XVII
Cuando un Tony Stark intente apartarte de su vida, aférrate y hazle saber que no tiene el derecho. Él te buscó en primer lugar.
—Oh, por favor, Parker —murmura Tony, mirando a su amigo tendido en la cama, con la vista perdida en el techo y una mueca de tristeza tan grande que daba ganas de lanzarle algo.
Peter lo mira y lo más frustrante no es que ni siquiera se moleste en fingir un poco de altura, es que el maldito en verdad estaba así de deprimido.
—¿Podrías al menos fingir que te respetas a ti mismo? —La mirada lacerante que le lanza es tan patética que Tony tiene que reprimir parte de su fastidio—. Al menos podrías hacerlo por mí. Arruina mi reputación, ¿sabes? La gente cree que soy cool y no puedo parecerlo si sabe que mi mejor amigo está llorando por los rincones ahora que echaron a su noviecita a la calle.
—Puedes decir que ya no soy tu amigo —ofrece, abrazando con más firmeza su almohada, sin verlo a la cara—. De todas formas, todos piensan que somos el típico par de amigos de la universidad. Nadie espera que sigamos siendo cercanos una vez que salgamos de aquí.
Tony maldice entre dientes y rueda los ojos al oír el vacío hueco de sus palabras.
—¿A quién le importa lo que esos buenos para nada piensen, Parker? —rezonga remilgadamente, cerrando de un portazo la puerta de su habitación.
Peter le regala una mueca de lado y Tony desea no sentir el repentino torrente de cariño que le genera ver que, pese a todo, su lealtad le arranca una mínima sonrisa.
A veces, ser amigo de Peter Parker era una molestia. Por ejemplo, cuando en la universidad se enteran de que su novia fue expulsada por ayudar a un fugitivo a esconderse y escapar de la Policía. Pero otras, como cuando Peter se hace un lado en su cama, suelta la almohada y se tumba boca arriba dejando el espacio junto a él libre para que tú lo imites y te tiendas a su lado, era agradable.
—Ella está bien, sabes que lo estará. Es una chica lista —masculla sin poder evitarlo, pues por mucho que le gustaría no tener que presenciar los momentos menos masculinos de su amigo, sabe que Peter es eso y nadie, ni nada, lo podrá cambiar.
—¿Crees que es justo? —pregunta, con la mirada clavada en el techo, mirándolo tan intensamente que Tony reprime la necesidad de seguir el camino de sus ojos para ver el mismo punto y buscar qué es lo que le llama tanto la atención.
Sabe que Peter está mirando dentro de su mente, reviviendo el momento de hace dos días, cuando MJ vino a decirle que la votación del comité fue negativa y la iban a quitar de su puesto como ayudante de cátedra.
—¿Necesitamos volver a pelear por esto? —pregunta, sin ánimos para otro enfrentamiento.
—No me respondiste el otro día.
—Dirás que no te respondí lo que querías oír —aclara, divertido.
Peter suelta una risita socarrona y voltea el rostro para verlo, clavando aquellos ojos cafés en él. Tony le sostiene la mirada y alza una ceja preguntando: ¿Qué pasa colega, creías que no iba a notarlo?
—¿Realmente piensas que se lo merece?
Tony gruñe y le da un codazo en las costillas. Peter se tuerce en la cama con un gemido y la mirada de Tony se desliza al brazo que está flexionado junto a su rostro. Le sorprende, una vez más, notar la cantidad de masa muscular que estaba ganando.
Desde hacía dos años Peter parecía realmente empeñado en conseguir un cuerpo decente, y dejar atrás sus días como niñato enclenque y desgarbado. Si Tony no tuviera en claro que el chico junto a él estaba propiamente vetado, hasta pensaría que había material para trabajar allí.
Ahora lucía un buen cuerpo, su cabello había crecido lo suficiente para que se le revolvieran esos rulos de una forma más sensual y ciertamente su rostro había dejado casi toda redondez de la niñez en el pasado. La mandíbula dura y cuadrada le daba un aire más recio y maduro.
Pero era Peter de quien hablaban, y Tony sabía que podía parecer un machote allí tirado en la cama, pero cuando sabías que babeaba al dormir, que aún dependía de un peluche de apego en forma de pulpo para dormir y que usaba pijamas de Harry Potter... bueno, el encanto moría.
—¿Si digo que no, dejarás de arruinar mi reputación?
Peter le rueda tanto los ojos que bien podría preguntarle qué onda con su cerebro por dentro. Cuando vuelve a verlo, su mirada nerviosa le recorre el rostro y Tony sabe que busca leer algo más que sus bromas.
—¿Por qué te importa tanto lo que piense? —pregunta al fin, decidiendo que era muy impropio de Peter ser tan terco con sus opiniones.
Eran más las veces al día que no estaban de acuerdo que las veces que sí, y eso jamás pareció molestarle. Pero ese asunto con MJ y el idiota al que ayudó parecía ser la excepción que confirmaba la regla.
—Porque... ella hizo algo bueno.
—Hizo algo estúpido —lo corrige por millonésima vez—. Todos sabemos que Spider-Man es un fugitivo de la ley. No debió ayudarlo.
—Estaba herido.
Maldito testarudo, piensa con hartazgo.
Ya habían establecido eso, ya Tony había establecido que eso no era lo relevante en el asunto y mucho menos algo que la exonerara de sus culpas. MJ era, como bien marcó, una chica lista. Ella sabía bien lo que iba a pasarle si alguien en la universidad se daba cuenta de lo que hizo y, aun así, pese a todo, ayudó al maldito en mayas que se balanceaba por la ciudad.
—Pues entonces debió venir a buscarnos y asegurarse de que borráramos al idiota del registro de las cámaras —estalla con impaciencia.
La mirada café, que se había vuelto a depositar en el techo, baja hasta sus ojos y siente como la cama se hunde a su lado cuando Peter se gira y se alza sobre su codo para verlo. Tony había estirado el brazo bajo su cabeza, imitando la pose de su amigo, así que, si alguien entrara por la puerta en ese momento, Peter podría cumplir su sueño por aquellos días: Nadie hablaría de MJ.
Cualquiera que los viera daría por sentado lo que negaron mil veces: follaban juntos.
—¿Lo hubieras hecho? —pregunta, completamente ajeno a que estaban muy cerca en la cama y que sin dudas los chismes que siempre corrían sobre ellos explotarían si alguien decidía entrar sin tocar.
—¿Por qué iba a hacerlo yo? —se queja exasperado.
—Y-yo no estaba esa noche —musita, con las mejillas encendidas—. Había ido para casa, si hubiera venido a buscarte... ¿La hubieras ayudado?
A Tony lo habían insultado muchas veces. Sus padres, sus maestros, sus tutores, sus compañeros de la universidad, algunos empleados de su padre... Siempre era muy bien justificado, dado que se la pasaba haciéndole a todo el mundo la vida imposible; pero aquello era mil veces más lacerante.
—¿De verdad lo preguntas? —murmura, enderezándose en la cama hasta pegar la espalda al cabecero, haciendo que Peter retroceda hasta pegarse a la pared contigua a la cama—. ¿En verdad estás preguntándome si hubiera ayudado a tu novia?
Peter lo imita recogiendo las piernas como si fuera un maldito buda meditando. La prolijidad y la estabilidad con la que se acomoda le resulta envidiable. Ya quisiera él tener esa elasticidad.
—Bueno, ayer dijiste que era un criminal y que MJ debió dejar que se desangre en el pabellón de la enfermería.
Tony masculla entre dientes y contiene su genio antes de que pueda estallar. Cuando recién se conocieron quizá le hubiera dicho algo muy mezquino al respecto, pero Peter se tomaba de manera muy personal la mezquindad y no le gustaba que él creyera que Tony era un cabrón de mierda sin corazón. Podía tolerar que las personas lo creyeran, le daba aire mantener a todos a su distancia correcta, pero no le gustaba que Peter pensará eso.
—Eso es del idiota en mayas —bufa—. No es mi mejor amiga, pero es tu novia, Pete. Claro que la hubiera ayudado. Jamás hubiera dejado que algo le pase.
Peter lo mira intensamente por un rato tan largo que Tony empieza a dudar sobre si el hecho de admitir que MJ no era su persona favorita en el mundo fue un error. Para ser francos, su mejor amigo lo sabía. Sabía bien que Tony no terminaba de aceptar a MJ porque era, como bien señalaban todos sus compañeros, "demasiado posesivo con Peter".
No le hacía sentir muy orgulloso, pero si al menos todos lo tenían claro, menos problemas tenía él consiguiendo la meta final de todo aquello que era: No toquen a mi amigo. No molesten a mi amigo. No se burlen del pésimo estilo de mi amigo. Ni de sus gustos cuestionables en general.
—Pero sigues creyendo que Spider-Man es un delincuente —musita, sin mirarlo.
—¿Y no lo es?
—Hace cosas buenas por la gente del vecindario...
—Yo hago cosas buenas por ti y recuerdo vívidamente que el mes pasado me dijiste que era un idiota desconsiderado cuando hice que Bill se fuera llorando de la clase de Biotecnología II.
Peter masculla un ligero insulto en su dirección, pero pese a todo, sus ojos chispean divertidos.
—Es que eres un idiota desconsiderado.
—Me hieres, Pete —susurra dramáticamente, poniendo una mano en su pecho y la otra en su frente, como un buen mártir—. Yo luché por tu honor aquel día.
—Luchaste por tu honor —lo corrige, sacando al fin esa cara de herido en batalla, regalándole una sonrisa más amplia.
—Tu honor es mi honor.
—Mi honor es mío, tú solo querías una oportunidad para demostrar que eres más inteligente que él.
Tony se ríe de lado con picardía y Peter le lanza una almohada a la cara. Tony la desvía y se abraza a ella estirando un pie para golpear la rodilla de su amigo.
—¿Vamos a seguir peleando por esto, o al fin quedaste satisfecho?
Peter sacude la cabeza y se muerde el labio inferior negando.
