Luces.
[Primavera 2030]
[6 años después de la creación de La cura Salchow]
El aire fresco de la mañana mece las hebras de mi flequillo y bufo por vigésima vez desde anoche, cuando permití que Mari lo cortara.
Después de años dejando crecer mi cabello había llegado finalmente a la altura de mi cintura. Fue un comentario de Viktor sobre lo femenino que me veía y el parecido que tenía con él a mi edad que fui corriendo a la casa de mis suegros, con mis garrapatas a los costados y tijeras en las manos, pidiéndole a Mari que me ayudara con eso.
Ahora siento que quizás fue muy drástico. No porque desde que llegué a la base toda la gendarmería parece tener la necesidad de verme dos veces de pies a cabeza para asegurarse que soy yo, esos imbéciles me dan igual. Más bien es porque me costará un poco acostumbrarme a la ligereza que siento en la cabeza y el aire acariciando la piel expuesta de mi cuello.
—Buen día, Comandante Katsuki.
Buscando al pobre diablo que tiene las agallas de saludarme tan temprano cuando obviamente no estoy de humor, mis ojos se topan con Minami.
El enano al parecer no está al tanto de que llegué a la base militar pisoteando de mala gana y azotando las puertas sin remordimiento alguno, o quizás está muy adaptado a mi mal genio. De otra forma no comprendo cómo alguien se me acercaría cuando ni yo me soporto.
—Hey.
—Deberías animarte. Hoy será el día.
Desde mi lugar, sentado en el capote de un safari verde, en medio del aeropuerto militar a las seis de la mañana con insomnio, frío y probablemente abstinencia, cruzó las piernas y me reacomodo de modo que pueda encarar a Minami Kenjiro, su optimismo y su buen humor mañanero.
—"Es el día" desde hace semanas, idiota.
—Lo sé. No eres el único que cuenta los días, Yuri.
No respondo, repentinamente consiente que estoy siendo un poco maldito con una de las únicas personas que podría comprender como me siento ahora.
—Ya... Disculpa.
— ¡No hay problema! —dice, fiel a su buen corazón y capacidad de perdonar mi mierda —Debo ir a hablar con Otabek antes de la reunión de esta tarde, ¿sabes de qué se tratará?
—Algo relacionado con el presidente Nishigori y la visita que dará al sur del país. —Respondo con indiferencia, concentrado en el cambiar de los colores en el cielo gracias al amanecer. Rosa, naranja y amarillo mezclándose entre las nubes. —Elegirán su escolta. Como tú eres de mi equipo preguntó si no tenía inconveniente de que fueras con ellos, pero le dije que es decisión tuya.
—Hablas como si tú no fueras a estar ahí.
—Porque no lo haré, enano. Ya hablé de eso con Beka, quiero unos días de tranquilidad en casa lejos de toda esta mierda militar. —Gruño. Casi saboreando un par de días durmiendo hasta tarde en mi cama. O hasta que a los integrantes de esta les de hambre.
—Si quieres vacaciones deberías disfrutarlas, no estar aquí en la madrugada, ¿por qué no estás en casa?
—Porque estoy esperando. Igual que tú.
Minami no agrega más, con simpleza y sin preguntar se acerca y salta, sentándose a mi lado en el capote del vehículo, viendo con el mismo interés que yo el firmamento. Repentinamente olvidando que debía ir con Otabek.
En seis años se logró más de lo que esperábamos.
Al iniciar el tratamiento de cura en los infectados por vía respiratoria, los médicos de la Ciudad Amurallada los internaban para darles el tratamiento intravenoso. Fueron días duros porque aún teníamos la inseguridad de que algo saliera mal y algún infectado en proceso se saliera de control y la cura no surtiera efecto.
No fue así, pero con el paso de los meses teníamos más gente que cuidar junto con bocas que alimentar y poco espacio en la colonia.
Recuperar el territorio de Tokio fue todo un dolor en el trasero, primero debimos cercar los alrededores de toda la ciudad, mucho más de lo que abarcaba la Colonia Amurallada. Y expandir la cura a cada rincón.
No sólo era crear más medicación, sino también deshacernos de los cuerpos que no lograban salvarse antes de que comenzaran a descomponerse y otra clase de virus se expandiera.
