A Hole in my Soul
VEINTE MILLAS
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel/AU
Parejas: Thorki de principio (sí, terminará en otra cosa).
Derechos: a no ser olvidada.
Advertencias: esta historia es agridulce que inicia con el Thorki y terminará con otras parejas, no comencemos con otras cosas que no vienen al caso. Es un AU sin poderes, solamente mucho angst y drama de por medio. Una historia de encargo.
Gracias por leerme.
*****
A HOLE IN MY SOUL.
"Si tuviera la posibilidad de elegir entre la experiencia del dolor y la nada, elegiría el dolor." William Faulkner.
"El dolor siempre cumple lo que promete." Germaine de Staël.
"Cuando el dolor es insoportable, nos destruye; cuando no nos destruye, es que es soportable." Marco Aurelio.
Tony se decía que unas veces era demasiado ingenuo y otras pecaba de escepticismo, su gran problema era el no atinar a qué situación ameritaba qué comportamiento. Se había cegado en su relación con ese capitán del ejército que lo encantó de buenas a primeras en la fiesta que organizó su amiga Natasha y quien se lo presentó. En ese entonces, Tony ya tenía un tiempo sin alguna relación luego de su sinsabor con Tiberius Stone, que había rayado peligrosamente cerca de una relación tóxica. Se dio su tiempo para sanar y estar mejor consigo mismo cuando apareció en su vida ese rubio alto, atlético y bien portado que provenía de Brooklyn con varias medallas al honor.
Al principio, no se dejó llevar por esa chispa que nació entre ellos pues estaba algo resentido por su anterior relación, pero esa sonrisa de comercial además de unos modales que ya no se veían en estos tiempos modernos terminaron por agradar a Tony, así que una noche luego de una cena ligera atrapó el rostro de Steve entre sus manos para estamparle un beso y luego invitarlo a que pasara la noche en su departamento. Hicieron el amor como locos, ahí en el pasillo, sobre el sofá, la mesita de la cocina hasta que dieron con la cama en la que terminaron rendidos, continuando con esa maratón por la mañana que los dejó hambrientos.
Steve sabía escucharlo, eso quiso pensar Tony, le interesaba mucho lo que hacía, a veces preguntando cosas al respecto. El castaño también mostraba interés en lo que hacía Steve, le ayudó con ese nuevo empleo luego de terminar su servicio con honores, no quería más misiones sino algo más simple como ser entrenador o guardaespaldas. Todavía recordaba con cariño cuando la inauguración donde aparecieron todos los buenos amigos de Steve, felicitándolo por esa nueva etapa en su vida. Ahí es donde Tony conoció a ese tal Sam Wilson, un sargento o algo así que había estado en servicio bajo el mando del capitán, retirado por un accidente que impidió que continuara en el ejército.
Las cosas fueron mejorando, siempre había sorpresas entre ellos, Tony adoraba que Steve nunca olvidara lo mucho que le fascinaba el café. Cuando tenían sus citas en el parque le llevaba su preferido, sentándose a charlar por horas, simplemente así, charlar como pocas parejas saben hacerlo. Fue el propio Tony quien le propuso al rubio que se mudaran a un piso cerca de Manhattan, donde estaban los clientes de Steve. Los dos vivir juntos. Hicieron planes donde se dejó ver un probable compromiso más formal, algo como un matrimonio que emocionó por primera vez al castaño pues siempre había creído que terminaría bien solo por ese carácter suyo tan peculiar.
Nunca supo ver o bien no quiso ver las señales que le indicaran que algo pasaba con Steve, jamás dejó de mimarlo, en la cama se mantenía ese fuego y los planes iban viento en popa. Fue una mera casualidad, de esas que le encantaban al destino, que Tony un mediodía recordó haber dejado olvidada una carpeta en la oficina del capitán que necesitaba para su trabajo. Lo usual era que hubiera llamado a Steve para solicitarle que se la enviara, pero fue un simple cambio de planes que optó por ir él mismo hasta donde su futuro prometido, de suerte le daba una sorpresa.
