12• Promesas.

El ligero y dulce aroma de chocolate caliente se mezcla con el olor de hotcakes recién horneados, casi ocultando por completo el peculiar aroma que se crea de mi olor combinado al de Yuuri en toda la habitación.

El silencio interrumpido por los sonidos de nuestros besos, su respiración agitada y los jadeos que escapan de mi boca.

Desperté gracias a los pequeños besos esporádicos que Yuuri daba a lo largo de mi espalda. Al girarme y abrir los ojos me topé con su mirada ámbar brillante y su sonrisa. Comimos los panqueques y tomamos el chocolate en silencio, compartiendo miradas cómplices y uno que otro beso casto en los labios, las mejillas y el cuello.

Todo pasó relativamente rápido a decir verdad. Un vistazo al reloj confirmaba que en una hora yo debía bajar al estacionamiento para encontrarme con Leroy y los demás. Dando un último beso al hombro de Yuuri, me levanté importándome muy poco mi desnudes y me acerqué al armario dispuesto a encontrar mi ropa militar negra.

Y ahora estoy aquí, intentado corresponder a los besos urgentes y demandantes de mi novio.

Los labios de Yuuri se mueven con dureza contra los míos y su lengua experta juega en el interior de mi boca, acariciando mi propia lengua y haciendo cosquillas en mi paladar. Tomando cada suspiro que brota de mi garganta y pidiendo más.

Sus manos cálidas con las puntas de los dedos endurecidas, mostrando los años de trabajo y entrenamiento, recorren mis cuerpo lentamente. Bajando por la piel de mi cuello, deslizándose por mis hombros y acariciando la sensible piel de mis pezones. Las manos bajan aún más, las yemas de sus dedos pasan delicadamente por la curva de mi cintura, como si de las alas de una mariposa se tratasen, o como plumas esponjosas y suaves. Cuando toma con dureza los huesos de mis caderas, mi espalda se arquea contra la pared.

El cuerpo fuerte de Katsuki aprisiona el mío contra la pared fría, junto a la puerta de nuestra habitación. Intentando tener mejor soporte y buscando más cercanía, llevo ambas manos a su cabello y alzando una pierna la anclo a su cadera, sonriendo al sentir su excitación bajo la ropa contra mi carne desnuda.

Mi sonrisa tiembla y muerdo mi labio inferior cuando los suyos abandonan mi boca, buscando los puntos sensibles en mi cuello, aquellos que él creó y que me vuelven loco.

Un gemido escapa de mi garganta al sentir sus dientes marcando bajo mi oreja y sus manos haciendo maravillas en mi cuerpo.

—¿Cerdito? —cuestiono al sentirlo alejarse y el calor de su cuerpo me abandona.

—Dame cinco segundos. —Se tardó seis rebuscando en su cajón del armario y cuando regresó a mi lado un pequeño bote de aceite lo acompaña.

Una sonrisa ladina se extiende por su rostro y yo la imito, riendo un poco al ver como él se llena ambas manos del líquido y un extraño olor a bebé extendiéndose a su alrededor.

Al recuperar la posición de su cuerpo contra el mío, muerdo su barbilla.

—¿Por esto trajiste el desayuno al cuarto? —la diversión en mi voz pierde convicción gracias al temblor que me recorre al tener sus manos masajeando mis glúteos —¿Lo hiciste solamente para tener sexo mañanero, cerdito pervertido?

Su risa resuena junto a mi oído y sus dientes aplastan mi lóbulo.

—Lo dices como si no te gustara, gatito. —El tono ronco de su voz hace estremecer cada fibra de mi ser. Y eso combinado con las sensaciones que sus manos provocan, así como el vaivén de su cuerpo contra el mío, me hacen perder la poca reticencia que me queda —Sé que disfrutas tanto como yo de ésto. —dice moviendo la cadera para que su dura erección se friccione contra la mía. —Lo sé, Yuri... Dímelo.

La mano izquierda de mi novio se desliza por mi muslo, recorriendo la pierna que se enrosca a su cadera mientras la diestra encuentra el camino entre mis nalgas y acaricia la delicada piel de mi entrada.

