17• Ayuda
A diferencia de Hasetsu, en la ciudad de Tokio y sus alrededores no hay nieve cubriendo las calles, los edificios ni los escombros. El manto blanco de helada nieve ha desaparecido hace varios kilómetros, en su lugar gruesas capas de polvo y suciedad manchan cada superficie.
Lo que sea el ser tan aburrido encargado de movernos como marionetas en el tablero de la vida, debe estar divirtiéndose mucho al darnos esperanzas por un momento para arrancarnos de raíz los corazones junto nuestros idílicos sueños de un futuro mejor, más bonito y brillante. Nos da una sonrisa para hacemos sangrar lágrimas. O nos ofrece una terrorífica noche fría para que, al amanecer, los rayos del sol bañen nuestros rostros demacrados y sucardos por marcas de lágrimas secas.
Las cuatro horas que tardó en llegar el astro brillante, despertando a los pocos seres vivos del mundo que aún lo esperan día con día en pos de su propia supervivencia, descubrimos que en las autopistas no hay tantos infectados como en las ciudades y pueblos aledaños al que era nuestro hogar.
Sin embargo, después de que la ciudad subterránea de Hasetsu explotara, ardiendo en llamas que parecían acariciar el cielo y sus brillantes estrellas, Leo informó desde su lugar tras el volante, que sus órdenes eran separarse y reagruparse en Tokio.
Así los cuatro camiones formaron dos grupos. Dos camiones resguardados por una camioneta con Aniquiladores iría por otro camino y la otra, seguida de dos jeeps con un grupo de aniquiladores y otro de Buscadores, haría lo mismo hacia una carretera contraria. Supuse que en el vehículo más resguardado iría Viktor y el bebé monstruo con la cura dentro de su pequeño cuerpo.
Los tres remolques que quedábamos junto con una camioneta seguiríamos en línea recta hasta Tokio.
Eran precauciones estúpidas, pero necesarias. Según como se viera. Yo solamente entendía que nos estaban dividiendo a Sala, Viktor y a mí, ya que éramos nosotros tres quienes teníamos docis de la cura.
Si no podíamos ser todos, al menos uno de nosotros debería llegar a Tokio.
El resto de la noche fue remotamente inquietante después de salir de las zonas edificadas. Muy tranquilo. Demasiado para los nervios a flor de piel que nos cargábamos cada sobreviviente.
Así fue hasta llegar a los distritos cercanos a nuestro destino.
Al ser Tokio el primer foco de infección en Japón. Sus alrededores eran un hervidero de Upyrs, sin embargo muy pocos se atrevían a acercarse.
Gracias a los tres viajes a la Ciudad Amurallada que Yuuri y J.J hicieron en el año, un camino marcado y despejado de edificios y escombros nos daban la bienvenida, algunos resguardados por lámparas ultravioleta. Cuando por fin salíamos de los pueblos, con un solo cartucho de balas, el sol dio su primera caricia matutina. Aliviando y sorprendiéndonos por igual.
Al ser invierno los rayos de la estrella mayor no eran fuertes ni cálidos. Sólo una luz pálida filtrándose entre ligeras capas de nubes delgadas. Pero era lo justo y necesario para que los infectados se quedaran resguardados bajo techo.
Leo informa, cuando el sol está en su punto más alto en la cúpula que es el cielo sobre nosotros, que llegaremos pronto y eso hace que los ciudadanos en el remolque suspiren aliviados.
En cambio, Mila, Seung-Gil, Minami y Guang Hong junto a Leo, así como Mari se limitan a reacomodarse en sus lugares.
A mi lado Hiroko se despierta del sueño al que sucumbió en cuanto el reloj de su muñeca marcó las nueve de la mañana. Cansada como estaba de abrazarme, secar nuestras lágrimas y hacer esfuerzos mentales por no pensar en el infierno que acabamos de vivir, la dejé dormir a su antojo.
Estando cerca de la entrada trasera del remolque, los edificios y demás cosas que creía no volver a ver jamás, se presentan ante mi. Casi en ruinas y con vegetación abrazándose a sus estructuras.
Latigazos de recuerdos llenan mi mente mientras más nos acercamos al centro y al cruzar el puente de la ciudad mi cuerpo se sacude en un escalofrío que nada tiene que ver con el invierno.
Es en ésta ciudad que jamás creí volver a pisar, donde viví los inicios de la pandemia en la cuál perdí un par de cosas. La primera, mi madre. Y la segunda, la única persona que mostró simpatía por mi en años. La cual me salvó y cargó conmigo casi una noche completa, solamente para terminar muriendo a mi lado.
Ahora regreso y veo el edificio donde su coche se estrelló. El local hecho ruinas donde ese hombre bondadoso perdió la vida y donde le prometí que encontraría a sus hijos para decirles lo mucho que su padre los amó. Regresar después de haberlos conocido y con la certeza de que su hijo menor ya no está en el mundo y el mayor decidió saltar y afrontar una lucha suicida... bueno, se siente como que realmente no cumplí del todo con el señor Chulanont. Aunque no haya prometido gran cosa.
No obstante, así como ese recuerdo purga en mis memorias dolorosas, hay otra que cambia gran parte de mi existencia hasta la fecha.
En ésta misma ciudad, distrito, punto geográfico o como sea bueno llamarlo, lo conocí. Aquí tuve mi primer encuentro con Yuuri Katsuki.
Aquí el destino comenzó sus trámites, sellando nuestras vidas en un solo paquete.
El amor de mi existencia llegó a mi vida aquí, mientras yo agonizaba en el charco de mi sangre y ahora vuelvo al punto de inició sin él, pero con su presencia arraigada en la piel.
Pensándolo detenidamente, quizás la vida sí disfruta de mi jodido sufrimiento. La muy perra se ríe en mi cara con cada paso que doy. De otra forma no me explico el porqué yo aún estoy aquí.
O tal vez es el Dios en el que Hiroko cree obrando por nosotros.
Mamá dice que, a veces, la vida da segundas oportunidades. Sin embargo, si mi segunda oportunidad llegó la mañana que conocí a Yuuri, tuve una tercera hace un mes; al despertar del coma.