Todo se conjuntó, que los empleados nuevos no lo reconocieran, que estuvieran en una junta los otros, que la alfombra ahogara sus pasos. Ahí estaba Steve en su oficina, besando a un Sam Wilson a quien tenía tumbado sobre el escritorio, sus ropas sosteniéndose precariamente de sus extremidades. El recuerdo de lo sucedido con Tiberius, las malas experiencias de niñez y los propios demonios de Tony hicieron un eclipse total que le robó la sensatez, antes de que se diera cuenta, estaba ahí golpeándolos a ambos con una furia que los demás tuvieron que intervenir o quizá algo malo hubiera sucedido.
—¡Qué maldito mentiroso eres, Rogers!
El castaño notó esas expresiones en sus empleados que decía que ya lo sabían, que era algo que se veía venir y él había sido el único idiota en no darse cuenta a tiempo. Tony salió despedido de ahí, llorando con los puños manchados de sangre como su camisa, sin saber a dónde ir en la enorme ciudad de Nueva York antes de terminar frente al edificio que le pertenecía a un viejo amigo suyo, T'Challa. Su gente lo reconoció, invitándolo a pasar en una salita donde se recuperó por unos minutos, rompiendo a llorar cuando T'Challa lo abrazó en silencio.
—No puedo... no puedo...
—Dime qué necesitas.
—Debo irme, no quiero estar más aquí.
Y ahí estaba tomando un avión para ir hacia Bergen, Noruega donde su amigo tenía un piso exclusivo de una zona residencial alejada del ruido y el gentío además de ser un lugar donde casi nadie lo buscaría. Agradeció el viaje como el que lo recibieran bien, tomando en cuenta de que era un sitio donde nadie se metía en los asuntos de nadie, perfecto para dar rienda suelta a su duelo. Esa primera noche, Tony no pudo con la nostalgia, saliendo del departamento para ir al hermoso jardín interior que dividía su edificio del otro en esa sección. Siempre había sido de lamentarse al aire libre, como esperando que el viento o la noche se llevaran sus penas. Fue gracioso toparse con un vecino amable que lo hizo sentir bienvenido en esa tierra tan lejana de Nueva York.
No volvió a ver a Blake hasta que tuvo un incidente demasiado penoso con su auto, había olvidado que las cosas en Europa eran diferentes, como los motores de los vehículos. Ahí estaba de nuevo peleando con el carro de T'Challa porque no podía con unas piezas, en el estacionamiento de los edificios cuando apareció en alto y apuesto Donald Blake al rescate cual caballero en armadura brillante salvando a la tonta damisela Tony Stark.
—¿Te puedo ayudar?
—Solo si sabes de motores.
—¿Crees que porque uso un traje no lo sé?
—Más bien porque no pareces alguien interesado en mecánica.
Donald sonrió, esa coqueta y definitivamente sexy sonrisa de vikingo al tiempo que se deshacía el nudo de su corbata, quitándose el saco para arremangarse la camisa bajo la mirada atenta de Tony.
—¿Cuál es el problema?
—¿Eh? ¡Ah, sí! Sucede que...
Luego de una hora de estar acomodando bien las piezas, limpiar y ajustar, el motor ronroneó cual panterita educada.
—Wow. Tienes manos divinas.
—Son simples manos —comentó Blake— Fue un gusto.
—Hey, espera —el castaño lo detuvo antes de que se marchara— ¿Puedo invitarte un café? Me siento algo mal desde que me sacaste de mi hoyo en el jardín y ahora esto. Hago un café delicioso, lo prometo.
Ese vikingo lo meditó, luego asintiendo, esperando por él para ir a su edificio y subir a su piso. Tony sonrió algo nervioso al recordar que no había terminado de desempacar ni tampoco poner orden, deteniéndose al abrir la puerta.
