XV

Si el pecado tuviera nombre propio, definitivamente ese sería Tony Stark. 


Cuando le quedó en claro que se había convertido en el compañero de Spider-Man, Tony empezó a sentir que su eximio adiestramiento con armas no era todo lo que necesitaba en su arsenal. Astucia le sobraba, pero ser capaz de resistir un buen asalto cuerpo a cuerpo era fundamental y así conoció la MMA.

Ya sabía lo que era el poder de saber manejar un arma letal con las manos, pero no sabía del placer extremo que traía saber que eras un arma letal. Se volvió adicto con el correr de las semanas y al cabo de unos meses era todo un semiprofesional. No competía, no le interesaba. Sabía que era bueno. La forma en la que sus músculos gritaban y se tensaban hasta lo imposible, como su propio cuerpo se torcía de formas que creerías inalcanzable, era todo lo que necesitaba para confirmarlo.

Todo en aquello era riesgoso, excitante y primitivo. La fuerza empleada hasta el límite, la mente en un estado completamente animal y salvaje. La adrenalina yendo y viniendo, la forma en que todo el mundo exterior al ring desaparecía... Tony no recordaba qué otro lado en el mundo, fuera de sus noches con Spider-Man, lo hicieran sentir tan vivo y exultante.

Bueno, eso fue hasta tener a otra versión de Peter Parker, tendida bajo su cuerpo, retorciéndose, gimiendo entrecortadamente cuando sus labios tocan la piel afiebrada de su torso. Ese era otro nivel de demencia. El caos personificado. En ese momento sí está llevando su cuerpo al límite. Pelea encarnizadamente contra sus músculos; librando una batalla contra sus propios instintos que le exigen ir más rápido, más fuerte, más profundo. En cambio, mientras más desea lo contrario, más suavemente acaricia la piel de las piernas de Peter y con mayor parsimonia le pide que las separe para él. Mientras más necesita acunar su rostro y besarlo hasta perder la conciencia, con más cuidado y delicadeza cierra los dientes sobre la punta de sus pezones. Mientras más piden sus caderas que aprete las de Peter, que lo fuerce a pedirle que de una vez lo penetre, con más pleitesía restriega su erección contra la de él.

Las manos del chico están ancladas en sus hombros, arañando la piel, intentando guiarlo por su cuerpo, cantando para él sin saberlo. Deja que le indique por dónde. Se deja hacer por él. Succiona y besa cuanta fracción de piel Peter pone inconscientemente a su disposición. Y todo es insuficiente. Sus músculos duros, tensos y salados no parecen ser suficiente para satisfacer el hambre que le araña los bordes del estómago y se extiende en forma de lentos tentáculos a cada músculo de su cuerpo.

—Tony... —gime lánguido, hundiendo el cuerpo en el colchón, alzando sin conciencia las caderas.

Y él le responde, guía su boca por los firmes y torneados abdominales, juega con los bordes de su ombligo y sonríe contra la V que se forma camino a su pubis cuando Peter maldice en Italiano. Ni sabía que hablaba Italiano.

—¡Espera! —lo frena repentinamente y el hechizo se disuelve.

Tony se estira hacia atrás y termina sobre sus rodillas, entre las piernas de Peter, con las manos alzadas cuál delincuente. Cuando nota lo estúpido de su reacción, baja las manos y pellizca fuertemente con los dientes la cara interna de su rostro. Ayudaría al proceso si dejara de sentirse tan culpable por hacer aquello.

—¿Freno? —ofrece tras unos instantes en el que solo son capaces de mirarse a los ojos.

—¿Eh? —La mirada perdida del chico le recorre el rostro y Tony se abstiene de hacer algún chiste. Duda que los nervios del pobre aguanten una saludable dosis de humor.

—¿Te dio algo?

Peter, con sus ojos abiertos y las pupilas dilatadas, parece incluso más perdido mientras busca las palabras que quiere usar. Tony le regala unos segundos, pero cuando estos se acercan al minuto y luego a los dos, decide que es más que suficiente.

—¿Pánico? ¿Incomodidad? —intenta—. Ya lo hice antes —y parece ridículo que solo hubieran pasado como veinticuatro horas, y no las diez mil que se le antojaban desde que pisó el taller de Parker—. No hay gran diferencia y prometo que no iré más allá si aún no estás list-

Peter lo derrumba sobre la cama y tiene que aferrarse a su cintura con los ojos apretados cuando empieza a besarlo dura y fuertemente. Separa las piernas, le deja hacerse lugar entre ellas y disfruta del beso. Bueno, no es lo que tenía en mente, pero si así iba a conseguir que se calme, podría darle la ventaja aquella noche y la que sigue convencerlo de que no iba a doler. O bueno, que el dolor iba a valer la pena. Quizá así su cerebro pudiera captar lo bueno en la oferta. Tony podía ser un tipo muy atento cuando era el activo, pero también sabía cómo hacer que sus gemidos desquiciaran a otro hombre.

—Qui-quiero hacer-telo —musita el chico, apoyando ambas manos en su pecho para erguirse ligeramente sobre su rostro.

—¿Y sabes por dónde empezar? —murmura galante, dejando caer la cabeza sobre los pies de la cama, notando cuan al borde estaba y lo cerca que estuvo de partirse el cuello contra el suelo si Peter los hubiera empujado con más fuerza—. Preferiría hacerlo por ti si nunca antes lo has hecho. —ofrece intentando imprimir humor en aquel extraño preámbulo.

Había que tener experiencia para que esa charla no resultara violenta e incómoda. Con suerte, el humor compensaría lo que Peter no tenía en su haber: charla pre-sexo gay.

—Hay una buena cantidad de probabilidades de que tardes mucho o me lastimes. Y amo bastante mi trasero para que... ¿Estás seguro de que no prefieres dormir, Peter? —musita al verlo perder el color hasta quedar como una fina hoja de papel—. Recuerdo claramente decirte que no soy un jodido violador. ¿Estás cansado, estás estresado o sobrepasado? Nos acostamos, descansa y aquí estaré en la mañana para ver si pod-

La boca vuelve a caer sobre la suya y Tony le coge con firmeza los hombros, haciendo fuerza con todo el cuerpo para voltearlo limpiamente. Cuando lo tiene con la espalda sobre el colchón, le traba las piernas con las propias y se sienta cómodamente sobre sus caderas. Se alza y se sienta mirándolo con un tic jalando de su mandíbula. Es inútil inmovilizarlo, tiene demasiada fuerza para que alguien como Tony lo contenga, pero empieza a experimentar una frustración salvaje y lo mejor es dejar fluir parte de su enojo. Mejor fuerza física que no le produce ni cosquillas a su superfuerte cuerpo, qué palabras filosas que herirán su espíritu.

—No me gusta que me interrumpan, Parker. Y por más que lo hagas con besos, la regla se sostiene, ¿correcto? Es un comportamiento completamente maleducado y exasperante. ¿Dejarás de hacerlo?

Peter, que lo mira arrepentido, asiente torpemente.

—Bien. Creo que fue suficiente para ti por una noche, así que ahora iremos a dormir.

Sin decir más, se baja de encima de su cuerpo y se acomoda en el respaldo de la cama, impunemente desnudo, con la mano estirada para que el chico se acueste junto a él. Nadie dijo que tenían que vestirse para ello. En secreto contaba con que una erección matutina... o bueno, dado que el amanecer empieza a aclarar el cielo diría que la tarde, pusiera a Peter de humor.

El chico muerde su labio inferior, pero gatea por la cama hasta su lado y se deja acurrucar cuando culebrea sus cuerpos para hacer que sus cabezas queden cómodamente entre las almohadas. O al menos la suya, ya que se asegura de acomodar la de Peter sobre su brazo. Tony lo aprieta fuerte contra él y le hunde el rostro en su cuello, antes de soltar un largo y profundo suspiro.

Peter sigue demasiado tenso, demasiado agobiado para derrumbarse, así que empieza a acariciar con pereza la piel de sus caderas. Jamás vio el rostro de su Peter luego de una noche especialmente desagradable, pero lo conocía y sabía lo mucho que aquello le debía de doler. No costaba pensar que lo mismo le pasaba a aquel que seguía rígido contra su cuerpo.

Quiere enseñar los dientes, atarlo allí y prohibirle que vuelva a tener que pasar por eso. Sabe que toda esa partida de desgraciados jamás valorarían lo que hacía. Nunca entenderían el dolor con el que cargaban, la culpa, la impotencia. Pero no dice nada. Se mantiene en silencio dándole calor, dejando que se calme y lo deje ir. No tiene sentido pelear contra lo inevitable. Empezaba a creer que ni siquiera ellos eran conscientes de todo lo que se involucraban, de todo lo que entregaban a la causa. Estaba seguro de que eran tan idiotas como para creer que era poco, que no era suficiente.

Jura para sus adentros y lo aprieta más fuerte. Le aterra un poco pensar que este Peter no tiene a nadie en ese universo. Su amigo mínimo tenía a MJ y si ella no podía, él compartía la mitad de la carga y una que otra noche Spider-Man se había quedado cerca mientras era Tony el que digería la mierda. Le fastidia saber que no puede decirle nada. Le jode muchísimo saber que como intente averiguar cómo demonios sobrellevaba antes esas noches, o cómo lo haría una vez que él no esté ahí para sostenerlo, hará que huya de su lado.

La respiración de Peter se acompasa, se relaja poco a poco. Desliza patrones circulares con la yema de sus dedos y se asegura de que su propia respiración suene alta y clara, para que pueda seguirla.

—Yo quería chupártela a ti —le suelta de golpe, el muy hijo de puta—. La última vez lo hiciste tú... —desvaría con la voz fluctuando hacia arriba o abajo, según su respiración acelerada intervenía—. Qu-quería... solo quería... devolverte el favor.

Tony aleja la mano del cuerpo de Peter como si este quemara. Sus ojos solo están fijos en el rostro al lado del suyo. El chico tiene los párpados fuertemente apretados, la boca encogida como si las palabras que acababa de soltar tuvieran ácido y las mejillas de un bordó impresionante.

—¿Discúlpame?

—Lo siento, es que... en verdad se... se me da mal todo esto... —Sus ojos se relajan considerablemente y cuando los abre, parece más un cervatillo desvalido que un hombre sexualmente activo pidiéndole que le deje...—. Creo que en verdad jodí el momento donde se supone que debía aprender estás cosas.

—¿Todo eso fue por una mamada? —musita incrédulo y válgale Dios, si no ansioso también.

—Me asustaste con lo... lo otro... ¿Po-por qué eso me pone tan nervioso?

