado en su fuero interno—. Los rumores sugieren que los Sagitar me secuestraron como venganza porque no escogieron a Indyana como prometida del heredero. De ser así, me habrían dejado morir en la plaza luego de la sentencia. Hay algo más. Esto no es una venganza, no contra mí, al menos.
Draco asintió.
—Tal vez sí te ayude a escapar de todos modos —finalizó él—. Eres demasiado para mi hermano. Espero que te dios esté a la altura.
~❄️🦢❄️~
Lyra aprovechó su tiempo en Hydra para hacer lo que normalmente se le prohibía: aprender.
Pero el conocimiento es peligroso, así que se aseguró de conseguirlo en dosis controladas que no pudieran suscitar juicios sobre ella.
Le asignaron algunas vendidas, a todas les pedía tres libros de la biblioteca cada seis días. Uno de historia, uno de ficción y otro relacionado con la herbolaria. Solo le interesaba el último, los demás eran solo para despistar hacia dónde se enfocaba su avidez de conocimiento.
Solía leer hasta muy entrada la noche, hacer anotaciones, bocetos y exámenes improvisados en su libreta personal. También salía al jardín con sus vendidas, sabiendo que todos concluirían lo de siempre: que le gustaban las flores. Pocos sospecharían de sus excursiones como lo que eran: una oportunidad para explorar los distintos tipos de plantas y poner a prueba sus anotaciones.
Era su rutina, más allá del lujo, la buena comida y los paseos ocasionales con Ausrel Sagitar.
Ausrel no parecía ser un hombre desagradable, de los que Lyra tantos había conocido, pero tampoco parecía ser genuino. Todo en él era amable, pero su amabilidad se le antojaba meditada y eso era preocupante. ¿Qué había detrás? ¿Por qué era necesario ese trato hacia ella? ¿Cuál sería el fin de sus medios?
Nadie en la familia había dado algún indicio de tener idea de la irrupción de Levith —o Draco—, así que Lyra seguía preguntándose un montón de cosas.
¿Era realmente Levith quien la había visitado?
¿Su nombre en realidad era Draco?
¿La familia fingía a consciencia la muerte de su propio hijo, o ignoraban que seguía con vida?
¿Lyra lo había soñado todo?
Y, de ser real, ¿la ayudaría por fin ese tal Draco o intentaría nuevamente arremeter contra su vida en una fecha cercana?
Como fuera, no hubo otros avistamientos del fantasma de los Sagitar en los días próximos.
Lyra disfrutó mucho de poder conocer más sobre herbologia en el lugar idóneo del reino para explorar la fauna.
Quedó fascinada con la diversidad de animales existente en Áragog. Lyra estaba familiarizada con las especies de Ara y Deneb, criaturas cuya evolución las hizo mutar al punto de ser capaces de sobrevivir a las temperaturas tan bajas. En cambio, en Hydra conoció todo un nuevo ecosistema con todo tipo de aves, insectos, roedores, mamíferos y más que jamás había imaginado.
Pero lo que más le atraía eran las plantas.
En su descubrimiento, se enorgullecía de haber tenido la suerte de toparse con un árbol musical, cuyo nombre científico
—khozl-araq— Lyra no supo pronunciar, ya que provenía del árago antiguo que solo los eruditos estudiaban en su actualidad.
Las leyendas sobre el árbol de música hablaban de que era tan mezquino en su selección de ante quién manifestarse, que al lady Indus enterarse de que Lyra había conseguido uno, decidió cederselo. Así, la princesa cisne tenía su nuevo amiguito en una maceta sobre el alféizar de su ventana.
Lyra había anotado todas sus observaciones al respecto de la planta en su libreta personal, otorgada por los Sagitar.
Notas de Lyra:
Tal como dice el herbolario sobre la khozl-araq, a primera vista no es más que un pequeño bonsái de corteza férrea. No hay manera de hacer ceder la manera bajo ningún esfuerzo humano.
La planta se cuenta entre las criaturas inteligentes de la fauna hídrica. Tiene articulaciones internas (incluidos músculos y tendones) que reaccionan a los estímulos musicales que le resultan gratos.
