CXVIII - Diversión

Jonathan se quedó pensando en un momento, fue por sus lentes y se quedó buscando en su celular fotografías, no, no tenían más que la foto del restaurante. 
Le pidió a Cherry que lo esperará por un momento, fue hasta la habitación y tomó el celular de su novio, luego regresó a la sala con su hija para ver la televisión.
Se quedó con el celular de Michael, se paseo por la galería y vió que estaba repleto de fotos suyas, junto con un par de capturas de sus transmisiones en vivo, el resto eran archivos del trabajo. 
También visualizó unos mensajes de Sara desde otro número, sabía que Michael tendía a coleccionar mensajes sin abrir, el único chat que tenía directo en la pantalla era el suyo. 
«Esta mujer no se cansa», pensó. 
Así que le escribió un mensaje simple. 

«Mi prometido esta dormido junto a mí… en nuestra cama, así que él no puede atenderte. 
Niña por favor, este celular es más mío que de Michael. 
Leo todo antes que él. 

Madura, ridícula. :)».

Volvió a bloquear su nuevo número, eliminó los mensajes y después fue a su habitación, para dejar el celular en su sitio.

Michael despertó al sentir la presencia de Jonathan, él le sonrió y lo levantó de la cama entre sus brazos. 

—Cada vez te siento más ligero.

—Y a mí cada vez me gusta más como me abrazas, encajo mejor en ti. 

—Entonces siempre te abrazaré. 
Es hora de salir con Judy, mi amor.

El abogado le dió un beso en la mejilla, después su novio lo puso con cuidado de nuevo sobre la cama. 
Jonathan iría a alistar a Cherry para salir.
Michael los esperó en la puerta, subieron a Judy al auto y luego el abogado detuvo a su pareja por un momento. 

—No quiero sonar molesto, ni repetitivo, pero ¿Llevas los papeles de la niña? 

—Sí, e insisto en que es una completa estupidez. 

—Creeme los necesitas si sales conmigo, no quiero que pases un mal rato.
Solamente se sigue la Ley Varchi, querrán saber si no se ha cometido el llamado “delito universal”, esta en el artículo 12 de la Ley N°40.
No quieren que se reemplace a Dios con dinero, ni el deseo con derechos. Y buscan la impugnación de cualquier certificado de infante que hayan nacido por gestación subrogada. 
Es un tema legal algo complejo.
Únicamente te preguntarán si eres el padre biológico de la niña o tienes un permiso por escrito de la madre biológica para que esté la niña con nosotros. 

—Olvídate de ello, estaremos bien, tengo todo en regla. Y traigo conmigo el certificado de nacimiento de Judy, en el esta escrito el nombre de Lucía y el mío, no tendremos inconveniente.
Aunque se me hace totalmente arbitrario e innecesario el tener que demostrar que Cherry es mi hija biológica.

—Hay cosas en la materia de lo legal que tú y yo no hemos hablado —le dijo con seriedad y luego tomó su mano—. Tenemos que resolver el futuro próximo, prefiero prevenir antes que lamentar, realmente no quiero lidiar con los padres de tu difunta esposa cuando tú no estés.

—Luego, mi vida. Ahora no, ya este día ha sido demasiado para mí, no quiero saber nada de leyes, ni de materia legal, al menos por lo que reste del día.

—Entendido, cariño. 
Jon, mi amor, haría cualquier cosa con tal de protegerte… aunque no pueda hacerlo con todo. 

Lo soltó y luego le dió un beso fugaz, para después subir al auto. 

Hablado de temas legales, en otro lugar lejos de ahí, estaba Riley hablando con Sara en una cafetería cercana.
El hombre no podía entender cómo es que su amiga había dejado escapar la oportunidad que le dió Carnaghi.

—Sara, querida. ¿Cómo te lo explico sin sonar brusco? Acabas de hundirte sola, lo que has hecho es una completa idiotez, tenías la oportunidad de terminar con el tema con Jonathan de una vez por todas. 
Y ahora rezale a Dios que Frederick Spencer o su firma no tome el caso, porque entonces te jodiste. 
Estamos en Italia, tú debes de saber lo importante que aquí es el honor, estos casos son tomados más en serio de lo que crees. Si esto va a juicio, no solamente le deberás pagar una compensación económica a él, podrías ir a prisión.

—Y tú mejor que nadie, sabemos que especialmente aquí somos conservadores, nos regimos por órden de la iglesia, la mayor parte de los jueces son religiosos. 
De algo servirá a mi favor decir que mi ex salió gay —murmuró—, nada más repugnante que un homosexual. Súmale si se insinúa la crianza homoparental, entre otras cosas que puedo decirle al juez.

—Su sexualidad y su hija no son relevantes para el caso. 

—Tal vez no, pero para los padres de Lucía sí, oh Dios mío —dijo entre lágrimas de emoción—. La vida es hermosa, el panorama se ve alentador. 
Imagino tantas cosas, ya lo estoy visualizando, será fenomenal.
Sí pudieras entrar a mi mente y ver lo que hay ahí, Riley. 

Agarró la rosa que estaba en el centro de la mesa y aspiró su aroma. 
Cerró sus ojos e imagino lo que estaba por venir, visualizaba lágrimas, gritos, entre otras cosas.
Sara se rió por un momento, ella estaba feliz, sí probablemente no ganaría, pero una vez que el honor era manchado, no había modo de salir de ahí. 

—Disculpame, pero ir a prisión no es un buen panorama. 

—Perder también es ganar, créeme. 
He perdido más de una vez y la vida ha sabido recompensarme.
El sacar la verdad al mundo… valdrá cada centavo invertido. 
Hay cosas de las que un hombre nunca se recupera, el odio, el miedo, todas ésas emociones siguen prevaleciendo —hizo una pausa, sonrió al recordar a Carnaghi, sobre todo a Michael—, lo sé mejor que nadie. Ellos —dijo para sí misma—, no sé recuperan, en el fondo están rotos y predispuestos a la calamidad. 
Riley, ellos se alejan —lo señaló—, del infortunio, ya sea por no dañar, o por culpabilidad, y luego mueren. 
Aunque algunos otros se vuelven hostiles, igual que Carnaghi o frágiles como Michael. Seres predispuestos a ser un cascarón sin vida, que les lloran a los muertos.
Este es el inicio del fin, y lo mejor esta por venir.

Elevó su taza de café y dijo «salud por y para los novios», su semblante cambió, luego tomó a Riley de las manos.

—¿Y tú? ¿Qué tal tú vida amorosa? ¿Ya te animarás a qué te presente a una chica? Eres guapo, amigo. Tengo varias mujeres predispuestas, listas para ti. 

—No creo que exista una mujer en este mundo que quiera salir conmigo. 

—Yo saldría contigo, eres un chico lindo con un corazón precioso. 

—Si dejarás tu obsesión por Jonathan Bettley, yo estaría dispuesto a no ser solo tú novio, si no a casarme contigo. 

Sara le dió un beso a Patrick, después un beso en el cuello, dejándole el lápiz labial marcado en su camisa. 
Y para Riley el volver a sentir la calidez de alguien más fue sumamente maravilloso.
Ella le sonrió, luego subió más su vestido rojo, mostrándole sus largas piernas.
Sara sabía que los hombreqqs piensan con la cabeza de abajo, más los hombres solitarios como Riley.

—Diviértete conmigo, vayamos a mi departamento, te prometo que no te decepcionaré, Patrick.

—Ah, linda… 

Riley mordió sus labios y dudó por un momento, no sabía qué hacer. 

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