3• Aniquilador.
La sala de control es una habitación grande con una pared repleta de pantallas que transmiten las imágenes de las cámaras de seguridad en toda la ciudad subterránea.
Desconozco como fue que Yakov y Toshio se conocieron y es ciertamente extraño por ser ambos de nacionalidades diferentes, sin embargo Yuuri me comentó en algún momento que ellos son amigos desde su juventud.
Cuando la epidemia atacó en Europa, Yakov viajó ha Japón y construyó junto a Toshio Katsuki, y tres ex militares de alto rango del ejercito, japonés una fortaleza bajo la ciudad de Hasetsu, Kyushu.
Los únicos sobrevivientes al virus UPYR de la pequeña ciudad fueron Yakov y Toshio, así como la familia de éste último junto con más de cien ciudadanos.
Toshio y Yakov supieron poner orden en el lugar, asignando labores a cada ciudadano y creando dos grupos de personas capaces de adquirir el sustento necesario para subsistir y proteger el lugar: Los buscadores y los aniquiladores.
El primer grupo es entrenado por Yakov y cuatro de los primeros sobrevivientes. Son personas fuertes e inteligentes, capaces de luchar contra los infestados. Sus principales funciones radican en mantener la ciudad subterránea bajo control y protegida, así como limpiar de posibles upyrs los lugares donde los buscadores consiguien el alimento.
El segundo grupo, los buscadores, tiene como función especial conseguir el sustento alimenticio para la ciudad. Los aniquiladores los proporcionan de un mapa con puntos claves en la superficie, mayormente supermercados, mercados o tiendas de vivires limpias de cualquier posible amenaza. Su entrenamiento está bajo las enseñanzas de Toshio y dos cadetes.
Aunque parezca que los buscadores lo tenemos más fácil, no es así. Que los aniquiladores revisen el área y liberen de posibles peligros ciertos lugares no garantiza que los infectados no sepan esconderse bien o vuelvan a entrar.
Pero es verdad que ser un aniquilador es sumamente más peligroso. Cada vez que un grupo sale a la superficie, llegan menos de la mitad de las personas que se van.
Desde que yo llegué a Hasetsu me costó muchísimo que Yuuri, quien se había adjudicado el derecho a cuidarme, me dejara entrenar y entrar a un grupo.
Siendo el luchador con menor edad que los demás, todos estuvieron de acuerdo en que lo mejor era simplemente entrenarme hasta que fuera más grande y fuerte. Pero demostré tener talento para la lucha cuerpo a cuerpo y un buen manejo de pistolas con tan solo doce años y Yuuri tuvo que callarse y aceptar la decisión de los ancianos.
Entré al primer grupo de buscadores, comandando por Mila.
Tras cuatro años en éste mismo puesto, siendo testigo de las horribles muertes de mis compañeros de equipo y estando siempre entre las garras del peligro y frente a la puerta de la muerte, creí estar volviéndome insensible ante las situaciones y los riesgos que conlleva la responsabilidad de subir al mundo exterior y conseguir comida suficiente para las más de doscientas almas en la ciudad.
Así que de verdad me cuesta un poco comprender lo que Yakov ha dicho y eso me impide formar una emoción acorde y coherente.
—Lo siento, ¿qué? —pregunta Yuuri frente a mi. Él parece haber escuchado tan bien como yo, sin embargo se ve obligado a preguntar de nuevo porque la información es demasiado chocante y de mal agrado para su paz mental.
A mi lado, Zet suelta un suspiro tembloroso y baja la mirada provocando que su flequillo oculte sus ojos.
Lo único que yo puedo ver es la espalda de mi novio, quien no ha dejado de ver a su padre en busca de explicaciones.
En la sala de control estamos reunidas nueve personas. Siete son líderes dentro de la ciudad y quienes encabezan la lista son los ancianos, por supuesto; Yakov y Toshio.
