[♡] Boring | OriginalShipping

──────

Pareja: OriginalShipping - Green & Red.

Canción: Boring - The Brobecks.

https://youtu.be/YAcS7zUPC6c

──────

Tras los seis años fuera de la región, Red se sentía extraño al volver. Pensó en visitar a Green, pero supuso que este le odiaba, pensó en Yellow pero recordó que fue un novio horrible, así que Red tan solo fue capaz de quedarse en su casa dudando, mirando por el ventanal de su habitación cuanto había cambiado su entorno. Sin lugar a dudas su hogar seguía siendo el mismo, el polvo se había acumulado en los estantes de su habitación, los marcos de las fotos y las ventanas se hallaban hinchados por la humedad de una casa descuidada, pero seguía siendo la misma casa ante la pradera de Pueblo Paleta. Los árboles, los pokémon, los vecinos charlando en la calle durante las calurosas tardes de verano mientras el cuchicheo del río sonaba de fondo. Era Red el que no era el mismo, aunque eso él ya lo sabía llevaba muchísimo tiempo sin ser Red.

     Se sentó en la cama, agotado, con la maleta a medio deshacer y su madre diciéndole de fondo que quedaba muy poco para que pudiera iniciar su aventura pokémon. «¿Tienes claro que pokémon vas a escoger, cariño?» le preguntaba ella, y Red no era capaz de contestarle, tan solo posaba con cariño la mano en su mejilla y miraba a esos ojos casi ciegos para luego abrazarla con muchísima fuerza. Si había vuelto a Kanto era solo por ella y aun así sentía que, en el fondo, en realidad había sido porque todavía era un chiquillo asustado que buscaba resguardo y protección del mundo en ese regazo materno. «Ridículo» pensó, soltando el abrazo. Ya tenía veintinueve, camino de los treinta, portaba el título del más fuerte, ¡el luchador más fiero! ¡El gran excampeón de Kanto! Y, a pesar de todo eso, no había podido parar de llorar desde que puso un pie en Kanto.

     Trató de mantenerse ocupado acomodando su indomable cabello mientras estaba recostado en la cama. Si era sincero estaba feliz de que su madre le estuviera olvidando, si le olvidaba no le odiaría. Como Green, como Yellow, como todos a los que aburrió con sus combates sin fin y sinsentido, amigos a los cuales lastimó. Red estaba seguro de que su madre había enfermado por su culpa, por los disgustos que le dio un hijo que nunca correspondió como debía a su cariño. Si no estuviera tan cegado por la nostalgia y culpa más abrumadora, él sabría que era mentira. La verdad era que le había querido como el que más, cuando estuvo en la cima le dio absolutamente todo y cuando cayó de esta compartió incluso lo poco que le quedaba; los combates. Hizo todo lo posible porque esa mujer pudiera ser más feliz que él pero ambos lo habían olvidado, el uno porque lo acabó perdiendo todo, la otra por la demencia.

     Estuvo así durante un largo rato, tratando de no pensar más cosas negativas y cuando fue capaz de relejarse se quedó solo junto al aburrimiento. Daba igual Kanto, Kalos o Alola, los días eran los mismos. Cuando fue a soltar un sonoro suspiro autocompasivo notó el suave peso de Vee saltando sobre su tripa mientras Poli le empujaba para que se pusiera en pie. Soltó un quejumbrosos gemido pero no pudo negarse a lo que le pedían, a pesar de que no comprendía por qué. Por primera vez en muchos años veía a su equipo pletórico y lleno de motivación así que, a pesar de que se moría de envidia—puesto que deseaba que Kanto hubiera tenido el mismo efecto en él—no pudo ser egoísta y arrebatarles eso. Sin más quejas o suspiros, obedeciendo, quedó ante su espejo, mirando esos ojos rojos llenos de cansancio y se vio a sí mismo, rodeado por su equipo, en esa habitación de hace tantos años. Era una imagen repetida que le hizo tomar una bocanada de aire:

     —¡Esta no es la actitud, Red!—exclamó, tocando con el índice el pecho de su reflejo—. Qué prefieres, ¡¿quedarte aburrido en casa o afrontar el mundo exterior de una vez?!

     La respuesta estaba clara; quedarse en casa, era la misma que había estado tomando en los últimos seis años. Decepcionado de sí mismo, sacudió la cabeza, tratando de no caer a las tentaciones. Pika soltó un gruñido y Red no pudo evitar que se le escapara una pequeña risa.

     —He estado perdido y debo encontrarme a mí mismo. Esto es igual que hace años, ¿no, Pika? Cuando perdimos las pokédex...

     Volvió a sentarse, mirando su reflejo y Pika saltó sobre su regazo. Red le acarició el lomo, con cariño.

     —Creo que voy a quedarm...—nada más iniciar esa frase Pika le dio una pequeña descarga haciendo a Red dar un brinco— ¡Ay! ¿Pero qué quieres que haga? ¿Qué puedo hacer?

     Con otro chisporroteo en sus mejillas el pequeño Pikachu se posó en el ventanal, señalando el bosque Verde, así que, agotado agarró esa gorra roja vieja olvidada en los cajones y se colocó su mochila a la espalda. No lastimaría a nadie por intentarlo, ¿qué podía perder un hombre que ni reinaba sobre el polvo de su propio hogar? Desanimado por su propio pensamiento, bajó las escaleras con energía y corrió a darle un beso en la mejilla a su madre como despedida.