—Me alegra saber que cuidarías de MJ, ya sabes, si algo me pasara.
Tony se quita el ligero escalofrío que esa sentencia le produce. Desde la muerte de Ben, Peter soltaba ese tipo de idioteces crípticas.
Aparentemente la mortalidad había adquirido un nuevo prisma para su amigo. Era un maldito chico de 17 años, estaba en su último año de la universidad, ¿qué tipo de peligro creía que corría? Lo peor que les podía pasar dentro del campus era que alguien les intente colgar un cartel de "Patéame" en la espalda, y Tony tenía bastante amenazado a todo el mundo como para que eso pase.
—Pete, mientras no me pidas que la despose, sabes que la cuidaré pase lo que pase.
Peter arruga la nariz y niega vehemente.
—No, no quisiera que la desposes. Sería raro y no creo que sea... ya sabes, tu estilo.
—Hecho. Entonces, puedes morir tranquilo. Vigilaré que tu chica no muera de hambre y me aseguraré de que no consiga nuevo novio.
Peter se carcajea negando, pero vuelve a mirarlo de aquella forma intensa cuando sus risas se disuelven en el aire.
—¿Y cuidarías de May?
A Tony, quien aquella charla empezaba a darle un feo retorcijón en el estómago, se le ocurre decir algo como: Puedes ya ir al baño a cortarte las venas y dejar de alargar mi sufrimiento con estos mensajes pasivo/agresivos de que puedes morir en cualquier momento, pero se le estruja tanto el corazón al ver la vulnerabilidad que cubre los rasgos de su mejor amigo, que le resulta imposible decir algo tan cruel.
Soltando un suspiro, deja a un lado la almohada y se levanta sobre sus rodillas arrastrándose por la cama. Se deja caer junto a Peter y estira el brazo para rodearle los hombros y pegarlo a su cuerpo. Peter lo mira lleno de disculpas, como si supiera que aquello era estúpido, pero a la vez, imposible de dejar.
En verdad quería que dejara de una jodida vez aquello, en verdad empezaba a preocuparle todo ese maldito cuento que tenía con la muerte y la posibilidad de que fuera un acontecimiento mucho más cercano de lo que debería. Pero, en vez de decir algo de aquello, coge aire y lo mira resuelto.
—Pete, si mañana caes fulminado por un maldito rayo cuidaré de todos lo que significan algo para ti, deja de preocuparte. ¿Trato?
Peter ve su meñique estirado y sonríe tímidamente. Alza la mano y estira el meñique enredándolo con el suyo. Ambos miran sus dedos entrelazados y pese a que ese era el tipo de idioteces que hacen los niños, a ellos aún les funcionaba.
—Trato.
Tony asiente y deja caer la cabeza contra la pared, manteniendo el brazo con firmeza sobre los hombros de su amigo, con sus dedos aun entrelazados sobre su muslo.
—¿Y a quién le pediste que cuide de mí, en el hipotético caso de que Zeus se moleste mucho contigo y decida fulminarte?
Peter le da un golpe con la cabeza y la deja recargada contra su hombro, suspirando. Un calor agradable los envuelve y siente como el cuerpo pegado al suyo se relaja por fin.
Una sensación de poder y satisfacción le colma. En su vida jamás había tenido nadie de quien cuidar y le parecía un tesoro tener a este chico increíble por el cual velar. Peter era la versión más acercada que tendría alguna vez de un hermano menor y pese a que a veces, como esa, era un incordio, le alegraba saber que ese adolescente tímido y callado había crecido para convertirse en ese chico que se sentía capaz de confesarle sus miedos más profundos sin pensar que Tony se burlaría o lo desestimaría.
—Tú no necesitas que nadie te cuide —musita con voz calma y afectuosa—. Por ti no tengo que preocuparme. Eres fuerte. Sé que estarás bien sin mí.
El sueño en el que se había metido se desvanece de golpe cuando el pitido de su celular suena como un estallido en su oído. Tony parpadea, soltando una maldición y arrancándose el auricular que casi le cuesta el tímpano. En su pecho, la misma sensación de vacío y tristeza que sintió aquella tarde en la facultad se extiende y le genera un pequeño desasosiego en el alma. Qué error fue hacer aquella afirmación, pues Tony estaba lejos de creer que eso fuera mínimamente cierto.
Su mirada se desliza por la sala y se detiene sobre la tableta que a su lado brilla con una lista de mensajes sin leer en la pantalla. Estira la mano y coge el celular que tenía tirado a unos pocos centímetros sobre la barra. Gruñe al leer el nombre y decide ignorarlo. La cabeza se le parte y no sabe si fue el sueño o si es el dolor en su pecho que aún quemaba con la fuerza de mil soles. O de seis puñetazos. Desliza la mano por su torso, donde las vendas firmes contienen la mitad del problema y gime desperezándose.
Con la mirada entrecerrada estudia la hora en su reloj y suspira viendo que apenas es la primera hora de la tarde. Había perdido la noción del tiempo. Las vendas medicinales tenían corticoides fuertes que le hacían sentir tanto sueño como pesadez. Debería estar trabajando, no durmiendo, pero había estado teniendo sueño tras sueño desde la noche anterior, y dormir no era exactamente un viaje a las tierras oníricas.
Su pasado volvía a morderlo cada que cerraba los párpados y estar despierto no era mejor. El llanto de Peter estaba clavado en su cráneo, razonando cada vez que intentaba fijar su atención en algo. Como le gustaría volver a aquella tarde en la universidad, como le gustaría decirle a Peter que estaba equivocado, que no era fuerte, que sin alguien que velara por él corría el riesgo de volver a convertirse en ese crío cruel que no se molestó en llorar sobre la tumba de sus padres.
El celular empieza a vibrar descontrolado en la mesa y Tony gruñe con fastidio. Esta vez salta un número privado y por mucho que no le interese, coge el maldito equipo y atiende. Quien lo llama no es de ese tipo de personas que entienden el mensaje de: te estoy ignorando.
—Morfeo.
—Eres un tío muy escurridizo —se queja el sujeto al otro lado de la línea.
—Y tú uno muy persistente —masculla, cogiendo los lentes que tenía por allí, antes de sujetar la tableta y dirigirse al balcón.
Desliza con cuidado la puerta y se sienta en la mesita de café. Acomoda la tableta, deja el celular en la mesa activando el manos libres y estira la mano para coger el paquete de cigarrillos que tenía allí esperando.
Su mirada se desliza por el inmenso balcón y se inclina un poco para ver si los amplios ventanales de su cuarto estaban igual de cerrados que los dejó cuando tendió a Peter sobre su cama.
—Bueno, es uno de mis encantos.
—Eso no es un encanto. Es una enfermedad —lo corrige apretando su dolorida cabeza con la mano libre.
—Para algunas mujeres un hijo es una bendición, para otras un castigo...
Tony suelta una carcajada por el disparatado paralelismo y se lleva un cigarrillo a los labios antes de prenderlo.
—Interesante comparación.
—Bueno, mi hermana acaba de tener familia. Estoy particularmente atravesado por ese tópico en este momento.
—Mis felicitaciones. O mis condolencias...
—Condolencias por el momento. No nació con el instinto maternal, mala suerte para el pobre petit garçon.
Tony, pese a disfrutar el respiro a sus pensamientos que representa aquella llamada, decide encausarla antes de que sea demasiado tarde.
—Pobre de él. ¿Recibiste todo lo que te mandé?
Una risa grácil corretea por la línea y Tony cala sintiendo un desorbitarte placer golpear su cuerpo. Jodidas adicciones...
—Una interesante cartera de clientes la que tienes —canturrea—. Aunque admito que cuando me dijiste que querías entregarme tus clientes pensé que hablábamos de gente más peculiar y no tan mundana. La mitad de ellos ya son mis clientes.
—Cuando te ofrecí la firma te advertí que era bastante aburrido.
—Ya, pero no tan aburrido. ¿Qué sentido tiene lavar dinero a unos deportistas, comerciantes e influencers? Habiendo tanto pez gordo en esta bendita ciudad, tú trabajas para los más insignificantes.
—Trabajo para los que no me costarán la cabeza —lo corrige, dando otra suave calada—. Y deberías ver lo rentable que resulta antes de quejarte.
Escucha un suspiro teatral, pero no le da mayor importancia. Ya sabía que se iba a ir y alguien tenía que quedarse con su firma de inversiones. A Tony le daba lo mismo abandonarlos a su suerte, pero era verdad que los márgenes eran altísimos en comparación con la cantidad de trabajo que exigía. Y por sobre todo se la debía a Morfeo.
—Pero en fin, no te llamaba por eso... —ni siquiera duda de qué es lo que va a decir a continuación.
—Me salí del negocio, Morfeo —le recuerda con tacto.
—Nadie nunca se sale realmente del negocio, Real. Pensé que sabías eso.
—Y yo increíblemente lo hice —sentencia.
Morfeo hace un sonido impasible por la línea y Tony puede imaginarlo haciéndole morritos al celular. Para ser un tío de unos 35 años, era increíblemente infantil cuando quería.
—Oh vamos, sé que no lo hiciste. Solo decidiste ser independiente —Tony contiene una mueca, sin dudas sus visitas a Lux no pasaron tan inadvertidas como creía— Aparte, a algo vas a tener que dedicarte si vas a dejarme tus otros negocios.
—Eso es asunto mío. Y como ya dije, hace años decidí dejar de prostituirme.
—Y a mala hora que lo hiciste —se lamenta sonando genuinamente triste—. Te podría haber conseguido el mundo si solo me hubieras dejado encontrar el candidato indicado.
Tony desliza la mirada por la ciudad y un pesado sentimiento de soledad le recorre.
—Si para eso me llamabas, olvídalo. No me interesa volver al ruedo. Tengo... tengo otro trabajo y me va bien.
—Y vaya que te debe ir bien si estás lanzando por la borda la empresa que te costó alzar. Pero, la persona que pregunta por ti podría hacer que te vaya incluso mejor que bien.
