XX
Si eres Peter Parker, recuerda que nunca tendrás una vida normal y lo más sano que podrías hacer es dejar de intentarlo.
Cada fragmento del cuerpo de Peter duele. Tanto así, que le cuesta mantener la mente despejada, pero lo intenta. Y lo intenta solo porque Norman lee los papeles que le entregó frente a él, comentando ocasionalmente una que otra parte. No sigue mucho el hilo de sus murmullos, cierto, pero es que no lo necesita tanto. Sabe de sobra lo que está viendo, así que puede disociar perfectamente su mente entre el presente, el pasado y el futuro.
Se suponía que después de reposo iba a estar bien, pero maldita sea, ¿cuándo tuvo esa posibilidad? Estaba seguro de que la última vez que consiguió una tarde tranquila tenía como 14 años y había conseguido una racha histórica de buena suerte. Los planetas se alinearon y Flash no fue a la escuela, en deporte les dieron hora libre porque el profesor estaba en una reunión con el director y el semáforo cambió justo a tiempo para que llegara a casa y pudiera darse una maratón de Star Trek sin interrupciones.
—¿Y dices que la fuente es confiable? —pregunta Norman, cuando Peter empieza a bizquear del cansancio.
—Hum, muy —murmura, conteniendo una mueca cuando retuerce nerviosamente las manos en su espalda y el dolor en sus hombros le hace ver las estrellas.
Su jefe suspira y sacude la cabeza, pasando otra hoja del cuidadoso informe que Peter confeccionó para él.
—No sé qué decir —sentencia Norman, dejando el folder sobre la mesa.
Como Peter no está seguro de qué es correcto decir en un momento así, se limita a apretar los labios en una fina línea.
Lo estaba intentando. Intentaba mantener su promesa de hacer más, de hacerlo mejor, de volver a ser protagonista en su vida, pero ¿qué demonios le decías a tu jefe cuando le traías pruebas de que una de sus empleadas estrella estaba trabajando con la competencia? Y eso que había tenido el detalle de no poner en el informe los trabajitos extra que por años había estado haciendo Vivían. Se había limitado a informar su trabajo para Kingpin, pero había más de donde había recopilado eso. Fisk había hecho su propia investigación y, hasta donde Peter tenía conocimiento, desde el inicio Vivian fue una pésima empleada. Y ver todo eso le terminó de confirmar que estaba tomando la decisión correcta.
Este Norman no había hecho nada malo hasta la fecha, no se merecía tener una empleada tan desleal. Por no decir que Collin y Ofelia no se merecían tener que padecer a una compañera que si quiera pensaba en el bien de la empresa. No ellos, que no hicieron si no enojarse cuando Peter les informó que no pensaba tomarse la semana que le dieron por el fallecimiento de su tía y lo único que hicieron una vez que entró en la empresa fue soldarse a su alrededor, impidiendo que este solo o taciturno.
—¿Has leído esto?
—Dada la fuente que me lo acercó, entenderá que me sentí en la obligación de comprobar qué había dentro antes de arriesgarme a entregarlo.
Norman acepta eso. Aunque por su inexpresivo rostro, no sabe decir si es porque lo halla lógico, o porque le interesa poco rebatir su argumento.
—Lo que no logro entender es por qué a Spider-Man le interesaría nada lo que una de mis empleadas está haciendo.
Ya se había preparado para eso, así que abre la boca, pero Norman no le da tiempo a decir nada.
—Hace meses me consta que Vivian está trabajando con Kingpin y conmigo, pero no veo cómo eso le incumbe a Spider-Man.
—¿Lo sabía?
La mirada azul y gélida de su jefe se nubla por unos segundos, antes de volver a esconderse tras las gafas.
—Señor Parker, el setenta porciento de mí personal lo saqué directamente de los anaqueles de S.H.I.E.L.D. y el treinta restante son casos curiosos como el de usted. Joyas de la ciencia que por un motivo u otro, todos sumamente interesantes, decidieron pasar de las grandes compañías. Claro que sé cosas sobre mí personal. Y las actividades extralaborales que realizan es lo primero que averiguo.
Lejos de sentir una llamada de alerta, Peter sonríe y asiente dándole la razón. Si ese fuera el caso, sabría bien qué estuvo haciendo Peter hacía dos noches y dudaba muchísimo que no le hubieran bloqueado la puerta de acceso a su taller para pedir una rendición de cuentas.
—Lo que me vuelve a llevar al inicio de todo esto, ¿por qué Spider-Man tendría interés en los asuntos comerciales de dos empresas científicas?
—Me temo que podría ser yo la respuesta, señor.
—¿Eso es una confesión, chico?
—Es más bien un anexo a mi currículum —lo corrige torciendo el gesto—. Cuando postulé, me aseguré de registrar mis datos académicos. No creí que mi currículum laboral fuera relevante. Trabajé por tres años como fotógrafo para el Daily Globe.
—Sí, y también sé lo de la cafetería, la biblioteca y el breve y poco exitoso paso por el departamento de entregas de Amazon. Déjame decirte que tenemos becarios que han hecho cosas más espantosas que esas.
—Me imagino que sí —sonríe apenas sorprendido por el concienzudo conocimiento de su currículum—. Pero mi trabajo era hacerme cargo de fotografiar y filmar a Spider-Man. Digamos que... cuando me retiré vino a buscarme.
—¿Le molestó que ya no lo encontraras digno para lucrar con su imagen o solo le preocupaba ya no figurar en los titulares?
—Un poco y un poco, señor —se ríe por lo bajo—. Pero creo que... después de tantos años... err... trabajando juntos, establecimos algo parecido a una amistad y prometió estar pendiente de mí.
—¿Y eso significa que también está pendiente de mis negocios?
—Solo en lo referente a aquellos que se entrelazan con las empresas de Wilson Fisk, señor.
Norman asiente, pero no parece exactamente conforme con esa idea. Peter cuadra los hombros, por si acaso su jefe quisiera montar un interrogatorio, pero en lugar de eso, Norman se levanta de su silla y rodea el escritorio. Camina con lentitud por la amplia estancia, hasta frenar frente al inmenso ventanal con vistas a la ciudad.
—¿Debo esperar que lleve a la justicia a la señorita Castelli?
—Hasta donde entiendo, la información que alcanzó a recopilar no la compromete judicialmente, señor.
—O sea que solo le interesa arrojar luz sobre la parte ética y moral de los actos de la señorita Castelli. Interesante. En especial viniendo de un delincuente.
Peter hace una mueca contrariada. Por un breve segundo piensa en Tony. Sabe lo a gusto que se quedaría al poder decirle: "¿ves que no valen la pena?". Instintivamente su cerebro quiere apartar esa imagen, pero con dientes apretados soporta el amargo gusto que esa idea deja en su paladar. No importa lo doloroso que sea, puede ver con exactitud el tinte verde de sus ojos aclarar con maldad y la dureza que deja en su quijada el desprecio. No va a permitirse olvidar, así que golpea la necesidad de empujar lejos esos pensamientos y sonríe a su jefe.
—Bueno, luego de años de tratar con él, me siento en la obligación de decir que tiene una vara propia del...
—Con la fuerza para tenerlo todo, muy débil para tomarlo.