Tony se ríe, su cuerpo entero bulle por otros nuevos y más calientes motivos, pero no deja que eso gane la partida. Estira la mano con cuidado y acaricia con el pulgar el labio inferior de Peter, antes de darle un pequeño pellizco en la barbilla.

—Es lógico, encanto. Todo este cuerpo es mucho para que lo puedas manejar.

—Eres un idiota —se queja girando ofuscado el rostro—. Luche contra un maldito Titán en otro planeta, ¿cómo me puede dar tantos nervios eso?

—Bueno, es porque eres un desperdicio de superhéroe. Ya te lo dije. No sé quién es el que por aquí asigna puestos, pero el que te dijo: Superhéroe, andaba un poco corto de vistas ese día.

—Gracias —espeta con dureza, luego de haberse quedado mirándolo por unos largos instantes.

Tony suspira para sí. No tenía mierda que decir al respecto. Jamás le costó intimar y, la verdad sea dicha, que él tuviera constancia, Peter era un encanto con las mujeres en su universo. Era empollón y un nerd al completo, pero era igual de atractivo que este Peter y tenía carisma de sobra para hacer que cualquiera deseara meterse entre sus pantalones. Era poco del tipo: follo y me olvido de ti; pero tuvo sus "novias" antes de MJ y, si bien ninguna jamás significó un cuarto de lo que la colorada había significado para él, al menos con las otras alcanzó a tener sexo y divertirse. Peter jamás acudió a su encuentro en busca desesperada de un consejo, más bien lo hizo en búsqueda y captura de profilácticos.

No tenía maldita idea sobre qué decirle del por qué tenía miedo a follárselo. Joder, que de los dos, uno de ellos tenía la fuerza para fracturarle todos los huesos de la pelvis al otro y ese no era él. Si uno de ellos debía tener miedo a la intimidad era Tony, que se arriesgaba a quien sabe qué tipo de fractura si le permitía embestir su preciado trasero. Que, a lo que él tenía conocimiento, podía volverse loco y dejarlo en silla de ruedas. Hasta la punta de los dedos de sus pies se estremecen ante esa idea y la erección que mansamente había amainado en su misión de calmar a Peter, vuelve a punzar firme y dispuesta.

—¿Y vas a quedarte ahí todo ofuscado o irás en busca de tus sueños? —canturrea acariciando con la boca su cuello extendido, aprovechando para restregar la nueva erección contra sus caderas.

—Sí, yo... Sí quiero, pero es que... eh... deja que...

Tony niega y le sujeta el rostro con una mano, haciendo que vuelva a inclinarse sobre la cama.

—Deja que yo lo haga —ofrece compasivo al volver a verlo enredarse con las sábanas y casi tropezar con su propio cuerpo en el intento por girar y acomodarse sobre él—. Otro día tú...

—¿De verdad crees que tendremos tantas noches? —lo corta de golpe y entonces Tony entiende por qué y a cuento de qué venía todo ese estrés.

Claro que sentías la presión si te ponías a pensar en el inmenso reloj con una cuenta regresiva que pendía sobre tu cabeza. Tony había revisado palmo a palmo los archivos Fisk y tenía a Riri ocupada en ello mientras él intentaba dormir antes de que la vorágine le consumiera el tiempo entre parpadeos descuidados. Por no mencionar que quería estar ahí para cuando Parker terminara lo que fuera que le tocara hacer. Y siendo francos, ¿tendría otra noche como esa? Podría intentarlo, pero no estaba seguro de ello.

Con la boca entreabierta para negar sus palabras e intentar calmarlo, lo mira. Se ve claramente que quiere. Dios, está muerto de deseo y él también, ¿tiene caso negarse?, si fuera menos egoísta lo haría, pero al cabo de unos segundos sonríe y le acaricia la frente arrugada.

—Buen punto, señor Parker. Carpe diem, dicen por ahí.

Peter hace una mueca, pero no se queja cuando Tony vuelve a subirse a sus caderas y empieza a besarlo profundamente. Más bien acompasa el movimiento de las suyas para que sus miembros se restrieguen libremente, empezando a jadear cuando el hirviente contacto vuelve a ser mucho.

—Déjame —le suplica el chico, apretando los dedos contra su cintura.

Y suena tan malditamente caliente que Tony gime dejando que sus frentes se junten y se aprieten una contra la otra.

—¿Confías en mí, Peter? —susurra deslizando los ojos por su rostro, hasta enfocar la vista en su boca.

El chico inclina ligeramente el rostro, parpadea con una ceja alzada, pero cuando Tony se baja de su cuerpo y se vuelve a recostar en la cama, con la mano estirada para que acepte su invitación, comete la estupidez más grande del mundo: asiente, confiando en él.

Sin decir nada, pues no hay forma de que aquello suene elegante o mínimamente atractivo, le da indicaciones con las manos, empujes y caricias. Peter empieza a protestar cuando nota que no pretende dejarlo acomodarse entre sus piernas, ni sobre sus caderas. De hecho, empieza a negar con vehemencia cuando le indica, con una larga caricia sobre sus muslos, que ponga las rodillas a los costados de su rostro.

Sin molestarse en pedir permiso o disculpas, le sonríe con deseo y separa las piernas, dejando que su erección se menee un poco. Peter la ve y pese a que ambos saben que podría solo hacer lo que quiere y aun así Tony lo aceptaría, aprieta los ojos y sigue las indicaciones que le da. No se priva de hacerle saber "cuán humillante es eso" y él solo medio sonríe, porque sabe que aquello es mucho para una primera vez. Pero también sabe que si no está ocupado en algo, hay riesgo a que haga una estupidez y termine sujetándole el pelo para poder follarse su boca hasta la garganta y venirse allí. Sí, no. Peter no era uno más de sus sin nombre o rostro. Con él sentía en el fondo de las entrañas que necesitaba hacerlo bien.

Elude magistralmente todo pensamiento de que está rozando los límites aceptables de preocupación. La maldita línea que divide la diversión de un problema está tan cerca que la puede sentir bajo la punta de sus pies, pero Peter se termina de acomodar como le ordenó y el concepto de estupidez pierde todo tipo de fuerza.

En cuanto finalmente la pelvis queda alineada con su rostro, desliza codiciosamente las manos por sus brazos, espalda, trasero y muslos. Por suerte deja de quejarse cuando le coge con firmeza el trasero, empujándolo hasta casi sentarlo sobre su rostro. Saborea la forma en la que se estremece cuando empieza a morder la cara interna de su ingle. El pobrecito clava los dedos en sus rodillas, parte de su cuerpo a la que se aferra como si fuera un salvavidas que le impida caer en real cuenta de lo que Tony le pidió que haga, una vez que su boca casi entra en contacto con la punta de su erección.

Muerde la punta de su lengua cuando está por decir algo. No va a funcionar. Tony siempre fue condenadamente degenerado. Peter está a punto de colapsar arriba de su cuerpo. Está seguro que jamás en su vida pensó siquiera en hacer un sesenta y nueve. Ni hablemos de que en ello una polla sería lo que terminaría frente a sus ojos. Decide que lo único viable en aquel momento es solo seguir delante y rogar porque funcione.

Claro que lo que jamás esperó, fue como reaccionaría el chico.

Al principio Peter no dice nada, solo escondía en su muslo la cabeza, incluso olvidando lo que pretendía/decía que quería hacer. Tony no empuja, se limita a guiar la erección del chico a su boca, a acariciar sus caderas, su trasero y sus muslos mientras lo metía dentro y fuera de sus labios. Pero no funcionó, nada parecía hacerlo y Tony supo que se excedió. Intentando sacárselo de encima, acaricia sus caderas, pero Peter se estremece cuando sus uñas le raspan sin querer la piel y se mete tan dentro de su boca cuando encorva el cuerpo instintivamente, que Tony mismo gime succionando más su polla.

Y eso, simplemente eso, termina por despertar a Peter. Sin que Tony tenga que decirle nada más, sin que tenga que empujar su cuerpo a seguir, el chico empieza a mecer las caderas, empujándose contra él, entrando y saliendo de su boca, clavando con más dolorosa fuerza las uñas en sus muslos. Enderezándose ligeramente, enterrándose hasta su garganta, el chico suelta un gemido largo e incrédulo, por seguro incapaz de creer que la pose pudiera hacer de una simple mamada una jodida experiencia astral.

Y es que, había encanto en una mamada, pero había poder en estar casi sentado en la jodida cabeza de otro ser humano, sirviéndote placer de su cuerpo. Un poder que no te daba la picadura de una araña. Un poder que se extiende por debajo de tu piel de una forma silenciosa, pero visible, pues nadie podría ver la cara de Peter y no notar en ese mismo momento como brillaba mientras jadeaba y gemía, completamente ajeno a si Tony estaba en el mismo camino del éxtasis o no.

Cualquiera creería, por verlo a simples, que Tony efectivamente no estaba rompiéndose de placer, que tosía demasiado para eso; pero eso sería un error. Solo de sentir sobre su cuerpo los músculos de Peter temblar entre cada embiste y la forma en la que frenaba unos segundos para absorber el placer valían completamente la pena. Él le hacía eso. Solo él. No había nadie más que ellos en ese cuarto. Peter podría tener los ojos cerrados y la mente desplomada, pero en ese momento no había fantasmas entre ellos. No podían colarse por la superficie de los pensamientos de ninguno y eso era otro tipo de poder.

Empuja con las manos al chico para que se termine de incorporar. Parece tan dócil como una serpiente bajo el mando de un encantador, solo se endereza y deja que Tony haga lo que quiera con él. Así eso sea hacerle separar más las piernas, así eso sea deslizar las manos por su abdomen hasta llegar a sus pezones.

Se tensa cuando corre los labios y concentra energías en la parte baja de su escroto, pero no se queja en lo absoluto ni salta cuando la codicia empuja a Tony más lejos en su búsqueda. Se revuelve cuando al fin encuentra lo que desea, pero antes de que pueda quitarse de encima y huir, Tony le rodea el miembro y muerde sugestivamente la piel de sus glúteos.

—Deseo tanto probarte.... —musita lamiendo lánguidamente la curva de su trasero—. ¿Me dejas hacerlo, Peter? —susurra estirándose en la cama, alzando la vista por entre sus piernas.

Tony aprieta con firmeza sus muslos, el abdomen duro y plano de Peter sube y baja marcándose completamente en cada jadeo. Su mirada velada de deseo se ve aún más apetitosa ahora que la luz del amanecer empieza a filtrarse roja por la ventana. Sus labios entreabiertos brillan cuando los humedece con la lengua. No corre la vista, tiene miedo de que se asuste y huya, pero Tony desea cortar el contacto y volver a su trabajo de darle placer. Siente como la mirada se clava en él hasta revolverle cada pensamiento y no le gusta. No es aconsejable para ninguno que Peter entre y se tope con las aguas envenenadas que tiene allí.