Jadeo cuando su dedo hace presión en mi ano, abriéndose paso en mi interior. Clavando las uñas en sus brazos, busco sus ojos ambarinos ahora de un color parecido al caramelo fundido por el deseo.

—Yuuri...

—Dilo, gatito.

Su dedo moviéndose en mi interior, acompañado a las caricias en mi muslo, tan cerca de mi erección, me nublan la mente.

—Lo sé. Lo hago, Yuuri... me encanta. —Admito, pero decido no quedarme atrás. Mis manos buscan la piel de su torso, bajo la camisa negra que aún trae puesta, deleitándome al sentir los músculos de su cuerpo contra las palmas. —Me encanta que seas tan pervertido como para empotrar a tu lindo novio contra las paredes de toda la ciudad subterránea.

El sonido de su risa ronca se convierte en un gemido cuando levanto más su playera y mis labios encuentran uno de sus pezones. Muerdo al tiempo que un segundo dedo entra en mi cuerpo y su mano libre llega a mi erección.

Las manos de Yuuri me sueltan contra mi voluntad, pero necesariamente para terminar de quitarse la ropa.

Una vez sin playera y con el pantalón desabrochado y bajado lo suficiente para liberar su sexo grande que apunta a su ombligo, me sostengo de sus amplios hombros cuando él me eleva del suelo.

La pared ahora tibia gracias al calor de mi cuerpo.

—Guíame a tu interior, Yuri. —Dice él, besando mi garganta al tiempo que sus dedos separan mis nalgas.

Ansioso y con cada nervio rogando por él, deslizo una mano entre nuestros cuerpos y acariciando la punta de su pene ardiente lo dirijo a mi entrada.

Arqueo la espalda y dejo caer la encabeza contra el muro al sentir a Yuuri abriéndose paso en mi estrecho canal. Mis piernas enroscándose alrededor de su cadera y mis uñas marcando su cuello compensan el dolor que crean sus dientes en mi hombro.

Una fuerte palmada estrellándose en uno de mis glúteos me hace gritar y él aprovecha para entrar por completo en mí. El ardor y el dolor, lejos de ser molesto, se mezclan con el placer que su mano masturbando mi pene provoca en todo mi cuerpo. Mis pezones se erizan y Yuuri no tarda en guiar sus labios a los botones rosas.

—Ah, no, e—espera, Yuuri...

Pero él no se detiene. Sus caricias parecen estar en todo mi cuerpo. Su sexo entra y sale con lentitud y fuerza. Una nueva nalgada me insta a moverme, ondeando la cadera contra él.

Minutos más tarde siento que el placer es tan grande como para poder soportarlo, pero no es suficiente.

—Por favor, cerdito... —No me importa implorar si es necesario, pero mis entrañas exigen más de él, más de las sensaciones que solamente él puede provocar. Además que las caderas se me comienzan a acalambrar.

Yuuri, tan sumido en el placer como yo, se aleja despegando mi espalda de la pared y baja lentamente quedando hincado en el suelo. Una de sus manos guiando el movimiento de nuestras caderas y la otra busca mis dedos, subiendo muestras manos unidas sobre mi cabeza.

—Eres hermoso, Yuri...

Sus penetraciones son fuertes, duras y mi espalda choca contra el muro con cada estocada.

Mis besos pierden ritmo, demasiado extasiado en las olas de placer, pero sus labios hacen todo el trabajo y su lengua suave y aterciopelada se dirige a mi oreja.

Entonces perdemos el control.

Yuuri gira, dejándome caer al duro suelo sin despegar la unión de nuestros cuerpos y sin detener sus penetraciones en ningún momento.

Una vez tendido bajo su cuerpo, arqueo las espalda y muevo las caderas a mi gusto, encontrándome a medio camino con sus estocadas. Mis uñas dejando senderos rojos desde sus hombros hasta su trasero y mis manos se cierran contra sus nalgas al sentir sus estocadas más brutas y veloces.