Peter se interrumpe, sintiendo como si esas palabras le arrancaran todo el aire de los pulmones.
—¿Pe-Perdón?
—Vivían —comenta girándose para verlo de lado—. La mejor en su clase, posiblemente la mejor en su campo hoy por hoy. Lista para devorarse al mundo pero muy débil para hacerlo.
Le pitan los oídos. El estrés al que había sometido su mente y su cuerpo le cobran repentinamente factura y está en el apartamento de Happy, viendo a la variante de Norman ser consumida por el poder de su alter ego.
—La dejé trabajar para los dos intentando descubrir qué pretendía: ¿Gloria personal? ¿Poder? ¿Contactos? Lamentablemente, el único fin que parece perseguir es el monetario. No creerías la cantidad de personas que se dejan seducir con tan poco —añade con desprecio.
Menea la cabeza, tratando de contener las náuseas.
—Tomaré cartas en el asunto. No me interesa atraer la atención de un hombre como tu... amigo. Una empleada que solo busca rédito económico no vale el esfuerzo.
—¿Qué si lo vale? —pregunta con la garganta seca, sintiendo por primera vez lo cerca que estaba ese pensamiento de convertirlo en el nombre que él conoció hace tantos años.
—Bueno, señor Parker, si yo fuera a meterme en problemas con uno de los tantos superhéroes que hoy por hoy parecen brotar hasta por debajo de las bocacalles de este país, me aseguraría de que la causa sea mínimamente más significativa para el futuro que el dinero.
—¿Eso quiere decir que se metería en problemas con alguno de ellos, señor? Si el motivo es válido —consulta sintiendo una ligera punzada en la parte posterior del cuello.
Le aterra pensar en tener que destruir su fachada, arriesgar su futuro a tan pocos días de la promesa que le hizo a Tony, pero ¿qué más podría hacer? Por ese mismo motivo había elegido Oscorp hace tantos años.
—Isaac Newton dijo: "La ciencia no solo es el motor del progreso, sino también el espejo que refleja nuestra capacidad para entender y transformar el mundo" Así que, señor Parker, para responder a su pregunta, sí lo haría. Lo haría por defender a la ciencia. El hombre es un punto insignificante en la historia del mundo, lo sé. Pero eso no demerita que los científicos somos vitales para entender el mundo del que venimos y moldear el que nos sobrevivirá. Si alguno de mis científicos fuera perseguido por sus descubrimientos, me metería en problemas con el que sea con tal de asegurar que el conocimiento salga a la luz.
Ve el fulgor en sus ojos, puede sentir la determinación en sus palabras. Está ahí metido, quizá coludido aún por una base más sólida de principios, pero está ahí el hombre que algún día puede caminar por la fina línea entre el bien y el mal y caer del lado equivocado.
El progreso en sí mismo no era malo, no era dañino o peligroso, pero debe ser medido y evaluado como lo que es: un arma de doble filo.
—Ahora, si lo desea, puede volver a su puesto. Creo recordar que Ofelia me dijo que esta noche iban a salir a tomar algo para celebrar el fin de año.
Peter medio se tambalea, medio se arrastra fuera del despacho. Pica el ascensor sintiendo como lentamente el mareo remite hasta convertirse en un ruido molesto en el fondo de su mente. Había estado listo para ese momento, pero no había estado preparado para escucharlo repetir las mismas palabras cargadas de desprecio que le había dicho su variante. Era claro que a Norman le insultaba más que Vivían trabajara para el enemigo en busca de dinero, que el hecho de qué se hubiera ido a trabajar con un ser tan despreciable como Kingpin.
Sacude la cabeza cuando el ascensor frena y camina lentamente a su taller. Atraviesa las puertas del de Collin, pero su espacio está vacío. Agradece en silencio. No le apetecía hablar con él mientras el sudor escurre por su espalda helado y pegajoso.
En su puesto lo espera su computadora encendida y su celular con la pantalla brillando. Estudia la hora en el reloj de la pared y suspira llevándose una mano a la frente. El mensaje de Riri es conciso e informativo.
Riri:
El gatito malo está en movimiento. Se dirige a una zona residencial a las afueras de Brooklyn.
Peter suspira más pesadamente y se deja caer en su asiento. Mira la pantalla, arrastrando el dedo por la imagen satelital que cuadró la chica para él. Su casa. Su antigua casa.
El edificio de Ditkcovich estaba a poco más de dos manzanas de allí. Un tirón molesto en la parte baja de su nuca le eriza la piel de los brazos y el torso.
Peter ya sabía que lo estaba buscando y era una suerte que Tony le hubiera dado un nuevo sitio al que llamar hogar y una chica que estuviera tiempo completo para cubrir su espalda. La perspectiva de una noche desopilante era la contrapuesta.
Peter:
Mantenlo en la mira.
Hoy voy a ir a tomar algo con mis compañeros
Vacila antes de enviarlo. Su mirada se desliza por el taller y empieza la pelea silenciosa entre el deber y el placer. Bueno, no es que salir con sus compañeros reprecentara su top en la lista de cosas que se moría por hacer, pero le da taquicardia pensar en hacer algo tan estúpido cuando tenía cosas que arreglar.
Su cuerpo magullado daba testimonio de eso. Los mensajes que tenía casi una semana ignorando también. Happy en cualquier momento bajaría a Brooklyn a buscar su trasero si no le cogía el teléfono.
Pero había una verdad universal: nada de todo eso desaparecía solo por negarse a salir a tomar una maldita cerveza con Ofelia y Collin. Todo eso seguiría allí, esperando a que Peter decidiera volverlo un asunto urgente. El de antaño, aquel adolescente patoso intentaría resolver en ese mismo momento el asunto para despues quedar con sus compañeros y por hacer las cosas a las corridas es que luego le salía todo mal. El que le siguió a ese, hubiera descartado ir a tomar algo con sus compañeros e iría de lleno a un encuentro que probablemente volvería a dejarlo inconsciente en el frío asfalto, teniendo que contar con que una salvadora desconocida fuera en su rescate, con instrucciones dudosamente dadas por una variante de otro universo. Ahora, el tipo que se suponía había prometido ser, tenía una ligera idea de cómo resolver su dilema.
El que lo estaba buscando no sabía que Peter había cambiado drásticamente de vida en el lapso de 5 días. No tenía ni idea de cómo su día a día se parecía poco y nada al que había sido. Entonces, mientras se esforzaba por encontrarlo en los lugares comunes, Peter tenía una especie de lapso en el que podía moverse con cierto sigilo.
Era decididamente idiota hacerlo, pero sabía que le diría May si le preguntara y sabía bien que le diría su mentor si le preguntaba. Tony intentó enseñarle hasta el hartazgo que si no tenía una vida, nada de aquello valdría jamás la pena. Tony mismo vivía bajo ese mantra. Recordaba como todos daban por sentado que no le importaba lo suficiente, que no se tomaba aquello todo lo enserio que debería. Pero Peter ahora entendía que Tony solo quería hacer que tuviera un sentido, que tuviera peso el entregar a diario la vida por un buen propósito.
