Capítulo 12
—Despierten, par de tórtolos —gritó Derek a la vez que aplaudía demasiado fuerte, logrando así sobresaltarme. Me senté de golpe en la cama todavía algo adormilado y escuché el quejido proveniente de mi lado.
Giré mi cabeza y encontré a Sam sobando su cabeza por el golpe que se había dado con la pared. Miré de nuevo a Derek, el cual tenía una sonrisa pícara y froté mis ojos tratando de deshacerme de la pesadez en los párpados. Ya podía imaginar lo que estaba pensando al verme sin camiseta y a Sam recostada a mi lado con una pierna desnuda sobresaliendo por debajo de las sábanas.
—No pasó nada —me apresuré a decir. Derek solo rodó los ojos.
—Sí, como sea. Jan los está esperando abajo. Hizo tostadas francesas así que apresúrense o yo me comeré las de ambos. —Y después de decir esto, salió de la habitación, dejándonos en un raro silencio. Observé a Sam y ella me sonrió pareciendo tímida e insegura.
—Buenos días —dijo con voz adormilada mientras frotaba sus ojos.
—Buenos días, Sam. —Me acerque y deposité un beso en su mejilla. Ella me correspondió abrazándome y besando mi mandíbula.
Nos recostamos de nuevo y empecé a acariciar su espalda. No quería levantarme. No quería soltarla. Deseaba quedarme todo el día en mi habitación, si era posible con ella entre mis brazos.
—Tenemos que bajar —susurró contra mi pecho después de unos minutos transcurridos.
—Lo sé. —Hice una mueca porque era verdad. Sabía que teníamos que bajar, pero no quería, así que no bajamos por otro largo rato, solo nos quedamos ahí sintiéndonos cómodos en los brazos del otro.
Cuando Sam decidió que ya era tiempo de bajar, se alejó de mí y yo la solté mascullando mi desaprobación entre dientes. Nos pusimos de pie y empezamos a recoger nuestra ropa. Me puse mi camiseta y Sam se puso sus pantalones, ya que había dormido solamente con su blusa y ropa interior.
Viéndola ahí, con sus largas piernas desnudas, pensé que si yo hubiera sido otro chico, probablemente me habría aprovechado de la situación. La tentación era fuerte.
Cuando ambos estuvimos más o menos presentables, la tomé de la mano y bajamos las escaleras hacia el comedor, donde Derek y Jan se encontraban desayunando. Parecía como si fueran a privar a Derek de comida en un par de minutos, porque comía con una urgencia alarmante.
—Lo siento, les dije que se dieran prisa —musitó con la boca llena cuando nos vio, señalando el plato vacío frente a él. Supongo que era donde alguna vez estuvieron las tostadas. Me encogí de hombros y me giré hacia Sam.
—No importa. ¿Quieres que te preparé algo? —Levanté mi mano y acaricié su mejilla al retirarle un mechón de cabello del rostro. Una sonrisa se formó en sus labios.
—No, gracias. —Se cruzó de brazos y luego empezó a ver alrededor de la habitación. —Solo... —Bajó la voz a un susurro. —Me gustaría irme, no me siento muy cómoda.
—Oh, está bien. ¿Ya? —Ella asintió—. ¿Justo ahora?
—Sí, Dean —contestó riendo.
—Bueno, entonces deja voy por las llaves del auto.
—Te acompaño. —Me tomó de la mano y comenzamos a subir las escaleras de nuevo. Giré para ver a Jan y Derek, los cuales me sonreían como el gato que se comió al canario, y sacudí la cabeza. Eran unos malpensados.
Una vez en mi habitación, Sam tiró de mi brazo para que volteara a verla.
—¿Qué pas...? —No pude terminar mi pregunta. Sus manos se enredaron alrededor de mi cuello y tiraron de mí hasta que nuestros labios se encontraron.
Comenzó a besarme como si el mundo se fuera a acabar... y yo le correspondí con gusto. Sus dedos tiraron un poco de mi cabello y mis dedos se enterraron en su cintura. No sé cómo, pero fuimos a trompicones hacia la cama y nos tumbamos ahí.
Duramos algunos segundos así —¿o fueron minutos?—, pero cuando empezaba a sentir que la temperatura subía y la ropa estorbaba, Sam se separó de mí, dejándome aturdido y falto de aliento.