     —En seguida vendrá Daisy a cuidarte.

     —Red—ella alzó su mirada, con una sonrisa afable y orgullosa, únicamente dirigida a él—. ¿Ya te vas a por tu primer pokémon?

     —Voy a Ciudad Verde.

     —Ten cuidado, cariño y haz muchos amigos, ¿vale? Diviértete.

     Susurró un débil «ojalá» antes de salir por la puerta y afrontar con el corazón encogido el Kanto que le deparaba.

     Llegar a Ciudad Verde fue más complicado que en sus años de adolescencia, no porque no recordara el camino—desde siempre confundió las instrucciones que le daba la gente así que se había memorizado detalles inconfundibles de la ruta—sino porque tomó caminos sinuosos y rocambolescos para poder evitar a los entrenadores que se hallaban por allí. Se avergonzaba de sí mismo por eso pero era una manía adquirida que no podía evitar. Tan solo de pensar en los insultos se helaba, no por el dolor de las palabras en sí, tras bastante tiempo siendo el campeón los comentarios peyorativos eran cosa del día a día, sino por las implicaciones de estos. No tuvo suerte, torció para la derecha confundiéndola con la izquierda y en seguida los susurros comenzaron a clavarse en su cabeza. Y un paso, tras otro, los susurros se volvían más pesados y las miradas parecían estar enredando sus articulaciones, y un paso, tras otro, mientras Red se mordía el labio con tanta fuerza que notaba el sabor a sangre.

     —Oye—murmuraba un caza bichos—. ¿Ese no es Red?

     —Hostia, es verdad... ¿Pero cómo que lo dejan volver así como así? Es un jodido asesino.

     Y solo con escuchar eso Red sentía que el mundo se le caía encima, mordió su labio con incluso más fuerza y aceleró los pasos del mismo modo que su corazón lo estaba haciendo. Mas, quizás porque quería encontrarse a sí mismo, quizás porque ya había perdido tanto que le daba igual que pudiera pasar, se giró y los miró con dureza. Dio un paso hacia ellos y quiso gritarles muchas cosas, que el juez había dictaminado que Crystal se suicidó, que él era inocente, que le dejaran de culpar de algo que le dolía tanto como dañar a quien quería. Quiso gritar muchas cosas, quiso aclamarles que dejaran de romperle el corazón, pero no lo hizo. Llegó a desplegar esos rojos y temblorosos labios que se iban a romper en un lamento y, sin embargo, supo que decir todo eso no le iba a consolar. Mirando esos ojos totalmente aterrados y horrorizados de los dos entrenadores, solo pudo darse la vuelta y correr pensando que, daba igual Kanto, Kalos, que Alola, todos los días eran el mismo.

💔💔💔

Green cerró el gimnasio antes de tiempo. Pudo escuchar las quejas de fondo de algún retador que llegaba rezagado así que le dijo con palabras amables que se jodiese y, por supuesto, la respuesta no fue una agradada. Le pareció escuchar un «amargado» pero eso tan solo hizo que un bufido divertido se escapara de sus labios. Sabía que habría consecuencias, pero no le importaba, si seguía siendo líder de gimnasio era solo porque le convenía cobrar el sueldo hasta que le dieran el permiso de abrir la academia que le obligaron a cerrar por falta de papeles. Ahora con la carrera estudiada—incluso cuando no hacía falta, pero Green quería demostrar que siempre había tenido razón—cada vez quedaba menos para dejar de ser mangoneado por retadores que se pensaban que tenía disponibilidad las veinticuatro horas del día todos los días del año y padres caprichosos que le acusaban de destrozar sueños y trataban de comprarle con unos cuantos pokedólares. Pero eso se iba a acabar, eso era lo que le hacía seguir adelante, amaba los combates pero hacía tiempo que perdieron todo sabor y emoción, pasaron a ser aburridos, monótonos e incluso estresantes.

     Comenzó a preparar otro discurso de «he cerrado, vete a casa», cuando escuchó un jadear de fondo pero en el momento en el que se giró todo discurso se perdió en ese mirar carmesí. Los ojos verdes de ese hombre cansado acababan de ver a un fantasma de un amigo que ya había dado por muerto; era, sin lugar a dudas, Red. Estaba más alto, más cansado, más viejo, al igual que él, pero era Red. Podía notar que su aspecto había desmejorado mucho, hombros caídos y un aura ennegrecida por la pena que tampoco ayudaban a rejuvenecerlo; rostro ojeroso y sonrisa tímida en sus labios. Green no pudo evitar pensar en lo frágil que se veía Red, con una palidez que hasta dejaba entrever ese alma impregnada de un tósigo que le había quemado por dentro por completo, pero, ¿cómo no iba a estar así de hundido después de ser acusado falsamente de asesinato? Por eso no pudo reaccionar, estuvo un rato atónito mientras se miraban el uno al otro temerosos de hacer cualquier gesto brusco, como si pensaran que iban a desaparecer en cualquier momento aunque cada uno por motivos totalmente opuestos.

     No obstante, al final, con una fuerte bocanada, Red le sonrió en un gesto suave y afable que Green pensó que no volvería a ver. Ante esa mirada sorprendida Red soltó un silbido mirando sus alrededores, aunque no pudo evitar arrugar la nariz al ver el lugar; Green hedía a aburrimiento, cada recoveco de ese gimnasio estaba podrido por este y, por algún motivo, eso le hizo sentir tan feliz como triste.