Hacernos con el poder de Tokio y sus alrededores tardó alrededor de un año y al recuperar ese territorio teníamos más tierras para utilizar en siembra e incrementar el ganado así como reutilizar algunas industrias del lugar, ayudados con los curados que salían de su recuperación y en sus memorias aún conservaban el recuerdo de cómo hacer sus trabajos.
En ese tiempo Otabek junto con otros hombres y soldados, trabajaron en transportes aéreos abandonados en los aeropuertos, arreglando algunos. Incluso en los campos se encontraron avionetas de riego y en ellas se comenzó a expandir la cura en los poblados de los alrededores.
Poco a poco, mientras más salvados había también aparecían algunos Upyrs que no parecían aceptar de buena manera la cura y morían como los Upyrs Zombies y los Vampiros.
Fue difícil porque en algunas ciudades aledañas a Tokio, al comenzar a expandir Salchow, no sabíamos exactamente qué tiempo debíamos esperar para ir y empezar a buscar posibles curados y aún debíamos matar a los que no tenían índices de salvación.
Por una persona curada, morían al menos diez infectados.
El lado positivo es que los Upyrs, después de ser expuestos a la cura, se debilitan. Y nuestro ejército comenzó a crecer conforme la población aumentaba.
El primero fue el distrito Kanto.
Y le siguieron Chubu, Kinki, Shikoku, Chūgoku, y por último Kyushu.
Los más grandes y los que nos faltan son Hokkaido y Tohokū. Y somos separados de ambos distritos por una barricada vigilada día y noche.
En seis años, la mayor parte del país ha recuperado un poco de su normalidad, aunque quizás no deba preocuparse por la sobrepoblación por un siglo o algo así.
Fueron seis años de incertidumbre. En ese tiempo debíamos separarnos por largas temporadas con el deseo de abarcar más territorio y al llegar a un nuevo lugar no teníamos ni la menor idea de con qué diablos nos encontraríamos.
Se nombraron cinco Generales y diez Comandantes.
Cada General fue enviado a un distrito, al mando de dos Comandantes, de diez a quince soldados y dos médicos. Junto con vehículos y los recién arreglados aviones.
Nishigori se quedó en Kanto, a cargo de Tokio junto con Otabek y Phichit. Viktor es el médico asignado.
J.J fue enviado a Chubu junto a Mila y Michele. Sala fue con ellos. Su base está en Nagoya.
Yuuri decidió ir a Kyushu y tanto Chris como Seung—Gil fueron con él. Aunque creía que elegiría Hasetsu, Fukuoka fue el lugar en el que instaló su base.
Vuelven aproximadamente cada tres o cuatro meses. En búsqueda de medicamentos, dosis de cura, alimentos y para ponerse al corriente con avances entre otras cosas.
"Salchow" es como una inyección regular para los curados. Cada tres meses deben aplicarla de nuevo en ellos, por lo menos el primer año y posteriormente simples pero obligatorios chequeos médicos.
Dos veces al año se reúnen todos. Generales, Comandantes y el nombrado presidente, Nishigori. El padre de Takeshi, que si bien tiene ese título, se encarga de estar al tanto de la situación en cada distrito y formular nuevas ideas y estrategias.
Es un infierno la espera. Minami, Phichit, Viktor y yo debemos esperar. Simplemente esperar.
Aun cuando los territorios estén en cambios y se trate de retomar el control de todo lo que ya había, se deben revisar las líneas de electricidad y otras, de esa forma las antenas de comunicación u otros medios todavía son prácticamente obsoletos. No tenemos noticias de ellos en ningún momento hasta que los radares logran detectar sus acercamientos, ya sea por vía aérea o terrenal.
J.J tuvo su visita hace un mes y se quedó por un par de semanas. A Minami se le ha dado la oportunidad de elegir ir con él, sin embargo deberá esperar a que J.J venga de nuevo.
Hasta ahora muy pocas ciudades completas son cien por ciento habitables. No por miedo a infectados, sino porque debieron limpiarse y hasta ahora comienzan a verse resultados de vegetación, ganadería y bienestar.
