XXIII

Capítulo Extra: Peter 717 - Dos veces donde un joven Peter Parker casi rompe el canon.


En el vasto entramado del universo, existe una fuerza inquebrantable conocida como canon. Este concepto se refiere a un conjunto de eventos que están predestinados a ocurrir de una manera específica, inmutable e inevitable. El canon, en su esencia, es una narrativa preescrita que guía el curso de la vida y los acontecimientos, sin permitir desviaciones ni alteraciones. Las acciones y decisiones de los individuos, por más libres que parezcan, están todas encaminadas hacia un fin que ya ha sido dictado por las manos invisibles de la escritora.

Sin embargo, algunos personajes rebeldes, a veces exponen al canon a pequeñas pruebas donde intentan cambiar su curso. A pesar de estos esfuerzos, el canon se mantiene tal cual, firme e inalterable. Aceptar la existencia de un destino predeterminado es reconocer que nuestras vidas están entrelazadas con un plan mayor, uno que no podemos cambiar ni controlar. Este entendimiento puede traer consigo una mezcla de resignación y paz, pues en la gran sinfonía del cosmos, cada nota está ya compuesta, cada acorde ya dispuesto. Navegar la vida bajo la sombra de un destino inmutable es tanto un desafío como una danza con lo inevitable, donde cada paso nos acerca un poco más a la revelación de lo que siempre estuvo destinado a ser.

━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━



—¿Y si me hago un tatuaje?

Peter se queda congelado nada más la última e termina de sonar entre los labios de Tony. Al alzar la cabeza, su bolígrafo tacha sin querer la palabra que había estado intentando subrayar.

—¿Perdona? —pregunta pausadamente, queriendo constatar si era o no producto de su mente aturullada esa oración.

—Un tatuaje. Todos tienen uno.

El latido que siempre siente en su ojo cuando Tony empieza con sus cosas se hace presente nada más entender qué ese no era un farol. No era una de esas preguntas trampa que solía decir para distraerlo cuando se enojaba porque "estaba estudiando mucho".

—No puedes hablar en serio.

—¿Por qué no? —pregunta arrugando el entrecejo, girando en la cama para verlo.

—Porque... porque... A tí no te gustan los tatuajes.

—Nunca dije eso.

El latido se intensifica. Endereza la espalda y la apoya contra la cama, dónde Tony gira y se queda boca abajo viéndolo muy fijamente. Tiene uno de sus brazos metidos bajo la mejilla, así que luce entre patético y adorable allí desparramado, con sus ojos verdes e inmensos viéndolo detenidamente.

La vieja certeza de estar viendo al que será sin lugar a dudas uno de los hombres más hermosos del mundo lo consume y arrastra buena parte de su habilidad con las palabras por uno o dos segundos. Cómo siempre, luego de ese pequeño impasse silencioso, vuelve a estar en sus cabales. Carraspea porque, como siempre, la mezcla de culpa y envidia lo incomodan. Sabe que no debería tener ese tipo de pensamientos intrusivos, pero siempre que pasaba se sentía incómodo y vulnerable. Le incomodaba saber que a veces Tony lo dejaba físicamente en blanco, y lo hacía sentir una basura el odiarlo un poco por algo que ni siquiera podía controlar. No es como si fuera su culpa ser tan hermoso.

—Despierta, Parker. Esto es serio. ¿No crees que se me vería bien? —pregunta, alzando su humanidad sobre los codos—. Aquí. Algo... así de grande.

Con el dedo marca toda la piel que está justo encima del codo, hasta llegar a la cresta de su hombro. Su mirada le vaga por el cuerpo y ve como la mano se le pierde por debajo de la manga corta y pegada de la playera.

—No. No puedes.

—¿Por qué no? —se queja remilgadamente y Peter gracias a Dios tiene un año de experiencia viéndolo hacer morritos, de lo contrario, la expresión que le estaba haciendo hubiera conseguido dejarlo una vez más en blanco—. Y no me vengas con esas chorradas judías de Ben. Mi cuerpo no es ningún templo.

Peter ya lo había pillado fumando, así que no se pone a discutir eso con él.

—No iba a decir eso —se queja con una mueca—. Iba a decir que aún no terminas de desarrollarte. A tu cuerpo le quedan mínimo 5 años más de crecimiento. Si te lo haces ahora, lo más probable es que termine todo estirado y feo.