—Tendrás que conseguir un remplazo, amigo. No estoy interesado.
—No has escuchado el nombre.
—No necesito hacerlo. No tienes a nadie que me interese.
—La persona que quiere contactarte podría conseguirte al que quisieras para jugar. No es un tipo celoso.
Tony frunce el ceño y aprovecha para dar un par de pitadas antes de decidir qué responder. Dicha persona estaba recostada en su cama y si los cálculos no le fallaban, una vez que despertara, sería la última vez que vería su rostro.
—Tienes que estar desesperado para hacer este llamado —masculla evasivo, arrastrando los ojos por la tableta, leyendo los mensajes de Riri que no había visto mientras estaba noqueado en la mesa de la cocina.
—Por la cifra indicada puedo hacer muchos llamados.
—Espero que le hayas informado al sujeto que no había rembolsos si yo no picaba —murmura ligeramente desinteresado en el asunto.
—Oh, descuida mi viejo amigo, eso se sobreentiende —se ríe de una forma mucho más seria. Morfeo rara vez se reía cuando de dinero se trataba—. Pero tenía que intentarlo. ¿Estás seguro qué no quieres escuchar el nombre?
—Muy seguro. Si eso era todo...
—Estás particularmente grosero el día de hoy.
Tony suelta la tableta y con ligero arrepentimiento alza la vista.
—Y tu particularmente hablador —dice de forma casual, bloqueando la maldita pantalla—. No me convencerás por mucho que me endulces el oído.
—¿Seguro? Soy un tipo con recursos, puedo ser sumamente persuasivo. Un recuerdo del pasado le acaricia el cuerpo y se lo sacude con el ceño fruncido.
—Tienen que estar ofreciéndote una suma desorbitarte si estás dispuesto a ofrecerte como parte del trato.
La línea se queda muda por unos segundos y pese a que el hombre al otro lado del teléfono es un proxeneta consumado, Tony percibe una ligera tensión en su silencio.
—Dime que no prometiste que yo...
—No lo hice. No soy idiota —lo corta indignado.
—¿Morfeo?
—No te preocupes, me encargaré de trasmitir el mensaje.
Tony aprieta ligeramente los ojos y tira el cigarrillo en el cenicero. Restriega sus párpados bajo los lentes y suelta un suspiro.
—¿Estás metido en un apuro? —pregunta sin rodeos.
Morfeo vacila unos segundos antes de responder, pero cuando lo hace, su voz está cargada de una melosería falsa que le hace arrugar la nariz.
—Vas a hacer que me emocione, Real. ¿Te preocupas por mí?
El comentario le saca una sonrisa, pese a que no siente en el cuerpo ni una pizca de humor. Se siente tan vacío que bien podría estar hueco por dentro, pero le debe cosas al maldito y por más que nadie pudiera creerlo, o que sus actos de la noche anterior no dieran cuenta de ello, Tony era por sobre todas las cosas un tío con honor.
—Tú me diste una mano cuando más lo necesitaba —recuerda con solemnidad—. Te dije que estaba en deuda contigo. Si... si tienes algún problema, puedes decírmelo. Dejé el negocio, pero no me olvido de quienes estuvieron ahí para mí cuando no tenía nada. Puedo ayudarte, darte protección si eso necesitas.
La línea vuelve a quedarse muda y escucha como Morfeo suelta un ligerísimo suspiro.
—No estoy en problemas —dice con seriedad, dejando de lado sus jueguitos—. Solo que no me gusta tener que decirle que no.
—¿Es de-
—Hay cosas que no decimos por teléfono, lo sabes —se apresura a decir, antes de que Tony se olvide del funcionamiento correcto que ese trabajo en particular requería. Cuando tu clientela era la elite, no podías fiarte de algo tan fácil de pinchar como un teléfono—. ¿No te he enseñado nada en este tiempo? Hay que tener cuidado con los nombres, Real, tienen poder.
Tony rueda los ojos y menea la cabeza al escuchar las palabras tan crípticas.
—Bien, si necesitas ayuda con lo que sea, sabes que puedes llamarme.
—Debiste quedarte conmigo, Real. Tenías más potencial que todos estos chicos juntos. Buena apariencia, educado, inteligente, buen culo y con instinto.
—Debiste poner un anillo en mi dedo cuando tuviste oportunidad —se mofa divertido y horrorizado con la idea.
—No nací para ese tipo de ataduras —rezonga, y Tony puede verlo arrugar la nariz con asco.
—Ah, pero recuerdo una vez que...
—No es de caballeros recordarle a otro hombre las cosas que dice cuando está ebrio y acaba de correrse.
Tony vuelve a reírse y resiste la tentación de prender otro cigarrillo. Desde que llegó a casa y tuvo que inyectarse otro chute de anestesia se fumó casi medio paquete. La ansiedad y el dolor no eran buenas amigas. Solo el saber que tenía más fármacos en el cuerpo de los que tuvo en esos cinco años le hacía mantener las manos lejos de sus expensas etílicas. Jamás había deseado tanto reducirse a ser un puñetero alcohólico como ese día.
—Tengo cosas de las que ocuparme, ¿de verdad no necesitas que te eche un cable? Si necesitas dejar la ciudad un par de días, tengo un lugar que prestarte.
—Bah, este negocio no sería interesante si algún que otro magnate no se dedicara a amenazarme de vez en cuando.
A Tony no lo hizo especialmente feliz esa afirmación, pero sabía que Morfeo no iba a dejarlo aceptar su ayuda. Así se quejara, aquel era su trabajo soñado. Cuando alcanzó a juntar todo el dinero que iba a necesitar para poder empezar a establecerse, había ofrecido a Morfeo irse con él, pero Morfeo declinó la oferta y se abrió camino a su propia forma.
Entraron en el servicio de escort por la misma época y pese a que no compartían metas, sí compartían un objetivo. Mientras que Tony llenaba sus bolsillos de dinero, Morfeo llenaba su teléfono de contactos y creaba la red de acompañantes más grande de Nueva York. Era un chico listo, sabía hablar, era dolorosamente hermoso con su cara de Dios griego y su sonrisa de ángel de la muerte. Por no decir que se le daba de las mil maravillas el arte de follar.
Ambos sabían que no iban a hacer aquello por mucho tiempo. Ninguno de los dos nació para ser usados como objetos y ambos compartían la misma visión sobre su futuro. Tony empezó con su taller y la compañía de inversiones, Morfeo con su servicio exclusivo de escorts.
Una de las tantas veces que Tony necesitó huir de su jodida vida, Morfeo lo acogió en su hogar. No era grande, ni tenía lujos, pero fue un buen compañero que le dio su cama y su cuerpo para que pase un tiempo en lo que volvía a reubicarse. Jamás le hizo preguntas, jamás lo interrogó por su pasado. Morfeo no era de ese tipo de gente, entendía lo valiosa que era la privacidad y la importancia de los secretos. Tampoco era posesivo. Le daba lo que Tony pedía o necesitaba sin esperar jamás que se quedara a su lado o le jurara una lealtad que no podía. Lo ayudó mucho, de muchas maneras, así que no se sentía bien que no le permitiera devolverle el favor.
—Podrías al menos tomarte una copa conmigo —ofrece con soltura—. Y ya sabes, así podrías rechazarme en persona. Eso es mucho menos grosero que hacerlo por teléfono.
Estaba por negarse, pero de golpe la idea de pasar aquella noche solo con sus demonios lo desanimó. Peter se iría una vez que recobrara la conciencia y Tony temía venirse abajo.
—Vamos —canturrea—. Diviértete un poco. Aún te debo una cena de agradecimiento por legarme tu grandiosa firma de inversiones.
Tony suspira y mira el hermoso paisaje por unos segundos. Toma fuerzas de sus propios recuerdos de esas vistas y niega en silencio. No podía seguir huyendo. Necesitaba enfocarse y volver a casa. No más distracciones, no más momentos de debilidad o crueldad injustificada. No solo no podía darse ese lujo, no quería poner a prueba su capacidad para no seguir tropezando con aquel escollo llamado Peter Parker.
—Tengo visitas. Lo siento. ¿Quizá mañana? —ofrece pensando en cómo arreglárselas para escapar de casa sin verlo una última vez.
Eso sería lo mejor y lo más inteligente. Desaparecer de una puta vez de su vida y rezar para que el pobre encuentre el camino para superarlo y olvidar los horrores que no dejó de hacerle a lo largo de esas semanas.
—Yo tampoco soy celoso —canturrea coquetamente, utilizando aquella voz aterciopelada con ese deje de acento francés que imprimía un erotismo particular a su hablar—, siempre tuviste buen gusto y puede que haya pasado un tiempo desde que me divertí...
—No es de ese tipo de visitas, Morfeo —murmura ácidamente, pensando con violencia en ver las manos grandes y firmes de su amigo en la cintura de Peter.
—Oh, entonces no son visitas —se queja compasivo.
Tony se ríe y sucumbe a su necesidad estirando la mano para coger otro cigarrillo.
—Tengo que colgar.
—Bien, bien. Solo espero que no vuelvas a forzarme a ser yo quien te llame. Eso es muy poco galante de tu parte. Puede que la próxima vez que necesites información sea yo el que se decida a no cogerte el teléfono.
Muerde sus labios para no decirle que ya no necesitará de su red interminable de contactos. En cualquier caso, no faltaba nada para que volviera a su mundo, a su hogar, con su gente. Su gente. Concepto extraño y ajeno... Haberse pasado las últimas horas reviviendo su vida de universitario entre sueños le había recordado lo cruelmente solo que estaba.
—Lo prometo —miente sin culpa alguna—. Adiós, Morfeo.
—Adieu, mon rêve.
Tony corta la llamada y voltea el celular. Sopesa llamar a Riri y pedirle que investigue el asunto. Si Morfeo tenía a alguien sobre el cuello, bien podía mover un par de hilos en la sombra y solucionar el asunto. Quizá si el cliente era alguien que él conociera podía hacerle llegar personalmente su rechazo y así evitarle a Morfeo tener que lidiar con un cliente disconforme. Al final, era casi lo único que podía hacer por él. Sin dudas no le interesaba ir a ver quién estaba buscándolo. Tony pensaba acogerse al jodido celibato en lo que volvía a su mundo.
