Capítulo 1: El despertar de las estrellas
Realmente, no podía sentir nada más allá que vagas señales que mi cabeza apenas podía descifrar por el tacto y el olfato que seguían dormidos mientras que mi vista seguía apagada. El sentido del gusto era obstruido por una horrible sensación de resequedad y el sabor del hierro entre mi lengua y el paladar. Mi audición era para nada entendible debido a un tintineante sonido que indicaba como mi cerebro aún estaba reincorporándose a la realidad. Esas mismas señales daban la intención de indicarme que mi cuerpo estaba acostado por la presión en mi espalda, una presión acompañada de vagos pinchazos que me causaban cierta irritación; mi olfato me daba alusión a un prado grande donde el pasto daba un aroma fresco; un viento frio daba de lleno en todo mi cuerpo y mi cabello.
Mi cuerpo en general se encontraba entumido, era bastante pesado el siquiera pensar en mover una sola fracción de mi cuerpo; teniendo eso en contra, empecé a girar mi cabeza levemente hacía un lateral, y con ese mismo movimiento empecé a abrir los ojos hasta finalmente me encontraba viendo un sinfín de manchas verdes y cafés de distintos tonos. Mi vista estaba con serios estragos por el brillo inesperado de un día soleado. Me mantuve tendido en el suelo un par de segundos hasta dar por seguro que mi movilidad había vuelto por completo.
Al elevar mi torso me tope con el tacto del pasto debajo de mi cuerpo, un tacto que siquiera me robo la atención durante una fracción de segundo. Lo segundo que note, fue como alrededor mío se dibujaba un círculo de pintura blanca que en el centro conectaba líneas que formaban una figura que solo note por el rabillo del ojo mientras dirigía más mi vista hacía enfrente. Apoyé mis piernas hacía enfrente de mi cuerpo y me preparé para levantarme; pero algo me hizo frenar completamente cuando coloqué mi brazo izquierdo sobre mis rodillas, fue ahí donde por primera vez noté aquel brazalete de metal negro brillante, siendo mi atención robada mayormente por los varios grabados de estrellas en sucesión hasta crear la imagen de 9 espacios en huecos de esta forma, siendo coronada por una estrella metálica de color blanco.
Estaba confundido por aquel accesorio en mi muñeca izquierda, y mucho más tras notar como esta misma no hacía más que quedarse inmóvil sobre mi piel, incluso cuando lo forcé a moverse por mi muñeca con tal de verle mejor. Tras ello solo resoplé resignado mientras volvía a mi intento por levantarme; sencillamente decidí enfocarme en mi ambiente antes de perder más tiempo en comprobar algo ya obvio, el brazalete estaba pegado a mi carne, y eso lo comprobaba más al sentir pellizcos leves al haberle tratado de remover en su momento.
Tras levantarme completamente y sacudirme el pasto que sentía sobre mi ropa, me tope de manera conveniente con una bolsa de correa que abrazaba mi cintura de una manera suave, pues esta misma se empezaba a deslizar de poco a poco hacía el suelo por lo mismo que la ajuste un poco más a mi cintura con tal de que no se cayera, un bolsillo que no recordaba haber comprado o usar. Levante la vista mientras caminaba por aquel claro, curiosamente todo estaba en calma, cosa que me ayudaría a realizar lo primero que debía hacer de manera lógica en esa situación: buscar pistas sobre mi situación actual. Pero antes de continuar con mis observaciones, una columna de piedras blancas cilíndricas se alzaba al centro de ese mismo claro; su estructura cilíndrica estaba hecha por varios niveles adheridos entre sí por un cumulo de piedras más oscuras que se veían usadas como una especie de cemento; por la superficie de cada nivel se encontraban grabados en forma de caminos rectos y de carácter cuadrangular que daban a una imagen sucesiva de distintas representaciones de los seis dioses mayores de la religión "Yooka'l", un detalle diminutamente curioso para un análisis completo; a la cabeza del pilar se erguía una forma cilíndrica de cristal turquesa más ancha y grande que los niveles. Pero lo que más me llamo la atención de aquella estructura fue que a sus pies se hallaban varias mochilas de color negro, mismas mochilas que se hallaban rodeadas también por varias fundas que contenían ciertos tipos de armas en su interior; algo que de verdad había despertado mi interés.