—Disculpa el desorden.
—No vine aquí a juzgar.
Su piso lucía demasiado para una sola persona por la falta de muebles, muchas cajas aún cerradas, otras abiertas de donde tomaba lo que necesitaba como su ropa. Revistas y papeles varios tirados por un rincón a falta de mesas. La cocina sí estaba completa, con víveres que pedían no ser olvidados en sus bolsas. Tony se talló sus manos contra sus muslos, todavía algo apenado sin razón aparente para ello.
—Ya sé, esto parece...
—¿Te está costando vivir de este lado del planeta?
—¿Cómo sabes...? Mi acento.
—Nueva York, he estado ahí.
—¿De verdad?
—Si necesitas algo, no tengas pena alguna, somos vecinos.
—La verdad es que sí hay una que otra cosa. Si pienso estar largo tiempo como creo que lo estaré porque esto me tomará más de lo que creo y... perdona, la lengua se me suelta de pronto y no puedo parar hasta que ya harté a la gente con toda mi verborrea... ¿te aburro?
Donald rio como un niño, dejando su abrigo y maletín sobre una silla de la barra, tomando asiento en la otra.
—Para nada, es un rasgo lindo.
—Oh, vamos.
—Es preferible verte así que llorando solo por la noche.
—Dime, ¿soy débil por haberme dado a la fuga? Sé sincero, soy un niño grande que puede con esto.
—A veces es más importante la paz que otras cosas, Anthony —asintió Blake, apoyando sus brazos en la barra— Deja de esperar por opiniones ajenas, lo que tú sientas tiene más relevancia, porque se trata de tu vida, no de la mía o de alguien más. Si debes viajar a Marte para sanar, entonces hazlo.
—Vaya.
—Siento que no has hablado con las personas correctas.
—Bueno, he tenido amigos, solo que... —Tony suspiró, preparando el café— Tengo que confesar que soy muy dado a hacer mi voluntad, no me gusta estar siguiendo las reglas, unos me consideran un ególatra y puede que sí.
—¿Porque te preocupas por ti mismo antes que los demás?
—Más o menos sí.
—¿Cómo puede uno cuidar de los demás si no se cuida a sí mismo? No me parece lógico.
—Sí que piensas diferente, Don. ¿Puedo decirte Don?
—Claro, Anthony.
—Ah, entonces dime Tony.
—Tony.
—Hey, suena lindo de tu boca —sonrió el castaño, volviéndose a la cafetera— ¿Crema? ¿Azúcar? ¿Hidromiel?
El rubio entendió la broma, riendo de nuevo y provocando unas mariposas en el estómago de Tony.
—Azúcar está bien.
—¿Y a qué te dedicas si puede saberse?
—Construcción, puentes y caminos en particular. Es un negocio familiar.
—Oh, ya veo. Yo también heredé de mi padre su empresa.
—¿De qué es?
—Comercio en particular —imitó Tony, entregando una taza a Donald y sentándose frente a él del otro lado de la barra— Me gusta más la mecatrónica.
—Ingeniero.
—Yeap.
—Este café es muy bueno.
—El secreto está en el grano.
—¿Qué más te gusta hacer?
Tony observó esos labios probar el café, relamiéndose apenas antes de responder.
—Leer, algo de filosofía, mucho de ciencia y confieso que tengo cierta debilidad por libros sobre consejos para la vida en lugar de ir a pararme con un psicólogo.
—¿Por qué siempre tiendes a menospreciarte, Tony?
—¿Qué?
—Cuando hablas de ti, sueles menoscabar tus logros o tu persona, como si creyeras que los demás fueran a hacer lo mismo y te adelantaras a ello.
—¿Y no?
Donald negó, mirándolo fijamente. —No todos son malos, no todos traicionan.
—Aquí en Bergen no, en Nueva York...
Se quedó callado, tragando saliva y mirando su café que le devolvió su reflejo. El castaño respingó cuando un pulgar limpió una lágrima.