La situación en las ciudades recuperadas era tan desastrosa al principio como lo fue en Tokio, todo en ruinas y ni siquiera sabíamos por dónde comenzar. Pero los humanos se recuperaron de manera rápida y eficaz. Y su ayuda es primordial en cada nuevo movimiento. Kanto ahora es en su mayoría rural. Aunque se han salvado algunos edificios, y las industrias funcionan satisfactoriamente, todo es lento, pero la tranquilidad ha vuelto. Relativamente.
—Yuri, tú radio está sonando.
Salto de por medio, vuelvo a la realidad y compruebo de lo que Minami habla. Con fastidio, tomo el radio enganchado en mi cinturón para abrir la comunicación.
—Aquí Katsuki.
—No pareces de humor, Yuri. —La voz de Otabek suena distorsionada en el intercomunicador.
—No lo estoy, así que dime qué quieres.
—Espero que esto te alegre un poco. Estoy en la torre de aviación. —Dice y mi corazón parece volver a latir —Hay señales. Vienen del sur.
Teniendo en cuenta que todas las señales que se perciben vienen del sur, me obligo a no ilusionarme mucho. Pero una sonrisa ya ha surcado mis labios.
Protocolos. Que maldito fastidio.
El avión del General Yuuri Katsuki aterrizó a las 7:28 de la mañana en la pista de la Base no.1 en Tokio.
Tuve que hacer de tripas corazón, guardar apariencias que no hacían falta porque todo el mundo conoce de nuestra relación, pero debemos ser discretos. Además de que aún sigo enfadado por el retraso de dos semanas.
Al ser Comandante igual que Otabek, ambos debimos presentarnos en fila y con nuestros equipos en la pista de aterrizaje junto a Takeshi Nishigori.
Cuando Yuuri bajó sus ojos ambarinos se toparon con los míos al instante.
El uniforme le sentaba muy bien y el cabello negro ligeramente más largo le quedaba de maravilla. Sus ojos ambarinos me inspeccionaron de pies a cabeza y su sonrisa tuvo el poder de hacer temblar mis piernas.
¿Cuándo será el día que mi esposo deje de hacerme suspirar como colegiala enamorada? Espero que nunca.
Quise correr a su encuentro y saltar a sus brazos como antes, pero no era adecuado. En primer lugar porque debía darles un buen ejemplo de mi a los soldados y en segundo porque ahora las diferencias de altura no me dejan hacerlo o ambos terminaremos tirados en el suelo. Ya ha pasado.
Crecí tres centímetros más que Yuuri. Todo un orgullo para mí, sin embargo a mi cerdo no le afectó las diferencias de altura en lo más mínimo. Sigue siendo el mismo celoso, posesivo y mandón. Me encanta.
—Un gusto verte de nuevo, Yuuri. —Es el saludo respetuoso de Takeshi, ofreciendo una mano. Yuuri aprieta la diestra con la propia, zanjando el asunto del protocolo.
—Es bueno estar de vuelta.
Ah, su voz...
—Sé que debes tener muchas cosas que contarnos...
—De hecho sí, pero si no te importa prefiero hacerlo mañana. —Interrumpe Yuuri, entregando al otro General un gran paquete de papeles —Estos son los reportes e informes, léelos y te responderé cualquier duda que tengas. Después. Ahora quiero estar con mi familia.
Eso último lo dice sonriéndome y yo maldigo en voz baja al no poder evitar sonreírle de vuelta.
—Entiendo.
— ¿Podrías dejar de verme así, Cerdo? Me pones de los nervios.
—Eso es bueno, ¿no? Aún tengo ese poder sobre ti.
Desgraciado.
Después de casi dos horas donde Yuuri saludó a casi todo el mundo en la base militar, yo pude desligarme de mis deberes durante su estadía en Tokio, valiéndome de que ambos Nishigori, padre e hijo, prometieron darme unos días de "vacaciones".
El Jeep plateado que pertenecía a Yuuri ahora es mío y aprender a manejarlo no fue especialmente difícil, teniendo en cuanta que ya sabía de qué iba todo y pude practicar con Phichit en los desolados plantíos de mazorca.
Pero volver a ver a Yuuri manejándolo trae recuerdos que no deberían sentirse tan lejanos.