Mi investigación iba a comenzar tras haber encogido mi altura hasta las mochilas y al extender mi mano hacía una de las fundas que ocultaba algo similar a un cuchillo; pero antes de tomar entre mis manos aquella herramienta, un sonido crocante nació a mi espalda. Sin sentir realmente un apuro recorrer mi cuerpo, solo me limité a girar mi cabeza con sumo cuidado, cosa que me hizo notar desde la lejanía a un chico de cabellos castaños oscuros que se encontraba caminando hacía mi al mismo tiempo que se retiraba un par de hojas de sus ropas. El chico volteó a verme mientras alzaba la mano en un gesto de saludo, un gesto al cual solo correspondí con agachar la cabeza. Lo vi acercarse con una sonrisa amigable, una que no podía dejar escapar risas nerviosas por sus dudas constantes, algo que se tornaría redundante al no tener en claro mis dudas; sin embargo, las cosas se tornaron más interesantes al notar como de entre mi espalda y a espaldas de ese chico unos crujidos de hojas anunciaron la inclusión de nuevos chicos a nuestra pequeña reunión.
Y ahí estábamos, cuatro chicos con el mismo uniforme tratando de hallar una respuesta a nuestra curiosa situación, cada uno con un cinturón similar; aunque siendo realistas, ellos empezaron sus saludos y discusión mientras que yo seguía arrodillado frente a una de las mochilas que ya había abierto para averiguar más de su contenido. Pero mi curiosidad no pudo ser saciada por completo, pues una palmada en mi espalda me hizo perder el equilibrio y me hizo chocar contra el pilar con la frente, no era que el golpe fue duro, fue más que no estaba listo para aquel contacto con los nuevos rostros a mis espaldas.
—Perdón, ¿estás bien? — la voz de un chico me hizo voltear mientras que con mi antebrazo sobaba mi frente por la irritación de la roca
—Si, de hecho, solo intentaba averiguar qué hay en las mochilas— contesté con calma mientras me incorporaba con el resto de chicos que se habían reunido a mi alrededor
Miré atentamente a cada chico, dos de ellos estaban conversando hasta que finalmente pude dar a su misma altura, mientras que el otro solo estaba parado frente a mí con una mano extendida. Tras haber estrechado la mano del chico solo posé mi mano sobre mi mentón con lo cual procedí a limitar mis acciones a observar y a formular la pregunta más adecuada para ese caso.
—Ese uniforme. Oye, ¿acaso no eres alumno del Instituto Nekuitil? — el chico me señalo directamente con una cara completamente intrigada, cosa que hizo que el resto de los chicos me dirigieran la mirada esperando mi respuesta —Creo que te recuerdo, eres de mi clase, el que siempre se queda dormido... Eres... Eh— su tono descendió con forme que su mirada se cerraba y con una mano en su frente se presionó por encontrar un indicio en sus recuerdos
—Si te recuerdo; pero no supuse que ese dato sea necesario en este caso. Para explicarme mejor, obsérvanos a todos, cada uno porta el mismo uniforme— concluí solo para alzar un dedo —Hasta ahora debería concluir que sea lo que esté pasando, está relacionado con el instituto; pero no logro averiguar hacía donde va esta situación
—Vaya, sí que eres hábil para esto de las deducciones— un chico a mi lado habló con un tono bastante asombrado mientras se cruzaba de brazos y trataba de pensar en algo mientras veía el suelo —Hasta ahora solo los he visto a ustedes... A él lo conozco porque vamos a las mismas clases; pero ustedes...
Frente a mi tenía un predicamento bastante enigmático. Dos chicos de cabello negro, uno muy corto por los laterales y el otro amarrado como una cola de caballo que le hacía ver levemente mayor, cada uno con una bandana de color amarillo en su brazo derecho; mientras que enfrente mío solo estaba aquel chico de cabellos castaño profundo con mechas blancas en su parte posterior como trenzas, y al igual que él, mi bandana era de un color rojo que hacía juego con la corbata del mismo color que llevábamos todos en sincronía. Este predicamento me hacía verme en un nuevo misterio, éramos cuatro jóvenes, cada uno en dos niveles distintos, de la misma escuela, el mismo escudo, el mismo uniforme, la misma confusión.
