XCVI - Planes
Jonathan al oír el disparo pensó lo peor, el ver a Sara y después oír aquél sonido no le trajo un buen augurio, más que su corazón se había hundido.
Así que corrió entre la multitud para llegar hasta detrás del escenario, esperaba que su pareja se encontrará bien o que esto fuera solamente una pesadilla.
Al llegar observó a Frederick a un lado de Michael, quién estaba tumbado en el suelo, viendo a su hijo envuelto en sangre.
El corazón del saxofonista se estremeció, se hincó ante él y lo tomó de la cabeza, tenía sus manos temblando y las lágrimas habían comenzado a salir de su rostro.
Deslumbró los ojos aqua de su pareja, los cuales estaban comenzando a oscurecerse, así que acarició su mejilla y le dijo que lo amaba.
Tenía su sangre entre sus manos, era roja carmesí, trató de detener la herida, pero la sangre no dejaba de salir, se estaba muriendo entre sus brazos.
Noto los rastros de sangre desde el escenario hasta el lugar en el cual se desvaneció.
Había entrado en shock, solamente escuchó a Frederick llamar a emergencias, mientras que él se quedó al lado de su novio.
Estuvo de rodillas al lado de él, pidiéndole que no se durmiera, quería mantenerlo con los ojos abiertos.
Le dolía en el alma verlo así, observó sus ojos, los vió totalmente oscurecidos, se acercó a su pecho y no escuchó sus latidos.
Entró en crisis mientras lloraba, gritando su nombre, pidiéndole que no se fuera.
Después sintió como lo apartaron de él para atenderlo.
Mientras que a Michael, lejos de ahí, le pareció ver a su madre Marcela.
Antes de ello sintió algo golpear con fuerza su cuerpo, después cayó, y como pudo se arrastró hasta abajo del escenario, luego lo último que escuchó fue a su padre hablarle. Y ahora tenía a su querida madre enfrente de él.
Volvió a sentir la calidez de sus manos, se sentía protegido a su lado, como si nada fuera a dañarlo estando ahí.
Se vió así mismo, observó su cuerpo, estaba envuelto en sangre.
Abrió los ojos de nuevo y visualizó luces brillantes encima de él.
Era estar dentro de su cuerpo y a la vez no, solamente sentía una electricidad recorriéndolo, además de sentirse entumecido.
Para Jonathan el camino al hospital fue distinto, tenía el alma destrozada.
Actualmente tenía horas sin saber de su pareja y Frederick había tenido que someterse a sacarse sangre para dársela a su hijo.
Ninguno de los dos se había dirigido la palabra, el contador estaba lo suficientemente afectado como para hablarle, lo único que podía hacer era llorar en la sala de espera.
Al abogado habían logrado revivirlo camino al hospital, su volumen sanguíneo había bajado lo suficiente como para detener su corazón, sin embargo, los médicos no estaban seguros de que logrará pasar la noche.
Fue a la capilla del hospital, no creía poder hacer otra cosa más que rezar, estando ahí le habló a Lucía.
—Cariño, por favor no dejes que lo pierda, no me creo capaz de soportar otra pérdida como la tuya, si puedes hacer algo, no lo dejes morir. Lucía… realmente no podría… —suscitó con la voz entrecortada—, yo no puedo perderlo a él también. Sería demasiado para mí.
No podía hablar demasiado, porque inevitablemente se le cerraba la garganta, estaba hecho un mar de lágrimas, quería despertar de esta pesadilla.
Se quedó en la capilla, pidiéndole y rezandole a Dios que no apartará a Michael de su lado.
Entró al baño del hospital antes de volver a la sala de espera y se vió en el espejo, tenía las manos envueltas en sangre, su traje gris arruinado, lleno del mismo líquido carmesí.
Se suponía que esta noche debía ser especial, no tenía porque haber terminado así, solamente le preguntaba al cielo el porqué de esto.
Jonathan se tumbó en el suelo y lloró desconsoladamente, se sentía tan culpable de haberle pedido a su novio conocer a Frederick, tal vez de no haberlo hecho, esto no estaría pasando.
Probablemente hoy estarían en casa, haciendo cualquier cosa que implicara amarse, sin embargo, no podía regresar en el tiempo, aunque quisiera hacerlo.
