XXII
Si Tony Stark y Peter Parker tienen un asunto que resolver y no lo hacen, siempre puedes confirmar en que Miles Morales lo hará.
La noche pasa de largo, el alba llega y se va sin pena ni gloria. Es recién la mañana la que lo recibe sentado en las escaleras de un edificio en Queens. La doctora ya se había ido luego de que explícitamente le dejó en claro, a todos los presentes, que se rehusaba a hacerse cargo si Peter moría en aquel improvisado quirófano (al que Tony la arrastró una vez que llegaron a la enfermería hacía horas).
Ya lo habían trasladado a casa y ahora solo tocaba esperar. La mujer estaba muy poco convencida de que el traslado no fuera a matarlo, pero ella no conocía los de su especie como él. Ir a casa era el siguiente paso para poder recuperarse.
El cigarrillo quema en la punta de sus dedos y suspira satisfecho de ya no escuchar a Riri pelear con su madre. Ambas tenían opiniones sobre cómo debía ser el horario de rotaciones que tenían que tomar para vigilar a Peter. Lo curioso y divertido era que ambas peleaban por llevarse la primer ronda, dado que esas primeras doce horas serían vitales.
Hacía unos momentos él había abandonado su puesto, demasiado cansado como para seguir esquivando el hecho de que atornillado a los pies de su cama no iba a conseguir que despierte. La doctora no tenía idea de que Peter se recuperaría mucho más rápido que ninguno de sus pacientes y que lo único que requerían de ella era que acomodara sus huesos, le extrajera las dos balas del cuerpo y le cosiera las hemorragias internas. Tampoco es que se lo dijera, Tony guardó silencio cuando ella se quedó a la espera de una explicación al estado de Peter. Riri le metió caña, le recordó para qué es que le pagaba una fortuna y la mujer solo los miró dignamente antes de girar y empezar la intervención.
Con el mismo silencio miró a Riri mientras hacía las transferencias millonarias a la mujer y al improvisado grupo de operaciones que había conseguido. Tony sí le agradeció de corazón a Morfeo cuando este se dejó caer por el ominoso galpón que hacía las veces de hospital improvisado. Su amigo lo miró de lado por unos segundos, antes de solo asentir y convidarle un cigarrillo. Creo que lo necesitas más que yo, fue lo único que le dijo y le dejó quedarse la cajetilla antes de irse. Sin preguntas, sin respuestas. De la misma forma que siempre se hacían las cosas en ese submundo.
—Sabía que estarías aquí.
Tony alza la vista y se topa con Miles. Traía ropa común, no el traje con el que salieron de su universo. Piensa algo graciosillo que decir al ver que los pantalones le quedaban por encima de los tobillos, porque como no busque a posta algo que decir, su boca disparara lo único que viene a su mente: ¿por qué no te fuiste sin mí?
—No pareciera que sean de tu estilo. Es temprano, cuando abran los comercios locales puedo ir a comprarte unos que al menos sean de tu talle —comenta tirando la colilla al piso.
El chico ve el movimiento de su mano con una ceja alzada y lo mira de malos modos cuando la única respuesta que le da es una sonrisa gastada y forzada.
—Eso es malo para sus pulmones y para el medio ambiente.
Un relampago de dolor le hace estremecerse, pero menea la cabeza decidiendo que mejor no empezar con el juego de las comparaciones, al recordar la parecida reacción que tuvo Peter en ese mismo universo cuando hizo algo más o menos parecido. Miles lanza a un basurero lejano la colilla. No le sorprende en lo absoluto cuando ve que cae dentro sin problema alguno.
—Fanfarrón —comenta cuando la mirada astuta de Miles se posa en él—. ¿Vas a decirme dónde estuviste? Pensé que vendrías mucho más temprano a por mí.
El semblante del chico era resuelto, pero a leguas cansado. Pequeños surcos violáceos crecían bajo sus ojos, acompañados por la sombra de una barba que le cubría de a partes el rostro.
—Son las ocho de la mañana, creo que esto cuenta como temprano, señor S.
Tony se ríe, pero sabe de sobra que no estaban para esos juegos. No importa cuánto quisiera estirar el tiempo en ese universo, eso no iba a pasar y lo mejor que podía hacer por Peter era un rápido control de daños. Si había algo que solucionar hacerlo y asegurarse de que cuando despertara, el mundo siguiera en su lugar.
—Miles...
—¿Versión larga o corta?
—Solo lo que necesite saber, Morales. Mi noche aún no ha terminado.
El chico silva y se deja caer junto a él, apretando el hombro contra el suyo. Responde a su torpe intento de contacto. Nunca se le había dado bien aquello. Peter era de abrazos y palmadas. Tony era de sarcasmo y choques.
—Bueno, resulta que después de que empezara a correr como loco, cuando estábamos por seguirle, se apareció ese hechicero.
Si no fuera por lo vital que fue para Peter que Tony se hubiera apurado como lo hizo, hasta se sentiría muy enojado con esa falta de timing. Peter había vencido al maldito del cazador, pero bien hubiera podido morir si no hubiera estado ahí con el antídoto que le dio el tiempo necesario a su cuerpo.
—Suena un encuentro fascinante —suspira reprimiendo un bostezo.
¿Llevaba más de 24 horas despierto? Ahora que la adrenalina había disminuido en su sangre, empezaba a sentir en cada parte del cuerpo el agotamiento.
—No lo fue —se queja Miles, lanzando un suspiro aún más largo—. Aún me duele el cerebro de todo lo que tuve que memorizar en pocas horas. Usted parece que tuvo una noche más entretenida —murmura tocando las banditas que tenía sujetando la profunda herida en su frente.
—Siempre fuiste corto de mentes. Peter te adoptó porque le recordabas a él —murmura dándole un golpe en la mano para que deje de tocarle el rostro—. Y esto no fue nada, solo un golpecito con la culata de un arma.
Miles le da un golpe con el codo y menea la cabeza riendo por lo bajo.
—¿Y qué hicieron? —pregunta volviendo a verlo sin un solo rastro de humor en el rostro—. La ayuda no hubiera venido mal. El chico casi no la cuenta, si no fuera por su inteligencia...
Miles se rasca la barbilla, como si buscara exactamente por dónde empezar. Tony no lo apura, porque en el fondo espera que si tardan lo suficiente, Peter despierte de la anestesia y pueda verlo una última vez. Es absurdo, lo sabe. Es peligroso, está al tanto. Es un error, le queda muy claro; pero lo necesita. Y no importa cuanto fuera a costarle en el futuro inmediato, no quería irse sin poder volver a besarlo, sin poder decirle que lo sentía mucho, que fue un idiota y que pensaba en él todo el tiempo.
Estaba seguro de que Parker no apreciaría que esas fueran sus últimas palabras, pero tampoco es que Tony buscara hacerlo el chico más feliz del mundo. Le bastaba con hacerle saber que no interesaba el universo, los Tony Stark estaban condenados a caer por él.
Si esa era su condena, bien podían los dos cargar con ella.
—Di por sentado que usted y Peter podrían encargarse de todo. No fue como la última vez. Ahora sí sabía cómo detenerlo. —Tony intenta recordar que debe sentirse agradecido con su confianza, pero Peter terminó con demasiadas heridas como para no sentir un vestigio de molestia—. Entonces, una vez que pusimos a Strange al tanto de la máquina, fuimos a verla en persona. Eso fue... —Miles menea la cabeza y se estremece al mismo tiempo—. Teníamos razón, obvio. Pero ellos lo vieron con sus propios ojos. Cuando introduje nuestro universo y traje desde casa a la señora MJ fue bastante obvio que no mentíamos sobre su funcionamiento.
Tony estaba cansado, asustado, posiblemente en shock y con el estómago revuelto, así que tuvo que mirarlo dos veces para estar seguro de que había escuchado bien.
—¿Trajiste a MJ? ¿Mery Jane Watson Jones? —pregunta con cuidado, intentando no dejar que su mente siguiera desdoblándose entre Miles y el cuarto donde Peter estaba lleno de agujas.
—Oh, no se preocupe. Le divirtió ser un conejillo de indias y aparte, tenía que decirle a alguien que no íbamos a poder ayudar con la mudanza de May. Manda saludos.
Demasiado ido como para ponerse a pelear, Tony solo menea la cabeza y lo insta a continuar. Para él siempre iba a ser una locura sin pies ni cabeza que MJ se divirtiera con todas las cosas extrañas que traía ser amiga, o pareja, de un superhéroe. ¿Él? Fue metido a la fuerza y se hizo adicto mucho antes de poder notarlo. ¿Ella? Solo estaba loca.
—En fin, el caso es que cuando vieron cómo funcionaba la máquina, llegaron a la conclusión de que posiblemente usted tuviera razón. El hecho de que no se abriera un portal como tal, bien podría explicar que durante años el señor Strange no hubiera percibido nada diferente en la realidad.
Intenta no regodearse, pero debe fallar porque la mirada cómplice y divertida de Miles se posa en él antes de guiñarle un ojo.
—Entonces ellos quisieron ir a por usted, pero ya no estaba en el tejado y lo único que encontramos fue al cazador...
—¿Muerto? —pregunta entre esperanzado y preocupado.
Para él, lo mismo daba. De hecho, si por él fuera, le hubiera disparado a la jodida cabeza ni bien salió a la terraza, pero Peter... maldito niño... El bastardo estaba de pie, imposiblemente de pie, tan bañado en sangre como lo estuvo su amigo, a punto de vencer al cazador.
No, él no iba a arrebatarle el placer de vencerlo, el placer de saber que fue su coraje y su determinación lo que lo salvó. Lo que los salvó, porque si el maldito lunático no hubiera arrastrado su cuerpo roto y malherido para salvarlo, Tony no estaría ahí para contarlo. Pero, sin importar qué hubiera hecho, dudaba mucho que Peter se tomara tan a la ligera haberle arrebatado la vida. El golpe del arpón fue desviado, el ángulo cambió a último segundo y Tony estaba seguro de que vio el cuerpo de Peter forzar ese nuevo ángulo.
