[♡] Don't like you anymore | EyewearShipping

──────

Pareja: EyewearShipping - Ruby & Gold.

Canción: Don't like you anymore - The Brobecks.

https://youtu.be/MaKgAnIUk0Q

──────

Con un traje de lino y una máscara blanca, la entrega de premios había finalizado y Ruby esperaba con la espalda erguida al resto de la velada. Ahora quedaba lo mejor para unos, lo peor para otros, Ruby no sabía en qué grupo se hallaba; solía ser de los primeros pero ahora sentía la turbación de los segundos. Cual marioneta, incapaz de controlar sus actos, alargó su mano hacia la de Blue y esta, con firmeza, con su máscara roja y su vestido de tubo marcando cada curva de su cuerpo, la tomó. En cuanto sus manos entraron en contacto invocaron el ritmo de un vals que comenzó a resonar con fuerza y energía, seguido del chasquido del flash de las cámaras. Los violines y violonchelos comenzaban a pelear mutuamente en una melodía que no reinaban ninguno de ellos pues, los reyes, eran Blue y Ruby, quienes estaban en el centro, tomados de la mano, apretando sus cuerpos mutuamente, rígidos, siguiendo ese vals.

     Un paso, otro, una vuelta y otro paso más, hasta que esos ojos cuales rubíes se perdieron en los trozos de cielo que se podían entrever tras la máscara de Blue. El hombre de cabello azabache notaba la mano de Blue aferrándose a la suya con fuerza, ella apoyó la frente sobre su hombro y solo entonces Ruby pudo evadir la mirada. Tragó duro, quería escapar y liberarse de esas manos que se aferraban él con más y más fuerza. Entonces Blue levanto la mirada, sonriendo de manera socarrona, pícara y provocativa.

     —¿Qué estás pensando, bebé?

     —No me llames así—bisbiseó él como respuesta.

     Con un ronroneo, acercando esos labios a su oreja de manera sensual, asegurándose de que la calidez de su cuerpo golpeara a Ruby sin piedad, Blue suspiró esa palabra. Y un paso, y otro, seguido de una vuelta más en ese vals que se estaba haciendo eterno. Con el chelo y el violín en un bucle que nunca acababa y la viola ahogada por las flautas traveseras, un ritmo sin igual en el que, desgraciadamente, entre la belleza de esa partitura que se retorcía en torno a sus pasos Ruby tuviera que decir unas tristes pero firmes palabras:

     —Blue, no me gustas más.

     Y esos trozos de cielo, tras la máscara roja que se derretía en su rostro y se pegaba a sus manos, le miraron sin verle en realidad. La mano de Blue le apretó con más fuerza, su respiración se hizo más pesada y su sonrisa afilada, recubierta del rojo de la máscara, se clavó en su mejilla. De nuevo sus labios reptaron hasta su oreja, de manera sibilina, para susurrar unas palabras serpenteantes que se clavarían en el alma del triste hombre del traje de lino.

     —Si no me amas más creo que me suicidaré, porque estoy segura, más segura de lo que jamás lo he estado, de que no hay nadie más perfecto para ti que yo.

     Y esas palabras se unieron a un vals que nunca acabó. Ruby la miró a los ojos, notando que la máscara derretida de Blue, pegajosa y asfixiante, le recubría. Quería escapar, quería huir, sus manos estaban pegadas y el flash de las cámaras se volvía cada vez más ensordecedor mientras las paredes de la estancia se iban empequeñeciendo. Poco a poco fue tomando forma, a medida que los cristales se opacaban de pino y el suelo se volvía mullido bajo la luz de los candelabros. Estaban bailando un vals en su propio ataúd, mientras los violines le decían que si no le amaba se iba a suicidar y el chelo lloraba que estaba segura de que ella era la única persona que le iba a amar. Y así estarían para siempre bailando ese eterno vals, Ruby se obligó a cerrar los ojos y tratar de relajarse, pensando en muchas cosas que ni siquiera pudo enumerar, entre ellas un brillo dorado, entre otras el odio hacia alguien que estaba obligándole a amar.

     —¡Entonces muérete!—gritó, iracundo, asustado y dolorido por esa máscara roja derretida que cubría todos sus brazos y cuello.

     Y con un jadeo, el fin de la partitura, acompañado de su grito, llegó. Haciendo que de manera abrupta Ruby se despertara entre sudores fríos. Estuvo un largo rato confundido, mirando a la nada en la oscuridad de su habitación y solo cuando se hubo tranquilizado se animó a incorporarse y encender la pantalla de su teléfono móvil. Alumbrado por la tenue luz, Ruby miró a Blue, quien dormía de manera apacible a su lado y luego su mirada se posó en la hora. Eran las cuatro de la madrugada, tiempo atrás habría vuelto a dormir, teniendo en cuenta que debía ir a trabajar a las seis de la mañana para preparar los concursos, sin embargo, ya no trabajaba así que se permitió el lujo de levantarse y deambular hacia la cocina. Sobó su frente, cansado y abrió la nevera para beber directamente del cartón del leche y agarrar unas barritas de chocolate. No tenía ganas de desayunar en condiciones, nunca lo hacía, aunque tampoco eran horas de desayunar.

