Capítulo I
«No puede ser, tarde otra vez.»
Corro a toda velocidad por la casa, bajo las escaleras de dos en dos y tomo una tostada con mermelada, cuelgo mi mochila en el hombro y salgo corriendo mientras como.
«Tendré que tomar un taxi.»
Lo tomo y llego corriendo a mi salón, me asomo por el cristal para ver dentro del aula y el profesor se percata de mi llegada. Me dedica una mirada de reprobación cansada.
«Perfecto, no me dejará entrar.»
Me tiro al suelo y me apoyo a la puerta, con mi mochila a un costado. Respiro profundamente y miro hacia el pasillo que se ubica frente a mí.
Cuando mi imaginación se distrae con las personas que transitan. La puerta se abre haciéndome caer de espalda contra el suelo. "Por suerte" reacciono lo suficientemente rápido para no golpearme tan fuerte la cabeza. Escucho algunas risas ahogadas en el salón pero poco me importa.
-El profesor dice que entres. -dice uno de mis compañeros con una sonrisa burlona.
- ¡Estúpido! Pudiste avisar, idiota. -exclamo mientras me pongo de pie. Sacudo mis jeans y acomodo mi blusa. Resoplo y tomo asiento al final, que aunque no me gusta, no hay más puestos disponibles.
-Continúo con la clase, espero que se ponga al día señorita Ferrer -dice mi profesor.
Asiento y le agradezco mentalmente.
Todo ocurre con regularidad, no soy demasiado sociable pero tampoco soy aislada. Es solo que es difícil ser una de las pocas mujeres que estudian ingeniería mecánica.
Reviso mis apuntes mientras camino hacia el aula "C-27" para mi nueva clase.
«Debo tomar asesoría, e intentar no llegar tarde de nuevo.»
Veo la hora y estoy atrasada por cinco minutos.
«Dije intentar, definitivamente el tiempo es mi enemigo.»
Corro hacia mi nueva clase. Y así termino el resto de mi día, entre libros, correr e intentar comer. Ni siquiera tuve tiempo de ver a mi amiga Jessica en el almuerzo.
Llego a casa, aún vacia porque mis padres no han llegado de su viaje. Arrojo mis llaves sobre la isla de la cocina y subo a mi habitación. Quiero descansar pronto y debo terminar de estudiar.
Luego de un rato quiero devorar algo más que libros y voy hacia la cocina. Mi teléfono suena en mi bolsillo. Un mensaje de Jess. Lo abro:
Hermosa, ¿Cómo estás? No te vi hoy.
Respondo de inmediato:
Bien, sólo que llegué tarde y tenía que ponerme al día.
Sirvo mi jugo, y leo.
Qué extraño... la historia de tu vida escrita en dos palabras llegar tarde.
Río y contesto:
Como sea, estoy muy atareada, tengo muchas cosas acumuladas. Pero no te agobiaré con mis responsabilidades, ¿como van las cosas con David?
Espero unos segundos y en seguida entra un nuevo mensaje:
Sabes que no me molesta. Y con respecto a David, ya es historia.
Le doy una mordida a mi sándwich mientras pongo los ojos en blanco.
«Esta mujer...»
Y así paso el resto de la noche hasta caer en brazos de morfeo.
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