—Uhhh... ahhh... ¡Joder, Yuuri!

—Eso hacemos.

Cruzando los tobillos tras la parte baja de su espalda y enterrando las uñas en su trasero, busco algo a que aferrarme a la realidad, porque el placer es por demás intenso. Porque siento que mi alma se desgarra y que moriré si él no se detiene, pero si llega a parar lo mataré yo.

Quiero mucho más, quiero que sea más rápido aunque ya esté haciéndome daño, quiero que sus dientes se entierren aún más en mi piel y que los huesos de su cadera dejen moratones entre mis piernas, quiero que su mano acelere la velocidad contra mi miembro y que sus penetraciones sean aún más brutales.

Que no se detenga nunca. Que acabe de una buena vez porque siento que me muero...

Y podría ser así. Un cosquilleo acompañado de una fuerte descargar eléctrica azotan mi ser. Desde la unión de nuestros cuerpos, bajando a la punta de mis pies y subiendo con mayor intensidad y crueldad por mis venas, erizando los bellos de mi piel, mis pezones erectos y el aire escapa de mis pulmones. Mi mente queda en blanco sólo para que, milésimas de segundo después, miles de luces y colores estallen. Veo estrellas, siento que toco las galaxias, y el olor de Yuuri llena cada rincón de mi cuerpo. Mi alma escapa, se une a la de mi novio y regresa de golpe a mí, igual que mis pulmones recuperan su capacidad respiratoria.

—Mi ángel...

Las réplicas de mi orgasmo se alargan al escuchar el gruñido gutural de Yuuri y el calor de su liberación desbordándose de mi entrada.

—Joder, cerdito... —Exhalo minutos después. Con nuestras respiraciones más calmadas y el cuerpo de mi novio sobre el mío. Él aún dentro de mi. —Si te pondrás así cada vez que te preocupes mucho... la próxima me meto a un nido Upyr yo solito ¡auch! ¡¿Qué te pasa, idiota?!

Su mano palmeó mi pierna, en total desacuerdo con mi broma.

—Sólo están jugando, cerdo molesto.

Entonces su rostro se separa de mi pecho. El sudor perlando su piel y algunos cabellos azabaches pegados a su frente. Mis dedos delinean su rostro. Los ojos ámbar me observan llenos de amor. Acelerando mi pulso.

—Promete que harás todo lo posible por regresar a mí, Yuri... siempre.

Su petición me parece justa y familiar. Es lo mismo que le pedí yo la primera vez que él y su grupo viajaron a Tokio, cuando se descubrió la Ciudad Amurallada.

—¿A dónde más iría, Yuuri? Tu eres lo único que tengo.

—Promételo.

Sonrio. Mi dedo índice acaricia el puente de su nariz hasta la punta y presiono un poco para darle la apariencia de un auténtico cerdo.

—Lo prometo.

Y sus labios sellaron los míos antes de poder agregar algo más.

Ambos sabemos que esa promesa no tiene validez alguna.



Minami se cuelga del cuello de J.J y, por más que intento encontrar dentro de mi las ganas para burlarme, no puedo interrumpirlos.

Jean-Jacques Leroy es un año menor que Yuuri y perdió a su novia y prometida en la epidemia del virus Lexán. Ella había viajado a Nueva York para ver a unos familiares cuando el virus fue descubierto y J.J no pudo hacer mucho desde Canadá.

Se dice que, en toda tu vida, encontrarás a muchas personas especiales y creerás enamorarte algunas veces. Pero una vez, solamente una vez, amarás de verdad; con cada fibra de tu ser.

Ese amor te consumirá. Harías cualquier cosa y serías todo lo que esa persona necesitase. Todo por su felicidad. Porque tu amor romperá esquemas, no escuchará razones y te sostendrá por completo. Así como también será tu perdición. Pero estará bien, porque lo quieres, porque no te importará dar la vida misma por una sonrisa suya.

J.J perdió ese amor.

Teniendo a Yuuri a mi lado, sabiendo que mi cerdito es mi perdición así como todo lo que yo quiero en la vida, no puedo ni imaginar su dolor.

