CIII - Cielo Gris

Michael estaba atento a los movimientos de Jonathan, quería ver si en su mirada había un gesto de desagrado al ver los puntos de la herida que tenía.
Sin embargo él estaba concentrado en la limpieza de su cuerpo.

—No quiero que me quedé una cicatriz.

—Es mejor una cicatriz a que estés muerto —mencionó para posteriormente darle un beso en la nariz—. El hecho de que estés con vida es lo que importa.
Sigues siendo lindo, siempre lo has sido. 

—Iba a preguntarte si me amas, pero creo que esta demás preguntarlo, sé que lo haces, Jon. 
Cariño, déjame tocarte —lo miró a los ojos mientras tocaba su abdomen—. 
Te extraño demasiado, quiero dormir contigo.

—Y yo a ti, Michael.

—¿Puedo besarte? 

—No tienes ni por qué preguntar, soy tuyo.
Bésame y tócame las veces que tú quieras, mi amor.

—Sé mi esposo ahora mismo, llévame de luna de miel. 

Jonathan le dió un beso, y terminó de enjuagarlo, luego lo secó, para después ponerle una bata de vuelta.
Por ende, Michael retomó la conversación.

—Cariño…

—Sí, amor mío. Claro que quiero casarme contigo y sacarte de aquí, pero aún no sé cuando te dejarán ir. 
Te juro que nos haces falta en casa, no sólo a mí, si no a la niña también, ambos te extrañamos. 

—Estoy más que consciente de ello, leí la carta que me mandó —murmuró—, también quisiera verla, igual a April.
Pero ahora, quiero sentir tus manos encima de mí, necesito uno de tus masajes.

Su pareja asintió le dió un beso en los labios, después lo llevó hasta la cama, estando ahí pasó sus manos sobre sus hombros, lo acarició con suavidad y fue pasando las yemas de sus dedos por todo su cuerpo. 
Haría lo necesario para tratarlo con calidez. 

A Jon le encantaba ver a su novio despierto, porque veía nuevamente sus ojos aqua iluminados y el color vivo de sus labios, la textura de su piel… quería llevárselo a casa. 
Michael esperaba hablar un poco más con él, pero escuchó a Jonathan cantarle al oído, se estremeció al oírlo decir “Be my little baby”, y luego reconoció el sonido en el saxofón de la canción que tanto le gustaba tocarle, aquella melodía de Eddie Money.
Sí, él también quería volver a casa.

Y al terminar de tocar aquella canción lo llenó de besos.

—No quiero dormir sólo, extraño dormir en una cama y quiero llevarte a casa. 

—Y yo quiero casarme contigo, ahora ven aquí, que necesito refugiarme en ti.

Jonathan estaba por besarlo de vuelta cuando escuchó el sonido de la puerta, así que fue a abrir, ahí estaba su suegro.
Se sintió un poco apenado al verlo, él mejor que nadie sabía que durante estas semanas acaparó lo suficiente a Michael, había estado en un espiral en el que no dejaba que lo separaran de él.

—Lamento interrumpir —dijo el abogado con serenidad—. ¿Te molestaría dejarme hablar con Michael? Quiero hablarle. 

—No, para nada.

Jonathan giró para ver a Michael y le lanzó un beso, a la vez que le decía «ya vuelvo», para después dejar a Frederick con su hijo. 
Estando el señor Spencer dentro de la habitación, cerró la puerta, quería un poco de privacidad.

—No tardaré, hijo.

—No te preocupes, también quería verte. Y de igual forma agradecerte por tratar bien a Jonathan, sé que has sido un gran apoyo para él. 

Frederick le dió un beso en la frente, luego acercó una silla para sentarse al lado de él, estando listo, sacó un estuche de terciopelo negro, ahí conservaba los anillos de él y su esposa, la madre de Michael. 
Se quedó observandolos un momento, tenía la garganta un poco cerrada. 

