16• Ven conmigo.


La primera vez que salí a la superficie después de mi rescate en Tokio fue después de que Yakov aceptara mi ingreso a los Buscadores.

Un día antes de mi expedición Yuuri, Phichit, Mila, Otabek y Seung-Gil nos sacarían a Zet y a mi al claro sobre el estacionamiento.

Era el inicio de primavera. El aire fresco hacia revolotear el cabello por la brisa, la vegetación con gotas de agua brillantes por el rocío mañanero y el sonido del cantar de las aves en las ramas de los árboles, así como las abejas zumbando sobre las flores de diversos colores.

Esa también fue la primera vez que vi árboles con flores rosas llenando sus retorcidas ramas.

Pétalos cayendo al compás del viento. Danzando en las ráfagas de aire templado con tranquilidad. Un espectáculo casi hipnótico.

—¿Nunca habías visto un cerezo, Gatito? —los brazos fuertes de Yuuri abrazando mi cintura y su aliento en mi oído bastaron para distraerme del extraño árbol frente a mi.

—¿Cerezo?

—Si, ese es su nombre y esas flores —su mano señaló las ramas—, son nombradas "Sakuras".

Mis ojos siguiendo los pétalos y sus caídas mientras Yuuri besaba mi mejilla concretaron su lugar dentro de mí. Como un recuerdo bañado de un olor fresco y embriagante. El aroma que desprendían las flores sobre nosotros.

—¿Por qué son rosas? —pregunté disfrazando la risa que me provocaban los brazos de Yuuri meciéndonos a modo de baile en una pobre imitación de vals.

—Según una de tantas leyendas, ese particular color es asociado a los vestigios de la sangre de los samuráis.

—¿Qué? —Detuve nuestro baile ignorando su mueca de disgusto.

—Ya te lo dije, es una leyenda. Éstos árboles tienen muchas de ellas.

Su cabeza bajó a la curva entre mi hombro y cuello, dando besos esporádicos combinados con pequeñas succiones a mi piel.

—Cuéntame sobre los samuráis. —Pedí con un ronroneo ante las sensaciones. Necesitaba que me distrajera o lo tiraría en la alfombra verde bajo nosotros y lo montaría bajo la sombra del misterioso árbol. Frente a nuestros amigos.

Yo no sabía realmente mucho de los dichosos samuráis. Pero había visto en la televisión alguna película sobre ninjas y los guerreros del Japón feudal. Y ciertamente la idea de que un hombre pudiera defenderse con una Katana y movimientos expertos llamaban sumamente mi atención infantil.

Haciéndome girar, Yuuri se colocaría a mi espalda y volvería a hablar en mi oído. Provocando escalofríos placenteros y una ganas irascibles por patearlo y que dejara de hacer que mi piernas temblaran.

—Los cerezos florecen durante los últimos días de Marzo hasta los primeros de Abril —comenzó—. Es una flor bellísima y esa cualidad, así como su existencia, es efímera. Su paso en el mundo es momentáneo. Evoca la sutileza, la delicadeza y la belleza de lo etéreo. —Un beso en mi cabello— Como tú, bonito.

—Cerdo adulador. —Gruñí en un intento por disimular la vergüenza y bajar el ardor en mi rostro —¿Por qué su existencia es momentánea?

—Las flores caen muy pronto. —Su voz baja una octava, como si contara un secreto y se aleja justo en el momento que una flor rosa se desliza en el viento a la altura de su cabeza. Atrapándola —Como todo lo bello en el mundo, no puede durar para siempre. Es tan hermosa como delicada y una simple brisa de aire fresco basta para hacerla ceder y cae en toda plenitud. Linda y joven sin llegar a marchitarse.

Yuuri se giraría hacia mi esa mañana de primavera, con una flor llamada Sakura en las manos y una sonrisa roba alientos en los labios. Y con extrema ternura deslizaría el tallo de la flor en la curva de mi oreja justo con un mechón de mi cabello. Despejando mi rostro utilizando la flor como pasador.