Si yo llegase a perder a Yuuri no lo soportaría. Y no tardaría en seguir su destino.

Si Leroy continua con su vida fue gracias a que se topó con Víctor en Rusia y fue Nikiforov quien lo arrastró a Hasetsu en cuanto Chris y Yakov le suplicaron que fuese con ellos para sobrevivir.

J.J es un gran actor. Su sonrisa es capaz de engañar a cualquiera. Y Minami no era la excepción. Hasta que el propio canadiense se descubrió anhelando las sonrisas del menor, su compañía y calor hacían que el corazón vacío de J.J volviera a sentir y tener esperanzas.

Por eso no puedo molestarlos cuando están juntos. Porque una parte de mi alma, aquella que aún conserva un poco que humanidad, desea que Yuuri tenga una suerte similar si yo llego a morir.

Que mi cerdito viva y encuentre a alguien que pueda devolverle sus sonrisas si yo muero.

Aunque, para ser sinceros, dudo que mi cerdito lo haga. Tan testarudo como yo, Yuuri preferiría darse un tiro a estar con alguien que no sea yo. Lo hablamos una vez, aunque él no lo recuerde por borracho.

—¿Podrían detenerse, por favor? Bastante tengo con los Yuuyu. —La voz de Zet resuena en todo el estacionamiento. Llamando la atención de todos.

La familia de Yuuri; Yakov; Los aniquiladores bajo el mando de Yuuri y los de J.J; así como los buscadores de Mila y Otabek están ahí, aunque algo alejados.

Víctor está junto a Christopher.

Minami cuelga del cuello de J.J

Seung-Gil y Zet abrazan a Phichit.

Yuuri está detrás de mí. Rodeándome con sus fuertes brazos.

Despedidas. El estacionamiento está lleno de despedidas. Y extrañamente los ojos comenzaron a arderme. Las lágrimas aglomerándose bajo mis párpados.

—¿Amor?

Al abrir los ojos, las orbes cálidas de mi novio me ven con preocupación y una pizca de súplica.

Muy raras veces Yuuri me llama amor. Me da muchísima vergüenza y él lo sabe. No obstante, ahora no me dan ganas de replicar nada.

—¿Si?

—Si no estás seguro aún puedes negarte.

Mis labios esbozan una sonrisa. ¿Cómo admitir que cada nervio de mi ser ruega quedarme a su lado?

Girando entre sus brazos, llevo ambas manos a su rostro para bajarlo a mi altura y hacer que nuestras frentes se junten.

Sus ojos ambarinos con motas rojizas me observan con la misma intensidad que yo.

—No seas melodramático, cerdito bobo. Estaré bien.

Yuuri iba a decir algo más, pero la voz de J.J llamando a su grupo lo interrumpió. Limitándose a besar mi frente, su atención se dirige a Christopher.

—Oye, Chris —llama justo cuando el aludido termina de besar a Víctor para dirigirse a la camioneta de Leroy —, cuida de mi corazón, ¿quieres?

La sangre ardiendo en mi cara me obliga a agachar el rostro para que nadie vea mi vergüenza.

Estúpido cerdo sobre protector.

—Claro.

Chris, Seung-Gil, Zet y yo seremos parte del grupo privado de J.J e iremos con él. 15 aniquiladores bajo su mando irán en dos camiones y los otros quince se quedarán con mi novio para resguardar la zona alrededor de la ciudad subterránea y asegurar nuestra preservación durante el invierno.

Al ver que mi amigo y Seung se alejan de Phichit sé qué ha llegado la hora.

—Nos veremos en unas horas, gordito.

—Llevate ésto. —Mis ojos bajan a la mano de Katsuki y a la metralleta que me ofrece.

—Hace años dijiste que ésto no era para mí —digo tomando el arma.

—Si... Y ya sabes cómo usarla así que...

Parándome en la punta de mis pies lo silencio con un pequeño beso, degustando el sabor achocolatado de sus labios.

—Te preocupas demasiado, pero me la llevaré si eso te tranquiliza.