Con un bufido triste, Tony se deja caer en la cama boca abajo y gruñe molesto

Espera, tiene más cosas que avalan su respuesta. Con catorce años, Tony no es dueño de sí mismo y solo un tatuador horrible osaría meterle tinta a un cuerpo menor de edad. Así Tony quisiera sobornar al que fuera, la familia Stark era mundialmente conocida y nadie sería tan idiota como para mancillar la piel del heredero del emporio de las armas.

Pero no tiene oportunidad de usar esa carta, dado que Tony no vuelve a decir nada. Espera por un rato, pero sigue en silencio, cavilando eso. Más complacido que antes, agacha la vista y sonríe mientras vuelve a su tarea.

—No dijiste si me quedaría bien —murmura al cabo de un tiempo más que razonable para que siga insistiendo con el tema.

Con la boca enterrada en las almohadas, no se molesta en verlo. Solo está ahí, tendido, fingiéndose miserable.

—Todo te queda bien, Tony —argumenta molesto con que siguiera fastidiando con el tema.

—Lo sé. Pero no lo dices lo suficiente.

Peter rueda los ojos sin mover la vista de sus apuntes. Bien, solo estaba siendo dramático.

—Siempre te digo que eres lindo —le reprocha con un tono entre lastimero y ofendido.

Conteniendo un gemido, alza la vista y se queda duro viendo los ojos verdes fijos en él. Ve que está demasiado concentrado para estar molestando sin más. Se miden y entonces nota que lo dice de verdad. De verdad piensa que Peter no se lo dice seguido y eso lo hace poner genuinamente ansioso.

—¿Tienes dudas de si eres o no lindo? —consulta sin entender bien por dónde va la cosa.

Es decir, sí eran dos niños con rostros bastante añiñados aún, pero hasta en ese punto de la transición podías verle el potencial. Y con la pubertad empezando a obrar su magia, nadie podía decir que Tony no iba por el buen camino. De un año a esa parte su rostro ya dejaba entre ver más ángulos y el cabello se le había empezado a rizar en algunas partes y a oscurecer en otras. El tono rojizo zanahoria había dado pie a un tono más bien caoba, mucho más castaño y agradable.

Peter, que aún parecía un enclenque de 13, encontraba humillante que de los dos, Tony fuera el preocupado.

—Yo no. Pero tú no me lo dices.

—¿Y tu ego encuentra eso insultante o preocupante?

—Lo encuentro especialmente descortés. Tu último viaje a la peluquería fue un error que tuve el detalle de no mencionar...

—¡Estuviste una semana entera burlándote de mí al respecto!

—... por más de una semana. ¡Vamos fue un espanto! —se queja sentándose ágilmente en la cama.

Alzando las manos, Peter decide no discutir al respecto. Seguro para él contaba como un logro no meterse con alguien por su apariencia por más de un puñado de días. Se ordena a ir a lo que en verdad importa.

No está seguro de si la acusación es verídica o no. Pensaba muchas veces al día que Tony era guapo y unas pocas más que, cuando llegara a la edad adulta, sería devastador para el autoestima de toda su especie. Pero no está seguro si lo dijo alguna vez en voz alta. Le apenaba un poco pensarlo. No estaba seguro de si eso era o no normal siquiera. Y no es como si se arriesgaría a preguntarle al idiota frente a él. Tony podría decir que sí, solo por el placer de escucharlo. Aparte, a Tony le gustaban los chicos, seguro para él no era nada extraño pensar así de otros hombres. Pero Peter jamás pensó así de otro hombre. Solo pensó así sobre alguna que otra chica, pero tampoco tan así. No conoció jamás a una que le quite el aliento.

Con un ligero espasmo, recuerda que sí lo hizo solo una vez. Esa misma sensación de quedarse en blanco, subyugado por algo más allá de lo que su inocente y joven mente podía decodificar. La chica que había empezado a trabajar como ayudante de cátedra lo había dejado igual de mudo que Tony.

—Todo tú eres lindo —dice más bien pensando en que lo mejor era dejar de dudar sobre eso y solo decirlo. Al final, era más raro sentir que tenía que callarlo que solo soltarlo—. El tatuaje te quedaría bien. Tan bien como te quedaría cualquier cosa que decidieras ponerte.

—¿Y un aro? ¿Aquí?