—S-sí —dice al fin, tan bajo y asustado... tan frágil y tan fuerte...

Tony gime con una sonrisa encantada y besa sus muslos antes de volver a sumergirse en su cuerpo. El primer contacto hace que Peter se aleje, pero de verdad lo desea, de verdad quiere hacerlo. Y no es simple morbosidad, Dios, a Tony le quema el cuerpo por hacerlo, por probarlo, por marcarse en él.

Desliza con cuidado su lengua, intentando por todos los medios recordar que es virgen en ese aspecto y que tiene que ser cuidadoso. Pero, ¿cuándo Peter Parker colaboró con sus planes?

Basta un solo y llano contacto real para que Peter se arquee y gima con fuerza. Tony gruñe empujando más el rostro, pero ni eso, ni la verdadera destreza que Tony emplea lo calma. En segundos estira hacia atrás la mano para cogerle un puñado de pelo y hace que Tony aplaste más la cara contra su trasero.

Y ojalá pudiera decir que nació con autocontrol, pero no lo hizo y antes de que Peter pueda volver a intentar apremiarlo, Tony lo empuja a la cama y se gira para evitar que se le venga encima. Lo ve girar el rostro, casi sorprendido de ahora estar acostado con la espalda sobre el colchón, pero Tony no le da más tiempo a que analice nada y le hace alzar las caderas.

—Agárrate al cabecero —le ordena acariciándole las piernas, abriéndolas y haciéndose lugar entre ellas—. Lo necesitarás —murmura socarrón, acariciando sus labios con la punta de la lengua.

El chico gime y tiembla estirando hacia atrás las palmas. Tony le acomoda un par de cojines en la parte baja de la espalda y besa la coronilla de sus rodillas cuando el chico las flexiona y las separa a medida que Tony se inmiscuye más entre ellas.

Se relame con la vista fija en los ojos cafés, inclina el cuerpo para besar entre sus muslos y lamer profundamente su ingle. Le acomoda sobre los hombros las piernas y cuando se zambulle entre ellas, buscando el punto exacto para empezar a torturarlo con la punta de la lengua (en círculos perfectos y rápidos, lametones profundos y mordidas superficiales). Peter suelta un grito ahogado que le eriza la piel. Empieza con firmeza, pero con calma. Juguetea con él, se acerca y se aleja de la meta, lo siente tensarse cuando se acerca mucho y se aleja más rápido. El chico le clava los talones en la espalda, gimotea suplicante pese a que parece incapaz de soltar palabras enteras o inconexas. Tony no le da tregua y sigue y sigue jugando con su paciencia y su fuerza de voluntad.

Con las manos firmemente cogidas de su cintura le incita a que se mueva, a que lo busque y lo hace. Se retuerce buscando lo que Tony juega a darle, pero entonces ambos terminan acompasando sus movimientos y cuando Tony al fin decide dejar de ser malévolo y hace presión con la punta de su lengua, tiene que alzar la vista al sonido de algo destrozándose que recorre la habitación.

Peter sigue parcialmente agarrado al cabecero de la cama, o lo que queda de él. Ya que ahora no era nada más que un montón de madera destruida en el suelo junto a ellos. No parece ser consciente del desastre, su mirada parece más clara y profunda por el naranja que se filtraba por entre las nubes. La mirada de un loco. Ojos desorbitados, necesitados y llenos de un deseo asqueroso y que le atemoriza. Con un gemido más largo y ronco, Tony vuelve a bajar el rostro y esta vez hace lo único que queda por hacer: empujar la lengua dentro de su cuerpo. El chico suelta un grito que entremezcla la sorpresa y el dolor, pero no se aleja. No se aleja pese a que Tony le hace alzar más el trasero y empieza a jodérselo con su propia lengua.

Peter no pone pegas, solo se mece contra su boca, se deshace entre gemidos y súplicas. Le sujeta el pelo, lo empuja para que vaya cuan profundo pudiera, para que fuera lo más rápido que se pudiera. Y oh, claro que lo hace. Su propia erección se golpea contra la cama y su abdomen, pero no le interesa. Más bien solo desliza los dedos por los muslos hasta llegar a la erección de Peter, que se mece igual de rápido y violento que las suya y se la rodea.

No necesita empujar muchas veces. Cuando jala por segunda vez, Peter se estremece duramente y gimotea su nombre mientras le entierra la cabeza al cuerpo con una mano y deja la huella de sus dedos sobre el yeso con la otra. Tony se endereza rápidamente, acomoda su cuerpo sobre el de Peter y mientras interna la cabeza en su hombro y chupa su cuello y sus clavículas, usa el propio semen de Peter para empujar un dedo dentro de su cuerpo. El pobrecillo estira las manos y le rodea los hombros, clava en él sus dedos y se intenta alejar, seguramente demasiado estimulado para eso.

Maldice, está muy apretado pese a todo. No importa cuánto lo vaya a intentar, no está para eso. Las mejillas sonrojadas y la mirada empañada se clavan en él, arrancándole una sonrisa triste al confirmar sus sospechas. No habrá sexo para él esa noche. El cansancio y el sueño se filtran por cada poro de la piel que bajo él se había vuelto de un tierno y tentador rojo. El rostro se le desarma cuando el placer termina de hacerlo estremecerse y los párpados le caen con tal rapidez que Tony sospecha que no se durmió. Eso sin dudas cuenta como un desmayo.

Suelta una maldición interna y pese a que Peter no lo escucha, se siente ruin al acto. No debías meterte con un virgen si no estás dispuesto a aceptar aquello. Con un acopio más que titánico, Tony desliza la mano lejos de Peter y se apoya sobre su codo para poder besar con calma el cuerpo del chico. Vuelve a acariciar con la yema de sus dedos su piel, vuelve a trazar patrones circulares. Lo siente relajarse, las manos que se habían clavado dolorosamente en sus hombros se aflojan y caen a su costado. Sonríe sobre su pecho y decide que no le interesa hablar, no le interesa preguntarle nada, duda que pueda darle una respuesta apropiada.

Se limita a disfrutar del silencio, a disfrutar de poder recorrer cada centímetro de su cuerpo con la boca y para cuando alza la mirada y nota que efectivamente está profundamente dormido y roncando suavemente, suelta un nuevo suspiro cansado. Mira su erección, su dolorosa erección, y se dirige al baño soltando cuanto insulto se sabe, en el idioma que sea. En la puerta gira la cabeza y como el sol ya ilumina con su completa claridad el cuarto, puede ver el desastre que tiene allí.

El desperdicio de madera, las sábanas revueltas y el chico desnudo en ellas hace que ruede los ojos y maldiga. Refunfuña echando a correr el agua del grifo y coge unas toallitas húmedas del botiquín mientras le da tiempo a la bañera para cargarse.

Le toma un rato, pero Peter queda limpio. La habitación queda limpia y la propina que le tendrá que dejar al conserje por dejar fuera del apartamento unas maderas grandes y pesadas también está lista. Cuando entra a la tina, pese a que está más fría de lo que quisiera, la disfruta cerrando los ojos, permitiéndose un minuto de paz entre aquella locura. Minuto de paz que gasta en recordar vívidamente como fue tener a Peter Parker desnudo, a su merced, completamente descontrolado y sumamente erótico.

La mano le vaga sin que pueda controlarse a la polla. Tiene una erección de campeonato y un dolor de testículos que promete dejarlo bizco. Cierra los ojos, se entrega a sus necesidades y se masturba empujando los pies al fondo de la bañera para poder tomar impulso. Se imagina con cierta morbosidad que Peter se despierta y entra al cuarto. Deja caer la cabeza en la tina, muerde sus labios y el nombre del maldito se le escapa cuando sus fantasías llegan lo suficientemente lejos como para imaginarlo desnudo sobre su cuerpo. Apura la mano, acaricia sus testículos con la otra y ve a Peter meciéndose como un animal salvaje sobre él, gimiendo y jadeando su nombre, arañando la piel de sus hombros mientras. Tony embiste toda su erección dentro de la apretada cavidad inferior de su cuerpo, aprieta con firmeza la punta de su erección, apura su ritmo, el agua se salpica fuera de la tina, pero le da lo mismo. Se viene allí, entre el agua y la espuma, soltando entre gemidos su nombre.

Cuando sale, duda sobre si recostarse o no, pero Peter se ve demasiado cómodo roncando y simplemente le aterra perturbarle el sueño. Desliza su cuerpo por la habitación, recoge el traje de Spider-Man y lo deja en la silla frente a la cama. Busca en su placar ropa, pero como no tiene idea de qué dejarle, se limita a sacar lo que él usará en el día y deja la puerta abierta. Puede elegir el traje, o puede ir por su ropa. Sería decisión suya y solo suya, si quería quedarse allí o prefería volver a irse.

*****

Con la cadera apoyada sobre la cocina, revuelve el contenido de la sartén. El olor le hace rugir el estómago e intenta recordar cuándo fue la última vez que consumió alimentos sólidos y en cantidades respetables, pero no puede. Gruñe, sabe que eso es peor para su cuerpo que comer chatarra, pero no se martiriza, más bien decide que va a hacer un mejor desayuno y antes de que pueda decirse que se estaba corriendo peligrosamente de su rutina, se encuentra moviéndose por la cocina, haciendo el menor ruido posible.

Pese a que el cuarto no está exactamente a dos pasos, no quiere molestar el sueño de Parker, en especial cuando se imagina que dormir hasta tarde es un concepto que no conoce.

En general no se tomaría tales molestias. De hecho, era justo el tipo de cosas que no tenías que hacer. No necesitabas echarlos en medio de la noche, pero sin dudas no tenías una jodida cita de desayuno si no querías enviar el mensaje equivocado. Por un segundo le causa gracia. Se imaginaba pocos desayunos citas en la vida de Parker y casi desea ir por flores y chocolates. Al pobre le daría un infarto levantarse y ver la mesa preparada como en un restaurante francés. Al maldito que hacía continuos esfuerzos por poner distancia, que Tony decidiera portarse como un príncipe azul, le sacaría de sus casillas. La risa que tira de sus labios mientras planea la broma se extiende hasta casi romper a la mitad su rostro y está tan decidido, está tan convencido que alcanza a pensar a cuantas cuadras de su apartamento hay una florería y analiza cuánto le tomaría conseguir un buen lugar donde vendan chocolates.

