1• A salvo.

Tengo un grito atascado en la garganta.

Es en situaciones como ésta cuando mi mente me juega una mala pasada y en lugar de concentrarse en el presente me lleva cuatro años al pasado. Reviviendo la época de mis once años, puedo verme con la misma claridad con la que se ve un film sesentero; con mala definición, pero con una buena trama.

En esa época yo solía llegar de clases, subir las escaleras hasta mi habitación y tirar la mochila con cinco kilos de libros a un lado antes de volver a bajar e instalarme en el sofá frente al gran televisor.

¿Qué veía en ese entonces? Cosas sin importancia, algún dibujo animado o alguna de mis favoritas; una muy buena y sangrienta película de terror.

No es que estuviera loco; o bueno, no tanto. Esa clase de cintas no hacían más que sacarme gritos, temblores y unas escalofriantes ganas de no bajar del sofá para nada. Entonces, ¿Por qué veía esas cosas? Lo que yo buscaba de ello era lo que todo niño de once años que no ha comido en casi dos días y no ha visto a su madre para nada desde que ésta le envió un mensaje diciéndole que había sobras en el refrigerador, que no la esperara porque se iría de viaje con su nuevo novio hasta el próximo fin de semana, buscaría: evadir la realidad.

Para mi era muchísimo más fácil y llevadero sentir que moriría de miedo o que me orinaría encima del sofá preferido de la rubia que me había dado la vida, a dejarme sucumbir por el sentimiento de abandono y llorar suplicando por un poco de amor y protección.

En muchas de esas películas, mi yo de doce años se comía las uñas mientras murmuraba quedito, como sí el monstruo también pudiese escucharlo: "No entres ahí, no entres".

Cuatro años después, eso mismo repite mi mente de manera incansable y mi garganta arde en deseos de gritarlo mientras veo a Zet dando un paso dentro del abandonado supermercado.

El trabajo de los buscadores es llevar alimentos a Hasetsu. Alimentos que tomaríamos de los convinis, supermercados, centros comerciales o cualquier lugar antes registrado por los aniquiladores.

Sin embargo, la estructura frente a mi está fuera del perímetro que debíamos seguir ésta semana.

Es cerca de medio día, el sol en su punto más alto casi quema contra mi ropa negra. Si algo sale mal tendríamos ventaja de escapar ahora. Pero una vez dentro sólo tendremos una salida si el lugar resulta el hervidero de infestados que aparenta ser.

Mis ojos observan a las personas a mi alrededor y aunque tengan la misma expresión seria y neutral que yo, sé que también piensan que ésto es una misión suicida.

En cuanto mi amigo estuvo completamente dentro del lugar esperamos 30 segundo eternos para escuchar algun sonido. Los gritos y berridos de los infectados o quizás las súplicas de Zet.

Nada de eso llegó, sólo un sutil y débil silbido que indicaba que todo estaba libre. O al menos la entrada.

Sacando la pistola de su funda, enciendo la linterna adjunta y entro seguido de los otros dos buscadores y la líder del grupo.

Aún cuando la luz del astro rey no entra en el lugar, no hay necesidad real por mantener las linternas, así que apago la mía cuando los demás lo hacen, pero mantengo el arma en alto.

Zet se encamina hacia el primer pasillo y cuando sus ojos se encuentran con los míos sé que es hora de separarse.

Sobre el hombro veo como Mila da indicaciones con los dedos y yo tomo el pasillo que me corresponde.

Quince minutos después volvemos a reagruparnos en la entrada del lugar.

—Esta limpio. —Informa Zet a Mila. La pelirroja asiente.

—Ustedes dos quedense aquí.

Acatando la orden, bajo el arma de fuego y suspiro de forma pesada al ver como la líder de grupo se adentra de nuevo con Minami y Leo, cada uno guiando un carro metálico.

—¿Crees que nos llamen la atención por entrar de esa manera a un lugar sin registrar?

—No si llegamos enteros y sin ganas de comernos a todos. Además nos faltaban cosas —respondo y alzó la cabeza para ver la altura del edificio —. Es un lugar pequeño.

—Hace días que los aniquiladores se fueron. —Dice Zet y su comentario hace que se me revuelva el estómago.

Sé que está preocupado, su hermano es la mano derecha de uno de los líderes aniquiladores y ese grupo en específico fue enviado a la ciudad amurallada de Tokio por equipo médico. Es un viaje largo por carretera y tenían que lograrlo durante el día.

Es la primera vez que se intenta algo así de peligroso y no hay forma de contactarlos durante el camino.

—Ellos están bien.

Deben estarlo.

Un tiempo después, mientras Zet y Leo suben los últimos galones de agua a la camioneta, Mila y yo recorremos el lugar por última vez en busca de una forma para hacer que la luz solar se filtre. El lugar es un desastre, pero aún conserva muchos alimentos y estantes bien acomodados.

De repente un grito capaz de helar la sangre se escucha dentro del supermercado.