—¿Quieres matarme? —pregunté jadeante. Ella sonrió contra mis labios y presionó un casto beso antes de incorporarse. Tomé una almohada y la coloqué contra mi regazo para que no viera cuánto me había afectado.
Fue muy incómodo.
—Eso... —admití mientras una enorme sonrisa se extendía por mi rostro—, fue increíble.
Sam sonrió al escucharme y se sentó a mi lado de nuevo, recargando su sien contra mi hombro.
—Lo sé —dijo en voz baja. Nos quedamos unos segundos en silencio cuando suspiró con tristeza—. No quiero irme —confesó.
—Pues no te vayas. —Recostó su cabeza sobre la almohada en mi regazo y yo empecé a acariciar su cabello.
—Mi mamá se molestará si no estoy cuando ella llegue a casa.
—Llámale y dile que fuiste con tu amiga de compras o... Yo que sé, cosas que hacen las chicas.
Giró su cabeza de tal modo que su mejilla estaba pegada a mi vientre y nuestros ojos se encontraron.
—Dijiste que no me volverías a pedir que le mintiera a mi madre.
Sonreí y ella me imitó. Pensé que no iba a acordarse.
—Bueno, está bien entonces —dije de mala gana—. Te llevaré a tu casa. Vamos antes de que cambie de opinión y te encierre aquí por la próxima semana.
—No seas tan dramático, nos veremos mañana en la escuela —dijo batiendo sus pestañas.
—Y de ahí te secuestraré, así que avísale a tu mamá que vas a ir al cine con tu novio.
Sam besó mi mejilla, pero no dijo nada. Solamente rio, se levantó y tomó su bolso antes de salir de la habitación. Sacudí la cabeza, divertido, con una sonrisa jugando en mis labios.
Esa chica iba a ser mi perdición.
* * *
Una vez estacionados frente a su puerta, Sam se relajó.
Noté cómo su cuerpo estuvo tenso todo el camino, pero no tenía ni idea del por qué. Sospechaba que era por su madre o si no, no hubiera insistido tanto en regresar. O eso pensaba yo.
—¿Estás bien? —pregunté antes de que abriera su puerta. Ella me miró y asintió seria.
—Sí, solo... mis padres pueden ser un poco estrictos a veces. —Enarqué una ceja pensando en lo peor.
—¿Te golpean?
—¿Qué? ¡No! Dios, Dean, claro que no. Solo... están criados a la antigua y no creen que deba tener novio hasta que esté preparada para el matrimonio. —Sus mejillas se sonrojaron y apartó la mirada—. Mucho menos dormir con él, aunque no hayamos tenido... intimidad.
Sonreí al escuchar la palabra que utilizaba. En verdad parecía incómoda.
—¿Intimidad?
—Sí, intimidad. Sexo, hacer el amor, ya sabes. Ese tipo de intimidad —explicó.
—Oh, ya lo capto, gracias por aclarar mi duda —murmuré divertido con un toque de sarcasmo. La vi sacudir la cabeza y resoplar divertida.
—Que graciosito eres, eh.
Quité mi cinturón y me acerqué a besarla, pero ella giró el rostro en el último segundo haciendo que mis labios se encontraran con su suave mejilla.
—Nos vemos mañana, Dean —dijo antes de abrir la puerta apresurada y salir del coche con prisa. Bajé la ventanilla antes de que estuviera muy lejos y la llamé.
—¡Hey, Sam! —Ella volteó a verme y sonreí, aunque aún estaba un poco confundido por su reacción—. Te quiero.
Su mirada se suavizo un poco al escucharme y luego volvió hasta el coche. Metió su cabeza por la ventanilla y se estiró para besar mis labios.
—También te quiero, niño.
—Pero yo más —devolví. Ella puso los ojos en blanco.
—¿No habíamos hablado ya de las peleas cursis?
—Eh... no lo recuerdo. —Sam volvió a besar mis labios y sacó su cabeza para dirigirse a la entrada de su casa de nuevo. Cuando abrió la puerta y tenía medio cuerpo adentro, volví a llamarla, pero en lugar de salir solamente se quedó ahí esperando a que dijera algo.
—¿Esto significa que yo gano? —pregunté en voz alta para que alcanzara a escucharme. Pareció pensarlo dos segundos y luego negó con la cabeza.
—Yo te quiero más —dijo. Y cerró la puerta tras ella sin darme tiempo a decir algo más.
Sí, estaba perdido por completo. No cabía duda de que estaba enamorado de esa chica.
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