Entonces, la realidad se impone al apagar el fuego de la cocina. El chisporroteo del arce con el aceite salta por la superficie de la sartén y ligeras gotas le queman la mano. Tony maldice, pero antes de que pueda enojarse, sus ojos se deslizan por la cocina y la mesada que lo rodea. Huevos, beicon y jarabe de maple y eso solo en los costados más cercanos. Hay jugo recién exprimido y la cafetera está sacando un hilo negro y aromático a unos pasos. Una expresión de inconformidad le tuerce los labios cuando termina de registrar aquello, cuando termina de entender que (de todo) a su alrededor hay dos. Dos huevos, dos vasos, dos tasas esperando.

Intenta recopilar en su memoria, pero no recuerda una sola mañana/tarde, en la que le haya hecho el desayuno a sus conquistas. No, más bien Tony les pide un auto y les paga el viaje de regreso a sus domicilios antes de que piensen en necesitar lavar sus dientes. Eso es lo más cortés. Había ido perfeccionando la fórmula para descubrir el momento exacto en el que hacerlo, ni muy pronto como para herirlos, ni muy tarde como para ilusionarlos. Y lo venía intentando desde que Peter en la universidad le soltó que era sumamente despreciable por darle esperanzas a todos los chicos con los que andaba, en vez de dejarles en claro que no habría una segunda vez.

Y eso le gusta, al fin de cuentas. Le gustaba no atarse, no fingir que habría más donde no. Pero nada en lo que lo rodea da cuenta de que Tony esté pensando en dejarlo. Y nada de lo que pasó en la cama hace unas horas le hace pensar que Peter de buenas a primeras le dejará que se lo folle. Podía quererlo, pero bueno, Tony quería saltar de un paracaídas y le daban vértigo las alturas. No iba a hacerlo, por mucho que la idea le pareciera cojonuda.

Pero, y ahora que lo analiza, se da cuenta con un sudor frío humedeciendo su cuello, que no hay una sola posibilidad de que él piense en echarlo, así sepa que nunca follarán. Y eso es lo que más debería asustarlo. Desde la tostadora saltan las dos rodajas de pan y Tony mira al cielo con una sonrisa cínica e histérica.

¿Qué haces, Stark? ¿Qué haces? Una buena respuesta sería decir que idioteces, porque aquello no podía ser correcto. Su mirada se desliza sobre su hombro y se clava en el pasillo que lo lleva a lo largo del departamento hasta su cuarto. Ojalá fuera mejor. Ojalá. Pero no lo es. Tony es codicioso, es egoísta y avaricioso y Peter Parker, ese Peter Parker, era demasiado para dejarlo estar.

¿Hubiera sido así con el suyo, si lo hubiera conocido en otra época? ¿Hubiera deseado tanto poseerlo si no se hubieran vuelto técnicamente hermanos en la universidad? Solo el pensamiento se sentía antinatural, pero dado que cada gota que obtenía de Parker solo le hacía actuar como un adicto que se volvía arrastrando por más, la duda era razonable.

Al final, el Spider-Man de su universo sí le atraía. Aunque, no de la misma forma, dijo una voz en su cabeza. Y eso era verdad. Tony no solo deseaba follárselo duramente (cosa que después de lo pasado en su cama, Dios sabía que ahora lo deseaba incluso más que antes), le gustaba. Ese chico le gustaba.

¿Cuándo fue la última vez que realmente le gustó alguien? No estaba seguro. Peter, el suyo, le gustaba; pero Tony no se imaginaba volteándolo en la cama y tirándoselo. Le gustaba estar con él, pasar el rato juntos, reírse, burlarse en gran medida de su ingenuidad y sus cosas nerds. Pero no era lo mismo y a la vez sí. Lo mismo que le gustaba con su Peter le gustaba con este, así como el mismo deseo que sentía por su Spider-Man, era el que sentía por est-

—Eso huele increíble —gime Parker, entrando en su sala.

Tony alza de repente la vista y parpadea cuando lo ve caminando con su ropa puesta, recién duchado. No era un sueño erótico en una de sus camisas, con las piernas desnudas y esbeltas, era peor, mucho peor. Caminaba hasta él descalzo, bostezando sin vergüenza alguna mientras se restregaba los ojos con el dorso de la mano. Era tan dolorosamente cotidiano, que un dolor sordo le recorre el cuerpo.

¿Esa hubiera podido ser su vida? El pensamiento le propina una descarga eléctrica. El aire en sus pulmones se congela mientras el pensamiento se ramifica. Piensa en un Peter acostumbrado a entrar en su placar y sacar las prendas que sabe le entran y ponérselas como si fueran suyas, mientras va a su encuentro en búsqueda del desayuno. Piensa y la imagen vuelve a darle un golpe que le sacude las entrañas.

Sabe que no hay forma de eso, su Peter tenía a MJ. Y la tenía desde siempre, jamás se la quitó de la cabeza. Se casó con ella y fue feliz con ella hasta morir. Una idea aterradora, una idea que debería sonarle inverosímil o suicida, pero que mientras Parker se le acerca —estirando el cuello para ver el desayuno— no suena tan descabellada ni tan demente. Podría hacerlo, es decir, podría acostumbrarse a aquella vista si es que la máquina fallaba y tenía que quedarse allí.

Y entonces el recuerdo de Miles lo golpea y Tony corre la vista sintiéndose sucio. Era un jodido egoísta, lo sabía, pero no podía permitirle a su mente serlo. Joder, tenía que volver con Miles y con May. No podía darse el lujo de pensar en esas mierdas. Mucho menos con Parker, maldición. Ese crío no estaba para tener una relación, para tener una jodida mierda. Era de por sí un milagro que no se hubiera puesto el traje y le dijera que lo sentía, pero que debía irse.

¡¿Y qué hacía él pensando en relaciones, para empezar?!

El sonido reiterativo de la tostadora recordándole que aún no sacaba el pan lo salva de tener un ligero ataque de histeria. Respira hondo y mira el pan integral como si fuera una especie de salvavidas.

¡¿En qué mierda estás pensando?! Se reclama furioso, conteniendo el aliento para que la privación de oxígeno le despeje las ideas turbias de la mente. Necesitaba echarse un polvo. Dios, la falta de sexo de verdad empezaba a jugarle malas pasadas. Había escuchado casos, gente que perdía la cordura por no follar y vivir masturbándose. No podía ponerse a merced de esa catástrofe.

—¿Tony?

—Rompiste mi cama —masculla aun rehuyendo de su mirada.

Parker junta aire con fuerza y Tony maldice entre dientes. Lo hace bajo y sin ser consciente, así que solo puede esperar que el chico no lo haya escuchado. Aprieta con dureza sus ojos y muerde con más enojo los carrillos de su boca. ¡¿Es que a tí te falla el cerebro?!, gime por primera vez en su vida, sintiéndose torpe e inseguro.

—Y-yo l-l-lo si-sien-

—No lo decía en un mal sentido —lo corta con rapidez, girando sin poder controlar su cuerpo que le exige lo mire y le trasmita calma—. Estaba más bien presumiendo.

Peter entrecierra los ojos y lo mira perspicaz. Había retrocedido un par de pasos, su rostro estaba bastante pálido y por mucho el aura segura y sensual que había tenido montada sobre su cuerpo había desaparecido. Tony se siente aún más ruin que en la mañana cuando decidió que podía masturbarse con la imagen del chico técnicamente desfallecido en su cama y deja las tostadas en un plato grande, mientras se gira y empieza sacar las cosas del sartén, acomodándolas en dos platos individuales.

—Estaba esperando que me des las gracias —dice como si nada, mirándolo sobre el hombro.

Aparentemente, la mirada engreída que le lanza basta para que Peter se ría y menee la cabeza agachando ligeramente avergonzado la cabeza. Tony respira aliviado y la figura mental que siempre tenía de su mejor amigo, su versión personal del ángel bueno y malo sobre cada uno de sus hombros, cruza los brazos y le lanza una mirada furibunda. Sí, bueno, eso no arreglaba mucho las cosas, pero al menos el pobre chico no pensaba que Tony estaba enojado.

Aunque ciertamente lo estaba, mucho, casi demasiado, pero no con él. Estaba hasta arriba de lidiar consigo mismo y su continua personalidad autodestructiva. Ya había jodido las cosas en su universo con su Peter, qué tipo de maldito idiota se ponía a buscar joder las cosas con otra versión del mismo hijo de puta. Tony juraría que era más inteligente que eso, pero viendo como Peter alza tímidamente la mirada, duda.

—Gracias.

—Un placer encanto, cuando quieras que te ayude a romper más muebles, puedes llamarme.

Peter muerde su labio inferior y alza ligeramente el mentón. Tony ve como los rulos caen sobre su frente, como la remera negra y algo gastada se aprieta a su cuerpo y el jogging cae sobre sus caderas seductoramente. Jodida mierda si no lo desea ahí, en ese momento. Está tentado a decirle que se acerque, a sentarlo en la mesada y terminar de finiquitar el asunto, pero en lugar de hacer nada de eso, coge los platos y los deja en el desayunador entre ellos y agita la mano para que Parker se siente en el taburete alto. Deja las tazas con café, cortado con crema para Peter y negro para él.

Aterrado de sentarse a su lado, Tony desliza el pie por debajo de la mesada y arrastra a su seguro lado de la isla el otro taburete, para poder sentarse frente al chico.

—Siento much-

—Oh, no arruines mi desayuno —se queja obligándose a comer de forma civilizada, con cubiertos y pausas—. Come. ¿No tienes que ir a trabajar? —pregunta desesperado por hacer algo con su mente, que no sea pensar en nada de lo que está pensando.

Peter hace una mueca y niega mientras coge con los dedos una troncha de beicon.

—Me niego a creer que exista una May Parker incapaz de inculcar modales —lo pica y Peter alza la vista con una sonrisa ladina, antes de chuparse los dedos hasta casi la jodida base.

Tony, atrapado con la guardia completamente baja, ve rojo. Su cuerpo se enciende entre un parpadeo y el otro y está seguro que un gemido se le escapa por entre los labios. Peter, casi al mismo momento que Tony se figuró como se pararía y lo forzaría a ponerse de rodillas frente a él para que, de una puta vez, le chupe la polla, parece entender lo que hizo, lo que eso puede significar y lo que no hizo la noche anterior. Todo eso se ve en su rostro que pasa de la diversión y la picardía a ser una máscara de horror y disculpas.

—¡Lo siento, mucho Tony! —chilla enderezándose en la silla— ¡Oh, mierda, lo siento! ¡Lo siento, lo siento, lo siento!

—¡Ya Parker, ya! —lo corta agobiado por la forma en la que salta e intenta irse sobre él.