     Estaba distraído, pensando en ese sueño y en el maremágnum de emociones que había sentido, todas ellas diversas y dispares entre sí. Caminó hacia el salón, donde guardaba en un hueco de las tablas de una cómoda, un segundo teléfono que tenía escondido. Lo compró hace bastante, cuando quería hablar con sus amigos sin que Blue se enterara pero con el tiempo lo había ido olvidando, excepto por una persona. Agarrando el objeto como si fuera un precioso muy preciado fue hacia el baño y cerró la puerta con pestillo para poder encender el teléfono con calma. Mientras este se encendía su ojeroso mirar se posó en el vestido blando de mangas largas que Blue había dejado tirado en el suelo, justo en frente del cesto de la ropa sucia. Lo tomó y lo dejó en el cesto, notando la mancha de pintalabios rosa en el cuello del vestido. A Ruby le hubiera gustado que fuera el rastro de un amante, como ocurría en muchas de las telenovelas que se pasaba el día viendo. Agarraría el vestido y a trompicones iría a reclamarse a Blue que qué significaba. Luego correría rompiendo en llanto y se iría dando por finalizada la relación. Suspiró, divertido, rompiendo esa fantasía en la que se había sumido, colocando el vestido dentro del cesto, sabía que era el propio pintalabios de la chica y si alguna vez esa situación se daba... era él a quién le pedirían explicaciones entre gritos.

     Sobó su frente, cansado, y se miró en el espejo poniendo una mueca de desagrado. Había ganado peso, estaba ya en los cincuenta y seis kilos, lo cual no estaba mal, pero sabiendo que hace menos de un mes tenía cuatro kilos menos a Ruby le preocupaba. No podía culpar a Blue de eso pero... la culpaba, como si quisiera buscar motivos para enfadarse con ella. Eso era frustrante para Ruby, Blue le cuidaba y trataba como a un rey, cualquier hombre se hubiera muerto de envidia al saber lo mucho que su pareja le amaba. Ella no era mala persona, tal vez era pegajosa y se ponía celosa muy fácil, pero eso no era malo, eso significaba que le quería, ¿verdad? Además, siempre salían juntos de compra, Blue siempre le había apoyado con el tema de los concursos y al contrario que con otras personas podía hablar de estos sin parar siempre siendo escuchado. Eran todo ventajas, se dijo a sí mismo, tratando de convencerse. Además, Blue le dejaba salir de casa a veces, cuando estaba de buen humor y daban paseos juntos, tomados de la mano con mucha fuerza, sabía que Blue hacía muchos sacrificios por él del mismo modo que sabía que Blue le necesitaba. Tenía que comprenderla, se dijo y no buscar motivos para terminar un matrimonio de tres años y una relación de inclusive más solo porque no podía olvidar las caricias de un amante. Llevaba desde los doce con la chica de su vida, ¡debía estar contento! A pesar de que este le decía lo contrario, Ruby trataba de convencerse de que Blue, de verdad, era buena.

    Buscó su segundo teléfono, tratando de salir de esa regañina que se estaba dando a sí mismo, y lo desbloqueó al fin recibiendo la tonelada de mensajes que se le habían ido acumulando. Se sorprendió a si mismo sonriendo al ver el tonto mensaje, recibido hace horas atrás de un usuario llamado «más gay que tu abuela». Ruby se sentía mal, Blue le compraba todos los lujos y le llevaba a fiestas y entrega de premios, y él se lo había pagado mintiéndola durante años y creándose con ayuda de Emerald y Sapphire un perfil en Grindr. Pero el mensaje tonto del chico al que durante mucho tiempo llamó «Shiny», de verdad que le había arrancado una de las sonrisas más sinceras en mucho tiempo seguida de un cosquilleo en el corazón que ni en el día de su boda, con diecisiete años escasos, pudo sentir. Entonces simplemente, a las cuatro de la madrugada, con el rostro manchado de chocolate, Ruby rompió a llorar.

    ¿A quién estaba engañando? A sí mismo desde luego que no.

●●●

Llevaba bastante tiempo hablando con ese usuario llamado «shiny eyes shiny dick» aunque a decir verdad su nombre de usuario cambiaba con mucha regularidad, siempre poniéndose cosas del estilo como «idiota pero guapo», «soy tu daddy así que me iré a comprar tabaco» y otras diversas bromas. Casi siempre eran tonterías que surgían en sus conversaciones y a Ruby eso le sacaba una sonrisa, hubo un tiempo en el que lo primero que esperaba era echarse unas carcajadas cuando Blue no estaba al ver el siguiente ridículo nombre que sabía que solo iba dedicado para él. Ruby, por su parte, siempre había sido el mismo usuario: «✨🌺BitterGlitter🌺✨». De ahí es de donde surgió la conversación, cuando un tal «shiny eyes shiny dick» le envió un mensaje que Ruby temió que fuera seguido de una foto obscena, pero lo único que hizo fue meterse por lo ''hortera'' y ''pijo'' de su nombre. Obviamente, viniendo de un usuario así, Ruby se defendió.