Si lo pienso de esa manera, lo más probable es que ya abusé de mi plantilla de existencia. Se me acabaron los cupones. La oferta expiró y debo ser más cuidadoso. Pensar dos veces antes de actuar, pero no tardar demasiado o me arrancarán la cabeza. Fui yo quién decidió seguir en éste mundo de mierda, sin lugar a dudas. Así que debo afrontar los hechos aunque me rasguñe el alma.
Que yo me haya estancado en el buró de crédito de la vida aún cuando no he hecho más que lamentarme siempre, Yuuri debe seguir vivito y populando por ahí. Mi Cerdito tiene más rango existencial. Debe tenerlo al ser salvador de tantas personas en desgracia como yo.
Por muy cursi, estúpido, idealista y cliché que puede sonar una afirmación tan chapada como ésta; yo sé que Yuuri Katsuki sigue vivo. Lo siento en mí, el pedacito de su alma enredada con nudo ciego a la mía aún late.
Él prometió estar conmigo siempre.
Aunque nuestro "siempre" no tenga toda la connotación que debería esa bonita palabra. ¿Sería más correcto decir "Hasta el último jodido día de nuestras vidas"?
-Hemos llegado. -Informa Seung-Gil, rompiendo el silencio que ha perdurado más de lo que incluso yo puedo soportar. El camión se detiene. -Aquí es donde entras tú, Yuri. Debes hablar con los líderes de éste lugar.
Lo escuché. Su voz entró por mis oídos, pero sus palabras está fuera de mi línea de comprensión ahora.
-¿Qué? -Aún así debo preguntar, porque todos me observan con insistencia.
-Es lo mejor, Yuri -habla Hiroko, su voz suave y firme, como cuando una mamá amorosa te dice que te tomes el jugo con vitaminas o no saldrás a jugar-. Los líderes que han venido aquí antes son Toshio, Yuuri y J.J, pero ninguno de ellos ha llegado y...
-Puede encargarse Lee, ¿no? -Me inquieto buscando la mirada metálica del Coreano.
-Ya he venido antes, pero como un soldado más -responde-. Lo mejor es que alguien ligado directamente a la familia lo haga, sin embargo no harán mucho caso de Mari y Hiroko. No pasará nada, Yuri, yo te guiaré. Entre los soldados que hemos llegado tú eres el de rango más directo con el general y el comandante Katsuki.
Bonita chorrada. Ahora resulta que ser miembro honorario de la familia Katsuki me hace muy importante, ¿eh? Ahora si, verdad. Puñetas.
-Es una idiotez pensar que ellos le harán caso a un adolescente de dieciséis años. -Gruño y caigo en cuenta de mis palabras. ¿Desde cuando me considero a mí mismo un crío incompetente? Ésto no es por mí o sobre lo que yo quiera. -Olvida eso. De acuerdo, lo haré.
De cierta forma desquiciada, ellos tienen razón. Por mucho que me hierva la bilis admitirlo. Nada es sobre lo que yo quiero en estos momentos, por muy mimado que Yuuri y su familia me tengan, lo único importante ahora es conseguir un lugar donde refugiarnos hasta que los verdaderos líderes vengan.
Y por ser el cotilla más husmeador de toda la ciudad subterránea, yo me he codeado todos los días tanto con los altos mandos y líderes de la ciudad, así como sé cada funcionamiento que ésta tenía.
Las ventajas de un noviazgo que tiene más intimidad y responsabilidades que un matrimonio sólido de años.
-Ya iba a golpearte, hermanito -Mari dice, revolviendo mi cabello y sacando mi peluche del bolsillo de la sudadera. Alejándolo cuando me dispongo a morderle el brazo para que lo suelte-. Te lo devolveré más tarde. Te quita puntos de rudeza.
No discuto.
-Escucha Yuri-chan -Hiroko se acerca a mi y pasa la manga de su sueter por mi rostro, limpiando la suciedad que pueda tener o el rastro de lágrimas que aún persistan-. Eres un niño muy lindo, pero para las personas que estamos en estos camiones eres un solado. Uno de los mejores. Un chico que ha ayudado a preservar la vida de cada uno de nosotros. -Los ojos de Hiroko en ese momento brillan, sinceros. Y mi mente juega con la gama de colores bailando en sus orbes tan parecidos a los de mi novio. Las siguientes palabras de Hiroko calan profundo en mí -Confiamos en tí, todos. Incluso estoy segura de que mi Toshio y Yuuri pensaron en que tú sabrías qué hacer al llegar, por eso no tuvieron preocupaciones para quedarse.
Es increíble como ésta maravillosa mujer puede llenar de sentimientos cálidos el alma marchita de una persona. La voz de Toshio Katsuki llega a mi, transportando mi mente a la tarde de unos días atrás, cuando me dijo que yo ya era parte de su familia. Y el abrazo de hace unas horas, mientras me ruega que cuide de su esposa e hija, porque son mi familia también, disipa cualquier inseguridad.
-Ah, mierda. Que sea rápido. -Le gruñó a Seung-Gil, quien baja de un salto. Con un dulce beso de Hiroko secándose en mi mejilla, y dándole una última mirada a las personas expectantes en el remolque, me dejo caer en los brazos de Seung-Gil reprimiendo la vergüenza y el repelús que dicha acción me provoca.
Por muy fuerte que quiera ser, soy más consciente de las heridas en mi cuerpo en estos momentos, con el frío acariciándome los muslos descubiertos calando en las punzadas que parecen arder por la fuerza que ejercí al disparar hace horas.
Una vez en el suelo, giro rodeando el vehículo y reprimo el jadeo que se atasca en mi garganta. Un camión, tres remolques, una camioneta. Cinco transportes de los once que salimos a carretera.
No volteo, no pensaré en ello hasta que todos estemos a salvo dentro de la gran muralla frente a nosotros. Así como me he forzado a reprimir cada sentimiento desde que mis ojos presenciaron la calcinación del lugar que fue mi hogar por años.
Mi-er-da.
¿Qué es eso? ¿Una prisión de alta seguridad?
J.J había comentado antes que la estructura de la Ciudad Amurallada es parecida a un reclusorio, ante los reclamos de Yuuri y la risa de Phichit. Pero es verdad. Pareciera que los monstruos están ahí dentro y no afuera.