Mierda, ahora no le interesa ponerle un solo dedo encima. Necesita encausar su mente para asegurarse de que no habrá consecuencias. Y ni siquiera era por él o por su bien. Tony lo necesita por él mismo, porque ese maldito desayuno es la muestra fehaciente de que está dejando que todo aquello se le vaya de las manos y no hay forma de que se controle si deja que su libidinosa mente interfiera en sus asuntos.

—¡Quieto! —le ordena cuando lo ve querer dar la vuelta a la isla, para acercarse a él—. Come y deja de disculparte. Joder arruinas mi mañana.

Pero obvio que no lo hace, nada más se queda ahí desinflado, con las manos sobre el regazo y una mueca insoportablemente culposa.

—Maldición, Parker, ¿por qué tienes que hacerlo tan complicado? La pasamos bien anoche. No sé qué quieres hacer disculpándote.

Y suena tan fastidiado porque en verdad lo está. Hasta ese momento ni siquiera se molestó en sentir rencor con Parker, sentía rencor consigo mismo, con la vida. Pero ni por un segundo odio al chico por algo que no llegó a hacer. Tony sabía mil formas para conseguir una mamada, si no la había tenido la noche anterior era en un noventa porciento culpa de él. Sin dudas no podía pedirle al niñito virgen del team que se haga responsable por sucumbir a su cuerpo.

Yo lo pasé bien anoche —enfatiza con una mueca martirizada—. No disfrutaste. no disfrutaste.

—Parker —gruñe apretando los dientes, necesitando mucho autocontrol para no soltar algo cruel y malicioso—, es claro que te falta experiencia, pero yo disfruté. Y como me arruines el desayuno y la noche de ayer, te echaré a patadas y jamás volveré a cocinar para ti. Ahora, ¡come!

Peter suelta un suspiro y se deja caer en el taburete. Sus labios están tan apretados y tan duros que se tornan blancos. Sin mirarlo, completamente decaído, alza una de sus manos y acomoda sobre ella el mentón. Tony decide ignorar su faceta de mártir y se limita a tomar café, mientras come el resto de las cosas que hay en su plato. No tiene nada de apetito, pero menos le interesa soportar al maldito en un berrinche.

—No suelo ser tan desconsiderado —masculla y Tony puede escuchar el tinte molesto que tiñe su voz—. ¿Qué haces conmigo, Tony? ¿Qué poder tienes? —musita girando el rostro para verlo, con una mezcla de incredulidad e interés—. Ni siquiera sé quién soy ahora mismo. Porque hasta ayer, creía que era mínimamente considerado en la cama.

Tony muerde la punta de su lengua. Podría preguntarle qué mierda tiene él, qué mierda le hace, cómo funciona su poder. Porque desde que se conocieron, Tony no siente que actúe como solía hacerlo.

¿Está frustrado? Más lo está él. Porque sin dudas no era el mismo hombre. No era el mismo que tomó la compañía podrida de su padre y construyó un imperio. Tampoco era el mismo que rehuía a las personas. Ni siquiera era el mismo que se prostituyó por meses hasta que consiguió instalarse y entrar en el mercado negro. Y definitivamente tampoco era el mismo hombre que repelía el contacto y vivía cómodo con su soledad.

Hubo otro momento de su vida donde fue un tipo que se parecía mucho al que era ahora allí sentado. Pero eso fue hace años. Muchos años. Unos donde ser considerado, divertido y juguetón era casi normal para él. Una época donde era comprensivo, paciente y protector. Pero tenía una vida de no ser ese tipo, una vida de ser egoísta, cruel, mezquino y solitario. Pero ahora le costaba verse y encontrarse. Ahora mismo, en ese preciso momento, tenía miedo de alzar la vista y buscar con los ojos el espejo en la sala. ¿Vería al hombre de 38 años que era, o vería al crío de 15, que alzaba el mentón y rodeaba los hombros de Peter con su brazo, sacando pecho para defenderlo de todos en la universidad? Tenía miedo de pensar en ese chico, porque ese chico pagó caro el encariñarse a alguien, ese idiota sacrificó años de su vida en una causa que acabó muriendo entre sus brazos.

—¿Ahora? —insiste Peter, al ver que su silencio no hace más que extenderse—. Ahora no sé qué decir. Digo, es claro que ya no soy hetero, es claro que ya no escondo mi identidad, es claro que ya no mantengo la distancia segura contigo... Ni siquiera... digo, ¿si me viera en el espejo podría reconocerme? Porque ya no estoy seguro.

El suelo por el cual llevan esa charla se siente frágil como una capa de hielo al comienzo del invierno. Sabe que es peligroso dejarlo ir por esa línea de pensamientos. No quiere que se acerque a su terreno. No quiere que ambos se sienten allí a compartir un instante tan íntimo de vulnerabilidad. Ese era el tipo exacto de charlas de las que sales más que caldeado. Y no está seguro si teme por él o por Peter. Lo que sí sabe es que a ninguno le conviene dejar que la cosa se vuelva tan seria, tan personal.

—Vine al mundo para demostrar que eres un chasco de superhéroe, ya te lo dije.

Peter se ríe sin gracia alguna y suspira profundamente.

—Lo siento, pese a que creas que no tengo de qué disculparme, no me gusta ser así. No me gusta ser... —su voz se apaga lentamente, sus ojos cafés se fijan en él como si por primera vez lo viera y Tony sonríe con diablura.

Es rápido, se lo reconoce. A su Peter le tomó años llegar a la misma conclusión.

—¿Ser quien eres cuando estás conmigo? —pregunta alzando las cejas.

Peter menea la cabeza negando, arrepentido a las claras de lo que había cruzado su mente, pero Tony menea la mano y le resta importancia.

—Es mi don, encanto. Saco lo peor de las personas, no es tu culpa.

El silencio se vuelve incómodo y Tony se esfuerza por fingir que aquello es normal y hasta comprensible. Toma un trago más del café, pese a que ya está tibio, y se fuerza a pasar comida por su garganta.

—No debí decir eso —musita Peter, antes de tomar su propia taza y beber un trago.

Tony mira de refilón su rostro y ve como su ceño se frunce al separarse de la taza.

—Así qué... ¿Tomamos el café igual que nuestras variantes? —masculla el chico, estirando el cuello para ver su taza.

—Un paralelismo más que tener en cuenta —afirma estirando la mano para coger la tableta en la que había estado trabajando antes de decidir hacer aquel monstruoso desayuno.

Peter sigue comiendo su porción, bebiendo con más rapidez el café y en silencio. Muy en silencio. Sus ojos recorren las palabras, los archivos que tenía que haber terminado de desglosar anoche, pero solo puede pensar en Parker y en sus dudas.

Bueno, no sería la primera vez que rompe lo que toca. No era el tío de las relaciones, o los humanos en general. Casi parecía una suerte haberse visto obligado a dejar a Miles. Con suerte, el crío no solo había sobrevivido si no que no se habría podido contagiar de la mierda que era.

—Me haces ser egoísta.

Tony suelta bruscamente la tableta y alza la vista de malos modos. Él lo estaba intentando, pero Parker, maldito fuera, no iba a dejarlo. El chico lo mira con el ceño fruncido y los labios apretados. Se nota a leguas que de los dos, el más confundido era él, pero Tony no quería bajar la guardia. Mucho menos si se tenía en cuenta que mientras se había puesto a preparar el desayuno, casi se pierde en conceptos que le eran demasiado ajenos para manejarlos de buenas a primeras. Tenía más de 20 años escapando a cualquier cosa parecida a una relación humana. No tenía ni idea de cómo solventar una de manera sana. Ni que hablemos de hacerlo bien con una que tenía fecha de caducidad y una vez terminada, no podría quedarse en la puta periferia para ver que todo estuviera tal cual lo había dejado.

—¿Eso es un halago o un insulto? —pregunta controlando con firmeza sus emociones que se empiezan a agitar—. Me confunde un poco cómo quieres que me lo tome...

—Me había olvidado de lo que era ser egoísta —añade, sin prestarle nada de atención a sus palabras, casi como si estuviera charlado consigo mismo—. Gracias.

Ahora sí, completamente desprevenido, Tony lo mira escéptico. ¿Era una especie de broma? ¿Intentaba ser irónico? ¿Quién demonios te agradecía por algo así? No es como si Tony le hubiera enseñado algo útil. Peter le dijo mil veces que no debía ser egoísta. Era (como mínimo) desconcertante que a este Peter Parker siquiera se le ocurriera agradecer lo que siempre habían catalogado como su peor virtud.

—Sabes, tengo que decirlo. No puedo esconderlo más y creo que necesitas oírlo: no eres tan bueno siendo sarcástico. Quizá crees que sí, que se te da de puta madre, pero, encanto, no lo eres. Eres casi tan malo en ello como en ser un superhéroe.

—No lo estaba intentando ser —se ríe bajando del taburete.

Tony lo ve rodear la mesa y pese a que intenta no alejarse, cuando Parker se planta frente a él, su cuerpo lo traiciona y lo empuja lejos del chico. Era muy grande y muy orgulloso para admitirlo, pero la forma en la que su corazón empezaba a palpitar furioso y la asquerosa humedad en la base de su cuello eran indicios claros: tenía miedo. Se había dicho muchas veces que este chico era peligroso, pero Tony recién empezaba a entender cuánto. Recién empezaba a aceptar hasta qué punto lo alteraba.

Peter le estudia el rostro, clava duramente la vista en su boca y humedece lentamente sus labios.

—Ni siquiera sabía que yo mismo me había olvidado de mí —susurra pasando saliva con lentitud—. Llevo... Strange me dijo que mientras más intentara vivir entre Peter Parker y Spider-Man peor iba a ser. Pensé... pensé que el hechizo era la oportunidad para remediar eso. Creía que... pensé que era lo correcto ser Spider-Man. Peter Parker no existía, ¿por qué gastar energía con él?

Tony tenía muchas ideas de por qué mierda hacerlo, pero se limita a quedarse en silencio, intentando ver a dónde es que esa charla los llevaría. ¿Ese era el punto, no? A ese acuerdo llegó consigo mismo. Terminar el trabajo de su variante. Corregir la vida que se torció por culpa de un inepto y volver a su universo. Sacarlo del caparazón y asegurarse de que tuviera la vida que merecía.

Ahora empieza a preguntarse cómo es que se le ocurrió que él podría hacer semejante. Ahora es cuando comienza a creer que está a diez millones de años luz de ser capaz de eso.

—May no estaría muy orgullosa de mí. Ella... ella no hubiera visto bien esto, lo que llevo años haciendo.