     Esa fue su primera conversación, una en la que lo primero que hicieron fue meterse con las horteradas que cada uno tenían puestas en sus perfiles. Sin embargo, no eran las idioteces y el humor absurdo lo único que hizo que esas conversaciones se volvieran más rutinaria, si algo los unía a ambos era la confidencialidad de esas conversaciones, nunca se preguntaron por sus nombres de verdad o aclamaron saber más datos de los que venían en esos perfiles tan ambiguos, solo hablaban, reían y se iban conociendo poco a poco compartiendo ese secreto que ninguno quería desentrañar del otro. Ante el acuerdo mutuo de anonimato que habían aceptado sin palabras, simplemente comenzaron a llamarse «Shiny»—aunque este insistió mucho en que le llamara Dick—o, en el caso de Ruby, «Glitter», lo cual se les hizo divertido; «Shiny Glitter», encajaban juntos muy bien.

    Ruby se sintió muy feliz porque por primera vez en mucho tiempo tenía un amigo. Aunque sabía que estaban usando mal la aplicación, en esos primeros e inocentes meses nunca fueron a más, nunca se coquetearon, tal vez porque ambos estaban temerosos de dar ese primer paso, ambos estaban casados y eso conllevaba un gran cargo de conciencia. Sin embargo, ni Shiny le preguntó por qué lo hacía, ni Ruby le quiso reprochar sus actos, simplemente no tenían necesidad de ello.

    A decir verdad, Ruby no supo muy bien como había acabado en esa situación, pero echando la vista atrás se daba cuenta de todo lo que había aprendido de ese chico y de todas las cosas que estaban mal, así que no se arrepentía—a veces—. Al comienzo Ruby solo se metió en la aplicación porque Emerald y Sapphire le habían insistido, no entendía por qué, sabía que Sapphire llevaba mucho tiempo enamorada de él, era un secreto a voces, y no sabía si eso era algún plan extraño. Blue le solía decir eso, que Sapphire era posesiva y obsesiva, que si no apreciaba escucharle hablar de los concursos no era una amiga de verdad. Catorce años tenía Ruby cuando Blue le metió eso en la cabeza y la creyó fervientemente rompiéndole, sin quererlo, el corazón a Sapphire. Luego perdieron el contacto, así que Ruby nunca les pudo preguntar por qué le instaron a crearse la aplicación, ni pudo agradecerles porque había hecho un amigo como Shiny gracias a ellos.

    «Perdona por no haberte respondido, en serio no podía, estaba muy ocupado. Por favor, no te molestes» solía decirle Ruby, a lo que el otro siempre le respondía quitándole importancia, bromeando y pidiéndole que no se disculpara hasta por existir. Shiny no le pedía explicaciones de todo, le daba su espacio, no le pidió fotos para probar que mentía tampoco dudaba de él a cada excusa que le decía y en ningún momento se molestó por no querer intercambiar números, aunque sabía que le dolía, porque Shiny le había confesado muchas cosas que podrían meterle en problemas. Ruby sabía que interpretaba eso como falta de confianza cuando en realidad solo era cobardía, la más pura y patética de las cobardías. Resultaba que ese chico del que lentamente se estaba encandilando era un DexHolder y eso aterraba a Ruby. ¿Cuántos de ellos eran cercanos a Blue como para decirle si se enteraban? Así que trató de enumerar el número de DexHolder que estuvieran casados y ninguno se le vino a la mente aparte de la propia Blue. ¿Silver y Gold seguirían? Hace más de cuatro años que supo que se habían prometido pero no sabía más. Pensando en el resto estaba igual, de Pearl no había escuchado en mucho tiempo, borró su contacto cuando Blue tuvo un arrebato de celos y como las quedadas con White cesaron dejó de enterarse de la vida de Black. De hecho, años más tarde cuando Sapphire le comentó que Lack-Two había tenido una cirugía muy peligrosa y que White había pausado las actividades de la agencia junto a Black, para ayudarle puesto que sus sentidos se habían visto muy afectados. Ruby se sorprendió mucho, eso fue hace más de siete años, le dijo Sapphire, y solo entonces él se dio cuenta de lo desactualizado que estaba, de sus amigos, del romance, de todo en general.

     Sea como fuere, tenía sus sospechas de quien era el usuario de nombres rimbombantes y obscenos, por como hablaba, por su humor... pero temía que descubriera quién era él en realidad y le dejara abandonado. «Pero Ruby, ¡cómo tienes los cojones de temer eso!—pensó, aterrado—¡tú tienes a una chica como Blue esperándote en casa!». La verdad era que cada vez se le complicaba más ocultárselo a Blue y al estarse alejando de ella las discusiones aumentaban.

     —Pero Ruby, ¿es que no lo entiendes?

     —Mi amor, yo lo entiendo, pero si no tengo tiempo...

     —Te necesito Ruby—musitó con los ojos llenos de lágrimas—. Eres la única persona que me hace sentir viva.

     Ruby tuvo que dejar el trabajo por insistencia de Blue, para que pasaran más tiempo juntos, y eso a Shiny no le gustó nada aunque para Ruby no era tan malo. Al menos, mientras Blue trabajaba, podía sacar el teléfono y charlar con ese chico sin parar, sin tener que hacerlo entre los apurados descansos del trabajo. Blue podía mantenerles, se lo había asegurado, además de que le explicó que su trabajo era más importante y que ella ganaba más. Si a su amigo la idea de que Ruby dejara su base propia de sustento no le agradaba de por sí, cuando le comentó esas cosas con toda la naturalidad y tranquilidad del mundo lo único que Ruby recibió fue una ráfaga de mensajes iracundos que le explicaban lo mucho que él valía como persona. Una sonrisa tierna apareció en los labios de Ruby y cuando se quiso dar cuenta estaba llorando, no de tristeza, sino porque se estaba sintiendo muy querido y alguien quién mentía de este modo a la mejor mujer del planeta no merecía esos pequeños trozos de felicidad.