La pobre florecilla fue opacada por el rojo intenso de mis mejillas. Un puchero y mi voz refunfuñando no fueron impedimentos para que Yuuri continuara como si nada.

—En Japón el emblema de los guerreros samuráis era la flor de cerezo. Los guerreros aspiraban a morir en su máximo esplendor, en el campo de batalla, y no envejecer. No marchitarse... —Yuuri giró, dándome la espalda y viendo la lluvia de pétalos rosas a nuestro alrededor —Así como la flor de cerezo jamás llega a marchitarse en las ramas del árbol.

En ese momento pensé que realmente no era muy difícil de comprender.

Si me esforzaba, era capaz de imaginar vividamente el rostro de adoración del samurái mientras ve en completo embeleso los cerezos. Al igual que, en un giro brusco de pensamientos, puedo admirar al mismo guerrero tirado a los pies del gran árbol. El cuerpo descansando entre las raíces torcidas, dejando un charco de sangre sobre la tierra húmeda y el césped verde.

Obviamente, jamás diría aquello en voz alta.

Mucho menos aceptaría que el rostro de aquel samurái en mi imaginación era el mío.

O que sentía que la mirada de adoración que Yuuri le daba a las flores era menos especial que las que me daba a mi cuando creía que no lo veía y eso me llenaba de un orgullo insano.


Al salir de la habitación el sonido de la alarma se vuelve estridente, siendo apenas secundada por los gritos de desesperación, los sollozos y los pasos apresurados de quienes corren por el pasillo.

En nuestro piso hay varías habitaciones y mientras unas cuantas puertas yacen abiertas gracias a que sus habitantes corrieron en pos de su supervivencia, hay otras cerradas a capa y espada de donde provienen los lloriqueos de aquellos débiles, lo suficientemente asustados, como para querer salir.

Haciendo tripas corazón decidimos ignorar las lágrimas y los gritos.

Yuuri afianza su agarre a mis muslos y yo sostengo con mayor fuerza su radio y mi mano se aferra a su hombro.

Es jodidamente ridículo que no me deje caminar y lo peor es que no puedo quejarme. Sé que yo simplemente soy un estorbo en ésta situación. No puedo correr, ni siquiera puedo caminar rápido y tampoco puedo sostener mis armas. Por ello Yuuri debe llevarme a cuestas en su espalda cuando debería estar corriendo para sobrevivir.

Aunque, conociendo a mi cerdito, aún si yo estuviera completamente sano no me dejaría moverme a mi antojo. Esta situación le viene como anillo al dedo para controlar a su inestable gato.

—Sostente, Yura —ordena al llegar a las escaleras y yo afianzo mi abrazo entorno a su cuello y cintura con brazos y piernas.

Si el momento fuera distinto y nuestras vidas no corrieran peligro yo me tomaría un buen tiempo para apreciar la soltura de Yuuri y su fuerza.

Como si yo no pesara absolutamente nada y no me llevara colgando y aferrado a él como un gatito en la rama más alta de un árbol, mi novio se muestra como el comandante militar que es y sostiene la metralleta en sus manos, fijándose en cada esquina antes de girar hacia otro pasillo y bajando las escaleras trotando.

Es al llegar al primer piso que la realidad de los hechos me golpea y soy consciente de que los múltiples escenarios desoladores que mi mente ha creado son insulsos.

En la sala común hay más personas. Todas gritando y llorando. La desesperación asfixiándo a todos aquellos que empujan y golpean en su intento por llegar al estacionamiento.

Por alejarse de los monstruos y los disparos en los pisos más altos.

Los Upyr ingresaron por la entrada número uno, llegando al piso más alto. Según Toshio Katsuki, los infectados están en el piso diez y el nueve y mientras más avanzan, más infectados entran por la puerta principal de la ciudad subterránea. La estructura de Hasetsu es como un panal de abejas y desde la sala común puede verse hacia arriba cada uno de los pisos, sin embargo las luces parpadeando no permiten ver muchas cosas. Sólo los gritos y los disparos en la lejanía son prueba de la masacre sobre nosotros.

