Capítulo 22
—Sam... para —pedí jadeante mientras ella seguía besando mi cuello. Estaba empezando a perder el control y no necesitábamos eso teniendo en cuenta que Jan me había dado una advertencia y, conociéndola, estaría pegada a la pared tratando de averiguar lo que estábamos haciendo.
Sí, mi hermana podía ser escalofriante a veces.
Sam pareció no escucharme y continuó provocándome con sus labios deslizándose por mi cuello hasta llegar a un punto cerca de mi oreja que me hizo estremecer. Antes de perder la poca cordura que me quedaba, la tomé por los hombros y la alejé un poco de mi cuerpo.
—¿Qué pasa? —cuestionó aturdida. Miré en las profundidades de sus ojos oscuros y pude ver algo que me hizo tragar saliva arduamente: deseo.
Sam me deseaba... y yo a ella también, pero...
—Creo que debemos parar —dije con rapidez antes de arrepentirme. Pensé en ponerme de pie para establecer un poco de distancia entre nosotros pero luego me di cuenta que eso me pondría en evidencia y decidí que quedarme sentado era lo más sensato.
Un tenso silencio se instaló entre nosotros y sentí calor subir a mi rostro cuando me di cuenta de que lucía como una chica tratando de conservar su virginidad. ¿De verdad le estaba diciendo que no a una chica? Y no solo era una chica. Era Sam; mi novia. Mi hermosa y dulce novia que quería tener... intimidad.
—¿Te estás sonrojando? —cuestionó divertida al tiempo que elevaba su mano para acunar mi mejilla—. Siento como si estuviera abusando de ti o algo parecido. —La vergüenza que sentí en ese punto se hizo más fuerte, pero, de alguna manera, logré controlar mi humillación y mirarla a los ojos.
—No es eso, solo... creo que deberíamos esperar. —Quise golpearme cuando ella me miró con sorpresa... y algo parecido al dolor. Hice una mueca—. No es que no quiera, Sam, es que yo... Ya sabes, te respeto y respeto tus valores; respeto lo que crees y lo que eres. Esa es una de las razones por las que me gustas tanto, por las cuales te amo. Porque no eres como muchas chicas de ahora que... Eh, sabes de lo que hablo. El punto es... —Hice una pausa cuando me di cuenta de que estaba desviándome del tema principal y tomé una profunda respiración.
»No quiero que pienses que te estoy presionando y hagas algo de lo que puedas arrepentirte luego. No quiero que al día siguiente te odies... me odies. Yo puedo esperarte todo el tiempo que sea necesario. Lo que quiero decir... —Pasé una mano por mi rostro en señal de frustración—. No es necesario que hagas esto, no por mí. ¿Sí se entiende lo que trato de decirte o solo estoy quedando como un completo tonto aquí?
Ella rio y se acercó a besarme.
—Entiendo lo que dices niño, pero no lo hago porque siento que te debo algo. —Tomó mi rostro entre sus manos y besó mi nariz—. Lo hago porque de verdad quiero hacerlo. —Ahora fue su turno de sonrojarse y apartar la mirada—. Y porque te amo más que nada en el mundo.
Le di una sonrisa ladeada.
—También te amo.
—Y porque... —continuó como si yo no hubiera dicho nada—, eres la mejor persona a la que podría entregarle esto. Nunca lograría encontrar a alguien mejor para esto que tú. Eres... Tú eres el indicado, Dean.
Se escuchaba tan convencida en aquel instante de lo que decía que yo me quedé mudo.
—Yo... Eh...
—¿Te dejé sin palabras? —preguntó divertida y con ojos sonrientes. Yo solo pude asentir tratando de asimilar lo dicho antes—. Pero si eres tú el que desea esperar, entonces yo...
Mi boca interrumpió cualquier cosa que hubiera querido decir y ella sonrió contra mis labios.
—Te amo, ¿lo sabes no? —confesé cuando me separé jadeante—.Te amo por ser la primera chica que me hace sentir esto. —Tomé una de sus manos y la puse sobre mi corazón acelerado—. ¿Sientes eso? —Ella asintió—. Es por ti. Siempre que me besas, me tocas o incluso solo con mirarme, mi corazón empieza a latir desbocado como si pudiera detenerse en el momento que dejes de hacerlo.