—No creo que tus ojos necesiten nada para resaltar más de lo que ya lo hacen —protesta cuando lo ve tocarse la ceja—. Tampoco tu boca, Stark —murmura algo fastidiado con este objeto imaginario que Tony quería usar para lastimar su labio inferior—. Deja en paz tu rostro, no necesitas ponerle nada para que se luzca.

Tony se ríe como estúpido y Peter gruñe cuando un sonrojo le satura las mejillas.

—Eso está mucho mejor, Pete. Mucho mejor.

—¡Quítate! —gruñe molesto cuando lo ve deslizarse por el costado de la cama.

Cuando cae junto a él, le da un codazo, pero Tony no se deja inmutar. Le rodea el cuello con un brazo y lo aplasta contra su costado. La mano que no tiene colgada en su cuerpo se desliza por encima de sus apuntes y entrelaza los dedos con los suyos, apretándolos con cariño.

—Tu cara tampoco está nada mal, Pete. Cuando seamos unos treintañeros, verás que tendré un chico tan atractivo como tú colgando de mi brazo y tú... bueno, a una chica que seguramente será muy inteligente...

Que se ría cuando lo empuja para quitárselo de encima no hace nada porque él se ría. Eso solo lo logra cuando ve su cara de bobalicón en el suelo, mientras rueda como si de verdad le hubiera hecho daño.

—Vamos, no me dejaste terminar —lloriquea rodando por el piso hasta quedar tendido cerca de sus pies—. Seguro será inteligente, buena y ardiente como el infierno.

—Ya. Seguro ibas a decir eso —se queja apenas pateándolo con la punta del pie.

—¿Crees que seguiremos siendo amigos?

Atrapado desprevenido, Peter se queda viendo fijo como todo rastro de diversión muere en su rostro. La mirada verde no lo busca, está detenida en el cielo raso de su cuarto. Las facciones se le han endurecido en un ceño ligeramente fruncido y una mueca contrariada en las comisuras de sus labios.

—Claro. ¿Por qué no lo seríamos?

Entonces, cuando gira el rostro y vuelve a clavar los ojos en él, Peter recuerda lo mucho que odia a los padres de Tony. No tiene una respuesta que darle, porque básicamente no sabe qué hizo para que sus propios padres no lo quisieran cuando era un niño.

Se le ocurre que algo pasó mientras él estaba allí estudiando y Tony iba a clases. Ahora entiende que la charla sobre el tatuaje y que Peter no le decía a menudo que si era o no lindo tienen una connotación mucho más profunda que algo tan superficial.

Con determinación deja sus apuntes a un lado de la cama y se dice que ya más tarde podrá estudiar para el examen.

—Lo seremos —le jura, estirándose en el suelo a su lado.

Estira la mano y alcanza la de Tony que lo espera abierta y con la palma arriba. Entrelaza su dedo meñique con el de él, Tony lo aprieta y acomoda el costado de su cabeza contra su hombro. Sus brazos se tocan, sus piernas se tocan. Está tan rígido que Peter se siente mal por él, por los dos.

—¿Aún si la jodo? —susurra Tony con un hilo de voz y los ojos cerrados.

—Aún si la jodes —promete apretando la cabeza contra la de él—. Siempre seré tu amigo, quieras eso o no.

—Siempre lo voy a querer, Pete. Siempre.

—¿Ves? Entonces no hay de qué preocuparse.

Escucha el sonido estrangulado que sale de su garganta y sabe que no lo cree o no lo ve tan claro como él. Pero Peter está en el suelo a su lado, sintiendo como cada parte de su cuerpo entra en calor con la que está tocando y sabe que es así como tiene que ser y como siempre será.

—No te hagas un tatuaje. Tienes la piel de un tono dorado muy lindo. No lo arruines con tinta. Y nada de aritos. No necesitas mejorar nada. Aunque quizá deberías operarte la vista. Esos lentes que usas en verdad hacen que parezcas un nerd.

Tony lanza una carcajada y se gira para quedar recostado de lado junto a él. Alzando la mano, la pasa con cuidado sobre su estómago y se aprieta contra él. Su mirada busca instintivamente la puerta. Está cerrada y alcanza a ver que con pasador. No tiene ganas de que nadie entre y los pille. Él sabe que allí no hay nada más que dos amigos dándose apoyo. Uno más que otro, pero al final del día, Tony tenía sus demonios y pese a que en general era bueno fingiendo que todo el espectro del afecto físico le parecía innecesario y asqueroso, había pequeñas veces donde era quien buscaba calor humano.