Tan seguro estaba de lo que vio en una fracción de segundo como de que había sido un acto completamente inconsciente. Peter no era un asesino y odiaría que la bestia que se llevó a su amigo lo hubiera convertido en eso.
—No, pero estoy seguro de que lo deseará. No va a ser nada agradable lo que le espera en casa —musita con seriedad y una ligera mueca de dolor—. Por no decir lo que le dolerá la rehabilitación. Era un asco.
—Lástima —dice encogiéndose de hombros, recordando la forma en la que su Peter murió sobre su regazo—. Hubiera preferido que muera, pero no creo que Peter lo vea de esa manera.
—¿Fue él? —jadea sorprendido Miles—. Pensé... pensé que...
No debería, pero sonríe con pomposo orgullo. No se pregunta por qué se siente como un logro personal el poder vanagloriarse de eso. Está demasiado cansado para plantearse idioteces.
—No, yo solo le di el dial que le quitó los poderes, pero no fue hasta después de que él solito lograra que el bastardo se empalara solo —le explica disfrutando de ese feroz orgullo—. Luego solo le di el antídoto y lo llevé al médico. Lo que, por cierto, no explica cómo es que te tomó tanto venir por mí.
—Bueno, verá... yo me eh... me imagine que... hum, apreciaría el tiempo aquí sin tener que andar con tres niñeras...
Tony se ríe porque la expresión culpable y ligeramente divertida de Miles es demasiado evidente. Empezaba a pensar que nadie en su maldito universo dudaba en lo absoluto de lo que Tony hizo o no con ese chico.
—Todo un detalle de tu parte, Morales.
Miles sonríe profundamente y Tony siente un retorcijón al ver en su expresión el rastro del niño que dejó hace cinco años. Sin querer piensa en su mejor amigo y se imagina lo orgulloso que estaría del chico que sacó de Brooklyn. Sí, como bien imaginó Miles se había convertido en un hombre tan hecho y derecho como su mejor amigo.
—Le dije, soy encantador —se regodea—. Entonces decidieron ir a por las variantes. Había un par que estaban sueltas, así que se imaginara que la noche fue un poco larga. —suspira rascando la parte posterior de su cuello.
—¿Y las que estaban presas?
—En cada uno de sus respectivos universos, en el punto exacto en el que las sacaron, por si fuera poco. Aunque... ¿Recuerda los colores en los nombres? Descubrimos que significaban los universos en rojo.
Tony había dado vueltas sobre eso. Los números estaban demasiado alejados del "tronco principal" y hasta en su universo el rojo significaba que algo iba mal.
—¿Incompatibles?
Miles asiente con una expresión sombría y taciturna.
—Resulta que ese Strenge lee super ultra mega rápido. Encontró entre lo que no llegué a revisar que las variantes que traían de universos tan alejados sufrían un desfase cuántico. Morían a los pocos meses de estar en este universo.
—Maldición.
—Sí. Le pusieron número a los universos para poder detallar con más precisión en cuáles buscar. El nuestro...
—Yo no aparecí donde querían, supusieron que algo iba mal en él.
—Teoría sin confirmar —aclara Miles, pero asiente con pesadez—. Por eso les tomó años intentar arriesgarse a otra extracción. Debió ser tremendamente increíble darse con una versión de Kraven que, de hecho, terminó el trabajo y consiguió sintetizar un veneno que terminó por matar a un Spider-Man.
Se agita con odio a ese último comentario. Piensa en el estado maltrecho del cuerpo abandonado en la terraza. Le hubiera encantado pegarle un merecido tiro entre ceja y ceja, pero Peter, bendito él, hizo lo que Tony no pudo: vengó a su mejor amigo. Escucharlo pronunciar su nombre con tanto dolor, como si él también se sintiera devastado con su muerte, fue algo increíble y movilizante. En especial porque estaba cien por ciento seguro de que fue por la memoria de Peter, pero también por el dolor que viviría por siempre en Tony que lo dijo.
—Bien, al menos todos esos bastardos ya no están aquí —musita Tony, hallando un poco de consuelo en eso.
Poder decirle a Peter que no tenía que autoflagelarse más por esas cosas era importante. Finge sordera cuando una voz en su mente le susurra que existían más posibilidades de que ese mensaje se lo entregase a Riri, que a él. En ese momento no tenía ganas de ser racional. Le quedaba una vida en otro universo para ello.
—Pensé que ibas a volver con nuestra pequeña amiga a buscarme —dice, decidiendo que no le interesa nada más de lo que sea que hicieron con las variantes.
En lo que a él respecta, esa mierda estaba resuelta y solucionada. Se aseguraría de decirle a Riri que le dejara en claro a Peter que todas las variantes que aparecieron los años posteriores al hechizo eran cosa de esa maldita máquina y así podrían poner punto final a esa mierda.
—Iba a hacerlo, pero...
—Déjame adivinar, algo se complicó —se ríe al escuchar su tono lúgubre.
—Más bien nos dimos cuenta de un asunto que no había pensado hasta que lo mencionó América.
—A saber...
—Incursiones —susurra ladeando la cabeza para verlo—. Ella marcó que tenías cinco años aquí, y que otras tenían al menos otros tres.
Tony, que a defensa suya estaba más ocupado pensando en Peter que prestando atención a América cuando ponía excusas para no llevarlos, alza una ceja sin entender correctamente aquello.
—¿Qué tiene...? Mierda. ¿He cambiado algo?
Miles se encoge de hombros, con los labios en una fina línea. Y podría ser que pasó muchos años lejos de él, pero pasó lo suficiente para saber cuando el maldito crío intentaba ser obtuso.
—El asunto es que no fue solo usted —puntualiza, intentando restarle culpas—. Muchas de esas variantes que estuvieron por aquí lo hicieron el tiempo suficiente para dejar una huella. Había una que fue arrestada, y en la prisión se rebeló contra Fisk y mató a los jefes de cinco de sus bandas. Eso llenó de sangre las calles por meses. Muchas vidas cambiadas, muchas ramas creadas. Muchas posibilidades de crear una incursión. —dice apretando ambas manos entre sus piernas—. Y usted... bueno, ha cambiado la vida de este Peter. Indiscutiblemente. —musita con una mueca contrariada—. No hay forma de que no haya dejado una huella en él. Y trabajó por años en la tecnología. Así no hubiera hecho grandes cosas y hubiera tenido cuidado de no hacer grandes avances...
—Igual modifiqué la línea de muchas personas —termina con un tono hastiado, que poco hace por esconder el fastidio que lo envuelve de pensar en aquello.
Todo un mundo de malditos problemas que no había contemplado hasta la fecha se abren y está demasiado poco informado en todo eso como para terminar de entender las ramificaciones que tendría en un futuro próximo. Porque mientras fuera un futuro lejano, digamos ochenta años, le daba lo mismo. Peter no estaría vivo para ese momento y el maldito y entero multiverso podía irse a joder si Peter estaba muerto. Pero si eso era un asunto que tratar en dos años, iba a tocarle mucho las narices saber que fue, una vez más, el responsable de joder la vida de Peter.
—Eso pasa porque para suplirlo a usted, se necesitan muchas personas, señor S.
Tony sonríe a ese intento de hacerlo sentir mejor. Ambos se tensan cuando Tony alza la mano y le da un par de palmadas en la pierna. Miles mira su mano y le sonríe avergonzado. Hace lo mismo desde su parte y carraspea volviendo a mantener la compostura. Por Dios, fueron unas palmadas en la pierna, tampoco fue la gran cosa.
—¿Y en qué quedó todo?
Miles mira el cielo, como si buscara algo en él. No le gusta la forma en la que suspira. Oh, Tony conocía esos suspiros que cargaban cientos de implicaciones, y ninguna buena.
—El señor Strenge se fue a intentar averiguarlo. Se llevó a América con él, por si la necesitaba.
—Pero...
—Pero... ellos creen que sucederá una incursión. No solo por usted, o lo que hicieron con esa máquina. Dice que hace muchos años, cuando pasó lo que pasó con su Peter y la realidad... Bueno, el señor Strange cree que eso, sumado a algo que pasó poco tiempo después, que por cierto hicieron un gran esfuerzo por no dejarme saber qué fue, y esto... Bueno, creen que la cosa llegó a un punto de no retorno.
Tony intenta no desesperarse. No es que entienda bien esa mierda, pero no le gustaba como eso suena para Peter.
—¿No dijo tu amiguita que si volvíamos a meter a Kraven en nuestro universo, se terminaba el riesgo?
—Supongo que es como cualquier enfermedad, señor S —musita encogiéndose impotente de hombros—. Pasado un punto, no hay remedio que pueda curar la enfermedad.
—¿Y eso qué significa? —pregunta empezando a sentir como se le aceleran las pulsaciones.
—Significa que... significa que como el señor Strange no logre arreglar la infección, la batalla será inevitable.
Tony maldice, porque qué era esa endemoniada mala suerte. ¿Qué castigo estaba pagando el bendito Peter Parker para tener que pasar por eso una y otra vez? Maldición. No era como si su Peter no hubiera tenido mala suerte, pero hasta para su mejor amigo hubo piedad. Cómo podía la vida ser tan perra con este pobre crío. Cuál era el límite, qué tenía que pasar. Qué jodido problema tenía el destino que parecía empecinado con destruir una y otra vez su vida y su universo.
—No puede ser —gruñe impotente—. Tiene que ser una maldita broma.
—Ojalá. Lo vi demasiado seguro de que era muy tarde para arreglar lo que sea que se haya torcido. Creo que más bien está buscando un milagro o una forma de impedir que el universo perezca.
—Y no hay forma de que tenga tanta suerte.