     —Sí que quedó chula la reforma, me encantan las estrellas que pusiste en la sección de Johto—murmuró señalando las estanterías de la entrada mientras se acercaba a Green con recelo—. Buenas, cuánto tiempo...

     —¿Cómo que «buenas, cuánto tiempo»?

     Durante unos segundos Red se tensó, aterrado, pero en seguida Green dejó de lado toda duda y le dio unas palmadas amistosas en la espalda para luego abrazarle con fuerza. Green nunca había sido de los que daban abrazos así como así y eso solo confundió más a Red.

     —Seis años pasan y vienes y solo me dices «cuanto tiempo», pero que cabrón.

     Asiéndolo de los hombros Green hizo una mueca leve, una de esas sonrisas tan suyas que hicieron que Red se viera obligado a parpadear con fuerza y tragar duro para deshacer el nudo de su garganta. El líder ladeó la cabeza pero la exclamación ahogada de fondo de Yellow quien, con un café solo en la mano derecha y en la otra un capuchino cargado de nata y azúcar, nada más verlos corrió hacia ellos y los embistió con un afectuoso abrazo.

     —¡Oh, Arecus! ¡Volviste, volviste! Y están Pika, y Poli, y Vee...

     Hubiera seguido diciendo cada nombre de no ser porque Green la interrumpió:

     —Yellow cuidado con él café.

     Soltando miles de disculpas sonrojada Yellow rompió el abrazo.

     —Lo siento, lo siento, es que estoy muy feliz—musitó con ternura—. Estábamos muy preocupados, tendrás mucho que contarnos, ¿cierto?

     No sonaba a reproche, como sonó Yellow hace seis años y eso hizo que Red se estremeciera ante la preocupación y ternura que ella profesaba. Bajó la mirada, con los ojos acristalados y notó como le posaba la mano en el hombro con delicadeza. Ella no le forzó a hablar, cosa que le sorprendió, puesto que la Yellow que conoció, aunque tierna, amable y tranquila, si se preocupaba demostraba ser una mujer de armas tomar. Los seis años le habían sentado bien, aunque a decir verdad Red sabía que lo que mejor le había sentado había sido dejar su relación. Estaba más linda, más estable, más hermosa. De verdad que se sentía muy feliz por ella, pero lo que salió de sus labios, sin pensarlo, en vez de las palabras de cariño que llevaba practicando durante los últimos veinte minutos, fue una de las preguntas que llevaban horrorizando a Red desde hacía años:

     —Chicos, ¿no me odiáis?

     Green y Yellow se miraron, frunciendo los labios.

     —Hombre, cuando te fuiste sin más al comienzo estuve muy enfadada contigo... y despechada—añadió con un hilo de voz, avergonzada de admitir eso.

     —Y yo, pero porque eres idiota y nunca llamaste. Estábamos preocupados. ¿Por qué deberíamos odiarte?

     —Eso, ¿por qué deberíamos odiarte?

     Nada más escuchar esas palabras Red rompió a llorar.

💔💔❤

Rehacer la estabilidad de su vida estaba siendo más complejo de lo que pensó que sería en un inicio. Quiso iniciar su rutina de nuevo al día siguiente pero no fue capaz de levantarse de la cama, el jet—lag había conseguido ganarle a la adrenalina del miedo y tras ver que tanto Yellow como Green le aceptaban había conseguido vencer al insomnio que le llevaba atormentando durante demasiadas noches seguidas. Les llamó por teléfono por primera vez en mucho tiempo esta vez sin necesidad de que su equipo le diera empujones para avanzar sin miedo, pudo teclear el número sin sentir que sus dedos temblaban y Pika pudo estar acurrucado en su regazo durmiendo tranquilo de que su entrenador iba a estar bien. Estuvieron hablando por mensaje hasta las tantas, charlando de nimiedades y tonterías que hacían que Red no pensara en Crystal, ni en Blue, ni en el reciente juicio que todavía le hería. Red sentía que eso era un sueño totalmente irreal, de esos cálidos que nada más despertarte eran olvidados, pero no pudo evitar dormirse con el móvil al lado de la almohada con una leve sonrisa en los labios.

      No obstante, volver al día a día de Kanto fue un reto más grande de lo esperado. Se había malacostumbrado a ir de motel en motel, a no tener que prepararse la comida o encargarse de la limpieza de las habitaciones. Si era sincero, Red estaba sufriendo un poco por habituarse de nuevo y cualquier que hubiera entrado se daría cuenta; Olía a quemado porque se había entretenido jugando con Saur mientras veía la tele y se había olvidado la fregona en medio de las escaleras haciendo que casi se matara en la mañana. Le dio las gracias al cielo que había sido él y no su madre.

     Hubiera seguido, en ese caótico bailar de una rutina que iba devolviendo poco a poco la vida al chico, de no ser por el estridente sonido del timbre y la cabellera rubia que le esperaba al otro lado de la puerta con una tierna sonrisa. Yellow fue esa mañana a visitarle para devolverle las cosas que nunca pudo tras la ruptura y de manera indirecta le quedó claro que no había rencores por eso haciendo Red sintiera que sus pulmones dejaban de ser de plomo.

     —Iniciamos siendo unos mocosos, ninguno supo cómo llevar la situación—musitó ella, dejando las cajas—. No te culpes.