Y no es que la forma altruista y desinteresada de Peter no fuera válida, el problema era que... era que para él hacer aquello de era forma era un castigo autoimpuesto, un precio a pagar por ser el responsable de cada muerte bajo su nombre. Pero había mucha verdad en las palabras de Tony: no se merecían que Peter hiciera eso con su vida. No fue por eso que entregaron la de ellos. Así fuera por ellos, por su honor, como agradecimiento a su sacrificio, tenía que volver a hallar la forma de equilibrar su vida con Spider-Man.
Y salir esa noche era la forma correcta. Tenía a Riri para vigilar su espalda, tenía su traje bajo la ropa, el auto de Tony afuera y una enfermería completamente equipada para mantenerlo vivo si la noche definitivamente salía mal.
Apretando con cuidado los ojos, toca enviar en su pantalla y eleva una pequeña oración al Dios de las salidas con compañeros y le ruega que esa noche fuera tranquila.
Riri:
Gracias por invitarme, pero resulta que tengo un jefe muy explotador y no parece que fuera a darme la noche libre 🤢
Sonriendo, sintiendo un latigazo de tranquilidad, bloquea el celular y lo guarda en su bolsillo. Tendría que ir a casa a cambiarse, o esa era la idea. Ahora se le ocurre que no es lo mejor que podía hacer. Sería perder tiempo y no estaba sobrado. Tampoco tenía por qué forzar las desgracias. Salir e ir lo más rápido que pudiera por esos tragos parecía la mejor y más acertada decisión.
—¡Paaaaarker! —grita Collin entrando y Peter abre un ojo encogiéndose en su lugar.
—Sí iré —gime dolorido cuando su compañero le atiza un golpe certero en el hombro.
—Ese es mí chico —lo felicita, tomando asiento a su lado—. Ofelia está éxtasiada. El año pasado solo fuimos ella y yo y no vieras lo aburrido que fue.
—No sé qué clase de bebedor piensas que soy, pero te aseguro que estoy en el extremo opuesto de lo que hayas inventado en tu mente —le advierte con una pizca de terror por no poder cumplir sus expectativas.
Collin hace un ruidito con la boca, haciéndole saber lo poco que le interesa su declaración. Se quedan en silencio. Peter lo mira urgar en su celular, buscando un lugar al que ir. Collin comenta alguna que otra virtud y pega de cada nueva locación.
—Me vas a perforar el rostro si sigues mirándome de esa manera, Parker —canturrea su compañero y Peter se sonroja ligeramente—. Al menos ten la decencia de esperar a que tome un par de copas.
—Siempre insistes en que con alcohol tendría posibilidades contigo —comenta, sonriendo de lado—. No sé yo, pero eso suena a que quieres que te emborrache y te lo proponga.
Collin baja el celular y lo mira diabólicamente.
—Oh, Parker... —canturrea divertido—. Esa pileta sí tenía agua, ¿no es cierto?
Enrojeciendo más profundamente, recuerda el consejo que le dio sobre lanzarse al vacío con toda la situación de Tony. Hace un mohín y asiente, intentando esquivar dentro de su cuerpo el dolor por la pérdida que tenía días ramificando en su interior.
—Pero ya se fue —comenta, dándose cuenta muy tarde que podía sonar a una propuesta—. Digo, no estoy... tu no... yo...
—Voy a intentar no sentirme sumamente ofendido porque te de tal asco la idea y solo diré: ¿hiciste que valiera la pena?
Peter está seguro de que aquello es una pregunta más de índole sexual. Para su desgracia, la ligera probada que tuvo no era suficiente, pero piensa en su nuevo hogar, piensa en Riri, piensa en la madre de Riri. Piensa en el auto que lo espera abajo, piensa en las deudas que ya no tiene, piensa en que al fin la voluntad de Tony de cuidar de él había podido ser cumplida, piensa en la nueva perspectiva que tenía de vivir sin culpas, sin miedo a ser el responsable de todo lo malo que le pasa a la gente a su alrededor y sabe que sí valió la pena.
No se imagina qué clase de persona hubiera sido de aquí a diez años si no se hubiera estrellado contra el muro Stark por segunda vez en su vida, pero el chico que era a los 15 aprendió a ser mejor bajo la tutela de uno y, con suerte, el hombre de 23 que era sería incluso mejor que el que proyectaba hacía un mes.
—Sin dudas —confirma, sabiendo que todo lo que le dejó ese hombre jamás subsanará el segundo hueco que ahora traía en el pecho.
No, jamás nada material y no material reemplazaría aquellos sentimientos que Peter tenía en claro sólo iban a crecer durante los años, hasta volverse peligrosamente intolerables.
Pero entonces, cuando todo hubiera culminado y pudiera reconocer que ese sentimiento vago fue el inicio de otra cosa que pudo ser lo mejor que le pasó en la vida, lejos de esconderlo como un feo y sucio secreto, lo usaría para volver a arriesgarse y comprometerse con su siguiente gran error.
—Bien. Carajo, más que bien. Ahora vamos a tomar para olvidar el trago amargo del despecho.
Peter arruga los labios pero finalmente se endereza cuando Collin le extiende una mano. El dolor corporal que trae le da una advertencia de que sus problemas no se irán a ninguna parte y lo agradece en silencio. Estaba bien no olvidarse de que igual, decidiera lo que decidiera, su vida jamás sería normal.
*****
Convencer a Collin de que le deje coger su propio auto no es la misión más fácil del mundo. Como Ofelia se había empeñado en llevarlos, Collin no había llevado su propio auto, pero Peter, que sabía de sobra que jamás la convencería de que lo dejara manejar, no perdió tiempo en mediar al respecto. Tuvo en claro desde el minuto cero que iría con su auto y no aceptaría un solo no por respuesta. Collin lo miró traicionado, pero Peter solo se rió y giró la llave, prometiendo seguir el lujoso auto de su jefa.
Era, claro que sí, una conductora bastante temeraria. Peter más de una vez tuvo que pisar el acelerador para no perderla. Por suerte, el auto era una belleza que respondía a todas sus demandas. Le cuesta rehuir la mirada del asiento del copiloto, porque las olas de recuerdos sobre todo lo que hizo dentro de ese maldito auto era duro de pasar por alto, pero el esfuerzo mantenía vívido el recuerdo. Estaba siendo un asqueroso masoquista, pero la cantidad de recuerdos nublados que tenía de su mentor eran la respuesta a lo que pasaba si no se esforzaba en mantenerlos vivos en su mente.
Riri estuvo más que feliz de cambiar de coche con él. Luego de que Peter casi muriera de un infarto al despertar en una enfermería que no conocía, al lado de una chica que menos conocía de nada y que aparentemente ella ahora sabía su secreto, Riri le extendió la mano y se presentó. Le contó que empezó a trabajar con Tony hacía cinco años, que ella era la que le conseguía los papeles de identidad y muchas, muchas otras cosas más. También le contó que ella era la encargada de revisar las finanzas de las múltiples cuentas que ahora eran de Peter y se introdujo a sí misma como su nueva chica en la silla. Le explicó, para su tranquilidad dijo ella, que había arrastrado su cuerpo inconsciente de aquel mugriento barrio de Hell 's Kitchen con la ayuda de Daredevil y que ella prometió cuidarlo, pese a que el hombre (según ella sumamente caliente) se había intentado negar. Le juró que se aseguró de sacarle el traje antes de dejar que la doctora pasara y le prometió que la tenía tan bien paga que antes de delatarlos se amputa las manos.