Miles le da la razón con un asentimiento seco. Guardan silencio uno al lado del otro. El cráneo le va a explotar. Deja caer la cabeza entre sus manos y se masajea la raíz del pelo, intercalando los círculos con pequeños tirones. El golpe le late cuando tira hacia abajo la cabeza, pero las náuseas que había empezado a sentir se disipan. Miles le da unas palmadas esta vez. Deja la mano sobre las de él cuando las deja caer sobre las rodillas.
—¿Cómo se supone que volveremos si ninguno de ellos está aquí? —pregunta de repente, entendiendo hasta ese momento que estaban allí, solos, sin nadie que los enviara a casa.
Siente la pesada esperanza ramificarse en su interior. Es un segundo que se deshace una vez que Miles alza el brazo. Y el golpe es tan doloroso como la primera vez que en la soledad de su cuarto le puso nombre a lo que le pasaba con ese Peter Parker de otro universo.
—Me dijeron que una vez que te encuentre, use esto.
Alzando la manga derecha de su sudadera, Tony ve como el lanza telarañas de Miles luce muy diferente.
—Abre un portal directo a casa.
Le da vueltas la cabeza, pero sabe qué es lo que tiene que hacer. Sabe que tiene que volver a casa, contra todo lo que desee. Tiene que hacerlo porque si existe una sola posibilidad de que el universo de Peter se cure, él tiene que tomarla y confiar en que la suerte por una vez estará de su parte.
—Bien. Muy amables de su parte —dice con el tono más ligero que puede formar.
—Sí —responde Miles, girando el rostro para ver la puerta que escalones arriba se erguía.
Tony moja sus labios e intenta juntar en su interior la fuerza para alzar su trasero y entrar a la enfermería. Necesita ir a por Riri, explicarle aquello y darle una nueva sarta de instrucciones. Quizá pudiera manipular un poco a Miles para que le de unas cuantas horas para... bueno, qué jodida mierda sabía para qué, pero seguro algo se le ocurría.
—¿Ellos también vivieron aquí? —pregunta Miles y Tony sigue el camino de su mirada.
Una bola de recuerdos de un pasado mejor lo acarician. Menea la cabeza negando, intentando barrer al fondo de su consciencia las millones de imágenes que quieren colarse por su mente.
—No, en este universo ellos vivían a unas cuadras —murmura señalando casi sin ver en la dirección correcta—. El edificio pertenece a la misma firma, así que son prácticamente iguales, pero unas calles más abajo.
—Quería ayudarlo, poder conocerlo —admite con la voz apagada y Tony gira la mano para tomar la del chico al escuchar arrepentimiento en su voz. Miles pasa saliva y lo ve con la frente arrugada.
—Ey, está bien —lo reconforta, vertiendo firme seguridad en su voz—. Terminó. Ese hijo de puta no volverá a hacerle daño a nadie. No habrán más Peter Parker que vengar. Y este... maldita sea Miles, es duro como el adamantium.
La mirada del chico se corre hacia el suelo. Se encoge de hombros como si no le afectara tanto saber que no fue partícipe de la pelea, como si no le doliera no haber tenido oportunidad de vengar a su mentor.
—El señor P... él siempre me dijo que usted estaba en contra de los superhéroes...
Tony lo suelta delicadamente y mira el cielo, soltando un suspiro pesado. Él realmente no quería ponerse a hablar de Peter. No en ese momento, no frente a ese edificio, pero sabía que Miles lo necesitaba y qué más daba lo que él quisiera cuando casi podía ver a Peter mirándolo con cara de "Sé un maldito adulto y apoya al chico que necesita una figura responsable que se haga cargo"
—No tiene sentido pensar en eso ahora, Miles. —lo reconforta—. Peter murió de la forma que eligió vivir.
—Quiero decir, él me dijo que usted no cree que los superhéroes sean buenos —se corrige al ver que Tony malentendió su cometido.
—¿Eso? —musita con genuina curiosidad, porque no veía qué sentido tenía hablar de eso en ese preciso instante—. Te he dicho que son: tipejos con complejos que no son más que meros quebrantadores de la ley con buena prensa —sonríe—. Pero creo en las buenas personas que hacen cosas buenas por gente que no lo vale. Por gente que es una mierda y nunca estarán a la altura del sacrificio que hacen.
Miles asiente pensativo, mirando hacia adelante. Se mantiene así unos momentos, antes de inclinar ligeramente la cara para verlo. Un ligero estremecimiento le eriza la piel del cuello cuando lo ve coger aire con fuerza.
La mirada se le endurece decidida y aterrada a partes iguales. No necesita todo su coeficiente para saber que no vendrá algo halagador a continuación. No está seguro si sería una regañina porque, de hecho, Miles tenía años siendo un maldito superhéroe o si sería un poco de autocompasión, intentando justificar su accionar a un costado de la ley.
Tony con los años, pese a trabajar con Spider-Man, se había vuelto un poquito fanfarrón con todo ese asunto de los superhéroes. Después de todo, se había vuelto posiblemente el único millonario en la galaxia que era más recto que la ley. Era tan asquerosamente limpio que era hasta humillante para el más protector nocturno que vivía en su tierra, y eso incluía al maldito de su mejor amigo.
—Kraven estaba cazándome a mí, la noche que el señor Parker murió. No estaba cazándolo a él. Era yo la presa.
Tony se queda de piedra, mirando como el chico junto a él endereza la espalda, listo para recibir lo que sea que Tony estuviera por soltar. Pero solo suelta una bocanada de aire, porque no tenía sentido alguno lo que estaba escuchando.
Peter le dijo claramente que Kraven estaba a su acecho. Peter le dejó muy en claro que era él la presa en ese asqueroso juego. No Miles. No el chico que tenía meses viniendo a su apartamento, acompañado de Peter, casi como si fuera un maldito canguro que lo llevaba a su otro ilegal trabajo.
—Yo fastidié a Kingpin. Yo me metí con Wesley. No Peter. El señor P sabía lo que me pasaría si alguien se enteraba de que fui yo, así que se echó la culpa. Se incriminó a sí mismo. Al final, mi traje aún era uno de los suyos. No fue hasta después que lo cambié. Wesley no vio bien lo que pasó, no era tan difícil hacerles creer que... que fue ese Spider-Man el que lo atacó.
—¿De qué hablas Miles?
—Wesley mató a mi tío Aron. O bueno, fue el responsable de su muerte. Yo... no sé en qué estaba pensando. Fue una idiotez, una imprudencia. El señor P casi me mata cuando se enteró, pero la cacería había empezado y... y él me protegió.
Tony está bastante seguro que si no ha muerto de un infarto, es que nada lo va a matar. Había sometido a suficiente estrés a su corazón en las últimas doce horas como para no decir que aquello era un testeo de calidad en toda regla.
Su boca se abre un par de veces, pero no hay algo que salga de ella. La cierra y la abre como idiota y se intenta imaginar por qué demonios Peter le mentiría en algo así. Entonces lentamente piensa en lo que hubiera hecho, en lo que ese Tony Stark hubiera hecho. Oh, demonios, seguro le hubiera retorcido el cuello a Miles, pero... pero no se le ocurría algo más.
No era como que necesitaras mucho para cogerle cariño. De hecho, Tony se sentía dolorosamente avergonzado de lo rápido que le había tomado cariño. Y no fue hasta que apareció en otro universo que se dio cuenta de lo que el chico significaba para él. De lo loco que se volvía por pensar en él y su seguridad.
—¿Por qué me lo dices ahora? —pregunta decidiendo que lo mejor que podía hacer era entender la conexión de eso con todo lo que habían vivido ese día en particular.
Definitivamente no tenía palabras, no aún al menos, para empezar a describir lo que la mentira le hacía pensar de sí mismo y la pobre imagen que Peter tenía de él.
—Es que... sé lo que el señor P...
—Ni siquiera se te ocurra repetir la mierda que sea que te haya dicho la resentida de MJ —lo corta lleno de fastidio.
Miles lo mira alzando lo suficiente las cejas para que estas le rocen el inicio del cabello.
—Peter era mi mejor amigo, Miles. Nada más.
—Yo... yo no iba a decir otra cosa. El señor P, él me dijo que lo que más le dolía era que usted se la pasara creyendo que los superhéroes no existían, porque él creía que... que usted era un buen ejemplo de uno.
Eso, esa maldita mierda, le arranca una carcajada. Oh, qué día tan malditamente surrealista. Empezaba a recordar el dolor de culo que era ser un adulto responsable. Quería tener la posibilidad de ir al pasado solo a partirle la crisma a su amigo. O mucho más al pasado para darle la espalda en la universidad. Su vida hubiera sido vacía como la mierda, pero joder si no hubiera sido mucho más plana y tranquila. Nada que ver con aquel maldito y desquiciante sube y baja de emociones absurdamente contradictorias.
—Él no pudo... ni siquiera él podría decir semejante idiotez.
—Creía que el verdadero poder era seguir fiel a uno mismo. Nunca corromper sus valores y creencias. Resistirse a la tentación. Tener el poder y usarlo siempre para el bien —recita como si se hubiera memorizado eso y se lo hubiera repetido un buen puñado de veces. Cosa que no le costaba nada creer que fuera así—. Decía que eso era un superhéroe: un hombre con el poder de asolar una nación, que se limitaba a intervenir para protegerla si alguien la quiere destruir. No lastimar, no atacar, solo si querían herirla.
—Mira, eso es una idiotez. Una idiotez tan grande...
—Por eso quería pedirle perdón, porque por mi culpa...
La voz se le apaga cuando agacha la mirada, incapaz de sostener más sus ojos. Y esa es la verdadera prueba de lo que habían hecho por él esos cinco años en otro universo. Porque por más que rebusca, no encuentra resentimiento en su pecho. Los ojos café, tan cargados de arrepentimiento y vergüenza, lo único que le generan es lástima y tristeza.
Un tirón de odio lo sacude, pero es más bien odio hacia el maldito de Fisk, hacia el maldito de Wesley. A ellos los odia. Los odia por destruir la vida de todos los que habían tenido la desgraciada suerte de cruzar sus caminos con ellos.
