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El grandioso día había llegado.
Toda la emoción de que finalmente hoy sería la Velada del año 3, era palpable entre todos los involucrados y redes; los gritos eufóricos de los fans desde fuera del estadio eran tan impresionantes como sus constantes tweets de ánimos a sus favoritos durante todos los meses de espera, se podía sentir a través de su voz el apoyo durante una noche especial para todos, aunque ese mismo apoyo era un puñal para los streamers que esa noche eran el centro de atención.
Los nervios se hacían mucho más intensos con cada grito, con cada pronunciación de su nombre el sentimiento recorría cada mínimo centímetro de su cuerpo, cargando con todo el peso de tener que dar lo mejor dentro del ring, de hacer sentir orgullosa a la gente que los apoyó en la distancia día tras día. El peso que carcomía dentro de su cabeza, haciendo temblores y miedo consumir sus cuerpos; el miedo a fallar, a la decepción y desilusión de sus fans. Las emociones se apoderaban y el raciocinio parecía ser escaso, no permitiendo que los pies estuvieran en la tierra; quizás no todos, quizás algunos sentían tanta emoción por ser parte de un evento tan grande, otros estaban ansiosos por tener tanta atención en su persona, por pelear contra alguien que ya conocías desde hace tiempo o por otra cosa personal, realmente habían tantos papeles y roles para tomar este día, como un guión sin sus personajes elegidos.
Arbillaga formaba parte de los últimos, no se encontraba concentrado en la importancia de este evento, su cabeza no paraba de darle y darle vueltas a sus sentimientos, perdido en su cabeza miraba por la ventana del vehículo hacia las calles, llegando al lugar del evento, aunque entre más cerca estaba del mismo y los gritos de su nombre se hacían fuertes, su otra parte era consciente del papel que tenía, y de que podría decepcionar a demasiadas personas si fallaba.
—Mirá, son una banda de personas. —su hermano estaba a su lado en el automóvil, habiendo preferido hacerle compañía dentro del trayecto que estar con la familia para así brindarle ánimos—. Esto se siente como tus shows.
Después de todo Matías siempre fue y será su mayor apoyo, él que le dio las fuerzas y ganas para comenzar en todo esto desde la niñez. Algo que lo hacía sentir agradecido.
—Uh, sí, ¿supongo? —divaga en respuesta, sus ojos marrones viajando por los distintos carteles que se agitaban entusiastas, con el mentón apoyado en la palma de su mano.
—¿Todo bien? ¿Aún piensas en lo de ayer? —se voltea hacía él para verlo preocupado, tomándole por su mano en un acto silencioso de apoyo—. Sabes que podes hablar con él antes del evento, sí lo preferís, podría buscar donde está y qu-
—No es eso, Mati. —interrumpe, y suspira—. Sólo que… no estoy muy seguro de poder luchar contra él luego de- bueno, vos sabes, todo esto.
La sonrisa forzada que se apoya en su boca le inquieta al mayor, sabiendo que aunque le dijera que no le afectaba, lo hacía realmente; lo conocía tan bien para afirmarlo.
—¿Cómo pensabas pelear con él antes?
El tatuado aplasta sus labios en una línea, su cabeza pensando en una respuesta buena y coherente a su pregunta; yendo a recuerdos de lo que eran antes de este viaje, a cuando se anunciaron como el combate sorpresa del evento, y cuando aún –en su cabeza– tenía presente que eran muy buenos amigos, que ninguno podría herir al otro de forma real. Y entre todo ello pudo hallar una respuesta.
Una respuesta que ni siquiera constaba de la coherencia suficiente.
—Simplemente como diversión entre ambos, claro que tomándolo con toda la importancia y seriedad de que esto es un evento de Ibai. —le responde, y diciéndolo en voz alta a otro era más estúpido de lo que sonaba.
¿De verdad en eso pensó cuando Ibai habló de combatir entre ellos en una pelea?
¿Qué sucedía en su cabeza en ese instante?
Su cabeza se llenaba de más preguntas que respuestas, y se hacía difícil intentar que las mismas no lo derrocaran en plena situación.