Peter estuvo momentáneamente fuera de sí luego de eso. Se desmayó y cuando volvió, la chica y su madre lo miraban preocupadas. La mujer le pidió disculpas por su hija, y le ofreció darle un recorrido por el pequeño edificio que ahora era suyo, en Queens. Casi le cuesta un segundo desmayo, pero se mantuvo aturdidamente despierto mientras Riri, en su aparentemente nuevo departamento, le acercó una carpeta llena de papeles.
Títulos de propiedad, cuentas a su nombre, cuentas a nombre del Centro donde trabajaba, hasta había dejado una maldita beca a su nombre en el MIT. Era estúpidamente ridículo todo lo que ahora poseía. El edificio, un auto, el apartamento del centro que Tony usaba como taller/laboratorio. Por no mencionar todo lo que ya no tenía: deudas. Todas ellas habían desaparecido. Y lo que más le impactó fue notar que la plata que había liquidado todas esas deudas era la plata de su mentor, que oficialmente volvía a estar disponible para él. La cuenta que se había bloqueado automáticamente Peter desapareció de los registros fotográficos estaba restaurada y ya solo con eso podría vivir el resto de su vida. Pero Tony, maldito él, había ido más allá y se aseguró de dejarle a Peter la vida tan resuelta que lo único que podía hacer ahora era enfocarse en su futuro.
Por no decir que le dejó a Riri, que era la incorporación más genial de la vida. La chica estaba llena de vitalidad, de diversión y profesionalismo. Peter estaba seguro que ella sabía que "Real" era una variante del mismísimo Tony Stark, pero por más qué intentó más de una vez que lo dijera, jamás pisó el palito.
Claro que al principio no pensó eso. Los primeros dos días había planeado una forma de escapar de la chica, pero entonces apareció una nueva maldita variante y Peter se alegró de tenerla con él.
Riri había aparecido de la nada en el antiguo auto de Tony y lo recogió en su trabajo sin darle tiempo a hablar de nada. Peter estaba revolviéndose en su asiento cuando vio a la variante. Solo verla le dijo todo lo que necesitaba. El hombre en la esquina de su trabajo estaba apoyado contra el lateral del edificio, mirando en su dirección. Riri le dijo que Real le había dejado una serie de instrucciones sobre personas con las que tenían que tener cuidado y que cuando vio a ese sujeto merodeando por la sede de Oscorp, no dudó en ir a buscarlo. El programa de reconocimiento facial que Tony había usado para hallarlo ahora estaba en poder de la chica y fue ese mismo programa el que reconoció el rostro del sujeto que mató a la variante de Peter.
Peter, ligeramente nauseabundo cuando la sonrisa siniestra del cazador se ensanchó al verlos pasar, agradeció la presencia de la chica.
—¿Te está buscando a tí, no?
—Así parece.
—¿Cómo quieres proceder?
—¿Te dijo algo T-Real?
—Que tu mandas y que si no hago caso, dejará de fluir el dinero por mi cuenta
—No creo que él pueda hacer eso —comentó acariciando sin pensar el costado del auto—. No está aquí para ver si lo haces o no.
La chica le sonrió y se encogió de hombros.
—Es un hombre muy curioso que tenía una habilidad superlativa de crear códigos y patrones de comportamiento en las computadoras. No me cuesta creer que haya dejado algo ahí para asegurarse de que hago exactamente lo que pides o de lo contrario se activará el bloqueo de mis cuentas. Pero, en fin, ¿dónde te dejo? ¿Queens o Brooklyn?
Dudó. Por primera vez dudó.
—Él mismo decoró tu apartamento —comenta ella, con toda la intención del caso—. Y fue realmente molesto conseguir todo con las indicaciones que me dio, pero me dijo que era importante que se viera así... para ti.
—¿Te dejó el auto?
—Dejó... se lo robe... —comenta divertida, mirandolo por sobre las gafas que se había puesto en su intento por pasar desapercibida—. El tuyo es el modelo siguiente a este.
Peter sonrió a eso, porque ni siquiera dudaba de que, aparte de ser último modelo, seguro le había dejado algún otro regalo adentro.
Se sintió tentado a darle la espalda a todo. Aceptar lo básico, donar el exceso y seguir con su vida, pero entonces recordó al hombre que conoció en esos días, recordó las mil peleas que tuvieron, pero sobre todo, recordó lo bien que se sintió cuando fueron un equipo y eso le recuerda a su vez lo vacía que había sido su vida por los últimos cinco años.
Por no mencionar que aún escaldaba en su piel la última pelea que tuvieron. Su mentor jamás hubiera podido lastimarlo así, y eso solo era porque Tony, bendito él, pese a todo, jamás pudo alejar verdaderamente a la gente. Así le gustara decir lo opuesto, su mentor era incapaz de no dejar que la gente llegará a su corazón. La variante de él era harina de otro costal y Peter estaba muy seguro de que terminaría convirtiéndose en una versión más joven, pero igual de ermitaña y desconectada del mundo si no cambiaba y aceptaba que necesitaba a la gente, tanto como esta necesitaba a Spider-Man.
—¿Y puedes cambiar la titularidad de los autos?
—¿Quieres esto? ¿El viejo?
Peter sonrió y ahí empezó el verdadero juego para ellos. Riri automáticamente encabezó la lista de las mejores cosas que Tony pudo dejar y su viejo auto la segunda. En el tercer puesto peleaba el dinero que destinó a sus chicos y su departamento, que contenía toda la esencia decorativa de su Tía May.
*****
Collin lo saluda con una mirada airada cuando entra en el bar. Peter le sonríe con una disculpa en los ojos, pero es automáticamente absorbido por Ofelia que lo arrastra a su asiento y lo invita a brindar. Parlotean entre ellos, poco molestos con que Peter intervenga lo justo. Están ambos interesados en hablar de Vivían y en lo que con el correr de las horas se había filtrado de su doble trabajo.
—Vamos —pide Ofelia con los ojos hambrientos fijos en él—. Dinos qué más decía el informe.
—Deja en paz al chico —pide Collin sentado junto a él.
Peter le agradece en silencio, pero sabe que se muere por saber.
—Ya se los dijo Norman.
—No lo hizo —resopla su jefa, haciendo un gracioso mohín.
—No lo digas si no quieres —ofrece Collin, con solidaridad—. Pero no digas mentiras.
Intentando no argumentar más de la cuenta, suelta un suspiro y les comenta todo lo que puso en el informe.
Sus compañeros lo escuchan sumamente concentrados, haciendo preguntas muy puntuales. No le sorprende, así no fuera su campo de expertise, ambos eran sumamente inteligentes.
Los vasos de cerveza empiezan a correr como el agua por la mesa. Peter se abstiene a tomar más que un pequeño sorbo del primero que se vio obligado a pedir y los ve tomar con la boca torcida.