Y sabe que ninguno de esos sentimientos, de esos pensamientos, serían posibles de no haber vivido tantos años en otro universo. Pero sobre todo, de no haber conocido a otra variante de su mejor amigo. Peter hizo que terminara de entender qué significaba para ellos ser un héroe. Qué valor tenía para sus vidas. El sentido que le daba a las mismas. Antes pensaba que era una torpe y suicida terquedad que les impedía entender que no tenían que darlo todo por desconocidos que nunca lo valdrían. Pero Peter le enseñó que era mucho, mucho más que eso. Era algo arraigado en su espíritu. Tan necesario como respirar. Tan placentero como el mayor de los éxtasis.
Parte de ellos, que era indiferente a su nombre o universo. Algo más profundo y entrelazado en su jodido ADN. Algo estúpido, suicida y maravilloso.
Seguía sin poder entenderlo, seguía sin poder aceptarlo, pero ya no creía que fuera una total pérdida de tiempo. La forma en la que Peter, sin fuerza alguna, consiguió levantarse para salvarlo. La forma en la que su cuerpo mutilado se movió por instinto para evitar que pudieran matarlo hablaba por sí sola. Y entonces estaba su mejor amigo. Su maldito mejor amigo que se incriminó por un niño roto y destrozado que cometió una estupidez. Su amigo que tenía una vida, una vida plena y feliz, arriesgó todo por salvar a un chico que apenas tenía edad para sí quiera comprender lo que había hecho.
Y Tony ya no se mentía creyendo cosas mezquinas o arrogantes. Ambos Peter hubieran hecho eso por cualquier jodida persona. Porque eso eran. Siempre iban a ser eso: espeluznantes y únicos.
—Miles, como ya te he dicho, no hay nada de que martirizarse —suspira con firmeza, buscando su mirada para que viera en sus ojos que no estaba diciendo aquello por decirlo—. Si fue tu culpa o la de Wesley es lo mismo. Peter murió por hacer lo que él entendía como correcto.
—Pero usted no cree que lo sea.
—Miles, eres un buen chico. Tenías miedo y odio en tu interior. Estabas asustado y... Dios, Peter hizo cada idiotez con ese traje —puntualiza estirando en toda regla el brazo, para rodearle los hombros al chico. Lo aplasta contra su costado y se asegura de que se quede allí mientras habla—. No tienes ni idea. Casi lo matan cuando estábamos en la universidad. Eso le costó a MJ su trabajo de ayudante de cátedra y que la vetaran. Si ella no le hubiera salvado el trasero, esa noche habría muerto por meterse en problemas que le venían grandes. Todos ustedes, maldita sea, todos ustedes adictos al spandex, hacen estupideces y uno es el que tiene que ir limpiando el tiradero —se queja sacudiéndolo ligeramente.
Miles suelta un pequeño ruidito de aceptación, limpiando con rapidez las esquinas de sus ojos. Que él viera no había vertido una sola lágrima, pero sus ojos demasiado brillantes delataban cierta humedad.
—Pero chico, son buenas personas —añade deseando poder ser más elocuente, maldiciendo todos esos años de compartimentar sus sentimientos—. Sé que eres una buena persona, Miles. Estudié tus aventuras estos días, sé que lo hiciste bien. Lo hiciste muy bien —reitera sonriéndole—. Estoy feliz de que Peter te hubiera salvado. Odio que haya muerto por eso —admite con cada parte de él vertida en esa afirmación, pues era una mentira descarada decir lo contrario—, pero estoy feliz de que te salvara. Y créeme, él está feliz. Donde sea que esté, está feliz de haberlo hecho.
—Pero sigues creyendo que los héroes innecesarios.
Tony se ríe y suspira, meneando la cabeza.
—Ya no sé, Miles. Ya no sé. Hoy por hoy solo sé que son bastardos que toman las peores decisiones del mundo, pero que lo hacen por el bien de otros.
—Que nunca estarán a la altura del sacrificio que supone tomar la decisión.
Con una sonrisa tironeando de sus labios por el tonito remilgado con el que le habló, le da un último apretón y lo suelta. Recargándose con los codos sobre el escalón que tenía un rato clavándose en su espalda, Tony se estira, soltando un quejido bajo cuando el dolor corporal lo hace estremecerse.
—Te crees muy listo, eh —se queja dándole una patada suave.
Miles se ríe entrecortadamente por sus quejas, pero menea la cabeza sin negar su aseveración.
—¿Y tú dirías que eres un héroe? —pregunta sin embargo, arrancándole de una sola vez el buen humor.
Tony mira el cielo cubierto de espesas nubes, pensando en que quizá nevaría de un momento a otro.
—No, Miles. —responde sin tener que pensarlo—. Peter siempre necesitó ver en mí algo más de lo que soy. Tenía el mal concepto de que porque él me importaba y porque tengo un mínimo de criterio, era bueno y abnegado. No soy nada de eso. Solo sé ser leal a los que están en mi corazón, solo protejo a los que quiero. Y si el mundo tiene que ser reducido a cenizas por ellos, lo hago. Si me tocara matar a la mitad de la población por ustedes, lo haría sin vacilar. Tú, aquel y este, no harían eso. Ustedes se sacrifican por los demás. Y respecto al mundo, le dije mil veces que la guerra sin fin, así me haga millonario a corto plazo, a largo no me beneficiará. Mantener la paz fue un negocio más rentable que fogonear la guerra.
Con una mirada vacilante, Miles mira hacia los comercios que lentamente empiezan a abrir sus puertas.
—¿Quieres decir que eres egoísta?
—Quiero decir que puedo ser el hombre más egoísta del mundo, si de eso depende que las personas que amo estén a salvo.
—¿Y si requiriera que no fueras egoísta? ¿Y si requiriera que dejaras todo...?
—Miles, haría lo que fuera necesario. No importa qué. Sí es matar, matar. Sí es salvar, salvar. Sí es morir... Bueno, buscaría la manera de no morir, de preferencia. Pero si al final del día es morir, que morir sea.
—¿Y de verdad no es eso ser un héroe?
—No cuando solo puedes hacerlo por un grupo muy reducido de personas. No me importa cuantos sin rostro deba matar para mantener a una persona con vida. ¿Dices que esa es la manera en la que mides tus actos?
—No. Ciertamente no lo hago.
—Exacto. Esa es la diferencia. Serte leal a ti, serle leal a Peter o May no me hace un gran sujeto, Miles. Estoy casi seguro que debe ser la definición de sociópata.
—No creo, señor S. El señor P siempre decía que usted era más bueno de lo que aparentaba.
—El señor P no veía maldad en el mundo. Y tenía el prisma jodido en lo referente a mí.
Quizá por eso se terminó de enamorar del malnacido en la enfermería. Porque, a diferencia de su mejor amigo, Peter sí vio la mierda en él. La vio, la sintió, la padeció y aun así, aun a pesar de eso, el condenado hijo de puta se dio el lujo de sentir su partida.
—Pues yo no lo creo. Intentó por cinco años volver a casa. Solo a cumplir una promesa.
Tony suelta una risa y se encoge de hombros.
—No hubiera podido decirle hogar a ese universo si él no hubiera existido en primer lugar —argumenta sin darle importancia—. Y le di la espalda una vez. Juré nunca más hacerlo. No importa qué, tendrás que soportar mis ojos en tu maldito y maloliente trasero. Me aseguraré de que egreses de la maldita universidad, que consigas un buen trabajo y te cases con una linda chica que te dé malditos hijos y me aseguraré de hacer que cuelgues el traje mucho antes de que un lunático te mate.
—Grandes metas —silva riéndose de él—. Suena a mucho trabajo para usted.
—¿Para mí? Para ti será. No tienes idea lo exigente que seré con la jovencita a la que decidas traer a casa. ¿Tienes idea sobre la compatibilidad genética? Es una jodida lotería, deberé hacerle tantos estudios para asegurarme que tu descendencia esté a la altura...
—¡Señor S! —estalla indignado, dándole un golpe en el costado de su cuerpo.
Tony se ríe, pero siente un dolor agudo romper su corazón de solo pensar en esa vida. Pero maldita sea, así fuera con el corazón hecho trizas, esa era la jodida vida que llevaría. Y se aseguraría por Peter, por los dos Peter, que un maldito Spider-Man del multiverso tuviera una puñetera larga y feliz vida.
Si eso era lo único que podía hacer, ambos dos iban a poder pensar con orgullo que lo hizo.
—Bueno, si eso es todo —comenta Tony, carraspeando—. Voy a ver cómo está Pet-
La mano de Miles se dispara hacia adelante. Tan rápido como un parpadeo, en medio de la jodida calle, se abre un portal. Tony se queda petrificado viendo como idiota la sala de su casa.
—¡Miles! —gruñe listo para arrancarle los ojos, porque cómo ese portal se cerrara antes de que tuviera tiempo de volver a ver a Peter lo mataría.
—Lo siento, señor —susurra enderezándose, mirándolo con esa sonrisa jovial, mutando a una triste y apenada—. Sé lo que quiere, pero no podrá ser.
Un escalofrío le recorre la espalda, pero no llega a pararse que el bastardo de su pupilo le aplasta con la planta del pie el pecho, sentándolo de golpe.
—Usted dice que no es un héroe, pero yo sí que lo soy. Y como tal, es mi responsabilidad tomar las decisiones difíciles, las que son dolorosas.
—¿De qué demonios estás hablando? —espeta golpeando el pie sobre su cuerpo.
El chico aprieta la mandíbula. Sus hombros están caídos, pero sus puños firmemente apretados tiemblan. Por un segundo, Tony se pregunta si sabe que su mayor deseo es quedarse. Descarta de inmediato la idea porque es simplemente una locura. El riesgo para ese universo era bastante alto, debía hacer todo lo que se pudiera por repararlo y no importa cuánto deseara quedarse, arriesgar a Peter estaba fuera de toda discusión. Por no mencionar que no había ni un ápice de mentira en su juramento. Se aseguraría que Miles fuera el que lo lograra, se aseguraría que Miles saliera limpio, vivo y feliz de aquella mierda.
