XXVI

Epílogo: Ninguna historia termina realmente, pero hasta aquí llega lo que se sabe de este Tony Stark y este Peter Parker. 


Cuando la vida se empeñaba en no ser lo que quería, solía molestarse. Pero luego de los últimos años... bueno, Tony había aprendido a ser tolerante. Aunque estaba decidido a no serlo en lo referente a su pequeña y molesta pupila. No iba a fingir que ya no la había tomado bajo su ala. El mismo enfermizo deseo de proteger a Miles lo había invadido y eso así iba a quedarse. Para bien o para mal, seguro más mal que bien, la cosa así estaba.

Constata en la pantalla de su celular y el puntito brillante que corresponde a la señal de Riri sigue igual de estático que en las últimas 2 horas. El calor había amainado lo suficiente como para que el estar parado en ese pequeño callejón no le fastidie, pero empezaba a hartarse de esperar.

Peter estaba en Oscorp y a menos que algo cambiara, esa noche, luego de la vigilancia nocturna, se iría a su casa. Así que, lógicamente, empezó a aburrirse. Lo que nunca era bueno. Y si a eso le sumaba que su secuaz favorita de fechorías estaba allí, haciendo quién sabe qué en aquel galpón... Tony tenía que hacer algo consigo mismo para matar el aburrimiento. Tenía que hacer algo con ella y sus misteriosos secretos. Y tenía que hacer el favor de no ponerse a pedirle a su flamante novio que deje de tocarle los huevos con eso de vivir en casas separadas luego de seis meses y vaya a dormir con él.

Con un mohín se sacude el fastidio y cruza la vereda. Abandona su auto, no sin el ligero resquemor de que cuando vuelva a verlo, le falte alguna rueda.

La puerta está cerrada y seguramente trabada por dentro. Da igual, no pretende entrar por sorpresa. Da tres golpes, espera, da dos más y cuando vuelve a esperar la puerta se abre de inmediato. La mirada de Riri se clava en él. Le hace feliz ver algo de preocupación, pero le mosquea que casi al acto la maldita se viera aliviada.

—¿Me esperabas?

—No —sentencia vacilante, haciéndose a un lado para dejarlo pasar—. Pero mejor tú que Peter.

—¿Y eso es por...? —gruñe insultado.

Ella baja la cabeza y suspira alzando la mano. Tony sigue la dirección de sus dedos y se queda a medio camino de la sorpresa y el entendimiento.

Al otro lado del lugar, colgando de una grúa inmensa, un traje se balancea.

—Imagino que...

—No lo robé. No es tecnología Stark.

—Hum —dice empezando el recorrido que lo separa del traje—. El parecido solo es... ¿casualidad?

Escucha el sonido frustrado que suelta, pero no le hace caso. Su mirada va y viene a todo su entorno. El lugar es más práctico y cutre que práctico y estilizado. Las máquinas son viejas y algunas partes se ven tan remendadas que no tenía caso imaginar de que año eran. Por no decir que de dónde lo fue a sacar todo.

Intenta pensar cuando lo pudo armar. Cuando es que le dió tiempo a hacer todo aquello, pero la respuesta lo esquiva. Cualquier momento entre los seis meses que tenía de vuelta en ese universo o los cinco años anteriores era igual de válido.

—¿No te he pagado lo suficiente como para que al menos el taller sea uno de este siglo? —murmura por decir algo que llene el silencio.

—Los componentes no son exactamente económicos.

—¿Qué haces, Riri? ¿Qué haces?

Ninguno dice nada. Él sabe por qué lo hace, pero no va a decir nada al respecto. Lo mejor es dejar que ella bautice su estupidez. En silencio, con los hombros cuadrados y el pecho inflado, lo rodea por detrás, acercándose a su traje.

Es... ¿lindo? No está seguro. Rústico suena más acertado, pero no tiene muy en claro que es lo que buscas cuando creas uno de esos.

En verdad eso de los trajes sigue sin ser lo suyo. Le da algo de claustrofobia el pensamiento de estar ahí dentro. Pero ella lo acaricia con cuidado y pleitesía. Sí, eso sí lo entendía.

—Va a pasar algo horrible, ¿no es cierto? —es toda la respuesta que le da.

—¿Pretendes que crea que no oíste a Miles? Ambos sabemos que sé que lo escuchaste todo.

Ella se ríe y gira el rostro para verlo por encima de su hombro. Y así como Miles, se ve madura y adulta. Vuelve a sentir temor por el futuro, pero no sé deja amedrentar. No valía la pena dejar que esos pensamientos socabaran su felicidad. Si era contada, la disfrutaría.

Él estaba luchando, obviamente. Luchaba en silencio intentando entender cuánto pudiera del multiverso y las incursiones. No era fácil, no era materia de su expertís, pero mierda que no estaba luchando con todo para entender aquel esquema y poder encontrar una manera de solucionar todo si el desastre pasaba.

—¿Tú no vas a luchar? —pregunta como si le leyera la mente.

Y eso le saca una sonrisa, porque eran demasiado parecidos como para no reír.

—No puedo hacerlo —especifica con una mueca. Y no solo era que no había forma de que se metiera en un traje y no se volviera noticia mundial. No podía porque no le correspondía a él librar esa batalla—. Y si la cosa es contra mi universo... —El estremecimiento que le produce esa idea le nace desde la base de la columna y viaja aguijoneando cada parte de él—. En ese caso no servirá de nada que tenga uno de esos. Lo único que voy a necesitar lo cargo en la cabeza. Los problemas se resuelven así, no así —musita señalando la armadura.

—Peter no piensa lo mismo.

—Ya, por suerte para él folla con alguien listo.

La chica se ríe y se aleja de su creación. Se voltea a verlo y le hace un gesto muy poco respetuoso con la cabeza para que la siga.

La pocilga solo es un poco más decente por la zona de descanso. Los sillones aterciopelados de un rojo absurdamente chillón y absurdamente grandes distribuidos en forma de semicírculo son... ya bueno, a imaginación de cada quien qué parecían cubiertos de polvo.

—Por Dios, qué es este desastre —se queja pateando lejos de su camino unas latas vacías.

—No siempre me da tiempo a limpiar —se queja abriendo una heladera al fondo de la sala.

Ella le muestra dos latas y asiente conforme. Al menos había buenas cosas ahí. La ve desplomarse en uno de los sillones y entiende por qué son tan grandes. Riri queda prácticamente sumergida en su interior. Desliza la vista y detecta unas butacas que se camuflan con la oscuridad que medio envuelve todo el galpón. Ella se queja y hace que limpia el sofá, pero Tony no piensa sentar su trasero ahí.

—Habla —dice al cabo de un rato, cuando el sonido chirriante de las patas de madera rayando el concreto se apaga.

—¿Vas a acusarme con Peter?

Punto a favor para ella que eso sea lo primero en su lista. Siempre contó con que iba a quererlo. No sé fiaba de nadie que no terminara queriendo a Peter. Pero no contó con que ella iba a aferrarse a él como a un hermano mayor.

—Si nada de aquí es robado.... —aprieta los labios cuando ella empieza a hacer sonidos menos concretos—. ¿Qué parte es robada? —suspira apretándose la nariz.

Esos chicos...

—Robada... tomada prestada...

—Williams...

—La estructura base. Pero la he modificado tanto que técnicamente ya no es la misma cosa.

