Capítulo 9

—¿Vienes a revisión? —preguntó Maggy. Asentí—. Entonces vamos por acá.

La seguí cuando comenzó a caminar hacia un pasillo. Estaba algo nervioso, siempre tenía miedo de los que los resultados de los exámenes pudieran arrojar, así que por un instante me olvidé de que no iba solo. Cuando recordé que Sam me acompañaba, giré sobre mis talones y le pregunté si quería esperar o acompañarme.

—Aquí te espero —respondió con una pequeña sonrisa. Solo asentí al escucharla. Mi cabeza no estaba del todo enfocada en ella, sino en lo que venía; me di la vuelta y empecé a caminar.

Una vez que llegamos a un pequeño cuarto, me tomaron tomografías, radiografías y me hicieron un eco cardiograma para verificar que mi corazón no tuviera ninguna anomalía. Fue bastante rápido, pero lo sentí eterno.

—Muy bien, ahora solo queda esperar por los resultados, pero ya sabes que te llamaremos cuando estén listos. Esta vez puede que tarden un poco más, tal vez tres semanas o hasta un mes, pero de todas maneras yo te llamo, ¿está bien? —Asentí para indicar que entendía—. Entonces cuéntame, ¿cómo te trata la vida, niño?

Bufé.

—Estoy vivo, no me puedo quejar. —Maggy rio y asintió.

—Sabia respuesta —señaló observándome divertida. Su expresión juguetona fue desapareciendo, dejando a su paso una más seria—. Dean, tú sabes que te aprecio mucho, ¿no?

Dudé por un segundo. ¿A dónde quería llegar?

—Claro, Maggy. Igual que yo a usted —indiqué. Ella sonrió un poco.

—No quiero que te molestes conmigo..., pero ten cuidado.

¿Eh? Asentí algo dubitativo. No entendía bien lo que quería decir.

—¿Con qué exactamente debo tener cuidado? —cuestioné desconcertado.

Abrió la boca, pero entonces la cerró sin decir nada. Repitió esta acción unas tres veces antes de sacudir la cabeza y suspirar. Si había algo que caracterizaba a Maggy, era lo directa que podía ser. Decía las cosas sin tapujos, sin rodeos, y el que no pudiera soltarlo de una buena vez me ponía de los nervios.

—Debes recordar que el cáncer sigue en ti, Dean; las células malignas siguen en tu organismo. Tal vez no hayan crecido en los últimos años, pero eso no quiere decir que no lo harán algún día. No me mires así, hijo —pidió dolida cuando mis ojos se abrieron con horror—. Solo no quiero que... Que la gente a tu alrededor sufra. —Miró hacia la puerta y en ese instante supe que se refería a Sam.

Sonreí un poco decaído de ánimos.

—Te diste cuenta, ¿no es así? —Ella me miró de nuevo y mostró sus brillantes dientes en una sonrisa sincera.

—Ah, niño —suspiró—. Recuerdo cuando te miraba acostado en la cama del hospital y pensaba: «Este niño probablemente nunca llegue a vivir como lo merece y a pesar de todo nunca lo he visto sin su sonrisa». Pero fuiste más fuerte de lo que pensábamos y aquí estas, cinco años después, vivito y coleando, sonriente como siempre, demostrándonos a todos lo equivocados que nos encontrábamos y enseñándole a la gente que se puede ser feliz aun a pesar de las adversidades.

»Te admiro, Dean, de verdad. Y sé que esa chica es afortunada por tener a alguien como tú a su lado. Como amigo o como novio, no importa. Contar con alguien como tú en su vida debe de ser lo mejor que le haya pasado —expresó haciéndome sonreír—. Pero... ¿ya le contaste? —inquirió con una ceja enarcada.

—Sí —contesté—. Ya lo sabe y de verdad, lo único que espero es poder estar con ella como quiero. —Mi sonrisa se borró poco a poco—. Que lo que pasó no sea un impedimento para un nosotros, para un futuro. —Maggy chasqueó la lengua al escucharme.

—Si es una chica inteligente, no le importará.

—Eso esperemos. —Suspiré con pesadumbre y entonces sacudí la cabeza poniéndome de pie—. Ahora creo que es hora de volver a casa.

Me acerqué para abrazarla y ella besó mi mejilla.

—Cuídate mucho, Dean —pidió una vez que me soltó—. Y no lo olvides, no debes de confiarte.

Asentí e hice una mueca. No debía recordarme que el tiempo corría en mi contra, yo era más que consciente de ello.