—Bueno, podes tener ese pensamiento otra vez cuando llegue el momento. —el pelicafé lo mira con ironía a punto de decir algo, pero Matías prosigue—. Esto es algo importante y no solo para vos, Tomi. Por tus sentimientos no podes mandar por la borda todo el trabajo de estos meses. Solo tenés que concentrarte cuando lo tengas de frente, suprimir todo eso que sentís por él y seguir.
Tomás ríe de forma amarga.
—Realmente ojalá fuera así de fácil.
—Sé que no es el mejor consejo de hermano que te he dado, pero hay mucho más que tus sentimientos involucrados esté día. —lleva la mano hasta los cabellos oscuros del menor y con cuidado peinó un mechón desordenado detrás de su oreja—. Me gustaría decirte que está bien retirarte, y poner por encima todas tus emociones, pero no puedo…
—Hacés mucho estando a mi lado, Rush.
—Y sabes que estaré ahí siempre, como tu hermano mayor y como tu amigo. —le brinda una sonrisa confortante, antes de abrazarlo como el espacio lo permitía—. Recordá que mamá, papá y Thiago también están contigo, y todos confiamos en que lo harás increíble hoy sin importar si ganas o no.
Al alejarse observa la pequeña lágrima que se escapa de los ojos grandes del cantante, y sólo atina a limpiarla con cariño. Él enserio desearía hacer más por Tomás, pero se salía de sus manos controlar los pensamientos y emociones que tenía ese día el menor, pero confiaba en que esté podría hacerlo bien en el escenario.
—No llores, arruinarás lo lindo que lucís hoy con ese atuendo. —su comentario hace reír más aligerado al oji-marrón, calmando todo el ambiente dentro del vehículo.
Robleis lo haría increíble como supo hacerlo en cada oportunidad, en cada escenario o en cada stream.
—Te quiero una banda.
—Yo también.
Unos segundos más y el automóvil se detuvo frente a la entrada al lugar, permitiendo que el tatuado observará a Illojuan pasar entre la gente por un pequeño camino despejado con barras de metal y gente del staff, luciendo un traje elegante negro que contrastaba con el carmín del vestido de su pareja Masi. Matías le palmeó el hombro, captando su atención, y con una sonrisa le dijo que bajará, también avisando que lo haría después.
Tomando una larga respiración y exhalando, acomodó su cabello, parpadeando rápido un poco para eliminar el rastro brillante de unas lágrimas que nunca salieron, y haciendo una de sus mejores –y naturales– sonrisas abrió la puerta del vehículo, siendo recibido por un montón de voces que gritaban su nombre en coro repetidas veces.
Y la sensación de cariño, amor y admiración, que sentía en sus shows cuando sus fans le aplaudían, se repitió justo en ese momento.
Bajó del automóvil con cuidado y alisando su camisa blanca cuando estuvo con los pies en el suelo, antes de alzar la mano para saludar con ella en movimientos horizontales junto a su sonrisa brillante; podía ver algunos de sus fans en primera fila, mostrando regalos para que él los recibiera sin dejar de corear llenos de emoción «Robleis». Se acercó a algunos y les dio apretón de mano, con otros se tomó una foto y de los que pudo recibió un regalo, como algún dibujo o peluche, aunque Matías le ayudó con otros cuando vio que debía de seguir adentro para dejar pasar a otros.
Entrando al gran estadio el ruido se redujo lo suficiente para permitirle oír el latir acelerado de su corazón, y el staff que corría de aquí a allá asegurándose de que todo funcionará en el evento, notando la cantidad de gente que estaba detrás de todo, causando de nuevo el sentimiento de nervios y ansiedad contra su pecho; sin darse cuenta empezaba a respirar más rápido, hasta que una mano lo tomó por el hombro y tuvo que calmarse.
—Wow, te ves increíble, Rob. —exclama el de lentes sonriente, mostrando su dentadura, y se pierde en está preguntándose si estaría igual de nervioso que él.
—Ehh, gracias amigo. —agita su cabeza con ligereza, recorriendo la mirada sobre su traje vinotinto con detalles dorados en la parte de la camisa—. Vos también te ves increíble.