— ¡Ojos al frente, Katsuki! ¡Harás que choquemos o salgamos del camino!
Mi esposo ríe, pero sus ojos se concentran en la carretera. Liberándome de su constante escrutinio.
—Es sólo que no te he visto en cuatro meses. Además que ese corte te queda muy bien. —La mano que se ocupa de la palanca de cambios se desliza hasta encontrar mi pierna, en busca de mi mano. Al dársela debí reprimir el impulso por saltar fuera del auto al ver y sentir como lleva mis dedos a sus labios para besarlos.
Quiero llegar rápido a casa, por favor, o lo desnudo aquí.
—Mari lo cortó ayer. —Informo cuando él posa nuestras manos entrelazadas en los cambios —Me costará acostumbrarme.
—Es extraño el repentino cambio, pero te sienta muy bien. Eres hermoso.
La cara me arde. Ese hombre con su estúpida y linda sonrisa va a matarme un día de éstos.
— ¡Ojos en la carretera, Cerdo!
Es mi turno de sonreír cuando el sonido armonioso de su risa retumba en el vehículo, y de repente reconozco el panorama a nuestro alrededor. Lo verde de los campos de cultivo alzándose a los lados de la carretera, moviéndose al compás del viento.
En los campos, a las afueras de Tokio, hay algunas casitas y granjas.
Los padres de Yuuri decidieron hacerse cargo de una granja. Cultivan maíz, caña de azúcar entre algunas otras cosas mientras también están a cargo de vacas, pollos y otros animales sanos al cuidado de un veterinario reciente amigo de Viktor.
Por nuestra parte decidimos reconstruir una casita en el campo. De dos pisos pero no muy grande, acogedora y con demasiado patio. Un perro y un gato.
Conforme los infectados desaparecían y la vida comenzaba a ser relativamente normal, los animales volvieron poco a poco. Como si ellos hubieran estado escondiéndose al igual que nosotros. Mientras mi novio y yo arreglábamos lo que sería nuestro nuevo hogar, el gato simplemente llegó, para algarabía mía. Se acomodaba en el porche a supervisar los avances por horas. Un día sólo llegó para quedarse.
El perro lo trajo Yuuri de una de las primeras expediciones a Chubu. Estaba herido y pequeñito, como una almohada café, pero sobrevivió y es la adoración de mi pulga menor.
Mis garrapatas —o pulgas— son las recientes adquisiciones. Y saltarán de emoción al ver a mi esposo.
—Te extrañé tanto, Gatito...
Los labios de Yuuri son tiernos y suaves, como si quisiera avalar lo dicho con caricias. Manos frías recorren los costados de mi cintura, amoldándose a cada curva, reconociendo mi piel como yo la suya.
Ni siquiera llegamos a la habitación.
En la sala, Yuuri preguntó sobre el silencio y al asegurarle que estábamos solos —porque nuestras mascotas suelen jugar y perderse entre los cultivos— el sofá fue nuestro destino.
—Más, Yuuri...
Pero él no me da lo que pido. Yuuri parece en verdad entretenido acariciando cada milímetro de mi piel con manos y labios. Tenerle dentro de mí luego de tanto tiempo es un poquito doloroso, pero ese dolor no hace más que incrementar las sensaciones de éxtasis. Un placer culposo que me vuelve loco.
Al estar sentados, yo cabalgando sobre él, el cabello de mi esposo hace cosquillas en la piel de mi rostro y cuello, así como su experta lengua en uno de mis pezones envía luces de colores a mi cerebro.
—Yuuri... —casi gruño, montado sobre una ola de placer combinada con desesperación.
Y me lo da.
Sus manos dejan de lado la suavidad para rodear posesivamente mi cadera con un brazo y mi erección con la mano libre. Alternando sus duras estocadas con el vaivén de sus dedos.
Yuuri, en búsqueda de incrementar velocidad, nos gira hasta que mi espalda choca con los cojines del sofá, con él arriba y sus labios robando mi aliento.
Las descargas eléctricas creando cosquilleos deliciosos desde la base de mi columna, viajando por todo mi cuerpo hasta instalarse en mi bajo vientre, dejando piel erizada a su paso, anuncian mi próximo orgasmo.
