III. Clanes extintos.

Las puertas se cerraron en un instante, siendo custodiadas por vampiros molestos y, al no tener a donde escapar, las criaturas solo se abstuvieron a observar al anfitrión, esperando a ver cuál sería su siguiente movimiento.

— Dicen sentirse responsables por la desaparición de nuestros amigos, pero si eso fuera cierto los culpables ya hubiesen expiado sus pecados. —Dijo Cornan. Con un gesto señaló a los ettin's, una raza parecida a los trolls. — Ustedes fueron los que ocasionaron la extinción de las sílfides, invadieron su territorio en las montañas y su peste hizo que se asfixiaran.

Varias telas que envolvían las columnas se abalanzaron sobre el jefe de este clan, atándolo con fuertes nudos de magia negra y posicionándolo debajo del estandarte de cristal con el emblema de las sílfides. Sus compañeros intentaron rescatarlo pero era imposible. Gruñidos enojados y suspiros sorprendidos se oyeron por toda la salsa, más no lograron alterar a ninguno de los vampiros.

Cornan continuó.

— Las estirges, al descubrir lo poderosa que era la sangre de hadas, desataron un frenesí del que no pudieron escapar hasta que no quedó ninguna hada a la cual succionarle la sangre. —Exclamó con furia el vampiro. Al líder de las estirges le sucedió lo mismo que al de los entti's.

— Los humanos perecieron a mano del hambre voraz de los orcos.

Los orcos aullaron molestos por la acusación e intentaron sostener a su rey para que no fuera atrapado por las telas embrujadas, sus intentos fueron en vano, pues sus ropas comenzaron a picarles incontrolablemente.

Durante varios minutos Cornan se mantuvo recitando a las víctimas y a sus verdugos, cada uno de sus jefes siendo encadenado a quedarse debajo del estandarte de los caídos sin posibilidad de ser liberado. Con horror, muchos de los presentes se dieron cuenta de que casi todos eran culpables de la tragedia.

Cornan terminó diciendo que las ondinas habían muerto por culpa de los contempladores, seres tan atroces que generalmente nunca aparecían en la Celeinmortis y que pocos habían visto. Cornan dijo que eso se debía a que metamorfosearon su apariencia para asemejarse a cangrejos.

Todos fueron conscientes de que los vampiros habían estado planeando eso por más de un año, quizás desde que se celebró la primera Celeinmortis, probando y ensayando como utilizarían la magia, como atraparían a los diferentes seres fantásticos, como los debilitarían. Había pocas posibilidades de salir victoriosos de allí, aun cuando los sobrepasaban en número.

Cornan sonrió.

— Nosotros los vampiros somos criaturas extremadamente altruistas, por lo que, resolveremos su pequeño problema.

Con un asentimiento hacia sus compañeros, estos se posicionaron cerca de los prisioneros. Antes de que pudieran hacer algo, los estandartes de vidrio descendieron sobre la cabeza de los acusados y se rociaron una especie de arena negra en ellos convirtiéndolos en estatuas de piedra.

Cada uno de los presentes contuvo el aliento sin poder creérselo, pero tan rápido como soltaron el aire, la piedra empezó a quebrarse dejando un destello de luz oscura. Los vampiros alrededor de las rotas estatuas se acercaron y extendieron sus manos hacía la base de estas. Sus manos desaparecieron en medio de la luz.

Segundos después entre sus brazos descansaba una pareja bebé de cada una de los clanes extintos. La vieja magia negra de una vida por una vida; el alma de sus verdugos fue suficiente para renovarle la vida a sus víctimas. Todos querían acercarse, queriendo ver por ellos mismos el milagro que habían presenciado, pero los vampiros no se lo permitieron.

— Restauraremos las especies y formaremos nuevas reglas para impedir esta situación otra vez.

Mientras los invitados aún se encontraban asombrados, los vampiros sirvieron copas de vino para ellos y llamaron a brindar por el próspero futuro que se avecinaba. Otros sirvientes se llevaron a los recién nacidos a sus estancias personalizadas, donde empezarían a ser criados y reproducidos.

 — Este es un nuevo motivo para conmemorar la Celeinmortis, hermanos. Festejemos, por un nuevo comienzo. —Animó Cornan sonriendo con sagacidad.

La fiesta continuó, los vampiros disfrutando de su victoria y sus invitados tratando de recuperarse de su estupor, aunque pasarían años para que ellos entendieran la magnitud que aquella noche trajo sobre sus vidas.

Sin embargo, eso solo es una leyenda trasmitida de boca en boca, de un padre a su hijo, de un anciano viajero a un posadero, cambiando partes hasta que la verdadera historia era casi irreconocible; ya nadie sabía si alguna de esas criaturas existió alguna vez, quién hizo qué, o si la existencia de varias había perecido durante un tiempo.

Pero, en lo que todas las historias coincidían era en esa velada inmortal, dónde todas esas criaturas se reunían ocultando su procedencia en disfraces elaborados y que hasta la luna de hoy, aún se seguía realizando.

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N/A

No. Palabras: 2747.

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