Pasa el brazo por debajo de su cabeza y lo aprieta contra él, dejándole que acomode la cabeza sobre su pecho.

—¿A mí me quedaría bien un tatuaje? —pregunta después de un rato, picado con la idea.

—De puta madre, Parker. Pero tendría que compartirte con todas las chicas del campus si ellas se dan cuenta de que eres atractivo y no me gusta la idea.

—Todas son al menos ocho años mayores que nosotros, Tony. Ninguna de ellas me encontrará atrac-

Se le acaban las palabras cuando Tony se levanta y se apoya en su pecho para mirarlo con el ceño profundamente fruncido.

—Lo harán, Pete. Pero aún no estoy listo para dejar que ninguna de esas buenas para nada te roben. Así que no hagas nada idiota y mantente así de nerd.

Dándole un golpe en la frente, lo aprieta una vez más contra su cuerpo y Tony se deja hacer volviendo a recostarse. Sus manos se encuentran sobre su pecho y antes de que se den cuenta se encuentran jugando una silenciosa lucha de pulgares. Pasan un rato allí enredados uno en el otro y es Tony el que rompe primero el contacto. Se endereza, no lo mira y huye del cuarto con la promesa de ir por frituras, pizzas y algo para beber.

No le dice nada. Lo deja huir del momento y se estira en el suelo para coger sus apuntes. El bolígrafo vacila sobre las letras a las que no puede prestarles atención. Mira la puerta y se siente un idiota impotente. Tony creía que era débil por haber buscado su afecto cuando se sentía solo y angustiado, pero Peter sabe que eso fue mucho más valiente y maduro que lo que hizo él.

Tony ni siquiera vaciló en decirle por qué no tenía que hacerse un tatuaje. Sin más le dijo lo que pensaba y Peter ahí estaba, sintiéndose incómodo, extraño y angustiado porque él tenía exactamente los mismos motivos que su amigo para no querer que se tatúe, pero era incapaz de decirlo para nadie que no sea él mismo.

Porque Peter nada más pensar en Tony con un tatuaje, pensó en la cantidad de chicos que iban a dejar de fingir que Tony les daba lo mismo y qué sería de él si Tony se iba de su lado. Qué sería de él si tuviera que compartirlo. Qué sería de él si lo pillaba buscando el afecto corporal en otra persona.

La idea le hace pensar cosas mezquinas. Le hace sentir deseos de impedirle salir solo, pero cuando Tony llega con la comida, Peter se da cuenta de que pensar eso, pensar y desear eso, era mucho más raro y extraño que encontrarlo lindo. Cuando Tony le pregunta si está bien, miente y sonríe diciendo que sí. Se tiran una charla de tatuajes y diseños, y antes de que pueda volver a pensar en lo mucho que quiere amputarse la lengua, le promete a Tony que cuando se aseguren de que ya ha dejado de crecer, le recordará que tiene que hacerse un tatuaje. Y se obliga a dejar en paz los pensamientos posesivos que le despierta su mejor amigo.

Se repite una y otra vez que son solo eso: amigos. Y uno quiere que los amigos sean felices, no que sean algo solo suyo, que no los puedan ver, tocar o desear.


*****


Haberse puesto a probar qué cantidades de alcohol eran necesarias para emborracharse fue sin dudas una muy mala elección. Su mundo da vueltas una vez que se endereza y le toca agradecer cuando siente el cuerpo de Tony materializarse a su lado.

—Por todos los cielos, Pete. Esto es indigno hasta para ti —se ríe cogiéndolo por la cintura.

No confía en lograr mantener todo lo que bebió dentro, así que solo lo mira de malos modos. O eso intenta. Tony gira peligrosamente y parece tener un gemelo o algo así parado al lado. Le cuesta un poco decidir cuál es el que habla.

—Creo que lo mejor es ir a los dormitorios —se ríe su amigo suavemente.

Balbucea algo. Tony menea la cabeza sin entenderlo y acerca más el oído a su boca. Peter toma una bocanada de su perfume y tiene que cerrar los ojos cuando el cuerpo le tiembla. La respiración de su amigo le golpea la base del cuello y se repite en silencio lo estúpido que fue por beber tanto.

—¿Pete? ¿Quieres quedarte?

—N-no —gime cuando siente la caricia de las manos de Tony en torno a su cintura.

—¿Puedes andar o...?