No queriendo ser el único que recibe todas las atenciones, me obligo a actuar sobre el éxtasis que azota mi cuerpo. Desenterrando mis uñas de la espalda de Yuuri, recorro su piel, delineado los músculos y siguiendo el camino que crea su columna en descenso. Apretando su buen culo con una mano y la otra buscando un poco del pre-semen que ha caído en mi abdomen por el buen trato que he recibido.
—Yuri... —Jadea al sentir uno de mis dedos jugando con su propia entrada mientras él arremete brusca y deliciosamente contra la mía.
Mi dedo entra hasta el nudillo y él toca ese lugar dentro de mi cuerpo que logra sacar su nombre de mis labios con algo parecido a un grito y ronroneo. Con él friccionando sin piedad en ese dulce punto, mi dedo entra por completo y pronto otro lo acompaña al tiempo que el primer estallido de placer forma chispas multicolor tras mis párpados, dejándome saboreando y anticipando la intensidad que tendrá mi orgasmo.
Me encargo de preparar bien a Yuuri. Tan bien como puedo mientras bailo en la cima del más puro y completo éxtasis. Después de un merecido descanso será mi turno.
Porque sí hay algo tan placentero como tener a Yuuri dentro de mí, llenándome y haciéndome sentir completo; es lograr que él también experimente algo así, conmigo en su interior.
— ¿Ya podemos ir contigo? —Cuestiono. Horas después. Ambos tirados en el sofá y apenas cubiertos por una manta olvidada por ahí.
—Sí, Gatito. Quería que todo estuviera bien y listo para ustedes. Los espera una casa en la costa y si mis padres también quieren ir no vivirán a más de quince metros.
Ahora que las ciudades son habitables sin problema alguno, podemos permitirnos ese cambio.
En los distritos curados ya viven personas, los curados en su mayoría y ya comienzan a disfrutar de su vida de nuevo.
Podemos permitirnos eso. Así Seung puede volver con Phichit y Hana para yo tomar su lugar con Yuuri. Minami puede irse con J.J y si Viktor también lo desea puede ir con Christopher ahora que hay más médicos. O podremos llevarnos otro y que Chris vuelva a Tokio.
Pero podremos estar juntos de nuevo. A cambio de reacomodar filas de soldados, pero es un cambio necesario.
Necesario para nuestro egoísmo al menos.
—Extrañaremos esta casa. —Digo, porque es verdad. Entre los dos la arreglamos y adaptamos a las necesidades de nuestra familia, pero mientras estemos todos juntos no creo que importe mucho el lugar que sea. —Eso sí, a mamá la obligaré a viajar con nosotros durante un tiempo.
—Se han adaptado bien a la granja. Aunque estoy seguro que a ella le gustaría ver el mar otra vez.
Yuuri toma mi mano, besando el anillo que abraza mi dedo anular. El anillo de matrimonio de su madre. El que pertenecía a Toshio lo tiene él.
Cuando se ordenó que Yuuri se hiciera cargo de Kyushu. Se dijo que yo no podría ir con él. Así que debimos hacernos a la idea de estar separados por un tiempo hasta que Yuuri volviera.
Yo viví el terror de no saber cuándo estaría de nuevo conmigo, si es que regresaba a salvo.
Dos noches antes de irse, su familia y nuestros amigos organizaron una especie de fiesta sorpresa donde Christopher fue la pobre imitación de un sacerdote mientras Mari, Viktor y Phichit tarareaban algo vergonzoso y parecido a la marcha nupcial. Yo caminé por el pasillo que llevaba a la sala de reuniones de la estrenada base militar con trenzas en el cabello y mamá a mi lado. Sin saber de qué iba todo aquello hasta que una lágrima resbaló por la mejilla de Yuuri y mi rostro brillaba por las mías al ver que papá nos ofrecía dos anillos de matrimonio. El suyo y el de Hiroko.
Fue la boda más extraña que haya existido, sin duda. Pero perfecta.
Y cuando Yuuri debió partir, días después, lo hizo jurando que se encargaría de restablecer Kyushu y tendríamos una casa frente al océano.
—A las garrapatas le gustará el mar también, estoy seguro.