Nota como Collin, luego del segundo empieza a pedir agua, pero Ofelia sí que estaba en ello. Al cabo de media hora, está como una cuba. Su pobre compañero empieza a hacer muecas cada que ella alza la voz para quejarse de Vivían y Peter se ríe cuando lo ve retirarle un vaso de la mano, mortificado.
—Entonces, qué se siente ser el único al que Spider-Man no quiere tener de compañero.
Peter se atraganta con el sorbo de cerveza que estaba tomando. Collin, por su parte, baja el botellón con agua y mira indignado a su jefa.
—¿Disculpa? —pregunta entre incrédulo y molestó.
La mirada de su jefa, vidriosa y algo perdida, se vuelve maléfica.
—Aqui Peter y yo somos parte de los elegidos...
—¿Ella está vanagloriándose de ser la cómplice de un delincuente? —la corta alzando la mano e inclinándose sobre él—. ¿Eso es correcto?
Peter sonríe. Sonríe de verdad. La mirada azul de Collin está fija en él como si fuera el traductor designado.
—Creo que eso es exactamente lo que ella dice.
—¡Bah! —se ríe su jefa— ¡No te hagas el que no te molesta!
—Ella no está diciendo lo que está diciendo.
—Creo que hasta lo piensa en serio —dice con solemnidad Peter.
—Voy a fingir que no... —resopla alzando la mano a la camarera.
La chica, como paso con Tony, casi se precipita por tomarle la orden. No le sorprende notar que le interesa más bien poco que ella se lo coma con los ojos y haga todo el teatro. Una sonrisa de lado es lo menos que puede soltar cuando se da cuenta que al final, jamás hubo opción. Jamás de los jamases iba a conseguir no enloquecer por los Tony Stark del multiverso.
Quizá fuera su tipo millonario, sexy, engreído, bastardo, manipulador... Quizá realmente necesita terapia. Medita un poco eso, pero pronto se acaba su momento de introspección. Ofelia, en lo que solo un idiota llamaría un accidente, deja caer su vaso al intentar pararse para ir al baño. Peter con reflejos de sobra para moverse se queda quieto y solo hace la mímica de que va a moverse. Collin si llega a pararse, toma el brazo de su jefa y la ayuda a mantener el equilibrio.
La camarera mira su ropa perdida, sus zapatillas mojadas y tiene que hacer un esfuerzo titánico por no insultar.
—Creo que todos necesitamos agua —dice Peter atrayendo a él la mirada de la chica que se había posado molesta en su jefa y Collin, que había rodeado la mesa y la había cogido por el costado para llevarla al baño.
La camarera desaparece con un asentimiento seco. Collin es el que primero vuelve, Peter hace lo correcto y le pregunta por Ofelia, pero termina riéndose cuando su compañero rueda profundamente los ojos.
—Ahí la dejé en la fila. Puedes pedir...
—Agua. Ya le pedí una a tu chica.
Collin frunce el ceño pero cuando lo entiende, gimotea.
—¿Tú podrías...?
Peter lo mira alarmado. No quiere ni pensar en el fin de esa oración. Su compañero se calla y mira frustrado a la barra.
—Ya. Sí. No abusaré de mi suerte. Suficiente que has accedido a venir...
—No, no es eso...
—Bah, bah —murmura meneando la mano—. Igual como se me ocurra llevarme su auto a mi casa...
La forma en la que menea la cabeza le hace saber que ambos comparten la idea de que meterte con el jefe nunca sale bien.
Cuando la mesera se les acerca, Collin lo mira con pesar antes de intentar posponer para otro día el jueguito de miradas, sonrisas y guiños que tenía con la chica.
—Creo que el baño... —comenta cuando le parece que pasó tiempo más que suficiente para que la aleta fila de damas hubiera avanzado.
Collin da un respingo, se despide así nomás de la rubia y huye al baño. La camarera, con la boca ligeramente fruncida lo mira dos segundos. Peter le sonríe lentamente. Se miden otro poco en silencio antes de que ella se termine de ir con gesto de haber olido algo realmente feo.
La próxima ronda la traerá otra empleada. Ella ya había entendido el mensaje.
Cuando su jefa vuelve del baño, sujeta al brazo de Collin, Peter le permite que se robe su pinta. Su compañero se queja y le dice que deje de facilitarle alcohol, pero ella lo mira con una buena porción de gratitud en los ojos.
Guiñandole un ojo, se cruza de brazos y finge no entender cuando Collin empieza a regañarlo por ser un insensato. Lo amenaza con que será él quien lleve a Ofelia a casa, pero Peter se mantiene en silencio. Ella misma se defiende cuando Collin la trata de ebria. Él solo observa. Él solo la ve tomar. Ve la claridad que tienen sus palabras y la forma muy antinatural con la que arrastra algunas.
Sonríe pero se mantiene en silencio. Los mira pelear. Le sigue pasando tragos a su jefa. Collin sigue protestando, pero ya no está sentado a su lado. Está junto a ella, con un brazo protector en el respaldo de su silla. Peleando como un niño. Cuidándola como algo más.
Se las arregla para no tener que abrir la boca cuando el tema de Spider-Man vuelve a la mesa.
—Estás celoso porque no eres amigo de Spider-Man. No como nosotros.
—No sabes el dolor que me genera no ser amigo de un delincuente. ¿Cómo es que tú eres amigo de un delincuente? —dice de golpe, reparando en que si bien Peter dejó en claro que el informe se lo dió Spider-Man, no aclaró exactamente el por qué.
—¡No le respondas! —lo regaña su jefa antes de que atine a repetir lo que le dijo a Norman—. No lo hagas. Solo está de malas porque no es tan interesante.
Peter la estudia conteniendo una sonrisa cuando ella le da un golpe en el pecho y deja caer la mano en el regazo de Collin.
Entonces entiende exactamente a cuento de qué iba eso. Collin, ya sin ánimos para dejar en claro que le importaba muy poco si Peter lo encontraba o no digno de ser su compañero, empieza a reprenderla.
Y ahí se nota el cariño que le tiene. La genuina preocupación que le despierta lo que él ya notó: Ofelia parecía incapaz de mantenerse lejos de los desastres.
Captando sus intenciones, Peter se dice que quién es él para juzgar y después de todo, como ella lo dijo, era su compañera y así estuviera oxidado, en verdad era bueno trabajando en equipo.
La mirada azul de su Collin enseguida se carga de preocupación cuando Peter empieza a explicarle algunas de las veces que él, como fotógrafo de Spider-Man, se metió en apuros. Para cuándo termina la noche, Collin ya no sonríe cuando ella hace bromas. Ahora se ve genuinamente preocupado y el brazo que había estado en el respaldo de la silla, ahora está en su cintura. Peter sonríe por lo bajo cuando se disculpa para ir al baño. Ofelia esquiva avergonzada su mirada. Collin ni parece recordar que él existe.
Con un placer pocas veces experimentado, Peter se va hasta la caja y se planta frente al tipo que lo mira sin prestarle más atención de la necesaria.
—Quiero pagar lo de nuestra mesa —dice saboreando la tranquilidad de no tener que dudar ni un segundo de que, sea el monto que sea, puede hacerlo. Extiende la tarjeta, señala su mesa y no le sorprende ver qué el chico asiente reconociéndolos. Contiene una mueca. Seguro que la camarera no apreció nada la jugada que hicieron con Ofelia para alejarla de Collin.