Acaricié su mejilla y ella volvió a retomar el beso. Tras unos minutos, tuvimos que separarnos para tomar aire y para... Bueno, para quitarnos unas prendas, quedando solo en ropa interior; y, aunque al principio me sentía inseguro por mi pierna, Sam no me vio mal, con dolor o con lástima. Su mirada solo me demostraba lo mucho que me quería en ese momento. La abracé contra mí y seguimos besándonos hasta que supimos que iba a pasar.
Esa noche iba a hacer el amor con Sam.
Mis manos empezaron a viajar por su cintura, sus costillas y su espalda, mientras que las de ella acariciaban mis brazos, hombros, cuello y espalda. Estaba muy nervioso.
Mis manos temblaban al acariciarla, mientras que las suyas se movían con lentos movimientos seguros y fluidos. No quería echar a perder esta ocasión, pero ahora no quería parar tampoco. Me recosté sobre ella sin dejar de besarla soportando mi peso con mis antebrazos a ambos lados de sus hombros.
Pegué su frente con la mía y sonreí un poco. Mi mano se movió para quitar un mechón de cabello de su rostro y no pude más que admirarla un poco. Lucía tan hermosa ahí tendida, su largo cabello negro desparramado sobre la almohada y sus labios rojos por nuestros besos.
Respiré profundamente y luego exhalé.
—¿Tienes protección? —pregunté incómodo. Era necesario asegurarme ya que yo no tenía nada; no había planeado que esto ocurriera además de que yo nunca los había necesitado antes.
Sam abrió los ojos un poco y luego sus cejas bajaron en una mueca triste.
—No, lo siento, yo... Se me olvidó completamente.
Decepción y alivio recorrieron mi cuerpo al mismo tiempo, pero el sentimiento más grande fue decepción. Me tumbé a su lado y cubrí mi... ¿evidencia? con las sábanas. Eché mi brazo sobre mis ojos y suspiré.
Sentí el colchón hundirse un poco más cerca de mí y luego el brazo de Sam extenderse por sobre mi abdomen.
—Necesito una ducha fría —soltó y yo no pude evitar reír ante su tono frustrado.
—Yo debería haber dicho eso.
—Te gané, lo siento. —Sonreí y miré a Sam por debajo de mi brazo para encontrarla estudiando mi pecho con ternura.
Sus dedos empezaron a unir las cicatrices sin ella ser consciente de que yo analizaba sus movimientos como si pudiera encontrar en ellos las respuestas a tantas preguntas que corrían por mi mente.
Ella era hermosa, ¿entonces por qué se había enamorado de un chico que podía morir en cualquier momento? ¿Que tenía yo que no tuvieran los demás?
Decidí que no perdía nada con preguntárselo.
—El corazón no decide de quien enamorarse, solo sucede. Y sucedió que me enamore de ti. ¿Y sabes qué más? No me arrepiento. Dudo mucho que algún día lo haga.
Y en ese momento la amé más que nunca.
Sin mediar palabra alguna, la abracé contra mi pecho tratando de decirle lo que sentía; tratando de explicarle con ese gesto lo que no podía describir con palabras.
***
—Arriba par de tórtolos —gritó Derek al otro lado de la puerta mientras tocaba con insistencia haciendo mucho ruido. Gemí sin ganas de levantarme y estiré mi brazo para tratar de localizar a Sam y abrazarla contra mi pecho.
Tenía mucho frío y me agradaba la idea de tener su cuerpo tibio contra mí. Cuando palmeé el colchón sin encontrarla, abrí un ojo y la encontré sentada en el piso a mi lado, los brazos cruzados sobre la cama y su cara recargada en ellos. Estaba mirándome con una pequeña sonrisa. Llevaba puesta mi camiseta de la noche anterior.
—Buenos días, dormilón. —Sonreí y me desperecé. Miré alrededor de la habitación solo para darme cuenta de que la luz entraba a raudales por la ventana. Me incorporé y puse los pies sobre la alfombra.
—¿Qué hora es? —pregunté con la voz ronca por el sueño. Ella se puso de pie para luego sentarse en mi regazo, rodear mi cuello con sus brazos y besar mi mejilla.
—Casi las diez —me informó.
La miré asombrado. Yo nunca me despertaba tan tarde. Por alguna razón parecía que no podía dormir más allá de las 8:30 de la mañana, no importaba que fueran vacaciones o que fuera domingo.
—¿De verdad?
—Si. —Su sonrisa no se hizo esperar y surgió en sus labios, iluminando todo su rostro. Empecé a buscar mi ropa en el suelo de la habitación, ya que me encontraba solo en boxers y estaba muriendo de frío—. Estabas un poco cansado después de... haberte ido a dormir tan tarde.