La mira de malos modos porque ambos saben que no cuenta. Ese tipo de artefactos sin la base no eran nada. Piensa en qué decirle. Honestamente, a él le daba lo mismo. Pero sabe que Peter no lo verá así. Ninguno mencionaba mucho el asunto "Stark" pero ahí estaba.

Peter había hecho las paces con sus recuerdos, y si bien se mostraba cada vez más cómodo, aún no hablaba abiertamente de su mentor. Eso era bueno, pero a la vez malo. Riri sin dudas iba a ser coaccionada para devolver lo que no le pertenecía. El pobre infeliz seguro iba a esperar que se disculpara.

Compone una mueca nada más imaginarlo. Ella no hará tal cosa. Tony no haría tal cosa. Ni siquiera Miles lo haría. Y en el fondo dudaba un poco de que su Peter lo hiciera.

Intenta imaginarse mentalmente como sacarla de ese apuro. No porque ella lo necesite, sino porque no quiere que la mierda lo salpique. En el fondo si pudieran maquillar aquello, Peter estaría bien con todo el asunto de que Riri se vuelva una superheroína. Al bastardo le preocuparían ella y su seguridad, pero no le cuesta nada ver cómo pasa de un estado al otro una vez que salgan a corretear bandidos por las calles más desaconsejables de la ciudad.

—¿Crees que Peter se enojará? —pregunta escéptico—. Estoy seguro de que aplaudiría tu idiotez. Porque entendemos que esto, eso, es una idiotez —enfatiza dando un cabezazo en dirección a la armadura—. Si algo se viene... alguien listo para pensar en cómo mantener todo andando va a ser mucho más útil que alguien que pueda dar puñetazos.

Riri juguetea con su lata. Se retuerce en el lugar antes de alzar los ojos y mirarlo.

—¿Me vas a acusar o no? —insiste con determinación.

Soltando un gruñido, alza las manos rendido. Abre la lata y toma un largo trago sin volver a abrir la boca para decir nada. Sabe que no tiene sentido perder medio minuto en esa discusión. Ya pasó por ello muchas veces y aprendió a ver una causa perdida cuando se manifestaba frente a él. La parte positiva era que ella no estaba lista para salir a la vida con un cutre traje de spandex. No señor. Ella iba a ir con una armadura y como que él se llama Tony Stark que se iba a asegurar que llena a más no poder de armas.

—¿Esto fue lo que sacaste cuando colamos la imagen de Peter en el sistema de F.R.I.D.A.Y.?

La sonrisilla que compone le hace torcer el gesto. Era tremenda. Grita culpabilidad y ternura a partes iguales. Dios, Miles se volvería loco si la viera. Una punzada de tristeza lo aguijonea al recordarlo, pero abraza el recuerdo del chico y sigue mirándola a la espera de una respuesta.

—No sé de qué hablas. Jamás hicimos tal cosa.

Ahora es él el que se ríe. No tiene que esforzarse por no luchar contra ese sentimiento peligroso que lo llena. Está bien. No hay problema en quererla. No es una enfermedad. No es una maldición. Él puede. Él ya lo hizo y es más que capaz de mantenerla tan a salvo como a sus Peter y su Miles.

—Ya. Bien. Como sea. ¿Y lo único que necesitas de mí es que... guarde el secreto? ¿Eso solo?

La pobrecita parpadea una, dos y tres veces. Abre la boca y la cierra. Sacude la cabeza, pero Tony está muy tranquilo viéndola, esperando el momento en que termine de analizar esa idea. Va a hacerlo así ella decida que puede sola. Y de hecho algo insultado se siente al saber que llegó hasta allí sin buscarlo, pero, no se deja amargar por eso.

—¿Estás... estás diciendo...? ¿Me ayudarías?

Tony sonríe. Su intervención era una forma mucho menos problemática de explicar aquello. ¿El curioso parecido de las armaduras? Una mera coincidencia entre variantes.

—Para la semana que viene quiero este lugar impecable. Y equipado con maquinaria de este siglo —aclara—. Hay una cuenta de emergencia, úsala. Y... si yo guardo tu secreto, tu guarda el mío.

La estudia detenidamente. No esperaba tener ese día en específico la charla, pero bien podía matar dos pájaros de un tiro. Ella se encargaba del dinero, sabía bien cuando entraban grandes sumas de la nada. Ahorrarse el tener que andar inventando transacciones podía ser lo mejor.

—Pensé que ambos íbamos a fingir demencia. No dejaste el trabajo en la red, ¿no es cierto?

—Sí lo hice. O al menos si deje de trabajar para escoria como Kingpin. Pero, hay gente menos despreciable con muchos millones que necesita un poco de ayuda en ciertos temas...

—Peter va a matarte —se mofa la maldita.

Tony está noventa por ciento seguro de que eso no es así. O bueno, no por las razones que ella cree. Tony estaba trabajando en la deepweb, pero hacía cosas buenas esta vez. Encontrar personas extraviadas, buscar fugitivos, encontrar material de extorsión que impida que cierto tipo de "gente mala" pudiera accionar contra los buenos...

Bueno, en fin. Había mucha gente llena de dinero que necesitaba sus sólidos servicios al margen de una ley que muchas veces por inoperancia o falta de rapidez complicaba todo. Y nada de eso podía ser un problema para Peter. Solo que Tony cobraba. Cobraba mucho. Su política era: si eres bueno en algo, jamás lo hagas gratis. Y él era muy buen hacker. Cobrar era lo mínimo que podía hacer. Y cobrar mucho a gente que tenía mucho era un buen equilibrio. En especial si es que iba a ser él quien financiara (ahora) a dos superhéroes.

Pero eso no quitaba que la maldita lo amenazó con Peter y eso era traición.

—Seguro agradece que te hayas robado la tecnología de su ex y le hayas estado mintiendo todo este tiempo.

Ambos se miden. Ninguno se merecía que Peter confiara en ellos. Lo sabían. Pero entonces ambos sabían que Peter necesitaba verlos como algo que no eran para poder seguir sin hacerse problemas. Tenía que engañarse y sabían que no era peligroso para él. Al menos en lo que a ellos respectaba. Tácitamente ambos se hacían inmolar con tal de cuidarlo. Con su cuerpo o lo que fuera estaban dispuestos a protegerlo. Riri no tenía que convencerlo de dejarla hacer aquello. Tony no podía ni porque perdiera la chaveta hacer eso. Pero podría ser el chico en la silla.

—Entonces... ¿Trato? —pregunta enderezándose.

Camina hasta ella, alza la mano y la suspende a escasos centímetros de su rostro.

—Trato.

Están apretando sus manos cuando la alarma de Riri suena. Se giran en redondo y en las pantallas de todo el taller improvisado hay una misma alerta.

—Ve —gruñe embutiendo con frustración las manos en sus bolsillos.

—Tony...

—Estaré en mi casa. Avísame si tengo que cambiar de planes.

La mirada de ella se carga con pena, pero determinada seguridad.

—Si lo más mínimo se tuerce, te llamo.

—Bien. Ve a trabajar.

Lo más difícil de todo, lo que peor llevaba era eso. Cruza el palier de su edificio y escucha cómo las noticias están completamente tomadas por las buenas nuevas. En casa prende la televisión y deja que el sonido ambiente llene todo. Se queda parado por pocos minutos viendo el desastre. No sé molesta en intentar ver su celular y corroborar que todo esté bien. Se mantiene estoicamente quieto, con los brazos cruzados y los nervios destrozados. Pero pasa. Siempre pasa. Al cabo de tres horas la situación parece estar bajo control. Spider-Man sigue en la zona afectada, pero ya no hay gran riesgo. Ahora es el turno de los bomberos y los rescatistas.

