Capítulo 15

Canción: Wish you were here - Radiohead ft. Sparklehorse.
***

SAMANTHA

—Hola, mamá.

—Samantha, llegas un poco tarde. Tu padre llegará en un par de horas y la casa no está completamente limpia. Ayúdame, anda. —Ese fue el saludo con el que me recibió mi madre cuando crucé el umbral de la puerta justo después de que Dean se marchara.

Ese había sido uno de los mejores días que había tenido y nada podía arruinarlo, ni siquiera mi mamá tratando de hacerme limpiar. Con una sonrisa soñadora, tomé la escoba que me tendía y empecé a barrer.

«Chico, yo te adoro» tarareaba en mi cabeza. La tarde se repetía una y otra vez en mi mente. Dean y yo charlando mientras engullíamos unas enormes hamburguesas, haciendo caras graciosas para tomarnos fotos, riendo durante la película y arrojándonos palomitas, mi casi declaración de amor en el estacionamiento del cine...

Si no hubiera sido porque recobré el sentido común, a estas alturas Dean ya sabría lo grandes, profundos y abrumadores que se habían vuelto mis sentimientos por él. El solo volver a recordarlo hizo que suspirara.

—Niña, deja de soñar despierta y ponte a barrer —pidió mi mamá.

Ni siquiera me había dado cuenta que me había quedado como boba mirando por la ventana mientras rememoraba los sucesos de hoy. Me encaminé al estéreo y lo encendí, sintonizando mi estación favorita de radio.

Shower de Becky G inició y yo me puse a limpiar al ritmo de la canción. Escuché los reclamos de mi madre pidiendo que bajara el volumen pero los ignoré. Ella sabía que yo no podía hacer nada sin música, mucho menos limpiar.

iluminas mi interior
Como el cuatro de julio
Cada vez que estás cerca
Siempre me parece sonreír
Y la gente me pregunta cómo
Pues tú eres la razón por la que
Estoy bailando en el espejo
Y cantando en la ducha

Ahora entendía esas canciones románticas. Cada vez que sonaba una yo inmediatamente me identificaba con ella. Y adivinen quién acudía a mi mente y hacía que sonriera como foca retrasada.

Me tomó alrededor de una hora y media limpiar todo lo que restaba de la casa mientras mi mamá hacia brownies, los favoritos de papá. Quería darle una sorpresa y hacerlo sentir bienvenido después de este largo tiempo que había estado lejos. El aroma inundó toda la casa y mi estómago empezó a gruñir a pesar de que no había mucho tiempo desde mi última comida.

Cuando mamá arqueó una ceja y me miró sonriente supe que lo había escuchado.

—Entonces ¿cómo te fue con...? ¿Cómo se llama? Ah sí, Dan.

—Es Dean, mamá —la corregí irritada. Siempre cambiaba los nombres de todo mundo. Incluso a mí a veces me llamaba por el nombre de mi prima, Sarah.

—Oh, lo siento. ¿Cómo te fue con él?

—Muy bien —contesté mientras una sonrisa se iba extendiendo en mi rostro. No pude reprimirla a pesar de haberlo intentado.

Mi mamá me observó curiosa. Sabía que iba a decir algo que bajaría mi estado de ánimo y me preparé mentalmente.

—Tienes que tener cuidado con los chicos de ahora, hija. Ellos no tienen los mismos valores que tú y...

—Mamá, ya, entiendo. Tener cuidado con los chicos —la interrumpí rodando los ojos. Si conociera a Dean no tendría que advertirme nada de eso. Él no era así.

Casi sonreí ante este pensamiento, porque era verdad. Él no era como ningún otro chico que hubiera conocido antes. Él era... él. No había palabra para describirlo. Diferente, mejor... ¿perfecto? No, perfecto no. Y eso era lo que más me gustaba de él.

Me di la vuelta y me encaminé a mi habitación.

—¿A dónde vas, Samantha? Tu padre llegará en cualquier momento.

—Voy a ordenar mi habitación. No te preocupes, no planeo escaparme por la ventana y fugarme con mi novio. Háblame cuando llegué papá —solté con sarcasmo.

Sabía que estaba actuando de un modo exagerado, pero no podía evitarlo. Antes de que pudiera reprocharme mi actitud o decirme algo más, cerré la puerta, encendí mi iPod y me puse los audífonos.

Me tiré sobre el colchón y con Ellie Goulding sonando en mis oídos, me quedé profundamente dormida.

***

Abrí mis ojos de golpe.

No sabía qué era lo que me había hecho despertar, pero me incorporé de la cama cuando una escalofrió recorrió mi cuerpo. Miré por la ventana y me di cuenta de aún no oscurecía, por lo que no había dormido mucho tiempo.

Me quité los audífonos, los cuales no se habían caído durante mi siesta, y me puse de pie. Fue entonces cuando escuché el fuerte golpeteo que seguramente me había despertado.