—Mucho, bonito.

Al subir en la camioneta que Seung-Gil maneja y sentándome junto a Zet, lo último que mis ojos vieron fue a Phichit y Viktor junto a mi Yuuri.

—¿Por qué hueles a bebé, Plisetsky?



—Waoh, que feo.

—Me gustaría tomarle una fotografía.

Chris ríe ante las niñerías que Zet y yo decimos.

Viajamos hasta el centro de Hasetsu y J.J dividió su gente en grupos de cinco personas cada uno. Envió dos a revisar los alrededores y otro hacia la costa mientras nosotros revisábamos el aeropuerto. Después nos centraríamos todos en la plaza comercial cerca de ahí.

Frente al aeropuerto una estatua bastante fea de algo parecido a un león y otras cosas me llamó la atención.

—Dejen de jugar, niños —Dice J.J, pero su voz muestra la misma diversión que nosotros. —Revisaremos el interior del aeropuerto, preparence.

Mis ojos se desvían al otro lado de la gran estructura que completa el aeropuerto, cerca de la zona del estacionamiento. Autos abandonados y amontonados forman una especie de muralla y de alguna forma el aire es pesado.

—¿Tu también lo sientes?

La voz de Seung-Gil suena a mis espaldas y asiento.

—Hay algo ahí. Está observándonos.

—No sólo ahí. —los ojos oscuros de Lee ven de mala forma el gran aeropuerto —Entrar no es una buena idea.

—Debemos decirle a J.J

—No va a escucharnos. Lo mejor es que terminemos con esto lo más rápido posible y...

—Mierda.

Nubes. Nubes cargadas probablemente del frío invierno se asomaban del horizonte.

Sabíamos que éste sería un riesgo. El invierno está sobre nuestras cabezas y si el Sol se va nosotros debemos refugiarnos.

—Pues deberá escuchar. —Interviene Chris —¡Oye, Leroy, suspende la expedición y vayamos a casa!

J.J, a unos cuantos pasos de los enormes cristales que conforman la entrada a la aerolínea, dirige sus ojos grises a nosotros.

—Se acerca una tormenta, eh —suspira Zet a su lado.

Ambos saltan en su lugar al escuchar un grito. Un gruñido tan desgarrador que sólo podría ser comparado con los berridos de un animal agonizando. Provenientes del interior del edificio.

—¿Qué diablos...?

—¡Alejate de la entrada, Zet! —llamo a mi amigo, quien no tarda en sacar sus armas y apuntar al frío y abandonado interior al igual que J.J

—¡Da la orden, Leroy y salgamos de aquí! —J.J asiente y saca el pequeño radio intercomunicador que lo conecta con los otros grupos.

Sus órdenes son que vuelvan a los camiones y regresen inmediatamente a la ciudad subterránea sin mirar atrás.

—Bueno, ¿qué estamos esperando para largárnos nosotros también? —dice Zet, pero es ignorado y la sangre se me hiela en las venas al ver como los tres adultos dan un paso dentro.

—¿Qué...?

Chris se lleva un dedo a los labios para que guardemos silencio y hace una seña con dos dedos para indicarnos que entremos tras ellos.

Comprendo por qué lo hacen. Si éste es un posible nido de infectados lo mejor y más sabio es exterminarlos a todos, pero nosotros solamente somos cinco y el lugar es jodidamente enorme.

Los ojos miel de Zet me observan, preguntándome silenciosamente que deberíamos hacer y en un ataque de valentía estúpida, guardo mi pistola en la funda de mi pierna y tomó la ametralladora de Yuuri que cuelga de mi espalda.

—Vamos. —Articulo moviendo los labios y siguiendo de cerca a Giacometti.

La recepción del aeropuerto es extrañamente fría, como el interior de un frigorífico. Incluso puede verse el vaho de nuestro aliento.

Nos sobresaltados al volver a escuchar los gritos. Una infectada mujer probablemente.