—¿Alguno de ustedes sabe qué significan esos dibujos en el suelo? — la pregunta del chico me hizo verle sin elevar tanto mi cabeza hacía el
—No, solo podría decir que... Bueno, representan algo; pero no puedo recordar el que
—Creo que son marcas de "Vasallos" ... Los estudiamos durante la clase de historia y parte de estudios avanzados de vasallos; pero no íbamos a indagar en ellas hasta el próximo periodo
Los chicos siguieron conversando entre ellos mientras que en la lejanía podía notar el dibujo en el cual mi cuerpo reposaba hace no mucho. Era una formación curiosa de líneas rectas que terminaban en una punta triangular de la cual nacían tres líneas de distintos colores. Llevé mi mano a la parte media del recorrido entre mi cuello y mi hombro derecho, oculté esa zona de manera sutil tras sentir un leve escalofrió en dicha parte. Mientras que hacía eso, arrugue mi seño, mi visibilidad había empezado a degradarse gradualmente, hasta volverla ligeramente nublada, por lo que me tenía que esforzar más si quería ver mi objetivo con mayor claridad.
—Oye, ¿por qué me miras así? ¿Acaso tengo algo en la cara? — el castaño se me acercó con un rostro algo confundido, había olvidado que mi dibujo estaba atrás de él
—Una disculpa, yo...— di un paso hacia atrás mientras llevaba mi mano derecha a la bolsa misteriosa. No sabía exactamente por qué lo hice; pero tras hurgar levemente dentro de aquel bolso, sentí entre mis manos un objeto frio que entraba de manera perfecta entre mis dedos, un descubrimiento que me hizo llenar de ideas mi cabeza que en ese momento creí inexistentes —Olvide mis lentes— de la bolsa retire unos lentes que en seguida me coloqué sin dudar, con lo que mi vista se normalizó de golpe. Un pequeño detalle que no había pasado por mi cabeza
—Oh, perdón... Creo que lo había olvidado— el chico frenó su caminar hacia mí, solo para quedarse estático en medio del resto de nosotros. Pasó su mano derecha por su cabello y lo revolvió —Bueno... Mi nombre es Zotl. Y los suyos son...
Una mueca de resignación se coló por los rostros de los otros chicos, un pequeño detalle que no escapo de mi visión.
—Jasperatl
—Tenoch
El habla de los dos fue ligeramente seca a la par que volteaban a verme. Supongo que era comprensible, el exponerse de tal manera requiere que todas las partes cumplan; pero eso no quitaba el verdadero causante de su sequedad al tratarnos, la culpable era la estúpida bandana en nuestro brazo del saco escolar. Me quite los lentes y agache ligeramente la cara con tal de verlos sin el molesto reflejo del sol, quería verificar como estaban los recién descubiertos artilugios.
—Xarc. Es un placer, supongo— lo último lo mencione tras mirar de reojo a los amarillos a mi lado —En fin, las marcas son dibujos extraños que pueden ser o una representación de vasallos, o bien, un mero dibujo al azar. Además, sea lo que este sucediendo actualmente, lo sabremos en su momento
Los chicos se miraron entre si hasta luego solo asentir con la cabeza, milagrosamente mi argumento había servido para dispersar momentáneamente la atención sobre mí. Entre ellos empezaron a conversar con las miradas llenas cierta emoción, alguno de ellos ya había tenido un indicio del otro, todos en la escuela se relacionaban de alguna manera, una manera curiosa que en si yo no podía comprender. Al estar en silencio conmigo mismo, apoyé mi mano en mi mentón nuevamente y luego solo dejé mi cabeza desglosar cada parte. Primeramente debía pensar en el ambiente, era similar a un clima tropical de algún tipo de jungla, la vegetación y el sonido de las aves fueron factores favorables; en segundo lugar, a cada chico, todos veníamos del mismo instituto y en si yo ya había dado con sus rostros en algún punto de mi vida escolar, sin cruzar una sola palabra, un factor que al menos me dejaba sin duda alguna; y en tercer lugar, lo que más me hizo preguntarme un millar de cosas fue el hecho que había olvidado mis lentes, y aun así mi vista fue perfecta desde que me había despertado, como si a mi cuerpo se le hubiera olvidado ese determinante detalle.