—Quizás tengas razón. —Ríe, acostumbrado a mi apodo. Yuuri gira de tal modo que su cuerpo esté sobre el mío, sosteniendo su peso en los antebrazos, su nariz acariciando la mía y manos jugando con mi cabello. — ¿Cómo están?
—Crecen muy rápido. —Le sonrío antes de besarlo con ternura al recordar lo mucho que preguntan por él —Te extrañan casi tanto como yo.
—Yo también quiero verlos.
Mis garrapatas, pulgas, engendros o críos como suelo llamarlos "cariñosamente", llegaron a nuestras vidas hace dos años.
Fui a Fukuoka con Yuuri un mes después de que él se fuera, para ver si necesitaban ayuda.
Fue en los límites de Fukuoka, en un almacén que tenía todas las luces de ser un nido de infectados. Sin embargo, la cura ya había sido soltada.
Fue una gran sorpresa encontrar un Vampiro ahí, muriendo. Pero aun estando agonizante nos impedía el paso al lugar, como si estuviera protegiendo algo.
Debíamos terminar su agonía.
Y comprendí exactamente qué trataba de proteger en cuanto entramos al lugar.
El almacén olía a putrefacción, huesos y sangre seca regada por todos lados. En una esquina el cuerpo en descomposición de una Upyr llamó mi atención y Yuuri no tardó en acudir a mi llamado junto a los demás soldados.
Los restos de la infectada fallecida eran similares a los de la Upyr que dio a luz a Vlad Nikiforov. Y junto a ella dos niños se acurrucaban.
El niño no debía tener más de tres años, sus ojos habían perdido parte de la negrura demostrando que la cura ya viajaba en su sistema, sin embargo aun cuando nos gruñía si intentábamos acercarnos y temblaba de miedo, no se alejaba del bulto que se alimentaba de la vena de su muñeca.
Una bebé con días de nacida. Presumiblemente la culpable de la muerte de la Upyr. Ambos bebés originales de un Vampiro con una infectada nivel 3.
El mayor cuidaba de su hermanita.
Esa escena se quedó grabada a fuego, a sangre en mi retina. En mi alma. Porque ese niño demostró que aun siendo un pequeño monstruo quería cuidar algo importante.
No los perdí de vista cuando los sacamos de ahí. Ni siquiera en el improvisado hospital donde fueron internados para administrarles la cura. No podía dejar de observar como ambos lloriqueaban al ser separados.
Por algún extraño motivo le pedí a Yuuri que los dejara regresar conmigo a Tokio para que Viktor los revisara, quería estar seguro de que estaban bien.
Mi esposo estuvo conmigo en esos momentos, cayendo tan profundo como yo en la garritas de ese par de monstruos.
El niño de tres años no recordó nada después de despertar, nada más allá de que la bebé en la incubadora junto a él era su hermana. Yuuri y yo les contábamos cuentos. Bueno, Yuuri los relataba mientras yo escuchaba junto a ellos. La niña pronto se acostumbró a dormir entre mis brazos y los de mi Cerdo. El niño cometió el primer desliz al llorar abrazado a las piernas de Yuuri cuando debió volver a Kyushu, diciéndole "papá" por primera vez.
No sé cómo sucedió, solamente no pude dejarlos en el orfanato de Yuuko. Elegí nombres junto a Yuuri y les pusimos nuestro apellido.
¡Yo no quería hijos! Y ahora tengo dos niños. Uno de cinco y otra de dos, ambos lloran cuando debo ir a trabajar y se pegan a mí todo el tiempo que estoy con ellos. Como sanguijuelas, garrapatas que se pegan a la piel chupando sangre. Aunque en este caso es mi alma y la de mi esposo. Es que son tan lindos los desgraciados.
Ah, pero cuando Yuuri vuelve yo quedo relegado a segundo plano y es hora de pegarse a papá por días enteros.
Como ahora.
Al anochecer, Mari llegó junto a mamá y papá. Y con ellos los engendros que pidieron quedarse a dormir con sus abuelitos anoche, porque estaba molestos conmigo al verme con el cabello corto.
Zoran corrió desde el auto al verme y Yuuri salió de su escondite segundos después, sorprendiendo a todos y haciendo llorar a nuestro hijo.