Mientras más nos adentramos al lugar, más ganas de salir corriendo tengo. No es normal. Por muy abierto que sea el lugar gracias a los múltiples y grandes cristales, no es normal que no nos hayamos topado con algunos Upyr en el camino. Y no sólo eso, ¿por qué simplemente escuchamos a una sola?

Si nada tiene sentido todo se fue al carajo al escuchar como los gritos que nos jodían los oídos dieron paso a otro más débil y agudo.

Mis sentidos a flor de piel y un sudor frío deslizándose por mi espalda.

—¿Eso es...? —Comencé, guardando silencio al ver como Zet se dirigía a un pasillo.

—¡Un bebé!

—¡No, no, no, Zet! —Seung fue el primero en ir tras él.

—¡Vuelve idiota!

—¡NO!

—Maldita sea...

Los cuatro nos adentramos al mismo lugar que Chulanont y es cuando me doy cuenta de la gravedad de la situación. En esta parte sólo entra escasamente la luz natural sin sol, la temperatura baja y los gritos aumentan.

El pasillo se extiende hasta llegar a lo que supongo fue la zona de espera de primera clase. Sillones mullidos y escombros por todos lados, las ventanas cubiertas con persianas a medio poner.

—¿Qué mierda significa esto?

El susurro aterrado de Zet hace que gire y me topé con la escena más chocante de mi vida hasta ahora. Y he visto demasiados horrores en el mundo.

En medio de toda la sala está una Upyr y a juzgar por la fuerza de sus músculos y el estado de su piel y los múltiples huesos a su alrededor, ella es una Upyr Perverso.

La bilis se revuelve en mi estómago y amenaza con hacerme vomitar los hotcakes que mi cerdito preparó al ver con más amplitud la situación.

Entre las piernas de ella una cosa se mueve. Un bulto pequeño bañado en sangre negra, de donde vienen los otros lloriqueos.

—Es jodidamente imposible —digo, asqueado —Chris, ¿eso es posible?

—No debería...

—No debería mi trasero ¡Esa cosa acaba de tener un hijo!

Porque eso parece. La infectada exhausta y visiblemente muriendo frente a nosotros fue capaz de procrear un monstruo, algo que debería ser imposible.

Entonces los múltiples escritos de Víctor, todos y cada una de sus investigaciones llegan a mi mente. Instintos animales. Si esas cosas de verdad tienen instintos primitivos, no debería ser tan descabellado. Sin embargo, se supone que los Upyr no tienen esas necesidades. Los Zombie apenas pueden con ellos y su sed de sangre. Los hirientes no quieren nada más que clavar los dientes en los cuellos de las personas y buscar peleas con los de su especie. Y los perversos sólo tienen hambre de carne humana y sangre.

Y eso sólo nos deja a...

—¡¿Qué haces, imbécil?!

Seung-Gil dirige el cañón de su revolver hacia la cabeza de la Upyr y dispara en el centro de su cráneo, provocando que éste explote y salpique contra sus pantalones y los de J.J, quien se acerca al bulto monstruoso.

—Leroy... no me digas que estás pensando en...

—Nos lo llevaremos. —Acepta sin mirar a Chris. Y quitándose su chaqueta la utiliza para envolver al monstruo y cargarlo. —Joder, es horrible.

—¿Qué esperabas? ¿Un angelito? —gruñe Lee —Arrojálo por la ventana y salgamos de aquí.

—No. —Interviene Giacometti —Víctor ha estado trabajando en una cura por años, necesita algo más que ratas de laboratorio para probarla y esa cosa debe servir.

—Eso es lo que estaba pensando. —Admite J.J

—¡Me niego! ¡No sabemos nada de eso y llevarlo a Hasetsu es una pésima idea! —habla Zet, después de estar tan callado como yo.

—¡Me importa una mierda! ¡Decidan de una vez! ¡El sol se oculta y nosotros estamos dentro de un puto nido! —Exclamo y eso parece ser suficiente. No obstante, J.J no atiende razones y siendo secundado por Chris envuelve más a la cosa esa y se dispone a salir con nosotros pisándole los talones.

—No. Me. Jodas.

—¿Ahora qué?