—Si te negaste por mí, puedes irte.
Su cuerpo se congela en la silla. Tiene que forzar a sus pulmones a andar, a su corazón a latir y a sus músculos a relajarse. Le toma unos segundos, pero recupera el control, consiguiendo componer algo parecido a una media sonrisa en sus labios. Se prepara para la culpa que está por golpearlo y casi se felicita por no sentir como su cara se descompone cuando ve los ojos cafés de Peter escrutarlo con atención.
—Tengo mucho trabajo. Si acepto tomar una copa con él, no dejará de insistir en que vea a su cliente.
—Sonaba a que eran amigos. No sabía que se podía ser amigo de tu proxeneta.
Tony quisiera decirle que, como Peter solo tenía experiencia viendo chulos de poca monta golpear chicas muertas de hambre y drogadas en la calle, tenía esa idea; pero, en lugar de hacer eso, compone una sonrisa aún más forzada y menea la cabeza.
—Él no era mi proxeneta. Era mi compañero —aclara—. Ahora tiene su propia agencia de acompañantes. A veces tiene clientes con gustos selectos, que desean llevar a alguien que no tenga cara de niño a un evento y por eso me llama. La gente ve a un tipo de cuarenta años y no se imagina que es un acompañante, así es más fácil no pasar bochornos o quedar en evidencia.
Peter abre los ojos sorprendido y Tony no sabe si es por la lógica que encierra pedir un acompañante entrado en años o si solo es porque, en lugar de decirle cualquier burrada, es honesto.
Por un segundo recuerda la noche que lo sorprendió en el centro barrial, y recuerda lo impactado que estaba Peter por ver que Tony podía ser un tipo honesto si se lo proponía.
¿Aquella noche lo culpó? Ya no puede recordarlo, pero creería que no lo hizo por la sorpresa que se llevó. Ahora no puede más que ser él el sorprendido, contaba con que Peter huiría del departamento sin siquiera despedirse. Y no va a mentir, lo hubiera preferido. Pero verle el rostro en este momento le trae una punzada amarga que anula su capacidad de pensar con claridad.
Espera en silencio, dispuesto a soportar una descarga de ira en su dirección, pero Peter sigue en shock y lo único que hace es mantenerse parado al lado del ventanal, abrazando sus brazos. Le aterra pensar que sigue temiendo estar solo y por eso sigue allí, pero más le aterra decir algo que vuelva a lastimarlo, así que no se anima a preguntar.
Tiene la certeza de que todos los buenos recuerdos que venían corriendo a su mente mientras dormían no era más que una forma muy ocurrente y destructiva de su cerebro de castigarlo. Su inconsciente debía estar dándose un festín trayendo a su mente diversos recuerdos de cómo su mejor amigo le confió de mil formas su vida y la de todos a quien amó, solo para que al abrir los ojos lo esperara la realidad de que falló miserablemente su misión.
—¿Cómo vinimos hasta aquí? —pregunta con cautela, y Tony da un respingo.
—Te traje en el coche.
—Cómo me sacaste del apartamento.
Su ceño se frunce, pues no sabe si la pregunta trae trampa. ¿Se refería a la forma literal, o la implícita del por qué lo hizo? Era verdad que en su taller había una cama, un baño y una cocina. A efectos prácticos, no había motivos para el traslado, pero Tony se sentía ansioso permaneciendo un segundo más en ese espacio donde había mancillado todo lo que alguna vez le importó.
Y no era solo lo que había hecho, era el asqueroso motivo que lo empujó a hacerlo. Tony no solo se sentía terriblemente culpable, se sentía tan humillado, tan sucio... le daba repus verse en las superficies metálicas. Necesitaba huir de esos recuerdos. Necesitaba escapar de aquella noche, de lo que hizo, de la forma en la que... en la que se comportó. No quería volver a ver a ese hombre, no quería volver a sentirse de esa manera.
—Cuando me desmayé tenías el pecho destrozado, Tony. ¿Cómo me sacaste de allí? Así cogieras el elevador para bajarme y subirme aquí, no pudiste cargarme. No es tan difícil la pregunta.
Tony se repliega ligeramente en su silla al ver la forma en la que cada palabra salía más frenética y dura de la boca de Peter. Ambos notan su movimiento cuando se echa hacia atrás en la silla y se encoje. Casi al mismo instante se endereza en la silla, pero ya es tarde. Peter retrocede asqueado a su miedo.
—Tengo una silla de ruedas. No fue tan difícil —se apresura a decir, pero Peter lo mira tan dolido que está seguro no lo escuchó.
Maldice su jodida mierda y se endereza soportando el dolor que le hace girar la cabeza. No va a dejar que vea lo mucho que le duele. Tony era un coctel interesante de medicamentos en ese momento y por mucho que le fastidiara profundamente el despiste mental que eso implicaba, estaba dispuesto a tolerarlo con tal de que Peter no tuviera que ver hasta qué punto lo lastimaron sus puños.
Aún recordaba el dolor en cada golpe, como el aire se escapaba de sus pulmones incluso antes de que pudiera volver a coger un poco más. Sabía que el chico no creería en su palabra así le jurara por la vida de su Peter y la de Miles que dolió mil veces más verlo tan desconsolado, tan herido y perdido en su propio dolor. No tenía caso intentar explicar eso. Tony hasta sentía pena por no tener un hueso roto. Eso al menos le hubiera hecho sentir un uno por ciento de compensación. Cada que mira la cara de Peter sabe que tendrá una deuda que jamás podrá ser saldada entre ellos. No era como con Morfeo, que al menos si deposita una suma escandalosa en su cuenta Tony sentiría que no dejaba atrás una cuenta pendiente. Lo que había hecho con Peter no tenía forma de disculparlo.
Quizá la primera vez, cuando torció el asunto de Happy hasta volverlo un arma con la que amenazarlo, pudo escudarse en la ignorancia y en que una explicación era lo mínimo que se merecía luego de todo lo que pasó. ¿Pero lo de anoche? No, eso no tenía forma de ser disculpado.
Tony se había sentado allí a decir lo único que sabía que podía herirlo. Tony se sentó allí con ese propósito en mente, con esa necesidad de herirlo. Como bien le dijo, se había puesto tan celoso, tan celoso que simplemente hizo lo único que sabía hacer cuando se sentía vulnerable: atacar. Y no solo atacó, atacó a donde más dolía, atacó en el lugar que más daño podía causar. Algo lógico del mayor fabricante de armas del mundo. Y tuvo el no menor lujo de decir que lo hacía por la memoria de su mejor amigo y de su variante, como si su mezquindad no pudiera conocer ni un solo límite.
Oh, sin dudas su mejor amigo lo estaría esperando lleno de odio y desprecio en el infierno para arrastrar sobre brasas ardientes su trasero para hacerle pagar ese instante de egoísmo. Y su variante. Si no es que los infiernos y los cielos estaban divididos por universos, casi podía imaginar a su variante y a la de May listas para ir a coger el costal quemado de huesos que su amigo iba a dejar.
—Lo sien-
—Tengo que ir al taller —dice, cortándolo antes de que pueda terminar esa jodida palabra—. ¿Quieres que te lleve a algún lado? En la mesa de la cocina dejé los papeles que encontré de esa ingeniera que trabaja en Oscorp, imaginé que ibas a necesitarlos.
Por la forma en la que boquea, Tony se imagina que el cambio brusco de tema lo sorprendió, quizá incluso le molestó, pero ya no le interesa. Entiende de forma instintiva que lo mejor que podía hacer por ellos era hacer lo que debió hacer desde el principio: poner distancia.
Le sonríe de forma tranquilizadora y se esfuerza por extender la mano para invitarlo a que pase primero. Aguanta con la sonrisa el dolor que le produce el movimiento. Espera que el malestar lo acompañe por un tiempo, aunque sabe de sobra que no será así, pero quizá de esa manera conseguiría sostener su cordura. No se hace falsas esperanzas. Pese a que los golpes fueron significativos, su cuerpo sanará mucho más rápido de lo que merece.
Peter entra desganado a la casa y Tony empieza a recoger sus pertenencias, metiéndolas rápidamente en sus bolsillos. Busca su billetera, las llaves del auto y coge los dos celulares que tiene dispuestos por la mesada. Mira por sobre su hombro y masculla una disculpa huyendo al balcón por el que dejó allí. El cigarrillo olvidado se había consumido, pero recoge el paquete metiéndolo en el bolsillo trasero de sus jeans, al tiempo que coge la tableta y la toma antes de olvidarla a la intemperie.
Estudia todo a su alrededor y para cuando vuelve a entrar en la sala, Peter está sentado remilgadamente en su sillón. A Tony le da vértigo solo pensar que querrá charlar, así que se escabulle al cuarto y finge no ver las sábanas revueltas.
—¿Piensas evitarme mucho tiempo más? —pregunta casual el chico cuando Tony sale del vestidor de su cuarto y le sonríe a modo de disculpa.
—No te estoy ev-
—Eso es exactamente lo que estás haciendo —lo corta, cruzando los brazos por sobre su pecho, recargado contra el marco de la puerta.
—Encanto, sé que eso es lo que quieres ver, pero tengo una cantidad tan horripilante de trabajo. No tengo tiempo para estar jugando al pilla que te pillo contigo.
La mueca de Peter se tensa y Tony decide que no va a pararse a analizar por qué parece que le moleste su decisión tan poco sutil de evitarlo. Si tenía cuidado y era firme pero no maleducado, aún había posibilidades de que lo que hizo, no le jodiera el futuro.