—Créeme, Maggy, no es fácil olvidarlo. —Le di una sonrisa tensa y entonces salí de la habitación.

Caminé con paso lento pensando en todo lo que aquella mujer me había dicho. Un momento me hacía sentir mal, al siguiente muy bien y dos segundos después me volvía a hacer sentir como basura.

Pasé mi mano por mi cabello al llegar a la sala de espera, pero no encontré a Sam, por lo que tomé asiento. Era probable que hubiera ido al baño o a la máquina expendedora por algo de comer. Maggy había tomado un poco más del tiempo necesario platicando conmigo y ahora mismo yo también moría de hambre.

Recargué mi cabeza sobre mis manos mientras seguía pensando en las palabras de la enfermera. Ella tenía toda la razón. No debía confiarme, pero eso no significaba que debía vivir mi vida con miedo, sin disfrutarla.

Lo que yo quería era vivir una vida normal sin hacerme un mártir. Quería que la gente me conociera por ser Dean, un chico amistoso y una gran persona, no por ser el chico del cáncer, como muchos se referían al hablar de mí.

—¿Dean, qué pasó? —Mis pensamientos se vieron interrumpidos por una dulce voz. Elevé mi cabeza para encontrar a Sam observándome preocupada. Era tan bonita.

Sonreí sintiendo un enorme peso sobre mis hombros y sacudí la cabeza soltando una risa. No quería preocuparla.

—Nada, solo estoy cansado. ¿Nos vamos ya? —pregunté. Pude ver la duda en su mirada antes de que contestara.

—Claro.

Salimos del hospital sin mediar palabra alguna y nos subimos al auto. Todavía no quería llevarla a su hogar, deseaba quedarme con ella unos minutos más, pero de todas maneras fue a su casa justo a donde me dirigí. Traté de hacer conversación con ella sobre cualquier cosa en el transcurso de vuelta. La escuela, sus padres, Logan..., pero siempre me respondía sin ánimos de charlar, por lo que después de algunos minutos dejé de hacer mi intento.

Sam podía ser intimidante cuando quería.

***

A un par de manzanas de su casa volví a hablar.

—Muero de hambre —me quejé. La miré por el rabillo del ojo y la encontré estudiando el paisaje por la ventana.

—Yo también tengo un poco de hambre —admitió. Eso me hizo sonreír un poco al darme una idea.

—¿Qué te parece si te invito a comer entonces? —Giró su rostro con rapidez y me mostró una mirada horrorizada, como si le hubiera propuesto incendiar la ciudad en lugar de ir a tomar un almuerzo.

—No creo que sea una buena idea que estemos juntos —murmuró. Hice una mueca por sus palabras clavándose en mí.

—¿Tan malo es para ti?

—No. ¿Qué? No, lo siento, no quería que sonara así, solo... —Suspiró—. Solo no quiero lastimarte y al parecer soy muy buena haciendo eso.

Omito decirle que tiene razón, que es buena haciéndome sentir mal, inseguro, nervioso cuando la tengo alrededor.

—No te preocupes, solo iremos por una... —La miré de reojo—. ¿Hamburguesa te parece bien? —Ella asintió—. Y tal vez te pueda ayudar con química si sigues teniendo dudas, soy bueno en ello.

Sus mejillas se tornaron un poco rojas y supe que estaba rememorando aquel beso en mi casa, al igual que yo. Una pequeña sonrisa se pintó en sus labios.

—Bueno, está bien entonces —aceptó mientras metía un mechón de su largo cabello negro tras su oreja. Sonreí al tiempo que giraba en una esquina para llegar al Carls Jr. más cercano. Algún tiempo después, cuando llegamos al lugar que buscaba, encontré un espacio de estacionamiento vacío junto a la puerta y aparqué.

Una vez dentro del local, me atreví a tomar su mano y guiarla hasta donde se hacían los pedidos. Ella no se apartó de mí, sino que entrelazó sus dedos con los míos y el corazón empezó a latirme con más fuerza. Ordenamos, llenamos los vasos con nuestras bebidas y fuimos a tomar asiento en una mesa junto a la ventana, frente a un televisor en el cual se reproducían videos musicales.

Nos sentamos uno al lado del otro y nos contemplamos con una ligera sonrisa en el rostro. Ella lucía un poco preocupada, pero feliz, y yo tenía la esperanza de que esa felicidad fuera por estar a mi lado. Recargué mi codo en la mesa y la barbilla sobre mi mano.

—¿Cómo estás? —pregunté. Ella rio y mi estómago se encogió al escucharla. Me encantaba ese sonido.