Una vez escuché decir a mi madre la frase "Sentí a la muerte respirandome en el cuello", refiriéndose a la vez que la asaltaron con cuchillo en mano y contra su espalda, cuando salía de su turno nocturno.

Bueno, más o menos sentía eso ahora.

La estatua. La estatua de León feo se había movido más de diez metros hasta la entrada del aeropuerto. O más bien, la movieron.

La sensación de ser observado se intensificó y vi, por el rabillo del ojo, una sombra moverse junto a mí.

—Corran...

Al salir del edificio nuestra peor pesadilla comenzó. El sol ya no estaba y la camioneta había sido trasladada a la punta más lejana del estacionamiento.

—¡¿Qué diablos está pasando?!

Entonces apareció. Alto y delgado, con los globos oculares completamente negros sin rastro de iris, pero a diferencia de los Upyr, no había deterioro de piel, sólo las resaltantes venas marcadas bajo la palidez. Nos veía erguido y altivo, saboreando nuestra muerte.

—¿Vampiro...? —susurré incrédulo. Esa cosa solamente había sido vista dos veces y no se sabía nada de ellos.

Sus ojos volaron de cada uno de nosotros al bulto inquieto en manos del líder de grupo.

—J.J suelta esa cosa —ordena Lee, retrocediendo ante la mirada atenta del infectado.

Cuando los demás intentamos imitarlo el vampiro gruñó. Su rugido nos paralizó a todos.

¿Qué hacer? ¿Qué demonios hacer?

La camioneta esta a veinte pasos de nosotros y los cinco estamos entre ella y el vampiro. Si nos movemos probablemente moriremos. Y si J.J entrega al monstruoso bulto, nada garantiza nuestra sobrevivencia.

Es jodidamente escalofriante como las cosas pueden pasar tan rápido, pero al mismo tiempo podemos verlo como si fuese en cámara lenta y todavía puedes pensar en varias cosas a la vez.

Como en gritar.

Soltar el seguro de una ametralladora.

Apuntar al mayor monstruo que se encuentra en la tierra.

Rezar porque tus balas lo detengan de llegar a tu mejor amigo.

Y en las promesas que aun debes cumplir porque si no cierto cerdito se molestará mucho.

En tres segundos el vampiro llegó junto a Zet y con un certero golpe lo mando a más de tres metros lejos de nosotros, pero cerca de la camioneta y en otros dos yo lo tenía respirandome en la cara.

Sentí el golpe en el pecho y escuché claramente el crujido de una o dos costillas, el grito que pude haber soltado no llegó, en cambio usé la poca fuerza que me quedaba para alzar la ametralladora de Yuuri en el segundo exacto que los dientes de esa cosa se acercaban a mi rostro. Bloqueado momentánea su paso.

No respiro. El aire no llega. Duele siquiera intentarlo. Las voces a mi alrededor se distorsionan, pero soy capaz de entenderlas sobre los gruñidos del vampiro y mi forcejeo con él.

Las garras perforando la piel de mis costados.

—¡Disparen!

—¡No, podríamos herir a Yurio!

—¡Es herirlo un poco o que lo mate eso!

Haciendo acopio de la poca fuerza que aún retenía y sintiendo como mis pulmones se perforaban con los fragmentos de mis huesos, grité:

—¡Dispara, Chris!

Un segundo después una ráfaga de balas impacto contra el demonio sobre mí. Tres disparos certeros en su cabeza lo hicieron retroceder lo suficientemente aturdido como para dejarme libre. No obstante, al haberse quitado tan rápido dos balas se incrustaron en mi abdomen.

El dolor es como una puta perra, agarrada a su víctima con garras y colmillos sin ánimos para dejarle ir.

Demasiado aturdido para saber qué rayos estaba pasando, cerré los ojos, rogando porque el aire dejara de hacerme daño al entrar en mi cuerpo.

Y las voces a mi alrededor volvieron de manera intermitente, fuertes y luego bajas, gritos y después susurros. Lo único claro para mi fue el sonido del motor andando y los berridos del bebé monstruo.