Así le entren ganas de decirle que lo suelte, que deje de apretarlo contra su cuerpo, sabe que no puede ni enderezarse. Menea la cabeza y apoya la frente contra el robusto hombro de Tony.

—Amigo... —se ríe suavemente, pero no lo hace esperar.

Soporta sin hacer ni un solo ruido de protesta cuando Tony se aleja y lo desprotege del calor de su cuerpo. Casi al acto lo tiene parado junto a él, rodeándole una vez más con su fuerte brazo la cintura. Le hace pasar el brazo por la parte trasera del cuello y le toma la mano cuando la deja caer peso muerto en su hombro. Al primer paso nota como Tony carga la mayor parte de su peso y le permite que, con tan poco que cargar, ir medianamente recto.

Atraviesan una pista infestada de cuerpos. Peter tiene sus sentidos gloriosamente dormidos por culpa del alcohol, de lo contrario, tanta gente junta y amontonada hubiera enloquecido su mente.

Tenía cinco años de la picadura, pero aún no terminaba de acostumbrarse a ese tipo de situaciones. Cierto es que como no iba a fiestas, no tenía manera de entrenar ese pequeño punto flaco en sus habilidades. Cómo aún vivían en los dormitorios y a Queens volvían en el auto de Tony, no había tenido necesidad de probar el metro. Pero eso estaba por cambiar. Luego de una carrera, un doctorado y una magistratura, tras ocho años en ese campus, iban a salir al mundo real.

Por eso es que Peter estaba metido en ese lío para empezar. Tony se negó a escuchar sus protestas, se negó a hacerle caso cuando le dijo que de ninguna manera iría a la fiesta. Obstinación Stark se plantó frente a él y le dejó en claro que aquello no era una pregunta y que lo secuestraría de ser necesario. Peter sabía bien que sería mucho más engorroso fingir que se desmayó por culpa de un golpe bien dado (como el que Tony era más que capaz de darle) que decir que sí. Por no decir que la culpa obró su maravillosa magia una vez que lo vio allí plantado, pidiéndole por favor que vaya con él.

Desde la noche que eligió a MJ para socorrerlo en lugar de a Tony sentía un tormento impedirle actuar con normalidad. O bueno, seguro que Tony no lo había notado, pero Peter repentinamente se volvió absurdamente permeable a todos sus planes. Hacía la mímica de que no solo para no levantar sospechas, pero desde esa noche la culpa lo volvía loco. Miles de veces se quedó tendido en su cama, viendo la de Tony, imaginando que descubre su secreto y lo aparta de su vida.

Entonces sentía dos cosas: miedo, porque no era ningún idiota y sabía que Tony no tenía a nadie más que a él y enojo, porque no podía creer que su propia estupidez lo llevó a mentirle hacía tantos años.

Jamás encontró una sola explicación a su silencio. Jamás encontró motivos (razonables) para justificar el terror que le producía pensar en que Tony supiera que ya no era ese Peter Parker que conoció. Pero ahora era tarde. Ahora había muchos años de mentiras entre los dos. Peter no podía decirle la verdad porque Tony jamás lo perdonaría.

—¿Pete? —musita Tony cuando sus pies trastabillan—. ¿Necesitas que te cargue? —murmura bajando el rostro para hablar en su oído—. ¿Amigo? —pregunta preocupado cuando otro temblor hace que su cuerpo se sacuda.

—Creo que necesito vomitar —gime cuando otro tipo de pensamiento es el que lo atraviesa al sentir el calor de su boca acariciar la parte posterior de su oído.

—Ya mismo —murmura solícito.

Peter siente como el viento le golpea el rostro al terminar de salir de la fraternidad vecina. Tony los guía por el bordillo de cemento hasta el corto césped y lo ayuda a saltar sobre una de las cadenas que delinean la zona para caminar y el parque.

—Se supone que no debemos pisar esta parte del césped —musita torpemente.

—Estás ebrio como una cuba, estoy seguro de que no podrías decirme ni cinco elementos de la tabla periódica, pero eres capaz de recordar las reglas. Pete, no sé si me sorprendes, me decepcionas, me das vergüenza o me enojas.

—Me amas —murmura arrepentido con sus palabras nada más decirlas.

Tony lo deja a cargo de mantenerse derecho a sí mismo. Le toma las manos y lo ayuda a ir derecho por medio tramo de césped que los guía derecho a un pequeño bosque de árboles altos y tupidos.