Decide preparar la comida. Eso es mejor que ir corriendo a Queens a esperarlo. No tendrá caso. Sabe que Peter no se irá por más que todo aquel desastre haya terminado. No cuando el héroe de la ciudad era tal porque se quedaba incluso más que cualquiera de los pseudo héroes que había por ahí. Le extrañaría más que se vaya a que se quede ayudando a poner a todo el mundo a salvo.

Los medios lentamente habían empezado a cambiar su discurso. Hasta el idiota de Jameson había tenido que tragarse su mierda. Pero fue por pocos minutos. Enseguida empezó a querer hacer de aquel derrumbe algo de Peter. Alza los ojos cuando lo escucha culparlo de interrumpir la labor de los rescatistas.

—Ya quisieras —le gruñe a la televisión mientras asa en la sartén dos grandes piezas de carne.

El olor empieza a inundar la casa. Le gruñe el estómago. Sonríe tomando una botella de vino para llenar la copa que descansa a su costado. Se mete en ello lo suficiente para que al cabo de un rato, cuando siente algo observándolo, se gire con dos platos listos para comer.

Se le estruja el pecho cuando lo ve. Está duro parado en el balcón, con la máscara colgando de la mano y los ojos medio muertos medio locos fijos en él. El traje está lleno de cortes y hollín.

—¿Hambre? Hice para dos.

Se precipita al interior. Apenas le da tiempo para dejar los platos en la barra y no se le caigan al suelo. El beso es abrasivo, doloroso y salado. Huele a fuego, gasolina y a desesperación. Gime cuando las manos se clavan en su cabello y jalan de él. Nunca fue cuidadoso. Dios sabía que ni la primera, ni la segunda ni mucho menos la tercera vez, pero en ese momento menos lo es. Lo aprieta contra sí, los gira y lo clava contra la mesada. Le separa bruscamente las piernas, jala de la tela que se aferra como segunda piel y embiste con las caderas a su miembro.

No intenta desnudarlo, porque ese no es el fin. Eso no es lo que quiere. O quizá sí lo quiere, medita al sentir cómo las manos ansiosas intentan destrozar la remera. Pero sin dudas no es lo que necesita.

Le muerde la boca y saborea con placer el quejido que suelta.

—Tranquilo tigre, primero tienes que reponer energías. No quiero que te desmayes antes de que empiece lo bueno.

El bufido que le suelta le hace cosquillas en el cuello. Se volvió jodidamente experto en dejarle las marcas más atroces en esa zona en particular. Era una suerte para todos que Tony no tuviera un trabajo fuera de casa, le costaría convencer a terceros que no estaba metido en una relación abusiva.

—Parker, quítame las manos de encima. —se queja firme, dándole un empujón.

—No quiero comer comida —le espeta con la voz tomada por la lujuria.

Le tiembla hasta el último de sus músculos. Joder. Le gusta cuando viene a casa con ese tipo de hambre, pero sabe que tiene que cerrar las piernas, mantener sus interiores donde están y avanzar. Eventualmente llegaría el momento de tenerlo en la cama. Eventualmente se enterrará en su interior y se vendrá tan adentro que el maldito estará con eso adentro una semana. Ahora, justo en ese momento, cuando Peter le quita las manos de encima y se sube de la manera más orgánica del mundo a su mesón, no lo es.

—Hay carne y patatas. ¿Alguna adición? Hay huevos o verduras en la heladera... —enumera pensando fríamente en qué más podría ofrecerle.

—¿No vas a preguntar cómo fue?

Tony junta fuerza de voluntad y retira los ojos de la heladera.

—No hace falta. Hace media hora dieron el recuento por la tele.

La mirada le viaja a la sala y frunce los labios al ver qué Telediario estaba viendo.

—¿En serio?

—Es el primero que va a decir si estás muerto —argumenta a su favor sin siquiera inmutarse—. Está más pendiente de ti que de lo que pasó en ese puente.

—¿Y a ti eso es lo único que te importa? ¿No las vidas de las personas en el buque, no la vida de los que iban cruzando el puente? ¿Solo yo?

—Exacto.

La mirada reprobatoria que le lanza le trae sin cuidado.

—Hay al menos 20 muertos, Tony. 20. No puedes decir que solo mi vida es importante.

—Mírame decirlo si es que con oírlo no te basta. Me importa una mierda si hubieran muerto cien. La única vida que me interesa está sentada en mi mesón.

En la superficie de sus ojos apenas es visible la diferencia entre el desprecio y el fastidio. Otra vez, no se molesta en sentirse apenado. Esa es la verdad y no tiene nada de lo que avergonzarse.

—Está mal Tony. Ya te he dicho mil veces que no...

—Ahórrate el discurso —lo corta impaciente—. Sabes qué hay. Yo sé qué hay. Ninguno necesita oírte despotricar sobre algo que no cambiará.

Molesto, Peter aprieta en dos puños las manos que cuelgan entre sus piernas. Tony sabe que le toca completamente la moral su desequilibrada línea ética, pero eso es lo que es. Y Peter, así le joda, lo sabe y lo quiere pese a eso. Siempre intenta, como su mejor amigo, poner más de lo que hay en su molde. Pero en el fondo sabe que no hay forma de cambiarlo. Era quien era, y Peter lo amaba así. Ambos dos lo amaban así. Así que no se esconde cuando clava los ojos en los suyos. Le sostiene la mirada con orgullo y seguridad.

Alguien en ese maldito lío tenía que pensar de esa manera o, de lo contrario, acabaría muerto mucho antes de que su corazón dejara de latir.

—Mientes.

—Sabes que no.

—Riri. Ella te importa. Si hubiera estado ahí...

Le tiembla un músculo en el cuello. Maldito cabrón.

—Pues no lo estaba, así que no veo por qué aferrarte a esa quimera.

—Porque es importante, Tony.

—No tanto como quisieras.

Ahora es a él al que le tiembla un músculo facial.

—¿Y si lo hubiera estado? ¿Y si hubiera estado allí? ¿Qué harías?

No va a dejarlo. Sabe que no va a dejarlo. Le jode que no fuera a dejarlo.

—Nada. Porque tú no dejarás que le pase nada. Así que, volvemos al mismo punto: solo me importaría que tú estés bien.

—¿Y si fuera ella o yo?

—¿Intentas que me enoje? No lo conseguirás, encanto.

—Intento saber qué harías.

—Iría allí y me aseguraría de que ninguno muera —se queja con fastidio.

—¿Y si no pudieras salvarnos a los dos?

—Me inmolo por ella y ya.

Eso lo saca de su obstinado trance. Se queda petrificado viéndolo con la boca ligeramente abierta.

—¿Qué, encanto? ¿Sorprendido?

—Por... por qué... cómo es que eso ayudaría en nada.

—La saco del peligro y tú llegas a tiempo para salvarla. Fin de la ecuación.

—Eso es estúpido. ¿Y si luego morimos igual?

—No lo harás. No dejarás que ella muera.

—¿Y si luego muero yo?

—Diría que, para enojarme, igual no tendría que haber muerto antes. ¿No lo crees?

Le sonríe cuando lo ve quedarse estupefacto otra vez.

—No puedes ser tan... tan...