     Al ver que no respondía, el otro hombre, agobiado, le envió un último y contundente mensaje que hizo que el corazón de Ruby se detuviera durante unos segundos: «mira, si no quieres hablar no hables, respeto que quieras ocultar tu voz. Pero envíame un mensaje al correo que te voy a pasar y toma la llamada, ¿de acuerdo?». En cuestión de minutos, con el corazón a mil, Ruby pudo escuchar por primera vez su voz, era grave, rasposa y no le pudo recordar a ningún holder ya que la última vez que vio a todos fue antes de la pubertad. Así que era una voz envuelta de misterio, con un toque encantador y enérgico que solo hizo a Ruby suspirar. «Es una voz muy bonita» pensó entre suspiros, pero, sobre todo, lo que le aliviaba era que no era Blue.

     —Iré al grano, ni hola ni hostias, pero esa pava te está matando por dentro. Podrá ser todo lo buena que quieras pero si tan buena es ¿qué haces en una aplicación de citas para hombres?—esa fue la primera vez que él le cuestionó, aunque no en el sentido que Ruby hubiera esperado—Estás solo, te ha aislado, pero aun tienes a esos dos amigos, ¿no? Puedes acudir a ellos. Hay números de ayuda, puedo ayudarte si quieres, pero es tu trabajo, es tu vida, tu sustento, si le haces caso en ello entonces dependerás más de ella. Y no puedes depender más, ¿de quién es la casa? ¿Quién lleva el dinero? ¿Quién te da la ropa? ¿Quién te ofrece todo? Tío, ¡hasta sales con su permiso! Controla cada aspecto de tu vida y no te has dado cuenta—hablaba con vehemencia, preocupado y por mucho que Ruby quisiera poder decirle que estuviera tranquilo no le agradaba lo que estaba escuchando.

     —No me controla—replicó, haciendo perder el habla al otro.

     —¿Glitter?

     Ruby soltó un ajá, seguido de una leve risa al escuchar el titubeo nervioso del contrario. Secándose las lágrimas y una tímida sonrisa asomando en sus labios se recostó en el sofá.

     —Estás hablando como si me maltratara y no es así, ¿tú qué sabes?—respondió, mientras Shiny aun procesaba que estaba escuchando la voz de tan hermético chico.

     El otro hombre tardó en responder, pero cuando lo hizo toda duda o sorpresa habían desaparecido de su voz:

     —Solo sé que no eres feliz.

     Esas palabras, tan rotundas, tan secas, pillaron desprevenido a Ruby, ahora era él quien era sorprendido por el otro golpeando todas las negaciones con las que trataba de mentirse. Solo pudo llorar de vuelta, sintiéndose ridículo y débil.

     —Me quiero librar de ella—balbuceó.

     —¡Pues hazlo!

     —Pero—la voz de Ruby tembló, mientras el otro trataba de consolarle—tengo miedo.

     —¿De que te haga daño?

     —No, no—negó con rapidez—. ¡Ella me necesita! Sé que ella nunca haría daño a nadie, es buena, pero... es intensa. Temo que se haga daño a sí misma pero...

     —Cuéntame sin miedo, no soy el mejor consejero del mundo pero se me da bien escuchar y decir tonterías, pero ahora lo que importa es lo primero.

     Sorbiendo la nariz y con una pequeña risilla escapándose entre sus dientes comenzó a contarle todo lo que podía recordar de una relación que era lo único que había conocido. Esa tarde, mientras Blue trabajaba, cruzaron una barrera que fue un punto de no retorno. Ella quiso recuperar a Ruby haciéndole perder el trabajo, pero solo consiguió lo contrario.

     Shiny también habló bastante, siendo ahora por primera vez llevados de la curiosidad y sintiendo que era el momento de hacer preguntas. Le contó que las cosas no iban bien con su esposo, que las discusiones eran el pan de cada día especialmente cuando se trataba de la loca de la hermana de su marido. Obviamente, Shiny la llamó así—y cosas peores—en algunas de las discusiones que habían tenido, cosa que no fue de agrado del otro y comenzó a tramitar el divorcio. Seguían casados y con el tiempo no dormían ni en la misma casa. Al comienzo entró en la aplicación, instado por unos amigos, a buscar un lío de una noche, pero estaba totalmente temeroso de que lo descubrieran y lo usaran en su contra. Sabía que su pareja no era así, pero era una paranoia que su abogado le había metido.

     Sin embargo, no fue un relato de penas y lágrimas, el hombre contaba sus desgracias de manera jocosa, poniendo voces divertidas y arrancando risas a Ruby quien sorbía su nariz y tenía la garganta oxidada de haber estado tanto tiempo sin reír. En seguida Ruby se sorprendió hablando de concursos y aunque el contrario se burlaba de él de ven en cuando le escuchaba con atención. Pasar el tiempo pegado al teléfono hizo que la tarde volara y que, mientras el sol se ponía, el turno de Blue también fuera acabando.