—Va a pasar, Tony. Sé que ahora te parece imposible, pero lo hará. Date tiempo.
—Soy...
—Te voy a prohibir decir algo en tu contra a partir de este momento.
—Cielos.
—Rayos y truenos si lo deseas, pero no me gusta que te lastimes así. Sobre todo porque tu café es espectacular, deberías probarlo.
Desde que encontrara a Steve con Sam, Tony no había vuelto a reír, esta vez lo hizo de buena gana, bebiendo el café junto con ese lindo vikingo que parecía la encarnación de la bondad como una suerte de dios noruego escondido en un empresario dedicado.
—Gracias, Don.
—Esto no es un favor, Tony. Por cierto, aquí en Bergen hay varias librerías que pueden interesarte.
—¿Sí?
—Tienen una buena colección de tu debilidad literaria.
—Me pregunto si tendrán de cierto autor que me gusta... por cierto que es de este país.
—Entonces habrá montones de él, amamos a nuestros escritores.
—Pensé que Bergen sería una ciudad aburrida, me estoy llevando la sorpresa de la vida.
—Me alegra y brindo por eso.
—Por Bergen y su vikingo —bromeó Tony, chocando su taza con Donald.
—Por Anthony Stark y su delicioso café.
Tony se quedó a mitad de su sala una vez que el rubio se marchó, algo estaba pasando porque era imposible sentirse idiota frente a un hombre al cual había conocido apenas días atrás. No quería nada todavía, era demasiado pronto, todavía dolía lo de Steve. Sacudió su cabeza, esperando con ello quitarse la cosquilla por Donald Blake, prefiriendo atacar esas cajas cerradas o cuando lo llamara Rhodey escucharía un sermón. El castaño se dio la oportunidad de un paseo por la ciudad luego de arreglar sus asuntos con Pepper, quien estaba a cargo de su empresa mientras se daba ese sabático, buscando las librerías que el vikingo le recomendó.
Al preguntar, le dijeron de la principal cerca del centro, caminando ese largo tramo para conocer mejor los alrededores, probando el café local rumbo a la librería que notó tenía gente. Europa era culta, ya lo sabía, hasta que se dio cuenta de que se debía por un escritor que estaba haciendo firmas en ese momento. Tony sonrió, demasiada suerte la suya, resultaba ser su predilecto de gusto culposo, nada menos que Doble L como le decía por sus iniciales, Lhoki Laufeyson. Compró uno de los libros que ya tenía, en noruego solamente, para formarse en la larga fila esperando su turno.
Mientras se acercaba, se permitió echar una hojeada al escritor, lo conocía claro por las redes que no le hacían justicia porque sí que tenía esa aura de elegancia de los hombres que son extremadamente astutos y de colmillo fino para el mundo. Con sus cabellos negros cayendo sobre sus hombros, ojos verdes inquisitivos en un abrigo negro con una bufanda verde, movía esas delgadas manos con destreza, sonriendo a sus fans al entregar el libro autografiado o a la foto del momento. Sin duda, era contradictorio semejante porte para quien tenía letras mundanas llenas de ideas brillantes sobre las cosas más comunes que una persona podría experimentar.
—Hola.
—Bienvenido —sonrió Lhoki mirándolo a los ojos— ¿Cuál sería el nombre?
—Am... Anthony... no, no... Tony Stark. Lo siento y esto seguro lo has escuchado millones de veces, perdona ser el siguiente, soy tu fan número uno.
—¿Anthony Stark?
—¿Sí?
El escritor frunció su ceño, como pensando en algo. —Eres mi vecino.
—¡¿Qué?! Es decir, lo siento. ¿Cómo? Necesito que alguien me pellizque.
La risa de Lhoki fue curiosa, divertida igual que su mirada. —No te preocupes, suele pasar.