—¿Encantador? ¿Deslumbrante? ¿Supergenial?

—Idiota. —se queja bajando con un salto del mesón—. No puedes ser tan idiota. No puedes decirme qué prefieres morir a aceptar que te importa alguien en el mundo aparte de mí.

Tony le sonríe con todos los dientes en cuánto lo tiene plantado frente a él.

—No. No puedo. Porque no quieres eso. No quieres que sea racional, bueno o abnegado. Quieres pelear, tigre. Quieres guerra y me encanta estar a la altura de tus expectativas.

Intenta retroceder, pero le coge el cuello antes de que pueda dar medio paso. Peter se queda quieto pese a que sabe bien que puede alejarlo de un manotazo.

—Nadie me importa más de lo que me importas tú. Nadie. Un alma, mil almas. Medio millón de almas. Todas las del jodido universo, Peter Benjamín Parker. Solo tú. Por sobre mí, por sobre Riri, por sobre cualquiera, Parker. No me importa toda la maldita humanidad del multiverso si estás muerto. ¿Te queda claro? ¿Fui lo suficientemente específico? Solo tú.

Peter vuelve a iniciar el beso, pero esta vez no se molesta en detenerlo y decirle que coma. A la mierda con la comida. A la mierda con todo eso. Lo coge de la cintura, lo alza y se lo carga encima. Peter le rodea las caderas con las piernas y se entrega más a ese beso de lo que se ha entregado jamás.

Tony sabe que eso quiere, eso necesita. No sabe si es consciente o no de eso. No sabe si lo busca a posta o sin querer, pero es lo que necesita. Es lo que lo mantiene cuerdo y funcional. Así piense que es otra cosa, así piense que es bajo o ruin querer ser eso para otra persona. Eso quiere y por la vida que Tony no miente ni un poco al respecto.

Lo lanza al medio de la cama. Se monta encima de él y lo gira para dejarlo boca abajo. Le desprende el traje, muerde cada fracción de piel que va descubriendo. Lo desnuda antes de que pueda pensar en quitarse su ropa.

No es tierno o delicado. No se parece en nada a la primera vez que lo hizo. Con brusquedad lo vuelve a girar.

Peter tampoco es ese chico que se dejó desnudar por primera vez. Tampoco es el mismo que hace medio año se tendió allí listo para esa vez terminar lo que se traían entre manos. No. Ese que está recostado no lo mira avergonzado o temeroso. El que lo mira esa vez se muere de deseo y ganas. Se retuerce con una idea muy clara de lo que viene. Separa las piernas y se arquea cuando su boca lo toma entero. Se empuja hacia arriba. Se folla su boca y le jala del pelo para que vaya a más cuando se estira para coger el lubricante en su mesita de luz.

—Ra-rápido —le gime cuando lo roza suavemente.

—Todo a su debido tiempo, tigre —gruñe besando el costado de su ingle, empujando con cuidado la punta de su dedo.

—No hoy —le jadea antes de voltearlo en la cama con una simple patada.

Tony gruñe por la falta de aire. Lo mira airado, pero se le corta la respiración cuando Peter se sube a sus caderas.

—No hoy. —sentencia con dolor.

Se queda tieso. Es decir, no es que Peter se siguiera comportando como un virgen. No después de tantos meses. Pero aquello...

Empuja sus propios dedos en su interior. La polla se le tensa contra el pantalón. Peter gime echando hacia atrás la cabeza. Empuja más hondo los dedos, se mece contra su cuerpo soltando todo tipo de ruidos bajos y necesitados.

Menos mal Tony en ese momento no necesita de su coeficiente intelectual, porque no hay rastro humano en él. No es más que una bestia primitiva y sensorial. Le queman las entrañas al verlo prepararse a sí mismo. Le colapsa el cerebro al oírlo jadear.

Sisea al sentir las uñas de Peter clavarse en la piel de sus abdominales. La mirada febril está pegada a su pecho, su cintura y sus brazos. Lo siente pelear con su ropa intentando sacarla de su camino. Siente cómo la tela se empieza a estirar y sabe que si no lo frena, puede despedirse de ella. Ondula el cuerpo, se jala de la ropa y se arranca la remera. El maldito cae sobre su pecho al siguiente parpadeo. Tony hunde las manos en los rulos cortos, los jala como puede cuando los dientes se clavan en sus pezones. Baja las manos por sus brazos. Ahora él clava las uñas en su piel. Peter lo muerde más fuerte, murmura en su pecho algo que no entiende, pero no sé detiene. Sigue moviendo su mano, dándose placer a sí mismo con su cuerpo y el de él.

Tony marca con los dedos sus muslos y se encorva para llegar a ahuecarle el trasero. Lo separa bruscamente y el maldito le da un lametón desde el pecho al oído donde deja escapar un gemido largo y húmedo cuando su ayuda le deja meter al completo los dedos en su interior.

—Apúrate o lo haré yo —espeta corriendo el rostro para quedar boca contra boca.

Peter se ríe contra sus labios y pega sus frentes. Se la deja pasar porque automáticamente la risa se le convierte en una mueca de abandono. Gimen al mismo tiempo. Tony empuja sus caderas hacia arriba, imitando el vaivén de la mano. El aire se le atasca en los pulmones, se le electrifica cada terminación nerviosa cuando Peter lo mira con la boca entre abierta jadeando a intervalos irregulares. Sus ojos son dos pequeñas rendijas dónde apenas se ve su iris café, pero desbordan la lujuria. Se retuerce sobre él y sabe que está listo cuando se derrumba sobre su pecho y empieza a gemir con más fuerza, con más ansias. Lentamente se dispone a acomodarlo. Lo empuja suavemente, lo hace enderezarse. Baja lo justo de sus pantalones para poder liberar su miembro, que salta listo y con toda la punta húmeda.

No lo deja alzarse cuando lo intenta, más bien le hace reclinarse hacia atrás.

—Pon las manos en mis rodillas y los pies aquí —le indica palmeando el costado de sus caderas.

La mirada se le despeja sin entender bien qué quiere. No es difícil, pero entiende que le cueste comprender. No pierde el tiempo explicando más. Le toma los pies y los arrastra donde los quiere. La expresión de vergüenza que le regala es suficiente para que Tony se caliente más.

Joder, era hermoso. Todo sonrojos y timidez.

La polla de Peter se tambalea frente a él, cuando se relame viéndolo ahí, abierto, duro y completamente expuesto. Sí... era un espectáculo y él pensaba disfrutarlo a más no poder.

—Alza las caderas y baja lento.

El chico le hace caso pero sin mirarlo. Tony le deja aire. Lo admira cogiéndose el miembro y manteniéndolo alineado con su entrada. El calor de su interior le derrite los huesos y los últimos vestigios de racionalidad. Le toma los muslos abiertos, ve enloqueciendo como lo engulle lentamente. Escucha el gemido que suelta Peter, gime en respuesta. Se tiene que ordenar explícitamente no moverse, asegurarse disfrutar de aquello lenta y pausadamente. Gruñe cuando se sienta hasta tomarlo entero.

—E-es muy profundo —se queja el pobre, apretando los ojos.

Tony no tiene mucho que decir. Está más bien absolutamente embelesado por la sórdida imagen de su miembro enterrado hasta la base en él. Está más allá de sus posibilidades explicar nada de lo que transcurre por su mente. Es una sensación plena, maravillosa y tórrida. Tan sucio, tan suyo, tan explícito y... maravilloso. Esa es una buena palabra: maravilloso. Delicioso, caliente, apretado e increíble.