Peter parecía creer que Tony le había cantado unas cuantas verdades. Eso podía ser bueno y quizá de su mayor acto de egoísmo saliera algo que el chico pudiera aprovechar. No iba a hacer lo que hubiera hecho en el pasado, no sería tan descarado como para anotarse un tanto. No hizo eso, Tony sabía bien de dónde salió su veneno y se aseguraría de jamás darse el lujo de ponerse en posición para poder volver a hacerlo.
Ciertamente, no se imaginaba que alguna vez volviera a ser capaz, pero no se martirizó como un condenado cuando entendió la verdad de Peter por sus actos. ¿No se juró no tocarlo, solo para tardar menos de doce horas en hacerlo? ¿No se dijo que no le haría daño, solo para ir y destrozarlo? Tony no se fiaba de su palabra. No se fiaba de sí mismo. Ahora solo podía fiarse de que ya sabía el nombre de su universo, ya sabía de dónde mierda había salido y ya sabía cómo mierda volver.
Un ligero resquemor le recorría el cuerpo, si volvía, ¿se atrevería a acercarse a Miles? Era algo con lo que empezaba a tener problemas. No se imaginaba volver y que Miles le diera la espalda, no se imaginaba nunca que algo como lo de la noche pasada pudiera pasar entre ellos, pero Tony había actuado sin poder contener sus actos, y lo peor, ni siquiera notó lo que hizo hasta que fue demasiado tarde.
Cuando el golpe de la puerta en el taller resonó en sus huesos, fue cuando empezó a sentir que la cabeza le daba vueltas y que el corazón se le iba a salir del pecho. La angustiante y calamitosa realidad calló con él cuál balde de plomo y corrió a buscarlo sin saber qué decir. Encontrarlo destrozado fue un martirio inesperado y tener que soportar cada una de las palabras que dijo después de eso una lenta agonía.
¿Corría riesgo Miles? No estar seguro era lo que más le dolía. Él quería a Miles.
Peter le traba el camino cuando está por pasar y pese a que Tony intenta no mostrarse grosero o impaciente, la vena en su frente se hincha con fastidio.
—¿Peter? Necesito pasar y no puedo correrte.
Como si le hubiera dado con una picana eléctrica, el chico salta y se corre a un lado.
—Muchas gracias.
Se escabulle como rata a la sala y se embute en el saco antes de abrir de un tirón la puerta del hall. Peter lo siguió de forma silenciosa, pero sus manos vacías no le hacen feliz. Con un seco asentimiento vuelve a caminar por la sala y coge la carpeta que tenía preparada como elemento distractorio.
El chico la toma de mala gana y sale por la puerta cuando Tony, ya sin un solo ápice de control en su sistema, empieza a tamborilear el pie sobre la moqueta. Recita en su mente la tabla periódica y se despide del chico cuando el elevador llega al amplio palier.
—Bob —dice Tony con un asentimiento al conserje que ni se molesta en mirarlo y se gira para darle paso a Peter una vez que el frío invernal entra a raudales por la puerta abierta.
—To-
—Fue un placer conocerte, Peter —dice con aplomo, cuadrando los hombros—. Pese a todo, fue un placer. Espero que tengas suerte en tu vida y que... que las cosas funcionen para ti de ahora en adelante.
El chico abre la boca, tan sorprendido que Tony ve su oportunidad de oro manifestarse. Se estira rápidamente y conteniendo el aire en sus pulmones para mantener a raya el dolor, le da un breve abrazo en lo que el shock lo mantiene quieto.
—Suerte —murmura al separarse.
Ni siquiera ve hacia atrás cuando pone segunda y saca el auto con un rugido obsceno para meterlo en la línea del tráfico. No va a suponer que Peter entienda el mensaje, así que no va a volver a la casa. No va a volver al taller. Conduce al único lugar donde Parker no lo irá a buscar y una vez que entra en Queens, se permite respirar.
Hallar el hogar que buscaba no le toma tanto. En su universo ese recorrido lo llegó a conocer más que cada parte de su cuerpo. Las tiendas son en esencia las mismas, algunas de ellas con los mismos dependientes. Cada metro que da en dirección a ese edificio es una puñalada y una caricia. Pero el verdadero impacto se produce frente a la escalita de ladrillos rojos. Su cuerpo se estremece y su conciencia sangra. Era un poco masoquista lo que estaba haciendo, pero dado los eventos pasados, cualquier cosa que le hiciera daño era un acto de justicia.
—Y bien, ¿qué opinas?
Tony se gira cuando la voz de Riri lo alcanza por la espalda y sonríe al ver a la chica masticar goma como una harapienta. Ninguno hace un gran espamento al verse las caras por primera vez. Ella recibió sus fotos hacía muchos años y en cuento Tony consiguió asentar su vida lo primero que hizo fue buscarle rostro a la voz al otro lado de la linda.
Le sonríe con soberbia al verla mirar con altivez. Riri sacude un manojo de llaves y en sepulcral silencio le muestra las nuevas instalaciones. Sabe que está nerviosa porque está callada. Era incapaz de mantener tanto tiempo cerrado el pico. Pero pasan por la enfermería sin apenas intercambiar una palabra.
Tony estudia las instalaciones con ojo crítico y analítico. Intenta no imaginar a Peter golpeado o sangrando, pero se permite un instante de terror en pos de asegurarse de que todo estaba tal cual lo iba a necesitar.
Riri lo conduce a las escaleras que te llevan a los pisos superiores y escucha su pie tamborilear ansioso cuando lleva un rato estudiando toda la decoración de ese primer piso.
—¿Tenías que decorarlo de esta forma? —consulta, cruzando las manos sobre el pecho, alzando una ceja divertida.
El lugar era agradable, solo que demasiado adolescente para su sano juicio. Era el espacio propio de una niña que por primera vez se le permitía tener su propio lugar. Colores chillones, muebles mal combinados y sin estilo alguno.
—Alguien tenía que ponerle vida —se queja ofuscada, pero ciertamente aliviada de que Tony no se pusiera a ser un estirado de mierda.
Pero no está con la mente cien por ciento despierta, por lo que cuando ella le da un amistoso golpe en el pecho, se dobla de dolor.
Riri literalmente suelta una maldición por cada vuelta que le da a sus vendas y otras tantas por cada golpe que ve. También repite algunas cuando le ayuda a cambiar el vendaje. Tony llevó al baño la sesión curativa y viendo las abolladuras en su pecho suspira. No estaban estrictamente mejor, siguen teniendo esos colores tan horripilantes que, pese al incordio, no eran su mayor preocupación. Decide evitar tomar más antibióticos, pero deja que Riri le ayude a ponerse el nuevo vendaje. El frío empieza a colarse por entre sus tejidos capilares y vuelve a gemir en éxtasis cuando la fría compresa empieza a desprender su brebaje medicinal. Olía a menta y eucalipto, pero era tan refrescante que para cuando consigue meterse en la remera térmica lo hace con una sonrisa.
—¿Vas a decirme quién te cogió de saco de boxeo? —pregunta Riri una vez que Tony ha vuelto a la sala.
Coge la taza de café extra negro que la chica le brinda y menea la cabeza. Está ochenta por ciento seguro que ella no conseguirá sacarle a Parker esa respuesta así que se limita a inventar cualquier cosa.
—Un tío al que le debo una pasta.
—Pues deberías dársela. Tienes de sobra.
—No se lo merece. Bien, ¿lista para empezar a trabajar? Hay mucho que hacer y mi fecha límite acaba de acotarse drásticamente.
La mirada de Riri brilla peligrosamente mientras acomodaba las trenzas de su pelo en una coleta.
—Vas a alucinar cuando veas lo que armé.
Tony, para alucinar, debería venir de un universo con tecnología mucho más avanzada. Pero lo cierto era que la chica se había lucido. Cualquier streamer daría lo que sea por tener un set-up así. La habitación estaba insonorizada y era lo suficientemente grande como para albergar dos escritorios largos, cada uno con una computadora de la más alta gama. Unas luces que cambiaban de color decoraban los bordes del techo, las esquinas de las paredes y llegaban hasta el suelo. Los dos sillones para cada escritorio eran cómodos y de la más alta calidad.
Le sorprende que no fueran los típicos de la época, donde todos tenían estas sillas como Transformers. Son más bien parecidos a los que podías ver en una oficina, y Riri le informa que estos estaban diseñados especialmente para alguien que iba a usarlos muchas horas, no para alguien que quisiera fanfarronear en internet. El conjunto lo cierran dos heladeras, una con energizantes de miles de colores y otra con un surtido poco saludable de frituras y dulces.
Tony le había dado pocos días para hacer todo eso, pero la velocidad que ella manejaba para cumplir los plazos era más que óptima. Sabía que la plata hacía todo mucho más rápido, pero Riri hacía ver cuán rápido podías hacerlo si ponías empeño y tenías ideas bien claras de lo que querías y necesitabas.
Antes de que pudieran sentarse, ella insistió en hacerle un recorrido y Tony dudó seriamente antes de entrar en el que iba a ser, casi con toda probabilidad, el piso que Peter rechazaría. No tuvo tiempo de decir que no, que prefería no saber cómo sería. Riri abrió la puerta y su mirada se quedó congelada en el multiverso. Era casi idéntico a sus recuerdos. Casi perfecto. Y solo casi porque así lo decidió. Tony personalmente eligió los muebles, así que siempre supo cuáles serían los pequeños detalles diferentes. Pero verlo... verlo así... El piso rezuma estilo y calidez. Sabe que hizo lo correcto, sabe que tomó la mejor decisión. Le gusta la sensación hogareña que desprende el conjunto. Le gusta ver que la ventana principal del departamento te permite ver el Queens terrenal. Nada de altos rascacielos, nada de vistas panorámicas que te recordaban tu soledad. Desde allí podías ver el centro de la ciudad, sus calles, sus comercios y los transeúntes.
Se imagina que, si Peter entrara por la puerta, podría absorber el impacto y reconocerse como uno de ellos. Algo que jamás debió permitirse dejar atrás. Espera que su declaración fuera honesta y decidiera evitar todo camino que lo condujera a terminar en alguien como él.