La situación era más intrigante por las pocas pistas que tenía sobre la razón de ser de dicha situación. Era algo que se podría resolver diciendo que nos habíamos perdido en alguna expedición o visita; pero de ser eso posible, yo ya lo habría recordado. Nuestras ropas estaban impecables, por lo cual la suposición no podría ser comprobada. Llevé mi mano a mi lengua y sencillamente revolví la lengua con tal de desglosar alguna sustancia; pero no había nada. Y sin notarlo, nuevamente estaba siendo tratado de ser llamado por mi compañero enfrente mía.
—Si que llevas eso de la deducción bastante lejos
—Lo lamento, es un habito — me coloqué los lentes y luego volteé a verlo sin ninguna mueca en mi rostro —Me decías
—Pues, queríamos averiguar qué clase de tatuaje tienes. Ellos son de una clase avanzada, dicen que pueden averiguar mucho de tu vasallo con solo ver tu tatuaje — señaló a los chicos con cierta impresión en sus ojos
Su pregunta me hizo volver a pensar su petición severamente con lo que llevé mi vista hacía los otros chicos. Ambos se veían con una amplia sonrisa amigable mientras mostraban dos tatuajes distintos. El de coleta se retiró los botones inferiores de su camisa, donde se pudo contemplar un tatuaje grisáceo de un pez con una alargada nariz con forma de espada en parte del lateral izquierdo de su abdomen; mientras que el otro pelinegro dejo ver un tatuaje en su antebrazo derecho de un zarpazo de un tigre de tres garras que se iluminaba con un color verde; y el chico frente a mí solo mostró una imagen roja de una ala de algún ave en la parte posterior de su cuello.
Ahora yo estaba contra las cuerdas, como bien sabía, el mostrar tu tatuaje ayuda a los demás a conocerte, es una forma de averiguar la clase de persona que eres; pero si tuviese que ser honesto, en dicha situación era meramente estúpido el exponerme en una situación tan sospechosa, esto podría definir de una vez quien sería el más propenso a ser engullido por el otro. Eso ya no era una simple presentación, era muestra de poder sobre los demás. ¿Y que hice yo?, lo más lógico era el mantenerme al margen y negarme; pero no podía hacerlo, debía pasar por debajo de su radar de amenazas.
—Ya veo, supongo que no hay problema con ello— mantuve mi rostro y voz firme mientras empezaba a deslizar mi saco y camisa con tal de enseñar aquella parte entre mi cuello y mi hombro
En esos momentos, mi rostro no mostro algún signo de flaqueo, estaba de acuerdo superficialmente con la petición de los demás; sin embargo, un golpe del destino me hizo preservar dicho secreto.
Una luz cegadora de color amarillo se elevó como una saeta en la lejanía. Era completamente brillante, una columna que desgarraba el cielo que en ese momento parecía haberse ennegrecido y quedado en una completa penumbra de la cual solo podíamos escapar por el fulgor de la única fuente de luz que sustituyó al extinguido sol. Una corriente de aire frio engulló la zona donde estábamos, siendo un leve soplido creado por el viento por la columna de luz. Yo la mire fijamente de manera sorprendida, usualmente no cambiaba mi rostro, o denotaba algún desliz; pero en ese caso... Era una columna misteriosa de luz que desgarro el firmamento, obviamente iba a verme impresionado como un niño.