La tarjeta es tomada de su mano y cuando le dice el monto, el viejo Peter que aún lo habita se tensa. Pero el nuevo sujeto sonríe y menea la cabeza despreocupado.
—Súmale el 25% de propina. Mi... amiga ensució a nuestra camarera y ella fue muy gentil en no enojarse.
El tipo se ríe ligeramente y obedece. Es escandalosa la propina, pero diablos, Peter podía darse el lujo de ser escandalosamente amable.
Cuando llega a la mesa con el ticket en la mano, Collin se queja por lo que hizo. Pero Peter se niega en redondo a oírlo, arguyendo algo sobre la herencia que May le dejó. Lo cual sin dudas no debería ser muy difícil de tomar como válido, ya que está cien por ciento seguro, buena parte del corazón altruista de Tony tuvo que venir de haber sido criado adoptado por los Parker de otro universo.
—Deja eso, ¿por qué mejor no nos vamos? —ofrece en su lugar cuando Collin parece dispuesto a pelear.
Para cerrar el trato, mira con algo de preocupación como Ofelia empieza a emitir señales de querer pararse a bailar las canciones que lentamente habían empezado a subir de volumen y de ritmo.
—Ya mismo. No quieres ver hasta dónde puede escalar la cosa si la dejas bailar.
—Creo que no —admite con resquemor, tomando los abrigos de todos para empezar a caminar a la salida.
Collin tiene que cogerla de la cintura y cargar con la mitad de su peso para que pueda ir derecha. Peter se sonríe cuando les abre la puerta y los deja pasar, porque ninguno de los dos lograrían jamás engañarlo de que no están satisfechos con la forma en la que están enredados el uno con el otro.
—Maldicion, menos mal dejó el auto cerca —gime su compañero luchando por cerrarle el abrigo.
—Menos mal —murmura con la boca torcida por una media sonrisa.
—Eres un agua fiestas —se queja ella, sacándole las manos de la cintura para ponerse ella la chaqueta.
Lastima que se inclina para un costado y Peter la tiene que contener para que no se vaya al piso. Queriendo reírse a carcajadas, se mantiene estoico mientras Collin la regaña.
—Ven. Métete —le espeta abriendo la puerta del copiloto.
No es brusco así su tono fuera hostil. La ayuda con cuidado, le acomoda las piernas y le abrocha el cinturón. Peter se limita a saludarla con la mano y ella le guiña un ojo. Está seguro que mañana les tocará fingir que nada de eso paso y eso está bien.
—Bendito el señor —se queja Collin cuando cierra la puerta—. Bien diablillo, no creas que no sé que hiciste esta noche.
—No se que crees que hice, pero te aseguro que no fue así.
Collin le sonríe y chasquea la lengua.
—Es complicado.
Peter sabe que hace un mes atrás habría salido disparado nada vez ver cómo Collin abría la tapa de esa pequeña caja de Pandora. Pero, en la actualidad, está decidido a no ser más ese ser humano. Metiendo las manos en sus bolsillos, se enoje de hombros y mira elocuentemente el suelo antes de alzar la vista y clavarla en él.
—Ya. Pero solo hay que saltar, no importa lo alto que sea. ¿No?
—A veces el salto no vale la pena, si vas a perder las vistas.
Peter piensa en su variante y en Tony. Piensa en ellos y si en eso mismo alguna vez pensaron. Sin dudas, y no necesita ni preguntar para saber, es lo que hubiera pasado con su mentor y él en ese universo. No hubiera importado que tanto creyó ver Peter ese día, en ese momento, Tony jamás hubiera dado ese paso. ¿Podría haberlo deseado? Bueno, era atractivo y sin dudas creció para convertirse en alguien incluso más atractivo de lo que seguro era a sus 17 años. Pero eso no evitaba que Tony jamás le hubiera puesto una mano encima. Su Tony jamás hubiera saltado, así Peter se lo hubiera ofrecido abiertamente.
Y en el fondo, muy en el fondo, Peter tampoco lo hubiera pedido. El terror a joder algo perfecto hubiera sido real. Quería tenerlo en su vida, y la forma más segura de joder la era metiéndose en una relación que ni por todo el amor del mundo hubiera podido funcionar.
Demasiadas diferencias: edad, clase social, metas... Vivían en dos tiempos tan diferentes que a lo mucho podrían compartir unos años antes de que las necesidades de uno y las del otro se tornaran incompatibles. Uno volvía y el otro empezaba. El momentum dónde sus caminos eran parecidos era más efímero que tangible.
Pero ese era su caso. Eso era con ellos. Collin y Ofelia...
—Tienes razón —asegura viendo como su jefa dentro del auto se ha acomodado hasta quedar técnicamente dormida—. Pero a veces hay que correr el riesgo.
Collin sigue la dirección de sus ojos y suspira.
—Hum... a veces. En fin. Me alegro que hayas venido. Se que hace un mes no hubieras ni siquiera pensado en aceptar, así que... me alegro que tú chico misterioso te haya roto el corazón.
Peter se ríe y asiente un par de veces.
—A veces hay que romper las cosas para hacer que funcionen otra vez.
—De hecho hay una teoría física al respecto. Mañana te la cuento —se burla estirando la mano para coger la suya.
Peter se la da, Collin la toma y lo empuja contra su pecho, chocando sus hombros.
—En verdad me alegro de que hayas decidido confiar en nosotros.
Peter tiembla y pasa saliva. El celular en su bolsillo empezó a vibrar en cuanto sus manos se tocaron.
—Yo también —dice deseando con todo su corazón que la vida no lo haga arrepentirse de eso—. Vayan. Tengo el auto a unas cuadras.
Los ve alejarse con la mano cerrada en un firme puño sobre el celular. No necesita ni preguntarse quién será o por qué será. Cuando lo desbloquea, las palabras de Riri no lo sorprenden en lo absoluto.
Nunca en su vida las cosas iban bien por mucho tiempo.
Riri:
En movimiento, está yendo en tu dirección.
Y no sé qué piensas de las casualidades, pero en este momento la policía está como loca acordonando la zona de la torre Fisk.
Peter:
Hace años que dejé de creer en Santa Clos.
Riri:
Y en el hada de los dientes.
Peter espera en el parking donde dejó su auto. Menos de quince minutos después lo siente acercarse. Aprieta los ojos y suelta un suspiro. Le ordena a su cuerpo que se calme, que se olvide de la primera vez que lo vio, que se olvide de cómo dos noches atrás lo acorraló volviendo de una vigilancia larga.
Se ordena no pensar en cómo lo derribó en el aire y lo dejó tendido en el suelo, con cada hueso dolorido y el miedo carcomiendo su mente.
Después de eso no volvió a verlo, pero luego entendió que eso era parte del juego. Peter revisó por sobre su hombro cada vez que pisó la calle. Esperó un nuevo encuentro a la vuelta de cada esquina, uno que no volvió a pasar. Fueron dos días tensos, donde en su mente lo único que se repetía era toda la información que podía recordar de lo que Tony le contó sobre la muerte del otro Peter Parker.