—No tanto. Yo... ni siquiera sé que decir, bueno sí, pero tu agente a tu lado va a matarme si me tardo más.
—Amora no hará nada, ¿qué es lo que quieres decirme?
—¿Puedo ir a visitarte? Digo, si somos vecinos y eso...
—Claro.
—¿D-De verdad?
—Si puedes esperar un par de horas más, podemos regresar juntos.
—¡Oh, jo...! De acuerdo.
—El libro —Lhoki extendió su mano, esperando— ¿O no quieres el autógrafo?
—Lo necesito para vivir.
Tony estuvo merodeando por la biblioteca con los mismos nervios del adolescente que conocerá a su cantante favorito tras bambalinas por pase premium de su padre millonario. ¿Cómo era que nadie le había dicho que Lhoki Laufeyson vivía en el mismo lugar que él? ¿Por qué rayos no se había dado cuenta? Los edificios eran espaciosos y ciertamente casi deshabitado de que nadie se movía como en su ajetreada Nueva York. Le escribió a Rhodey para contarle, agradeciéndole a T'Challa y entendiendo por qué lo envió ahí también. Como perrito faldero, el castaño fue a la señal del escritor a su lado, sonriendo como idiota.
—Podemos irnos.
—Gracias por esto.
—No hay de qué, como dije, somos vecinos.
—Ahora entiendo por qué hicieron tantas preguntas cuando me mudé, ¿estaban protegiéndote?
—En parte, en parte son políticas vecinales. También por eso elegimos ese sitio.
—¿Elegimos?
—Mi esposo y yo.
—¿Estás casado? Espera, creo que lo mencionaste en ese Tik Tok de...
—No me gusta hablar mucho de mi vida privada —sonrió Lhoki, ambos caminando a la parte trasera de la biblioteca donde estaba su auto— Amora me obligó esa vez.
—Se nota ruda.
—Es una bruja.
—Tengo que decirte esto, perdona si me comporto como un perfecto idiota fanático tuyo, es un sueño dorado. No sabes cómo he leído tus libros, solo no quiero que pienses en mí como Annie de Misery, en la vida haría eso.
—Jamás se me cruzaría por la cabeza.
—¿Y eso por qué?
—Los americanos son malos para planes complejos.
—Auch.
—Por favor —Lhoki lo invitó a subir al asiento del copiloto.
Resultaba que su escritor favorito era increíblemente culto, con un humor peculiar a veces oscuro con una personalidad misteriosa. Tony se encontró muy a gusto en su compañía, llegando al edificio frente al suyo para ir al piso donde vivía. Un sitio completamente diferente al suyo, tan elegante como el propio Lhoki con un ambiente quieto, sobrio como si fuesen las habitaciones de un rey.
—Bienvenido a mi hogar, vecino.
—Wow, wow —Tony admiró tan buen gusto, a punto de hacer una broma cuando notó una fotografía en un estante— ¿Él es...?
—Ah, sí. Mi Donald.
La sonrisa del castaño ya no fue tan amplia como antes, queriendo darse un coscorrón por imbécil. Claro, Lhoki usaba su apellido de soltero para sus libros, pero en realidad era un Black, como su esposo.
—Es bien parecido, sin ánimo de ofender.
—Yo sé que es un buen partido —Lhoki tomó la fotografía, observándola con una expresión que a Tony se le antojó rara, como nostálgica— El mejor hombre. ¿Te gustaría quedarte a cenar, Tony?
—Am... ¿se puede?
—Somos vecinos, así termino de saciar tus dudas.
—Espero no estar atosigándote mucho.
—En realidad, has hecho preguntas que nadie me había planteado.
—Cien puntos para los Stark.
—Yo sería más un Slytherin.
—Te creo.
—¿Me estás diciendo serpiente?
—Bueno, en estos lugares hablan de una serpiente gigante que rodea al mundo, creo que voy con el folklor.