Me he convertido en un experto para apreciar la forma en que la adrenalina corre por mi cuerpo. Probablemente desde que era un niño pequeño y debía esconderme en algún lugar de la casa para que los amigos de mi madre no me encontraran. En ese entonces mi idea de sobrevivir era quedarme muy quieto y sin emitir algún ruido. Si ellos daban conmigo podría acabar como saco de boxeo esa noche, en el mejor de los casos, o receptor de la perversión y lujuria de los pedófilos en la peor de las situaciones.

Así que no es extraño sentir como el corazón martillea alocado en mi pecho. Una de las cosas que más me gustan de la elevación de adrenalina es como el tiempo parece ir más lento. En fracción de segundos cinco Upyr salen de una puerta trasera junto al área de carnes y, en esos instantes, yo soy capaz de pensar en muchas cosas mientras saco mi arma y apunto a mis espaldas sin dejar de correr hacia la salida con Mila a mi lado.

Cinco Upyr, dos Z.U y tres U.H

Una fue mujer en algún momento y los otros cuatro no debieron tener más de veinticinco años. Uno de ellos tenía aún el carnet de empleado y probablemente le pagaban muy bien si era el gerente.

Los latidos de mi corazón palpitando en mis oídos hace que en algún momento deje de escuchar los gritos de ellos, los de mis compañeros y los disparos de mi arma.

Todo es Tumtum Tumtum...

Al salir y una vez bajo la luz, cambio de cartucho mientras siento llegar a Zet y Leo a mis costados abriendo fuego.

Una ráfaga de tiros mas tarde, cinco cadáveres de infestados en el suelo a menos de dos metros de nosotros y con sudor frío bañandome el cuerpo, Minami pregunta desde el auto:—¿Están todos bien?

Frunciendo el ceño guardo la pistola en la funda de mi muslo y llevándome las manos al cabello para hacer una coleta, en un intento inutil para disimular el temblor en mis manos, suelto un bufido.

—¿A quién le tocaba revisar el área de los refrigeradores?

—Minami.

—A Minami.

—¡A Minami-Kun!

—Creo que a Minami.

Para llegar a la entrada de Hasetsu tenemos que manejar por la costa y adentrarnos a un pequeño bosque.

Estando a finales del otoño, todo está en tonalidades que van desde el marrón al amarillo, diferentes escalas de anaranjado pintan los árboles y sus escasas hojas.

Delante de nosotros la camioneta del grupo buscador de Otabek se adentra en un claro redondo y despejado.

—El césped está muy seco. —Murmuro.

—No veremos las flores en un tiempo. —Responde Zet al volante.

En la parte trasera Mila se muestra solidaria con nuestra depresión.

Salimos por alimentos al menos dos veces al mes, pero no siempre somos los mismos buscadores. Sobre todo si no regresamos los mismo que salimos.

Salir a la superficie es un privilegio y una sentencia de muerte al mismo tiempo.

Muy pocas veces tenemos tiempo para apreciar las flores, el mar o el cielo despejado.

Algunos ya no podemos ver lo bonito en las maravillas de la naturaleza.

¿Cuando fue la última vez que alguno de nosotros vió las estrellas?

—Estamos entrando.

La voz de Otabek se escucha a través del intercomunicador del vehículo y vemos desaparecer la camioneta verde oscuro entre la cortina de lianas y matorrales donde después entramos nosotros.

Nos recibe la oscuridad apenas interrumpida por los faroles de la camioneta y pequeñas luces incrustadas en las paredes. Un túnel que baja por varios metros en el suelo se extiende frente a nosotros y a nuestras espaldas el portón de hierro forjado sella la entrada.

Ésta fortaleza fue construida hace muchos años por Yakov y Toshio. Ambos ex generales militares en sus respectivas naciones. No es como si realmente necesitaran algo así, en especial el japonés, pero no estaba demás prevenir. Y ahora las 268 almas ahí dentro les daban gracias encarecidamente.

No llegó otra guerra mundial, fue algo un poco peor.

Chulanont detiene el vehículo en su hangar junto a los otros autos similares para que algunos habitantes ayuden con la descarga en cuanto terminen con la camioneta de Altin.

Es al bajar del auto cuando la veo. Una Jeep plateada, casi escondida en un rincón del estacionamiento tras un camión.

Al parecer Zet la vió al mismo tiempo que yo porque de un momento a otro los dos corremos hacia el gran arco que completa la entrada a la pequeña "ciudad".

La estructura por dentro siempre me ha parecido una especie de enjambre de abejas. Hacia arriba diez pisos se logran ver, en cada piso hay alrededor de veinte habitaciones y en todo el lugar hay dos comedores. Al entrar del estacionamiento lo primero en observarse es el centro de reuniones.

Una vez Zet comentó que eso era como una versión interesante de una plaza comercial. Aunque para mi es más como entrar a una tienda de muebles y ver muchas salas en exhibición juntas.

Pisos más abajo se encuentran las salas de control; la ala médica; los generadores de energía y los cuartos de entrenamiento.

—¡Hermano!

Me distraigo al escuchar que mi mejor amigo exclama antes de tirarse a los brazos de su hermano mayor, quien está acompañado de Seung-Gil.