—Mu-mueve —gruñe algo abstraído de sus palabras.

Y ahí está lo siguiente a la perfección.

Cuando se alza, ambos jadean. Las uñas se clavan en sus pantalones cuando la estocada va aún más adentro en su cuerpo, pero no podría importarle menos. Más bien lamenta no haberse desnudado. Le coge los muslos y lo vuelve a sentar sobre su cuerpo. Peter se retuerce, pero se deja hacer. Vuelve a alzar las caderas y Tony lo vuelve a empujar. Les toma un poco, pero cuando Peter coge ritmo, son un lío de transpiración, éxtasis y placer.

Empieza a embestir contra él. El sonido de su trasero chocando contra su cuerpo es hipnótico y sucio. Peter se toma el miembro mientras se sostiene como puede. El ritmo es mucho más rápido y brusco que gentil y cuidado. No sé parece en nada al sonido acompasado que sus cuerpos supieron hacer uno contra el otro la primera vez que pudo tomarlo como era debido. No, aquello era animal, pasional y desmedido. Peter se deja caer con fuerza una y otra vez. Coge impulso y se choca contra él de la manera menos delicada posible.

Y maldita sea si verlo así de ido y pasional no era lo más maravilloso del mundo.

Empuja su cuerpo hacia arriba, mese las caderas, embiste con firmeza y se asegura de clavarse profundo en su interior. Le acaricia las piernas, los múslos y la parte trasera de sus rodillas. Peter se retuerce cuando le toma un tobillo y le alza uno de los pies hasta llevarlo a su boca. La mirada café se queda prendida del movimiento de su lengua contra los dedos de sus pies. Niega, quiere alejar el pie, pero toma uno de ellos entre sus labios y muerde con suavidad la punta. Lo escucha soltar un ruido en el fondo de su garganta y repite el movimiento, succionando dos dedos esa vez. Empuja entre ellos la lengua, la desliza a lo largo de su empeine y muerde su talón. Peter mece con rapidez la mano que sostiene su miembro mientras Tony lo suelta y toma el otro pie para hacer lo mismo. Sonríe mordiendo la planta de sus pies, clavando los dientes en su talón. Alza una vez más las caderas, succiona los dedos de su pie al mismo ritmo que Peter se masturba. Entonces la decadencia y la oscuridad se cierne sobre el rostro de su bello novio. Tony muerde a lo largo de su pierna y Peter deja caer hacia atrás la cabeza soltando un gemido ahogado.

Todo a su alrededor se extingue. Son ellos y el vacío. Lo suelta y lo atrae contra sí, lo hace que se monte a sus caderas clavando las rodillas a los costados de su cuerpo y se dedica a besarlo, a morder sus labios y a beber sus gemidos. Le quita la mano con la que se está masturbando y la reemplaza con la suya. Lo siente temblar mientras se aferra a sus hombros y empieza a moverse arriba y abajo. Besa su cuello, muerde sus hombros. Se intoxica con el sabor de la piel húmeda y caliente. Siente cómo su propio orgasmo se gesta en la medida que Peter empieza a decirle que no da más y que se apure.

Se lleva uno de los pezones a su boca, los muerde y los chupa. Se deleita con cada fracción de piel que tiene a su alcance. Lo besa todo y lo muerde ligeramente. Peter se estremece, pero lo deja. Deja que marque cada parte de su cuerpo, deja que los rastros de sus besos lo recorran entero. Sabe porque lo necesita, porque es vital que Tony le recuerde estimulando cada terminación nerviosa que está vivo para seguir una noche más. Y lo hace. Se rinde a esa carga con la sonrisa lujuriosa en los labios.

Se sienta en la cama y lo abraza. Lo rodea con sus brazos, pega sus frentes. Gimen uno sobre el otro, se arrancan el aire con cada aliento. Peter empuja el puente de la nariz contra el suyo y Tony siente la necesidad de clavarse tan profundo en él como pueda. Peter musita su nombre en cada embiste. Lo susurra contra sus labios, cada vez más desesperado, cada vez más angustiado, cada vez más necesitado.

Tony empieza a enloquecer, lo aprieta por la cintura, clava con fiereza los dedos en su piel. Peter abre los ojos cuando el dolor le genera malestar, pero Tony lame sus labios y empuja una última vez sus caderas. El grito bajo y amortiguado que Peter suelta con sus frentes pegadas le arranca su propio orgasmo. Tony gime una larga vez mientras que se vacía en su interior y gruñe su nombre.

Lo sostiene contra su pecho mientras resuella. Acaricia su espalda y lo mece suavemente. Siente la humedad de sus ojos caerle por el pecho. No dice nada, no lo hace porque no tiene palabras que lo consuelen. Se limita a amarlo en silencio, dejando que drene el dolor que le producen todas las muertes que ese día no pudo evitar y todas las que vendrán.

Pero su chico es fuerte. Es duro. Antes de lo que seguramente se dé crédito inspira hondo y alza el rostro para verlo. La habitación, tan a oscuras como está, los envuelve entre unas sombras que apenas les permiten distinguirse con claridad. La luz de la luna se derrama por los ventanales, pero no le permiten ver más que algunas sombras en su rostro. No lo necesita. Ahí está, ahí lo tiene. Igual que en todos esos sueños que tuvo en el que fue alguna vez su hogar.

—No quiero que sigas yéndote. —murmura preso de un arrebato que no puede, quiere o desea contener—. Quiero que duermas conmigo cada noche. Quiero amanecer cada día contigo. Eres mi universo, Peter Parker. No quiero seguir separado de ti.

La sorpresa le inunda el rostro, pero en vez de soltar alguna de las largas que ya le había soltado, le sonríe. Lo mira expectante, con el corazón expuesto y tan vulnerable como pocas veces en su vida. Porque esa vez no se lo dijo escondido en una broma. No sé lo reprocha como una queja. Ese fue el alarido de su corazón que sufría cada vez que Tony abría los ojos en un cuarto frío y en una cama demasiado grande para uno.

Peter no rehúye más a su pedido. Asiente con una pequeña sonrisa que lentamente se transforma en una grande y feliz.

Tony, que en verdad esperaba que volviera a decirle que no, lo tumba en la cama y empieza a besarlo a lo largo del rostro y cuello. Eso le hace estallar en carcajadas. El sonido es tan maravilloso que se ve incapaz de escapar de la cama para poder arrastrarlo a la cocina para que coma algo que no sea su polla.

—Tu también eres mi universo, Tony —dice Peter entre besos y eso sí lo deja congelado.

Alzándose con una mano sobre él, estudia su rostro. Le acaricia la mejilla y menea la cabeza regalándole una sonrisa honesta. La mirada café se ve preocupada al notar que niega.

—No. No lo soy Peter —retruca sabiendo de sobra que jamás se permitirá semejante—. Pero soy parte de él y sé lo que eso significa para ti.

—No. Yo... no podría renunciar a ti —musita parpadeando con cuidado—. Sé que debería, sé que eso es lo que... lo que yo... pero no podría hacerlo. Si alguna vez es... si alguna vez te... te perdiera, me aseguraría de que el motivo se solucione y yo... yo iría contigo.

—No, Parker. No tienes permitido eso. No eres eso. Y no necesitas ser eso. No es una competencia, no es una cuestión de medidas o una lucha por quién ama más. Sabes que en el fondo, no podrás dejarlo, porque el mundo necesita a un Spider-Man y mientras seas el único, aquí estarás.