—Claro que te amo, solo quisiera que no hicieras que sienta vergüenza ajena cada diez palabras que dices —se ríe volviendo a tomarle de la cintura para ayudarlo a andar recto, dado que es evidente que no podrá hacerlo—. ¿Ves un árbol que te produzca especial interés marcar o solo prefieres que vayamos derecho y cuando quiera salir, salga?

—Eso es tan asqueroso... Esto es tan patético... ¿Haces esto cada fin de semana?

—No seremos jóvenes por siempre, Parker. En un mes todo habrá terminado y ya no podremos vivir sin preocupaciones.

Peter deja que la mirada vagar en su rostro. El ceño se le había fruncido ligeramente, como si la idea le resultara una locura. Peter, que ya vive en esa realidad, solo piensa en que tenía muchos más años de los aceptables aferrándose a la mentira de universitario.

Le fue imposible abandonar cuando terminó la carrera. Tony había dado por sentado que harían juntos la especialización que venía después y cuando tocó el magíster, pasó lo mismo. Y la culpa lo hizo darle la razón. Así MJ lo hubiera mirado con una ceja alzada incapaz de entender por qué demonios seguía alargando algo que ambos sabían no tenía sentido.

—¿Lo extrañarás? —pregunta dejando caer la cabeza sobre su hombro, decidiendo que no quiere pensar en esas cosas.

—Extrañaré vivir contigo —admite con la misma liviandad de siempre—. Espero que le hayas hecho saber a tu chica que como no tenga una habitación de invitados lista para mí, me dedicaré a hacer mío su living.

—Te matará. Acaba de comprar un sillón blanco...

Tony se ríe con diablura. Sabe que solo pensamientos malos cruzan su mente.

—Peor para ella. ¿Y tú, lo extrañarás?

Peter arruga su propio ceño. Sin dudas tener que dejar de andar escondiéndose será una gran comodidad. Sostener por tantos años su mentira había sido desgastante y doloroso. Con MJ eso no pasaría. Por no decir que se moría de ganas de vivir con ella y empezar a actuar como la pareja establecida que eran. Estaba ligeramente cansado de seguir actuando como el crío que no era. Pero la mano de Tony se clava en su costado cuando lo hace esquivar un adoquín en el suelo y un doloroso sentimiento de tristeza lo recorre.

—Te extrañaré a ti —murmura.

Tony se detiene al acto y voltea el rostro viéndolo.

La noche se lleva con ella la mayoría de sus rasgos y la borrachera otra parte. Su rostro no es más que un borrón algo difuso, pero puede ver con claridad el terror en sus ojos verdes. Pasa saliva y alza la cabeza cuando Tony tuerce la suya apretándolo contra su costado. Lee el miedo en su expresión y se pregunta si la fuerza en su agarre es algo instintivo o pensado.

—No voy a darte tiempo a extrañarme, Pete. Tendrás que morir para librarte de mí.

—Lo mismo para ti entonces —balbucea maldiciéndose por decirlo de esa manera.

—Trato —jura alzando el meñique para que él pueda sellar su parte del acuerdo.

Con una sonrisa estúpida intenta cumplir, pero su mano baila en el aire incapaz de llegar a la suya. Tony suelta una pequeña carcajada y lo hace por él. Sus dedos se tocan y Peter siente un pequeño cosquilleo en el estómago. Acalla esa estúpida sensación y se limita a seguir andando por el sendero hasta su dormitorio.

Agradece que el resto del viaje fueran en silencio. Tony lo guía con maestría hasta el cuarto y cuando están frente a su dormitorio, Peter deja caer la frente sobre la puerta mientras su amigo busca las llaves.

—Ven, vamos a acostarte. Mañana te sentirás de puta madre. Si prometes no ahogarte con tu propio vómito, iré a comprarte algo para la resaca.

Peter agita la cabeza conteniendo un arranque de náuseas. Tony vuelve a tomarlo del costado y lo guía hasta su cama, donde lo sienta y le quita las zapatillas. Con la mente mareada lo ve arrodillado frente a él, cuidándolo como hizo tantas veces a lo largo de los años y esa cosa extraña que tenía buena cantidad de años fingiendo que no existía lo vuelve a golpear cuando alza el rostro y lo ve con una sonrisa traviesa entre los labios.

—¿Necesitas que te ayude con la ropa?