En el primer piso la sala común, los comedores y la cocina están sobre tres pisos subyacentes que complementan el ala médica, el estacionamiento y más abajo los generadores de energía. La única salida es la puerta que lleva escaleras abajo directamente al estacionamiento y ahora está estancada por más de cien personas que lloran y gritan por su vida.

—¡Yuuri!

La voz de Phichit llega detrás de nosotros, junto a él están Seung-Gil, J.J y Minami en el pasillo de las escaleras que lleva al piso de enfermería.

Mi novio empuja hasta llegar junto a ellos.

—Esto es el infierno —dice y los demás asienten comenzando a bajar. Yuuri salta para acomodarme mejor en su espalda ya que me he ido resbalándo.

—Puedo llevarlo yo, Katsuki —se ofrece Seung-Gil y una parte de mi considera que es lo mejor, Yuuri debe estar cansado y necesita ponerse al tanto con J.J de lo que ocurre.

No obstante mi corazón grita porque no lo suelte, que me aferre a él con uñas y dientes si es necesario. Además de que no permitiría que alguien más me toque en otras circunstancias.

—No lo toques —el gruñido de advertencia sale de la garganta de mi novio sorprendiéndome al igual que al Coreano—. Dime lo que sabes, Leroy. —Demanda.

—Los Aniquiladores y Buscadores que dormían en los pisos 10 y 9 están luchando e impidiendo el avance de los Upyr lo mejor que pueden. —responde J.J, su rostro muestra emociones indescifrables y su mano sosteniendo la de Minami apresura el avance del menor —Toshio y Yakov ordenaron que los líderes bajáramos de inmediato al estacionamiento. Haremos que la mayor cantidad de ciudadanos aborden los tres remolques y los cuatro camiones. Se asignarán Aniquiladores a la entrada para despejarla al momento de abrir los portones.

—Bien, ¿y los doctores? —cuestiona Yuuri al ver desolados los pasillos de la enfermería.

—Viktor y Sala ya están en el estacionamiento —le contesta ahora Phichit. —Viktor y la cura viajarán en un camión con otros ciudadanos, Sala junto con otra dosis de cura y los otros seis puros irán en un remolque resguardado por un grupo de Buscadores. Chris está con tu padre. Yakov irá junto a Viktor.

En el estacionamiento hay más control, pero los gritos y lágrimas aún son ensordecedores. Las luces aún parpadeando sobre nosotros son más escalofriantes.

—¡Mamá! —gritamos Yuuri y yo al unísono en cuanto la imagen de Hiroko se presenta ante nosotros junto con Mari y Toshio. Yuuri me baja con cuidado y su madre nos abraza a ambos un par de segundos antes de que él se separe para hablar con su padre.

—¿Estás bien, Yuri—chan? —la voz de Hiroko oculta terror y llanto contenido. Mi vago intento por tranquilizarla consta de un abrazo más fuerte aún cuando mis costillas se quejan del apretón.

—¡Yurio!

—¡Viktor debes estar el camión! —el de ojos azules ignora a Christopher y se apresura para llegar a mi lado. En uno de sus brazos lleva, envuelto en una manta blanca, al bebé vampiro completamente dormido.

—Es él, ¿no? —pregunto. Odio destilando mi voz —Han venido por eso.

—Es probable —admite Viktor, rostro serio y brazos protectores entorno al pequeño ex monstruo—, pero la cura está en su sistema ahora. No podemos dejarlo.

Y, por mucho que me joda admitirlo, es completamente cierto.

—Llévate ésto, Yurio —dice él y me extiende un pequeño maletín, casi del tamaño de mi mano. —Es una dosis de la cura. Mientras más haya mejor. Sala también lleva un par. Nos vemos en Tokio —mi cerebro registra el mensaje oculto: No sabemos quién logre sobrevivir. Viktor me observa, y puedo leer preocupación en sus ojos. Su mano se estira lo suficiente para acariciar mi cabeza y susurra, una pizca de diversión en su tono: —Pareces embarazado, Yuri.

Mi ceño se frunce y al bajar la mirada me sonrojo al comprender a qué se refiere. Mi peluche aún descansa en el bolsillo de mi sudadera, abultando mi vientre con el cerdito de felpa que se desparrama por los laterales del bolsillo.