     Ella volvió a sonreír para luego darle unos pasteles y hacerle prometer que tenían que quedar de nuevo. Red quiso rogarle que se quedara pero Yellow ya se estaba alejando, así pues, con la caja en brazos caminó hacia el salón cerrando los cajones que había ido dejando abiertos por el camino con un golpe de cadera. La abrió para encontrarse con prendas de ropa vieja y álbumes de fotos gastadas, posó la mano en uno de estos mirando el rostro de ojos de Blue y el collar de estrella que un día Crystal le dio para que se lo diera a los niños del orfanato porque ella no iba a volver en un tiempo. Entonces poco a poco, lo que él llamaba aburrimiento fue reptando de entre la ropa, de los marcos hinchados y el olor a comida quemada y se fue clavando en su cuerpo haciendo que su rostro volviera a quebrarse en una expresión dolida.

     Vee frotó su lomo contra sus piernas pero Red no se agachó a acariciarle lo que quedó al Espeon con una mirada preocupada en ese entrenador que, simplemente, se quedó clavado en el sitio con el colgante en sus manos y la foto en otra. «¿Te vas a ir a por tu primer pokémon?» le preguntó su madre de fondo. «Diviértete y haz muchos amigos, cariño». Red enterró el rostro en las manos y con un grito totalmente desesperado, que rogaba que dejaran de romperle el corazón, lanzó el collar a la pared rompiéndolo en mil pedazos, arrugó la foto y pateó la caja lejos para luego dejarse caer en el sofá.

     —No puedo Vee, no puedo encontrarme a mí mismo.

     Sus pokémon se sentaron a su lado y ronronearon en un intento de poder recomponer a ese héroe que se quebraba ante sus ojos. Y Red los recibió con los brazos abiertos para sentir la poca calidez que desprendían sus cuerpos mientras más y más se iba oscureciendo el lugar con el aburrimiento entremezclado con el olor a quemado. Entonces el sonido del timbre le trajo de vuelta a la realidad, haciendo que abriera los ojos y que una exhalación ahogada saliera de sus labios soltando un poco del humo que le envenenaba la mente. Confuso caminó de vuelta a la puerta y, mientras posaba la mano en el pomo con duda, pudo escuchar la inconfundible voz de Yellow susurrando «¡pero no le digas eso!» seguido de un chasquido de lengua que parecía ser Green.

     Red abrió sin dudarlo.

     —¿Qué hacéis aquí? ¿Te olvidaste algo, Yellow?

     —No, pero ella me comentó que cocinas de la mierda.

     Yellow soltó una exclamación y soltó a Green con una expresión ofendida, aunque en seguida pasó a mirar a Red con una mueca que pretendía ser una disculpa.

     —¡Y-yo no dije eso, te dije que no dijeras eso! Solo comenté que olía a quemado y... a Green se le da bien cocinar.

     —Bueno, que más dan las palabras si el significado es el mismo—dijo Green.

     Se hicieron paso en su casa sin necesidad de invitación y Green miró el desastre que Red había hecho al intentar poner orden.

     —¿Qué estabas tratando de hacer? ¿Intoxicarte a ti mismo y morir?

     —Esta un poquitín quemado pero seguro que no sabe tan malo—trató de animarle Yellow.

     —Yellow, no lo intentes—musitó Red—. Está carbonizado, si comes eso morirás.

     —Tío—exclamó el hombre de ojos verdes de fondo—. Poner así una olla exprés con tanta agua puede matarte. Espera, espera, ¿cómo narices has cocido tan mal unos huevos? Me niego a pensar que este homúnculo de plato es un intento de puré de meloc.

     Red se sorprendió a si mismo riéndose y sintiendo que el polvo que había hecho chirriar las ventanas y crujir su corazón de pena estaba siendo retirado un poco. Desaparecían a medida que más críticas mordaces salían de los labios de Green y Yellow intentaba suavizarlas viendo siempre lo bueno incluso en esos macarrones quemados imposibles de despegar de la olla. Miró los trozos del colgante de estrellas y lo recogió con cariño para dejarlo encima de la cómoda del salón, y con el ritmo de la música que Yellow había puesto de fondo y la cháchara sin cesar de tres viejos amigos que llevaban mucho tiempo sin verse el Sol se fue poniendo esa tarde del sábado tan perdida en el tiempo.

     Cuando hubieron cocinado un par de platos y limpiado la casa los tres amigos caminaron juntos, sincerándose de las hazañas que habían conseguido en los últimos años. Sin querer separarse se detuvieron en ese camino que daba paso al Bosque Verde, en el cual Yellow miró con tristeza la parada de autobús.

     —He de ir a las clases de dibujo...

     Esas palabras salieron de sus labios sin querer irse, pero al final tuvo que correr hacia la parada para pillar el autobús quedando a Red y Green solos en la misma situación que antes; con las responsabilidades rogándoles que se separaran pero con las historias de un lustro que debían ser contadas.

     —Estuviste comentando sobre los combates de Alola, ¿no?—preguntó Green alzando una ceja—, que eran diferentes pero seguían siendo aburridos.

     —Ajá.

     —Bueno, pues, si tienes tiempo, he de ir a un lugar, ¿quieres acompañarme? Te juro que vas a librar un combate tan distinto a lo que has experimentado que no te aburrirá.

     —Green yo...—cerró los ojos y pensó en los ánimos que su equipo le daba—. Está bien, pero, ¿qué tan seguro estás?

     —Porque a mí me pasa lo mismo.