Juan vuelve a sonreír, halagado.
—¿Cómo te sientes? ¿nervioso? —pregunta con tranquilidad, tanto que inquieta a Tomás; él deseaba tener un poco de eso.
—Sinceramente… sí. —guarda las manos en los bolsillos del pantalón, notando la mirada ajena que en silencio le cuestionaba por qué su respuesta—. Han pasado emociones que no esperaba durante estos días, y ya no me siento tan seguro.
—¿Es por Carre?
El argentino se cohíbe al oír aquel nombre y solo trata de hacerse pequeño en su sitio, sin ser capaz de aceptarlo, aunque para todos la respuesta era obvia, estos días fue evidente los cambios entre ambos amigos, aunque se pensaban que las cosas iban bien, sin saber lo que había sucedido el día anterior entre él e Ivan.
—¿Ya no te sientes seguro de pelear? ¿Han discutido?
—Mmh, bueno… yo-
—¿Robleis? —alguien llamándolo desde la distancia lo interrumpe, captando la atención de ambos.
—Soy yo.
—Debes pasar por la alfombra en un minuto, después de Karchez. —asegurándose de no haberse equivocado en el orden en la lista le desvió la mirada un momento antes de verlo otra vez—. ¿Bien?
Robleis solo asiente, viendo al joven español retirándose en busca del siguiente; libera su aliento contenido y se gira, encontrándose la mirada preocupada del colombiano.
—¿Estarás bien?
—Lo estaré una vez esté arriba, no tienes de qué preocuparte. —le sonríe lo mejor que le sale, recibiendo su abrazo cálido, que siente hasta reconfortante cuando le da palmaditas en la espalda con cariño.
—Buena suerte.
Y necesitaba mucha.
Estaba dentro de su camerino cambiando su atuendo elegante por el short deportivo color blanco –con bordes negros– que combinaba con los guantes que su familia le había dado para esté evento, la tela suave acariciaba su piel y le erizaba en cada roce, teniéndolo tan ansioso que no paraba de golpear su zapato contra el suelo mientras escuchaba todos los consejos de su entrenador luego de vestirse, aunque era difícil concentrarse con el latido acelerado de su corazón.
—Esquivar y golpear, ¿entendido? No debes perder tiempo en atacar, sino serás el que se cubra todo el tiempo.
—Sí…
—Usa tu derecha al cien por ciento, tampoco te sobre-exijas en el primer round… —su voz se vuelve distante, y vuelve a dejar de oír los consejos, perdiéndose en los guantes sobre sus muslos, preguntándose si sería capaz de subirse al ring a dar una pelea digna para un show tan grande.
La sensación de los nervios instalados en su pecho se sentían similares a los de su primer show; el cosquilleo y sudor en sus manos, el nudo en su garganta, la mente echa un lío de emociones y pensamientos que se mezclan, y distorsionan, entre sí.
«¿Qué tal que falle? ¿y si pierdo? ¿Y si llego a golpearlo muy duro? ¿Y sí…?» su mente lo devoraba vivo entre una pregunta y otra.
—Robleis, ¿estás prestando atención?
—¡Tomi! —el grito lo hace saltar sobre la silla de la sorpresa, abriendo los ojos mientras ve hacia la puerta donde Matias llegaba con un vaso de agua—. Te fuiste de nuevo, boludo.
—Perdón, estaba pensando.
—Bueno, cuando estés allá arriba tenes que dejar de pensar tanto, has entrenado muy duro estos meses, es momento de mostrar el fruto de toda tu dedicación. —mira a su entrenador con detenimiento, la profunda y seriedad de sus palabras le hacen centrarse sólo en él—. Vas a subirte al ring dispuesto a ganar, dispuesto a conseguir la victoria luego de dar lo mejor de vos, ¿bien? Aunque ganes o pierdas allá arriba quiero que al momento en que subas tengas presente que vas a ganar. Que será tu victoria.