A mis espaldas, el pilar de piedra empezó a crujir y a iluminar sus grabados en una luz celeste. Tras voltear a verla fijamente entre todos, el fragmento de cristal celeste irradio una luz de su mismo color que dentro de poco nuestros ojos empezaron a discernir de mejor manera. El pilar en lo alto tenía una figura humanoide con ropas blancas con grabados tradicionales de color rojo, azul y amarillo; cada color formaba un camino que daba a 3 cabezas de serpientes que reposaban en la parte inferior de la túnica que daba a sus pies, y las otras dos en las mangas de la susodicha. Su cabeza estaba tapada por una máscara de una serpiente de colores blancos y rojos, adornada en su contorno por exorbitantes plumas de color verde reluciente que se extendían por la parte posterior de su cabeza hasta el suelo como si se tratase de una cola majestuosa. Los colores no eran un problema; aunque era molesto el diferenciar los colores de aquel color celeste claro, se podían diferenciar levemente los matices con la suficiente concentración. Solo esperaba que un daltónico no viese dicha escena.
—Mis niños— las manos del sujeto en la túnica se alzaron en señal de alabanza al cielo, su profunda voz evidentemente distorsionada por algún programa nunca se borrará de mi cabeza —Mi nombre es "Él emisario" y estoy aquí por el comando directo de la antigua Diosa Marina y sus seis hijos, una misión que traerá la prosperidad a nuestra especie, un mandato divino que pondrá orden entre los regentes y los regidos. ¡Una paz homogénea!
No pude evitar el arrugar mi mueca con forme hablaba, la luz que representaba, su sola figura, atentaba con un frío interno en mi pecho, una sensación incómoda a la cual no le podía hallar motivo para existir. Mientras más lo miraba, una sensación incómoda nacía en una región cercana a mi cuello, mi tatuaje ardía y picaba con fuerza, algo nuevo que intentaba comprender. Volteé a ver a los demás, todos parecían impresionados por la figura en cuestión, el sudor bajaba lentamente de sus frentes, unos mirándolo con los ojos abiertos y otro solo presionando sus dientes. Sea lo que fuese "Él emisario", ahora estaba en las mentes del resto con solo un conjunto de frases que desdeñaban todo aquello que yo aún no había comprendido, el misticismo, la propia fe.
—Ahora si bien muchos de ustedes están confundidos, déjenme decirles este grato mensaje, mis niños. Ustedes son los 100 elegidos que brillarán en el cielo nocturno para ser las estrellas mensajeras de la paz sobre nuestro mundo manchado por el pecado y la barbarie que los desacuerdos han provocado— con solo esas palabras, nuestros brazaletes irradiaron un fulgor blanco proveniente de nuestras únicas estrellas, siendo en ese momento el único en el que me percate de los otros brazaletes —Pero como ustedes saben, las estrellas y la salvación no son premios que los dioses den sin nada a cambio. Es necesario un sacrificio ejemplar— sus palabras me hicieron fruncir el ceño de manera inconsciente por un espasmo en mi ojo derecho, la razón era desconocida, una desesperación ajena a mí se presentó creando un vacío en mi cabeza, quería respuestas ; sin embargo esa desesperación se sentía familiar —El sacrificio solo será concebido por diez de entre ustedes, mis niños... Ustedes deberán anteponerse sobre sus semejantes y alzarse con el cumplimiento de 10 sacrificios reales, ¿y qué es lo que los dioses piden como sacrificio?... Lo más importante otorgado a este mundo, la vida misma. Mis niños, mis elegidos, ustedes deberán tomar las vidas acumuladas de 10 de ustedes si quieren traer al mundo esa paz anhelada por creyentes y herejes por igual. Esta isla les proveerá de la suficiente comida y recursos para aquellos que decidan llevar sus objetivos hasta el último aliento, sus vasallos son libres de combatir, sus cuerpos estarán libres de culpa al arrancarle la vida a uno de ustedes, 10 vidas serán salvadas de este mitnal lleno de la codicia de los impuros. Las reglas de este ritual son simples... Tomen su vida por cualquier método, y su muerte se sumará a su brazalete con sus estrellas ganadas; pierdan las estrellas en su brazalete, y ustedes desaparecerán para siempre. Y no se preocupen, sus familias partirán con ustedes en cuanto su sacrificio sea completado, todos serán llevados hasta la mismísima Marina, no morirán solos, su honor será juzgado por sus predecesores y sus semejantes. Mírenlo ustedes mismos— frente al pilar nacieron varias fotografias hechas de luz que reflejaban a varias personas vendadas y encadenadas mientras portaban ropajes tradicionales de color blanco, similares a los del sujeto que nos dirigía la palabra —Que Marina bendiga su destino... Ustedes son el futuro de este mundo... Ustedes son el máximo sacrificio... Solo ustedes podrán frenar la segunda llegada de "la gran polución"
Y así fue, tan rápido como termino de hablar, ahora nuestros destinos se veían pendiendo de las manos de nuestros aledaños. En ese momento no sentí más aquella desesperación; sino que ahora podía conectar todos los puntos, cosa que me hizo voltear levemente la mirada mientras sentía como cada parte de mi cuerpo se veía congelado por la sensación hostil proveniente de cada parte. Todos estaban como yo o incluso peor; uno de ellos se desplomó en el suelo con las manos extendidas en señal de reverencia hacía la nada; mientras que los otros dos solo se veían con incomodidad mientras que solo uno de ellos trataba de soltar una ahogada risa nerviosa con un gesto de negación.