-Por dentro es más decente -Susurra Seung-Gil a mi lado. Al caminar él se coloca tras de mí, en mi flanco derecho.
En un principio me siento como en esas películas donde los mafiosos caminan con los guardaespaldas pisándoles los talones, como extensiones de su sombra. Seung sin duda tiene aire de matón. Además de que las miradas de los ciudadanos en los camiones me hacen sentir como animal de zoológico. Un acto digno de presenciar.
Creyéndome más de lo que soy -y porque la vena infantil que aún queda en mi interior me lo pide a gritos, para distraerme un poco y soportar los nervios- elevo una mano a la altura de mi sien y la giro levemente bajando dos dedos, el índice y medio, como tantas veces le ví hacer al comandante Katsuki.
Y como en todas esas ocasiones, los pocos militares que están aquí, bajan de los vehículos para, como si de un verdadero ejército se tratase, fomar una pulcra formación detrás de mí. Quietos, con los pies bien puestos sobre el pavimento y la frente altiva, esperando órdenes.
Lo que en un comienzo me pareció una idea divertida ahora me crispa los vellos de los brazos.
-Mierda, no creí que fueran a hacerlo. -susurro ladeando la cabeza hacia el Coreano que reprime una sonrisa.
-Eres la pareja del Comandante Katsuki, tenemos órden de él y el General Toshio para cumplir tus órdenes. No importa realmente que seas un Aniquilador recién nombrado.
Obligándome a guardar silencio y no hacer preguntas estúpidas que delaten mi incredulidad y sorpresa, porque cada uno de ellos me conoce como un soldado arisco y asocial, prefiero interrogar a mi novio cuando regrese.
Puta. De haber sabido ésto antes me habría divertido cuando tuve la oportunidad.
-No te emociones -sonrie Seung-Gil, demostrando que mi cara de poker no era tan buena como yo creía-, nos dieron esa órden al salir anoche.
Ah.
Mi nariz cruje en una mueca de disgusto, antes de girarme y encarar lo que se viene. Ya tendré tiempo después de saborear mi decepción. Espero.
Frente a mi se alza majestuosa una barricada de concreto sólido. Una muralla de unos buenos quince metros.
Tokio está tan diferente a como se plasma en mis oxidados recuerdos.
¿Qué habrá pensando Yuuri al ver éste lugar por primera vez?
En el otoño de mis quince años, una semana antes del cumpleaños de Yuuri, el grupo aniquilador de J.J se encontró con un camión abandonado a las afueras de la ciudad, cerca de la costa. El camión militar completamente diferente al de nosotros, con sangre manchando el frío metal y un par de cadáveres frescos a medio comer en el interior.
Las placas, así como el papeleo del vehículo y algunos artículos que los militares traían consigo dieron un claro paradero de Tokio. Yakov y Toshio no tardaron en dar ordenes y enviar a un escuadrón de Aniquiladores para la gran ciudad, con ánimos de averiguar qué rayos había pasado ahí y esperanzados en hallar un lugar con sobrevivientes como nosotros.
Cuando se supo que enviarían a Yuuri y a J.J junto con Toshio y su propio comando de soldados, entre ellos Chris, Seung-Gil y Phichit, hice un berrinche tal que aún recordar el regaño que Yuuri me dio provoca escalofríos. Fue motivo de una de nuestras más grandes peleas. Culpa mía por no comprender que era necesario tener más aliados en nuestro mundo de mierda. Culpa suya por preocuparme más de lo que mi expectante corazón soporta.
Yuuri se fue en aquella ocasión y yo tuve que vivir con ansiedad y sin poder conciliar bien el sueño durante toda una semana. En aquel entonces Zet sufrió la espera a mi lado.
El regreso de Yuuri coincidió gratamente con el día de nuestro aniversario. Llegó en el atardecer del 28 de noviembre, unas horas antes de su cumpleaños veintitrés.
Llegó visiblemente cansado y un tanto aturdido, pero con un cerdito de felpa rosa en las manos.
En esa primera expedición a la Ciudad Amurallada ocho soldados perdieron la vida a cambio de encontrar aliados en el país. Más gente sana quienes compartían el mismo cruel destino que nosotros.
Aunque yo recuperé a mi novio sano y a salvo, obtuve mi primer regalo-peluche y como bonus extra; esa fue la primera noche en que Yuuri y yo hicimos el amor. La ansiedad, la felicidad de volver a estar juntos y el alivio de sabernos bien y completos fue el detonante para que algo dentro de mi alejara el terror que me carcomía hacia las relaciones sexuales. Yuuri jamás me haría daño y era una blasfemia creer que sería capaz de lastimarme como los malditos hijos de puta que mi madre llevaba a casa.
Esa fue sin duda una de las mejores noches de toda mi maldita existencia.
Sintiendo mis labios estirarse a sonrisa nostálgica, me obligo a borrarla de inmediato al acercarnos a la muralla. Dejando detrás nuestros camiones y la formación militar, el gran portal se muestra intimidante a cada paso que doy con Lee pisándome los talones. La entrada es custodiada por una formación tan perfecta como la mía, militares en uniforme con playeras oscuras y pantalones de verde oscuro, a diferencia de los uniformes de Seung-Gil y los demás, que es completamente negro.
Una parte de me ruega ignorar el hecho de que mi ropa se basa simplemente en una sudadera con estampados de estrellas tres veces más grande de mi talla normal, cubriendo casi por completo un short corto de color negro que me llega a los muslos y las botas militares negras con manchas de sangre. No quiero ni pensar que mi cabello debe parecer un nido de pajaros o la vergüenza me hará dar medía vuelta y gritarles a todos que son unos idiotas.
Frente a la formación de soldados, dos hombres con el uniforme militar verde completo esperan por nosotros.
-Ellos son los líderes de éste lugar. -Murmura Seung-Gil.
Tomándome mi tiempo para llegar a ellos, en parte porque aún no puedo caminar con rapidez y el dolor en las costillas por mi maratón de balazos hace unas horas, por otro lado me sirve de excusa para analizarlos a distancia.
El hombre mayor muestra un aura imponente, como Yakov, pero la sutil sonrisa en sus labios surcados de arrugas me recuerda a Toshio. Debe tener unos sesenta años quizás, aunque es alto y su postura es perfecta.