Más rápido que tarde se dió cuenta de que era un tema del que sabía lamentablemente poco. Lo único que recordaba era que poseía un suero que era capaz de quitarle sus poderes. Lo cual era sorprendentemente poco para lo mucho que eso aterraba.
Gira y se aleja por un callejón. La risita siniestra llega a sus oídos, pero no le hace caso y salta sobre el lateral de un edificio. En el aire se arranca la ropa y en el siguiente parpadeo empieza a alejarse con sus telarañas. Le toma pocas cuadras notar que, efectivamente, lo estaban acarreando hacia la torre Fisk.
Maldición.
*****
Tony estudia con ojo crítico la terminal en su oficina. Su cuerpo tenso repasa los datos que Miles había recopilado del pendrive.
—No puede ser, Miles. Revisé al sujeto —objeta, poniendo en peligro su dignidad al dejar entrever la necesidad primaria que tenía de qué estuviera equivocado—. Murió mucho antes de que yo apareciera en ese universo.
—Lo sé. Dos, tres años antes, —especifica el chico abriendo una sección de los archivos encriptados correspondientes al nombre de Sergei Nikolaevich Kravinoff—. Pero mira esto. Es el inicio de sus estudios. La variante de Kingpin tuvo que unir los puntos sobre lo que estaba creando cuando en el laboratorio siguieron experimentando.
Todo cuadraba y era lógico, pero Tony no quería creer algo así. La culpa y el miedo iban a volverlo loco si cedía un ápice de terreno.
¿Cómo no se le ocurrió hacer el maldito suero? ¿Cómo no se le ocurrió que alguien más podría intentar hacerle algo así a Peter? Maldita sea, cómo no se le ocurrió que una variante de Kraven el cazador podría terminar en el maldito universo que no paraba de atraer variantes?
La excusa de que todo había sido demasiado rápido no le valía. No le valía porque tuvo años para hacerlo, así supiera que Kraven en ese universo murió antes de volverse una amenaza real. Él sabía bien que las diferencias entre universos no significaban gran cosa.
Cuando le legó a Riri la base de datos de reconocimiento facial, sabía que había una imagen de Kraven ahí, porque el mismo Tony la puso desde el inicio, encargándose de buscar a todos los enemigos que había visto en su propio universo, pero una vez que descubrió que estaba muerto, no se le ocurrió volver a revisar. Lo dejó estar porque eso parecía ser todo.
Ahora lo único que podía hacer por su tranquilidad era pensar que si efectivamente Miles tenía razón, aquel maldito programa lo encontraría y podría, en el mejor de todos los más terribles casos, darle tiempo a maniobrar.
—No puede ser —sentencia intentando imprimir en su voz toda la firmeza que en sus piernas ya no poseía.
—Señor S, lo revisé todo dos veces. Lo es. Él sabe que Kraven tenía algo. Lo descubrió y vino a buscar a otro que pudiera darle lo que su estupidez le hizo perder.
Tony mira el laboratorio alejado al que aquella noche, cuando entró en el servidor de Fisk mandó a Peter. Piensa con un escalofrío en lo cerca que estuvo de aquel peligro letal. Y él durmiendo en su casa. Lo mandó a la boca del lobo sin pestañear, sin pararse a considerar lo que estaban haciendo o al menos revisarlo.
—¿Cómo sabes que vino a buscar a nuestro Cazador?
La mirada de Miles le rehuye, pero Tony no está para que le venga con evasivas. La urgencia por saber si Peter corría un peligro mortal era más fuerte que los reparos que pudiera tener.
—Lo tenía vigilado. Luego de matar a Peter se fue por un tiempo del país. Todos lo estábamos buscando, así que huyó, pero... pero hace cosa de un año...
—¿Te empezó a buscar a ti?
—No exactamente —suspira rascando su cuello—. Pero emprendió otra cacería.
—Miles...
—Ayudé a la chica, ¿sí?
—¿Después de lo que pasó decidiste que era buena idea meter tu nariz en asuntos que no te incumben? —gruñe reevaluando lo increíblemente suertudo que era el mocoso ese por estar vivo pese a su rematada estupidez.
—No podía dejar que volviera a cazar en nuestro territorio, señor S. No podía permitir que volviera a matar a alguien.
—Da lo mismo —lo corta volviendo a lo importante, decidiendo que más tarde iba a darle un escarmiento—. ¿Cómo sabes que ya no está en este universo?
—Bueno, la cosa es que... no lo sé a ciencia cierta, pero ¿qué probabilidades hay? —añade rápido, cuando es su expresión la que se torna suspicaz—. Intenté rastrearlo, lo busqué por todos lados, o se fue de nuevo del país o... o lo llevaron a otro universo —sentencia sin dejarlo intervenir con su opinión sobre lo poco serio que era que le saliera con esas cuando ni siquiera traía una maldita sentencia con él—. Y si ese Kingpin odia a ese Peter tanto como al nuestro odiaba a Peter... no hay mucho que analizar.
Tony niega. Está más que dispuesto a aferrarse a esa brasa caliente de esperanza así eso signifique morir calcinado. No puede ni dejar que su mente vaya por otro camino. No puede ni atreverse a considerar que Peter esté en semejante peligro. Es sencillamente imposible.
—Miles, no estamos seguros de esto —razona, con la mente a miles de millones de kilómetros de allí, fija en un Peter Parker sonriendo bajo la maldita luz del atardecer—. Entiendo que las fechas cuadren, pero no hay... Me corrijo, hay muy pocas probabilidades de que eso sea así. Ya vinieron a este universo y me arrancaron de aquí, si alguien hubiera desaparecido de la misma manera, hubiera llamado la atención.
Miles lo mira impotente, con la dentadura trabada y una expresión circunspecta en el rostro.
—Tony, te juro que estoy seguro de esto. Lo sé. Es mi... es... —se masajea el pecho impotente, cuando queda claro que no tiene palabras para explicar de dónde viene esa certeza.
Y Tony desearía que no hiciera eso, que no hiciera referencia alguna a ese maldito instinto arácnido que solo existía para joderlo todo.
—Así estuvieras seguro, Miles. No hay forma de ir a comprobarlo —escupe liberando gran parte de su frustración en esa maldita oración—. Si estudiaste esto como dices, lo tienes que haber notado. Así nos pongamos en eso ya, nos tomaría años llegar a él.
—Bueno... —sonríe travieso—. En cuanto a eso... ¿Recuerdas lo que te conté la noche que volviste?
No le gusta la mirada que le da. No le gusta la forma pícara con la que sus ojos se iluminan. Él sabía bien qué tipo de problemas traía que un jodido cabrón con mallas de spandex te mirara así.
—Miles...
—Ella puede ayudarnos, señor S. Solo... bueno, tendríamos que darle un gran motivo para hacerlo.
—Dijiste que se negó a ayudarte hace cuatro años —le recuerda intentando no hacerse esperanzas.
Como se le ocurriera que había una mínima posibilidad, Tony no tendría reparos morales en ir a cazar a una condenada cría y forzarla, así fuera bajo tortura, a abrir un jodido portal.
—Ya, pero hace cuatro años no use todos mis encantos.