Seguidos de los líderes de grupos. Mila y Otabek para los buscadores; J.J y Yuuri de los aniquiladores y Víctor como médico principal.
Las dos personas sobrantes y que jamás habíamos estado en ese lugar somos Zet y yo. Los dos mejores luchadores entre los buscadores, después de Mila y Otabek, y quienes han sido asignados al rango de aniquiladores bajo las órdenes de J.J porque éste perdió a la mitad de su grupo personal en la última expedición.
Aniquilador.
En cuanto el anuncio abandonó los labios de Yakov sucedieron tres cosas que eran de esperarse. Mila soltaría una exclamación ahogada que sonaría mucho a una blasfemia, Zet negaría con un movimiento de cabeza que dejaría en claro su incredulidad y Yuuri saltaría para interponerse entre los viejos y yo.
—Yuri y Zet son los mejores para el puesto, hijo —habla el japonés mayor, intentando calmar a su molesto hijo y hacerle entrar en razón —. Es necesario mantener el grupo de aniquiladores con el mayor número de personas posibles. Las perdidas recientes son duras, pero no podemos darnos el lujo de flaquear y...
—¿Y qué pasará con el grupo de Mila? Están dando bajas innecesarias a los buscadores.
—En estos momentos hay alrededor de 43 buscadores y 38 aniquiladores —la voz gruesa de Yakov no da oportunidad para reclamaciones —. Tener la fuerza de Zet y Yuri sería de utilidad y...
—¡Sería suicidio! ¡Ellos no están preparados para eso!
—Según el actual reporte de Mila, el grupo n°2 de buscadores se adentró en un supermercado abandonado y sin registrar ésta mañana. Yuri mató a tres de los cinco infectados y Zet fue quien se entró primero al recinto.
Katsuki se gira ante esa información que yo no había podido darle por haber estado tan ocupados en las últimas horas. En el segundo que los ojos ámbar se encuentran con los mios y soy testigo del terror en sus facciones mi cerebro vuelve a funcionar con normalidad y soy consciente de lo que sucede: Zet está asustado, Yuuri no me quiere en más peligro del que ya corro y los ancianos no cambiarán de opinión.
Pero sobretodo: la decisión es mía.
Enderezando la espalda, carraspeo para llamar la atención y con toda la seriedad que puedo juntar en mi rostro sin que el miedo me delate digo—: Estoy de acuerdo.
Ser un aniquilador no es el sueño deseado por nadie. Lo más probable es que ésto signifique que moriré en la próxima expedición y no puedo hacer nada para evitarlo. Ni siquiera las quejas de Yuuri pueden hacerlo.
—No.
—Tu padre y Yakov creen que es lo mejor y yo estoy bien con su decisión —le respondo —. No seas altanero, cerdito ¿Creés que tu puedes hacerlo y yo no?
—No digas tonterías, no es eso —por una fracción de segundo me parece ver que su expresión se altera, dejandome apreciar cuán preocupado está por mi. Sin embargo, tan pronto como la mirada dulce llega se va al percatarse que la mirada de todos está puesta en nosotros y regresa su atención a los dos adultos —. Yuri y Zet son fuertes, no tengo dudas sobre ello, pero...
—No hay pero que valga, Yuuri —interrumpe el ruso —. Tus únicos motivos para impedir que ellos lo hagan son que uno es el hermano menor de tu mejor amigo y el otro es tu novio. No podemos complacerte ese favoritismo. Todos hemos perdido gente importante.
—¿Y por eso los pondrán en el grupo de J.J?
El aludido se levanta de su asiento, al fondo del cuarto junto con los otros espectadores silenciosos, y camina hasta posicionarse a lado de su colega y rodear sus hombros con un brazo, ignorante del hecho de que yo intento no patearlo para que lo suelte.
—Vamos, vamos, si tanto los quieres puedo dártelos a cambio de Seung-Gil y Chris.
—No son ganado de intercambio, J.J quizá es por esa actitud desenfadada tuya que siempre hay bajas en tu grupo —responde Katsuki, soltándose del agarre del menor.