El otro hombre es más joven, quizás cerca de los treinta años como Viktor. Él, en comparación con su acompañante, sonríe abiertamente al vernos.
Fácilmente puedo ver el parentesco entre ellos, quizás padre e hijo. Ambos con los típicos rasgos japoneses, pero con la piel ligeramente bronceada.
-Buenas tardes -Saludo, dirigiéndome específicamente al hombre mayor y deteniéndome a un metro de distancia, sorprendiéndome por lo clara y fuerte que me ha salido la voz en comparación con el temblor que ataca mis manos-. Lamentamos importunarle tan repentinamente, pero le ruego que nos ayude, por favor. Nuestro refugio a sido atacado anoche por los infectados con el virus Lexán. Le ruego nos de hospedaje -Me inclino en una reverencia, no muy seguro de qué rayos dije y agradeciendo que mi cabello cubra el sonrojo en mi rostro. Por el rabillo del ojo puedo ver a Seung-Gil imitar mi acción.
-No tienes que ser tan formal, chico -la voz fuerte del hombre me hace saltar al no percatarme en qué momento se acercó. Su inglés es fluido, y su tono de voz sacude memorias enterradas en lo más profundo de mi mente. Con las manos en mis hombros me obliga a enderezar la espalda y encararlo.- En éste lugar hay espacio suficiente para ustedes -su sonrisa y el calor de sus manos se sienten extrañamente familiares, pero considerando que no es momento para divagar en cosas como esas, le agradezco con voz firme-. Pero, tenía entendido que tu ciudad albergaba a más de doscientas personas y tu solamente llegas con Cuatro vehículos... Oh.
Guarda silencio al responderse él solo al verme desvíando la mirada, dolido ante los recuerdos de la pasada noche. Los gritos y los lamentos aún zumbando en mi mente al igual que la imagen de un par de ojos ámbar despidiéndose. Estoy casi seguro que el eco de las alarmas sonando sobre mi cabeza la noche anterior será un recordatorio eterno en mis recuerdos y sueños por un largo tiempo.
-Han pasado por mucho, ¿no es así? -Murmura y el sonido ligero de su voz suena tan amable que no tengo la fuerza para verlo a los ojos o me quebraré ahí mismo, frente a un desconocido al que debo mostrarle valentía y fuerza para dar la cara por la poca gente de mi ciudad que ha sobrevivido. Él asiente y sin soltar mis hombros da la orden de abrir el gran portón y ayudarnos -Aquí estarán bien.
Haciéndose a un lado e instándome a hacer lo mismo con sus manos en mis hombros, la entrada se abre para permitir el paso de los camiones.
-Cuentame que sucedió. -Pide con un movimiento de manos para que comience a caminar a su lado tras el último remolque, donde Mari y Hiroko me sonríen. -No puedo creer que Toshio, Yuuri y Jean estén...
-Ellos están bien -Me apresuro a aclarar, aunque no esté seguro de ello y sea más un deseo propio-. Se quedaron luchando para cubrir la huida.
-Me gusta tu determinación y tu esperanza, muchacho. Es agradable saber que los líderes de Hasetsu tienen una mirada tan fuerte y decida como la tuya. -Dice deteniéndose a mi lado, ambos observando a las personas que bajan de los vehículos siendo ayudados tanto por los soldados de Hasetsu como los de Tokio. Una pequeña punzada de celos combinada con alivio me golpea al ver como Mila corre a los brazos de sala Crispino, que baja con los otras personas puras. No obstante, eso significa que Viktor Nikiforov aún no llega -Creo que no nos presentamos como se debe.
Eso tiene el poder de revolverme el estómago, recordándo que solamente me puse a pedir cosas sin dar siquiera mi nombre. Vaya idiota.
-Soy Takumi Nishigori y éste de aquí -presenta, señalando al hombre joven a su lado, quien sonríe cordial -es mi hijo, Takeshi Nishigori. Somos los encargados de éste lugar, quiero que se sientan bienvenidos. Ya conozco a Seung-Gil -agrega asintiendo en saludo al Coreano que permanece callado a mi lado-, pero es la primera vez que te veo a tí. ¿Quién eres, muchacho?
Bueno, también es la primera vez que yo debo presentarme ante alguien después de un poco más de dos años. Los últimos desconocidos que llegaron a Hasetsu fue el pequeño grupo rescatado en el cual llegó Minami.
Ver la magnitud de la estructura dentro de la muralla, me hace pensar en lo distante que es éste lugar a mis vagos recuerdos de Tokio. La Ciudad Amurallada debe resguardar un poco menos de un distrito, pero eso ya es bastante.
La última vez que yo estuve en éste lugar, era un mocoso de doce años, miedoso ante la vida y las personas. Un niño que creía ya no tener más lágrimas que derramar ni ganas para seguir fingiendo que mi propia existencia era algo bueno.
Casi cuatro años después regreso con más vivencias de las que debería a mi edad. Sabiendo lo que es el dolor, la pérdida, la felicidad y el amor junto con otros inquietantes sentimientos que no tenía idea que existieran. Incluso regreso sabiéndome parte de una maravillosa familia.
¿Quién soy yo?
"¡¿Por qué tuve que tener un hijo como tú, Yuri?!"
"Yuri~ ven a jugar."
"Yuratchka, eres mi querido nieto."
"Gatito, amor. Eres hermoso."
"Yuri-Chan, hice pastel de chocolate, ¿quieres un poco?."
"Todo estará bien, Hermanito."
"Hey, Yurio~"
He conocido a muchas personas. Algunas más importantes que otras. Cada una teniendo un modo particular de llamarme. Cada una marcándome con su presencia de una forma u otra. Agradable o no. Cada encuentro al que he sido sometido en la vida me ha hecho quien soy hoy.
Siendo sincero, el yo que soy ahora es totalmente diferente al que era hace años. Y eso está bien. Ser consciente de ello me provoca un gran alivio.
Es como haberse sentido perdido toda la vida, cada día, y de repente tener conciencia de que eres aquello que la gente ha hecho de tí y contigo.
Las personas a mi alrededor en los últimos cuatro años me han dado más de lo que yo podré ofrecerles jamás. Es su calidez, su protección y su amor lo que convirtió a un pobre niño sin ganas de vivir a un chico que dice no a su abuelo porque no se imagina un lugar sin esas personas maravillosas a su alrededor.