—Hay muchos otros héroes en el mundo. No soy el único —se queja.

—Eres único.

Peter aprieta los labios y corre la vista. Tony sonríe y le besa el mentón, antes de correrle el rostro y hacer que lo mire.

—Está bien Peter, está bien ser quien eres. Está bien hacer lo que haces. Siempre y cuando recuerdes que mientras yo viva, primero eres mío y luego de ellos, está bien. ¿Sí?

—No suena a un compromiso justo —musita pensativo.

—Lo es, porque yo sé exactamente que tú eres primero de ellos, y luego mío. Y yo estoy bien con eso, pero estoy mejor si tú sabes lo contrario.

Peter se queda en silencio. No lo niega, así pareciera que al principio fuera a hacerlo. Está bien. Sabía bien que, para él, nunca podría ser el alma de Tony contra todo el universo y así lo quería. Así lo amaba. Exactamente así: Hermoso, abnegado, optimista, estúpido e imprudente.

Peter lo coge del cuello para besarlo, clava los dedos en su cabello y Tony se deja hacer, disfrutando de su beso, de la sensación de sus cuerpos desnudos uno contra el otro.

—¿Aún no vas a decirme qué me escondes?

—Aún no, encanto —farfulla deslizando la boca por su cuello y su hombro.

—¿Falta mucho? —gime estremeciéndose, cuando empuja la caricia de su boca tras la piel sensible de su cuello.

—Dios quiera que sí, Peter. Dios quiera que sí.

—To-Tony...

—¿No estás listo para otra ronda? —ronronea deslizándose por su cuerpo, hasta bajar a sus abdominales.

La mirada café se enciende cuando lo ve arrodillarse entre sus piernas, lamiendo descaradamente parte del semen que se había volcado en su abdomen.

—Aún me quedan fuerzas en el cuerpo para pelear un rato más —musita el infeliz, separando vulgarmente las piernas.

Tony muerde la cara interna de sus muslos y baja por sus piernas hasta llegar una vez más a sus pies. El chico gime cuando empieza a lamer su empeine.

—Vuelve a hacer eso con los dedos, quiero verlo una vez más. Y si puedes hacerlo sin quitar esos lindos ojos de los míos...

Peter suelta un gemido estrangulado, deslizando la mano por su pecho. Tony se acomoda mejor. Se baja de la cama y se termina de desnudar. Peter hunde los dedos en su interior, viéndolo hambriento.

Tony vuelve a gemir y le coge uno de los pies para llevarlos a la boca, sujetando su propia erección que palpita. Sonríe con hambre cuando ve que cumple con su orden. Peter clava los ojos en él, se estremece hundiendo los dedos aún más hondo en su interior y Tony se masturba sin quitarle un segundo la vista de encima.

Se mete en su interior antes de correrse. Peter se aferra a sus hombros y se contorsiona con un quejido cuando vuelve a venirse hasta el fondo en su cuerpo.

El tiempo corre, pero mientras Peter se queda dormido, Tony sabe que no lo hace lo suficientemente rápido como para que él no pueda darse el lujo de verlo dormir un poco. Ve como su ceño se frunce, como se agita entre sueños, pero no lo despierta. Le acaricia la frente arrugada y le corre el pelo de la cara. Vela toda la noche por su sueño y cuando se despierta, Peter está a su lado, viéndolo con una sonrisa en el rostro.

—¿Tienes el traje que vas a ponerte hoy? —pregunta a modo de saludo—. Prometiste ser un novio trofeo y Collin no para de darme lata desde que le avisé que mi novio iba a ir conmigo a la fiesta para recaudar fondos de la empresa.

Tony sonríe cogiéndolo del cuello y lo tumba sobre él.

—Va a morirse cuando vea lo que te follas.

—Preferiría que no, me cae bien —ríe.

—Entonces va a querer follarse al que te follas.

—También preferiría que no, sus ojos le agradan lo suficiente a él y a mi jefa como para que no se molesten conmigo cuando se los arranque.

Con una sonrisa traviesa, Tony lo abraza y le besa el cuello antes de rodar en la cama y pararse impunemente desnudo.

—¿Vienes?

Peter lo acompaña al baño y cuando salen, preparan juntos el desayuno. Tony lo contempla en la puerta cuando sale listo para irse a trabajar, vestido con su ropa, ya que Peter aún no había aceptado traer la suya al apartamento.

Suspira mirando la ciudad de Nueva York a su espalda, cuando es hora de ponerse a estudiar un poco más sobre el estúpido multiverso.

Está lo suficientemente aferrado a esa vida como para permitir que algo tan molesto como una incursión lo joda todo. Ama demasiado a ese condenado hijo de puta como para permitir que nada los separe. Mira por la ventana y sabe que, en su universo, Miles pelea por lo mismo.

Cuando llega la hora, se cambia y sale para Oscorp. En la entrada, le da su tarjeta a uno de los guardias y pasa sin dudar o vacilar. Peter está cerca de la mesa de los cócteles, ataviado con un traje que le queda dolorosamente bien, hablando con un rubio con cara de guaperas y una castaña con el cabello recogido y un flequillo que apenas cubre el borde superior de unas gafas grandes y redondas.

—Peter.

Aprecia la forma en la que sus ojos lo recorren y como la boca se le abre ligeramente. Tony le sonríe de lado y alza las cejas. Peter carraspea y se acuerda que debe respirar, si es que pretendía no morir allí mismo, antes de presentarlo. Sus compañeros lo estudian con diferentes grados de interés. El rubio le sonríe, pero Ofelia Walker tienen que fingir que no está interesada por demás en su rostro. Peter se tensa a su lado, pero Tony solo le sonríe y lo coge por la cintura, preguntándole si puede llevarlo a conocer su taller.

—Lo sabe. Mierda, ella lo sabe.

—Mejor, necesitas gente inteligente cerca.

Peter lo mira molesto, pero Tony no le da espacio a su miedo. Lo aprieta contra su cuerpo y lo besa duramente antes de separarse de él y deleitarse con los ojos en su apariencia.

—Hoy, encanto, dejaré que lo hagamos frente al espejo y con la ropa. Ninguno de los dos va a querer perderse este espectáculo.

—Tony —gruñe Peter apretando los ojos por la idea—. No intentes cambiar el tema. Ella...

—Peter, no puede probar nada —suspira, preparado para su brote de histeria desde que Peter le preguntó tímidamente si quería ir con él a esa cena.

Sabía lo peligroso que podía ser dejar ver su rostro frente a esa gente en particular, pero si Peter había decidido olvidarlo o ni siquiera lo tuvo en cuenta, él no iba a ser tan estúpido como para recordárselo.

Quería conocerlos. Cada día que pasaba, Peter más se encariñaba con ellos y Tony necesitaba hacerse su propio juicio sobre esos dos antes de determinar si debía meterlos en la lista de problemas a tratar en un futuro cercano o la de aliados. Ciertamente, los dos eran científicos de alto nivel y renombre. No dudaba que en el futuro, podrían serles de utilidad, pero si no podía confiar en ellos... bueno, lo mejor era saberlo cuanto antes.