—Fracasamos —dijo a media voz para si mismo—, fallamos mucho, no fue perfecto, tuvimos muchas idas y bajadas, pero siempre hubo amor genuino, que incluso a pesar de tantos años… mi amor por tu madre sigue existiendo.
El matrimonio es algo difícil, lo has de saber como abogado; con tanto divorcio que de seguro viste en su momento. 
No por que mi matrimonio haya fracasado, significa que el tuyo también —bajó la mirada hacía el estuche—. Sé que esta demás decirlo, pero tú no tuviste la culpa de nada de ello, y si alguna vez lo sentiste, te pido perdón.
Ni yo, ni tu madre, queríamos dañarte con nuestros problemas, sólo que a veces es irremediable ocultar el dolor, especialmente cuando hay una gran decepción de por medio.
Tengo una buena carrera, sin embargo, fracase en mi vida personal, también lo hice como padre, es algo que… me pesa. 
Lamento que haya sido de ese modo, y el haberte dañado de forma indirecta durante estos años. 
Siempre creí que mi labor terminó contigo al graduarte, sin embargo, me he dado cuenta que no es así. 

Abrió el estuche, observó el anillo de Marcela en especial, y sintió una gran desolación. 
Escuchó la voz de Michael, pero fue interrumpido por el sonido de la puerta.
Se levantó y fue a abrir, ahí vió a uno de sus hombres de confianza llamarle. 

—Señor, llegó su auto, debemos irnos.

—Gracias, voy enseguida.

Dejó la puerta abierta esta vez, se giró hacía su hijo y le entregó el estuche de anillos.

—Son tuyos, tu madre habría querido que los tuvieras, si necesitas adaptarlos, tienes mi permiso, ahora debo irme. 
Siempre te he querido, hijo —suscitó con voz baja—, siempre lo haré. Se feliz. 

—¿Vas a volver?

—No, no lo creo, pero dejaré a mi gente contigo para que te cuide y tienes a Jonathan. 
Solamente les queda media hora de visita, lamento haberles quitado tiempo. 

Michael volvió a escuchar al hombre en la puerta llamarle a su padre y lo odio por interrumpirlo, tenía tantas cosas que decirle a su progenitor. 
Frederick le dió un beso más en la frente, para después irse de ahí.

Al salir, el abogado observó a Jonathan, por lo que le tendió su mano, después le dijo unas palabras.

—Cuídalo, te lo encargo, házlo feliz. 
Tienes los papeles del fideicomiso, usenlo. 
Y no te preocupes por los gastos del hospital, yo me he hecho cargo.
Ahora sí me disculpas, debo marcharme. 

—Se lo prometo, y gracias por todo.

Observó sus ojos aqua levemente cristalizados, eran iguales a los de Michael, con el mismo matiz y claridad. 
Posteriormente lo vió irse, acompañado de su personal de seguridad, pero de igual forma dos de ellos se habían quedado a cuidar a su hijo. 

Y al entrar a la habitación con su novio, observó los ojos aqua de su pareja en el mismo estado, cristalizados. 
Por lo que lo abrazó y le dió un beso en los labios. 

Mientras tanto Frederick afuera se encontró con su ex secretario, a quién le dió un leve golpe en el pecho. 

—Es usted un cretino ¿Por qué no había venido? 

—Le recuerdo que usted me despidió —respondió ofendido—, y he estado haciendo lo que me pidió. 
También estoy siguiendo de cerca la resolución del caso de Sara Adams Levitt & Jonathan Bettley. 
Así que señor, por favor, comprendame.

—Bien, no esperaba menos de usted.
Por favor, venga conmigo, hay un par de cosas de las que deseo hablarle. 

El secretario suspiró, pero finalmente terminó subiendo a la camioneta. 
No era sencillo trabajar para un hombre como Frederick Brett Spencer.

—Le encargo comprar el regalo de bodas de mi hijo, le he dejado una lista.
En caso de que yo no esté, es su deber llevarlo, también deje instrucciones de su recontratación en caso de que requiera volver a trabajar con nosotros. 
Le agradezco sus servicios durante estos años, Arnaldi.

Frederick volteó a mirar el cielo gris antes de subir a la camioneta al lado de Arnaldi.

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