Por su amigo, por este Peter que parecía condenado a tener la vida más miserable que el mundo pudiera darle y por él. Porque maldita sea, Miles era importante para él y Tony se negaba a que tuviera algo que no fuera la vida más asquerosamente feliz que pudiera garantizarle.
—De que sé que nunca pondrá su voluntad sobre lo que le pidió el señor P, pero a mí también me hizo prometerle cosas —sentencia mirando sobre su hombro y está bastante seguro que su mandíbula se está por desencajar, porque se abre tanto que no logra recordar cómo cerrarla—. Recuerde las reglas, señor S. No cambie nada. No vuelva a intervenir. Y por lo que más quiera, asegúrese de que ambos sobrevivan a lo que sea que le depare el destino a este Universo. Yo arreglaré todo para que parezca que volvió conmigo, así que recuerde no destacar.
Y justo en ese momento es que lo entiende. Entiende lo que se traía entre manos. Entiende por qué le contó lo de Peter. Por qué era importante para él decírselo. Se le hunde el estómago y se intenta enderezar, pero Miles le lanza una telaraña que lo ancla una vez más al suelo.
—¡Miles, no! —le grita sin que le importe un carajo que los transeúntes empezaran a caminar rápido para escapar de ellos o a quedarse petrificados, incapaces de resistirse a la imagen que hacían los dos.
—Está bien, señor S. —asegura con esa maldita voz de hombre que aún no le quedaba del todo cómoda—. Aquí lo necesitarán más. Yo... no puede ser casualidad, ¿no? No puede ser que de todo el Multiverso, justo de entre todos los Tony Stark... —el pequeño bastardo menea la cabeza y mira con fastidio el suelo, mordiendo su labio inferior—. Me pregunté por años por qué usted. Por qué tenía que ser usted. Por qué yo, otra vez, tenía que pasar por lo mismo. Me enojé tanto, me frustré tanto... —gruñe retrocediendo un paso tras otro—, pero, ya lo entiendo. Este siempre fue el lugar al que debía venir. Aquí es donde realmente tiene que estar. No en casa, no con nosotros. Hasta que no volvió no lo entendí. Hasta que no me contó que aquí había un Peter Parker que había perdido a su Tony Stark no lo entendí. Entonces tuvo sentido. Entonces... entonces fue evidente. Porque... piense en los números, piense en lo reducidas que eran las posibilidades. Cómo podía ser una casualidad. ¿Cómo no era obra del destino? Un Tony Stark muerto, que un Peter Parker no pudo salvar, un Peter Parker muerto, que un Tony Stark no pudo salvar... No señor, demasiado perfecto como para ser un error, para ser algo casual. Yo... yo no lo entendía, pero... pero es evidente. Tiene que quedarse aquí, tiene que estar con él. Él lo necesita, él está solo. Él necesita de un Tony Stark y usted de un Peter Parker, porque si no, los dos estarán incompletos. Y... y si se viene una guerra, y si se viene un desastre, este universo necesitará de un armero. Necesitará del mejor armador del mundo. Necesitará de un Tony Stark. Porque... porque eso es lo que todo universo en riesgo necesita. Eso es lo que todo Spider-Man necesita cuando está desahuciado.
—Miles Davis Morales, quítame esto y deja de decir idioteces. Nos iremos a casa juntos —masculla peleando contra las telarañas.
—No, señor S. No lo haremos. Peter... Peter me dijo que usted siempre olvidaba que valía la pena. Me dijo que usted no era bueno en recordar que se merecía las cosas buenas que le pasaban.
—No tienes derecho a...
—Seguro que no, pero ya le dije, le hice una promesa a mi mentor. Y mi otro mentor me enseñó que, a veces, hay que ser egoístas para asegurarnos que las personas que amamos estén bien.
—No tienes puta idea de lo que-
—Puede ser que no —lo corta y Tony empieza a sentir la vieja costumbre de querer ahorcarlo por vivir interrumpiéndolo—. Pero correré el riesgo, señor S. Cuídese y salúdeme a Peter. Dígale que espero que sobrevivan a esto.
Miles se aleja lo suficiente para pararse al bordillo del portal. La mirada café lo mira fijo, esperando algo.
Algo que Tony, por más que se muere por hacer, es incapaz. Porque Tony sabía bien cómo librarse de las telarañas. Tony hacía años aprendió el truco. No eras compañero de Spider-Man sin aprender algunos trucos sobre la maldita telaraña. En especial con la de Miles, cuando era él el que perfeccionó la fórmula.
Es repentinamente consciente de que debía estar peleando por soltarse; por hablar más e imponerse, si es que su cuerpo decidía ir contra sus mejores instintos. Interpelarlo para terminar con esa estupidez. Con esa peligrosa estupidez, pero lo único que germina y florece en su interior es agradecimiento. Se siente humillado por la gratitud que lo llena. Es un maldito niño, es un jodido niño, no tiene que estar tomando esa decisión por él. No era justo que en sus hombros recargara el peso de si estaban, o no, tomando la decisión equivocada.
No era justo dejar que fuera él el que decidiera quedarse solo, que decidiera por él mismo perder al tipo por el que estuvo años arrastrándose frente a una mocosa engreída.
Pero no importa qué, no puede despegar los labios una vez que entiende que Miles no bromea, no lo pone a prueba. No puede separarlos para decirle que se deje de idioteces, que él quiere y va a volver porque le hizo una promesa a su mejor amigo. No puede porque no importa que Peter le haya enseñado el significado de familia, amor y amistad y no se mereciera que le diera otra vez la espalda. Lo que en verdad quiere hacer es quedarse con este otro Peter, en ese maldito universo que podía tener los días contados.
Porque jodida mierda, Tony estaba dispuesto a inmolarse en ese universo si lo hacía con Peter.
—Me aseguraré de que siempre esté orgulloso de mí, señor S —promete el bastardo y Tony siente como su corazón se rompe en cientos de pedazos, porque está por dejarlo, está por dejar que ese pobre chico sea el adulto que él era incapaz de ser.
Miles retrocede el último paso. La mirada se clava en el edificio que, en su hogar, era la casa de May. Vuelve a verlo a los ojos tras dar un par de exhalaciones.
—Cuidaré de todos, lo prometo. Cumpliré su promesa. —añade con una sonrisa más genuina y menos torturada.
—¡Miles Morales, ni siquiera pienses...! —se le atragantan las palabras. No importa cuanto sepa que tiene que decirlas, es incapaz.
Lo mira lleno de rabia, de dolor y humillación. Miles le guiña un ojo, disculpándose, aceptando que Tony era exactamente lo que siempre le dijo que era la gente por la que tomaban esas decisiones que al final del día solo rompían su corazón: una mierda que no valía un carajo.
—Maldita sea, ¡yo ya estoy orgulloso de ti! —le grita indignado cuando lo ve sumergirse de espaldas en el portal.
Lo último que ve es su sonrisa. En cuanto atraviesa el portal, este desaparece sobre sí mismo.
—Carajo... —jadea Riri a su espalda—. Dime qué alguien más vendrá a buscarte, porque me acaba de avisar Daredevil que la Torre Fisk acaba de pasar a la historia —voltea rápidamente la cabeza, completamente aturdido. Plantada en el umbral del edificio, mira boquiabierta donde hace unos segundos había estado el portal—. Dice que ya alguien había destruido todos los pisos inferiores, pero como todo estaba evacuado, decidió que a lo mejor para el seguro a Kingpin le servía más pasarlo por destrucción total.
Tony menea la cabeza, negando en silencio. Aún le costaba procesar lo que había pasado. Le costaba creer que fuera verdad.
—Entonces... ¿Vas a quedarte?
Mierda, eso parecía.
*****
Pese a tener casi ocho años en esa vida, Peter estaba poco familiarizado con el rítmico sonido de las máquinas de hospital.
Raro, pero afortunadamente esa era su realidad. Por eso le incomoda abrir los ojos y tener una luz blanca sobre él. Tanto como lo incomoda sentir en la piel la rigidez de las sábanas, la aguja clavada en su mano y la correa que le sostiene una mascarilla en el rostro.
Riri es lo primero que ve, la chica se queda rígida a medio camino de un grito, pero su alarmada expresión consigue que reprima el sonido cuando termina de separar los labios, para lanzarse sobre él.
El dolor no llega a cegarlo, lo que es el mejor medidor de tiempo que tiene. Había salido bastante jodido de su...
Pese al mareo se endereza y ahí está, tumbado en un sillón, con injusto aspecto de estar posando para una publicidad de ropa casual.
Riri sigue la dirección de su mirada y sonríe traviesamente, haciendo unos morritos arrogantes con los labios.
—Lo tienes bien cogidito de las pelotas. Quién sabe cuántos años luz hay entre nosotros y él; y mira como está aquí, asegurándose de que estés enterito.
Arrancándose la máscara, contiene una mueca mirándola entre asustado y nervioso. Él no iba a darse el lujo de ponerse a fanfarronear, porque cuando Tony volviera a irse... mierda, Peter definitivamente iba a caer en un pozo.
—¿Cuánto tiempo estuve fuera?
La mirada de Riri vuela al reloj de la habitación y menea la cabeza.
—Como tres días y unas... quince horas. Despertaste unos segundos en la operación. Eso fue sumamente espectacular y espeluznante —aclara terminando de sacarle el suero de la muñeca—. Pero al menos ya sabemos que tu cuerpo metaboliza al menos cinco veces más rápido la morfina. Ya agendé el dato. Tengo el vago presentimiento de que va a ser de utilidad en el futuro —rumea demasiado entretenida con eso para lo que a Peter le convenía.
—¿Cómo llegó? Espera, sabes...
Los ojos de Riri vuelan y se ponen en blanco.