     —Entonces, ¿ya estás más tranquilo?

     —¡Llevaba tranquilo todo el rato!

     —Oh, sí, claro. Súper tranquilo—silencio, Shiny chasqueó la lengua a la vez que la cerradura de la puerta de la casa de Ruby se abrió—. Pero ahora en serio, ¿estás mejor? Aunque sea un poco.

     No obtuvo respuesta, el sonoro taconeo de la mujer entrando al salón hizo que Ruby se quedara helado con el teléfono pegado a la oreja. Trató de taparlo con sus manos, para que no se notara que era otro pero el sudor comenzó a recorrerlas, estando cada vez más nervioso.

    —¿Con quién hablas?

    —Con... mi jefe—explicó con una sonrisa temblorosa—. Para finiquitar lo del último sueldo y tal...

     —Jo, mi amor, muchísimas gracias por hacer esto por mí, te amo muchísimo.

     Blue posó los labios en la mejilla del chico y le abrazó, Ruby alejó el teléfono despidiéndose y colgó para luego guardarlo de manera apurada en el bolsillo y corresponder a los abrazos de la chica. Y mientras se inundaba por la calidez efusiva y llena de gratitud de su esposa, pensó en él.

     Cuando Ruby quiso darse cuenta, las conversaciones clandestinas con el chico, colar llamadas en momentos imposibles y rogarle a Blue por permiso para salir a comprar lo que fuera como excusa de poder alargar esas conversaciones se volvió su día a día durante muchos meses. Hasta que, entonces, sin previo aviso, llegó el juicio.

     Blue le había explicado que no podía ir porque tratarían temas muy sensibles y a Ruby le dio totalmente igual, el hecho de quedarse en casa durante unas semanas era algo que llevaba esperando mucho tiempo.

     —Haré justicia por Crys—musitó Blue posando su mano en la mejilla de Ruby.

     —Sí, ten suerte y cuidado porfa. Y tráeme algún dulce de Sinnoh, ¿vale?

     —Claro, bebé,

     «No me llames bebé» quiso decirle, pero Ruby sonrió.

     —Recuerda que eres mío—ronroneó ella.

     —Lo soy.

     —Te echaré de menos, así que cuando vuelva...—bajó las manos delicadamente por el pecho de Ruby y sonrió.

     En cuanto Blue hizo las maletas y Ruby
revisó que se había ido, corrió al salón con una sonrisa enorme y abrió la aplicación de Grindr.

     —¡Tengo grandes noticias!—exclamó en un audio—¡Mi novia se va de viaje unos días! Podremos hablar todo lo que queramos.

     Recibió una imagen como respuesta unos minutos después, unos afilados ojos dorados brillantes sin igual y una hermosura que Ruby nunca podría describir sin palabras. Iban seguidos de un mensaje «ahora ya sabes el porqué de la primera parte de mi viejo nick». Tras eso insertó varios emoticonos que solo pudieron arrancar otra fuerte risotada a Ruby pero lo que más le enterneció fue que entre esas imágenes sin sentido el chico había colado su nombre, seguido de un número telefónico. Sin dudarlo, lo marcó.

     —¿Niño purpurina?

     —¿Gold?

     Se preguntaron al unísono y cuando quisieron responder se interrumpieron con torpeza.

     —Entonces... dices que estarás solo, ¿no?

     —Pues sí.

     —Voy a ir al grano, ¿quieres que vaya? Hoenn no me cae tan lejos. Me gustaría poder conocerte.

     Aunque no se notaba por su voz al otro lado Gold estaba en pánico, rojo de vergüenza y tembloroso. Ruby se mordió el labio con fuerza, el aroma de lo prohibido, del cariño y la libertad que le había dado el chico durante tanto tiempo, eran tan tentadores que se veía incapaz de rechazarlo. Encima ahora sabía que era Gold, aunque en este punto le hubiera dado igual de que DexHolder se hubiera tratado.

     —Claro.

     Pudo escuchar el carraspear de Gold, quien, crédulo, trataba de aguantar soltar alguna exclamación emocionada, cosa que no funcionó durante mucho rato pero Ruby le interrumpió antes de que llegara con un aluvión de planes y energía desbordante.

     —Pero... Gold, antes de que tomes cualquier decisión voy a decirte la verdad.

     —¿Eres mujer?

     —¿Qué? ¡No!—con una carcajada Ruby sobó su sien—. Soy Ruby.

     —Ah, ya.

     Silencio. Lo único que pudo escuchar al otro lado de la línea de teléfono fue una enorme carcajada que al final se le acabó contagiando, aunque ni siquiera sabía de qué reían.

     —Arceus, me imagino la cara que has debido poner—dijo aun entre risas—. No te emparanoyes, es que, hace tiempo, en una llamada, reconocí la voz de Blue entonces solo podías ser tú. Perdona por no decirte nada, pero no quería incomodarte.

     Ahora era el turno de reír de Ruby, sintiéndose terriblemente tonto.

     —Entonces es definitivo, ¿vienes a Hoenn?—preguntó con emoción.

     —Claro, pero hagamos de esto una cita. Venga, como premio por ser más listo que tú y haber averiguado tu identidad.

     —¡Por supuesto que no! Encima te recochineas.

     —Ruby—canturreó—. Vamos, me gustas y sabes que quieres, lo que pasa que ahora que sabes que soy más guapo te da vergüenza.