Zoran Katsuki. Cinco años y cabello color caoba. Sus ojos castaños son ligeramente más oscuros que los de Yuuri, sin embargo, al igual que Vlad y los pocos registros de niños originales curados como ellos, ligeros destellos rojizos pueden apreciarse en su iris.
¿Por qué un nombre eslavo? Porque quise. Es decir, mientras intentábamos limpiar toda la mierda de Tokio, Yuuri me arrastró con él a una biblioteca enorme que tenía todas las luces de haber sido construida con huesos de gente muerta, de otra forma no comprendo cómo su estructura permanecía intacta y magistral en comparación de las demás edificaciones. Mi cerdo hablaba sobre lo mucho que le gustaba no sé qué poeta con nombre ridículo cuando me dediqué en la búsqueda de libros infantiles para los mocosos del orfanatorio, de esa forma tendrían con qué entretenerse y dejar de joder a las personas.
Un cuadernillo de pastas delgadas y portada con dibujos de pájaros enormes con lo que parecía un bebé en trapos sobresalía entre todos ellos. En él, una página en concreto se quedó conmigo. Un sol dibujado a mitad de la hoja, rodeado de nombres y su significado luminoso.
— ¡Te extrañe mucho, papá!
—Yo también, Zoran. Hiciste un buen trabajo cuidando a papá y a Hikari.
Mientras ese par tiene su reencuentro yo extiendo los brazos para recibir a mi hija menor de brazos de Mari para que el resto de la familia salude al recién llegado.
Hikari Katsuki. Dos años y es prácticamente la versión femenina de Zoran. Ambos niños tienen claros rasgos asiáticos y piel casi tan clara como la mía, suave.
— ¿Papá? —pregunta ella. Con su manita señalando a un Yuuri sonriente. Para ella es un poco más difícil reconocerlo después de meses sin verlo, pero las fotos en casa de mis suegros la ayudan a no olvidarlo por completo.
—Sí. —Le susurro al oído, besando los risos de su cabello.
Ella sonríe y su risa suena como campanillas de viento en medio del atardecer.
—Hola, Kari. Has crecido mucho, eh. —Yuuri me la arrebata. Abrazándola y aspirando su olor a jabón para bebé. Zoran me observa pidiendo atención y es mi turno de cargarlo a él.
Es en momentos así que creo que todo lo que hemos pasado hasta ahora ha valido la pena. Porque tener a la mitad del país curado es el comienzo y aún falta muchísimo para tener al mundo tan sano como hace años.
Pero hemos ido por buen camino, creo que hemos hecho lo correcto y de esa forma el dolor, las lágrimas y la sangre derramada a nuestro paso no han sido en vano.
La primera vez que sentí a la muerte respirando sobre mi cuello yo estaba en el auto del señor Chulanont, completamente seguro de que moriría ahí sin saber cuál fue mi propósito en la vida. Sintiéndome vacío y sin nada por lo cual luchar.
Y entonces me encontré a un ángel — ¿O él me encontró a mí?—. Me llevó de la mano de vuelta a la vida y me mostró que toda la mierda que había sufrido eran migajas de vitalidad en comparación a los sentimientos que podría experimentar, de las vivencias que podría disfrutar a su lado.
En medio de un mundo jodido ese ángel, mi cerdito, me dio todo y más de lo que yo pude haber deseado en la vida.
Amor. Felicidad. Una familia.
Viendo a Hiroko, Toshio y Mari riendo junto a Yuuri por los besitos que Hikari le da en la quijada, agradezco infinitamente que ellos me hayan aceptado para estar junto a su hijo y hermano el resto de mi vida y no sólo eso, sino que también me amen como parte de su familia.
Quizás Yuuri no lo comprenda, pero él me salvó de algo más cruel que la muerte; me rescató de la soledad.
—Papi, el sol se está ocultando. —Zoran señala el horizonte, donde el sol se despide de nosotros hasta que un nuevo día comience.
Doy un beso en su frente y le sonrío antes de acercarme a mi esposo, quien sostiene al bebé en un brazo para rodear mi cintura con el otro.
