CVII - Besos
Hoy era otro día más, dónde el hombre de ojos avellana se sentía quebrado en dos.
Había estado un tanto ausente a la hora de la visita con Michael y desde luego que él lo notó.
Jonathan sólo quería abrazarlo, permanecer con él y olvidar todo lo sucedido la noche de ayer.
—Cariño, dime ¿Qué sucede? Si sabes que estoy bien ¿Cierto? Solamente están cuidando que no se me infecte la herida, estoy con antibióticos y saldré pronto.
—Lo sé, amor —le dijo con una sonrisa ambigua y señaló su saxofón—. Tu ex.
—Oh, Dios.
—Ella no me importa, yo sé que no puede separarnos, pero… tengo miedo de que te haga daño, no quiero que lo haga.
He estado pensando en que sería una buena idea irnos de aquí por un tiempo.
Quisiera regresar a Louisville, en Kentucky, Estados Unidos.
Amor —lo tomó de una de sus manos y lo besó, después continuó—, sé cómo moverme por allá, no me será difícil conseguir trabajo.
Y estando ahí nos podemos casar de manera legal, luego de un tiempo regresamos aquí, metemos el acta de matrimonio y ya esta.
Al menos en lo que la loca de tu ex novia te supere.
—Mi trabajo me lo impide.
—Tienen que darte incapacidades, además tal vez puedas pedir vacaciones, no sé, haz el intento.
No solamente es el tema de Sara, es también el tema de las cenizas de Lucía.
He estado reflexionando, no creo que a ella le gustará que estuviera constantemente peleando con sus padres, ni que la niña tenga que presenciar algo como éso.
Quiero comprarle a Lucy un lugar, en dónde puedan visitarla sus padres y en el que Cherry pueda visitarla en vacaciones.
Creo que es lo mejor para todos y sobre todo para ti también.
No quiero que nos casemos y tengas que lidiar constantemente con los padres de Lucía, tú amor, no mereces cargar con el recuerdo de mi antiguo matrimonio.
Aunque siendo sincero, Lucía no puede desaparecer del todo, sé que en determinado momento Cherry preguntará por ella. Y estaré listo para responder sus preguntas acerca de su madre.
—Entiendo, lamento lo de tu saxofón, amor. Llévalo a reparar, por favor.
Probablemente ella te habrá dicho…
Jonathan lo calló con un beso, luego lo miró a los ojos.
—Hemos hablado de ello antes, no me importa lo que ella pueda decir de ti, yo no dejaré de amarte.
Lo que sí importa, es que tú y yo ya deberíamos andar viendo el tema de la boda, si hablamos mucho del tema, pero no sabemos ni dónde, ni cuándo.
—Ya elegiste el lugar, y para mí esta perfecto, Jon.
—No creí que aceptarás.
—Es imposible decirte que no, más cuando me sonríes, además unas vacaciones a tu lado me harán bien.
Jonathan lo abrazó y le dió un beso más, posteriormente lo mantuvo entre sus brazos un rato más, quería hacerlo sentir tranquilo, sin embargo, no deseaba tener malentendidos con su pareja, por lo que le terminó de confesar todo lo sucedido de anoche.
—Te amo, no lo olvides, Michael.
Hay algo más que debo decirte, tu ex novia me besó anoche y dijo que encajaría bien en su cama.
No te preocupes, la aleje de inmediato, sólo quería que lo supieras, por si es que usa éso en mi contra.
Y descuida, termine vomitando en el baño.
El abogado abrió sus ojos un poco más, eso lo había sorprendido, luego suspiró y llevó una de sus manos al puente de su nariz.
—Ven, sube a la cama conmigo, Jon.
Michael se puso de lado e invitó a su novio a subir, estando los dos en la cama, el abogado acarició el rostro de Jonathan, luego le dió suaves besos en los labios.
Para después aumentar el ritmo de sus besos, en lo que le subía la camisa.
Bajó una de sus manos hasta sus piernas y comenzó a acariciarlo… pero sin dejarlo de besar.
Jon sintió las manos de su novio sobre su espalda, también lo apretó por detrás, seguido de ello el hombre de ojos aqua lo lamió desde el pecho hasta arriba, finalmente atacando sus labios de nuevo.
El saxofonista trató de apartarlo un poco, sólo que recibió un gruñido de parte de su pareja, quién atrapó su lengua con sus labios, entonces lo dejó continuar.