—Es suficiente. Ellos no pueden estar en tu grupo, Yuuri. Tienes muchos sentimientos por ellos, nublaría tu juicio en una batalla.
El aludido suspira derrotado y Leroy le da unas pequeñas palmadas en la espalda.
J.J es fuerte y es un buen comandante, o eso he escuchado de Seung-Gil, su problema radica en que es demasiado impulsivo. Sus decisiones no siempre son las más adecuadas y pierde el poder en las situaciones. En muchas ocasiones no ha podido salvar a su grupo completo. Su mirada compasiva se encuentra con la mía durante unos segundos y me sorprende ver la misma preocupación por Zet y por mi que he visto en los ojos de Yuuri y Mila.
Todos, incluso Víctor, dirigen su atención a Yakov cuando elevá la voz. El ruso mayor se dirige hacia Zet .
—Es verdad que ser un aniquilador es peligroso y si quieres negarte al puesto lo comprenderé, también puedes hablar con tú hermano antes de tomar una decisión.
Los ojos dorados del menor de los Chulanont viajan a las pantallas tras Yakov, exactamente en las cinco que muestran la sala de reuniones, donde niños juegan y adultos conversan.
Zet tiene un extraño complejo de héroe al igual que su hermano mayor, aunque para Phichit lo principal sea cuidar del bienestar del menor.
—Si no soy yo buscarán a alguien más, ¿no? —contesta el moreno y agrega con un tono irónico —. Debemos mantener las bajas al mínimo. Si se trata de sacrificar gente al menos yo sé defenderme.
—No quiero que lo vean así, ya lo dijo Yuuri: No son ganado. No queremos obligarlos a aceptar.
No son ganado, eh.
Eso es precisamente lo que somos. Dentro de las paredes de la ciudad a más de quince metros bajo tierra, un puñado de lo que queda de la humanidad se esconde de depredadores. Infectados mutados a bebedores de sangre y devoradores de carne humana, monstruos que también fueron humanos y ahora sólo pueden pensar en comer. Comernos a nosotros, los sobrevivientes. Es cuestión de tiempo para que suceda y lo único que nos queda, lo único que podemos hacer es intentar seguir viviendo y luchar hasta que alguien encuentre una cura o nuestras fuerzas se agoten.
O ellos entren y nos devoren.
Si Zet y yo no aceptamos y seguimos siendo buscadores, pondrán a alguien más en el puesto.
¿Quienes serían? Quizás Leo o Minami, o cualquier otro buscandor que no está listo para enfrentar de esa manera los peligros que conlleva intentar salvar a alguien. Muy pocos buscadores han visto a los Upyr más fuertes y los que los vieron no han sobrevivido. Lo de ésta mañana fue suerte. Suerte porque los que estábamos dentro del supermercado fuimos Mila y yo, quienes ya se han enfrentado a un infectado antes, incluso Zet habría salido victorioso.
Pero si hubiese sido alguien más no sería el mismo resultado favorable, probablemente.
Entonces la pregunta sin formular en voz alta es: ¿Estás dispuesto a morir tú o mandamos a alguien más al matadero?
El único peligro latente no está en la superficie.
Actualmente los sobrevivientes se comienzan a cansar de la situación. Siempre encerrados y pensando solamente en cuanto tiempo más estarán en éste lugar, hasta cuándo durará la comida y quienes serán los próximos en morir o contraer el virus.
La frustración, desesperación y la falta de esperanza llega a cada ser humano en la ciudad subterránea, y para ellos no hay salvación. ¿Qué se puede decir? Podemos adornar la realidad e intentar tranquilizarlos al decir que pronto, tarde o temprano, alguien encontrará una cura y el mundo volverá a ser como antes.
Pero no hay garantías de que algo así suceda. Ni pronto, ni mucho menos tarde o temprano.