Ellos tres comparten algo más que mi amor. Un detallito casi imperceptible, pero que me encanta y jamás lo aceptaré en voz alta. Curiosamente los dos niños tienen un pequeñísimo lunar debajo del ojo izquierdo, al igual que mi esposo.
La noche llega, fría y apacible.
Pero yo ya no tengo miedo. Tengo el amor de mi Cerdo salvador. Por quién yo daría la vida, completamente seguro de que él sacrificaría todo por mí.
Y ambos tenemos dos rayos de luz, que brillaron en la peor de las tinieblas, iluminando nuestro futuro.
Hikari = Luz.
Zoran = Luz del amanecer.
Como una persona que juega a ser escritora, sinceramente creo que jamás me acostumbraré a decirle Adiós a una de mis historias.
Ven conmigo fue una experiencia completamente nueva, como todo lo que me sucede aquí en Wattpad —y en la vida diaria, pero ese es otro cuento—. ¡Un universo Post—apocalíptico! Si lo manejé bien o no es algo que espero haber hecho. Por lo menos me basta con que fuera entendible x'D
En las últimas Notas de autor que escribiré para esta historia, me pondré cursi y muy melosa.
En primer lugar con mi bellísima Beta; LittleChanik, cuya preciosa voz era una de mis alarmas. Sonando a mediados de semana, mandándome a escribir para que ustedes tuvieran su actualización semanal. Caro, Muchísimas gracias por todo. Eres una persona maravillosa y en lo poco o mucho que llevamos conociendonos te haz vuelto muy especial para mí. Gracias por toda la sinceridad y los azotes por faltas de ortografía.
¡Ahora daré gracias a la personita sin la que esto no habría siquiera visto la luz hace meses! Nethany fue la primer persona en decirle un rotundo "Sí" a mi antojo por escribir un Yuuyu, dandome el empujón que necesitaba. Aunque ella no sabía que sería algo un poquito trágico. Thany—San, ésto es por tí. Gracias.
Así como ellas hay personas maravillosas, preciosas para mí, que han estado apoyándome desde mis inicios. Viéndolo bien, no ha pasado más de un año desde que comencé en Wattpad y siento que ha sido mucho más tiempo que eso. Porque cada una se ha ganado un cachito de mí y su presencia con forma de comentario en cada párrafo mío es plenamente amada.
TomoyoD421 Aghostinthesnow1. NicoAraleci VannesaMontenegro5 Crazy-Lissi Allyria Daryliz1. Karry_lop AbbyBumm alba-lysz Aoi0000 lacie_999 ReikoMars Yuu-chan246 HatsusWORLD ShaniHerrera3 Yunia_san KellenHakuen -NeyGP AmbrellaKing BlAnWhiDe la_lleyi AiliraZada just-be-free06 CuteMoonRabbit _Pxndx_ MicheOtakuX3 IsBlueLulu(aunque ella no lee esta historiaxD)
Y cada lector o lectora que se ha tomado el tiempo para leer éste desvario mío. Ésta historia que espero, con el corazón sangrando en mi mano, que hayan disfrutado tanto como yo gozé redactando.
Palquiria LaLoquilla2003 darielycastairs xLoyles An-An7667 BlueRedJazz -Shiiro- ZombieeM ChicaUchiha123 Chica_rara4 KamilaGomez976 GretelAndersen MerudiMilcovich UshioDNightroad AsunaAckerman amnemea MulticoloredDreams AbbyMV7557 RabidBawler Sandybbshita Leeyn16Hotsuki Deybren_56 Taiga_Cheney LeeSeungGil Kailand20 Elhyam Akiba-kei00
¡Entre muchísima más gente bella!
Si tú nombre no está ahí, no es porque seas menos importante. Yo amo a cada lector(a) mío(a). A los que leyeron esto desde la primera actualización hasta los que quizás comiencen a leerlo hoy, mañana, en el futuro.
No sé qué más escribir, cómo expresar lo infinitamente agradecida que estoy con cada uno de ustedes.
Gracias por sus votos, sus comentarios, su estela fantasmal, su apoyo incondicional.
¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!
Con esto, Ven conmigo llega a su fin.
Gracias por todo.
LOS AMA, Ren.
ByeByeNya🐾
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top