     Rojo de vergüenza Ruby suspiró, divertido.

     —Venga. Sí, que sea lo que Arceus quiera. ¡Y! Te concedo que puede que seas guapo, pero solo un poquito, muy poco y no más que yo.

     —¡Ah, no!—Gold negó varias veces, ofendido—Yo por ahí no paso.

     Por primera vez se pudieron quedar hasta tarde hablando, sin miedo, sin revisar si las puertas estaban cerradas o si el horario de trabajo era más corto o largo. Ruby pudo tumbarse en la cama, sintiendo el corazón a mil recibiendo unas buenas noches de alguien que nunca esperó.

     Sorprendentemente Gold llegó a la mañana siguiente. Quedaron en reunirse en el aeropuerto donde Ruby solo pudo sentirse obnubilado al ver esos ojos dorados perdidos entre la muchedumbre, perdió el aliento al ver como el paso del tiempo había marcado más las facciones de esa persona a la que llevaba años sin ver. Le sacaba varios centímetros, se había puesto más moreno y su cabello oscuro seguía siendo igual de revoltoso y explosivo que antaño. Son un sonrosar en las mejillas que le sentaba muy bien Gold alargó su mano hacia él con una enorme sonrisa en los labios.

     —Pues enséñame Hoenn, ¿no?

     Ruby tomó su mano, que se sentía pequeña comparada con la suya, y apartó la mirada, avergonzado.

     —¿Qué pasa?—sonrió socarrón el hombre de ojos ámbar—. ¿Te impresionó mi belleza?

     Posó la mano en su pecho de manera teatral y Ruby le dio un empujón suave mientras negaba con la cabeza y soltaba un bufido, divertido.

     —Pues sí, por como hablas por mensaje pensé que serías más como un Mankey.

     —¡Ouch! ¡Eso dolió! ¡Pero has admitido que soy atractivo!

     —¡Yo no admití nada!

     Salieron del aeropuerto, agarrando con firmeza Gold con una sonrisa enorme que buscaba pincha a Ruby y Ruby con un ceño fruncido aunque la sonrisa leve de sus labios fruncidos le delataba.

     Caminaron durante toda la tarde, uno con más miedo del otro viendo la figura de Blue donde no estaba, pero en determinados momentos se embriagaba por el tacto de esa piel morena y la mirada pícara de esos ojos dorados. Ruby sentía perder la cabeza. Estaba viviendo el romance que esa relación con Blue le había arrebatado, las mariposas en el estómago que debió sentir el día de su boda aparecían ahora y los nervios y las manos sudando sobre la presencia del otro. No podía olvidar que Gold le había dicho que le gustaba, esas palabras se habían clavado en su cabeza durante toda la tarde. En silencio, bajo el cielo nocturno, Ruby sintió que los nervios le hacían sentirse asfixiado cuando abrió la puerta de su casa y prendió las luces, dándole paso a Gold. Lo guio a la habitación para que dejara sus cosas, trataba de mantenerse firme y con la espalda erguida para que los nervios no se notaran.

     —Ruby.

     El tono en el que dijo su nombre hizo que su piel se crispara.

     —No tienes por qué fingir conmigo, si te preocupa que nos vean puedo irme a un hotel y...

     Lo estaba malinterpretando y eso a Ruby le dio una rabia impresionante. Así que, tan solo, lo tomó de la barbilla para que bajara la mirada y quedara a su altura y estiró un poco más la espalda para posar sus labios sobre los del atónito hombre de Johto. Gold solo dejó la caer la maleta al suelo y movió sus manos a la espalda de Ruby, enredándose más en sus besos y en el veneno de sus suspiros. Cayeron sobre la cama, con esas sonrisas que solo compartían entre ellos mirándose como nunca pudieron mirar a la persona con la que se habían casado y Gold volvió a besar a Ruby de manera fugaz.

     —Ya descubriste el porqué del inicio del mi nombre de usuario—ronroneó—. ¿Quieres descubrir por qué el resto?

     —¡Gold! ¡No me jodas!

     Indignado pero riéndose, porque lo que más hacían ellos dos juntos era reír, Ruby se colocó sobre Gold y negó con la cabeza, despojándose de su camiseta. En ese momento, mientras sus alientos se mezclaban, Ruby no pensó ni en Blue, ni en qué pasaría mañana, ni en lo solo que se estaba quedando. Simplemente, no pensó, y se dejó llevar por la tentación de esos ojos brillantes y prohibidos que le miraban con deseo.

     Durante los siguientes días se quisieron como si fuera el fin del mundo, porque ambos sabían que iba a pasar mucho tiempo hasta que se volvieran a ver, así que descubrieron todos los recovecos de esa cama con cariño, paciencia y anhelo aprovechando cada instante juntos. Cuando fueron al aeropuerto estuvieron alejados el uno del otro, sin poder besarse, tocarse o decirse un último «te quiero» que sabían que no iba a poder decirse en frente jamás. Y Gold se fue, dejando a Ruby siendo consciente de lo vacío que estaba su hogar sin él, incluso cuando Blue volvió, incluso cuando los gemidos se escapaban de sendos labios. No podía dejar de pensar en él, en lo mucho que lo añoraba.