—¡Chris, Zet no responde!

—¡Dame un minuto, debo detener la hemorragia de Yuri!

—¿Él está respirando?

—El pulso es bajo.

—Hay mucha sangre, Chris.

—¡Cállate, lo sé! Maldita sea, no se detiene.

—¡Yuri, no puedes morir! ¡¿Me escuchas?! Si mueres Yuuri nos despellejará vivos y nos aventara él mismo a un nido. ¡Abre los ojos!

—Dios, Zet, ¿Me escuchas?

Dejé de escucharlos en algún punto y el horrible e insoportable dolor se volvió una simple incomodidad.

Se dice que cuando la muerte se cierne sobre ti, tu puedes ser capaz de ver toda tu vida pasando ante tus ojos. Como una película mal producida.

Pero yo no vi mi vida. Al menos no en ese contexto.

Lo primero que llegó a mí fue la voz de Hiroko y una conversación que ahora parece tan lejana. Ambos hablando sobre Dios.

La voz de ella se escucha claramente sobre los gritos de Chris y Seung-Gil.

Una tarde, ella me habló sobre aquel ser poderoso que nos protege, aquel que creó todo lo bueno y malo en la tierra.

Entonces yo pregunté, ¿Dónde está él ahora? Si es tan poderoso y tan bueno, ¿Por qué el mundo está en tal catástrofe? Si es tan misericordioso, ¿Por qué tantas personas han muerto y nosotros estamos al borde de la extinción?

Le dije que, si de verdad había un Dios, yo no creía en él. Y si debía aferrarme e idolatrar a alguien, sería alguien real. Con un corazón noble, capaz de sentir el dolor ajeno, amable y que brinde ayuda desinteresadamente, un ser lleno de luz.

—Cómo usted. —Dije esa tarde de verano.

Porque Hiroko Katsuki era una persona que si merecía ser tratada como una Diosa. Ella fue la primera mujer a la que yo consideré una verdadera madre. Y cuando se lo comenté, con toda la vergüenza del mundo ardiendo en mi rostro, ella sonrió y me dijo que yo también era un buen hijo.

Hiroko cree que con amor puedes ser capaz de cualquier cosa.

Yo no estoy muy seguro de ello. Pero si pienso que el amor nos hace desear mucho.

En mi caso a Yuuri Katsuki. El hijo de mi Diosa.

De la nada las voces desaparecen.

Ya no está la voz dulce y armoniosa de Hiroko. Ni los berridos, ni los gritos de mis compañeros.

Y las imágenes llegan. No es la película de mi vida, pero si es mi vida.

Puedo ver claramente a Yuuri. Mi cerdito. Recostado a mi lado y sus ojos rojizos mirándome con amor. Sus labios en una sonrisa torcida.

Puedo apreciar mis manos tocando cada detalle de su rostro. Desde la abundante cabellera negra, bajando por la frente hacia las cejas gruesas y pobladas; las pestañas largas creando sombras en sus pómulos y justo bajo el ojo izquierdo un pequeñisimo lunar yace feliz en la blanca y cremosa piel; la nariz perfecta y labios llenos, rosas.

—Promete que harás todo lo posible por regresar a mí, Yuri... siempre.

Quiero verlo.

Se lo prometí. Por favor, quiero verlo.

Rogué. A todos y a nadie. A Hiroko y a su Dios. A la vida misma.

Rogué por ver aunque sea una última vez a mi cerdito.


La escena cachonda del comienzo es idea principal de LittleChanik Llegó con una imagen Yuuyu donde ambos decían "Lo sé" y aunque a mi me pareció más a una versión sensual de "Bajo la misma estrella" ya saben, eso de —Ok? —Ok. Los Yuris decían —Lo sé. —Lo se.(???) Bueno el punto es que a Caro se le ocurrió algo mejor y lo plasmé aquí😂😂😂

¡Gracias por dejarme utilizarlo!

Ahora, Yuri bebé no está muerto. Su corazón aún late.

ByeByeNya🐾
—Huye como el Corre Caminos—.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top