Tomás asiente, retomando su confianza en sí mismo lentamente con su discurso de ánimo, recordando lo duro que trabajo y se esforzó en cada uno de sus entrenamientos. Quizás seguía sintiendo miedo de su combate, pero no tenía dudas de que era capaz de obtener la victoria, que si se lo propone lo lograría, lo haría.
—Ganaré.
—Lo harás. —afirma su entrenador y Matías al unísono, viendo a esté último pensativo de decir o no algo más, aunque no lo hace para no causarle un problema a su estado.
El entrenador se acerca hasta él para afirmar la venda en su rodilla correctamente, ya que no quería que se soltara en medio combate y fuera una debilidad para el cantante, por ese ardor que aún sentía a causa de la herida el día anterior, que apenas y sabía cómo se la había hecho, pues Tomás evitó el tema toda la noche. Mientras su hermano le masajeaba los hombros contándole que se topó con sus familiares y que ellos le mandan ánimos para que se sienta más animado.
A la lejanía se oía como Feid terminaba toda su presentación y la voz de Ibai anunciaba el siguiente combate; el suyo contra Carrera.
Los gritos animándolos a ambos por igual no se hicieron esperar, y pronto todo el estadio aclamaba por ellos mientras hablaban sobre la comparación de sus datos, comentando el cambio físico notorio entre ambos, pues aún si había una pequeña diferencia de estatura el combate físico se veía muy reñido por sus pesos, era una de las peleas más esperadas en la noche por la misma razón. Y es que ni Tomás, ni Rodrigo, sabían quién ganaría con exactitud luego de verse en el último pesaje.
—Y finalmente llegamos al último combate de la noche, el combate que antes nadie se esperaba. —Cristinini habla con entusiasmo, sonriéndole a su compañero de escenario—. Y el que más han estado esperando desde el inicio de esta velada.
—El combate entre dos amigos —agrega él de cabellos marrones—, del mismo país, o al menos hasta que la campana suene.
—La mayor de las cargas en este evento; las amistades. —exclama en un tono dramático, dándole énfasis a la situación—. Esto estará muy reñido, y emocionante.
—Tenéis razón, Cristi, y el público también lo sabe, ¿no es así? —toda la gente en el lugar empezó a gritar, emocionados—. Por eso, en este momento les daremos la bienvenida a nuestros competidores.
Cristinini toma la delantera, observando en el pequeño papel la información para confirmar los datos, y no equivocarse, para luego alzar la mirada y pegar el micrófono a su boca.
—En la esquina azul, con un metro sesenta y cinco, volando desde Argentina. —hace una pequeña pausa para crear el drama—. Con una gran personalidad energética, carisma y mucho amor que dar a sus seres queridos y amigos, tenemos a… ¡Caarreeraaaa! —llena de euforia la rubia grita su nombre para darle paso a su gran entrada, inundando el estadio de gritos.
La música empieza a sonar por los parlantes del lugar, dando paso al show de luces rojas, naranjas y amarillas con una bruma de humo por donde aparece una silueta cubierta por la capa negra con el logo de la colaboración de Madkat con Carre, y detrás de él varios de sus amigos, entre ellos Spreen y Unicornio.
Tomás puede verlo a través de la pantalla en el camerino, sintiendo su corazón latir contra su pecho desesperado. Ansioso jugando con sus propios dedos mientras muerde su boca.
Mientras más se acerca, mejor se puede ver el rostro del argentino; una sonrisa plasmada en sus labios, alzando los brazos al ritmo del beat de la misma canción que produjo para la ocasión hace una semana, deteniéndose en las cuerdas del ring para hacer un pequeño e improvisado baile, haciendo a sus fans gritar locos de la emoción su nombre, dándole su más puro y sincero apoyo. Rodrigo sentía el apoyo de todos ellos en su pecho, aunque la presión allí luchaba para tomar la delantera y desconcertarlo con sus emociones confusas, reprimidas y mal organizadas.
—Robleis. —la joven del staff apareció por la puerta del camerino, llamando la atención de Tomás, quién con desconcierto giró su cara para verla—. Entras en cinco minutos.