Contrario a lo que cuentan las leyendas, el árbol de música no baila, solo modifica la posición de sus ramas y las ondas en su tronco, tan lento que resulta casi imperceptible, hasta que la canción termina. Dependiendo de la pieza y el instrumento, siempre acabará con una posición distinta. Pero, por ejemplo, si se somete dos veces a la misma canción sin arreglos y con los mismos instrumentos, acabará por tomar exactamente la misma forma ambas veces, como si su posición fuese en sí misma una partitura de la pieza experimentada.
Según mi estudio, la planta puede durar hasta cinco días sin música y mantener sus curvas. Luego de este plazo de cinco días, el tronco queda completamente erecto y las ramas decaídas.
(El herbolario señala que los khozl-araq mueren luego de un mes sin música, pero es un experimento que no estoy dispuesta a comprobar con mi Joqui).
Como mecanismo de defensa, el khozl-araq deja caer sus hojas una a una hasta quedar calvo cuando se le expone a una melodía desafinada o directamente a una pieza de música desastrosa.
Observación final: No responde a la voz humana salvo en escasas excepciones que le impresionen. Shaula lo habría hecho reaccionar, sin duda.
A pesar de todos sus estudios, o quizá debido a ellos, Lyra tenía muy poca privacidad. Los Sagitar siempre estaban encima de ella, las vendidas le interrumpían incluso en su hora del baño no permitiendo que hiciese por su cuenta prácticamente nada. Además, tenía siempre un número prudente de guardias para su supuesta seguridad.
No podía pasar una mano entre su cabello sin que alguna de las vendidas saltara a peinarle.
No podía bostezar sin que los lords fuesen alertados y le preguntaran si necesitaba una almohada mejor.
No es que le molestara la atención, es que sabía que estaba siendo vigilada de forma invasiva. Incluso cuando leía o boceteaba las plantas que buscaría luego en los jardines, tenía a las vendidas observando «por si las necesitaba».
Solo en las noches la habitación era despejada, pero ella sabía que debían haber guardias cerca. Jamás lo comprobó para no dar la alarma a la familia de que pretendía escabullirse de algún modo, pero Ausrel le había dejado caer el dato «para tranquilizarla».
No entendía cómo había entrado aquel intruso hacía tan solo unas noches. Y vestido de blanco, el peor color para camuflarse en la oscuridad. Y con ropa costosa y elegante, nada práctico para escalar una ventana, si fuera el caso.
Cada vez a Lyra le invadía más la idea de que aquella conversación pudo haber sido un sueño. Y le inquietaba más pensar que no lo fue, que, por el contrario, fue la familia quien permitió a aquel intruso entrar a su cuarto.
Eso solo le dejaba más preguntas.
¿Por qué la familia permitiría que él la visitara sabiendo que podría matarla?
Luego una incongruencia más: ¿por qué él parecía tan inquieto con la idea de que ella gritara si ya sabía su familia que él estaría ahí?
¿Tal vez no pensaron que quisiera hacerle daño?
Había una solución todavía más simple y es que el tal Draco hubiese conseguido entrar sobornando a los guardias.
Preguntas y más preguntas.
Lyra últimamente tenía muchísimo tiempo para hacerse preguntas que nadie parecía querer responder.
Un gran problema del asunto de la privacidad es que tenía que ser muy cuidadosa al esconder las plantas que llevaba consigo de sus excursiones al jardín, en especial luego de que lady Indus se enterara al instante de Joqui.
Desde entonces era muy cuidadosa, llevando las plantas que necesitaba ocultas en ramos de flores silvestres.
Esperó hasta tener todos los ingredientes necesarios y de noche los sacó para mezclarlos con la luz de la luna llena como testigo a través de la ventana. Hojas que dejó secar y pulverizó luego, un aceite del que apenas pudo recolectar unas gotas por tallo, y la raspadura de una planta desinflamatoria. Mezcló todo y guardó el ungüento bajo su cama.