Recordaba perfectamente la forma en la que May tenía decorado su apartamento, así que decidió darle el mismo toque. Quizá, solo quizá, si el chico podía sentir a su tía allí, se sentiría menos propenso a darle la espalda.
Cuando Riri quiso llevarlo a la habitación, declinó la oferta. No le apetecía saber que, en su universo, podría imaginar con claridad el lugar donde Peter llevaría a sus conquistas. Había cosas que eran mejor dejarlas a la imaginación. Siempre podía convencerse de que era menos real si no estaba seguro de tener la imagen visual correcta.
Aprobó todo lo que vio y espero de corazón que el pobre decidiera que al menos ese lugar sí valía algo. El edificio daba a un callejón por la parte de atrás y Tony se imaginó por un segundo que Peter sabría apreciar la discreción que eso brindaba. También revisó que el auto que había encargado estuviera estacionado justo allí. Cuando notó que Parker se había tomado la molestia de llevar su auto, sospechó por la cantidad de kilómetros en el tablero que hizo algo más que solo restaurante a su casa. Dio unas cuantas vueltas y por la falta de nafta, diría que lo piso un poco. Le compró el mismo, solo que el modelo más actual. Esperaba que los recuerdos que a buena hora manchó no le hicieran querer deshacerse inmediatamente del maldito vehículo. Su trabajo ya no estaría tan cerca si al final decidía vivir allí, el auto podría ahorrarle el problema de tener que ir y venir valiéndose solo del transporte público o sus telarañas.
—Lo has hecho a la perfección —dice Tony cuando vuelven al piso que ella ocupará.
—Y no viste el de mamá. Se va a volver loca cuando la traiga.
Tony declinó ver ese por lo poco que le interesaba. Le valía con saber que la madre de Riri estaría allí para vigilar a ese par de cerca. Como decidió invertir el presupuesto de decoración era irrelevante. Decidieron que cuando él se fuera, Riri traería a los dos a punta de engaños. Espera poder manipular a Parker y conseguir que el agradecimiento de la madre de la chica lo desmotiva de rechazar el regalo. Con una sonrisa desvalida se da cuenta de lo cerdo y manipulador que es. Más y más actos de crueldad.
—¿Lista para lo de hoy? —pregunta soltando un suspiro.
La verdad era la que era. Quizá en algún momento de su vida fue un buen ser humano. Quizá el haber pasado años siendo amigo de Spider-Man y no de Peter Parker sí fue perjudicial. Peter era el corazón, Spider-Man la acción sin importar qué y era claro como el agua que Tony había olvidado completamente cómo mantener esa parte de él intacta. Era conceptualmente bueno, pero era físicamente una basura que no tenía miedo a mentir o manipular para obtener los resultados que se proponía. Al final, con suerte, Peter no haría nada estúpido y decidía quedarse allí. Pero si no... bueno, era hora de solucionar ese detalle. Si el pobre bastardo decía lo sano y mandaba a la mierda lo que Tony quería dejarle, al menos iba a asegurarse sus tuviera lo que le habían robado.
—Cuando ordene, capitán —dice la chica, con un gesto rígido y militar.
Tony rueda los ojos, pero se sienta en la silla y descubre que es en verdad cómoda y cálida.
—Te dije que eran buenas —fanfarronea la chica, poniéndose unos cascos del tamaño de dos pelotas de voleibol.
—Lustilla. Empieza a organizar lo que vas a necesitar. Cuando lo tengas avísame, yo mientras tanto me voy a poner con lo mío. Cuando ya estés para que entremos, avísame.
Tony se gira a su pantalla conteniendo una sonrisa cuando la ve hacer otra venia militar.
Mientras empieza a entrar en los archivos de Fisk, deja su mente vagar por lo que estaría haciendo Parker. Cuando se da cuenta de que lleva más de cinco minutos quieto, se insulta con fiereza y vuelve a ponerse en marcha.
Empieza a anotar todo lo que sabe de la máquina y a desglosar los archivos que le faltan. Las horas pasan con rapidez y sin que lo note, dejando de tanto en tanto que su mente vaya y venga al chico que espera de todo corazón haya terminado de desaparecer de su vida. No le hace gracia alguna que el dolor en su pecho se vea eclipsado por el malestar que le genera ese pensamiento, pero Tony ya no tenía el privilegio de que eso importe.
*****
—¿Te quedarás aquí o volverás a casa? —pregunta Riri de golpe, girándose para verlo.
Tony mira la pantalla de su computador y nota impresionado que pasa de la medianoche. Parker puede estar rondando su domicilio. No le extrañaría, pero el tener que salir a las corridas le impidió coger ropa o un cepillo de dientes. Maldice en su fuero interno y se desliza por la estancia con la silla, meditando el riesgo.
Seguro que para esas horas el chico sabía que Tony no estaba en el taller y que no estaba en casa. Se dice que es una suerte que hubiera escuchado su plática con Morfeo, podría suponer que Tony al final decidió cumplir esa cita y se había resignado a que no volvería hasta que fuera tarde.
—¿Puedes revisar un teléfono? Necesito saber su ubicación.
—Claro, tío. Eso es lo más fácil que me has mandado a hacer.
Tony discutiría el asunto, pero no lo hace y solo recita de memoria (vaya que humillante cuanto sabia de Parker a esas fechas) el número. Riri le da excelentes noticias, el número estaba en Brooklyn, desde hacía dos horas.
—Supongo que entonces volveré a casa. ¿Te falta mucho?
—Hum, depende. Sin ayuda puede que toda la noche. Pero si me ayudarás...
Tony se ríe y menea la cabeza.
—Creo recordar que la pequeña fortuna que te estoy pagando es un por trabajo completo, no por que me pongas a mí a hacerlo.
Riri le hace una serie de muecas burlonas, pero ambos saben que está molestando. Si necesitara ayuda la pediría sin más.
—Bien, a primera hora vendré, creo que tengo casi todo lo que necesito saber, ahora solo me resta un plan.
—¿Y no vas a decirme de qué vas?
—No.
La chica le hace un mohín, pero se endereza en su asiento estirándose como una gata y sale de la habitación sin más discusiones. Tony se debate entre que está cohibida porque ese era su primer encuentro o que solo le da aire porque no se tragó la mentira de que le dieron caña por un ajuste de cuentas. La chica es lista, no pudo haber sobrevivido si no sabe reconocer cuando alguien se tira un farol.
Cuando llega a casa, encuentra todo del mismo modo que lo dejó, lo que le despierta un profundo instante de paz. No hay rastros de Parker por ningún lado y decide que puede darse una ducha antes de volver a salir. Una vez que se puso en marcha hacia su propia casa, empezó a sentir pánico y la sensación de que lo seguían. Era la culpa proyectando sus temores por fuera, pero de repente la idea de pasar la noche en casa se le antojó idiota. Va a volver dónde Riri y usurparle algún espacio para descansar.
Activa la ducha y se para frente al espejo para ver los golpes. Ya sea por la silla o por haber descansado el cuerpo haciendo los más mínimos movimientos, el dolor había remitido lo suficiente para que la idea de hacerlo solo no le diera pánico.
El vendaje se siente caliente cuando lo toca, pero su piel conserva el efecto de la frescura. Mira de cerca las marcas y tal como esperaba, el color ya había empezó a mutar. Toca con cuidado sus costillas y asiente conforme cuando es capaz de tocar la piel sin sentir arranques desesperados de dolor.
Lo bueno de vivir en un mundo con tecnología avanzada era que la medicina estaba a otro nivel. Regula la temperatura del agua y termina de desnudarse conteniendo un gemido cuando el golpeteo de las gotas le arranca un quejido bajo. Intenta no hacer movimientos bruscos, pero tiene que salir antes de lo que le gustaría cuando el dolor empieza a fusionarse con el vapor consiguiendo que se maree un poco. Sale con cuidado de la ducha, se esfuerza por secar de forma metódica e indolora su cuerpo, y descubre con felicidad que puede hacer ambas cosas sin sollozar.
Está de suficiente buen humor para cenar y ese fue el error. El plan al que debió ceñirse era entrar y salir, pero fue codicioso y antes de que pueda terminar de disponer la mesa, la puerta suena con dos ligeros golpes.
Atrapado, con la certeza de que no es su vecina que venía a molestarlo con cualquier idiotez, Tony coge aire y va hacia la puerta.
Lo curioso de todo aquello, no es que en el fondo esperaba que Peter apareciera. Siendo francos, incluso eso fue lo que lo empujó a tomar la decisión estúpida de bañarse y cocinar algo. Lo curioso era quién lo acompañaba. Happy Hoggan lo saluda con la mano. Tony, patitieso, se queda petrificado viendo como él y Parker están parados uno al lado del otro.
—¿Vas a dejarnos pasar? Tengo un plan para devolverte a tu universo. Pero me di cuenta de que necesitaríamos refuerzos, y como el señor Hoggan se ofreció a ayudar...
Tony desliza un pie tras otro hacia atrás, mirándolos a cada uno como si fueran dos espectros.
—¿Te encuentras bien? —musita Happy, cuando Peter les pide un momento para ir al baño—. Me di cuenta de que el chico decía mentiras cuando se apareció en mi puerta esta noche. ¿Necesitamos refuerzos para librarnos de él? Sé que trabaja para Spider-Man, me dejó una curiosa carta en el auto esta tarde, diciéndome que alguien iba a pasar a recogerme. Agradecería que le digas a tú "amigo" Spider-Man que la próxima vez no deje mi auto lleno de telarañas. Eso rayó mi pintura.
Peter vuelve alegre desde el baño antes de que pueda siquiera pensar en hablar.
—¿Cómo sabías que iba a estar aquí a esta hora? —musita, más desconcertado que otra cosa.
—Estuvimos montando guardia desde las siete de la tarde —responde alegre Happy, volviendo a mirar con elocuencia a Peter—. Aparentemente tu teléfono se descompuso, llamamos muchas veces.
—Te dije que tienes que deshacerte de esa carcacha —asiente solemne el chico, describiendo un círculo por la barra de la cocina, atacando directamente su heladera— ¿Aún no has comido?