Iba a gritarle que era un completo idiota, pero toda vergüenza y enojo escapa de mí al ver la mirada triste y llena de preocupación que le dedica a Chris. Y se va sin darme oportunidad para hablar, caminando apresurado hacia su camión.

—Ya es hora. —Anuncia Yuuri regresando a mi lado y besando la frente de su madre antes de subir a la parte trasera del remolque.

Seung-Gil y Phichit ayudan a Mari y Hiroko al tiempo que Toshio se acerca a mí y me estrecha entre sus brazos.

No puedo reaccionar, no sé qué hacer.

—Yuri, por favor cuida de mi esposa y mi hija. Son tu familia ahora —su voz es fuerte y decidida. Expresa una tranquilidad estremecedora y antes de que pueda responder ya me ha elevado entre sus manos. Entregándome a los brazos de Yuuri.

En el remolque también ha subido Minami, Leo, Mila, el enfermero de Sala: Guang Hong, Mari, Hiroko y otras personas que no logro identificar. Pero la mayoría son mujeres y niños.

Seung-Gil y Phichit suben, preparando sus armas.

Y el pánico crece en mi interior al ver a Yuuri listo para saltar fuera del vehículo. En un acto reflejo, y lastimándome un costado por el movimiento brusco, alcanzo a tomar su mano.

—¡¿Qué diablos creés que haces, Cerdo?! —mi exclamación suena a un gruñido gutural gracias a que mi pulmón maltrecho a comenzado a arder. Quizás porque me estoy alterando. Quizás porque comienzo a hiperventilar.

—Debemos distraer a los Upyr. Es muy probable que estén esperando en la entrada. —Responde, pero no gira.

—¿Debemos? —jadeo —No digas estupideces y sientate, Cerdo.

—Yuri, entiende —un suspiro tembloroso sale de su boca y su mano aprieta el agarre de la mía, pero aún se niega a verme. —Los Aniquiladores y los Buscadores que quedamos debemos cubrir la huida de los que están saliendo y sacar a los infectados de aquí... Y si no logramos sacarlos tendremos que destruir todo el lugar.

—¿Cómo?

Yuuri no responde. Tal vez por consideración a los ciudadanos que nos escuchan para que no se alteren más de lo que ya lo están. Y la respuesta es clara aún sin palabras:
Los generadores de energía.

Y de nuevo la adrenalina en mi sistema hace de las suyas. El tiempo parece ir más lento, cada latido de mi corazón hace palpitar mis heridas con el flujo de mi sangre al pasar bajo cada laceración en proceso de curación y es más notable la unión de nuestras manos por mi temperatura elevándose sobre su piel fría. En el remolque las personas lloran y sus sollozos quiebran el ambiente al igual que los gritos suplicando ayuda en el estacionamiento. Ayuda a algún ser divino para que el infierno se termine, para que los salven.

Delante de nosotros Toshio nos ignora, viendo a su esposa e hija mayor con una sonrisa casi imperceptible y ojos pidiendo perdón y gracias en grados diferentes.

Otabek le guiña un ojo a Mila, quien ríe en medio de un sollozo mientras le pide en voz baja, desde el fondo del remolque, que sea fuerte.

Chris ve en la dirección opuesta, probablemente hacia donde el camión donde Viktor viaja está avanzado.

J.J le manda un beso a un Minami hecho un mar de lágrimas.

Despedidas. ¿Cuántos de nosotros nos estamos despidiendo de personas valiosas? ¿Por cuánto tiempo? ¿Y yo creía que después de Zet y el señor Chulanont no tendría que despedirme de alguien más? ¿Qué no volvería a pasar por eso en un buen tiempo?

No. No. No. Infiernos, no.

—¡Me niego! ¡No se te ocurra bajar del remolque, Cerdo! —Mi grito rasga mi garganta y los dedos de mis manos ceden ligeramente por el dolor que provoca un lapsus de tos.