     Comentó eso como si fuera lo más simple del mundo mientras guardaba las manos en los bolsillos y hacía un leve gesto para que le siguiera. Red le hizo caso y junto caminaron por la ruta del Bosque Verde esta vez con la voz de Green ayudándole a ignorar los susurros.

     —¿Has considerado ir a por ayuda?

     —Sí, aunque el médico dice que tampoco irá a mejor. Así que le pedí a tu hermana que me ayudara a cuidarla—Red ladeó la cabeza confundido cuando salieron del bosque pero Green continuó caminando hacia las afueras—. ¿A dónde estamos yendo?

     —No hablaba de tu madre, me refería a ti.

     —Estoy bien.

     Green negó con la cabeza y volvió a hacerle un gesto a Red, en ese momento los caminos normalmente preparados y cuidados se fueron tornando poco a poco más dejados y olvidados y los apartamentos asfixiantes que se pegaban los unos a los otros fueron arañando la lejanía del horizonte.

     —¿Sabes? Mi abuelo comenzó a mostrar problema de memoria hace dos años—Red desplegó los labios pero Green chistó, así que siguió caminando, en silencio—. ¿Sabes que hice?

     —¿Pedir ayuda?

     —No. Dejé de ir a verle. Ahora torcemos a la derecha, ya queda menos—explicó sin mirarle a los ojos—. Si te soy sincero me daba miedo visitarle y que me hubiera olvidado, tonto, lo sé, pero da miedo, mucho miedo. Pero soy afortunado de tener una hermana terca y ya sabes como se pone Yellow cuando se preocupa.

     —¿Fuiste a por ayuda entonces?

     —Sí. Seguí sin ir a verle durante los siguientes meses pero poco a poco me fui haciendo a la idea y bueno, me acabé atreviendo. También creo que te vendría bien, a ti, en general.

     —¿Por qué me cuentas esto?

     —Solo quiero que tengas eso en mente, que la salida que te parece que está bloqueada no lo está tanto como lo piensas—contestó con simpleza—. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, por eso te traigo aquí, para que veas como con un simple entrenador el mundo de los combates te va a cambiar radicalmente.

     —Espero que no me hayas traído aquí para aburrirme.

     Con esa pequeña broma Green le dio un suave golpe en el hombro, ofendido de su poca fe lo que hizo que Red riera. Volvió a preguntar por qué le había traído a uno de los barrios marginales que colindaban con Ciudad Verde pero Green no le respondió, el entrenador fue parco en palabras hasta que un joven corrió hacia él y le dio un abrazo incluso más grande y cariñoso que los de Yellow. Red lo miró aterrado y confundido por su reacción pero el jovencito reaccionó igual con él.

     —¿Y tu hermano?

     Con una dificultad en el habla muy marcada el niño le explicó que este estaba llegando y en seguida un jovencito de tez morena, mucho más joven que con el que se hallaban ahora llegó al lugar acompañado de decenas de sus amigos. Los rodearon en seguida, todos preguntándoles cosas a Green y aclamando su atención al nombre de maestro, al final, con alguna obscenidad saliendo de sus labios y un regaño de Green el niño de tez morena, temblando de emoción sacó a su primer y único pokémon.

     —Adelante Red.

     —¿Este es el grandioso entrenador del que hablabas?—preguntó mirando al Rattata y al jovencito emocionado.

     —Sí—se encogió de hombros con una sonrisa ladina—. Te doy una pista; no lo tumbes de un golpe, síguele un poco el juego anda.

     Tragó duro y sacó a su Aerodactyl lo que hizo que algunos del fondo exclamaran de emoción. Red esperó su primer movimiento y pudo notar claramente el estilo de Green marcado en la forma en la que el niño daba direcciones a su pokémon, así que Red se tensó, esperando un gran ataque inicial. Con un movimiento de mano un torpe ataque rápido chocó contra el pokémon de Red, era un tanto desastroso, no se sabía la tabla de tipos y estrategias que estaban más que claras a seguir el joven entrenador decidió saltárselas por completo, darle la vuelta y volver ese combate un sinsentido impredecible para Red. Un ataque por un lado, una defensa cuando no debía hacerlo, un regaño de Green porque «¿no recuerdas lo que os enseñé en clase?» y el Rattata en el suelo debilitado tras un batallar caótico y sin pies ni cabeza. Entonces el hermano del chico, titubeando aclamó que no debía rendirse y otro de sus amigos le dejó un pokémon para que pudiera continuar, uno le decía que usara ascuas, otro que se defendiera... al final el joven no le hizo caso y entre un estallido de risas Red esquivó su ataque.

     Sin haberse dado cuenta Red se había sumido por completo en esa batalla sin sentido, se había unido a las explicaciones de Green y a las correcciones de posición que les ayudaría a no ser heridos por los ataques enemigos. Era complicado que los escucharan, eran escandaloso y sin dudas ponían al límite la paciencia de ambos mayores, pero sin dudarlo, había sido un combate que le había dado la vuelta a todo lo que Red había sentido. Imposible de predecir, con un estilo que nunca vio en los más fuertes de cada región, un combate con un simple niño que no sabía qué hacía le había quedado sin palabras.

     Green posó la mano en su hombro y se puso en pie.

     —Volvamos a casa.