Yo detesto salir de mi habitación sólo para ver las caras de amargura a la mayoría de la gente en la mini ciudad. En parte los comprendo; ninguno de ellos ha visto más allá del bosque sobre la ciudad, en años. Pero ninguno de ellos nos comprende a nosotros, quienes sí viajamos más allá, sólo para ver muerte por todos lados.
¿Mi propósito es salvarles la vida y alimentar a aquellos que sólo se quejan y causan peleas sin sentido para tener un poco de diversión? Patético.
La poca humanidad que queda está perdiendo sus valores y el miedo, Así como la incertidumbre diaria los comienza a dominar. ¿Cómo dar esperanzas y unir a la gente que solo parece impaciente por su muerte?
—Es admirable que hayas decidido ser un aniquilador, Yurio —habla Víctor, probablemente sólo busca llamar mi atención para que deje de jugar distraídamente con los tubos de cristal llenos de líquidos coloridos de su laboratorio—. Entiendo que debes estar asustado, pero...
—Estoy bien. —Corto su discurso sobre la valía y el honor mientras bajo con cuidado un tubo delgado con sangre recién extraída y dirijo la mirada al brazo de Yuuri.
El azabache fue interceptado por Víctor cuando la reunión terminó y lo convenció para dejarse extraer algunas muestras.
Al menos así ninguno de los dos tendría que levantarse temprano mañana. Y yo no tendría que acompañar al japonés al área médica.
—Revisa también la herida del otro brazo quieres.
Los ojos azules de Víctor me observan curiosos antes de sacar la aguja del brazo del azabache y poner una pequeña bandita redonda para detener el flujo de sangre antes de rodearlo y quitar la venda que protege la herida que suturó hace unas horas. Herida con sangre seca y los primeros puntos ligeramente desprendidos.
—¿Qué hiciste para que se abriera así, Yuuri? —regaña el albino con el ceño fruncido alejándose en busca del material de sutura.
—¿Un buen reencuentro?
Llevándome la mano a la boca, escondo mi sonrisa en la manga de mi sudadera negra, compartiendo una mirada cómplice con mi novio.
Sé que Yuuri está molesto por mi decisión, pero también sé que la preocupación lo sobrepasa en éstos momentos.
Es probable que Zet esté pasando por lo mismo con Phichit. Ambos mejores amigos han visto muchos horrores de los que siempre han querido mantenernos alejados, pero ambos saben que es imposible protegernos de todo.
Cuando conocí a Yuuri la epidemia llevaba dos días en Tokio. Los mismos días que llevaba yo bajo escombros y herido.
Vivía con mi madre en un pequeño departamento, dos meses antes nos mudamos desde Rusia. Ella tenía un nuevo novio, dueño de un negocio del que yo nunca supe, pero del que ella siempre regresaba borracha y oliendo a sudor y otras cosas.
Esa tarde salió y no regresó incluso cuando los gritos aterrados de los vecinos se convirtieron en berridos y sonidos de animales hambrientos.
Yo tenía doce años y estaba viendo una película cómica mientras intentaba concentrarme en mi complicada tarea del idioma japonés cuando los sonidos fuertes y gritos del departamento de arriba se volvieron insoportables.
Recuerdo haberme levantado del sofá e ir por la escoba, regresar y subirme a la mesita de café donde mis cuadernos y una bolsa de papas fritas esperaban por mi.
Golpeé con el palo tres veces al techo, sin embargo, mi grito "¡Cállense!" Fue opacado por un rugido animal y el sonido de un cuerpo cayendo en el balcón de la ventana tras de mí.
Nuestro rubio y Zet son enviados al matadero. Bueno, sin menos dramatismo: Son "ascendidos" a Aniquiladores. Y estarán bajo las órdenes de J.J
A partir de aquí veremos la historia de Yurio; como se las arregló para sobrevivir al brote del virus y como conoció a Yuuri.
Si, Yurio estaba en Tokio cuando el mundo entró en caos.
ByeByeNya🐾
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