—Sam... —Era mamá. Su voz se escuchaba atormentada, como si estuviera sufriendo demasiado, por lo que rápidamente corrí a la puerta y la abrí para encontrarla temblando de pies a cabeza y blanca como un papel.

Mil pensamientos corrieron por mi cabeza en ese momento.

—Mamá... ¿qué pasa? —pregunté temerosa al tiempo que la tomaba del brazo para que entrara en mi habitación y se sentara. Parecía que sus piernas iban a colapsar.

Ella no dejaba de temblar, así que acaricié su brazo, mis pensamientos cada vez más sombríos por la falta de respuesta. Ella respiraba con pesadez y las lágrimas caían sobre sus mejillas sin cesar.

—Mamá...

—Es tu padre, Sam —dijo con la voz rota. Un mal presentimiento me recorrió completa e hizo que se me asentara un nudo en el pecho.

—¿Qué pasó? —pregunté en poco más que un susurro, dudosa de si quería saber.

Tenía miedo de lo que iba a salir de su boca. No me encontraba segura que no sería algo que me cambiaría a mí, a mi vida..., a nuestra vida.

Me quedé viendo el rostro de mi madre y me fijé en el trabajo que le costaba encontrar la forma de decir lo que fuera que tenía en mente.

—El camión que conducía... se volcó en una curva sobre el risco —musitó y fue como recibir un baldazo de agua fría. Sacudí la cabeza incrédula—. Los pasajeros... no sobrevivieron.

Las lágrimas siguieron haciendo su camino por su rostro y yo continué sacudiendo la cabeza sin poder creerlo. No quería creerlo. No quería escuchar, no quería saber.

—No...

—Todos han muerto, Sam. Los doce, incluyendo a tu padre. —Un sollozo escapó de su boca y yo me puse rápidamente de pie.

—No, están equivocados —aseguré reacia a aceptar aquello—. Seguramente se han confundido y mi papá está vivo. Seguramente...

—Sam...

—¡No! —grité asustada. Podía sentir la humedad en mis mejillas y ni siquiera me había dado cuenta cuando empecé a llorar. Pasé mis manos por mi rostro en un intento de detener las gotas saladas—. Él está bien —dije con voz temblorosa. Mamá negó con su cabeza dándome una mirada cargada de pesar.

Mis piernas se debilitaron y me derrumbé sobre el piso de mi habitación sintiendo como el mundo se desplomaba bajo mis pies. Fuertes sollozos empezaron a surgir de lo más profundo de mi pecho. Eran sonidos lastimeros llenos de dolor y abatimiento.

Mi papá. El hombre que me dio la vida y me había visto crecer, mi mejor amigo... ya no estaba.

Nunca más volvería a abrazarlo, ni verlo reír. Nunca más me llamaría princesa ni me haría cosquillas ni besaría mi cabeza y me diría lo orgulloso que estaba de mí. Jamás me vería nuevamente con complicidad cuando mi mamá horneaba, invitándome a que tomara galletas y saliera corriendo a mi habitación. Ya no se reiría de mí cuando cantaba mientras ordenaba mi habitación.

Ya no tendría la oportunidad de agradecerle por todo lo que hizo por mí, nunca más lo vería de nuevo... Porque se había ido para siempre.

El saber esto solo hizo que un profundo dolor se clavara en mi ser, tan fuerte, tan intenso, que no estaba segura de poder sobrevivir.

—Sam... —escuché que mamá me llamaba sollozando.

Levanté mi rostro y tras el velo de lágrimas que empañaban mis ojos, la vi frente a mí, sufriendo tanto o más que yo. Ella había perdido también a su esposo. A su cómplice, a su mejor amigo, al amor de su vida... y ahora solo me tenía a mí.

Me tiré sobre su regazo y permití que ella me consolara mientras yo seguía llorando con fuerza sin ningún pudor, aun cuando ella también necesitaba ser consolada.

—¿Por qué él, mamá? —preguntaba—. Él no merecía morir.

Mis sollozos cada vez se volvían más fuertes y las lágrimas caían con más frecuencia, empapando el vestido de mi madre. Sentía que estaba temblando y no sabía si era yo o si era mamá.

—No lo sé, Sam —respondía ella contra mi cabello—. Estas cosas suceden.

Así era mamá. Cuando una tragedia ocurría nunca trataba de culpar a Dios y decir que ya estaba escrito, o que era el destino, o que esa persona se merecía lo que le había pasado, porque ambas sabíamos que las personas buenas también sufrían, que los accidentes pasaban, que son resultado de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Nos quedamos ahí las dos tiradas en el piso durante demasiado tiempo, horas, días tal vez, no estaba segura, reconfortándonos solamente con nuestra compañía, tratando de convencernos que las cosas podrían ir bien si seguíamos unidas.