     Tiempo después Ruby soñaría con violas y violines, chelos y un vals enmascarado y a las cuatro de la madrugada, tras responder a sus mensajes de Grindr dándole le enviaría un simple y único audio a ese usuario de los mil nombres ridículos, al que no le había dicho te quiero nunca pero era la primera persona a la que aprendió a amar.

     —Voy a dejar a Blue definitivamente—dudó, miró la pantalla y suspiró—. Te quiero.

     Mirando la pantalla del móvil con ternura y el rostro sucio de las lágrimas y el chocolate, quitó el pestillo de la puerta, preparándose para volver a dormir.

●●●

Para Blue, Ruby era todo. No lo quería, en cierto punto Blue se dio cuenta de ello, pero porque, para alguien como ella, era imposible amar. Había sido así desde que Sird decidió petrificarlos a todos, haciendo que, aunque la piedra se hubiera retirado de su piel se hubiera quedado totalmente atascada en su corazón. El último fuerte latido de este fue dirigido para Crystal, y nunca más volvió.

     Sin embargo, Ruby, aunque no lo quisiera, lo necesitaba. Quizás su corazón solo latió de vuelta con él una vez, pero cuando estaban juntos podía sentir, aunque fuera solo recordar el miedo a perder la felicidad que sintió ese día antes de volverse piedra. Ruby era lo poco que le hacía sentir algo más que ira y tristeza, podía acunarse en sus brazos y recordar vivazmente el miedo a la muerte seguido de la paz que sintió ese día. Pues ese día olía a Hoenn y a menta, y Ruby olía a eso, Hoenn y menta. Poco a poco, el olor de Ruby se fue intoxicando con otras presencias, poco a poco el arrullar de sus brazos no le llevó de vuelta a ese lugar idílico que le daba paz. Blue trató de aislarle, pero no funcionó, y tras el juicio, ni siquiera Ruby le podía hacerse sentir feliz de nuevo. Pero se negaba a verlo, necesitaba a Ruby, si Ruby no le hacía feliz entonces no le quedaba nada y si no le quedaba nada, ¿entonces qué debía hacer?

     Tras el juicio Ruby olía distinto, pero Blue no pudo saber a qué. En verdad, Ruby seguía usando el mismo jabón, la misma ropa, seguía dedicándose únicamente a ella. Blue no sabía que no era el aroma sino el amor lo que había desaparecido, y aunque lo hubiera sabido lo hubiera seguido negando porque solo podía preguntarse en bucle, una y otra vez. ¿Qué necesitaba para hacer feliz? ¿Era acaso lo que debía pagar por lo que le hizo a Crystal? Pensar en ella no le hizo sentir triste, tampoco feliz, no le trajo nada pensar en cómo sus manos le asfixiaban y eso solo enfurecía a Blue. Solo necesitaba a Ruby, y ya está, él volvería a hacerla sentir bien en unos meses, solo tendría que aguantar a que se recuperara. Echaba en falta esa sensación, la absitencia por sentirse viva le hacía no pegar ojo, vomitar en las mañanas, se le caía el cabello y notaba que su cuerpo estaba más enjuto. Pero ella sabía que Ruby volvería a oler como antes, a menta y a Hoenn, entonces ella volvería a tener miedo a morir y podría ser feliz e vuelta.

     Solo tenía que esperar. Porque Ruby era suyo y podrían esperar juntos todo el tiempo que hiciera falta. Ni Red, ni los jueces podrían separarles, Crystal siempre sería un suicidio y ella siempre estaría junto a Ruby. Era eso a lo que se aferraba, porque, sino, ¿Qué era lo que le quedaba? ¿Perder la capacidad de andar y la vista como le pasó a Lack—Two? ¿Ganar la sensibilidad del corazón para perder toda la de su cuerpo? ¡No lo necesitaba! Porque tenía a Ruby, y eso debería bastar, ¿verdad?

     Se levantó de madrugada escuchando que Ruby lo hacía. Estaba tratando de dormir, considerando seriamente auto medicarse con somníferos y tranquilizantes para conciliar el suelo, hasta que Ruby se levantó y curiosa de quedó en silencio de pie en la habitación. Cuando escuchó el pestillo del baño se acercó a este con sigilo, en seguida lo siguieron unos sollozos descontrolados que hicieron a Blue sentir el ansía de llamar la puerta, pero no lo hizo porque lo vio entrar del salón al baño con un teléfono en la mano, y el móvil de Ruby seguía en la mesilla.

     —Voy a dejar a Blue definitivamente—un titubeo nervioso—. Te quiero.

     Escuchar esas palabras hicieron que el corazón de piedra de Blue se quebrara por completo. Cuando Ruby abrió la puerta lo primero que recibió fue un manotazo de Blue.

     —¡¿Se puede saber que estás haciendo?! ¡¿Cómo que me vas a dejar?!

     Ruby se llevó la mano a la mejilla y la miró, apretando el móvil que aun brillaba contra su pecho, iluminando su corazón.

     —¡Lo que has escuchado! Nuestra relación no va a ningún lado, ¡me estás haciendo mal, Blue! ¡Así que me voy!

     La voz de Ruby temblaba pero firme se dio la vuelta.

     —Ruby... tú me dijiste que eras mío.

     —De verdad que lo siento... pero, estoy perdiendo todo por estar contigo y me niego a perder lo poco que me hace feliz.