"Quiero que cuentes conmigo, Yuri. Quiero que te sientas parte de mi familia."
-Soy el yerno del General Toshio -hablo, mi voz tranquila y una ligera sonrisa estirando mis labios resecos-. Soy la pareja del cuarto líder de lo que fue la ciudad subterránea, el Comandante Yuuri. -sonrío sincero, apretando la mano que el hombre me ofrece -Mi nombre es Yuri Katsuki.
-¡Ya suéltame, bruja!
-¡No lo haré~!
-¡Ya joder! ¡Vete a dormir! ¡Te pones aún más insoportable cuando tienes sueño!
La risa de Mila hace llorar a mi tímpano por tenerla tan pegada a mi oreja. Casi aplastándome en los cojines del sofá y asfixiándome por la presión de sus brazos en mi cuello.
-Ay, Yuri, desde que te autoproclamaste el esposo del Comandante Katsuki estás muy mandón.
Mi rostro arde en menos de dos segundos, presa de la vergüenza y el esfuerzo que debo hacer por no estrellar el rostro de la pelirroja en la mesita de centro.
Junto a mi, Mari ríe divertida y Seung-Gil riprime su sonrisa mientras ayuda a Hiroko a lavar los trastos. Ella si deja fluir libre y feliz su sonrisa.
-¡Cállate, maldita bruja! ¡Ya te dije que me sueltes, vas a romperme las costillas otra vez!
-Te ves tan lindo sonrojado~ -dice con voz cantarina, pero me libera de su tortura.
Estoy cansado. Físicamente, mental y psicológicamente.
Una vez el trámite de las presentaciones con los Nishigori fue cerrado, con ayuda de Seung-Gil tuve que reagrupar a las personas que venían en los vehículos.
73 personas. 73 sobrevivientes de las 268 almas que la Ciudad Subterránea de Hasetsu resguardaba. Sin contar a los 87 soldados que habíamos, aún contábamos con 181 ciudadanos.
De las cuales sólo 73 seguimos aquí. Entre ellos 39 somos militares y 6 son de sangre pura como la de Yuuri y Sala.
Tres camiones y tres camionetas aún desaparecidas.
Por muy hijo de puta que me escuche, al menos el pequeño número de personas ayudó a hacer más fácil la reubicación.
La Ciudad Amurallada es extensa con una considerable cantidad de casas y edificios dentro. Es como si simplemente hubiesen construido un gran muro alrededor de un distrito.
Una gran colonia para las poco más de 500 personas que habitan aquí.
Incluso un río de agua cristalina atraviesa la pequeña población.
El General Nishigori, como lo denominamos Seung-Gil y yo porque llamarle simplemente "Señor" después de que nos ha tendido una mano me parece insulso incluso a mí, nos otorgó dos edificios departamentales para vivir. Completamente sucios, pero habitables, de cuatro pisos y 16 departamentos pequeños cada uno. Era simplemente más de lo que esperábamos. Nos abastecieron de ropa y despensa.
Al ingresar intenté ignorar el escalofriante parecido que tenían las viviendas con el edificio en el que viví al inicio del brote y el infierno de los infectados.
Al menos volvería a tener un balcón. Aunque no se viera mucho desde ahí realmente.
Una vez que estuve seguro de que los ciudadanos estarían bien y ellos se encargaban de la limpieza de los edificios después de un merecido baño y meterle algo a mi estómago por insistencia de Hiroko, fui junto a Sala, Seung-Gil y Mila en busca de los Nishigori.
Solicitamos una pequeña audiencia con los médicos y, de ser posible, químicos del lugar. En un pequeño centro de salud y rodeados por 10 doctores y 7 químicos un poco vejetes, mostramos el prototipo de cura "Salchow".
Explicamos todo lo que sabíamos; que era creación de Viktor Nikiforov ayudado por la sangre de Yuuri Katsuki y la sangre del hijo de un infectado nivel cuatro. O como nosotros lo llamamos; Vampiro. Hablamos sobre lo mucho que se esforzó nuestro médico/químico desaparecido en más de tres años, el cual viajaba con la criatura de prueba a la que se le estaba aplicando dicha cura. Relatamos los avances ante sus caras incrédulas y asombradas y obtuvimos felicitaciones que no nos merecíamos del todo. Sala se encargó de explicar ella sola que la cura no estaba completamente terminada y que, mientras Viktor no apareciera, no sabía cómo proseguir con ella, pero que si conocía el procedimiento a seguir para llegar al prototipo como tal. Incluso podrían valerse con las sangre de la gente pura entre sus ciudadanos.
Por supuesto, Sala Crispino se presentó como una pura, al igual que su hermano gemelo y otros cinco de nuestros sobrevivientes.
Después de abandonar a Sala con los médicos para retomar las investigaciones y explicar cada detalle de "Salchow", le pedí a Nishigori hijo que me permitiera ayudar en lo que pudiera.
Aunque Seung-Gil me traicionó al decir que yo no podía hacer muchos esfuerzos por ahora, ya que estaba en recuperación de un accidente muy grave.
Nishigori aceptó reorganizar a sus solados con nuestras tropas. Reasignando tareas y deberes.
Contrario a nosotros, ellos se distinguían por grupo 1 y 2. Sorprendiéndose al comprender un poco más de nuestra forma de acción y nuestras divisiones de Buscadores a Aniquiladores.
Al igual que en Hasetsu, ellos ya se habían abastecido antes de que el invierno comenzara y no habría mucho que hacer hasta que la primavera llegase. O hasta que el sol sea más constante en el cielo y no solo un foco intermitente como ahora.
En éste lugar todo está dividido, como una colonia común y corriente una vez que te acostumbras a ignorar los grandes muros y olvidar un poquito el porqué están ahí.
Para llegar a nuestro edificio debíamos caminar mucho, y para llegar al hospital otro tanto, y así para cada sitio. Quizás ya me había acostumbrado demasiado al pequeño enjambre de Hasetsu. Para ir al comedor simplemente debía salir de la recámara, caminar diez pasos, entrar al elevador, presionar el botón de la primera planta y, al bajar, caminar otros 50 pasos atravesando la sala común.