—Yo estoy muy bien, gracias. ¿Tú cómo te encuentras? —Se notaba que ninguno de los dos sabía hacer conversación. Me encogí de hombros.

—Estoy vivo, no me puedo quejar. —Fue lo mismo que le dije a Maggy, pero la reacción de ambas mujeres fue muy diferente. Mientras que Maggy había sonreído y asentido, Sam se encontró frunciendo el ceño en un gesto de concentración.

—Supongo que tienes razón.

—Siempre la tengo —me regodeé. Sam resopló divertida y sacudió la cabeza. Suponía que el convivir a diario con Derek me estaba afectando—. Tienes una sonrisa hermosa —solté sin pensar. Ella bajó la mirada tímida.

—Gracias.

—No, de verdad. Te ves hermosa cuando sonríes.

Sam me miró por debajo de sus pestañas y luego lanzó el cabello sobre su hombro con un brillo diferente en la mirada.

—Dime algo que no sepa —respondió siguiendo mi juego de antes. Solté una carcajada sin poder contenerme. Acepté el reto que me acababa de lanzar y busqué en mi mente por algún dato que no mucha gente supiera.

—Apuesto a que no sabías que la palabra «reconocer» se lee igual al revés.

Sam parpadeó un par de veces antes de que su mirada destellara con conocimiento y me observara divertida.

Touché. —Una canción comenzó a sonar por los altavoces y los ojos de Sam se iluminaron—. ¡Amo esa canción! —exclamó—. De hecho amo a ese grupo. One Republic tiene canciones muy buenas. —Empezó a tararear la melodía y yo cerré los ojos prestando atención a la letra. Mis pies se comenzaron a balancear con el ritmo.

Espero que cuando te enamores
Y te duela mucho
Lo único que pienses
Es que lo diste todo de ti
Y espero que no sufras
Pero tomes el dolor
Espero que el momento llegue
Para que tú digas
Lo hice todo

La canción siguió sonando, pero yo solo podía concentrarme en la parte que acababa de escuchar. Hacer todo para poder afirmar que viví de lleno.

—¿Cómo se llama la canción? —le pregunté a una muy cantarina Sam.

I lived —contestó justo antes de seguir cantando. Le agradecí y seguí escuchando.

Acababa de conseguir una nueva canción favorita.

***

—Entonces nos vemos mañana en la escuela —murmuré una vez que estacioné frente a su casa.

—Está bien.

No hizo ningún movimiento por salir del auto, por lo que sonreí. No la culpaba si no quería que el día acabara, la verdad era que yo tampoco quería despegarme de ella.

Nos quedamos en silencio por algunos segundos. Era... raro. No decíamos nada, pero tampoco parecía necesitarse hablar.

Cuando la vi estirar el brazo para abrir la puerta, recordé algo.

—Oye, mañana mi hermana quiere hacerme una comida por mi cumpleaños y... Bueno, sobra decir que me gustaría que fueras. Va a ser algo pequeño y me gustaría tenerte ahí. —Sam se giró un poco al escucharme y sonrió.

—Me encantaría ir.

—Genial —exclamé entusiasmado—. Entonces mañana te veo.

—Claro. —Se acercó, besó mi mejilla y luego salió del auto, aunque segundos después se asomó por la ventana abierta—. Hoy me la pase increíble, Dean. Muchas gracias.

—No hay por qué —respondí. Encendí el auto, pero Sam seguía viéndome. Imaginé que quería decirme algo, sin embargo no se atrevía—. Cuídate.

—Tú también —pidió. Yo asentí—. ¿Y, Dean?

—¿Sí?

Tomó un gran aliento y lo dejó escapar poco a poco.

—Te quiero —confesó—. Mucho.

Por un momento creí que estaba escuchando mal, que mi cerebro me estaba jugando una mala pasada. ¿De verdad había dicho eso? Cuando me di cuenta de que no eran solo fantasías mías, abrí los ojos sorprendido.

Tenía ganas de exclamar «¡Aleluya!», pero ningún sonido salía de mi boca. Nada. Ninguna. Sola. Palabra.

¿De qué servía tener in vocabulario tan extenso si me iba a quedar sin habla en esos momentos? Sam notó mi reacción y rio antes de entrar a su casa y cerrar la puerta dejándome ahí solo y aturdido.

La sorpresa inicial fue disminuyendo, dejando a su paso un sentimiento diferente. Algo así entre alegría y plenitud, y lo único que podía pensar en ese instante, era que Sam me quería. Reí todavía sin poder creerlo del todo.

Ese era sin duda el mejor día de mi vida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top