—La mía sin dudas no lo hubiera aprobado, no —dice escuetamente, al sentir como los ojos cafés lo queman por una respuesta.

—Lo sé y... él tampoco lo hubiera visto bien —musita ahora clavándole la vista en los ojos—. Siempre se empeñó en que sea Peter Parker, pero... supongo que es como dijiste, no debió morir en primer lugar.

La piel le hormiguea y desea tener algo a lo que aferrarse, pero dado que no había a qué, se mantiene lo más quieto e impasible que puede. Si aquello era una prueba, seguro no pasará. Se halla demasiado desconcertado y perdido en la forma en la que todo está transcurriendo como para poder predecir sus resultados.

—Un placer servirle, señor Parker —dice evasivo, intentando no prestar atención a la sonrisa que se iba formando en la boca de Peter.

—En verdad quería hacerlo, señor Stark. —musita con lentitud, dejándole muy en claro de qué hablaba y Tony deseaba que no lo hubiera expresado así.

"Él". No necesitaba preguntar para saber quién era "Él". A su mente viene el recuerdo del auto y la forma en la que claramente Parker no tenía muy en claro con quién hablaba.

Un arranque de celos y odio le estalla bajo la piel y por mucho que le hubiera encantado contener la bilis en su interior, las palabras migran de su boca. ¿Quién le aseguraba que la noche anterior, Parker lo fue a buscar por quién era y no por a quién le recordaba? Nadie. Nadie podía dar fe de eso. Nadie podía dejarle en claro que ese chico recurría a él porque lo deseaba y no porque intentaba aferrarse al fantasma del hombre que perdió. E, inexplicablemente, al hombre más antipático y menos celoso de la sala, eso le escoció.

—¿Seguro que sabes con qué señor Stark estás hablando, Parker?

Al principio el chico se queda en blanco, desconcertado por su tono frío y cortante. Es muy tarde para arrepentirse, así que Tony saca pecho y lo mira con firmeza, decidido a fingir que fue muy acertado al expresar su duda.

—Muy seguro, Tony —murmura alzando la vista a sus ojos.

Inclinando ligeramente el rostro, mirándolo detenidamente, estudiando cada uno de sus rasgos, le sonríe. Y no se pondrá poético y dirá que en sus ojos brilló el reconocimiento ni mierdas así, pero podía afirmar sin dudas que no había segundas en la voz de Peter. No hubo ni la más mínima vacilación. Solo amplió más la sonrisa, enrojeciendo ligeramente, dejándole saber que reconocer aquello le avergonzaba un poco.

—Me gustan —dice estirando la mano para acariciar sus cejas—. Me gustan tus ojos verdes. —la mano se desliza por su rostro y se hunde ligeramente en su cabello—. Y el pelo rojizo. Me gusta más rojizo.

El silencio vuelve a acurrucarse entre ellos, pero esta vez Tony no siente que pueda seguir manteniendo su maldito mal humor. Ahora no puede ni pensar en mantenerse histérico, porque simplemente no puede. Peter muerde su labio inferior y vuelve a deslizar la mano por su pelo, haciendo que las hebras se agiten bajo la luz que entra a raudales por los amplios ventanales.

Tony se ríe cuando el chico lo hace y sede a la dolorosa necesidad que tiene su cuerpo de cogerlo entre sus brazos y aplastarlo contra su pecho. ¿Había forma humana de resistirse a esa mirada sorprendida e inocente? Mierda, Tony creía que no. Y así estuviera manejando a un jodido desastre, decide confiar en que su instinto lo alejara cuando esté demasiado cerca del barranco.

—Tienes un asunto serio con los pelirrojos de ojos verdes, tigre —se mofa, pensando en lo peligroso que era lo serio que era para él aquello que tenía con los Peter Parker—. En mi universo eras el prisionero de una.

—¿De verdad? —se ríe rodeándole los hombros con los brazos, dejando lejos de ellos las miradas sorprendidas y los miedos.

El chico que le rodea el cuello se ve dolorosamente joven y despreocupado, como si aceptar algo como aquello no fuera tan grave. Cosa que Tony empieza a pensar si es, pues las malas ideas empezaban aceptando lo más descabellado.

Podría decirle mil veces que era una porquería de superhéroe y quizá fuera medianamente cierto, pero tenía más huevos de los que cualquiera pudiera presumir. Requería un nivel de valor lo que estaba haciendo, lo que estaba reconociendo, lo que se estaba permitiendo. Tony y su patético ataquecito de histeria mirando una maldita sartén se sintieron minúsculos.

—Sí, solo que ella es teñida. Aunque, debo admitirlo, le queda muy bien.

Peter inicia el beso esa vez y por más que Tony desea arrojar todo lo de la barra al suelo y tirar a Parker sobre ella y finalizar lo de anoche, junta aire y lo suelta enderezándose.

Una parte, nada pequeña, le dice que necesita alejarse antes de que la cosa se termine de ir al demonio. Necesita aire y espacio entre ellos para poner otra vez la casa en orden. No puede permitirse las dudas que lentamente trepaban por su cuerpo. ¿Qué clase de idiota se inmiscuye en algo para divertirse y termina teniendo más miedo que placer? Ninguno que Tony respetara y, maldita sea, su padre no forjó con todo ese pseudo amor duro a un debilucho.

—¿Quieres que te lleve al trabajo? Tengo que ir a mi taller... —mirando su reloj, arruga la nariz y ve que apenas pasa del mediodía.

Riri tendría que haberlo llamado hacía unas horas, cuando huyó lejos de la cama. Tony le había mandado un mensaje por la actualización y pese a que ella respondió enviándole una docena de archivos que había conseguido desencriptar, aún no encontraba lo que necesitaba. Iba a tener que meterse él mismo a verlo, si es que pretendía adelantar suficiente trabajo para dejar de fingir que estaba de jodidas vacaciones y poder decir que estaba haciendo todo lo que estaba al alcance de su mano por regresar su trasero al universo correspondiente.

—No, yo... llamé antes a mi jefa. No voy a ir por unos días.

Tony baja con cuidado la mano y se queda viendo al chico con seriedad.

—Si encuentro otra cosa que sea muy urgente prometo que...

—Te prometí que iba a ayudarte, no puedo hacerlo si estoy lidiando con cosas de Peter Parker.

Tony lo mira de reojo y niega perdido. Dios, ¿era tan difícil que por una maldita vez le saliera con algo que él pudiera prevenir? Empezaba a sentirse cansado y estresado con tanta vuelta idiota e inútil.

—No necesitas frenar tu vida por esto, lo tengo bajo control.

—Bueno, es tarde para eso —masculla componiendo una cara de disculpa digna de un niño manipulador, con un medio puchero incluido y todo—. Anoche cuando llegué le mandé un mensaje, le dije que... que May murió. Hoy la llamé y le dije que iba a necesitar unos días para arreglar todas sus cosas... Me dieron unos días.

Ninguno dice nada y Tony ni siquiera puede pensar en algo que decir que le dé un mínimo de consuelo. Oficialmente no tenía maldita idea de qué demonios hacer con él, consigo mismo o con nada de aquella locura.

—Y es lo mejor —dice, convenciendo a quién sabe cuál de los dos—. La verdad es que tampoco puedo ser Peter Parker si estoy pensando constantemente en mis cosas de Spider-Man. Eso me llevó a la ruina la última vez, y como te dije, aprendí mi lección —se explica con un firme asentimiento de cabeza—. Así que, soy todo tuyo. Podemos ir ahora al taller si lo necesitas. Prometo no tocar nada a menos que me dejes. Y no pediré que me dejes analizar los archivos, así que no necesit-

Tony se estira y vuelve a cogerle el rostro, para callarlo con un beso. Peter trastabilla pillado por la fuerza y se termina agarrando a la mesada. Lo aprieta contra ella, empuja la pierna entre las de él y gime aplastando la pelvis a la suya, despertando la parte inferior de sus pantalones con solo un roce.

—No digas que eres mío, Parker —gruñe mordiendo su labio inferior, viéndolo lleno de hambre y posesividad—. No me obligues a demostrarte cuán egoísta se puede ser.

—An-anotado —susurra inspirando con fuerza, apoyando con seguridad las palmas sobre las suyas que aún le aferraban las mejillas.

*****

El taller que Tony había construido de a partes con demasiado sudor y sexo bien pagado, era su templo personal. En ese lugar se permitió ser vulnerable, en ese lugar nada más se permitió llorar de rabia y aceptar que tenía miedo. Nadie entraba en él, jamás llevó alguna conquista, ni siquiera cuando las quería convencer de que él sabía bien del negocio. Dejar a Parker entrar fue más un impulso que una decisión. Ahora, dejarlo trabajar allí, con sus propias herramientas... eso fue una bendición.

El sol empezaba a tocar el horizonte, tenían horas allí encerrados, comiendo chuches y tomando él energizantes, Peter gaseosas, mientras le dice lo malo que es para su cuerpo tomar eso. Tony le había dado una pila de archivos que desglosar, y él se quedó otra. Riri había hecho unos avances increíbles, realmente increíbles desde que Tony la llamó del taller y le dijo que estaba listo para volver al ruedo y dejarla descansar. Se quejó, la maldita dijo que no lo necesitaba, pero su voz estaba tan alterada como acelerada. Sí que lo necesitaba. Solo Dios podría saber cuánta cafeína tenía en sangre para ese punto.

Eso lo dejó con todo lo inherente al subsuelo 6, el más bajo dentro de la edificación, a su disposición ahora que ya había sido completamente desencriptado. Tony le dejó otra tanda de archivos que necesitaban desencriptar para cuando se levantara y planeó pasar el día entero leyendo y leyendo informes, guías de progresos, notas ejecutivas y planos. Sobre todo los planos de las máquinas.

Peter, ansioso y dispuesto como pocos, se ofreció voluntario para ayudar en lo que se pudiera, así eso fuera barrer. Cosa que casi le provoca una erección cuando el idiota apareció por ahí con una escoba y una pala, limpiando todo. Había parpadeado dos veces y tenido que obligarse a hacer algo con el mocoso con TDAH antes de que lo fuerce a arrastrarlo al cuarto y tirarlo en la cama. Le dejó unos archivos desencriptados del laboratorio y lo sentó en uno de los mesones (más alejados al suyo) con una computadora para que pudiera investigar y ver qué encontraba en ellos de utilidad.

El acelerador que habían armado tenía, como bien dijo Peter, más de cinco años de existir. Tony imaginaba que ya lo habían usado, pues la cantidad de informes eran más que suficientes para hablar de trabajo de larga data. Al menos tenían que haberlo usado una vez y esperaba que entre la pila de cosas que le dio para que analice hubiera indicios firmes de ello.