Al menos aquí estábamos en la superficie y Mamá no tendría que cocinar para toda una ciudad.
Ah, y había más privacidad.
Mis tareas hasta que pudiera hacer algo más rudo que simplemente dar ordenes a los 39 soldados que estamos aquí, era monitorear la entrada. Vigilando desde una de las dos torres que flanquean el gran portón y desde las cuales se observa tanto la pequeña ciudad como a las afueras y a los Upyr rondando por ahí.
Aunque no se nos permitió hacer nada hasta el día siguiente.
La esposa de Takeshi, Yuuko Nishigori, se mostró ante nosotros como una persona amable y muy embarazada. Mila no pudo evitar gritar al verla y tocar su pronunciado vientre. Que para mi no hacia más que verse un poco demasiado enorme para alguien tan pequeña.
No hice ningún comentario al descubrir, por su propia boca, que tendría trillizas.
Y así fue como, con panza gigante nos mandó a descansar hasta el día siguiente, dejándome a merced de una loca pelirroja.
Hiroko estaba por demás tranquila -o muy deseosa de una distracción-, así que decidió cocinar para nuestro pequeño y particular grupo. Mari, Mila, Seung, Leo, Minami y yo.
Ya que Sala fue secuestrada por los médicos y su hambre de conocimiento así como el tímido Guang Hong, su enfermero.
-No sé como Sala y Otabek te soportan.
Mi error. Un error que nos dolió a todos.
Claramente no soy el único que ha evitado por todos los medios pensar en las personas que hemos dejado atrás. Las mismas que deseamos ver lo antes posible.
-Bueno, Sala me ama y Otabek... hemos sido amigos toda la vida. -Susurra Babicheva, mirada triste y su mano jugando con un mechón de mi cabello.
No queriendo ofrecer disculpas en voz alta, gruñó, dejándome caer para recostar mi cabeza en sus piernas.
El contacto me eriza la piel, poco acostumbrado a dejar que otros me toquen, pero las ligeras caricias de sus delgados dedos a mi cabello se sientes bien. Diferentes a las que estoy acostumbrado y tanto adoro, pero bien.
Y cierro los ojos para ver los rostros melancólicos de las personas a mi alrededor.
Seung-Gil Lee espera a Phichit Chulanont, su novio Tailandés que saltó del remolque en el último segundo.
Mila Babicheva está a salvo con su novia, pero está preocupada por Otabek, el hombre que ha sido su mejor amigo y única familia desde que eran niños.
Leo de la Iglesia tiene a Guang Hong, pero también amigos que ha debido dejar atrás.
Minami Kenjiro lloriquea al pensar en su insoportable rey, Jean-Jacques.
Así como Mari, Hiroko y yo estamos anhelantes de ver a Toshio y Yuuri atravesar la puerta con sus sonrisas características.
-Ellos están bien. -Aseguro. Siendo eso lo que me repito desde que Yuuri desapareció de mi vista a mitad del bosque. Como un mantra, un ruego.
-¿Cómo puedes saberlo?
Abro los ojos al escuchar la voz de Minami, tímida y aguda, pero no volteo para verlo. Mantengo mi vista en el techo de la pequeña sala, recordando momentáneamente las estrellas verdes fosforescentes que ardieron en el techo de mi recámara y mis cosas junto a las de Yuuri gracias a la explosión que erradicó a Hasetsu.
-Solamente lo sé. Lo siento en mí.
[Ciudad Amurallada - Tokio.
5:34 a.m]
-Puedo cargarte...
-Tocame y te arranco la mano de un mordisco -gruño. O eso intento.
Justo cuando creo que mi cuerpo se recupera bastante bien, debo subir demasiados escalones para llegar al mirador de una de las grandes torres que flanquea la entrada a la colonia.
Estamos cerca, puedo ver la puerta de entrada, pero mi cerebro dejó de contar después del centésimo escalón ya que una punzada astilló mi pecho, recordándome lo inutil que es mi cuerpo en recuperación.
Si no fuera porque ya me estoy esforzando por llenar mis pulmones de aire, gritaría mi victoria al tocar la puerta metálica.
-Estás pálido. -Mila toca mi mejilla con un dedo y yo la aparto, recargando mi peso en la pared mientras Seung-Gil toca, llamando a la gente en el interior.
Takeshi Nishigori abre, sonriente y dando los buenos días.
-¿Estas bien? -cuestiona al verme tambaleante.
-Si, si... gajes del oficio.
Una vez explicó que nuestro trabajo consistía básicamente en vigilar tanto el interior de la ciudad como la entrada y sus alrededores, y que, si algo llegaba a suceder debíamos tocar una alarma cuyo botón plateado estaba incrustado en la pared, se fue junto al resto de su guardia para descansar.
Todo está funcionando con tanta naturalidad que verdaderamente no debería sorprenderme. Teniendo en cuenta que todos estamos en el mismo barco maltrecho en aguas turbulentas enfrentando la ira de la naturaleza, lo normal es ayudarnos unos a los otros.
Por supuesto gran parte de mi incredulidad viene de los terrores infantiles resucitando en últimas instancias, recordándome que no todas las personas tienes un gran corazón y buena fe.
La habitación dentro de la torre en circular y es casi todo en cristal tintado. Todo se ve claramente desde el interior, pero por fuera es vidrio polarizado.
El cielo cambiante muestra ahora un tono más oscuro, señal obvia de un pronto amanecer.
-Increible. -Suspira Mila. Seung y yo nos limitamos a tomar cada uno un lugar. Yo viendo hacia el exterior de la muralla y él vigilando el costado que da hacia el gran portón de hierro forjado -¿Cómo los japoneses hicieron ésto?
-Siempre han sido buenos con las manos. No me sorprendería si dicen que hicieron ésto en un par de días. Lo que realmente me hace preguntarme sí son humanos es cómo lo consiguieron con tan pocas personas. -Admite Lee.
Yo asiento en total acuerdo. -Encargate del otro lado, Mila.
-A sus órdenes, señor Katsuki.
Viendo a la distancia desde éste lugar, la ignoro para concentrarme en cosas más interesantes. Como en la ciudad desolada frente a mí.
