LXXVII - Problema Mediático
Al contador le había costado bastante dejar a su novio, más que nada separarse del beso, aunque se quedó con ése cosquilleo de sentir todas las miradas encima.
Era natural que mirarán con quién salía uno de los socios de la firma L&B, por ende aquello no le generaba mucho ruido.
Michael Spencer era su novio y no podía hacer nada por ocultarlo, ni tampoco quería tratar de hacerlo, por ello extrañaba tanto sus redes sociales y las fotos que tenía de él posteadas.
Al menos podía tenerlo de fondo de pantalla, con éso bastaba.
Ya estaban por ser las 12:00 pm, por lo que Jonathan fue directo a sacar a su hija más temprano de la escuela, Cherry se sorprendió, pero no replicó, estaba feliz de que su papá la sacará de la escuela.
Le ayudó a subir al auto, después la llevó a comprar un par de libros, quería que ésos fueran para la casa de Michael.
Al llegar a la casa del abogado, la niña se sintió un poco temerosa, era la primera vez que estaba en un sitio ajeno a su casa, lejos de su abuela.
Sin embargo se sintió más segura cuando Jonathan la cargó, luego la llevó hasta el sofá, ahí se recostó con Cherry.
Inclinó su cabeza con la de su hija y comenzó a leerle un cuento, mientras ella observaba las imágenes.
De ahí solamente quedaba esperar el momento en el que trajeran las cosas.
Por su parte Michael estaba buscando hablar con Andrés Carnaghi, por lo que fue directo hasta su oficina.
Quería ver si podía involucrarse en el caso, aunque fuera sólo como asesor.
—¿Se puede?
—Ya estás dentro de la oficina, qué más da.
—¿Cómo ves el caso de Jonathan Bettley?
—Sé claro, Spencer. Dime ¿Quieres saber cómo veo qué salga del asunto en el que está metido? ¿O lo qué pienso de todo?
—Ambas.
Andrés se quitó los lentes, se acomodó mejor en su silla y miró directo a Michael.
—Está jodido, tal vez se salve jurídicamente, mediáticamente es un caso perdido, es su palabra contra la de ella.
Podrá resultar inocente, pero la gente no olvida, dile que la vida social en redes sociales la de por terminada.
No tiene modo de salvarse, si es que quiere seguir subiendo contenido en redes sociales, e incluso tocar el saxofón en público.
—¿Cómo sabes…?
—Sara lo subió, ella fue lo suficientemente lista para guardar fotos y videos antes de que bajara la cuenta Bettley, simplemente los reposteo.
Acá viene la parte más interesante del asunto.
Han salido los suegros o ex suegros de él ha hacer un post en redes sociales, que es bastante interesante ¿Quieres qué te lo lea? Permíteme el honor.
Ahí fue cuando Michael necesito sentarse, cerró sus ojos y llevó sus manos al puente de su nariz.
No esperaba lo de los padres de Lucía.
Carnaghi aclaró su garganta, era hora de leer el post de redes sociales, el cual fue compartido también por Sara.
“Hoy les habla una madre que aún llora la partida de su hija”.
«Mi hija Lucía fue una mujer valiente, amorosa, soñadora, el ser más bello que tuve la dicha de tener.
Hace siete años que la perdimos, mi niña tenía cáncer, pero debido a que el sueño de mi yerno Jonathan Bettley Ross era ser padre, le pidió que abandonará las quimioterapias para poder tener hijos.
Mi hija cegada por el amor a él, cedió.
Lucía pasó un embarazo complicado, atravesó por una preeclampsia, los médicos nos informaron que no solamente ella estaba en riesgo, si no también el bebé.
A medida que esto sucedía, veíamos a mi hija marchitarse poco a poco, ella no debió embarazarse, sin embargo siguió adelante con tal de complacer a mi yerno.
Mi esposo y yo estuvimos sólos en la sala de espera del hospital, rezando y pidiéndole a Dios que Lucía sobreviviera ¡Por qué ni estar con mi hija pudo aquél hombre! Siempre tuvo otras prioridades.
Llegó tarde.
Mi marido y yo, fuimos los primeros en ver a mi nieta Cherry, la veíamos a través de un cristal, se veía tan frágil.
No podíamos abrazarla, ni tocarla, igual que a Lucía.
El médico nos dijo que nos fuéramos despidiendo de mi niña, pero Dios nos permitió tenerla un poco más de tiempo.
Perdimos a mi hija después de un año, es fecha que no tenemos sitio dónde llorarle, por qué ni siquiera se nos tomó en cuenta para su funeral, ni el destino de sus restos.
De todo esto se encargó Jonathan, quién hasta la fecha nos sigue negando al menos estar con las cenizas de Lucía, mi propia hija, mi sangre.
Tampoco tenemos permitido ver a mi nieta, Cherry.
Sigue sintiéndose un cristal entre nosotros, al igual que cuando nació.
El destino no sólo me quitó a mi hija, si no también a mi nieta, todo por Jonathan Bettley Ross.
Ni mi esposo, ni yo, le deseamos el mal, al contrario, esperamos que Dios ilumine su corazón para reparar en vida el daño hacía Sara Adams Levitt y que ablande su corazón lo suficiente, para que nos permita ver a nuestra nieta Judy Cherry Bettley.
En nuestro corazón no hay odio, ni siquiera a pesar de que él nos ha negado todas las visitas con mi nieta, ni aún recientemente, que decidió ampararse con un abogado de cuarta con tal de no permitirnos ver a Cherry.
Ella, mi nieta, es lo único que nos queda de Lucía».
—Familia, Aragón.
—Y también agregó fotos de su hija Lucía.
Bueno, respondiendo a tu segunda pregunta. Spencer, se me hace un insulto cobrarle a Jonathan Bettley, es un bonito karma ¿No es así? Tienes un don, el don de hacer infelices a todos a tu alrededor, que tristeza.
Andrés Carnaghi se levantó y aplaudió.
—Es sublime, te agradezco por transferirme el caso de Bettley, te pagaré bien el favor, te doy mi palabra.
Ahora sí me permites, sal de mi oficina.
Michael se quedó un tanto pensativo, pensando en todo lo que le había dicho Andrés, murmuró un par de cosas inaudibles, pero Carnaghi logro pescar unas cosas.
—Así que han hecho todo un show mediático con el nombre de Jonathan, ya veo.
Y de nada, es más probable ganar un caso cuando existe un fin de por medio.
—¿Tienes un problema en los oídos o no escuchas nada? Eres tan selectivo como siempre, escuchas lo que te conviene.
—Escucho perfectamente bien, Andrés.
Es sólo que creo que no ganaré nada si me pongo melancólico.
Hagamos algo tú y yo —expresó con decisión; señalando a su compañero—, encargate de lo legal, yo veré lo mediático.
—No estorbes, lo mejor en estos casos es mantener un perfil bajo, en lugar de ayudar, empeoraras las cosas.
Olvida lo que dije, anda, arruinalo. Y vete.
—Amanecimos de mal humor ¿Es por mí o por Riley?
—¡Los dos! No sabes lo feliz que me haría no verlos más.
Bueno, a ti todavía te soporto un poco, pero a Riley, ¡No lo quiero ni ver ni en pintura! ¡Me enferma!
Spencer, tienes suerte de ser hijo de Frederick, espero que ésa suerte continúe contigo durante algún tiempo.
Dicho esto y salió de su propia oficina, no quería pasar un segundo más al lado de alguien como Michael Spencer.
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