Pensó en arrojar la evidencia por la ventana, pero sabía que sería demasiado incriminatorio si alguien lo descubría a esa altura del suelo, así que guardó todo y trabajó en un segundo preparado, ahora una mascarilla cosmética que usaría en presencia de sus vendidas teniendo una excusa para desechar todas las sobras juntas.
La mañana siguiente, comió delante de sus vendidas dejando las hogazas de pan de lado. Luego le pidió a una que fuera por otra bebida, y a la otra le encargó devolver los libros que ya Lyra había leído.
Eso le dio unos maravillosos momentos de soledad a la princesa cisne, instante que aprovechó para untar la mezcla de bajo su cama en las hogazas de pan y comérselas todas.
Si había hecho todo bien, y Lyra creía que sí, el remedio haría efecto en apenas un par de noches, aunque tendría que tomarlo regularmente por al menos un mes para evitar la recaída.
Lo que ella no esperaba, ya que nadie le comunicaba nada, es que no tenía un par de noches. Esa misma tarde empezaron a prepararla para el baile de los Sagitar.
—¿No está nerviosa, mi lady? —preguntó una de las vendidas mientras estregaba sus brazos con una esponja enjabonada.
Otra, en simultáneo, limpiaba sus uñas. Esa alzó la mirada, curiosa, pero más retraída que la primera.
—Es que se ve tan serena... —siguió la que la enjabonaba, sumergiendo la esponja en la tina para luego exprimirla sobre su piel y enjuagar—. Yo estaría temblando.
Puede que la piel de Lyra no se erizara, o que sus ojos tuvieran el frío del hielo al mirar distantes en ninguna dirección en específico. Puede que su corazón siguiera muerto tras ese muro de escarcha, incapaz de emitir pulsaciones que la delataran. Puede que sus venas no emitieran calor, que sus poros no sudaran; pero Lyra, en el fondo, dentro de la coraza helada de su mente, sentía una preocupación que la hería. Simplemente no lo exteriorizaba.
—Estoy bien —dijo ella con una sonrisa leve y conciliadora.
—Va a bailar con lord Ausrel —continuó la primera vendida con una sonrisa, aunque reprimida, cargada de ensoñación—. Muchas estaríamos nerviosas, aunque es lógico que solo esté emocionada.
Lyra nunca hablaba con las vendidas. No porque las sintiera indignas de algún modo, ella misma estaba destinada a una tarea semejante, se preparó para ello la mayor parte de su vida, pero no confiaba en nadie que trabajara para los Sagitar. Estarían destinadas a informar de cada inspiración de la princesa, sin duda.
Sin embargo, no creía que hubiese peligro alguno en que lady Sagitar se enterara de que Lyra había estado preguntando por su hijo. Después de todo, parecía que el objetivo de todos era que ella se interesara en él, así que dijo:
—La verdad sí estoy nerviosa —dijo Lyra, aunque muy tranquila, acomodándose en la tina para que la primera vendida pasara a lavar su cabello con el champú de margaritas de los Sagitar—. No sé qué esperar de un baile como este, estoy acostumbrada a los del castillo en la capital. ¿Cómo...? —Suspiró—. ¿Cómo suele ser él en estos bailes? ¿Qué suelen hacer las jóvenes para ser de su agrado?
Las vendidas intercambiaron unas miradas entre sí.
—Lord Ausrel es un hombre muy cordial. Siempre asiste a sus bailes, siempre cumple con el deber para con su familia. A veces baila con algunas jovencitas y asiste a cenas a las que le invitan sus familias, pero siempre para promover las tradiciones y mantener en el interés en los eventos de sociedad. Nunca se le ha visto...
—¿Sí...? —dijo Lyra, instandola a continuar.
—No había llevado a nadie como su pareja personal a ningún baile.
—¿No debería buscar esposa por la estabilidad de su herencia? —preguntó Lyra ya intuyendo la respuesta.
—Supongo que no había encontrado la indicada, mi lady.
Lyra sonrió y añadió:
—Ahora si estoy nerviosa.
La primera vendida soltó una risita cómplice, la otra solo sonrió sonrojada, ambas complacidas por la reacción de Lyra aunque esta no había sido del todo genuina.