Matías palmeo sus hombros en apoyo antes de decirle que todo estaría bien, dejando que el pelicafé se levante para prepararse mental y físicamente, siendo ayudado por una de las modistas que le diseñaron, y personalizaron, la capa, a acomodársela correctamente, por otro lado su entrenador se acercaba con sus guantes personalizados, sonriendo al ver en ellos el logo de su canal.
—Alguien especial debería colocartelos. —le sonrió tranquilo, dejando ver a un hombre del staff llegar con su hermano menor.
—Thiago.
—No iba a perder la oportunidad de estar en el escenario con vos, boludo. —se acomoda los lentes con una risa que contagia a Matias que era cómplice de eso. Y Tomás tuvo que aguantar las ganas de llorar.
—Son unos tarados. —los insultó, pero en su boca había una sonrisa.
El menor tomó el guante derecho, dejando al entrenador asegurar las vendas de su mano antes de dejar al de menor estatura colocarle el artículo, dejando el ajuste en las muñecas al experto. Luego repitieron lo mismo con la mano izquierda, asegurándose de que quedó bien.
Finalizando todo lo necesario, todo el equipo que formaba parte del cantante se movieron con él hasta tras el escenario, arreglando en parte lo que faltaba y era necesario, para la entrada de Robleis. Escuchando como Carre respondía un par de preguntas a Cristinini de manera pacífica, asegurando que él sería el ganador del combate, colocando nervioso de alguna manera al pelicafé, quien golpeaba el suelo con su pie al no poder morderse la uña de su mano.
¿Rodrigo no estaba nervioso? ¿a él en serio no le importaba lo que pasaba entre ellos?
Mierda, ¿por qué a él le importaría? Siquiera debía de saber que lo vio besarse con Iván o de lo que sucedió el día anterior con él, no le importaba para nada, la clara prueba fue que en ningún momento lo busco, por más que lo quería excusar en el fondo con que estaban ocupados por la velada. Trataba de lastimar lo más poco su corazón con mentiras suaves y menos dolorosas.
—Tomi. —la mano de Thiago tocó su hombro para llamar su atención—. ¿Estás bien?
Rápidamente el mayor asiente, desviando la mirada a un lado para parpadear rápido y de esa forma retirar las prontas lágrimas.
—Lo estoy. —asegura, haciendo que Matías lo mire con preocupación, pero sin decir algo solo lo abrazo, y Thiago en silencio también se les unió—. Gracias por estar acá.
—Siempre te apoyaremos.
Los hermanos se separaron del abrazo justo cuando le indican que ya tiene que entrar, sin darse cuenta ya había sido anunciado por el segundo presentador, así que dando saltitos y agitando sus brazos se aligero y deshizo la mala sensación, suspirando pesadamente de forma ansiosa.
Debía concentrarse, por él, por sus fans.
La música retumbó en todo el escenario con fuerza, la melodía la conocía perfectamente, él la había hecho con Estani y lo hacía ahora como un tributo a Marce, su manager que ya no estaba, y a quién extrañaba; Huracán, su vibrante beat hacía temblar las escaleras que subían para abrirse paso a la tarima que los llevaba al ring. Antes de entrar, se repitió tres veces mentalmente, que debía ganar.
Tomás sonrió lo más sincero que le salió, de forma natural ocultando el malestar más que solo físico para dar el mejor show a todos los que esperaron con ansias este momento. El humo debajo de sus pies y las parpadeantes luces lo cegaban un poco, pero le sirvió para no concentrarse al frente sino a su alrededor donde sus fans agitaban carteles y gritaban su nombre, mandándole vibras tan bonitas y positivas que comenzó a cantar, y se detuvo en medio de la plataforma a bailar parte de la coreografía mientras gran parte del público coreaba la canción. El estadio vibraba como el escenario cuando hacía sus shows.
El sentimiento se sintió familiar y le causó un dévà vu reconfortante, calmando su ansioso ser un poco.
Entró al ring mientras la música disminuye su retumbante sonido, saludando de beso en la mejilla a los dos presentadores, observando de reojo a Rodrigo quien para su mala suerte lo miraba de vuelta, haciendo que tropezara al responderle una pregunta a Cristinini.