Bajo la torre y fuera del muro puede verse a un grupo de Upyr escondidos entre las casas y escombros, para que la luz ultravioleta de las grandes lámparas en la cima de la muralla no los dañe.
Esos bichos malditos que no han hecho más que joder la vida de muchas personas. Y ni siquiera hay derecho alguno para culparles directamente porque ellos no tienen la culpa de nada. Porque ellos también fueron humanos en algún momento y son víctimas de las circunstancias. Son sólo consecuencias de.
Víctimas como nosotros del virus que Jordán Lex creó.
Y hierve, purga en lo más profundo de mi ser el comprender que no gano nada buscando un culpable en concreto. No gano mas de lo que ya he perdido.
Lo sé, lo he sabido desde el principio, desde que me permití sonreír por primera vez para Yuuri desencadenando así el paso del efluvio de sentimientos preciosos dentro de mi ser al recibir una sonrisa más hermosa devuelta. Sabía que esa felicidad no sería eterna. Lo sabía, pero aún así quería sentirlo, disfrutarlo y aprovecharlo cuanto pudiera.
¿Eso era algo malo? ¿Estaba mal? ¿Fue un error querer ser feliz?
No. Solamente me enamoré.
Y el amor es un sentimiento muy cruel. El amor puede volverte una persona egoísta, codiciosa y anhelante, pero al mismo tiempo llena el alma, llena cada resquicio del cuerpo y la mente con las sensaciones más maravillosas que cualquier ser humano podría experimentar.
Haciéndote sentir feliz, ligero como si flotaras entre nubes coloridas de algodón dulce.
Cuando una sonrisa es capaz de acelerar los latidos de tu corazón; cuando el timbre ronroneante de una voz te vuelve de gelatina las piernas y nubla los sentidos; cuando una persona logra hacerte sentir como el ser más precioso y único sobre la faz de la tierra; cuando estás completamente enloquecido de amor... ¿Serías capaz de renunciar a ello?
¿O pelearas con todo lo que tengas para aprovechar los pocos resquicios de felicidad que el jodido destino quiera darte?
Fuera de los cristales el cielo se torna rojizo, manchando con ligeras pinceladas anaranjadas, rosas y rojas las nubes.
Oye, cerdo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo logro amarrarte, atarte a mi eternamente? ¿Cómo se ata a la persona que se ama? Porque sinceramente estoy cansado de vivir con la incertidumbre de no saber cuándo volverás y cuánto tiempo te quedarás al llegar. ¿Qué debo hacer para que no sueltes mi mano?
Quiero que Yuuri se quede. Siempre lo he querido y cuando no es posible deseo que me lleve con él.
Porque soy una persona egoísta. Él me ha enseñado que ser egoísta no es del todo malo.
Así que mi deseo por convertirme en su hogar no debe ser un pecado.
Anhelo serlo. Ser el lugar hacia donde Yuuri pueda correr cuando sienta que está harto de todo. Un lugar donde Yuuri pueda hallar paz mental cuando el peso sobre sus hombros sea demasiado y solamente quiera acurrucarse y descansar de todo y todos. Y sé que quizás no tenga las cualidades necesarias para serlo, probablemente ni siquiera soy digno de ello... pero él me eligió.
Y no lo hago solamente por él. Después de todo soy un ser egoísta.
Cuando Yuuri está a mi lado yo puedo sentirme seguro en la guarida que forman sus brazos a mi alrededor. El calor vuelve a casa con su presencia. Un fuego pacífico arde calentando mi corazón con cada caricia de las manos de Yuuri.
Así yo también puedo sentirme en mi hogar. Bienvenido, amado y deseado. Tan necesitado e indispensable para él como lo es para mí.
Un hogar el uno para el otro.
Así ya no soy de nuevo el niño perdido en medio de la nada. Un niño asustado porque lo han abandonado y aún espera que su abuelo valla por él.
Yuuri Katsuki me ha dado tanto sin saberlo.
Un hogar y una familia.
Y juro por todo lo que soy que vale la pena pelear por ello.
Porque si éste amor me hace luchar por él con cada fibra de mi ser e incluso desear morir si con ello salvo sus estúpidas y bonitas sonrisas, vale la pena.
Vale cada maldito segundo de vida a su lado.
Porque sí éstos días han enseñado algo es que todo es temporal. Mi propia existencia lo es. Y mi mayor deseo es saborearla ardientemente junto a la persona que amo.
Los primeros rayos de sol aparecen. El astro rey matutino se abre paso entre las montañas y edificios abandonados. Ahuyentando a los monstruos, matando a los que no son lo suficientemente rápidos para volver a las sombras.
-Buenos días.
No necesito girarme para ver a Hiroko en la entrada del lugar con una bandeja en manos, donde tres tazas humeantes esperan. Ya la he observado desde el reflejo del cristal.
El ligero aroma a té flota en el aire.
-Buenos días, señora Katsuki. -Responde Mila corriendo a ayudarle. Seung-Gil asiente como saludo y yo volteo para sonreirle.
-Les traje algo calentito, no es bueno comenzar el trabajo tan temprano con el estómago vacío. -dice y toma la última taza acercándose a mi.
Al tomarla entre mis manos el calor de la cerámica me hace estremecer por el cambio repentino de temperatura.
Es invierno después de todo y el clima frío comienza a ser más crudo.
-Gracias. -susurro, agradeciéndole el té y la tierna forma en que sus manos pequeñas y regordetas limpian todo rastro de lágrimas en mis mejillas. Lágrimas que no había notado que fluyeran.
-Es precioso, ¿verdad? -habla, viendo el paisaje tras de mí -Había olvidado como eran los amaneceres.
No respondo. Tomando un trago de mi bebida tan rápido que casi quemo por completo mis papilas gustativas, esquivo su mirada. No muy convencido de explicarle que para mi es un espectáculo poco digno, como las estrellas la noche anterior, si su hijo no está a mi lado.
Hiroko me observa con tanta insistencia que no me queda más opción que girar para buscar sus ojos. Ojos con las mismas tonalidades ocres y rojizas que las de mi novio.
-¿Por qué me ve así, mamá?
Ella no responde, sólo sonríe y se agacha para sentarse en el suelo, recargando la espalda en el frío cristal. Su mano palmea el espacio a su lado.