Como lo veía venir, la negación tomó acción en cada uno. Balbuceos sin control, cuerpos temblando, todo indicaba solo una cosa, alguno explotaría y cometería la primera sangre entre nosotros. En mi cabeza solo trataba de averiguar quién sería a la par que mi cuerpo se deslizaba de manera torpe hacía una de las mochilas. Intenté reducir mis movimientos a lo más mínimo con tal de no alterar la ya perturbada atmosfera que ya había entre nosotros. En lo personal, aquel mensaje solo me dio como indicio las nuevas condiciones a las que nos teníamos que sujetar; pero aún con aquella petición o las amenazas a mi familia, e incluso el mandato a mi "fe", nada de eso alteró mis pensamientos más allá de aquel vacío que la figura de ropajes blancos provocó en mi corazón.
—¡Tu! — la voz del chico de la coleta me llamó con suma fuerza
Abruptamente frené mi acercamiento hacía las mochilas, nunca creí que estaría en la mira de alguno de ellos. Lo miré fijamente, sus ojos estaban con las pupilas dilatadas mientras daba un rostro congelado en una mueca llena de miedo. Sencillamente solo podía llegar a una conclusión, el más débil en cuestiones de voluntad había perdido la batalla contra la desesperación. Mi cuerpo solo se petrífico por la llamada mientras mis ojos se clavaban en los de él sin una expresión diferente a la usual, una neutral y sin gracia, la más cómoda que podía hacer sin forzar mis músculos del rostro.
—¿A dónde crees que vas? — el chico acortó la distancia en cada paso mientras su habla trataba de sonar imponente, y digo trataba porque un tic nervioso era visible en su sonrisa forzada —¡¿Quién te dio derecho a moverte?!
—No veo el por qué no podía hacerlo. No soy tu vasallo— respondí con la misma calma de siempre, cualquier palabra en falso haría que ese mastodonte me atacara —Solo quiero irme. Creo que sería lo más optimo si queremos guardar la compostura, el pensar nos ayudara a no...
—¡No digas estupideces! — el chico se me acercó con un brillo intenso proveniente del interior de su camisa —Debemos estar unidos. So~solo así podremos...
—Permitir que nos quedemos a merced de un amarillo. Ya me adelanté a tu plan desesperado, no seré parte de tu "sacrificio", es absurdo que creas que...
—No, no, no... Malinterpretas mis... Intenciones— el chico bajo la cabeza con tal que no le viésemos su rostro aun plasmado por el miedo, lo cual fue ilógico si consideramos que el era una cabeza más grande que el resto —Yo quiero que todos nos salvemos... Hagamos un trato, un grupo solo así...