     En silencio, Red obedeció se despidió de una de las niñas con una sonrisa y siguió a Green a paso animado. Estuvieron caminando en silencio mientras Red miraba como en la lejanía ese tumulto de niños sin nombre, cada uno con sus historias y sus cicatrices en el alma, que se iban quedando más atrás. Niños sin nombre que le habían dado la vuelta a su mundo. Al ver esa mirada fija Green, sin previo aviso y sin contexto alguno comenzó a relatar miles de historias en su habitual tono serio y calmado. Le habló, sin dar detalles de a quién se refería, de la situación de cada uno, un padre abusivo, unos con familias perfectas pero marginados por donde vivían, otros que trabajaban y por el cansancio suspendían, unos que iban a la escuela solos, otros que no podían ir por peleas entre familias del barrio, otros pocos que decidieron volverse delincuentes... también narró sobre otras escuelas, otras ciudades y otros niños sin nombre. Cada uno con sus historias que les habían llevado a aburrirse de los combates como le pasó a Red. Cuando Green dejó de hablar, Red volvió a mirar para atrás sabiendo que muchas de esos cuentos escuchados no ocurrieron en un barrio marginal o que ni siquiera eran uno de esos niños que había dejado atrás, pero por algún motivo no podía dejar de pensar en ellos.

     —Tenías razón.

     —Siempre tengo razón. A ti no te aburren los combates, Red, solo necesitas algo nuevo, algo que te haga ver que no tienes que huir nunca más.

     —Volvemos a las andadas, eh. A leerme y decirme consejos al igual que tu abuelo.

     Green chasqueó la lengua y negó con la cabeza. Ante eso Red jugó con sus dedos viendo como la entrada del Bosque Verde y las ciudades tenues de la ciudad se volvían más cercanas. Se detuvo en el punto que debían despedirse mirando ese bosque que susurraba veneno, notando como las dudas anidaban en su cabeza, enredándose, haciendo que el aburrimiento se volviera más confuso y le aturdiera más.

     —Green, puedes... ¿p-puedes quedarte un rato más conmigo?

     Pidió con voz temblorosa, avergonzado y Green, con una leve sonrisa, asintió.

💔❤❤

Poco a poco Kanto dejó de ser el mismo. Junto a Yellow y Green comenzó a recorrer los caminos perdidos que años atrás no se habían parado a admirar por el frenesí de la vida de un héroe. Estuvieron recorriendo toda la región en busca de un local que contentara a Green para asentar su academi y de camino pararon en toda clase de sitios. Fueron juntos a una asociación de Síndrome de Down cercana a Ciudad Plateada, visitaron varias escuelas en las que tanto Green como Yellow posaron una mano en su hombro y le dieron ánimo para volver a afrontar a la gente. Juntos escribieron un rótulo para la academia que querían abrir, un proyecto de Green en el cual Red se estaba implicando tanto que se había acabado uniendo. No negaba que tenía miedo, Yellow cumplía los requisitos para enseñar arte, Green tenía la carrera y un par de años de experiencia, en cambio él... Pero no se sintió desanimado, por primera vez en mucho tiempo volvía a sentir la adrenalina y emoción que solo los combates le habían dado.

     Seguía sin querer afrontar las acusaciones de Blue, el juicio, Crystal o los bisbiseos de otras personas. Pero no se sintió culpable por ello. Pensó en Green, en que estuvo un tiempo sin ver a su abuelo y se convenció de que en su caso era así; necesitaba tiempo, necesitaba asumir lo que pasaría. Sin embargo, del mismo modo que un collar de estrellas y una simple foto consiguió romper a susodicho triste hombre por completo, una llamada a su teléfono hizo que toda esa superación que creía estar logrando se difuminara entre el miedo. Sapphire le estaba llamando y Red no se veía capaz de tomar el teléfono. Tembloroso, aterrado y confuso estuvo un rato dando vueltas por la casa siendo seguido de Pika, y Sapphire volvió a llamar, una y otra vez, desesperada haciendo que la cabeza de Red diera vueltas y que las noticias pasadas le dejaran sin aire.

     «Asesino, asesino, asesino».

      Apagó el teléfono y lo lanzó al sofá, como si quemara. Entonces, el sonido del timbre le hizo dar un respingo, con el corazón acelerado dio un par de trémulos pasos hacia la puerta. No podía ser ella, ¿habría vuelto para atormentarle? ¿Le habría mandando Ruby? ¿O acaso fue Blue? Las suaves manos de Crystal comenzaban a oprimir su cuello y los suaves siseos le llevaron a abrir la puerta sin ser consciente a quién estaba abierto. «Asesino, asesino, asesino». Era GReen, pero Red no lo veía, veía la figura menuda de Crystal, lo que le llevó a apoyarse en el marco totalmente pálido y mareado.

     —¡¿Red?!

     Green dio una larga zancada hacia él para agarrarle de los hombros y con una exclamación ahogada Red volvió a la realidad.

     —¡¿Estás bien?! ¿Qué te ocurrió?

     —E-estoy bien, fue un mareo de nada. Tan solo me comí unos macarrones carbonizados—musitó con una sonrisa.

     Mas, el hombre de ojos verdes no le rio la gracia lo que hizo que Red empequeñeciera en el sitio. Green le agarró de la mano con dulzura y sin decir palabra alguna, hizo un gesto que le ordenaba que se quedara quieto y se fue a la cocina. Red no fue capaz de obedecerle, lo siguió a la cocina donde, con un gruñido, Green le sirvió una tila y le ordenó beber.

     —Sabes que esta es mi casa, ¿cierto?—le recriminó Red.