Al salir de ahí, fue directo a la sala de espera, se sentía fuera de sí, solamente estaba sentado ahí con sus manos sobre su rostro.
Escuchó al médico decir solamente la palabra «despedirse», y él negó con su rostro, eso no podía ser cierto, no podía aceptarlo, después sintió como su suegro lo levantó, quería que él pasará primero.
Frederick lo sostuvo y lo ayudó a ingresar a la habitación, después lo dejó a solas con Michael.
Estando ahí, Jonathan observó los ojos aqua de Michael, quién estaba despierto, pero su rostro estaba totalmente pálido y sus ojos estaban oscurecidos, no tenían ése brillo enigmático, habían perdido su color habitual, al igual que su piel.
Se sentó a un lado de él, le sonrió y acarició su cabello, no podía hablar porque estaba entubado, así que ni siquiera escucharía su voz.
Sacó el anillo de compromiso y se lo puso.
—Amor mío, no puedes irte, todavía te falta casarte conmigo, tenemos planes mi amor, te recuerdo que ya tengo el traje con el que voy a casarme contigo, y tú ahora tienes el anillo —le dijo entre lágrimas mientras sostenía su mano—.
También tenemos planes el Martes, tenemos una cena con mi suegro, recuerda que la niña también tiene su vestido para ese día, mi madre también, no puedes dejarlas plantadas, ni a mí tampoco.
Tú no puedes dejarme —se le quebró la voz, después se levantó y le dió un beso en la mejilla—, ni a mi hija, me prometiste darle tu apellido y no dejarme sólo con todo esto que esta pasando.
Al irte no sólo rompes mi corazón, si no el de Cherry también, así que por favor, mi vida, quédate conmigo.
Aún me queda mucho por amarte, te necesito a mi lado, necesito de tu amor, necesito que te quedes conmigo.
Tú eres el amor de mi vida y no te imaginas lo mucho que te amo, todavía tengo muchas canciones que tocarte y noches que quiero pasar contigo.
Tenemos aún mucho por hacer, cariño.
Michael lo estaba escuchando y sus ojos se llenaron de lágrimas, le dolía ver a Jonathan destruido.
El saxofonista se abrazó al abogado, sostuvo su mano en dónde le había puesto el anillo y se quedó un momento así escuchando el sonido de su corazón. Tenía tantas ganas de besarlo y oírlo, pero no podía tener nada de éso.
Sintió como dejó de apretar su mano y escuchó el sonido de una máquina parar, se hundió más en él, abrazándolo con fuerza, no quería soltarlo.
—¡Amor, por favor! ¡No! ¡Tú no, mi amor!
Escuchó la voz de su madre, quién después lo sostuvo por detrás.
Jonathan lanzó un grito desgarrador mientras decía «no» una y otra vez, queriendo volver hacia él para abrazarlo.
—Jon, cielo, tienes que soltarlo…
—¡No! ¡Nunca! ¡No voy a dejarlo ir! ¡Él no puede irse! ¡Por Dios! ¡No! ¡No puede irse! ¡Tiene que casarse conmigo! —Lanzó un grito desolador a la vez que lloraba—. ¡Mamá, no dejes qué me aparten de él! ¡Michael es el amor de mi vida, él no me dejaría! ¡No puede!
April escuchó a su hijo desgarrarse la garganta, mientras gritaba y lloraba.
El escuchar gritar a Jonathan fue estremecedor, solamente estaba hincado ante la cama de Michael, cualquiera que lo escuchará pensaría que estaba a punto de morir. Y si, su alma estaba rota.
—¡Michael, mi vida! ¡Por favor! ¡No puedo vivir sin ti!
Su llanto era desconsolador, mientras se desgarraba la garganta entre gritos.
Jonathan estaba desesperado, ahogándose del dolor, quería morirse.
Llevó sus manos hasta su cabeza y dejó escapar su dolor, se quedó a un costado de la habitación abrazado a sus piernas.
Mientras tanto los médicos ingresaban de nuevo a toda prisa, por lo que Frederick tuvo que tratar de sacar a Jonathan de la habitación en dónde se encontraba Michael.
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