—Riri se aseguró de eso —le recuerda repitiendo las palabras que traía preparadas de antemano—. Mis papeles pasaron todos los controles de calidad. En el mejor de los casos, va a creer que fingí mi muerte, en el más loco de los casos, va a creer que soy su gemelo malvado. Y solo en el peor de los casos, va a pensar que soy una variante. Y en ninguno de todos esos escenarios, la veo haciendo nada contra ti. Ten fe.

La mirada que le lanza lo hace dudar un poco de sus convicciones, pero antes de que pueda ofrecerse a fingir una emergencia, Peter suelta un suspiro, cuadra los hombros y le coge la mano.

—Tienes razón. Ella no hará nada contra mí. Es... es mi amiga y... y no quiero tener que esconder nada que no sea indispensable de ellos.

Con una sonrisa coqueta, Tony entrelaza sus dedos y se deja arrastrar a la fiesta. Ofelia no vuelve a fijarse en su rostro por más de dos segundos. El rubio, en cambio, lo mira de soslayo cada que puede. Cuando Peter es secuestrado por Norman y Ofelia se ofrece inmediatamente a ir con ellos, se quedan solos.

—Me alegro de que hayas conseguido solucionar tus cosas y hayas podido volver —murmura el chico junto a él y Tony sonríe meneando la cabeza.

—También me alegro por eso —responde escuetamente, mirando en todo momento cómo Peter se medio esconde tras su jefa cada que Norman intenta hacerlo partícipe activo de la conversación.

La mujer absorbe la atención de los invitados, desviando todo el tiempo la vista de Peter a ella. Ve la forma en la que instintivamente lo protege con su cuerpo y eso le saca una sonrisa más que satisfecha.

—Peter se ve mucho más feliz —añade el rubio, aun esforzándose por sonar despreocupado.

—Me alegro por eso también —corrobora lacónico.

—Me gusta ver a Peter feliz —Tony inclina la cabeza y posa sus ojos en los azul hielo del chico que, a su lado, extiende una sonrisa amable y dura en su dirección—. ¿No te alegra eso también? —pregunta con fingida inocencia, mientras bebe un trago de su copa.

—¿Es eso una amenaza?

Collin abre los ojos como si la idea lo sorprendiera. Enseguida menea la cabeza y se ríe, pero no hay una sola fracción de diversión en su semblante.

—No. Por supuesto que no. ¿Quién soy para amenazarte?

—Seguro. Tienes razón, sería muy raro que su compañero de trabajo me amenazara...

—Soy su amigo —lo corrige con una sonrisa que muestra demasiado los dientes como para ser amistosa.

—Correcto, su amigo. Perdón.

—No hay nada de qué disculparse —se rie dandole un ligero golpe con el puño cerrado en el hombro.

Tony mira la mano que lentamente cae entre ellos y se mantiene derecho cuando Collin se acerca un poco hacia él.

—Asegurémonos de que eso se mantenga así, ¿quieres? —pregunta bajando el tono a uno definitivamente hostil—. Peter puede no tener familia directa, pero en Oscorp, nos gusta pensar en nosotros como una familia del corazón. No lo olvides.

—Sin dudas no lo haré —responde Tony cuando lo ve alejarse suavemente de su lado.

No sé molesta en sentir celos. Peter es demasiado suyo para algo tan pueril.

—Entonces no creo que nunca tengamos problemas —dice el chico estirando la copa en su dirección.

Tony choca con él su propia bebida y se quedan en silencio, viéndose a los ojos hasta que Peter vuelve a aparecer a su lado. Ofelia le da una mirada rápida a Collin y lo estudia a él cuando se percata de la tención en el ambiente. Peter no se da cuenta, porque está más interesado en cuchichear a Norman por sobre su hombro que en entender qué pasa allí.

—¿Todo bien? —pregunta la mujer, parándose junto al rubio, sin alejarse mucho de Peter.

—Perfectamente —responde Collin sin darle tiempo a decir nada—. ¿Ustedes?

—Bien... ¿seguro que todo bien? —añade mirándolo a él directamente.

—Perfectamente. Collin me comentaba que Peter se encuentra particularmente feliz estos días.

Eso hace que el aludido de un respingo. Ofelia le lanza una mirada fulminante al rubio y este solo sonríe con picardía cuando Peter suelta un gemido por lo bajo.

—Collin dice estupideces cuando toma, no le haga caso señor Real —dice ella enseguida, asegurándose de darle al rubio un golpe con el codo a la altura de las costillas.

—Creo que deberíamos ir a casa —murmura Peter, ligeramente rojo, ligeramente incómodo.

—Aún no es la hora del baile —se queja Collin, bajando la vista a Peter.

—¡Exelente idea, Peter! Creo que Norman en cualquier momento empieza a pasearte por la sala. Lamento decirte que el decano de Cornell ya llegó y te reconoció. Creo que empezó a esparcir el rumor de que estás aquí...

Eso lo hace mirar alarmado en todas direcciones. Tony había conseguido sonsacarle el asunto de su tesis y no puede sino estar de acuerdo con el plan de escape. A él tampoco le convenía que la gente se pusiera a hablar de portales, puentes cuánticos o agujeros de gusano.

Kinping estaba furioso. Cada día estaba más cerca del trasero de Peter y del de Daredevil. La guerra que en algún momento Peter le confesó era silenciosa se había vuelto una abierta y lo mejor sería evitar que ese infeliz sintiera interés por la persona teorizó sobre los agujeros de gusanos y cómo mantenerlos abiertos.

En algún momento de su vida hubiera visto potencial en aconsejarle a Peter que se metiera dentro de esa empresa para robar información desde adentro, pero hacia al menos veinte años que era no era tan estúpido.

—Sí, hora de irnos —sentencia Peter, tras corroborar con una mirada rápida que estaba de acuerdo— . Chicos...

Tony ve maravillado como les da un beso y un pequeño abrazo a cada uno. La mirada de Ofelia vuela una vez a su rostro, pero lo que sea que quiera decir, desaparece de su vista nada más mirar una rápida vez a Peter y la forma en la que, sin ver, busca su mano cuando Collin intenta persuadirlo de quedarse.

—Un placer conocerlo, señor... Real.

—Por favor, el placer fue mío. Puede llamarme Noel.

—Noel —repite lentamente, mirando con astucia su rostro.

Peter no era el único con instintos sólidos, así que Tony se ríe y asiente con amabilidad.

—Isaac Noel Real —especifica, separando con intención los nombres.

La mirada de ella brilla por unos pequeños segundos, pero antes de que pueda decir nada, la ve bajar los y sonreír ligeramente. Quizá ella era una mujer de pensamientos malos. Sus ojos vuelan a Peter que se tensa a su lado, pero Tony solo sonríe con un ligero asentimiento.

Sin dudas, sin ningún maldito lugar a dudas, ella iba a ser una pieza clave para su futuro próximo.

—Señor Real, un placer conocerlo. Espero que alguna vez venga a tomar algo con nosotros a la salida del trabajo —dice Collin, extendiendo la mano para tomar la suya.

—No lo hará, porque yo no voy a tomar nunca a la salida del trabajo —se queja Peter.

—Una horrorosa costumbre que insisto en abolir —acepta su compañero con solemnidad.

—Deja en paz a Peter —murmura Ofelia dándole un codazo más fuerte—. Y deja en paz al señor Real. Discúlpelo, por favor.

—No hice nada —se queja y tiene que soltar un bufido cuando Peter le da un codazo en el otro costado—. Paren con eso, me van a hacer daño —se queja molesto.