Una vez que dejamos de llorar, mamá besó mi cabeza una última vez antes de ponerse de pie, luciendo diez años mayor que cuando llegué a casa hace unas cuantas horas.

—Tengo que salir, hija. Tengo que ir a arreglar algunas cosas —dijo mientras limpiaba sus mejillas llenas de maquillaje corrido—. ¿Crees que estarás bien aquí sola? Volveré rápidamente.

Quería decirle que no, que me llevara, que no quería separarme ni un segundo de ella. Preguntarle cómo podía creer que estaría bien sola con la noticia que me acababa de dar. Necesitaba sentirme segura en ese momento, y solo podría sentirme si estaba con...

«Dean.»

Su nombre apareció en mi mente de la nada y supe que lo necesitaba.

—Si —susurré—. Estaré bien.

Y dije la verdad. Mientras estuviera con él estaría bien.

***

No sé cómo llegué a su casa. No recuerdo haber cruzado el parque, ni la casa abandonada que estaba en una esquina. No recuerdo haber tomado mi móvil y haber salido de casa. No recuerdo haber dado vuelta en la esquina de su manzana y pararme frente a su puerta,

Solo sé que en cuanto escuché alejarse al coche de mi madre, el impulso de estar con Dean se hizo más grande y dejé que eso me guiara.

Ahora me encontraba en su camino de entrada, después de haberle mandado un par de mensajes, mirando hacia el cielo oscuro, preguntándome dónde estaría mi padre; si estaba ahí viéndome o si simplemente había dejado de existir.

—Sam —me llamó sacándome de mis pensamientos. Escuché su voz alegre y un extraño alivio invadió mi cuerpo haciéndome sentir que todo estaría bien ahora. Me giré y encontré su sonrisa, la cual desapareció una vez que vio mi rostro agobiado.

»¿Que ha pasado? —preguntó una vez que llegó a mi lado con rapidez. Sacudí la cabeza, insegura de que decirle. No quería preocuparlo, pero necesitaba que él me diera la seguridad que tanto necesitaba en ese momento—. ¿Viniste sola? ¿Estás herida? —quiso saber cuando no respondí de inmediato.

Volví a sacudir la cabeza, todavía sin poder encontrar la manera de decirle. Las palabras estaban atoradas en mi pecho junto con las lágrimas y un horrible dolor que me consumía.

—Es m-mi papá —dije, recordando cómo mi mamá me había dado la noticia unas horas atrás. Seguía sin poder creerlo del todo.

—¿Que le sucedió? —preguntó preocupado.

—Tuvo un accidente en el trayecto de regreso —dije y sentí a mis ojos llenarse de lágrimas de nuevo—. Él... murió, Dean. Murió junto con otras doce personas a bordo. —Un sollozo escapó de entre mis labios y rápidamente cubrí mi boca con una mano, avergonzada de no poder guardarme tan siquiera un poco mis emociones.

—Oh, Sam —murmuró apenado.

Entonces se acercó a mí y me abrazó contra su pecho. Ese fue el detonante para que mis compuertas de abrieran y dejaran salir todo el dolor que había escondido en mi trayecto hasta aquí. Me aferré a su camiseta cuando la tristeza se apodero nuevamente de mi cuerpo, necesitando un ancla al mundo real y no al mundo de dolor que me invadía en este momento.

Dean susurró palabras tranquilizadoras contra mi cabeza, diciéndome que ahí estaba él para mí, que nunca me dejaría, que todo estaría bien. Y quería creerle... Quería creer que él no se iría simplemente de un día para otro como lo había hecho mi padre; que no me abandonaría y me dejaría sola; que siempre se iba a quedar conmigo, yo entre sus brazos estando a salvo y protegida.

Porque eso era lo que me hacía sentir incluso en ese momento. Y tal vez no fuera solo una ilusión. Tal vez fuera verdad.

Tal vez, si me quedaba entre sus brazos las cosas irían mejor. Tal vez, solo tal vez... nada más podría lastimarme nuevamente.

Estaba dispuesta a pasar el resto de la eternidad así solo para comprobar mi teoría.

Después de unos minutos, cuando las lágrimas cesaron, Dean me separó un poco de su pecho y me sentí avergonzada el ver su camiseta empapada y llena de mocos. Seguramente me veía horrible.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó con voz dulce. Con un dedo elevó mi mentón para que lo viera.

—No lo sé —contesté con sinceridad mirando sus ojos verdes con motas de otros colores. Me sentía solo un poco menos... agobiada.

Dean murmuró algo y me tomó por los hombros.

—Vamos dentro, está refrescando y no quiero que te enfermes —musitó. Asentí en acuerdo y lo dejé que me guiara a su pequeño refugio, donde seguramente todo estaría mejor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top