Peter sabe que solo se mete con él. Desde que cargaba con un traje bajo la ropa había empezado a fingir un pudor jamás visto. Tony había caído en su mentira y por eso Peter podía seguir viviendo con él. Pero esa noche no hay un traje que esconder, no hay una mentira que los separe.

Pero hay algo, hay algo que el alcohol ha destapado y le hace sentir el mismo miedo de que se atreva a desnudarlo. Y entonces la culpa vuelve a sacudirlo, porque MJ no se merecía que Peter tuviera esos pensamientos, Tony no se merecía que Peter tuviera esos pensamientos y él no se merecía tener que lidiar con esos estúpidos pensamientos.

Y todo eso solo confirma lo estúpido que fue por ponerse borracho.

Tony alza las cejas y lo mira con la pregunta en el aire. Está seguro de que Tony no tiene sus problemas. Porque Tony jamás pareció tener problemas con establecer líneas claras entre los pensamientos apropiados y los que no. Por no decir que la desnudez o no de Peter no le haría nada a su sistema nervioso. Así Peter tuviera ya una pila de abdominales que lucir.

Su amigo estaba más que cómodo y acostumbrado a la desnudez ajena. Tenía años siendo una zorra que se acostaba con todo lo que le brindaba oportunidad y tenía una polla entre las piernas. Y ojalá esa descripción implicara que se llevaba a la cama cualquier prospecto, aceptable o no, pero no era cierto. Tony tenía un imán para los chicos atractivos. Atractivos a un nivel que Peter ni siquiera podía pensar en competir.

Pero entonces siente ese pequeño miedo interno, ya que un repentino arranque de confianza le recuerda que, actualmente, su cuerpo estaba en la lista alta del top. No solo su torso. También sus brazos, su espalda y sus piernas. Todo su maldito cuerpo sentía el trabajo duro de ser Spider-Man. Y seguro que hasta el mismo Tony Stark se quedaría impresionado. Ya, sí, ese era exactamente el tipo de mierda que tenía que aplastar en su interior, así que solo niega vehemente.

Tony, ajeno a su mierda, se ríe con malicia y lo ayuda a acostarse.

Le retira la chaqueta y la tira sobre su cama, antes de empujarlo suavemente para que se recueste.

—¿Estás bien? —pregunta con la mirada algo preocupada—. ¿Vas a vomitar? Si sientes que sí, lo mejor es que te tumbes de lado. Ahora traigo el basurero para que puedas potar ahí.

Peter, irremediablemente ebrio, estira la mano y coge la de él cuando da un paso lejos suyo.

—No te vayas.

Tony alza la vista y lo mira largamente antes de asentir y sentarse a su lado.

—Menos mal no has tomado en tu vida, Pete. Estás hecho un desastre.

Peter cierra los ojos cuando la cama se hunde a su lado y siente como Tony se acuesta con él.

—Te dije que no debía ir.

—Cierra la boca, Parker —se burla pasando el brazo por debajo de su cabeza, sin intentar pegarse a él—. Una noche fuera de ti no va a matarte.

Peter, que claro está dejó atrás el sentido común o la inteligencia emocional, se olvida de los modales y las buenas costumbres. Antes de poder ser consciente de sus actos, se acurruca estúpidamente contra la curva de su cuello e inspira el aroma de su perfume. Aprieta los ojos, le rodea el pecho con la mano y deja caer la cabeza en su hombro. Tony se tensa cuando lo abraza como un koala. Se maldice, porque tienen años sin tanto contacto físico, pero está demasiado fuera de servicio como para recordar nada.

Con el correr del tiempo el pequeño niño de trece años que solía necesitar su contacto físico para sentirse seguro se había convertido en un hombre que esquivaba el estímulo cuerpo a cuerpo para asegurarse de que Peter estaba allí y no desaparecería. Peter interpretó que cuando Tony empezó a tener relaciones sexuales, entendió que había ciertos límites entre el contacto fraternal y ya limitaba sus muestras de afecto y cariño a expresiones verbales y a acciones más del tipo demostrativas, no táctiles.

Piensa en alejarse, piensa en alejar las manos de su cuerpo, pero el brazo de Tony sale de debajo de su cabeza y lo rodea apretándolo duramente contra él.

—Sin dudas tendré que decirle a MJ que no deje que tomes, te vuelves un osito cariñosito ebrio.

Se traga la réplica que quiere decirle. Empieza a sentir como vestigios de cordura lo inundan. El alcohol, como pensó, se evapora de su interior con bastante rapidez.