—Me niego. No es lo más factible en estos momentos. Esta será la purga de los de bajo rango, solo así la batalla se centrará en rangos altos. Te nutrirás con nuestra compañía y luego nos desecharas— espeté con calma mientras desajustaba mi corbata escolar roja —Además... Eres un mal mentiroso... Tu rostro flaquea, tu respiración esta agitada...— viéndolo fijamente note como mis palabras le hacían retorcer más su mueca —Tus músculos tiemblan, tus ojos tienen un tic atroz, tus palabras fallan... A decir verdad, esto solo denota que estás a punto de hacer algo de lo cual estas aterrado y posiblemente te arrepientas
Al parecer había acertado rotundamente. El chico retrocedió con brusquedad mientras me miraba con un gran impacto, vi como su respiración se notaba aun más fuerte mientras llevaba una mano al pecho. ¿Qué sensaciones presentía dentro de su cabeza?, el solo recordar la imagen me intriga demasiado. ¿Miedo?, ¿ansias?, ¿furia?, ¿desesperación?, ¿hambre?, nada me llegaba a la cabeza más que un desliz emocional, uno del cual no podía hallar motivo para existir. Al parecer a las personas no les gustaba ser analizadas mientras planificaban algo en su cabeza al creerse los sumos señores de la psicología; pero todos cometían el error de no saber controlar sus cuerpos por las emociones. Una observación de la cual había aprendido en plena práctica.
El otro chico de color rojo trato de correr mientras estaba a las espaldas del chico de la coleta, cosa que fue percibida por este mismo y en un visto y no visto extendió su mano derecha hacía el chico que ya había tratado de darse a la fuga. En un destello blanco su mano simulo extenderse hasta dar con el chico, el cual solo se petrifico mientras arqueaba la espalda con brutalidad. Cuando el brillo se desvaneció, una fina estocada estaba atravesando el hombro derecho del chico; la estocada fue producida por un pez espada gris brillante de ojos ámbar brillantes que enrollaba su cola alargada como serpiente en el antebrazo de su dueño... El chico había usado su vasallo. Tras verlo fijamente con esa sonrisa forzada, luego solo chasqueo la lengua mientras desencajaba el estoque del chico, el cual solo pudo caer de manera brusca al suelo que luego empezó a teñir con su propia sangre.
Y ahí estaba, mirando sin emoción alguna al primer intento de asesinato de mi vida. Por alguna razón me sentía con un vació en mi estomago mientras no paraba de notar como la sangre se escurría por la nariz de ese pez espada que, a juzgar por su faceta, estaba denotando una gran bestialidad. Con solo eso pude llevar a cabo mi siguiente razonamiento: La diplomacia ya no serviría de nada.
—Ve~ve~ ¡¿Ves lo qué me has hecho hacer?! — su voz se desgarraba de poco a poco mientras tomaba nuevamente el curso hacía mi
—Te has convertido en un asesino— hable con severidad mientras daba un paso hacia atrás
El chico cargó hacía mi con un grito lleno de furia mientras su pez espada era dirigido hacía mi en una implacable estocada mientras las escamas de su pez espada se erizaban como cuchillos. Con un poco de torpeza agaché mi torso hasta estar de rodillas frente a él, pude sentir como el aire frio desgarraba mi piel mientras a duras penas mi cuerpo me respondía por la adrenalina del momento.
Pude sentir como su estoque dio contra el pilar y se encajaba de manera perfecta en él. Con solo eso aproveché mi tiempo en tomar la correa de una mochila y ya con ello asegurado solté un soplido lleno de pesadez mientras me concentraba en mi hombro derecho. Si él pudo activar su vasallo, yo también podría; pero atacarlo directamente iba a reducir considerablemente mi rango de victoria. Eso fue lo que me llevó a utilizar un recurso rápido, con la energía suficiente para sentir el calor similar a que, si en mi hombro un foco estuviese pegado, tras cargarlo por una pequeña fracción de segundos cerré los ojos a la par que una luz cegadora de color azul nacía desde mi tatuaje. Solo pude escuchar el quejido del sujeto mientras se retorcía al dolor que sus ojos debían de estar experimentando.
Me deslice por el suelo mientras llevaba una mano al interior de la nueva mochila y sacaba un contenido que ya había visto de reojo. Y al tenerlo en manos no dude en usarlo en el suelo, rasgue el pasto con todas mis fuerzas mientras mi vista volvía a la normalidad, el efecto de mi truco se estaba acabando. Corrí con todas mis fuerzas hacía el otro chico y lo tome con dificultad por el hombro, lo arrastre conmigo mientras que con la otra mano seguía rasgando el suelo. Y al llegar al dibujo donde mi cuerpo reposaba hace no mucho, lo rasgue con mucha más fuerza que cualquier otro lugar.