Tony alza una ceja y lo mira detenidamente. El niño enclenque que conoció, como bien presagió, había pasado a la historia. Miles se había convertido en un hombre hecho y derecho. Era todo un universitario de espaldas anchas y hombros robustos. Seguía teniendo la sonrisa traviesa de un niño, pero su rostro, ya mucho más anguloso y definido, te impedía ver algo más que la esencia del niño que fue.
—Aplaudo tu confianza, pero ni siquiera mi cara haría que nos ayude.
Con un resoplido, Miles se endereza y lo mira sacando pecho.
—Primero, subestimas lo útiles que son mis encantos.
Tony le hace un gesto poco halagador, pero enseguida se compone y menea la cabeza. El terror lo vuelve a invadir. Intenta no dejar que se alimente de los nervios de Miles, intenta que no se recree en lo convencido que está de todo aquello. Se repite que no es más que un niño saltando conclusiones.
Inspira hondo. Recuerda que por algún lado alguna vez leyó que cuando estabas asustado o nervioso, respirar hondo y despacio le decía a tu cerebro que si podías parar a hacer eso, no estabas en un peligro letal inminente.
Esas dos palabras empujan todos sus pensamientos a Peter y vuelve a tener que respirar, intentando no dejar que en su mente las imágenes explícitas del chico cayendo desde el cielo con un dardo letal clavado en la jodida espalda se recreen.
No. No. Todo aquello era una estúpida y cruel coincidencia, nada más. Eran las ganas que tenía Miles de conseguir una excusa para ir de excursión a otro universo. Tony no podía permitir que lo convenciera con tan pocos argumentos. Aparta la voz que le dice que no son pocos, que podría estar perdiendo tiempo que Peter no tenía.
Pero entonces, pensar tanto en Peter lo hace recordar sus primeras interacciones y aprieta los labios. El egoísmo de su necesidad podía joderlo todo para él si no estaba pasando nada malo.
—Miles, así yo de golpe enloqueciera y le diera crédito a lo que puedes conseguir con el poder de tus encantos —dice rodando los ojos a esa idea—. Tú mismo me explicaste que esa chica dice que algo está pasando con el multiverso y que no puede estar abriendo y cerrando portales como si no fuera a tener consecuencias. Ya te dije que mi Peter me dijo lo mismo del suyo. No podemos hacerlo solo porque Kraven desapareció de tu radar. Vamos a buscarlo, ya mismo —en ese universo tenía su propia versión de servidores de reconocimiento facial. Jamás le dijo nada a nadie de eso y ni siquiera Jarvis tenía acceso a su arsenal privado, pero bien podía disponer de todo en ese mismo segundo y si el maldito del cazador había cometido el error de dejar que lo tome así fuera por un segundo la cámara de un celular, Tony lo iba a encontrar—. Pero primero salgamos de eso y luego... conseguimos ayuda si lo necesitamos.
El silencio se alza entre los dos y Tony ve como el chico lo mira. Reconoce esa maldita mirada, porque Peter le lanzó una asquerosamente parecida cuando le confirmó que, en efecto, su plan era hacerse cargo de la empresa de su padre y no cerrarla y abrir una nueva.
—¿Es que no te importa ese Peter Parker y lo que pueda pasarle? —susurra Miles, echando hacia atrás los hombros, estudiando detenidamente su rostro.
Sin pensarlo le muestra los dientes a la expresión ligeramente asqueada de su maldito pupilo. Un estallido de furia le arranca una risa mezquina y cruel. Aprieta con firmeza sus manos e intenta controlar los pensamientos que desesperados quieren materializarse en palabras hirientes. Bloquea la mayoría porque no era culpa de Miles que ese mismo día la malnacida de MJ le haya echado en cara que abandonara al chico. No. No era culpa de Miles que, de hecho, una vez que sus ojos los vieron a todos vivos y bien, automáticamente hubiera deseado que un portal se abriera y lo jalara en la dirección contraria.
No, no era culpa de Miles que soñara cada noche con Peter. Que lo recordara en cada maldito y jodido detalle. Que lo extrañara en cada oportunidad. No lo era. No era cosa de él lo culpable que se sentía Tony por haberse ido, por haber dejado en sus manos la tarea de cuidarse, cuando era malditamente evidente que era un desastre en esa área.
No era culpa del maldito mocoso que Tony ya no pudiera escapar de su propio corazón y se le hubieran acabado las mentiras y las excusas.
—Si esto se tratara de lo mucho que me interesa volver a ver a ese hijo de puta, te apuesto lo que sea a que ahora mismo se materializaba un agujero de gusano que me lleve directo hasta dónde su trasero se debe estar columpiando —remarca sintiendo en el fondo de su pecho el dolor ramificarse, apretando su corazón y sus pulmones, revolviendo su estómago y erizando su piel—. Esto, Miles, se trata de no poner en peligro la realidad de otro universo sin tomar todos y cada uno de los recaudos. —masculla apretando los dientes, luchando contra todo su cuerpo por ceder a la tentación y a la oferta que Miles le ofrece—. Si, por ineptos, rasgamos el tejido de su universo y resulta que no había un peligro acechando, no creas que nos lo agradecerá. Aprecia su realidad, tanto como para inmolarse por ella.
Miles lo descoloca con una sonrisa satisfecha.
—De hecho, tengo un argumento que justificaría nuestro pequeño viaje multiversal.
Tony menea la cabeza, porque no puede engañarse más y está absolutamente entregado a la necesidad de que le dé lo que a gritos le pide su conciencia.
—América me dijo que el último universo en el que estuvo antes de venir al nuestro, era uno donde el tejido del multiverso era frágil. Sé que el multiverso es inmenso y que las posibilidades de que sean el mismo son bastantes escasas. Pero, pero —añade antes de que Tony pueda intervenir, apurando sus palabras—. No está mal echarle una mirada. Sabemos, por tu Peter, que su universo está en riesgo y hay alguien abriendo portales indiscriminadamente. A ella eso no le va a gustar nada. Me advirtió por meses que un tal Dr. Strange le había pedido que se fuera hasta que pudiera controlar completamente sus poderes, porque la posibilidad de que cree una incursión por error eran muy altas.
—¿Qué has dicho? —susurra abruptamente, alzando la vista hasta clavarla en su rostro.
—Oh, una incursión...
—No, el nombre. El nombre de ese doctor —gruñe aferrándose al borde del escritorio, con todo el cuerpo vibrando.
—Ah, no es un doctor o sí —musita arrugando la boca—. No sé, no entendí bien esa parte. Es un hechicero, él la estuvo entrenando...
Tony sale detrás de su escritorio y coge a Miles por el cuello de su chaqueta antes de que pueda decir una mierda más.
—Prepara tus encantos, Morales —gruñe furioso, caminando sin miramientos al taller—. Vas a tener que convencer por las buenas a tu amiguita de qué abra un jodido portal al universo de ese inútil hechicero. Si se niega, te advierto que lo mejor que puedes hacer es irte y no mirar sobre su hombro. Porque no tienes idea de lo que soy capaz de hacerle para que me lleve allí.
—¿Tony?
—Ve a buscar tu traje, yo iré por el suero. Felicidades, vamos a irnos a un día de camping en otro universo.
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