Lo agradece. No quiere ni pensar en la cara que pondría si le dijera de buenas a primeras que era el único con el que sentía esa necesidad. No quería ni pensar en lo que haría en su relación si Peter admitía lo que cobardemente tenía una vida de esconder en su interior.

Se había vuelto un maestro en esconder y acallar esa pequeña voz que por años susurró cosas en su oído. Voz que una vez que fue en serio con MJ volvía cada vez menos a atormentarlo.

Pero esa noche no parecía dispuesta a callarse. Y aún había suficiente estupidez y alcohol en su sistema, así que si bien no decide hacerle caso a un ciento por ciento, sede a la necesidad y lo abraza duramente, soltando un suspiro al oler de lleno el perfume de su pecho.

Tony le acaricia el hombro y el brazo, trazando un patrón suave y rítmico. El sueño empieza a cosquillear en la superficie de su mente y los párpados se le cierran contra su voluntad.

—Gracias, la pasé bien —musita adormilado, hundiendo la nariz en su cuerpo.

Tony se ríe y le acaricia la frente, dejando que su mano vague por su pelo hasta hundirse en su cuero cabelludo, donde le da un pequeño masaje. Peter gime instintivamente y se estremece cuando repite la acción. La mano se paraliza unos segundos, pero vuelve a hacerlo cuando se revuelve como un pequeño caprichoso.

—Yo también me alegro de que hayas aceptado venir —murmura Tony, rodeándole el brazo que tiene descansando en su pecho—. Gracias.

Peter suelta un murmullo que no está muy seguro de que signifique algo y cae rendido.

Siente la cama moverse, siente el cuerpo de Tony abandonarlo y por suerte las garras de morfeo lo tienen lo suficientemente atrapado como para que no pueda pedirle una vez más que no se vaya.

Sabe que tiene que dejarlo, sabe que no puede cometer la idiotez de pedirle una vez más que permanezca a su lado. Sabe que no es digno, que es un asqueroso mentiroso y un patán.

Sigue entre dormido cuando siente la mano de Tony deslizarse por su rostro. La caricia empieza en su mejilla y vacila al llegar a su boca. El aire se congela en sus pulmones. Los dedos de Tony apenas hacen contacto con sus labios. La respiración entrecortada llena de olor a cigarrillo y alcohol choca contra su nariz y puede que no esté tan dormido como debería, porque su corazón salta ansioso y aterrado. Ninguno de sus pensamientos van en dirección a la novia que tiene años aguantando su estupidez universitaria. Solo están fijos en intentar adivinar los movimientos que sucederán a continuación. Siente el calor de la boca de Tony, siente el calor de su cuerpo inclinado sobre la cama, cerca de él. Se siente dolorosamente asustado y ansioso. Tiene miedo y deseo, pero sobre todo, tiene la certeza de que nada bueno vendrá si no hace algo.

Tony no lo iba a perdonar. Tony no iba a perdonarlo si le permitía arruinar su amistad con una acción tan estúpida. Porque Peter había tomado su decisión, Peter había decidido y no fue su primera opción. Peter había decidido cuál era su puesto en su vida y que Dios se apiadara de los dos, así fuera una decisión que no estaba seguro del porqué tomó, lo cierto es que la tomó y debía asegurarse de no lastimarlo más de lo que, si algún día sabía la verdad, lo lastimaría.

Teniendo los ojos cerrados, suelta un ligero quejido y gira en la cama. El rostro de Tony se aleja y se lleva con él el calor y la tentación. Lo escucha soltar un suspiro y una maldición. Le cuesta un poco no sobresaltarse cuando la mano de Tony finalmente cae en su cabeza y le da una pequeña caricia a la altura de las cejas.

—Descansa, Pete. Descansa y recuerda que mañana te llevaré de excursión a nuestro futuro —musita divertido y Peter entonces es cuando recuerda que al día siguiente Tony le hizo jurar que lo acompañaría a un lado—. Gracias por venir. Gracias por no irte. Gracias por ser mi hermano.

Peter muerde el interior de su mejilla y aprieta los ojos hasta que escucha el sonido de la puerta. Cuando está seguro de que no volverá, se sienta en la cama y mira la cama de su amigo. Muerde su puño y suelta un gruñido sintiendo como su corazón se rompe un poco.

No merecía esas palabras, no se merecía su agradecimiento. No se merecía sentir pena por lo mucho que la última dolía y escocía.

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