El otro rio, caminando a la cocina con el castaño ofreciéndose como ayudante con una ligera decepción que punzó en su pecho cuando la puerta se abrió más tarde cuando ya casi habían terminado de poner la mesa y Donald Blake entró, sorprendiéndose de encontrar a Tony ahí.
—Tenemos un invitado, nuestro flamante vecino americano —presentó Lhoki— Aunque sé que ya se conocen.
—Sí... —Tony apretó una sonrisa— Bueno, la mesa está servida. ¿Matan una cabra y leen sus tripas por aquí antes de cenar o cómo?
Donald fue a donde Lhoki, besando su mejilla antes de volverse a él.
—Nos saltaremos eso hoy para no incomodarte.
—Qué bueno.
—Pero adelante, Tony, siéntete como en casa en la mesa de los Blake.
Envidió a Lhoki por tener semejante partido como pareja, observando esa mano de Donald acariciar de vez en cuando la del escritor, o este sonriéndole cariñoso a su esposo, este sentado a la cabecera con Lhoki en un lado, Tony del otro. No se dio cuenta de cuando se quedó con su tenedor en el aire, mirando ese platón de donde le habían servido una tarta de frutas, su mente viajando a un agrio momento, los gritos, la pelea, su corazón roto y el sentimiento de humillación al salir bajo la mirada compasiva de los demás.
—¿Tony? —Lhoki lo llamó con preocupación.
—Ah, lo siento, lo siento —tosió un poco, bebiendo algo de vino— ¿Qué me decían? Por cierto, es la mejor tarta de frutas que he probado.
La mano del escritor alcanzó la suya, apretándola. —No necesitas hacerte el fuerte, Tony.
—Oh, vamos.
—¿Si estás consciente de que quien perdió fue él?
—Ya sé, solo es que...
—No te detengas.
—Solo es que me pregunto todo el tiempo qué hice mal que no me gané de verdad su amor. Perdón, esto no debería... yo no...
Antes de poder negarse, los brazos de Lhoki estaban protegiéndolo, permitiéndole que llorara entre ellos. Una mano cariñosa cepilló sus cabellos, calmándolo hasta que el castaño negó, separándose con mucha vergüenza en el rostro.
—Lo...
—No —le cortó Donald con una mirada amenazante.
—Hay gente que toma los sentimientos ajenos como se toma una camisa que usar y luego desechar sin mayores remordimientos. Pero hay otros que aprecian en serio lo que tenemos en el corazón —habló Lhoki sobre sus cabellos— No tienes por qué tener pena ni creer que eres débil solo por tener esta herida, Tony. Si has llegado hasta aquí es porque en verdad necesitas tu espacio y tiempo, porque para ti fue en serio y no es tan sencillo olvidar.
—No quería arruinar la cena.
—No lo has hecho —el rubio le sonrió— Lo harías si comienzas a disculparte.
—Okay.
—¿Más tranquilo?
—Creo que sí —Tony sonrió a Lhoki— Gracias.
—Donald sabe que suelo tener bien ojo para leer a las personas, desde que te vi ahí en la fila me di cuenta de que no eres una persona superficial ni mediocre para el caso. No te hubiera invitado a mi casa de considerarte así.
—Acepta esas palabras, Tony, no suele decirlas a menudo —comentó Donald— ¿Café?
—Seguro.
Lhoki palmeó su hombro, asintiendo. —Como dije, somos vecinos, podemos apoyarnos. Y me gustaría mucho que seamos amigos, me agrada tener a mi lado la gente que vale la pena.
—A mí también me gustaría.
—Entonces somos multitud —sonrió el escritor con un guiño— ¿Cómo tomas tu café?