     —Estabas más pálido de lo usual, no parecías no poder caminar—tomó asiento, ignorando de nuevo su broma lo que hizo que Red hiciera un leve mohín decepcionado—. No me seas, eh. ¿Qué pasó? ¿Alguien te dijo algo? Si hace falta voy y...

     —No, Green, nadie me dijo nada. Tan solo fue una llamada. No sé por qué, vi que era Sapphire y me alteré

     —Ella no te va a decir nada.

     —Seguro que piensa que maté a Crys.

     —¡Y dale que te pego con la misma cantinela, nadie piensa que mataste a Crys! ¡Ni siquiera la propia acusadora se lo cree!

     La ira de Green le pilló de improvisto, lo cual le hizo sonreír con timidez. No obstante, ambos sabía que esas palabras no eran ciertas. Aún así Red musitó un cohibido «gracias» haciendo que su amigo suspirara totalmente derrotado por la situación.

     —Blue ha perdido la cabeza, esto no puede seguir así, Red, ya te condenaron como inocente, ¡hay que hacer algo! No te puedes seguir atormentando por algo que no hiciste. Pero sé que no es solo eso, ¿cierto? Tu sabes algo, algo te pasó.

     —Creo que es obvio, mi mejor amiga murió y una persona en la que confié me acusó de asesinato. Eso pasó.

      —Pero fue de antes—la seria voz de Green se volvió un ruego—. No quiero que parezca que dudo de ti o te cuestiono, y tiene narices que sea yo quien diga esto pero, antes de que Blue hiciera la gilipollez que hizo tú ya estabas raro, te volviste frío y distante de golpe. Entonces, de repente, vas a Hoenn y de la nada están todos los medios publicando que Crystal se suicidó por el estrés de la pokédex. Luego te vas de la región y dos años más tarde todo el mundo aclama que eres un asesino. Ahí hay algo que se me escapa y que te estás guardando haciendo que te queme por dentro, ¿qué pasó? ¿Qué tiene que ver Sapphire con eso?

     Red sobó el puente de su nariz, soltando un gemido frustrado. Al notar la mano de Green posándose en su hombro pudo sentir que la tensión en sus hombros disminuía, rebosaba cariño lo que hacía que la cabeza de Red diera más y más vueltas.

     —Perdón—susurró Green—. No quería forzarte.

     —Sapphire no tiene nada que ver, pero me da miedo que Blue le haya mandando.

     Green abrió mucho los ojos al escuchar las palabras de Red.

     —Dices que me volví frío y me disculpo por ello. Estaba rabioso, que dijeran que la pokédex había matado a Crys cuando no era así y que el nombre de todos los dexholder quedara manchado pero a decir verdad el mayor problema era yo mismo. Mi cobardía. Creo que ya te lo hueles Green, porque tú eres muy listo y siempre estás tres pasos antes que yo pero... Crystal no se suicidó, fue asesinada. ¿Y sabes lo peor?—Red alzó la mirada totalmente acristalada—¡Que sé quién fue y me lo callé como un Rattata! Me lo callé porque pensé que era un buen amigo, pero, ¿qué clase de héroe hace eso? ¿qué clase de mejor amigo hace eso?

     —Espera, espera. ¡¿Que tú sabes qué?

     —¡Fue Blue quién mató a Crystal!—estalló—. Y al comienzo traté pasar de ella, pero... fui a Hoenn y yo que sé que hice mal que le molestara, ¿hacerme amigo de Ruby? ¿Entrenar con Sapphire? ¡Hizo una pataleta de cinco años y por eso hizo esas declaraciones sobre la pokédex!

    —Red, esto es... esto es muy fuerte. ¿Lo sabe alguien? ¿Tiene que ver eso con el juicio?

    —Comenzaron a señalarlos como los que se regodeaban en fama mientras una amiga moría. Mi título, mis logros, todo estaba ensuciado, mi trabajo, comenzó a perder sentido, ya no era un pequeño héroe y simplemente, poco a poco, lo fui perdiendo todo. Y quise decirlo, de verdad que quise decirlo, pero solo podía pensar en Crys, en su cuerpo sin vida, en lo fría que estaba y en que ella me dijo que iba a volver, me prometió que iba a volver.

     Green trató de detener la verborrea de Red, pero el joven se había roto delante de él. Las palabras caían junto a sus lágrimas, recuerdos sin sentido de un secreto que había guardado por tanto tiempo que había podrido sus entrañas. El hombre de ojos verdes trató de consolarle de manera torpe pero Red no parecía reaccionar a su tacto.

     —... volví a discutir con Yellow. Me dijo que huía de Blue y decidí no huir. Y fue lo peor que pude hacer, fue lo jodidamente peor que pude hacer. Dieron inicio a rumores y todos la creyeron todos me miraban, me odiaban, y ¡vosotros deberíais hacerlo!—exclamó poniéndose en pie y tratando de alejarse—Lo único que me quedaba eran los combates, y estos fueron perdiendo sabor hasta volverse aburridos... Ya no había pequeñas historias, ya no había sonrisas de admiración, comenzaron a verme como un asesino así que tuve que dejar el puesto y entonces por todos lados. ¡Por todos lados estaba mi nombre! Asesino, asesino, asesino...

     Green le detuvo, con la mirada seria, le dolía tanto verle así que notaba que su corazón se había detenido con una punzada. Hasta ese momento Red no se había fijado en lo mucho que había crecido, en lo diferente que eran desde hacía años y mientras seguía sollozando esas palabras que lo que él llamaba aburrimiento arrancaba de su garganta se dio cuenta del miedo que le daba perderlo. Era lo poco que le quedaba, lo único que Blue no había emponzoñado con su tacto.