Con gran dificultad y varios tropiezos, llegue hasta el borde del claro mientras el sudor empezaba a impregnar mi frente y mi cuerpo bajo mi uniforme. Llevé mi vista hacía atrás y pude ver al chico de la coleta acercarse con un lento caminar atarantado mientras seguía tallándose los ojos por mi truco. Su sonrisa estaba siendo borrada gradualmente por una cara completamente frustrada.
—9 segundos— dije para mi mismo mientras con varios tajos destruía algunas plantas a mi alrededor
—Ya no tienes a donde i...
El chico de la coleta no pudo terminar su oración tras sentir como una chispa de fuego se encendía en su pie dominante, el mismo que pisaba firmemente una de las líneas creadas por mí. Y como en una reacción en cadena, todas las líneas creadas por mi se encendieron con una poderosa llamarada que ilumino al claro con su fulgor y nos asfixiaba por su calor. Eventualmente, las plantas a mi alrededor empezaron a arder con fuerza mientras que mi vista se distorsionaba por el calor.
Con el muro de fuego creado, corrí lejos de él con gran prisa. Miré al chico que llevaba, me limité a dejarlo a lado de uno de los arboles cercanos y luego lo cubrí con un matorral de hojas que había visto de reojo. Siendo sinceros, el dejarlo era lo más optimo para mi escape, solo lo había salvado por un capricho mío y por el hecho que ese chico de antes haría lo imposible por quitarle su estrella. Llevé mi mirada a la herida del chico, sin pensarlo dos veces, me quite mi bandana y luego se la coloque en aquella parte de su hombro. Tras mirarlo unos segundos, me paré y ajusté la correa de la mochila mientras le dejaba una botella de cristal de agua a sus pies.
—No podrás ir conmigo con esa herida. Tenerte sería bastante contraproducente. Quédate quieto mientras atraigo su atención— me gire y lo deje de ver mientras empuñaba aquel cristal rojo con el cual había hecho mi escape —Y sobrevive si puedes. Fue un placer, Zotl
Tras mis últimas palabras que dirigí hacía él, corrí con fuerza hacía el lado opuesto al que le había dejado para luego volver a crear líneas al azar con el cristal "ignatus" en mi mano. Debía marcar varios puntos los cuales despistaran a mi perseguidor y a los aledaños, debía aprovechar aquello que sirviera con tal de evitar el combate directo. Y así pasé horas corriendo en varias direcciones marcando varios árboles con llamas abrazadoras.
Corrí hasta que mis piernas se rindieron y flaquearon en la base de un árbol, el sudor bajo mis ropas y el frio e la jungla me hacían sentir rígido y tembloroso. Dejé caer mi cuerpo en aquel tronco tras mirar a mi alrededor con suma concentración. Tras eso, no te como el color rojo de mi cristal estaba por agotarse, así que lo guarde en mi bolsillo con tal de recuperar la movilidad media de las piernas por el calor. Me sentía fatigado, estaba abatido por el cansancio, estaba abatido por la persecución desesperada en la cual participaba.
—Bien, llegó la hora de volar, Arc. Monta guardia— tras mis palabras, mi tatuaje se ilumino y una figura celeste se alzó al cielo nocturno mientras brillaba con una tenue luz azul brillante —Vaya, parece que no escatimaste en gastos, Emisario— entrecerré los ojos debido al cansancio mientras del bolsillo en mi cintura sacaba un colgante del tamaño de la palma de mi mano con 5 rocas; 2 iluminadas con un color azul y 3 apagadas en un monocromático gris —Con que un amuleto de vasallo similar a los de la milicia, eso explica muchas cosas... En fin... ¿Quién eres... Emisario?
Esas fueron las últimas palabras que dije antes de dejarme caer en los brazos del Dios de los sueños por así decirlo. El primer paso para cumplir un objetivo estéril por muchos años atrás, había iniciado su a chance de darse a relucir. Pero eso era algo que aún no podía saber.
Dejando todo eso de lado, solo sabía una cosa. El juego de las estrellas negras y los cazadores, había iniciado.
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