Se despidió de ellos con la promesa de invitarlos a su departamento cuando estuviera mejor instalado, caminando lento de vuelta a su edificio pensando en esa pareja con tristeza. Era probable que hubiera tenido cierto interés por Donald que acababa de irse al caño, ganando en su lugar una amistad con su escritor favorito a quien le acababa de dar tremendo espectáculo. Tony suspiró, atravesando el jardín donde se encontrara con el rubio, subiendo a su piso para descansar, tumbado sobre la cama mirando el techo pensando en el cambio que había dado desde que llegara a la ciudad. Negó apenas, levantándose para cambiarse y dedicar un poco de su tiempo a responder correos de sus negocios, otros a Rhodey y Pepper antes de irse a dormir.
No había recibido nada de Steve, tampoco era que se lo hubiera permitido, había cancelado su correo personal como sus redes para no saber ya nada de él. Con un nuevo teléfono y alejado de cualquiera que pudiera dar señas de su persona al capitán, mantenía ese cerco necesario para su tranquilidad. Tal vez se volvería como esos empresarios excéntricos que viajaban por el mundo mientras sus negocios estaban a cargo de otra persona, no sonaba tan mal. Podría armarse un pequeño taller ahí, hacer sus cosas que enviaría a Pepper y tener charlas interesantes con Lhoki. Sonaba como a un buen plan.
—Podrías hacer ejercicio —sugirió Rhodey en su videollamada— Libera toxinas.
—Buena idea.
—Mientras estés bien, habrá valido la pena, Tones.
—¿Alguien... alguien ha preguntado por mí?
Rhodey sonrió apenas. —Descansa, Tones. No olvides grabarme el cisne del que me contaste.
—Oh, cierto. Don Corleone.
—Dudo que a la gente de allá le guste que estés poniendo nombres americanos a todo.
—Tampoco les estoy preguntando.
—Tonto.
—Nos vemos, luego, Rhodey.
Lhoki también apoyó su idea de hacer algo de ejercicio para despejar su mente y no tener esos ataques. También estuvo de acuerdo en que eso de correr por las mañanas era de gente loca. Tony lo visitaba de cuando en cuando, evitando molestarlo al saber que estaba lidiando con un nuevo libro que no salía por más que se esforzaba. A veces estaba Donald cuando iba con ellos, sin poderse sacudir la cosquilla que le producía su voz ronca, esas manos fuertes pellizcando su mejilla o empujando un poco su espalda cuando lo animaba a hacer algo, como el competir con Lhoki en karaoke. Había algo raro entre ellos, se dijo una noche al observarlos, pero calló ese pensamiento porque lo consideró una falta de respeto con quienes le habían abierto las puertas de su hogar como de sus vidas.
—¿Cómo van esas cajas de mudanza? —preguntó el escritor una tarde que tomaban un café en uno de los sitios favoritos de este.
—Ya casi termino, me faltan como dos docenas.
—Muy poco.
—Yeap. ¿Cómo va esa hoja en blanco?
—Creciendo saludablemente.
—He escuchado de unos lugares donde te ayudan a quitarte el bloqueo de escritor.
—¿Manicomios?
Los dos rieron, una pequeña banda de música tradicional tocaba en un escenario circular en el centro de todas esas mesitas de café. Tony miró al grupo, volviéndose a Lhoki.
—Dime algo, ¿es malo querer saber si él me está buscando?
—No, es natural. Quieres aún sentir que sí le importaste.
—Auch.
—Pero no te ayudaría, Tony, solamente alimentarías la dependencia. No es malo sentirlo, solo sé consciente de eso.
—Vale.
—¿Y si está buscándote?
—Quien sabe, entre Rhodey, Pepper y T'Challa estoy ciego, sordo y mudo.
—Pobrecito de ti.
—¿No conoces la canción?
—¿Qué canción?
—Olvídalo, ¿por qué no te tomas unas vacaciones? Igual si te quedas atrapado en una montaña al ir a esquiar se te aclare la mente.
—Congelar mi trasero por demostrar que puedo con los esquíes, es una idea atractiva. Hasta podría hacer una novela de ello.
—Lo siento, ya existen varias. Hasta les han hecho películas.
—Por las Nornas.