     Le daba miedo tocarle y que estuviera tan frío como Crystal.

     —Me tendrías que odiar, me tendríais que odiar porque me callé la verdad, y doy asco, doy asco como amigo, Crys me odiaría y ahora Sapphire viene por Blue y las noticias y sigue estando mi nombre seguido de esa palabra y...

     Incapaz de seguir escuchando al entrenador que se trababa con sus palabras, que temblaba de miedo recordando una imagen que le llevaba quitando el sueño durante años, Green le abrazó. Lo apretó con mucha fuerza contra su pecho, haciéndole acallar y posó la mano con cariño en la cabeza de Red, mientras este enterraba el rostro en su hombro, con el aroma de la tila fondo dejándose abrazar.

     —Eres realmente tonto, lo sabes, ¿verdad?

     Red asintió con una risa, envolviendo a Green también con sus brazos.

     —Deja de ser idiota y pasar por un infierno solo. Nadie te odia y por supuesto no estás solo.

     No pudo responder, estaba demasiado ocupado temblando, siendo atormentando por los noticieros, por los insultos y el miedo. Pero en los brazos de Green se sentía distinto; sentía que esas palabras eran reales, que no estaba solo. A Red le gustaría poder quedarse eternamente así.

     —Eres tan aburrido que haces que los sentimientos malos se vayan—musitó Red.

     —¿Y ese ataque tan gratuito?

     —Tú me has llamado tonto.

     —A ti no te sale. Eres demasiado bueno como para insultar bien.

     Red no pudo evitar reír y con suavidad se secó las lágrimas, titubeando una disculpa por ese vomitar de lamentos que acababa de sufrir. Al ver ese gesto Green fue a romper el abrazo pero, asustado, como el niño de diez años que se estaba sintiendo, le agarro del antebrazo, ruborizado.

     —¿Puedes...

     No tuvo necesidad de preguntar, Green lo oprimió con cariño contra su cuerpo y volvieron a quedarse así durante un largo rato.

❤❤❤

Red se despertó a la mañana siguiente con los ojos hinchados. Era por la tarde, se había quedado con Green durante todo el día. Le había consolado, hecho reír y prometido que todo estaría bien. Red no necesitaba promesas sinsentido, pero le alegraba saber que no estaba solo. No merecía a Green.

     —¡Esta no es la actitud, Red!—exclamó, tocando con el índice el pecho de su reflejo—. Qué prefieres, ¡¿quedarte aburrido en casa o afrontar el mundo exterior de una vez?!

     Pika soltó un chisporroteo orgulloso y con una sonrisilla Red cargó la mochila a su espalda. Miró el teléfono y le envió un mensaje a Sapphire. Había estado hasta las cinco de la mañana despierto, en ese tiempo había tenido mucho en qué pensar, tanto que al final acabó cediendo. En el fondo, seguía siendo el mismo chiquillo terco al cual le daba rabia darle la razón a su rival, pero la verdad era que había hecho caso a Green y que se había lanzado a pedir ayuda. Primero afrontaría a Sapphire, luego al psicólogo. Así pues, al igual que Kanto, poco a poco Red había ido cambiando.

     Le dio un beso en la mejilla a su madre antes de salir, mientras esta le preguntaba si tenía claro qué pokémon iba a escoger y cuando puso un pie fuera perdió todo el habla. Vio a Yellow con unos papeles correteando con ayuda de los de la Asociación de Síndrome de Down y los niños sin nombre de las diversas escuelas que había ido visitando. Todos y cada uno de ellos iban haciendo eco en su hogar del veredicto de inocencia que los siseos llenos de veneno parecían haber ocultado. Al verle en la puerta, helado, ella le saludó con una enorme sonrisa y alzó el pulgar.

     —Parece ser que a una periodista de Kalos le ha dado por investigar tu caso. Qué suerte, ¿no? La mismísima Dianta le ha ayudado—dijo Green, haciendo que Red se sobresaltara.

     —Tú...

     Red parpadeó, perplejo y Green se encogió de hombros desentendiéndose del asunto.

     —¿Yo qué? Solo veníamos a buscarte porque Yellow acabó el rótulo y ya lo coloqué en la academia. ¿Te animas a venir?

     Le hizo ese ofrecimiento con una de esas sonrisa tan suyas que dejaban sin palabras a Red. Y esté asintió, siguiéndole la obvia mentira con una sonrisa en sus labios. Caminaron los tres hablando de tantas cosas que Red sentía que era un sueño totalmente irreal, de esos cálidos que nada más despertarte eran olvidados.

     Entonces, ese antiguo héroe que llegó a campeón inspiró con fuerza y buscó con anhelo la mano de la sombra de un gran líder de gimnasio que nunca volvería ser lo que antaño. Green apartó la mirada avergonzado pero oprimió más su agarre tiñendo sus propias mejillas de rojo y Red infló el pecho con orgullo. Sabía que todavía le quedaba mucho, el propio Green se lo había dicho, pero, poco a poco, lo que él llamaba aburrimiento se había ido clavando en su alma y, poco a poco, se iba desprendiendo bajo el rótulo que rezaba «pokédex holder» con unas pequeñas estrellas dibujadas. Era el rótulo de un futuro al que Red se quería aferrar. Así pues, mirándolo, apretó con fuerza la mano de Green y sonrió.

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top