Al parecer el grupo 2 de los aniquiladores llegó al fin.

Giro sobre mi propio eje buscando. Puedo ver a algunas personas alrededor, muchas preparándose para dirigirse al comedor, pero no a la persona que quiero ver.

Entonces mi mente piensa en menos de cinco excusas para su ausencia. Una más horrible que la anterior.

—Está abajo. —La voz del Coreano me hace saltar y, por consiguiente, liberar mi pulgar de la tortura impuesta por mis dientes.

—Fue a ver a Víctor. —Explica ésta vez el Chulanont mayor.

Murmurado algo parecido a un agradecimiento, camino rumbo al elevador intentando aparentar la tranquilidad que no siento.

Dos pisos más abajo, el ala médica se extiende frente a mi; las paredes blancas así como los pocos muebles. Me sé el camino de memoria.

La persona que busco pasa mucho tiempo en ese lugar. Más tiempo del que me gustaría y del que él puede soportar, pero no niega.

Me detengo en la habitación con el número 1 incrustado en la puerta y después de una pelea mental conmigo mismo recordandome las reglas de etiqueta y modales, abro la puerta de una patada.

Víctor Nikiforov es el médico principal en Hasetsu, aunque teniendo en cuenta que sólo hay tres, yo me reservo el derecho a juzgar.

Aunque como químico si es bastante eficiente.

—Yurio, vas a romper mi puerta —se queja —. Otra vez.

—Pues la cambias. Otra vez.

El de cabello plateado suspira dramáticamente antes de seguir con su labor de envolver un brazo ajeno con una venda blanca.

Mi mirada repara en el hombre sentado en la camilla. No lo he visto en días y eso hace que mi estúpido corazón se acelere de una manera distinta a cuando corría por mi vida hace dos horas, pero más insoportable.

Yuuri Katsuki es el segundo líder de los aniquiladores. Su grupo fue hasta Tokio por equipamiento médico nuevo que le proporcionaría la Ciudad Amurallada y, a juzgar por las cajas selladas tras el escritorio de Víctor, todo fue un éxito.

Salvo la herida en el brazo del japonés.

—En medio de un encuentro con un grupo pequeño de U.P fue herido por una bala perdida de sus compañeros —informa Víctor al ver mi desconcierto —. Debes tener más cuidado, Yuuri. Que seas un puro no te hace inmortal. Recuerda que tu sangre es importante.

Sonrío al ver como el aludido rueda discretamente los ojos. Entonces las orbes ambarinas se encuentran con las mías y agradezco eso. De otra forma no podría despegar la mirada del pecho descubierto del azabache.

—Haz vuelto.

Casi quise aventarle mi arma a Víctor en la cabeza cuando sonrió con burla ante mi obvio comentario.

—Si —Responde simplemente Yuuri al levantarse y colocarse su sudadera con cuidado; la playera tiene manchas de sangre —Gracias, Víctor. —Dice y agrega mirándome —: ¿Tú estás herido? ¿Necesitas que Víctor te revise?

Limitándome a negar con la cabeza doy media vuelta dispuesto a salir de ahí cuando él pasa a mi lado y toma mi mano con la suya, enviado una pequeña descarga eléctrica desde la punta de mis dedos; que va perdiendo energía pero ganado calor hasta llegar al centro de mi pecho.

—¡Recuerda que tienes que venir mañana para darme una muestra de sangre, Yuuri!

Suelto un ligero gruñido ante el grito de Víctor y el azabache a mi lado suspira.

—Si tanto te molesta deberías decirle que deje de molestar.

—No es eso. Sólo que quería quedarme mañana hasta tarde contigo.

Siento el calor subiendo por mi cuello hasta el rostro, así que bajo la cabeza en un intento por que mi flequillo lo cubra un poco.

—Con mayor razón.

Él jala mi mano hacia el ascensor y toca el botón del piso deseado.

El camino es silencioso y reconfortante mientras se dedica a acariciar los nudillos de mis dedos con su pulgar.

En el cuarto piso, en la segunda puerta a la izquierda está nuestra habitación. En la que no he entrado desde que él se fue.

Tardó más en abrir la bendita puerta que en hacerme chocar la espalda contra la madera de ésta y atacar mis labios en un beso voraz.

Llevando los brazos a su cuello salto lo necesario para abrazar su cintura con mis piernas sin romper la unión de nuestros labios.

Sus manos cálidas sujetan mis muslos mientras se deja caer poco a poco conmigo aún aferrado a él y deslizando mi espalda por toda la extensión de la puerta hasta llegar al suelo.

¡Hola!
Lo prometido es deuda. Aquí comienza ésta nueva historia y es Yuuyu.

Sí, un universo post-apocalíptico, aunque en éste primer capítulo no hubo mucho de eso.

Traje a Zet (de "Somos tu familia") a éste fanfic, aunque ahora como hermano de Phichit.

En ésta historia veremos a Yuuri en modo Eros muy seguido.

ByeByeNya🐾

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