     «Felicidad». ¿Por qué él, infiel y mentiroso, merecía la felicidad y ella no? Las lágrimas cayeron de sus ojos azules y Ruby, apenado, posó la mano en su hombro sin saber que decir. Se sentía terriblemente culpable y los sollozos agónicos de Blue, que sonaban de manera tan desgarradora, hubieran detenido a cualquiera. Aunque fuera solo por lo que la quiso, quería quedarse unos segundos junto a ella de consuelo, porque, a pesar de todo, Ruby quería seguir convenciéndose de la bondad que Blue tenía. No obsatnte, ella se aferró a su hombro, apretando tanto que Ruby abrió los ojos asustados, y como un muerto viviente que se aferraba a su presa desesperada, con los ojos muy abiertos, ella siguió llorando:

     —Pero Ruby, yo te necesito. ¿Qué haré sin ti?

     ¿Qué haría? Ahora que quién era su única esperanza para paliar su dolor se iba. ¿Qué haría? Se aferró más a Ruby pensando en eso. ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¿Qué haría? ¡¿Qué haría?! Cuando se quiso dar cuenta estaba chillando esas palabras, asustada, aterrada, notando que su corazón de piedra se volvía polvo y con él toda la capacidad de sentir de nuevo.

     —Blue, por favor, suéltame.

     De un empujón Blue le soltó, haciendo que el teléfono cayera al suelo.

     —Si no me amas más creo que me suicidaré—chilló—. Porque estoy segura, más segura de lo que jamás lo he estado, de que no hay nadie más perfecto para ti que yo. ¡Y debes entenderlo, Ruby! ¡Entiéndelo!

     Lo agarró del cuello de la camisa mientras gritaba eso, Ruby le dio un empujón e intentó salir corriendo, pero Blue corrió detrás de él, desesperada. Se abalanzó sobre ese delgado cuerpo quedando a horcajadas sobre él, haciendo que se golpeara la barbilla contra el suelo y comenzara a sangrar. Tapó su boca, aterrado, comenzando a llorar y Blue alzó los puños.

     —Por favor, que esto sea como con Crystal—rogó.

     El puño impactó en su rostro haciendo crujir su nariz.

     —Por favor, hazme sentir de nuevo.

     Otro puñetazo mientras Ruby se retorcía bajo ella.

     —Por favor—sollozó Blue, alargando el brazo hacia un jarrón decorativo y rompiéndolo—. Por favor, Arceus, déjame sentir aunque sea por última vez.

     Pero su corazón seguía sin latir, mientras Ruby sollozaba por piedad. Y Blue tomó el trozo de jarrón y se lo clavó en el cuello, esperó, ansiosa, al retumbar de corazones que acompañó a Crystal, pero nada. Iracunda, preguntándose por qué, alzó el trozo una vez, y otra, y otra, clavándolo sin piedad, deformando el rostro del chico con violencia mientras este solo trataba de alargar su brazo hacia el teléfono que brillaba a lo lejos. Blue quería sentir algo, quería que, al menos, Ruby sintiera hacia ella algo, aunque fuera el miedo, aunque fuera odio, pero Ruby solo pensaba en el teléfono; en Gold. Quería, aunque fuera, decirle a Gold que no le llamara más, que si no le respondía era porque iba a morir, no porque le ignoraba. Quería que Gold supiera y pudiera llorarle, sin estar ahogado en la incertidumbre de qué pasó en realidad. Quería decirle, aunque fuera por última vez, un enorme gracias lleno de amor. Ahí, viendo su última mirada desesperada, Blue se dio cuenta de que él seguía oliendo a menta y a Hoenn. Nunca dejó de ser su aroma, pero ella, seguía sin sentir nada, y por eso siguió clavando el trozo de jarrón una y otra vez, sin pausa, hasta que sus brazos no pudieron con su propio peso y solo pudo, quedarse llorando, envuelta en sangre, sobre el cuerpo irreconocible de Ruby.

     Secando sus lágrimas y entendiendo al fin que Ruby no era Crystal y que nunca lo sería, por lo que su muerte no era la cúspide de los latidos de su corazón, agarró el teléfono móvil, abrió la conversación de WhatsApp de un tal «My Shiny Eyes» y escuchó el audio. Tras oír mil veces el te quiero, Blue borró el mensaje, envió una seca despedida diciendo que se iba a quitar la vida y tiró el teléfono lejos.

      ¿Y ahora? ¿Qué haría? ¿Qué haría?

      Miró el trozo de jarrón y lo posó en su muñeca.

     ¿Sería de este modo cómo podría sentir a su corazón latir?

FIN


──────

Me da la sensación de que todos mis relatos van de gente llorando mucho que se enamoran y lloran más AJSJA me repito más que el ajo. Pero en fin, otro relato bastante extenso (perdón xd) que, si soy sincera, ¡iba a ser totalmente distinto! Los detalles que tenía planeados mostrar son los mismo pero inicialmente iba a ser un SummeBeauty similar al Lazurite en el que se veía la obsesión de Blue. Pero, escribiendo la parte de Gold, al final el eyewear acabó ganando peso.

Bueno, me dejo de rollos, espero que lo hayan disfrutado, sus opiniones siempre son bien recibidas <3 y ¡muchas gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top