CXXXIII - Inesperado
El hombre de ojos aqua estaba más enamorado que nunca de su novio, se encontraba pegado a su cuerpo, buscando hacerle sentir lo mucho que lo deseaba.
Tenía esa necesidad de amarlo y hacerlo feliz, quería cuidar de él.
—Amor, ya saca tu boca de ahí —le pidió en un hilo de voz—. Michael, mi vida —suscitó en un leve gemido—, ya suelta éso, que van a ser las 03:00 a.m.
Oh, amor, tu trabajo, debes irte temprano.
Michael estaba concentrado en probar otras partes ocultas que poseía Jon. Actualmente recorría la escultural anatomía de su amado, enfocándose en unas esferas y en el falo de la lujuria ajena.
Era una sensación nueva el sentir una parte más blanda y suelta hundirse dentro.
Así que las besó, probó, chupó… tanto como pudo ser posible.
Hizo lo mejor que podía, quería hacerle sentir a su novio que lo amaba.
Una vez que vió el líquido preseminal del ex contador, se montó encima de él y se dejó ir.
—Llegarás tarde —insistió—. Guarda energía para nuestra noche de bodas.
—Te amo, querido. Solamente quiero un poco de ti.
—Esto no es poco, mi amor.
—¿Sabes qué sucede, cariño? He aceptado que me fascinas, y no quiero seguir conteniendome, ni negando lo que siento por ti.
Finalmente me siento libre de explorar contigo. He de confesarte que me gustas, quiero gustarte también, Jonathan.
Ah, amor, estoy feliz de tenerte.
Toda mi vida creí que era asexual, pensaba que esto no era para mí, luego te vi a ti una vez entrenar box sin camisa… con un short ajustado, —gimió—, ah, amor, despertaste algo en mí.
Te quería a ti entre mis piernas, deseaba estar contigo, estar debajo de tu cuerpo, sujetándome a tus brazos.
Estoy enamorado de tus manos, del recorrer de tus venas, tu voz, tu pecho, amo tu piel, te amo a ti.
No importa el dinero que llegue a gastar, te haré un gimnasio aquí en casa para verte entrenar, será un regalo para los dos.
Extraño tus videos, extraño ver tus rutinas, el verte agachado, ver tus muslos, y el ver cómo se te sube el short cada vez que estás en la bicicleta estática.
Ahora tengo que conformarme con tus antiguas fotos y vídeos.
—No me hagas esto, Michael.
Tienes que ir al trabajo en unas horas, no puedes quedarte conmigo. Por favor, no me obligues a retenerte por el resto del día.
—Deja que yo me preocupe por mi trabajo, no dejaré de ir a la oficina.
Tengo planeado darte todo lo que te mereces, nunca dejaré que te falte absolutamente nada.
Te prometí estabilidad financiera, la seguirás teniendo.
El saxofonista beso a su novio con pasión, tomándolo con fuerza, llegando profundamente a ese rincón destinado, que estaba hecho a la medida.
Ambos estaban con la respiración corta, besándose y amándose en la oscuridad en medio de gemidos ahogados.
Los dos continuaron con un dulce vaivén, y para cuando Jonathan volvió a mirar el reloj, daban las 05:00 a.m.
Jon se sentía exprimido totalmente, tenía el cuerpo húmedo de todos los besos que le dió Michael, lo había probado entero.
Se levantó, fue al baño, y al verse en el espejo notó las marcas rojas en su pecho, las aureolas rojas, marcas en la espalda, abdomen, luego miró más abajo, el resto de su piel estaba igual.
Estaba agotado.
¿Lo peor? Michael se levantó como si nada, e hizo toda su mañana normal.
Y él, se sentía como un limón.
—Cariño, buenos días —lo saludó mientras bebía una taza de café—. ¿Qué tal tú noche?
—Solo puedo decirte que me gustaría dormir el resto del día —murmuró—. ¿Y Judy?