—Vamos, sabes que lo sé. Él sabe que lo sé. Y, ¿cómo llegó? No sé. Yo solo sé que fui a buscarte y mientras intentaba abrir la maldita puerta, apareció por un pasillo cargando lo que parecía ser tu cadáver.
La pelea viene de a fogonazos en su mente. Escenas, momentos, segundos. No muy ordenados, pero todos conectados por el miedo, por el hartazgo y la férrea decisión de no morir. Recuerda lo que sintió cuando atravesó a Kraven con su propio arpón, recuerda el terror que le produjo ver cómo lanzaba el cuchillo en dirección a Tony. Recuerda cómo su mente se detuvo, como todo a su alrededor se detuvo y no había nada más que Tony, ese cuchillo y el saber que si no hacía algo, iba a tener que volver a ver cómo un Tony Stark sacrificaba su vida por él.
—¿El Cazador? —pregunta intentando alejarse de ese sentimiento que le hacía helar la sangre.
Estaba vivo, estaba ahí y eso era lo único importante. Eventualmente se las ingeniaría para escapar de la verdad que tenía días fingiendo que no sabía bien ya.
—De vuelta en su universo.
—¿Vivo?
Riri estrecha la mirada en su dirección y alza una ceja mientras le toma la mano y le pone una tirita blanca que cubra la marca de la aguja.
—El jefe no dijo nada sobre que podría no estarlo. ¿Puede no estarlo? —consulta con lentitud.
Había sido bastante específico con ella sobre sus límites. Que era uno: básicamente no matar.
Peter creía recordar que la sangre salía a mares por su cuerpo, pero la distorsión que el veneno hizo en su mente bien podría haberle hecho exagerar el recuerdo de las heridas. Después de todo, en su mente, Tony había aparecido como un hermoso rayo de esperanza y que él supiera, Tony no tenía superpoderes luminosos. Bastante jodido había tenido el cerebro.
—No sé, la verdad. Lo que sé es que me...
Con un vuelco en el estómago se estira de golpe. Olvidando todo dolor en su cuerpo, se baja de la cama. Riri salta hacia atrás cuando se para de improviso. Se quita de su camino, pero no es lo suficientemente rápida para correr el tubo donde colgaban los dos sueros que apenas le había sacado. Lo mira extrañada cuando Peter pega las manos en la pared. No le interesa el repiqueteo que el metal hace contra el cerámico del suelo, solo coge impulso y se pega al yeso. Suspira soltando de golpe todo el aire de los pulmones. Ni siquiera había notado que estaba temblando de miedo. Solo nota que toda agitación termina ni bien vuelve al piso y deja caer la cabeza en la pared.
—¿Crees que crucé el Multiverso para buscarte y lo hice sin el antídoto? —se queja Tony, con la voz rasposa, reprimiendo un bostezo—. ¿Por quién me tomas, Parker?
Algo avergonzado, se gira para verlo. Todas esas cosas que estaban agazapadas en su interior se agitan de golpe. El recuerdo del último beso que se dieron le incendia la piel. Le acelera el corazón y le dice que era muy idiota si creía que esa vez iba a conseguir aceptar dejarlo ir sin más. Menos que menos cuando verlo con las piernas cruzadas enfundadas en unos joggins claros, y una camiseta blanca que resaltaba la fuerza de sus bíceps con esa mirada verde acerada fija en él hacía que su respiración se volviera superficial.
Dios, era condenadamente atractivo. Un poco mareado carraspea al escuchar tras él la risita de Riri.
—Uno nunca sabe —murmura torpemente, retrocediendo hasta volver a su camilla.
—Lo dije y lo repito, es realmente una suerte que estés vivo.
Y Peter tiene la ligera certeza de que eso era muy cierto. Se las hubiera arreglado, estaba seguro. Contaba con que Riri no hiciera caso y arrastrara su trasero mutilado del tejado. Esperaba que Daredevil llegará con tiempo suficiente para protegerla en el proceso. Aparentemente iban a conseguir hacer de eso un modus operandi. Pero sin dudas hubiera despertado como un humano llano y corriente. Y si por años ese fue su sueño, si por años en secreto clamaba por eso, cuando fue una opción... cuando fue real... Peter quería esa vida. Peter quería eso. Peter quería ser Spider-Man.
—Bien, voy a hacer un par de llamados —informa Riri—. Los dejo para que se pongan al día. Jefe, tiene lo básico: está vivo, el cazador está en su universo y, obviamente, que tiene poderes.
—Pensé que yo era tu jefe —balbucea Peter, viendo algo picado como ella se erguía un poco para hablar con Tony.
Con él no se tomaba esas molestias.
—Has ascendido a la categoría de amigo —se sonríe ella, dándole un amistoso golpe.
Peter gruñe cuando el dolor que le produce el codo al clavarse en su costado le recuerda que aún le quedaban semanas de reposo.
—Qué te parece si vas a hacer tus cosas e intentas no romperlo —con un chasquido brusco de lengua, Tony se levanta y llega a su lado para ayudarlo mientras Riri se aleja con las manos al cielo.
—Nunca nadie agradece mis esfuerzos —refunfuña abandonando la habitación.
Peter siente que sus costillas rotas y sus pulmones agujereados no son los responsables netos de que haya empezado a ser incapaz de irrigar oxígeno en su cerebro. Tony está parado junto a él, sosteniendo con una mano su cintura y la otra que seguía al brazo que le había rodeado los hombros, entrelazaba sus dedos. El aire cálido de su respiración le arrebata la conciencia una vez que sus labios se acercan inocentemente a la base de su cuello en busca de sostener con su cuerpo el peso del suyo.
—Pasaste tres días inconsciente. Tienes más heridas de las que le he visto a cualquier ser humano, y estuve en más de un frente de batalla. ¿Quisieras hacer el favor de controlarte? —gruñe con la voz áspera y baja—. Porque te juro que no te haces una idea de las ganas que tengo de tumbarte en esta maldita camilla y follarte hasta quitarte del cuerpo cualquier estúpida idea de volver a ponerte en semejante peligro.
Peter suelta el aire de golpe y aprieta los dientes en el interior de sus mejillas, cuando la mirada verde se alza buscando sus ojos.
—Tienes tanta suerte que me muera por ti —espeta mirando lentamente su rostro hasta caer pesadamente en sus labios—. No sabes las ganas que tenía de matarte con mis propias manos cuando dejaste de respirar en la camilla de operaciones.
—¿Mueres por mí? —dice esquivando el hecho de que estuvo oficialmente sin respirar en algún momento de eso.
Espera que el tono burlón y soberbio que usó encubra el verdadero grito desesperado que salía de su interior.
Tony lo sienta y Peter separa con juicio las piernas cuando se mete entre ellas. Se estremece al sentir las fuertes manos subir por la piel de sus muslos. Es repentinamente consciente que lo único que tenía puesto era un boxer. La boca se acerca a su pecho y tiembla sintiendo las ligeras cosquillas que le hace la barba cuando llega a la curva de su cuello. Jadea sin dignidad cuando el gentil contacto de la punta de su nariz con el mentón se produce. Los dedos que recorrían sus piernas se congelan sobre la curva de su espalda. Lo aprieta duro contra su pecho y Peter suelta el estúpido borde de la camilla para juntar las manos en su cuello.
—¿Quieres una confesión de amor, Peter? —susurra en su oído, acariciando con la boca su piel—. Tigre, creo que has vuelto a cometer el mismo error. Aparentemente supones esto es algo bueno —se ríe y le arranca una sonrisa al recordar que en su apartamento, usó exactamente las mismas palabras cuando Peter pensó que por ser amigos iban a llevarse mejor.
—¿Dices que esto empeora notablemente mi situación?
Tony ronronea en su oído al comprobar que no había olvidado ni una sola de sus palabras. No tenía idea de lo mucho que Peter había estado recitando como lunático cada una de ellas en su mente. No tenía ni una sola idea.
—Oh, Tigre... no tienes idea —musita hundiéndose en su cuello, pegando al fin los labios sobre su piel—. Esto no tiene nada de amor, esto es una obsesión. Estoy viciado a ti —dice y tiene problemas para discernir si lo que le hace estremecer es la forma en la que la lengua delinea sus clavículas o el tono abatido con el que le habla—. Joder, no tienes idea del desastre que es todo esto.
Y Peter se hace una idea mucho más que aproximada, porque las manos que se le aferran duramente a la carne queman en su piel y su pecho. Aquello no era, ni iba a ser bueno para su cordura.
—¿Cuándo te irás? —pregunta de golpe, casi arrancándoselo de encima.
La mirada que le lanza con la cabeza inclinada lo pone nervioso. Se ve bastante insultado en ese preciso momento. Intenta no dejar que la esperanza crezca en su interior. El golpe podría ser más de lo que podría manejar como le soltara...
—No me voy a ir a ninguna parte, Tigre.
Finge demencia. Sí, eso es mucho más seguro que creerle. Porque Tony tenía años deseando hacerlo y él, solo él no podía ser...
—Imposible —niega atragantándose un poco—. Tienes que volver. Quieres volver —remarca bastante seguro que su voz un par de octavas más fina es la muestra clara de su declive mental,
—Ya me dirás como lo haría. Es demasiado tarde.
—¿Destruyeron la Torre?
Tony se ríe y menea la cabeza volviéndose a acercar.
—No me refiero a que es físicamente imposible. Que lo es, por otro lado. Pero... yo no puedo dejarte —murmura tomándole el mentón, impidiendo que pueda esquivar la intensidad de sus vivaces ojos—. Ya no puedo dejar de pensar en ti. Y me niego a volverme loco a millones de años luz, encanto. No. Ya es imposible para mí volver. Esa no es mi vida. Desde que Peter murió ya no es mi hogar. Él era lo único que había ahí para mí.
—No digas eso, May, Miles...
—Esa, encanto, es la más asquerosa verdad. Pasé cada maldito segundo deseando volver. Enloqueciendo cada noche de solo pensar que se te ocurriera poner en práctica las malditas estupideces que te dije. Extrañando tus tontas pullas, extrañando todas y cada una de tus cuestionables decisiones. Y Miles sabe qué tipo de basura soy —dice soltándolo—. Lo sabe y es tanto mejor que yo, que él...