No estaba nerviosa por ser la acompañante de Ausrel, estaba muy preocupada por lo que eso significara.
—No —dijo Lyra de súbito sobresaltando a la segunda vendida que intentaba quitarle su alianza de matrimonio.
—Princesa —dijo la segunda vendida, apenada—, no es necesario que lo lleve esta noche. No combinará con sus joyas.
Lyra suspiró y se relajó, hundiéndose más en el agua mientras los dedos de la otra vendida masajeaban su cuero cabelludo con la espuma del champú.
No era necesario que fuera tan tangente con el tema de la alianza. No era provechoso llevar la atención hacia ese inofensivo accesorio.
—Mientras no sea necesario que me la quite, preferiría conservarla —terminó Lyra.
Por suerte, ninguna vendida discutió más ese tema.
Al salir del baño, una de las vendidas se dedicó a pintar sus uñas y escoger sus joyas mientras la otra la peinaba con el estilo hídrico. Cuatro complicadas trenzas en la parte de arriba de su cabello, sujetas con una peineta de forma que quedaran como una coronilla a la vez que colgaban de atrás junto a su cabello suelto y ondulado al calor.
Querían hacerla la atracción principal del evento, lo que implicaba meterla en un vestido blanco de alta costura hecho a medida y atiborrado de pedrería azul. Sin embargo, cuando intentaron cerrarlo no parecía encajar como se había previsto al tomarle las medidas.
—Algo no está bien... —dijo una de las vendidas.
—Debieron equivocarse —dijo la otra.
—Leyva nunca se ha equivocado antes.
—Esta debe ser la excepción, tal vez tenía mucha presión... Hay que avisarle.
Mientras ellas seguían discutiendo e intentaban ajustar con más fuerza el vestido, Lyra presentó problemas para respirar y un fuerte dolor en el pecho que acabó nublando su tranquilidad.
Desesperada, apartó las manos de las vendidas de encima del vestido. Corrió, levantando la falda y sosteniendo el escote hasta llegar al otro extremo de la habitación, dándoles la espalda al sentarse en el borde lateral de la cama.
Las vendidas la persiguieron, por supuesto, y quedaron estupefactas, mirándose la una a la otra sin mediar palabra, cuando Lyra se arrancó la parte de arriba del vestido y la descubrieron húmeda.
Ambas permanecieron en inactividad un momento mientras Lyra arrancaba la funda de la almohada y la colocaba contra sus senos. Luego empezó a apretar, medianamente aliviando la presión a la vez que humedecía la tela muy rápidamente.
Al comprender la situación, ambas vendidas accionaron. Buscaron un recipiente y ayudaron a Lyra en aquella deshumanizante situación que le arrancó lágrimas silenciosas.
Ellas le dirían a los lords del castillo, y nadie concluiría lo que Sargas le había hecho, que la obligó a tomar un brebaje que inducía la lactancia para que pudiera alimentar aquellos siete niños que no eran suyo.
Todos pensarían que había perdido su virtud. Que le había dado un hijo bastardo al rey o su hermano. O peor, creerían que había abortado. Era una buena explicación de por qué decidieron ejecutarla.
Una mujer sin virtud, incluso noble, era un objeto usado. No valía nada.
Lyra no estaba segura de por qué lloraba. Debía ser un alivio pensar que ya a nadie se le ocurriría tomarla como una posibilidad en cuanto al matrimonio. Pero no estaba aliviada. Se sentía humillada con las vendidas tocándola, mirándola con esa mezcla de lástima y acusación. Se sentía frustrada porque estuvo a muy poco de lograr evitarlo, si tan solo el baile se hubiese hecho unas noches después, cuando el antídoto hubiese hecho efecto. Se sentía también asustada por lo que pudiera hacerle la familia Sagitar al descubrir su situación. Y, sobre todo, se sentía agotada, inservible, dañada.
Alguien secó sus lágrimas con delicadeza. Lyra sonrió, creyendo que se trataba de una de las vendidas, para quedar horrorizada al alzar la vista.
Era lady Sagitar.