Dejó para sí el acelerador. Tony vio los planos la noche anterior, pero eran esquemas, no eran más que bosquejos con demasiados números y tachones. La idea de una idea. En ese momento podía leer las especificaciones de aquella bestia, cada maldito intercableado si quería. Él era un hombre que vivía en un universo con más de 20 años de avances tecnológicos, pero aun así esa máquina le parecía más bien un artefacto sacado de cualquier novela de ciencia ficción que otra cosa.

Pasaron varias horas en lo que Tony hacía sus propios esquemas e intentaba entender el funcionamiento primario de la máquina, así como la base científica en la que se apoyaron para ensamblarlo y hacerlo funcional. Entonces, cuando empezaba a olvidarse que tenía compañía, Peter gritó. Entonces, Peter corrió hasta su terminal 3D y le cogió el brazo haciéndolo girar. Entonces, todo empezó a ir mal.

—Tienes que ver esto —susurró con una expresión más bien temerosa en los ojos.

Tony le sacó con algo de resquemor la computadora de las manos y cuando sus ojos se clavaron en la pantalla, le tomó unos segundos, pero lo entendió. Era un esquema de universos. Una línea gorda, como un tronco de árbol, de la que se abrían ramas y más ramas. Unas más finas que las otras, unas largas y otras cortas, pero todas firmemente conectadas.

Los números, que Tony supuso eran los nombres que les dieron, tenían una caprichosa escala de color. En las líneas más alejadas del tronco central, aquellas que casi se perdían en los bordes de la imagen, los números estaban escritos en rojo. Contando rápido, Tony diría que eran de las que más había. En blanco, estaban todos los universos conocidos que se hallaban a una distancia que podría considerarse media. De esos había unos pocos, aunque desperdigados de manera más centralizada, como si hubieran intentado enfocarse más en ellos, dado que los rojos se veían por todas partes, pero siempre lejos de la rama central. Ahora, en verde, que eran todos los universos casi pegados a la rama principal, había unos pocos más, pero no lograban superar la cantidad del rojo.

Tenía que seguir un patrón y a rápidas Tony diría que era la distancia, pero entonces, había un universo reconocido en rojo, que estaba casi pegado a la rama principal. No estaba tan encima como los universos en verde, pero era una rama fina que se unía a la central, situada en un espacio entre los universos en verde y blanco. Qué median esos colores era la gran duda.

—¿Crees que... crees que ellos...?

—¿Están creando un jodido mapa? —le responde con escepticismo—. Al menos lo parece.

—¿Eso quiere decir que han usado todas estas veces la máquina?

¿Por qué no más?, piensa Tony que es una mejor pregunta. Habían registrado al menos veinte universos distintos. Veinte. ¿Qué forzaba que hubieran parado? ¿Estarían ahora mismo registrando otro? La duda por poco le hace saltarse sus propios protocolos y meterse inmediatamente en su servidor para registrar el trabajo en tiempo real.

Controlando sus propios deseos y mandando al fondo de su mente la urgencia que empezaba a sentir, se hace la pregunta más importante: ¿Alguno podría ser el suyo? Aquello sería un arranque muy increíble de suerte, lo sabe. Pero la idea se estanca en su mente con tal fuerza que le parece imposible descartarla. Eran pocos, el esquema general del multiverso le decía que las posibilidades eran minúsculas, pero no podría dejarlo hasta comprobar aquello. ¿Habría una forma de verlo? Tenía que haberla, por algún maldito lado tenía que haber algo que le permitiera salir de dudas.

Si él hubiera estado armando un mapa, hubiera creado una forma de identificarlos por algo más que números. Más si tenía una máquina que, hasta donde alcanzaba a entender, abría un camino directo entre los agujeros de gusano.

—¿Qué más viste en ese archivo?

—Nada. Solo eso. Pero había dos más que tenían una subdenominación del mismo nombre, pero aún estoy pasando el cifrador.

—Muéstrame.

Se pusieron manos a la obra y otra vez, como si el destino quisiera demostrar que Peter había tomado la decisión correcta al abandonar su trabajo por ayudarlo, él encontró la herramienta que podría responder la pregunta en un santiamén.

—¿Esto no parece ser un decodificador?

—Diría que más bien es una especie de... —Tony inclina la cabeza y estudia la pieza desde diversos ángulos— ¿Catalogador?

Peter parpadea viendo la pantalla de su computadora y menea la cabeza aceptando que Tony podía razón. Con el corazón palpitándole descontrolado, fue bajando más y más la pantalla, estudiando lo que había en ese archivo. Entonces ambos, Peter y él, jadean con los ojos desorbitados en la pantalla, abriendo ambas bocas al unísono.

—¿Tienen una maldita máquina de metadatos sobre componentes de otros universos? —musita Peter mirándolo, como si Tony pudiera decirle algo. No podía—. ¿Qué están haciendo con esa máquina, que necesitan catalogar hasta ese punto dónde van?

Tony menea la cabeza intentando darle forma a aquella maldita máquina del infierno. Aún no había repasado todos los archivos, pero entre los componentes principales de la máquina había hallado algo que era bastante parecido, un recopilador de datos biométricos del universo en cuestión. Cuando la máquina abría un portal, se aseguraba de recoger muestras moleculares del medio ambiente.

La cabeza le empieza a dar vueltas. Tony nota que el corazón se le acelera. No tenía en claro que hacían, pero ¿por qué ibas a gastarte en abrir puertas en otros universos, si no era para llevar o coger algo? Y si era eso lo que hacías, tenía demasiado sentido que hubieran empezado a catalogar las cosas. En un taller cualquiera, era importante tener todas tus muestras correctamente señalizadas. Y lo más relevante, tenías que tener una forma muy sencilla de comprobar que no estabas cometiendo un error. Si disponías incorrectamente de tus sustancias, podrías pasar de estar intentando crear una fragancia a crear un veneno.

Peter había dicho algo astuto en el taller el otro día, pese a que casi lo vuelve loco con su palabrerío incansable: la simetría tenía que reducir su búsqueda. Tony había pensado algo parecido, reducir todo el conteo a la más simple expresión: un sistema binario que le permitiera acotar la búsqueda. Su universo tenía que estar, por descarte, entre los que estaban más cerca de la rama central. Y allí tenían unos cuantos marcados. La simetría entre sus universos era tal que Tony más bien tenía problemas buscando diferencias que parecidos. A la fecha, la mayor y según él más peligrosa diferencia, estaba en...

—¿No tiene un controlador biométrico? —murmura pensando a la carrera, estirándose para agarrar la pc que él había estado usando— Si tienen algo que les permita recopilar la información, tiene que tener algo que les permita verla sin tener que ponerse a diseccionar cada... ¡Sí! —gruñe levantando la pantalla, enseñándole a Peter la pequeña celda de encriptación que había estado sorteando la última media hora.

Ahora que entendía lo que era, podía reconocerlo fácilmente. Lo que Tony había estado revisando era la base de datos que tenían cargada en la maldita máquina. Bajando más y más en el archivo, encontró las especificaciones de la máquina. Un lector normal y corriente que podría no tomarle más de un par de horas, máximo un día, crear. Si es que no tenía una idea clara de las piezas que tenía en el depósito del edificio.

—Necesitamos esto —murmura enseñándole a Peter la pequeña pieza que brillaba en su pantalla—. Mirando el mapa que están creando, es evidente que ya lograron conseguir información de todos estos universos. Por eso produjeron un escáner biométrico de partículas, necesitan poder asegurarse de forma rápida que lo que tienen pertenece al universo correcto.

—Pero no sabemos qué es lo que hacen —señala el chico con escepticismo—. ¿Y si solo están usándola para... para tirar cosas? Desde que Kingpin volvió, el número de desapariciones misteriosas aumentaron. Llevo unos cuantos años lidiando con él, es evidente que... digo, había supuesto que solo tenía un lugar muy bien escogido para deshacerse de sus víctimas. Creo que ahora entiendo donde las estaba dejando.

Tony menea la cabeza, casi aferrándose a un clavo caliente.

—Así sea eso lo que están haciendo, la máquina está programada para recoger moléculas de cada universo que han usado. Así solo la estén usando para deshacerse de su basura, la máquina de por sí está recogiendo información de esos universos.

Peter compone una mueca de desagrado y todo su cuerpo tenso le dice lo poco moral que le resulta la facilidad con la que Tony redujo el asunto.

—¿Vas a ayudarme? —pregunta cogiendo aire, mirándolo sin saber qué esperar.

Si era eso lo que estaba pasando, dudaba que Parker pudiera solo dejarlo estar. La idea para él debía ser una aberración. Sin dudas, si las posibilidades de que entre aquellos malditos números de colores se encontrara su universo no fueran tan altas, Tony se permitiría sentir una especie de desprecio mayor por lo que ese maldito hijo de puta de Kingpin estaba haciendo. Pero Tony estaba demasiado comprometido con hallar su hogar como para pararse a pensar en lo desalmado que tenías que ser para coger a tus enemigos y tirarlos en un universo lejano.

—Supongo que no tenemos nada que perder... ¿Qué necesitas que haga?

Les toma poco entrar en acción y sin más que cruzar un par de miradas dividen el trabajo. Peter retira todo lo de un mesón y empieza a acomodar aquí y allá lo que tiene enfrente. Tony se escurre por el ascensor y baja al subsuelo del edificio, donde había acomodado su inventario menos urgente.

Hallar todos los componentes no le toma más que una media hora y para cuando sube, Peter se hallaba en medio de la terminal 3D estudiando los planos y las indicaciones de detector.

—Aparentemente, esto analiza partículas pequeñas —le informa cuando se acerca a él, luego de haber acomodado todo en el mesón—. ¿Tienes la ropa con la que apareciste? Dudo mucho que no esté contaminada, pero quizá contenga residuos de algo que no se encuentre en nuestra atmosfera. Si se marcan muchas, al menos eso nos dará algo con lo que iniciar.

Tony, parado junto a él, sonríe.

—Tengo algo mejor y más exacto. —Peter se gira y lo mira con el ceño fruncido, a lo que solo sonríe con más petulancia.

Alzando la mano le enseña un dedo y el chico arruga el entrecejo sin entender.

—Mi sangre. ¿Conoce los secretos que se esconden en el ADN, señor Parker? —murmura con voz seductora.

—¿Qué es lo que...?

—En mi universo, no tenemos la misma secuencia genética que ustedes. Mi sangre no es compatible con la de este universo. No solo en grupo o factor, es literalmente diferente.

—¿Qué, qué?