-Sientate conmigo, Yuri-chan. -Pide.
-Por supuesto, pero levantese de ahí, hace frío y puede resfriarse. -Gruño quedito, no queriendo sonar grosero con ella y buscando una silla con la mirada.
-Aquí estoy bien, sientate.
Suspirando ante la terquedad que claramente heredó Mari, obedezco. Agradeciendo que Seung-Gil y Mila nos den la espalda, fingiendo interés en las estructuras de la colonia bajo la torre.
-No te lo dije ayer, pero quiero que sepas que estoy muy contenta porque aceptas nuestro apellido como propio. -Comienza ella y yo clavo la mirada en mi taza casi vacía para ocultar el rojo profundo de rostro -Yuuri siempre fue muy reservado. Un pequeño niño solitario al que nunca se le dio voz ni voto para opinar o expresar sus deseos.
Mis ojos buscan apresurados el rostro de Hiroko Katsuki ante tremenda revelación.
No porque no supiera ya esa historia, sino porque la versión censurada que Yuuri pudo haberme dado no se parece a la que Hiroko ofrece ahora.
Ella y yo ya hemos tenido pláticas profundas antes. La más memorables es cuando le conté sobre la mujer que me dio la vida. Pensándolo bien, fue después de ello que Hiroko me dijo que la llamara "Oka-san". Sin embargo, ella jamás ha hablado del pasado de su familia.
-Aún siendo así, Yuuri siempre fue fuerte y decidido, a su manera particular. Cumplió con lo que se esperaba de él e incluso superó las expectativas de la gente. Sólo porque quería que mi esposo estuviera orgulloso de él. -Ella se detiene para suspira ligeramente, como si los recuerdos la atormentaran -¿Sabes, Yuri-chan? -susurra acercándose más y buscando mi oído. Como si confesara el peor secreto de la humanidad -Antes yo tenía un arrepentimiento. Sólo uno. Y eso era el no haber apoyado a mi hijo para que cumpliera sus propios deseos. Porque al seguir el camino que Toshio le formó, él se alejó. ¿Y qué hice yo al verlo irse tan infeliz a la escuela militar? Solo rezar por su bienestar.
Hiroko se aleja y yo la veo sorprendido por el tono de autoreproche en su voz.
-Ahora el mundo lo es más, pero siempre ha sido un lugar muy cruel. -Toma una bocada de aire antes de clavara sus ojos en los míos y sonreír de nuevo -Aunque eso lo hace más real. Todos los seres humanos tenemos tantas cosas que aprender. Tantas vivencias y dolores por sentir. Sin tener el privilegio de escoger lo que queramos o aquello que nos haga menos daño. Así como lo único que yo pude hacer en ese entonces fue encomendar la vida de mi hijo a Dios.
Ella comienza a acariciar mi cabello. Sonriendo con una dulzura tal que me apresuro a bajar la mirada. Pensado que quizás si veo demasiado esa sonrisa logre desgastarse.
-Yo sé que tú no crees en Dios, Yuri-chan, pero quiero que lo consideres un poquito. Yo creo que fue porque deseé que Dios guiara la vida de mi hijo que Yuuri te conoció y trajo a nuestras vidas. Dios te ama, hijo. A tí y a todos nosotros, aunque te cueste creerlo. Por eso aún seguimos aquí, porque el conoce nuestros anhelos. Yo ya no me arrepiento de lo que no hice, porque ahora tu eres parte de mi familia y Yuuri es feliz a tu lado.
Correspondiendo al abrazo de Hiroko, pienso en sus palabras. Cada una de ellas hurgando en mi cerebro, buscando instalar una semilla allí.
No es como que de un momento a otro ya sea creyente del Dios de Hiroko, pero siempre he creído que hay "algo" que nos mueve a su antojo. Quizás podría deja de llamarlo "algo" y considerar que eso es el destino ya escrito por Dios.
Hey, Yuuri. Perdón. Lo lamento tanto, Cerdito. Tu siempre me haz dicho que sea fuerte. Te haz encargado de hacerme sentir seguro de mi mismo y sólo he estado lamentándome.
Hey, Yuuri. Haz dicho muchas veces que soy tu ángel, pero yo creo que es completamente lo contrario. Después de todo fueron tus alas las que me protegieron y tus plumas suaves limpiaron mis lágrimas, alejando todo temor. Otorgando un amor desconocido que no creía merecer. Tus alas de ángel sanaron al demonio que lloraba en soledad.
No importa cuánto ha cambiado nuestra vida en los últimos días. Lo único verdaderamente importante es que estamos bien.
Como mamá Hiroko, creeré que él volverá. Que Dios le mostrará el camino. Porque sí debo aprender a rezar para alejar el dolor de nuestro amor, lo haré.
Porque en éste cruel y jodido mundo, lo único que podemos hacer es luchar por nuestros deseos y esperar. El cielo ayude a los que esperamos.
Al soltar a Hiroko y girar hacia los rayos del sol que se asoman juguetonamente desde las grietas que forman los edificios. Lo veo. Los veo.
Avanzado. Plateado y blanco.
Sin dar explicaciones. Suelto la taza casi provocando que se rompa contra el suelo.
-¿Yuri? -Ignoro el llamado a mis espaldas.
Y quiero gritar, pero lo único que hago es correr. Correr y bajar las escaleras que tanto trabajo me costó subir, sin miedo a caer y romperme otra vez, incluso algo más que las costillas.
Mis articulaciones arden, queman y exigen clemencia hacia el dolor agudo, sin embargo yo solo puedo llorar.
Llorar y rezar a ese nuevo y descubierto Dios para no desmayarme ahora.
A mis espaldas, los pasos de Mila, Seung-Gil y Hiroko intentan alcanzarme apresurados.
-¡Dos vehículos se acercan! -Se escucha desde el alto parlante de la otra torre.
-¿Los conocen? -Pregunta uno de los encargados de las puertas al verme llegar corriendo y al borde del colapso.
Joder que si los conozco.
Reconocería ese Jeep plateado donde fuera. Lo esperaba lleno de ansiedad en el estacionamiento cada tarde que mi novio salía a alguna expedición.
Recomendación de canción por io-amero.
ByeByeNya.
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