Mis quejidos son reemplazados por otros gritos en el aire. Puedo diferenciar claramente los gritos de las personas por sobre los gruñidos de los infectados y que se escuchen tan cerca es sinónimo de que el tiempo se nos agota.

—¡Comandante, Katsuki! —llama un soldado que cuida la entrada de la ciudad a la sala común, donde intentan contener a los ciudadanos que comienzan a ponerse violentos —¡Han bajado! ¡Ellos están en el segundo piso!

Los berridos animales, los gritos desesperados y mis latidos de mi corazón incrementan ante lo inevitable.

—Soy un puro, ¿recuerdas? —Mi novio voltea al fin y puedo ver en sus ojos lágrimas que luchan por no derramarse. ¿Me está pidiendo que no le haga las cosas más difíciles? Éste cerdo estúpido.

—¡Tu sangre no puede garantizarme que sobrevivirás! —Exclamo levantándome e intentando abrazarlo. Él me contiene tomando mis muñecas.

—Entonces cree en mí palabra, amor. —se acerca, dando un beso en mi nariz —Estaré bien.

—¿Cuánto vale la palabra de un Cerdo mentiroso? ¡Tu siempre mientes!

—Yo opino que la palabra de un mentiroso es importante —sus labios acariciando los míos. Su aliento dándome el aire que se ha negado a llenar mi cuerpo—. Ya que, si te hace una promesa, será porque se compromete a diferenciarla de cada cosa que te ha dicho antes, ¿no lo crees?

—No sigas con ésta idiotez. —Mi murmullo muere en su boca —Aún hay espacio aquí... Ven conmigo.

Suplico con la esperanza de que él me sonría, me diga lo terco que puede ser su gatito y me bese antes de sentarse y abrazarme.

Pero Yuuri tiene un complejo de héroe. Y por sobre todas las cosas, en éste vehículo viajaremos su familia. Por supuesto que no dejará que nadie más se encargue de mantenernos a salvo si no es él. Aunque eso implique dejarnos.

Ojos ámbar me ven y por un momento me parece presenciar la misma mirada que me dedicó en nuestro primer encuentro.

Ojos color caramelo fundido, brillante, dulce y tentador.

La misma mirada que me dedica cuando me río, cuando lo beso de imprevisto, cuando hacemos el amor. Yuuri me observa como si fuera la cosa más bella que ha visto en su vida. Una deidad. Un ángel.

Un nuevo beso. Bañado en desesperación y escarchado con chispas de dolor, con la amarga cereza coronando la despedida.

—... Nos vemos pronto, Gatito. Te amo.

Y me suelta. Saltando del remolque para dar medía vuelta junto con su padre y los otros, dirigiéndose a su camioneta Jeep.

—¿Yuuri? —lo llamo, pero él no regresa —¡Yuuri, no!

Al sentir otros brazos sosteniéndome, grito. Grito su nombre. Grito con la esperanza de que él vuelva y me abrace. Grito deseando que todo sea un mal sueño, una pesadilla de esas que había dejado de tener hace unos meses, y despertar con él a mí lado diciéndome lo mucho que me ama, besándome hasta hacerme temblar con una sola caricia.

—¡No, suéltame! —exijo. El olor me dice que es Mari, su respiración entrecortada es prueba de que ella llora tanto como yo —¡YUURI!

Mi grito se quiebra al sentir mis pulmones rechazando el aire. Mis piernas tiemblan y ceden cuando el vehículo comienza a moverse y Mari me sostiene entre sus brazos. Arrullándome y dándome masajes circulares en la espalda, repitiendo una y otra vez que respire hondo.

Mis ojos arden. Me niego a parpadear ahora que avanzamos por el túnel y el Jeep viaja detrás de nosotros. Los cristales son polarizados, pero sé que él está ahí y creo que puedo verlo. Sé que sus ojos ámbar brillan tras la capa oscura del parabrisas.

Minutos después el chirrido metálico de los portones abriéndose retumba en el túnel y los rugidos bestiales se escuchan.

Entre cada camión y remolque hay camionetas con Aniquiladores y la de Yuuri es quien cierra la caravana justo detrás de nosotros.