Realmente sería difícil verlo a la cara durante la pelea, pero sabía que debía de hacerlo.
—Ya estoy ansiando ver este combate.
—Yo igual, se ha notado el beef entre ambos en el cara a cara. —agrega Ibai.
—No olvidarse de su tan similar estadística.
Se ha dirigido a su esquina, donde Matías le ayudó a retirarse la capa cuando se sentó.
—Lo harás muy bien, solo debes mantenerte concentrado y tranquilo. —su entrenador se colocó frente suyo, inclinándose a su altura y apretando sus hombros—. Asegúrate de que balancees bien tu energía, son tres rounds y debes aguantarlos bien.
Los ojos del tatuado se desviaron por encima del hombro de su entrenador, notando que el pelinegro lo miraba desde atrás de Rodrigo. Habían aclarado las cosas el día anterior, era cierto que resultó bien, pero Spreen tenía un remordimiento por no haberle aclarado toda la situación el mismo día, sobre todo cuando su mirada observaba el vendaje en su rodilla. Arbillaga le sonrió antes de prestar atención a la situación de nuevo.
Desde esté momento se centraría en el gran combate, no podía seguirse carcomiendo su cabeza con las dudas que solo se imaginaba en su cabeza, por el contrario, daría lo mejor en el ring con la mentalidad de que ganaría y luego aclararía todo; era el orden incorrecto, pero no tenía más opciones. Debía afrontar la realidad, si quería que al menos alguna de las dos situaciones saliera bien.
Se colocó el protector de la boca y el casco a petición del árbitro, siendo su entrenador el que lo ayudó, escuchó a sus hermanos decir que se sentían orgullosos y que lo diera todo antes de que estos bajaran del ring.
—Vamos por todo, Robleis.
Observa atentamente a su entrenador bajar también del ring, posponiendo un poco más el encuentro, pero no duró mucho cuando los presentadores e Ibai dieron paso a iniciar el combate. El ring quedó libre, solo estaban él, el árbitro y Rodrigo, ya no podía retroceder o evitarlo, el momento estaba ahora frente a él. Tuvo que mirar el rostro de Rodrigo cuando ambos se posicionaron para oír al hombre de traje a rayas decir el reglamento, las reglas y condiciones, que eran sencillos de entender: no se permitían más de tres golpes, se tenía que evitar golpes en las costillas y lo demás Tomás no fue capaz de entenderlo.
Inevitablemente verlo tan de cerca, sintiendo la fragancia, la respiración y la presencia del castaño, fue algo que agitó su ser, Tomás no estaba listo aún. Él no estaba listo para tener que afrontar esto, físicamente tal vez, pero la emocional y mental no. Ambos se miraban a los ojos fijamente, no podían apartar la vista a otra parte, y aunque las palabras no salían de ninguno, sus ojos eran el reflejo del alma; estos decían todo, aunque ninguno estaba lo suficientemente listo para entenderlo sin oírlo salir de la boca ajena.
«¿Qué soy para ti?»
El silbato sonó y al inicio ninguno de los dos dio un golpe, estáticos en sus posiciones, sin querer ser el primero en actuar.
—¡Vamos, Carree! —el grito desvió el centro de atención del tatuado, mirando detrás de la cabeza del castaño a Uni animarlo.
La distracción consiguió que reaccionará un poco más lento al golpe lanzado por Rodrigo, alcanzando a rozar su casco cuando dio dos pasos hacia atrás para tomar distancia.
Su corazón latía desenfrenado dentro de su pecho, ¿en qué momento sucedió? Hace un segundo estaba tan perdido en él que no fue consciente del bombeo intenso, menos en la forma en que el castaño estaba caminando a su dirección en posición de ataque, tirándole dos golpes de frente, que evitó retrocediendo rápidamente.
Estaba en shock, ingenuamente creyó que la situación iba a quedarse en ellos perdidos en los ojos del otro, así que sus reflejos estaban lentos y torpes, olvidándose por completo del entrenamiento o los consejos que le dio hace un rato su entrenador. Sabía que continuar la “huida” era una penalización y que dejar que Rodrigo hubiera tomado la delantera era su desventaja. Ya no podía observar directo a la cara del menor, solo se fijaba en sus manos y movimientos para esquivarlos, moviéndose a ciegas hacia atrás, tropezándose con sus propios pies casi cerca de caer cuando en su cara cae un golpe, y luego otro.