Tony contrae la vista en su dirección cuando el tonito jovial se funde en un más duro al ver su plato, no muy cargado de comida, sobre la mesada.
—Estás tomando antibióticos fuertes. Deberías tener cosas en el estómago si vas a tomar medicación.
—Esto es tan curiosamente divertido —murmura Happy, sentándose en el sillón para verlos con una sonrisa cínica en los labios—. Pero es tarde y apreciaría poder dormir.
—¡Perdón, señor Hoggan! Tony, por qué no te sientas ahí y comes, mientras les cuento mi plan.
Tony le hace caso a ese tono imperativo con el que dijo comes para no hacer que las sospechas de Happy terminan en un complejo juego de preguntas y respuestas. No tiene respuesta a nada de lo que está pasando y decide que lo mejor que puede hacer es plantarse allí a mirar y ver qué pasa.
Y es una locura. Una locura tan grande que puede funcionar.
Tony se queda, sin decirlo con orgullo, ligeramente embobado mientras ve como Peter se pasea por su sala, explicando los pasos a seguir. Responde a todo lo que Hoggan pregunta y tiene una salida para cada "pero" que le pone el plan.
No comenta nada, no tiene fuerzas para hacerlo. Y, francamente, tampoco tiene motivos reales para hacerlo. Todo parece cubierto, fecha, hora y papeles a desempeñar. Peter pensó aquello bien, detallada y concienzudamente. Happy le lanza una mirada recelosa al chico cuando dice que eso es todo y suspira volviendo a él sus ojos.
—Para mí tiene sentido, ¿lo tiene para ti?
—Aparentemente... sí.
—Bien, supongo que puedo irme a dormir, si no les molesta. Mañana me pongo en contacto con... contigo, supongo —dice, mirando a Peter y este asiente resuelto.
Por cortesía y por un poco de aire, Tony le abre la puerta y se queda con él esperando el elevador. Había cerrado la puerta, no muy seguro de si por intimidad o por intentar escapar sin que Parker no lo vea.
—No es un mal plan —comenta Hoggan con forzada ligereza, y Tony, idiota Tony, siente la urgencia de defender el plan.
—No lo hubiera podido hacer mejor, sinceramente.
Hoggan voltea a verlo y entrecierra los ojos con suspicacia.
—Supongo que no... Curioso chico, por cierto. ¿Parker eh?
—Un apellido tan común como cualquiera —se encoge tensamente de hombros.
—Aja, seguro. Supongo que los que tienen ese apellido sienten particular debilidad por trabajar con Spider-Man o por meterse en problemas...
Tony sabe que está buceando. No puede asegurar que Peter sea pariente de May o de Ben, pero quizá él sí pueda. La única cosa que habilita la duda y no da lugar a la certeza es el saber que May jamás escondería a un sobrino. Mantiene los labios juntos, negándose en redondo a darle nada de ese tema.
Él tiene razón y Parker no es un apellido excepcional. Por lo que él sabía, podía ser la más grande de las casualidades y punto.
—¿No te llamó ni una vez, no es cierto? —prosigue Hoggan, dispuesto a tachar de su lista todas las dudas que tenía.
—Tengo el cel-
—Oh, deja de mentir —resopla, con las manos en los bolsillos y una sonrisa desmesurada—. A mí no me puedes mentir. No te llamó. Me di cuenta de que no lo hizo. Bien, no tengo problemas en ayudar, pero no me gusta que usen como peón de ajedrez. ¿Entendido? Estudia ese plan antes de decir que sí solo porque... no sé, me aventuraré a decir que... ¿Quieres meterte en sus pantalones? Te daré crédito y supondré que no lo hiciste ya.
—No lo hice —se queja, refunfuñando.
—Bien, estudia ese plan. No tengo nada en contra de él, pero prefiero fiarme de la mente de un Stark, no de la de un Parker.
Tony lo deja entrar en el elevador cuando este llega sin decir nada más y mira su puerta con resquemor. No le sienta bien sentirse así de culpable. Se comporta como un idiota cuando eso pasa. May, cuando le fue con la noticia de que Peter murió, supo exactamente lo que paso antes de que Tony pudiera abrir la boca. Se notaba de tal forma la culpa en su forma de moverse, en su torpeza al hablar y la lentitud con la que las bromas o los chistes salían de su boca que la pobre anciana tuvo que deducir sola lo que paso. Casi pareciera que es más fácil y menos complejo volver a ese momento que entrar en el departamento, donde éste nuevo Peter Parker lo espera.
No está muy seguro porque le da miedo. No cree que sea solo la culpa. Si ese fuera el caso, podría dar media vuelta y solo escapar. Podía coger un taxi y fingir que no había pasado nada, total su celular lo traía en el bolsillo. Pero todo su cuerpo se rehúsa a hacer eso y eso le da más miedo que otra cosa.
Saca los dientes y gruñe para sí mismo. Intenta respirar un par de veces y se dice que no puede ir por la vida teniéndole miedo a un mocoso de 23 años. Joder, era un maldito adulto. Qué más daba si el bastardo con esa actitud le recordaba demasiado a su mejor amigo, no lo era. No era su maldito Peter Parker y no tenía por qué tenerle miedo.
Cuando vuelve a entrar, Peter está parado mirando el plato, con la comida que no terminó en él. Su ceño fruncido enerva el genio de Tony, pero aún tiene demasiado fresco lo que paso la última vez que perdió los papeles, así que se obliga a calmarse.
—Quítate la remera —le espeta el chico al nada más verlo y a Tony le sube la temperatura del cuerpo.
Un picor extraño y fastidioso le sube por la columna y los años bien empleados de rebeldía para con su padre obran su magia en una simple respuesta:
—No.
Peter alza una ceja y se endereza cuan alto es. Lamentablemente para el chico, Tony es un pelín más alto, tiene más espalda y una demencia por fármacos de puta madre. Así que no está lo suficientemente despierto para pensar con claridad o sentir una pizca del miedo que lo había frenado en la puerta. De hecho, todo su cuerpo zumba pensando en una trifulca que le permita desahogar la culpa, el dolor y la tristeza que lo corroe.
El chico camina a su encuentro y cuando se planta frente a él, Tony siente que las chispas entre ellos cargan el aire viciándolo de algo muy peligroso.
—Quítatela o te la quito —avisa el crío de mierda, que lo mira a la cara como si Tony no fuera más que un chiquillo revoltoso.
—Pago por ver que lo hagas, tigre.
Peter le lanza una sonrisa sórdida y Tony contiene el impulso de retroceder. Cuando alza una mano, Tony se corre por instinto y la telaraña cae sobre su sillón. La expresión de fastidio en el rostro de Parker se acrecienta y eso le saca una mueca de superioridad.
Vuelve a intentarlo, pero Tony sigue siendo más veloz pese al dolor de su pecho. Peter intenta hacerlo una vez mas, pero harto de juego Tony se estira esquivando el disparo y le coge la muñeca. Clavándole dos dedos en la palma se la gira y se la pega al pecho dejando que el lanzador quede debajo de su mentón. Si intenta soltar una telaraña se le pegara en su propio rostro, no en el de él.
—Deja de hacer eso —gruñe, con dientes apretados.
—Entonces déjame ver cómo tienes el pecho —se queja igual de altivo, sacudiéndose su mano y su agarre.
Tony gruñe exasperado, pero retrocede sin molestarse en seguir agrandando aquello con sus berrinches. Inspira hondo y se concentra. Se llama a la calma, se obliga a recordar que no son un par de niños jugando a ver quien es más obstinado y vuelve a intentar encauzar lo que queda noche.
—No voy a desperdiciar los vendajes que me puse —masculla esforzándose por sonar convincente—. No son ilimitados y preferiría no perder el tiempo que no tengo en fabricar más.
Eso hace lo que esperaba y Parker asiente con clara reticencia. Le da lo mismo si le cree o no. No va a permitir que le vea el maldito pecho. No va a permitir que se sienta un solo segundo culpable por lo que pasó.
—Bien, ¿no vas a comer más?
—Deja en paz mi dieta.
—Lo haría si no creyera que estás obsesionado por demás con tu peso.
Rodándole los ojos, Tony lo esquiva y va directo al minibar que tiene en la sala. Lo escucha protestar, pero le importa una maldita mierda sus quejas. Le da un trago largo a la botella de whisky y se gira con ella en la mano. La mirada café desborda odio, pero no dice nada cuando lo ve sentarse.
—Bien. Tu plan —dice Tony, antes de darle un segundo trago—. ¿Has revisado todo?
—Tuve todo el día para hacerlo —remarca con fastidio y es una decisión a conciencia no recoger el guante de la acusación implícita que hay en esa oración y en ese tono. Si estaba o no enojado porque Tony se fue y estaba listo para dejarlo atrás era un asunto al que él no iba a darle alas. Si Peter había perdido el jodido norte y quería mantenerse cerca suyo solo porque se le había olvidado la maldita y sana forma de relacionarse, bien, él podía hacerlo por los dos—. Solo necesitamos unos comunicadores y asegurarnos que el contacto que me sopló el dato no mintió.
—Puedo encargarme de eso. Si Kingpin va a estar en esa reunión, puedo confirmarlo —asegura pensando en cómo hacer para que Morfeo le pase el dato sin hacerlo arrastrarse por ello.
—Dejo eso a tu criterio. Yo me aseguraré de que esté lo suficientemente entretenido en eso mientras entras. Happy puede hacer su parte, sin problemas. Sé que dijiste que no tienes uno de esos en tu universo, pero ese hombre es más que capaz.
—No tengo dudas de él.
Peter se tensa antes de asentir.
—No necesitas dudar de mi parte. Me aseguraré de que no llegue hasta que termines de irte.
Tony está seguro de eso. Muy seguro. Tanto que le preocupa y molesta a partes iguales.
—No me refería a eso, Parker. Quiero decir que no necesitas hacer eso. Solo necesitamos pensar en otras formas de mantenerlo entretenido.