Al salir a la superficie el aire frío cala los huesos y se siente como cuchillas atravesando mi carne expuesta, eriza la piel de mis piernas desnudas y enfría las lágrimas que se deslizan por mi rostro.

Nieve. El grueso manto blanco invernal es alumbrado por las lámparas moradas de Rayos UV alrededor de los camiones y remolques. Y el blanco inmaculado es manchado por la sangre. Sangre espesa y oscura. La tranquilidad de la noche se quiebra por el sonido de los balazos y quejidos animales.

La Jeep plateada se atraviesa en la entrada al túnel y Yuuri desciende junto a Toshio, J.J, Otabek y Chris. Disparando sus armas hacia todas las direcciones.

Una sombra a mi lado logra hacerme parpadear y un jadeo escapa de mi boca, liberando mi aliento en vaho con forma de nube blanca.

—¡Phichit! —la voz de Seung-Gil Lee es tan incrédula como los demás espectadores al ver a su novio saltando y apuntan su metralleta a los Upyr que intentan subir al Jeep y entrar a la ciudad.

—¡No! —grita Hiroko en el momento que el coreano se prepara para saltar e ir con su novio, pero un Upyr se adelantó.

El infectado cayó de la rama de un árbol hacia un lateral en la entrada trasera del remolque, arañando con sus garras el suelo de madera.

Y de repente su cabeza explota manchando mis botas y los tenis de Mari al igual que el pantalón de Seung.

El cuerpo del U.H cae a la nieve. Su sangre y cesos manchando el borde del camión.

Al buscar al ejecutor mis ojos se topan con el rostro lloroso de Mila apuntando sus dos pistolas hacia los Upyr que nos siguen.

De inmediato cada persona con un arma abordo se adelanta para resguardar a los ciudadanos aterrorizados y aniquilar a los infectados que buscan la manera de aferrarse al remolque.

—Mari —mi voz patosa por el llanto y el aire escaso —¿Podrías ayudarme?

Ella suelta maldiciones al verme sacar una de mis glock y quitar el seguro.

—Las heridas van a punzarte horriblemente, hermanito —susurra en mi oído. —Pero comprendo que necesitas una distracción y qué mejor para sacar tu furia que matar bichos molestos.

Ella se acomoda a mi espalda, sosteniendo mi arma sobre mis manos, ayudándome a equilibrar el peso y la fuerza del impacto.

Sentado sobre el charco de sangre negruzca que mancha la piel de mis rodillas y con mi cuñada ayudándome a matar infectados junto a mis compañeros de cacería, la vista de la ciudad subterránea va perdiéndose.

Mari tiene razón, con cada apretón al gatillo la fuerza del impacto viaja por mis músculos y hace vibrar mis heridas, punzando e instándome a hacer muecas y maldecir ante el dolor.

Minutos más tarde y con los Upyr dejando de seguirnos para regresar al bosque, llegamos a la carretera. Las lámparas con Rayos UV son encendidas en su nivel más alto, llegando a alumbrar incluso un poco de la playa.

Entonces sucede.

El sonido escalofriante de una gran explosión seguido de la fuerza del impacto filtrándose en el aire hasta llegar a nosotros en una ráfaga de viento tibio.

A mi lado Mila grita y cae de rodillas. Un segundo de silencio después, las personas a nuestras espaldas hacen lo propio chillando de igual forma.

La explosión viene del lugar que fue nuestro hogar por más de tres años.

El frío calando los huesos no es nada comparado al hielo que parece bajar desde mi nuca hasta instalarse en mi estómago y fundirse por cada una de mis venas hasta el corazón.

Mis brazos caen a mis muslos junto con mi arma, de la misma forma que las cenizas manchando la carretera y la nieve.

La ciudad subterránea de Hasetsu acaba de explotar con al menos cincuenta personas y decenas de monstruos dentro.

Aún cuando lo sé y puedo verlo con mis propios ojos, no logro hacer que mi cerebro procese la información.

Mi total atención está puesta en las llamas vivas entre los árboles. El viento moviendo mi cabello hace que las hebras rubias no me permitan ver con total libertad, pero si lo suficiente. Las columnas de fuego se levantan como los gritos a mi alrededor.