El árbitro iba a alzar la mano para notificar la falta de Tomás al reglamento, pero antes de que eso pasará, cayó al suelo de espaldas, habiendo dado un paso en falso cuando uno de los golpes iba directo a su rostro otra vez.
—¿Está bien? —el hombre se acercó, pero a Tomás solo le importaba ver como Spreen lo miraba con lástima, e imaginaba que Rodrigo lo veía de la misma forma, solo que a él no lo podía ver a los ojos ahora.
Se sentía patético. Humillado.
Estaba pasando vergüenza frente a miles de personas por su ingenuidad. ¿De verdad era lo que quería? Entrenó tanto, fueron largos y agotadores días, su cuerpo llegó al límite, ¿y aún así dejaría ganar sus sentimientos? Esto no fue lo que tenía en mente cuando aceptó.
—Sí. —se colocó de pie sin ayuda, limpiando su pantaloneta con las manos, sintiendo todo el cúmulo de emociones momentáneas entre su pecho y sus ojos cristalizados.
—¡Vos podes, Tomi! ¡Dale!
—¡Vamos! ¡enséñale lo que sos capaz!
Gritaban sus hermanos, animándolo.
¿Iba a decepcionarlos por algo así? Ellos, su familia, sus fans, todos esperaban que fuera el mejor sobre aquel ring, que fuera con todo por la victoria, que sus esfuerzos no fueran en vano. ¿De verdad pensaba perder? Esto no era lo que ellos, ni él, querían, ni siquiera debería ser una opción «perder».
Exhalando profundo, se movió hasta la mitad del ring otra vez, acomodándose en posición de combate en frente del castaño, sin verlo a primera instancia. Inhalo profundamente a la vez que cerraba sus ojos, organizando todas sus ideas, sobreponiendo su concentración a lo que sucedía ahora. Era momento de tomar las cosas con la debida responsabilidad.
«Vos podés, Tomi» se afirma mentalmente.
Suelta el aire justo en el instante en que dan aviso a la continuación del combate, mirando directamente los ojos verdes de Carre, para tirar un golpe con su derecha a la cabeza de esté sin siquiera dudarlo. Luego, vinieron los demás.
Derecha. Izquierda. Esquivar. Atacar.
En su mente empezaron a repetirse consejos y palabras de su entrenador, como si en ese momento se los estuviera diciendo al oído, al igual que en los entrenamientos.
A la distancia como murmullos, puede oír los comentarios de Ibai y de sus amigos acerca del cambió drástico del cantante, atacando y acorralando al castaño, sorprendidos. Tomás también puede oír a su propio corazón latir y agitarse descontrolado dentro de su pecho, y los susurros de su alma anhelante cuando se encontraba con los ojos de Rodrigo.
La lucha interna que lleva la exterioriza golpe tras golpe, como si cada uno sacará algunas palabras que se quedaban atrapadas dentro de su garganta. Palabras que quería gritar y exteriorizar frente a Rodrigo.
¿Después de esto podrían hablar? ¿Podrían volver a ser amigos?
Tomás no es el único en atacar, Rodrigo deja de taparse y retroceder para devolver golpes a su contrincante, moviéndose por alrededor del ring. Ninguno dando tregua, aún cuando están acabando el primer round del combate. Ambos están atacando con todo, esquivando con gracia y agilidad, usando todo su cuerpo y el entorno a su favor, brindando un agitado, emocionante y espectacular show bajo esos grandes reflectores que los ponen en todo el centro de atención.
La campana suena y el primer round termina cuando Rodrigo proporciona un último golpe.
«Discúlpame»
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ઇઉ⠀© HEARTOM.
actualización larga para ustedes lindos ♡, gracias por la espera y apoyar tanto está historia, ojalá lo hayan disfrutado mua ^^.
btw, ¿quién creen que gane el combate?
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