—Sigues siendo mío, Jonathan Bettley Ross, sólo mío —mencionó con la voz ronca, a la vez que iba dejando besos sobre su rostro—. No puedes reemplazarme, no puedes hacerlo, me niego a perderte.
El abogado no lo dejó responder, solamente subió arriba de él y lo besó de nuevo.
En lo que Jon entrelazaba sus dedos sobre la cabellera rubia de matiz oscuro de su novio.
Pensaba que los besos habían terminado, cuando lo vió levantarse aquella bata.
—Mírame —dijo con las mejillas sonrojadas—, mira mi cuerpo, Jon.
Mis besos y mi cuerpo son tuyos, sé mío también, cariño.
Estoy aprendiendo, amor, aprendiendo a hacer todo lo que te gusta.
Aún nos falta mucho por hacer, déjame seguir aprendiendo contigo.
—Siempre tuyo, Michael.
Mi vida, no tienes nada de que preocuparte, me encantas tú y me fascina tu cuerpo, puedo admirarte todo el día.
Te prometo que haremos todo lo que quieras y experimentaremos lo que desees, es un placer tenerte.
Jonathan lo besó y le bajó la bata, luego lo tocó suavemente de la espalda.
—Amor mío, sabes que no debes hacer esfuerzo, puede abrirse tu herida.
—Déjame continuar probándote, o de lo contrario no podré estar en paz.
El contador solamente asintió y abrió sus brazos, dejando a su novio llenarlo de besos por todo el pecho y los labios, hasta dejarlo húmedo por doquier.
Solamente de vez en cuando le correspondía acariciando su rostro.
Jon veía a su pareja con las mejillas sonrojadas y la humedad de sus labios, por lo que limpiaba el residuo de saliva con uno de sus dedos.
Pensaba que ya había terminado, cuando Michael lo tomó del rostro y lo besó, daba pequeñas pausas y lo lamía de los labios, para después volver a meterle la lengua hasta dónde podía.
No tenía planeado dejarlo de besar.
—Amor, espera —le dijo con voz suave a la vez que lo detenía—.
Mi suegro me pidió que te dejará ver a Riley, mamá y la niña también vienen a verte, por éso no nos podemos dejar llevar, hoy tienes visitas.
—Entiendo, pero antes quisiera confesarte algo, me muero por estar en nuestra habitación.
Quiero tenerte semidesnudo arriba de mí, necesito volver a sentirte duro por las mañanas.
Hoy estoy lo suficientemente celoso como para querer encerrarte junto a mí, quiero esconderte debajo de la cama.
Deseo que te quedes aquí conmigo.
—Michael, amor, no tienes motivo alguno para estar celoso, yo no puedo ver a nadie más que no seas tú.
Me tienes lo suficientemente enamorado como para hacerme olvidar el resto del mundo, eres irremplazable, mi vida.
He estado contigo aquí mucho más de lo que te imaginas, solamente voy a casa a ducharme, y regreso de nuevo aquí.
Sería incapaz de dejarte sólo —suscitó con voz melodiosa a la vez que lo abrazaba—. Amor, si me dejarán, me quedaría pegado a tu cama.
Su novio le sonrió y le respondió con un beso, a la vez que se pegaba más a su cuerpo, hundiéndose en su cuello para aspirar el olor de su perfume.
—Te creo, cariño. Y mencionado el tema de tus suegros, hay algo qué debe decirte.
—Ex, amor. A menos que te estés refiriendo a Marcela & Frederick, porque entonces sí, ellos son mis suegros.
—No, no hablo de ellos, si no de los padres de Lucía.
Desconozco si acaso Carnaghi te lo comentó, pero ellos están apoyando a Sara con todo este tema de la funa mediática, lamento no haberlo mencionado con anterioridad.
Es sólo que no quería que te preocuparas de más, has pasado por tanto, mi amor.
No quería agregarte más estrés, tú no mereces nada de lo que ha sucedido en estos últimos meses.
—Me lo imaginaba, descuida, desde hace tiempo que lo que ellos piensen me ha dejado de importar.
El tenerte a ti, a mi hija, y a mi madre conmigo, es todo lo que necesito.
—Quiero que estés bien, amor.
—Lo estoy, Michael.
El abogado sonrió al sentir el beso y el abrazo de su ahora prometido.
Estaba emocionado por casarse con él.
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