Su voz se apaga y la carrera enloquecida de su corazón por matarlo de un infarto se frena en el acto. La mirada verde se vacía de toda emoción y se derrumba asqueada.
—¿Qué pasó? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo sabías que lo necesitaba?
Tony se ríe meneando la cabeza y agradece que sus gestos sean tan parecidos a los de su mentor, porque le hubiera costado identificar lo que refulgía en su mirada.
—¿Por qué estás... triste? —musita al verlo tan obcecado en esquivar sus ojos.
—Miles descubrió en nuestro universo faltaba el Cazador. Él conocía a una persona que podía hacernos aparecer aquí.
—¿Eh? ¿Y por qué no vino a buscarte en cuanto desapareciste?
Tony alza la vista y lo mira con soberbia. Peter le rueda los ojos. Poco le importa que se escuchara en cada una de sus sílabas lo mucho que reprobaba eso. Es decir, si tenía forma, ¿cómo tardó tanto en hacerlo?
—Es largo...
—Si no vas a irte, quiero saberlo. Todo. Desde el principio.
Tony ladea el rostro y entrecierra los ojos, volviendo a acercarse un poco a su cara.
—Sabes... ya que lo pienso, tú no dijiste que quieres que me quede.
Peter pasa saliva y lo mira fijamente. El terror que tenía años dejando gobernar su vida quiere volver a tomar el control y empujar las palabras por su boca. Y esta vez es más grande, más pesado, porque lo que Tony pedía, lo que Tony estaba ofreciendo era justo aquello a lo que había estado escapando por años. Era exactamente lo que no debía dejar que pasara. Porque, así Peter estuviera dispuesto a dar un paso en la dirección correcta, al fin de cuentas nunca colgaría el traje y esa siempre sería su prioridad.
—¿Cómo se supone que sea un superhéroe cuando me haces tan débil? —le pregunta al fin, una vez es evidente que no dirá más hasta que no le dé una respuesta.
La mirada verde se abre, quizá sorprendida por el aplomo de su voz, por la dureza en esa descripción tan gráfica de lo que para él era una verdad sin vueltas.
—¿Cómo voy a hacer lo que tenga que hacer, si no puedo quitar de mi mente lo que ahora me podría afectar si eso te hiere a ti?
Tony separa los labios para decir algo, pero Peter piensa en lo que no pudo decirle a su tía antes de que muriera, piensa en la promesa que jamás cumplió a sus amigos. Piensa en su mentor, en ese segundo en el que pudieron haberse dicho algo, piensa en todas las oportunidades que tuvo mientras luchaban por impedir que Thanos se hiciera con las gemas y cómo dejó pasar cada momento en pos de una mejor oportunidad, en pos de un instante de tranquilidad. Piensa en la forma en la que lo vio morir, debiendo conformarse con nada más que un mísero abrazo y se traga el dolor en el cuerpo.
No, él no iba a volver a perder así el tiempo. No iba a permitir que su vida volviera a ser ese amasijo de oportunidades desaprovechadas por el miedo, por el terror de volver a perder algo o alguien. Se baja de la camilla con un salto. Se precipita hasta él, empujándolo al sillón. Las manos de Tony vuelan a sus caderas cuando se sienta sobre él y casi pega sus cabezas.
—Supongo que tenías razón al decir que soy una mentira de superhéroe, porque quiero esto. Lo deseo. Te deseo tanto... Me destrozará el día de mañana y seguro me arrepentiré —se ríe como un pobre esquizofrénico—. Muy probablemente algunos días te odie. Y te odie porque no puedo odiarme más de lo que ya lo hago. No puedo tener más veneno dentro mío. Pero... pero no quiero que te vayas. No quiero perderte. No quiero volver a despedirme de ti. No quiero quedarme solo. No quiero que vuelvas con tu familia... quiero... que seas mi familia. Quiero que seas mi hogar, quiero ser tu hogar.
»En mi vida fui tan egoísta como lo soy en este momento y me da asco, pero este desastre me ha superado. Y no importa cuánto quiera ser mejor, ser lo que todos ven en mí. Lo que de verdad quiero, es a ti. Así que, sí, Tony. Sí quiero que te quedes.
»No sé qué va a ser de mi futuro o de nuestro futuro. Pero si de algo estoy seguro, es de que quiero que estés aquí.
No le responde nada. Le toma el cuello y lo besa. Peter gime dentro de su boca y responde con la misma fuerza que Tony al beso. Aprieta las manos en su rostro y bebe de su boca cada jadeo bajo que suelta. Se mece contra él cuando se acomoda mejor bajo su cuerpo y lo aprieta con cuidado y delicadeza a su pecho. Entierra el rostro en la curva de su cuello cuando le ordena frenar. Se niega a dejarlo. Se niega a soltarlo y que vuelva a desaparecer entre sus manos.
—Eres un héroe Peter —musita besándole con suavidad el hombro que tenía más cerca a la boca—. Solo que uno de mierda.
Peter suelta una carcajada y se endereza para mirarlo con los párpados entrecerrados.
—Creo que nadie jamás me ha dicho algo tan romántico...
Con una sonrisa profunda en el rostro le aprieta el trasero con manos duras y firmes.
—No había terminado —se defiende deslizando la vista por su torso desnudo—. Eres un superhéroe de mierda, pero como en este mundo todos son una escoria, estás mejor que la media.
—No resulta tan halagador como seguro piensas que suena —musita fingiendo pensar cuidadosamente sus palabras.
—Pues tendré que ponerme con ello hasta que lo entiendas.
Peter se ríe cuando empieza a mordisquear su cuello.
—No vas a librarte de explicarme lo que te pregunté. ¿Sí lo sabes, no? Quiero saber exactamente qué pasó desde que te fuiste de aquí hasta cuándo volviste y qué es lo que pasó en las últimas 72 horas.
Vacilando ligeramente, Tony lo mira y Peter sabe en el acto que algo está escondiendo. Lo ve en la forma que bordea ciertos puntos. Se baja de su regazo, rebusca en el pequeño armario ropa y se sienta junto a él, prestando atención a cómo es que terminó por atravesar el portal que lo llevó hasta él.
—¿Qué no me dices? —pregunta al fin, cuando Tony, con sorna, quiere empezar a relatarle lo que había pasado en esa habitación hacía una hora cuando recobró la conciencia—. ¿Tony? ¿Qué sabes que no me dices? —reitera tras el silencio que se alza entre ellos y le eriza la piel de los brazos.
—Algo que no puedo decirte —sentencia al fin. Peter se tensa viéndolo—. ¿Puedes con eso? ¿Puedes vivir con que hay cosas de esto, cosas que no puedo y no voy a decirte? —cuando es incapaz de responder al acto y el tiempo se dilata con pesadez entre ellos, Tony sonríe—. Eres una criatura fascinante... Veamos. ¿Y si lo pongo en estos términos...? Puedes vivir con ello, teniendo en cuenta que jamás te pondría en riesgo, que jamás haría nada contra ti y que sé perfectamente que dañar a tu preciosa ciudad-
—Digamos a mi universo en general —lo corta abruptamente.
Tony rueda los ojos, pero agita la mano con impaciencia.
—Como sea, y que sé que dañar a tu no pequeño universo cuenta como lastimarte. ¿Puedes vivir con eso? ¿Puedes vivir con que esconda cosas?
—No entiendo por qué tienes que hacerlo —dice frustrado, esquivando el quid de la pregunta.
—Por tus propios medios no te hubieras enterado —le explica dándole un toque en la punta de la nariz con el dedo índice—. Yo lo sé porque fue imposible no hacerlo. Pero tú no te enterarás. No ahora, al menos.
—¿Cuándo lo haría?
—Con suerte nunca lo harás.
Peter suspira y deja caer la espalda con pesadez sobre el respaldo del sillón.
—Entonces es malo.
—Quiero establecer, aquí y ahora —dice resuelto y muy serio—, que estoy más que dispuesto a que intentes todos los medios de tortura sexual que quieras para arrancarme la información.
Sin poder evitarlo, Peter suelta una carcajada. Alzando una almohada de al lado suyo, se la lanza al rostro. Tony lo toma en el aire y se la arranca de la mano. Suelta un gemido cuando en el mismo movimiento se lanza sobre él y le aprieta la espalda contra el apoyabrazos.
Saborea su aliento. Café y cigarrillo. Pasea la punta de la lengua por su labio inferior. Tony gime roncamente y se restriega contra él.
—Reescribimos la historia por nosotros mismos, Peter —susurra con la voz aterciopelada y los ojos fijos en su boca—. Este no era el destino. No éramos tú y yo, pero que se jodan todos. Depende de ti y de mí ahora. Nadie más puede decirnos lo que llegaremos a ser. Y yo no pienso rendirme. Lo que siento por ti es más grande que la distancia entre nuestros universos. No voy a permitir que nada te pase. No voy a dejar que nada nos separe. ¿Puedes creerme?
Y esa debía ser la pregunta más fácil que le haya hecho nunca nadie.
—Sí, puedo —corrobora con seguridad.
—Ese es mi chico.
Peter acepta su beso, enredando las manos en su cabello.
—Igual si quieres hacer lo de la tortura sexual...
Peter le da un golpe en el pecho y se queja un poco cuando el peso de Tony le aplasta las costillas.
—Creo que aún no estoy para eso.
Con una mirada velada de deseo, Tony se endereza y lo ayuda a pararse.
—Tiempo al tiempo, encanto. Tiempo al tiempo. Ahora vamos arriba, porque tengo que hacer que esa tramposa de Williams me devuelva algunos de mis millones.
—Oh... cierto. —musita parpadeando sorprendido—. ¿De qué trabajarás? No puedes seguir siendo un delincuente...
—¿Eso es un desafío, Tigre?