—Ya esta lista, solamente te estamos esperando a ti.
En cuanto a las oficinas de L&B, ya habían comenzado su operación, como de costumbre Andrés fue uno de los primeros en llegar.
Unos veintiún minutos después observó a Riley llegar, el hombre no lo miró, solamente lo esquivó de largo.
Ahí fue cuando el abogado penalista pensó: «esto es raro», así que decidió entrar a su oficina sin preguntarle.
Lo obligó a mirarlo, notó sus ojos hundidos, las ojeras y la mirada perdida.
Ese chico estaba desvaneciéndose en la silla, así que le habló.
—Hey niño, no te duermas. Quédate despierto —le pidió—. Riley, no arruines mi mañana.
El hombre le arrojó agua, al verlo mantenerse inerte en la silla, llamó al guardia de seguridad de la oficina.
Le dijo «estúpido», esperando obtener una respuesta, si esto era una broma de mal gusto, estaba dispuesto a asesinarlo con sus propias manos.
Andrés suspiró, trató de guardar la calma en todo momento, después subió a Riley con ayuda del guardia a su auto, lo llevaría al médico.
—¿Qué demonios te metiste? Eres un idiota, Riley.
Estaba molesto con todo el universo por joderle la vida, así que al llegar al hospital le llamó a Michael, tenía que desquitarse con alguien.
Así que le explicó lo sucedido con Riley, luego le gritó.
—¡Eres lo peor! ¿Y te llamas Jefe? Sigues siendo escoria. ¡Tú entrada es a las jodidas 08:00 a.m, deberías estar 30 minutos antes! ¿Tanto le cuesta al señor ser puntual? Imbécil, espero que mueras.
—Carnaghi, cambié mi horario para las 10:00 a.m. —suspiró irritado—. Perdoname por tener una hija ahora y que mi deber sea llevarla a la escuela.
Ya voy en camino para allá.
—Sigues siendo un malnacido, si existe el infierno, espero que termines ahí.
Preocúpate por el personal de tu área, para eso te pagan, idiota.
Y colgó.
Ahora le tocaba llamarle a su prometida para avisarle en dónde se encontraba.
El abogado penalista se sentó en el piso, marcó el número de Kate y la llamó.
—Hola, amor.
Lamento llamarte tan temprano, solamente quería avisarte que no estoy en la oficina, me encuentro en el hospital.
Un compañero de la oficina tuvo un percance, no había nadie más alrededor, así que lo traje hasta aquí.
Me encantaría que estuvieras conmigo, de lo contrario me volveré loco sólo.
—No te preocupes, iré hacía ti de inmediato.
—Pediré el resto del día en la oficina, en cuanto llegue algún familiar de mi compañero, tú y yo nos vamos de aquí.
Extraño estar contigo, me has hecho falta.
—Tú más a mí, te amo.
—Te amo también, eres una luz en medio de tanta oscuridad.
El escucharla hablar le reconfortaba, hablarle era como estar en una burbuja dónde nadie más podía entrar a dañarlo.
Un poco más tarde observó a Michael llegar junto con Jonathan.
Carnaghi los ignoró por completo, simplemente cerró los ojos y se hizo el dormido, no quería dirigirles la palabra.
Fuera de las oficinas de L&B no tenía porque ser cortés con Bettley, menos con Spencer, así que se encerró por completo en su espiral de soledad.
Unos minutos después escuchó la dulce voz de Kate, al abrir los ojos la notó saludando a Michael.
—Mi esposo de otra vida —le dijo al hombre de ojos aqua—. Qué sorpresa encontrarte aquí, Michael.
—¿Perdón? —intervinó el saxofonista por instinto—. Qué lástima que yo sea el esposo actual de este señor.
—¡Hola, linda! Estás guapísima como siempre. Él es mi pareja, Jonathan Bettley.
Y cariño, ella es la protegida de mi padre.