El fuego rojo parece acrecentarse en un intento por tocar el cielo.

El cielo increíblemente despejado.

Ahí están, cosas que ya conocía, pero creía haber olvidado. La luna en cuarto creciente y puntos brillantes en blanco y amarillo manchando el manto de la noche. Estrellas.

Por fin puedo ver las estrellas.

Y como es natural en mí durante los últimos años y desde que me enamoré: pienso en Yuuri.

Yuuri Katsuki es la primera persona a la que mi mente y corazón llaman cuando algo, cualquier insignificante cosa, sucede.

¿Qué es lo que dijo mi novio acerca de la palabra de los mentirosos?

Bueno, tendré que recordar patearlo cuando lo vea, porque ahí va otra promesa rota.

Oye, cerdito tonto, ¿dónde estás? Prometiste que serías tú quien estuviera a mi lado cuando volviera a ver las estrellas y me abrazarías bajo las luces nocturnas.

Debería estar viendo ésto contigo, Cerdito. La escasa luz de luna y el resplandor de las estrellas iluminando nuestros rostros mientras me enseñas las constelaciones. "Ese es el cinturón de Orión. Ese de allá parece un árbol de Navidad. Eso es una estrella fugaz."

Las jodidas lágrimas llegan y no hago nada por detenerlas.

Hey, Yuuri. Se supone que yo sería el cerezo. Mi sangre alimentaría las raíces del árbol y las gotas rojas representando el fluir de mi vida caerían en forma de pétalos a tu alrededor mientras me observas. Deleitándote con mis flores, mi olor, mi existencia fluyendo al compás de las flores cayendo.

Tan ensimismado en mis fatídicos pensamientos estoy que no siento las manos de Mari haciéndome a un lado, quitándome mi arma y algunos cartuchos.

Los Upyr han vuelto a seguir los camiones y yo no puedo moverme. No puedo hacer otra cosa más que obligarme a respirar.

La voz de Yuuri la última vez que hicimos el amor llega a mi de forma dulce y fugaz.

"Respira, amor. Eso es. Lento... tranquilo..."

Los brazos protectores de Mari son reemplazados por unos más suaves y cálidos. El olor a galletas recién horneadas me dice que es Hiroko quién ahora acaricia mi cabello.

—Ellos están bien. Deben estarlo. Y vendrán por nosotros, Yuri—chan. Ellos... —La voz de la mujer que representa a la mejor madre que yo pudiera tener. Ella, quien le dio la vida al amor de mi existencia, repite eso como un mantra. Como si cantara una nana llena de esperanza para mí por sobre los gritos, los disparos, el miedo y la incertidumbre.

Hey, Yuuri. Mamá tiene razón. Mamá siempre tiene la razón. Tú debes estar bien, así que date prisa. Hace frío y yo sólo tengo puesta la sudadera llena de galaxias que tanto nos gusta. Las estrellas son frías sin tus abrazos.

Más vale que te apresures y vengas de inmediato, Cerdito tonto.



Éste capítulo es ligeramente más corto que los demás porque tuve que cambiar algunas cosas ya que, de verdad, me estaba doliendo escribirlo. Así que ahora es mucho más suave.

Fue la idea de éste capítulo, todas éstas escenas, las que llegaron a mi hace meses y de ellas salió la trama de la historia.

Podría decirse que éste fue el inicio destinado a suceder(?)

Por ello el intercambio de palabras —la despedida— entre los Yuris está en la sinopsis.

Amados lectores, yo no les mentí, esas palabras están ahí desde el principio. Fueron advertido(a)s

Ahora: AUN NO CONFIRMO MUERTOS. Así que por favor no se alteren (??)

En fin, que nos acercamos a la recta final de Ven conmigo y éste fue el último capítulo "lleno" de incertidumbre.

A partir del próximo comienzo a sanar corazones.

De nuevo gracias a LittleChanik por betear el capítulo.

Gracias por su leer y dejarme sus votos y comentarios

ByeByeNya🐾

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