Cómo única respuesta, Peter rueda los ojos.
—¿El castigo involucra atarme con algunas telarañas a la cama?
Peter contiene el sonrojo que quiere subir por sus mejillas y lo mira con seriedad, sabiendo de sobra que el maldito buscaba perturbarlo.
—Bah, no me interesa. Soy, para sorpresa de nadie, un gran corredor de bolsa. Puedo divertirme poniendo en jaque a algunos magnates, haciendo sudar a algunos empresarios...
No muy convencido, Peter deja que le abra la puerta de la enfermería y se queda parado junto a las escaleras que los llevan a las plantas superiores.
—Aparte, en el peor de los casos, es claro que tengo un novio asquerosamente rico que bien puede mantenerme. ¿Qué dices, quieres un novio trofeo? Doy totalmente el pego de un novio trofeo. Estoy caliente como la mierda. Peter se atora con la saliva que baja por su garganta y empieza a toser cuando se le viene a la mente la imagen de él en una fiesta de la compañía, con Tony colgado del brazo, siendo la absoluta envidia de todo el mundo.
—Pufff... mira esa cara, encanto. Te gusta la idea, ¿eh? Puedo conseguir algo muy sexy para que puedas presumirme en la fiesta de fin de año.
—Eres un idiota —grazna negándose a pensar en lo destructivo que sería para su resistencia y su ego verlo en un esmoquin de noche.
—Tomaré eso por un sí —se jacta guiñándole un ojo y adelantándolo en la escalera—. Deja de mirarme el culo, Parker. Eso vas a tener que ganarlo si lo deseas.
Poco falta para que trastabille con sus pies entre los escalones. Algo descompensado, se recarga contra la pared y cuenta mentalmente hacia adelante y hacia atrás.
El terror lo vuelve a invadir, pero pelea contra ello. Deja que el calor que desde su pecho rugía furioso lo cubra y se jura que no importa cómo, se las arreglará para hacer que eso funcione. Se las arreglará para que todo salga bien. Y confiará. Confiará en Tony y su promesa, porque había algo malo que no quería decirle, pero que Peter creía saber qué era. O al menos por dónde venían los tiros.
Con un suspiro derrotado, continúa subiendo las escaleras. No tenía sentido empezar en ese momento a preocuparse. Aún tenía mil cosas que atender, como lo era que tenía tres días inconsciente y que no recordaba que nadie le explicara qué excusa habían dado en Osborn para esa falta. O como lo era el hecho de que aún no le habían explicado qué demonios pasó con la torre Fisk y si ahora tenía al mafioso más importante de todo el país sediento de su sangre.
¿Dónde viviría Tony? Sabía que aún debía tener su apartamento y debía encontrar la forma de decirle que así le gustara que algunas noches fuera a su casa, esperaba que entendiera que igual necesitaba que las cosas se las tomen con cierta calma. Encajar esa nueva vida no sería la cosa más sencilla del mundo y él tenía mucho tiempo en su arraigada soledad como para poder desprenderse de ella de buenas a primeras.
Sí, Peter tenía muchas cosas más urgentes de las que encargarse.
Llega a la puerta abierta del apartamento de Riri. Los pilla en la sala, sentados en la mesa, enfrascados en una discusión. Ninguno de los dos le presta la más mínima atención. O al menos no verbal. Tony corre hacia atrás la silla y le extiende la mano. Abochornado le hace caso y se sienta a su lado, en la silla que corrió con la punta del pie para que quede mucho más cerca de lo normal de la de él. La madre de Riri, bendita ella, aparece con una bandeja de bebidas y dos cajas de pizza. No tenía idea de qué hora era. Tras las ventanas se veía oscuro, pero no podía decir si era noche o madrugada. Solo sabía que se sentía famélico.
—Sigue gimiendo así, Parker —susurra Tony contra su oído, cuando Riri se levanta a buscar la computadora, para poder apoyar su punto con evidencias—, y tendré que excusarme con estas damas para arrastrarte a tu apartamento a follarte sin que me importe una mierda abrirte una de las hemorragias que tienes en el cuerpo.
Todo él se tensa. Desde los hombros hasta su miembro. La erección le roza los jeans. Tony gruñe empujando la mano sobre su muslo, deslizándola con precaución hasta la unión de sus piernas. Traga ruidosamente cuando acaricia la forma de su erección con la punta del meñique. Cuando Riri vuelve, Tony se desentiende de lo que sea que estuvieran discutiendo y dice que es hora de que Peter se recueste. La chica los mira alternativamente y asiente solícita, con una sonrisita perversa en los labios.
Apabullado, esquiva la mirada preocupada de la mamá de Riri y le promete bajar por un desayuno al despertar.
Ni siquiera es consciente de cómo llega a su apartamento. No tiene idea de cómo termina contra la puerta cerrada de su casa, con Tony de rodillas frente suyo, bajándole a toda máquina el pantalón. No tiene mucha idea de cómo termina en su cama, desnudo, dormitando y exhausto, pero con ganas de más. La siguiente vez que tiene consciencia es para ver a Tony escabullirse al baño, aún vestido, con una tienda de campaña en el pantalón.
—Lo siento —murmura entre dormido y despierto, cuando al cabo de un rato siente la cama hundirse.
—Descanza, encanto. Cuando estés al cien, no tienes idea de lo que te haré.
—O lo que yo te haré a ti —murmura acurrucándose contra su cuerpo.
—Promesas, promesas. —canturrea Tony, acariciando su cabello—. Vamos tigre, descansa. Necesito que te mejores antes de que quede bizco.
Peter se ríe y lo rodea con un brazo, dejando que el olor fuerte de su cuerpo calme todo lo que en su interior se intenta a acomodar.
Era mucho para procesar, pero tenía tiempo y por fin, apoyo para hacerlo.
—Creo que te quiero, Tony —musita sin premeditación alguna, a medio camino de dormise.
—Sin dudas lo haces encanto, soy inevitable.
Peter se estremece apretando más los ojos, pero no deja que el dolor lo golpee. Piensa en las dos variantes. Piensa en su mentor y en el hombre que le besa la coronilla. Piensa en aquella variante de Peter Parker y en él mismo.
Tony quizá no tenía razón al decir que no era el destino. Quizá siempre se trató de que ese era su destino. Quizá tenían que pasar por todo eso, perder a sus variantes para poder encontrarse. Nunca se hubieran conocido de lo contrario. O nunca se hubieran dado una oportunidad de haberse topado el uno con el otro.
Y Peter no podía imaginar en ese momento algo que le doliera más. Algo más triste que no tener a ese hombre en su vida.
—Creo que definitivamente eres inevitable —acepta, besando el pecho que no tenía la huella de un reactor grabado en él.
Y él definitivamente estaba en paz con que después de todo ese recorrido, su destino hubiera tenido que atravesar todo el Multiverso para llegar a él.
Fin.
Antes de terminar del todo, deseo agradecer a unas personas que merecen créditos:
La primera persona, quizá la más importante, Antonio. Quien, sin su apoyo constante, sus correcciones y su disposición a ser fastidiado con miles de audios, mensajes y más, fue fundamental para que este trabajo fuera el que es.
Jamás hubiera conseguido terminar esta historia sin vos, sin tu apoyo, sin las incontables horas que pasaste corrigiendo los capítulos, sin tus comentarios que siempre me impulsan a dar más de mí a mejorar la escritora que soy. Haces que los momentos donde soy incapaz de ver con objetividad y paciencia lo que hago sean superados. Gracias por tu fe en mis capacidades, gracias por creer en mí. Gracias por al amor que le tenés a lo que hacemos, gracias por las veces que usaste el plural para referirte a esta historia. Gracias por sentir que es nuestra y no mía, porque sin dudas no hubiera conseguido pasar el tercer capítulo si no estuvieras ahí para velar por mi trabajo. Te agredezco de corazón todo lo que hiciste porque Variantes viera la luz, pero más te agradezco todo lo que haces por mí. Gracias por ser mi amigo y por tener tanta fe en mí que haces que valga por los dos cuando yo no me creo capaz.
Y, para que todos lo sepan, también es escritor y su trabajo está disponible en Wattpad bajo el usuario: @Midnights675. Así que espero que si quieren un poco más de Starker y esta usuaria ya no tiene nada nuevo que ofrecerles, se dispongan a leerlo a él.
A Luz, que inició conmigo este viaje y jamás descansa un día sin recordarme lo capaz que soy de hacer este tipo de locuras. Sé que mi variante de Tony no es lo que querías, pero gracias por jamás olvidarte de recordarme que sin importar lo que otros (o vos) opinen, mi trabajo es muestra suficiente del amor con el que lo hago y que me merezco cada una de las lecturas que estas historias consiguen.
Y por último, pero para nada menos importante, a Priscila.
No hay un día de mi vida que no agradezca tenerla en mi vida. Sos mi mejor lectora, de las más exigentes y una que siempre me hace querer escribir para poder hacer más feliz tu vida.
También invito a cualquiera que guste de esta cosa, que yo me daré el lujo de llamar novela, a estarle agradecido a ella. Ya que, sin importar que la historia tenía más de un año pausada y estaba en miras de ser finalmente descartada al tacho de los abandonos, continuó releyendo lo publicado e insistió hasta que consiguió convencerme de terminarla.
Gracias Pri. Está historia nació porque me mostraste una foto, sin intención de que yo hiciera nada. Es si no justo y poético que la terminara por vos. Gracias por cada comentario que hiciste, gracias por esperar por ella y nunca rendirte.
Lector, si llegaste acá, también te digo gracias. Este viaje me tomó años y me disculpo por ello. Y si además te gustó, me alegro mucho y espero que en el futuro no te haga esperar dos años para traerte otra historia.
A modo de disculpa, te dejo tres capítulos extra y un epílogo. Te invito a leer los que quieras o a simplemente dejarlo hasta acá. Pero son mi pequeña disculpa por el tiempo que me tomó terminar esta novela, así que espero que los disfrutes.
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