La miré por el rabillo de mi ojo y ella desvió la mirada pareciendo un poco apenada. Sonreí.
Todavía no podía creer lo que casi había pasado entre nosotros. Aquí la palabra clave es «casi». Si ella no hubiera dicho nada respecto al tema, seguramente habría creído que fue un sueño o que se lo había inventado mi mente adolescente llena de hormonas alborotadas.
—Cierto —murmuré divertido. Ella me miró por debajo de sus pestañas y yo me encogí de hombros—. Lástima que fue por eso y no por otra cosa.
Los ojos de Sam se abrieron como platos y pensé que había dicho algo inapropiado, pero luego se echó a reír y alivió mis preocupaciones.
—No te preocupes, todavía tenemos un mes de oportunidades. —Palmeó mi hombro y se puso de pie para salir de la habitación. Abrió la puerta y luego me miró por encima de su hombro—. Te veo abajo.
—Hey —dije antes de que saliera. Se dio la vuelta y enarcó sus cejas—. No me has dado mi beso de buenos días.
Rodó los ojos y luego se acercó a mí tratando de reprimir una sonrisa. Me dio un piquito y empezó a alejarse, pero la tomé por el cuello para besar su nariz.
—Buenos días —murmuré. Mi mirada viajó hacia su cuello, al colgante que le había regalado la noche anterior y mis dedos se elevaron para acariciarlo. Ella bajó su mirada y sonrió al ver el dije.
—¿Ya te di las gracias por él? —preguntó refiriéndose a la cadena. Enarqué las cejas y asentí.
—Y vaya que me las diste.
Ella rio y se alejó de mí para salir por la puerta, el sonido de su risa acompañándome todo el tiempo que tardé en ir a vestirme a mi cuarto y bajar luciendo una tonta sonrisa en la cara. Sonrisa que se borró cuando vi a Jan observándome con los ojos entornados. Desvié la mirada como si no me hubiera percatado y me dirigí a la cafetera. Derek estaba ahí de pie pareciendo divertido.
—¿Durmieron bien? —preguntó con su característico tono burlón; sentí como mi rostro llameaba de la vergüenza. Si no sabía que es lo que estuvimos a punto de hacer anoche, mi reacción le dio todas las respuestas que necesitaba. Escuché que reía entre dientes cuando terminó de servir su café—. Lo imaginé. —Entonces se alejó, no sin antes darme unos golpecitos en la espalda.
Serví mi taza y me giré para enfrentar a Jan.
—¿Y Sam?
—Aquí estoy —escuché. Miré hacia el pasillo y ahí estaba ella de pie luciendo incómoda; sus pies cubiertos por calcetines morados de peluche. Reí en voz baja.
—Acompáñanos —pidió Jan sonriente. Sam me miró un poco dudosa y luego se acercó con pasos tímidos a la mesa. Yo también me acerqué y me senté a su lado.
—¿Quieres café? —ofrecí. Ella negó y me dio una sonrisa.
Extendí mi mano por debajo de la mesa y tomé la suya, dándole un pequeño apretón y luego nos dispusimos a desayunar lo que mi hermana había preparado.
***
Los días pasaron y llegó enero; Sam regresó a su casa cuando su mamá volvió a la ciudad. Seguíamos viéndonos todos los días y, aunque sentía que ella se enfadaría de que estuviera todo el tiempo pegado a ella, parecía encantarle que pasáramos todos nuestros ratos libres juntos.
Después de que Jan nos había dado una plática sobre el sexo seguro después del desayuno en navidad, Sam se avergonzaba cada vez que la miraba en casa. Jan solo reía y sacudía la cabeza divertida; así que por esa razón yo pasaba ahora más tiempo en su casa.
Estaba arreglándome para ir a visitarla cuando mi teléfono empezó a sonar. Me puse la camiseta negra que tenía en las manos y me dirigí al aparato. Sam me sonreía desde la foto en la pantalla.
—¿Sam, qué pasó?
—¿Ya vienes? —Reí.
—Ya casi, solo deja termino de vestirme y...
—Date prisa, te tengo una noticia. —Y colgó. Miré el móvil desconcertado durante un segundo y, con un encogimiento de hombros, lo arrojé sobre mi cama y seguí alistándome con una pregunta en mente.
¿Qué podía ser tan importante?
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