—Me aseguraré de convencer a Peter para que un día de estos, cumpla con una de esas invitaciones. Lo prometo —ofrece Tony, tomando su mano—. Me alegra mucho saber que Peter tiene compañeros que no están dispuestos a permitir que sea un completo aguafiestas. Siempre le digo que tiene que salir más, pero la sola idea parece darle pánico.

—Si no quiere, no necesita hacerlo —dice de repente el rubio, dándole un duro apretón.

Tony reprime una risita cuando Peter suelta una disculpa sentida por lo bajo. Suelta la mano del grandulón, pero lo hace sin sentir que haya nada por lo que disculparse. Los momentos en los que se permitió ser débil, seis meses atrás, una de las cosas que más lo aterraba era lo solo que estaba Peter. Que no hubiera nadie para vigilarlo, para cuidarlo. Pero era claro que desde Riri hasta ese par estaban por la labor. Con un pequeño instante de estupidez, quiere creer que eso era un total de cuatro mentes destacables en el barco y que eso tenía que significar que, de ser necesario, podrían empujar la suerte para el lado de Peter.

—Eres un completo fastidio. Por eso es que nadie quiere salir contigo a esos estúpidos lugarsuchos —se queja la científica.

Ofendido, el rubio se da vuelta y Peter le coge del brazo arrastrándolo fuera.

—Es mejor irnos ahora que empezaron a pelear —susurra Peter, serpenteando con destreza los invitados y el mobiliario—. Sino, sólo Dios sabe cuánto más nos retendrán.

—Parecen buenos amigos.

Peter sonríe saludando al sujeto de seguridad que lo recibió en la puerta y suspira viendo sobre su hombro antes de volver a verlo.

—Lo son.

El ballet de la puerta trae su auto cuando le da el ticket y agradece cuando Peter le da una buena propina.

—Mírese nada más, señor Parker. Todo un caballero.

Peter le rueda los ojos, pero cuando cierra la puerta de su lado y Tony se termina de acomodar en su asiento, le coge de la pajarita del traje y le estampa un beso tan abrasador como prometedor.

—Apúrate, me prometiste un espejo —gime mordiendo su labio inferior, deslizando los ojos a lo largo de su torso y sus piernas.

Tony siente como el miembro le palpita al ver la lujuria explícita en su mirada. Muerde su labio inferior y le da un último beso antes de ponerse en marcha.

—Abróchate el cinturón encanto, rebasaremos un par de límites de velocidad.

Cuando llegan, Peter mantiene la compostura hasta que cierran la puerta del apartamento.

Ninguno de los dos trajes sobrevive al encuentro. A la mañana siguiente, con un nuevo reguero de marcas por el cuello, Tony se encuentra muy feliz y satisfecho haciendo el desayuno cuando Peter sale del cuarto, vestido con otro conjunto de su armario. Se queda un segundo viéndolo, absorbiendo la imagen que tiene todo despeinado y somnoliento. Recibe el beso que le da medio dormido, medio hambriento y siente la felicidad colmarlo.

Le cuesta un poco no hacer algo idiota como pedirle matrimonio o preguntarle que le parece eso de tener hijos. Se limita a no dejarse arrastrar por el futuro que pueden no tener. Pero sin dudas, se deleita viéndolo coger uno de los platos que preparó para ellos y coger una loncha de tocino con la punta de los dedos.

En el fondo, sabe que es pedirle mucho al destino, pero espera de todo corazón jamás dejar de disfrutar esa imagen. Peter lo mira y alza una ceja preocupado, pero solo niega y le lanza un tenedor.

—Deja de comportarte como un salvaje y usa cubiertos.

El condenado le saca la lengua, pero le hace caso. Tony se sienta junto a él y come escuchando con atención, lo que Peter le cuenta qué paso en la fiesta antes de que él llegara. Pero habla demasiado rápido y antes de poder seguirle el ritmo, su mente se desdobla pensando en lo cotidiano que parecía todo. Se entretiene con la imagen de sus piernas dobladas en la silla, en la forma en la que sus pies descalzos acarician sin ser conscientes su muslo y como la comida va desapareciendo de su plato.

Recuerda ese desayuno antes de la fatídica charla en su taller y recuerda cómo pensó que aquello era algo a lo que podía acostumbrarse. No le sorprende la cantidad de razón que tuvo en ese momento. Tampoco le sorprende lo feliz que es con eso.

Piensa instintivamente en su mejor amigo, piensa en las palabras de MJ. Si eso era lo único que Peter esperaba que tuviera, estaba orgulloso de poder decir que había cumplido con su último deseo.

—¿Sí me estás prestando atención? —se queja Peter, con un mohín al cabo de un rato.

—Te amo —responde a bocajarro porque no, no lo estaba escuchando.

Peter parpadea sorprendido, pero en lugar de reprenderlo porque claramente esa fue una estrategia muy burda para salirse con la suya, se inclina junto a él y se ríe besándolo.

—Yo mucho más —canturrea para molestarlo.

Tony discrepa completamente con esa idea, pero no se lo dice. No quiere hacer que una pequeña discusión pase de ser divertida a una seria y que deje marcas. No tiene sentido. Sabe exactamente cuánto lo ama Peter, cuánto lo quiere y todo lo que está dispuesto a entregar por él. Tony no quiere pensar mucho en el que esa entrega puede significar morir por salvarlo, no quiere dejar que esa mierda los toque. Más bien se limita a asentir complaciente y vuelve a posar los ojos sobre él.

Con una sonrisa tirando de sus labios, Peter se pone de nuevo a la labor de contarle cómo había ido el trabajo el día anterior y una vez más, como la última vez que creyó lo vería, la imagen en general lo deja de rodillas: sentado de cualquier manera en la silla, despeinado y con su remera; con los ojos suavemente hinchados, con el sol entrando desde atrás y la ciudad de fondo se ve tan joven, tan lleno de vida, tan hermoso y tan suyo que no puede ni respirar. Es tan dolorosamente suyo que esa pequeña cosa que hacía al menos 20 años no sentía, lo sacude. Esa sensación de que si no lo toca, si no agarra, se evaporará entre sus dedos, lo sobrecoge y hace lo único que sabía hacer en esos momentos. Sede a ese viejo impulso y lo coge, abrazándolo. Peter no pierde el ritmo, se reacomoda en la silla y se sienta de costado, usando sus piernas como apoyo para estirar las de él. Tony ve cómo sigue hablando, como sigue agregando capas al relato, sin siquiera reparar en la forma en la que amolda su cuerpo para jamás perder contacto con el de él. Empieza a parlotear algo sobre Norman y esta vez lo escucha, sin perder detalle.

Patea lejos el miedo y la ansiedad. Se mantiene en el presente, viéndolo, tocándolo, oliéndolo.

Decide dejar que el futuro llegue cuando tenga que llegar. En ese lugar y ese tiempo, solo están ellos dos. En ese momento, todo el multiverso podía esperar, porque lo único que le importa es que tiene a este Peter Parker con él y entre sus brazos. Y ese impasse en el tiempo, solo ese momento tan cotidiano y mundano, era mucho más poderoso que toda la fuerza de los cientos de miles de estrellas y mundos que allá afuera conspiraban por arrebatarles sus felices por siempre. Porque lo que sentía por ese chico, había atravesado el multiverso y si Tony pudo volver una vez, podría volver millones de veces. Porque estaba hecho para amarlo, estaba hecho para estar junto a él y no habría nada que lo fuera a impedir.


Fin.

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