—Una de las primeras cosas que hice, luego de comprobar que no me afectaba nada de lo evidente en este universo, me preocupé por el enemigo silencioso de cualquier ser humano: mi ADN. ¿Si me pasaba algo? ¿Y si necesitaba, de casualidad, una transfusión de emergencia? Algo de lo que sin dudas cualquier ser humano debía preocuparse si decide meterse en problemas.

Peter agita la cabeza y alza la mano pidiéndole que retroceda.

—¿Cómo que tu ADN es diferente que el nuestro?

—¿Cuántos grupos sanguíneos existen en este universo?

Peter parpadea y lo mira por unos segundos. Luego baja la vista y empieza a contar con los dedos. Tony bulle de ganas de ponerse a trabajar, pero Peter dará tanta lata que sabe que o salda esa duda o no podrá avanzar. Por no mencionar lo estúpidamente adorable que se ve usando los malditos dedos para contar. Otra vez siente el deseo golpearlo, y las ganas de alzarle el rostro para besarlo son tan fuertes que tiene que retroceder ligeramente.

Sabe que tiene que terminar con esos pensamientos. Ya no puede seguir dejando que eso esté entre ellos. Si todo, por una maldita vez, salía bien se iba a ir muchísimo antes de lo que había previsto.

Algo se tensa en su interior viendo el rostro de Peter. Una especie de sentimiento que no quiere encasillar lo hace sentir impotente. Allí plantado sin dudas no parece el chico que lo recibió, pero tampoco parece estar mucho mejor. Seguía sin querer hablar de las cosas y no parecía dispuesto a abandonar su pantomima de llanero solitario. Y estaba el tema del dinero, que aún no había solucionado.

Y rápidamente empieza a sentirse agobiado porque tenía muchas cosas que resolver con Parker. Tenía muchas cosas que hacer que haga, que acepte y que supere y el tiempo parecía habérsele agotado.

—¿Quince? Sin contar el factor —dice de sopetón y Tony lo mira esforzándose para no empezar a hiperventilar.

—No, muchos más, pero eso lo resuelves luego. Googlea —dice con sorna y Parker estrecha la mirada para mirarlo de mala gana—. En mí universo, no es así —prosigue alejando los fantasmas que habían empezado a rondar su mente.

Tenía tiempo. Y si no se lo haría. Él no iba a dejar que las cosas siguieran tal cual estaban como cuando llegó. Ya pensaría como hacer para que el chico dejara de ser tozudo. Solo era cuestión de encontrar la forma de hablar, de hacerle ver qué estaba siendo un pequeño obstinado. No interesaba qué era la parte que estaba queriendo esconder de aquella mierda, lo que sea no podía ser tan grave. Lo que sea que lo hiciera sentir tan culpable no podía ser tan malo.

—En mi universo solo tenemos dos. Nuestro mapeo genético es en esencia el mismo, pero está sujeto a esa variación. No tenemos el mismo tipo de sangre.

—¿O sea que si te lastimaras aquí...?

La idea parece causarle náuseas, porque el color de su rostro baja un par de tonalidades. Se da cuenta lo lejos que han llegado entre ellos, porque antes a Parker le hubiera causado más curiosidad científica que dolor físico la idea. Intenta no pensar en lo que eso implica. Se intenta calmar y convencerse de que ese pensamiento era el que cualquier persona mínimamente decente tendría, pero en el fondo sabe que el peligro los sobrevuela. Porque hizo una promesa al respecto. Él se juró que no iba a joderla.

—Bueno, dependiendo cómo pase, tengo sangre sintética. Podría hacerme una trasfusión aquí mismo, pero si pasara en la calle... bueno, digamos que en el hospital tendrían dolores de cabeza de solo pensarlo.

—Dios mío... Tony... sé que te vuelves loco, pero... lo siento tanto.

Se compadece de él y decide no volver sobre ese tema.

No tiene una forma de reconfortarlo, era claro que iba a seguir echándose la culpa y no tenía fuerzas para volver a pelear por ello. Tony ya se había figurado que si terminaba en un hospital moriría, pero había tomado los recaudos que debía y a la fecha, no había necesitado usar la sangre que había creado. Y esperaba no tener que usarla nunca.

—Bueno, el punto es, mientras tú haces eso, yo voy a encargarme de crear unas muestras de mi sangre. Si esa cosa hace un recuento molecular del universo al que entra, lo más seguro es que mi sangre pueda decirnos una o dos cosas del mío. Tendría que funcionar.

—¿Cómo? —pregunta el chico, volviendo los ojos a la terminal 3D—. Pese a que es distinta, igual no creo que la máquina tenga esos datos.

—No seas aguafiestas, Parker —se queja con un gruñido mal disimulado.

—¿No tienes ninguna prenda del día que apareciste? De verdad creo que tenemos más posibilidades con eso. La máquina debe hacer un escaneo del medio ambiente. ¿Cómo se las arreglaría para tener un recuento de ADN?

Tony lo mira entornando los ojos y suspira. Estaba decidido a hacérsela difícil. Había tenido el tacto que pudo. Un camino entre dos universos significaba un camino de ida y uno de vuelta. Peter había decidido, seguramente por motivos meramente inocentes, decretar que Fisk estaba sacando cosas de ese universo y dejándolas en otro. Él, que había sido arrastrado fuera de su jodido universo, tenía una mirada más general.

—¿Si fuera tu máquina, no la usarías para traer algo de otro universo?

—Seguramente, pero aun así, no veo como eso se relaciona con la sangre.

Necesita juntar aire con fuerza antes de responder, porque la opción b es darle un golpe en la parte posterior del cuello por ser tan jodidamente estúpido y estrecho de miras.

—¿No la usarías para traer a alguien de otro universo? —especifica dado lo obtuso que estaba demostrando ser.

El chico parpadea con los labios abiertos, por supuesto listo para responder sin siquiera escucharlo. Entonces su frente se arruga, la idea cala dentro de su mente y Tony casi la ve desarrollarse. Entonces, entiende lo que quiere decir y sus ojos se apagan automáticamente.

—No creo que Fisk tenga apego emocional a nadie. No lo veo creando una máquina que le permita reemplazar a una persona que perdió. Hasta él tendría que saber que no hubiera sido lo mismo, así fuera exactamente igual.

Su voz baja unas cuantas octavas y por la rapidez con la que corre la vista, Tony se figura que la idea por un segundo fue tan real que le produjo un desasosiego que intenta esconder. La tensión del desayuno parece volver, pues Tony se pregunta en quién pensó. ¿Pensó en su Tony? ¿Pensó en que la hubiera usado para traer a otra versión del hombre que murió por la humanidad? Quizá solo pensó en May, pero Tony se hacía una ligera idea de que la forma en la que rehuyó de su mirada era incriminatoria. Después de todo, con él plantado allí, era más que evidente que sus palabras decían algo claro: Tú estás aquí y no eres mi Tony.

—Vamos a creer que fue así de romántico. Lo peor que puede pasar es que no funcione y que tú tengas razón —dice con aplomo, decidido a mandar de paseo a la sensación asquerosa que le arenó la boca—. No es un tío muy inteligente, vamos a suponer que cometió otro error. Ya confió en mí, primer error. Apuesto a mi favor en esto.

Se retira a uno de sus mesones y deja a Peter y sus torturados pensamientos para después. No tiene ningún sentido ponerse a pelear o hacer preguntas que no ayudaran a mejorar el asunto. Puede llamar a Riri y poner su trasero en un jet privado y hacerla ir hasta el taller, pero no quiere sacarlo a patadas solo porque el maldito piensa en su antiguo "mentor" con añoranza. No es así de infantil, o así de idiota.

Aunque, realmente, lo que no quiere reconocer es que sí lo es. Si no lo fuera, hubiera echado del taller al chico. Olvidarse, o peor, decidirse a olvidar las dudas que se empezaron a abrir en su mente mientras hacía el desayuno era la muestra más irrefutable de su idiotez. Fingir que Parker no representaba un peligro para su mente era la receta para el desastre, pero Tony es adicto a las malas decisiones; o adicto a dejar que los Peter Parker le destrocen la razón, que era básicamente lo que estaba pasando allí. Pero Tony barre eso, lo descarta y se decide a seguir trabajando, a seguir fingiendo que no está empezando a labrar su propia tumba.

Sobrevivió una vez, podrá sobrevivir dos.

Sus ojos se fijan en la gota de sangre que empieza a formarse en su dedo y aprieta en un puño fuerte la mano. Desliza la mirada al mesón donde Peter empieza a trabajar y suspira intentando controlar sus propias emociones, forzándose a aceptar que la rotundidad de sus palabras es mucho más que un deseo lanzado al aire, era una certeza.

Tenía que serlo, no había opción ni cabida para otra cosa. No podía darse el lujo de que saliera mal. Y, después de todo, aquel chico ni siquiera era su mejor amigo. No lo conocía de toda la vida, no había hecho ni el uno por ciento de las cosas que su propio Peter había hecho por él, ¿cómo se daba el lujo de dudar que podría superarlo una vez que volviera a casa? ¿Cómo se atrevía a comparar una pérdida con la otra?

Absurdo. Casi tan absurdo como el dolor que de improviso se apostilla en su corazón, como la vieja y latente advertencia de que la respuesta era tan simple que solo un ciego no la vería. Pero Tony, experto en ser un ciego condecorado, casi no tiene que esforzarse por no ver la realidad de que un dolor institucional en él empieza a deslizarse por su cuerpo hasta impregnar cada parte de su mente. Sin siquiera notarlo empieza a cubrirse con su armadura de hielo espinoso. No ve que Peter le lanza miradas furtivas cargadas de culpa.

No ve nada. O, quizá, es mejor decir que no puede ver nada por culpa de todo lo otro que ve y siente: la noche anterior cuando lo vio salir se sintió impotente y preocupado. Esa misma madrugada, cuando lo vio sentado y completamente roto en su balcón, se sintió aún más impotente y triste. En su cama, cuando el placer lo colmaba y le gritaba con su necesidad que nadie más que él había llegado a esa parte de su ser se sintió poderoso y completo. En la cocina, cuando entró con su ropa, sintió satisfacción. Frente a él, cuando le dijo que le gustaban las diferencias con su variante, se sintió malditamente increíble. Y así muchos momentos más. Uno y otro y otro, metiéndose en su interior, despertando un terror profundo en su pecho, el recuerdo de lo que pasó la última vez que se atrevió a querer así a otra persona, a desearla, a anhelar cuidarla...

Y ya todos sabemos lo que pasa cuando un hombre como Tony Stark se da cuenta de que realmente le importa alguien. 

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