—La destinada a ser la Señora de Spencer —dijo entre risas mientras hizo una reverencia y saludó a Jon—. Nos comprometieron siendo bebés, pero afortunadamente nuestros progenitores desistieron de nuestro matrimonio por contrato.
Espera, Michael, hay algo que debo devolverte —mencionó con voz cálida quitándose el collar del cuello—. Tu madre hace algunos años me lo regaló en señal de aprobación hacía mí por nuestro compromiso, te lo entrego devuelta, sé que para ti será importante conservarlo.
Michael observó aquél collar de corazón con una piedra azul, combinaba con los ojos océano de Kate, por lo que le puso el collar de vuelta.
—Conservalo, combina con tus ojos. ¿Cuántos años tiene contigo? ¿33?
—32, soy un año menor que tú.
Bueno, muchas gracias, Michael. Y un placer conocerte, Jonathan.
Ah lo olvidaba —miró en su bolsa, después sacó unas invitaciones—, los invito a mi boda.
Le he enviado la invitación desde hace meses a Frederick, pero conociendole, ni enterado estará, en ésa tarjeta esta la dedicatoria que dice: “Para la familia Spencer”. Pero prefiero prevenir, así que les entregaré dos, por favor, Mike avísale a Frederick.
—Le diré, no te preocupes. Un placer verte de nuevo, Kate.
—El placer es mío, un gusto verlos a los dos, se ven lindísimos juntos, espero que tengan un próspero matrimonio.
Con su permiso.
—Gracias, linda.
La mujer les dió un beso en la mejilla a ambos y se marchó con Carnaghi.
Realmente Michael nunca se dió la oportunidad de conocer a Kate, era algo distinta a como creía recordar.
La siguió con la mirada, ella se sentó al lado de Carnaghi, sacó un pequeño pay que trozo en dos para compartirlo con su prometido. Era una chica sencilla a pesar del renombre de su familia.
—Sus hijos habrían sido muy bellos —mencionó el saxofonista—. Tendrías que haberla elegido a ella antes que a Sara.
—Pero no te habría conocido a ti. Yo no te cambiaría por nada del mundo.
—Me imagino a ese bebé con los ojos más azules, tan cristalinos como el océano, con cabellera rubia rizada.
Ustedes dos habrían tenido hijos dignos de seguir el legado familiar, tu padre estaría orgulloso de su nieto, y creo que tu madre Marcela igual.
—Judy me agrada, es un pedazo de ti, además tiene tus ojos, es encantadora y es mejor que cualquier bebé biológico que hubiera podido desear.
Respecto a Kate, mi padre al conseguir solvencia económica, no le vió caso seguir en un matrimonio arreglado. Descuida, él no cree nada de lo que estás pensando, mi madre tampoco.
Y volviendo al tema de papá, no le molesta que esté contigo, también esta haciendo el intento de tratar con Judy.
Así que no te tortures por lo que pude haber hecho, estoy feliz con mi presente actual, el futuro a tu lado se ve alentador.
Te amo, cariño. Quiero casarme contigo.
No puedes dudar de mi amor por ti —le dijo con una sonrisa a la vez que lo atraía hacía él—, no menos de lo que hemos pasado en la madrugada.
—Ah, lo olvidaba. Sí, vaya madrugada, me has dejado marcas muy visibles.
Las del cuello son las que más se notan.
—¿Y debajo?
Michael mordió sus labios, Jonathan miró hacía otro lado mientras mantenía una de sus manos sobre las caderas de su prometido. No le respondería.
Sin embargo, el abogado volvió a hablarle.
—Amo tu tridente —susurró en su oído—.
—Saliendo de aquí me besas y me dices lo que quieras, amor.
Ahora concentrémonos en preguntar si nos permiten ver a Riley.
—Hablando de Riley, tal vez sea mejor que me esperes en la camioneta, no quisiera que te toparas a Sara.
—¿Qué? No me digas que él finalmente accedió a salir con ella.
—No lo sé, cariño. Tal vez sí.
Era muy probable.
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