Al parecer las vendidas habían sido mucho más rápidas de lo previsto. Una de ellas había corrido a alertar a lady Indus sin que Lyra lo advirtiera.
—Déjennos —dijo lady Sagitar a las vendidas.
Lyra se apresuró a limpiarse las lágrimas, pero lady Sagitar detuvo sus manos en el acto.
—Mi niña —le dijo con voz conciliadora y ojos sagaces—. No llores más.
—Lo siento, yo...
—Lo que sea que te pasó —dijo la mujer con una firmeza que parecía querer penetrar en la mente de Lyra—, no fue tu elección. Y mientras no lo haya sido, tu valor sigue intacto.
Lyra inspiró hondo. No tenía ni idea de cómo responder a eso.
—Ten —le dijo la mujer entregándole un perfume.
Tenía forma de hexágono y la apariencia de estar hecho de muchos diamantes. El líquido interior parecía agua y no tenía un rociador sino una tapa enroscable que, al quitarla, traía consigo una especie de cuentagotas impregnado de aquella fragancia.
—Dime, qué te proyecta ese olor —pidió la mujer.
—Pues... —Lyra volvió a llevarse el artefacto cerca de la nariz para olerlo—. Es agradable. Puro. Sutil. Se siente... Natural, no demasiado procesado. Una fragancia que no dudarías de que pueda ser producida por una piel delicada.
La mujer sonrió por aquella descripción.
—Se llama «doncella» —dijo lady Indus—. Es muy costoso y solo lo llevan las jovencitas más cotizadas de la sociedad. Lógicamente, vírgenes. Quiero que lo conserves. Y que lo lleves esta noche.
—Pero...
—No importa lo que seas, sino lo que aparentes ser. Mantendremos este incidente en secreto, incluso de mi hijo, ¿de acuerdo? Los hombres no suelen darse cuenta de estas cosas a menos que les llegues con un bastardo en brazos —bromeó la mujer, lo que confirmaba a Lyra que ella sabía de las conversaciones que la princesa cisne había tenido con su hijo—. No importa lo que hayas hecho ni con quiénes, sino la oportunidad que tienes ahora de dejar todo eso atrás. Usa el perfume esta noche y sonríe. Es tu mejor opción.
«La única».
—Muchas gracias, lady Sagitar.
—Termina de alistarte. Conseguiremos una manera de solucionar definitivamente el problema con tu pecho. No te preocupes más, ¿de acuerdo?
Lady Sagitar no había tenido intención de escuchar la versión de Lyra y asumió inmediatamente sus propias conclusiones. Y sin embargo, no la condenó, aunque pudo haber supuesto lo peor.
Eso podía significar que sintió empatía por la situación de Lyra y que realmente quería ayudar, o que le era indiferente y que prefería que ese detalle no interfiriera en sus planes para con la princesa cisne. También podía ser una mezcla inusual de ambas.
Sin importar por qué, Lyra seguía intacta. Ahora le tocaba sobrevivir al maldito baile.
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Nota:
Les voy a confesar una cosa. Cuando me senté a planificar Vencida me di cuenta que con tantas subtramas iba a quedar muy largo, así que pensé en dejar la historia de Lyra muy en segundo plano, escribir solo los eventos que afectaran directamente al conflicto principal sin darle un verdadero protagonismo. Quería suprimir su historia, su arco y su progreso y solo dejar algunos capítulos porque supuse que les aburriría. Lyra es un personaje que pocas veces es tomado en cuenta. Pero cuando lo pensé bien, entendí que Lyra, independientemente de si les agrada o no, merece que su historia sea contada. Es una mujer diferente, pero eso no la hace menos. Estoy muy feliz de haber tomado esa decisión porque mi bebé me enorgullece, siento muy vivamente sus capítulos.
Es una guerrera, aunque no sepa usar armas 🤍
Espero que me cuenten qué les pareció este capítulo y si quieren más 😍
¿Qué creen que traman los Sagitar?
¿Qué opinan de la fauna y la diversidad de los ecosistemas de Áragog?
¿Qué piensan de la aparición de Draco y cuáles son sus teorías al respecto?
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