—Quiero decir algo, pero siento que estaría siendo un idiota entrometido mal educado.
—De todos modos lo eres, Tony.
—Ja, ja, ja.
—Dilo, ¿crees que saldré corriendo de aquí roto en llanto en cámara lenta?
—A lo mejor. Deja me aseguro de que no haya objetos punzocortantes cerca.
—Escúpelo.
—Yo... bueno, Donald y tú hacen bonita pareja. Solo me preguntaba si acaso no se les ha ocurrido ser padres.
Aunque la sonrisa de Lhoki se mantuvo intacta, Tony juró que sus ojos se ensombrecieron por alguna razón, negando despacio al responder.
—No tengo paciencia alguna para las pataletas, juntas escolares y domingos de partidos infantiles.
—Oh.
—Donald se ha expresado en los mismos términos, pero...
—¿Qué pasa?
Fue el turno del escritor para mirar hacia donde la banda, su expresión cambiando a una más seria, con ojos tristes al volverse hacia el castaño.
—Vamos, Tony, a estas alturas ya debiste darte cuenta.
—Am, no.
—No seas mentiroso.
—De verdad, yo no...
—Las cosas entre Donald y yo no están bien.
—Eso no es cierto, te da regalos y...
—Tan solo es costumbre, Tony, funcionamos en automático. Yo ya no sé qué hacer, incluso hemos ido a sesiones con una doctora para ayudarnos, no ha funcionado. Hace un par de semanas que hemos dejado de tener sexo.
—Pero ¿por qué?
—Es lo irónico, no lo sé. Yo que me dedico a escribir del tema no tengo una jodida idea, tal vez no estemos destinados a estar juntos.
—Imposible, es que... bueno, no lo sé. No me parecen la clase de personas que pierdan un sentimiento así nada más.
—No ha sido así nada más, Tony, creo que el tiempo nos ha cambiado y eso ha extinguido lo que teníamos.
—Lhoki, no deberías pensar así. Pueden recuperarlo, solo tienen que esforzarse otro poco, ya llevan demasiado tiempo juntos, sabrán hacerlo.
—Te confesaré esto, no sé que nos pasará, lo que sí es que no quiero ver a Donald sufrir, ni tampoco que pase el resto de su vida solo. Es un idiota de buen corazón, y merece lo mejor que tenga esta vida para dar.
—Yo creo que el piensa como tú, de ti. Por ahí debe existir una chispa que puede volver a encenderse.
—Ojalá, Tony.
—Tú eres muy inteligente, puedes encontrar ese camino.
—¿Lo crees?
El castaño asintió, muy seguro. —Yo estaría en el suelo muerto de pena de no haberme encontrado contigo y tu maravillosa forma de darme ánimos.
—Solo te digo lo que necesitas escuchar, eso ni siquiera es mérito.
—Para mí, sí. No te rindas, todavía.
—Tú no lo hagas.
—Hablamos de ti.
—También de ti.
—¿Sabes? A veces siento que te gusta provocar líos por mero gusto.
—No te muerdas la lengua.
—Hey, hey, lo del supermercado fue accidente.
—Los americanos siempre huyendo de las responsabilidades.
—Ja.
Un envío llegó de parte de Pepper, ropa deportiva que deseaba verle puesta y que se acabara por el uso según las indicaciones que le sonaron a amenaza. Tony negó, aunque si se decidió a sudar un poco por las tardes, debía planear bien lo que sería de su vida y levantar pesas ayudaba. Con Steve había adoptado la costumbre de andar desnudo luego del baño, alegando que ahorraba en toallas con eso, no perdió ese hábito ahora que estaba solo en aquel enorme piso, escuchando su música mientras vaciaba una a una las cajas de su mudanza, ignorando que había unos ojos que lo observaban a hurtadillas de Lhoki, desde un balcón y preguntándose por qué un lindo americano amante del café estaba provocando que su corazón latiera tan aprisa.
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