—Esa es mi parte del plan, no tienes de que preocuparte. Ya sabes cuál es tu parte, encárgate de tener todo resuelto antes de mañana por la noche y no habrá complicaciones. Si no, tendremos que buscar una nueva ventana o crearla. Pero primero intentemos que lo de mañana funcione. Así... así podrás volver rápido a casa.
Ya. Tony tenía demasiada experiencia con los planes Parker para saber que miles de cosas podrían ir muy mal con esa idea. Pero, así le provoque, no dice nada. No dice nada porque lo único que tiene en la punta de la lengua es decir algo como que mágicamente las ganas de volver a casa empezaban a perder fuerza y eso no ayudaba a nadie en esa pequeña y claustrofóbica sala. Por no mencionar que, viéndolo allí plantado, podía ver al chico terco, reacio y decidido que lo recibió en ese universo. La marca cansada y triste en su mirada se veía eclipsada por su resolución.
Y allí, frente a él, estaba su mejor amigo. Esa cara todo Parker, todo problemas y todo agallas. ¿Qué sentido tenía pelear con él? Cuando los Parker se ponían en ese modo, no había alma que pudiera interponerse en su camino. ¿Que el plan iba a fallar y tocaría improvisar sobre la marcha a la buena del jodido Dios? Sí. Diablos, claro que lo haría. Pero ni el mismo Dios podría ganarles.
—Lo haré —promete al fin, y por la forma en la que Peter lo mira, le queda en claro que no duda ni un segundo en su resolución.
Y Tony no mentía. Según todo, si esa noche y lo que quedaba hasta mañana, conseguía terminar de entender cómo hacer para enviar su trasero a su universo, a esa misma hora del día siguiente estaría en casa con Miles.
Espera a que Peter se vaya antes de llamar a Morfeo. La despedida fue tensa, ambos demasiado incómodos y poco seguros de cómo tratarse mutuamente. Qué cercanía era o no propia. Tony lo acompaña a la puerta, lo ve vacilar y le tiende la mano para darse un apretón. No parece ser feliz con eso. Su expresión es sería y taciturna, pero él sí sabe que aquello es todo lo que puede darle, así una parte de él grite enojada por su determinación.
Tony recuerda el dolor que le causó. El daño, la tristeza, la forma rota en la que lo veía, la monotonía en su voz. No, no podía seguir permitiéndose la cercanía. No podía arriesgarse a seguir sacando aquel lado suyo que pensó había eliminado de su personalidad con él. El solo recuerdo del daño que podían hacer su mezquindad y esos celos que no podía controlar (ni mucho menos entender), bastan para que lo suelte antes de que pueda apretar correctamente su mano.
Finge no ver la tristeza que empaña sus ojos. Recuerda su sueño, recuerda la promesa que le hizo a Peter, recuerda cómo su mejor amigo confiaba en él para cuidar de los suyos. Y sí, quizá Peter jamás conoció a su variante, pero Tony jamás mintió sobre lo rápido que se habría encariñado con el chico. Jamás. Peter consideraría a ese mocoso una extensión de sí mismo y esperaría que Tony lo cuidara como lo que era.
Morfeo no quiere soltar prenda. Le cuesta lo suyo, pero al cabo de un par de recriminaciones, su amigo le confirma el dato de Peter: Kingpin tenía una reunión al otro lado de Hell 's Kitchen la noche siguiente. Le avisa a Peter con un mensaje seco que tenían luz verde y lo siguiente que hace es volver a subirse a su auto para ir a Queens.
Riri no dice nada cuando le informa que esa noche iban a infiltrarse en F.R.I.D.A.Y. La chica lo mira resuelta, sin un ápice de miedo o dudas. Tony mira ligeramente los archivos que debería estar estudiando, pero los aparta decidido a arreglar todo lo que estaba mal en ese universo. Se asegura de cumplir la promesa que le hizo a la memoria de su variante y a la de su mejor amigo. Ambos murieron para asegurarse que hombres como Peter tuvieran una buena vida y un futuro. Y si ambos murieron antes de poder cumplir esa meta, él, que había tenido la nada agradable suerte de sobrevivirlos, lo haría.
Cuando consigue infectar la IA más inteligente jamás creada en ese universo, Tony implanta la retina que falta en el archivo. Se asegura de ser un fantasma en el sistema. Deja las cosas tal y como siempre debieron estar. Desvía la plata a la cuenta correspondiente y se asegura de borrar el registro de las transacciones. No deja un solo hilo del cual tirar y para cuando puede sentirse en paz con lo hecho, la firma Stark acaba por saldar las deudas médicas y estudiantiles de Peter. Desvía el alquiler de cinco años a la cuenta del asqueroso arrendatario del chico, solo por si el bastardo se negase a tomar la vivienda que él le estaba dando y se las arregla para hacer que el hombre entienda, con un simple mensaje a su celular, que como acepte un solo dólar de Peter, los de migraciones se enterarían de sus negocios por lo bajo. El hombre responde un escueto ok, pero le da lo mismo. Riri tiene órdenes de soltar amenazas periódicas al idiota para que no se le olvide su parte del trato.
Ella no dice nada cuando le pide eso y le encarga estar pendiente de todas las cuentas bancarias que Tony había creado para ella y Peter. No le pregunta si lo hace porque la cuenta de ella es casi tan abultada como la de Peter, o porque en verdad no le interesa ayudar a su filántropo corazón. Ambos saben que, en el fondo, da lo mismo. Mientras ella cumpla, a él le da lo mismo qué la motive.
—Esos son muchos miles —comenta a la pasada, cuando ve la plata que Tony finalmente desvía al maldito centro en el que trabaja Parker.
—Sí, lo son. Vigila eso también.
—Claro. No vas a volver, ¿no? —pregunta al cabo de unas horas, cuando Tony le avisa que puede irse a su dormitorio.
Dado que lo único que le queda por hacer es descubrir cómo mierda meterse en una máquina multiversal sin terminar desgarrado en el espacio tiempo, no ve necesario que ella se quede leyendo cosas que no le competen.
Tony la mira y se le ocurre que podría mentirle, pero decide que está demasiado cansado como para hacerlo.
—No. Por eso espero que seas consciente de que, si vacías esa cuenta tuya, no podré meterle más dinero.
Ella lo mira largamente antes de asentir y levantarse de su silla.
—Me aseguraré de cuidar de todos —dice solemnemente, antes de hacer una venia militar en su dirección—. Y no lo haré por el dinero, lo haré porque eres bueno, Real. Donde sea que te vayas, no tendrás que preocuparte. No dejaré que el fuerte o el chico caigan. Así no tenga idea de porqué lo haces, no dejaré que pueda negarse o le pase algo.
Tony se abstiene de decirle que lo llame Stark o Tony. También se abstiene de decirle que nada más está saldando cuentas pendientes. Se abstiene de confesar sus pecados y lo sucio que es por creer que el dinero puede reparar alguna de las heridas que dejó en el cuerpo de Peter. Acepta su comentario sin discutir, porque pelear por lo evidente no va a modificar nada.
Riri no sabía exactamente quién era Peter, su doble identidad, pero confiaba en que ella podría hacerse con esa información más tarde que temprano. Al final, todos los Spider-Man necesitan, como le dijo Peter, un chico de la silla. Ese era otro silencioso regalo. Su propia chica en la silla.
Cuando está solo, da vueltas por la sala con la tableta en la mano y se pone a estudiar. Definitivamente tenía mucho en lo que ponerse si es que pensaba irse... ese mismo día.
La idea le asusta, le escuece y siente como una punzada de nostalgia y esperanza lo recorre al pensar en May y en Miles. Casi puede ver sus facciones aniñadas y por primera vez en muchísimo tiempo. Se entretiene pensando en la clase de hombre en que se había convertido. No dudaba de si era bueno o malo. Por descontado da que sería un calco del Peter que conoció en ese universo y el que vivió por años en el suyo. Más bien piensa en la forma de su rostro, su altura, la forma en la que su cuerpo habría mutado. Se permite pensar en May, en cómo esos cinco años la pudieron cambiar. Siente el terror de pensar en que no estará allí para recibirlo, pero lo desecha. May Parker era de las duras. Es insultante pensar que pudo morir en ese lapso de tiempo.
No por primera vez piensa en MJ. La chica de Parker. La siempre y constante chica de Parker. Quiere creer que ella en esos cinco años rehízo su vida. Quiere creer, por su amigo, que está feliz, pero extrañándolo. Que lo recuerda en las pequeñas cosas, pero no sé estancó. No es de esas y ese es un halago que no da por sentado. Tony era un poco de esos, así su vida no diera el pego.
Paso años en el mismo bucle. En el mismo lugar. Alejado, aislado y solitario. Los medios y las revistas lo llamaban inalcanzable y hacían bien en describirlo así. Pocas cosas en su vida le llegaban de verdad. Y definitivamente solo 3 personas alguna vez lo tocaron en serio.
Su vida. Ese concepto que durante años se sintió tan efímero, parecía en la distancia inconcebible. Sus millones, su penthouse. Su emporio. Basta de andar usando un nombre que no le corresponde, basta de andar limpiando su propia mugre, basta de andar fijándose sobre su hombro si corría o no peligro. Basta de exaltarse al oír un ruido en la distancia. La idea le trae una corriente de felicidad y plenitud, pero un regusto amargo llena su boca cuando piensa amargamente en lo que está dejando atrás: Peter.
Peter y la vida que podría tener de ahora en adelante. Peter y un futuro que no lo incluiría, pero que sería próspero y brillante. Y con un poco de suerte, lejos de la oscuridad en la que se había metido.
—No tienes derecho a pensar en eso —le espeta con dureza a su reflejo, cuando sin querer se queda viendo su rostro en uno de los monitores que se había quedado apagado.
Y tiene razón. No tiene puñetero derecho a pensar en ese futuro. Manos tiene derecho a sentir envidia y añoranza por ese futuro del que no será parte.
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