XIII

Si alguna vez te asalta la duda, no te compliques, solo admite que eres TonyStarkSexual y deja de pensar en todo lo demás.


—Puedes parar de reírte.

Tony, sin siquiera intentar tapar su boca, le sonríe ampliamente.

—Tu agilidad, tu superfuerza, todos tus poderes... inservibles. Completamente inservibles.

Lanzándole una mirada ultrajada, Peter hace un mohín aburrido.

—No lo son —se queja peleando encarnizadamente—. Estos palillos están mal.

Jamás debió dejarle que eligiera el lugar. Debió saber que algo así pasaría. Se notaba a leguas que no iban a terminar en una pizzería o una hamburguesería. Peter, como cualquiera que se precie, había comido comida china pero jamás sushi.

Y, aparentemente, esa noche tampoco iba a hacerlo.

—Ten —dice Tony, cogiendo con la punta de sus palillos (de manera insultantemente perfecta) una de las pequeñas piezas—. Abre la boca.

Peter sabe lo que intenta porque sus ojos diabólicos desprenden fuego. Medio inclinado sobre la mesa, con una sonrisa ladeada y las cejas ligeramente levantadas, lo desafía a ponerse a hacer cosas íntimas frente a un público, que, a diferencia de cuando estaban en el bar que él eligió, no dejaban de lanzarles miraditas.

Sabe que aquello no es con él. De los dos, el que luce como salido de algún desfile en Milán no es. Se obliga a no apretar los labios o a hacer algún gesto que denote su incomodidad.

Quizá aquella no fuera la decisión más acertada y terminaría siendo perjudicial para él, pero ya había decidido que daba igual. Estaba demasiado comprometido como para retroceder y no seguir probando más y más de aquella adictiva y demente estupidez.

Sacando fuerza de donde no sabe, se inclina hacia adelante. Bajo la atenta mirada de Tony, y lo que él siente son diez millares de ojos, separa los labios y acerca la boca entreabierta a la pieza de sushi.

—Eres una criatura muy peligrosa, tigre —musita Tony con la mirada velada de deseo—. Me gusta —añade mirándolo comer.

Peter atrapa con los dientes la pieza y se aleja cuando Tony le sonríe bajando los palillos.

—No sabe tan mal, pero no es mejor que una hamburguesa.

—No tienes nada de buen gusto —se queja Tony agarrando una pieza para él.

—Entre otras virtudes.

—Esa no es una virtud.

—Es practicidad, lo que sí es una virtud.

Tony arruga el entrecejo y bufa cuando ve como Peter, cansado de pelear contra esos palillos y el temblor inexcusable de sus manos, coge la siguiente pieza con los dedos y se la lleva a la boca.

—Claro, sírvete como un animal. No te traje a un buen lugar para verte perder el tiempo con cubiertos descen-... —interrumpido por un ruido lejano, Tony voltea el rostro cortando la pulla a la mitad.

Peter apresura el bocado con un trago de agua, listo para entrar en acción si fuera necesario. Cuando vuelve a verlo, nota que la ligera preocupación que había enturbiado su mirada se ha disuelto.

Separa los labios, pero se dice que lo mejor es no tentar al diablo. Cómo Tony confirmara lo que sus ojos habían notado iba a tener serios problemas en seguir confiando en que aquella estupidez no iba a destrozarlo. No iba a salir vivo de esa locura, si el hombre que tenía frente a él iba a estar intentando interponer su cuerpo entre el peligro y él.

Vuelve a tener completamente su atención, pero no sabe muy bien qué hacer. La sensación de incomodidad vuelve a inmiscuirse entre ellos y sin saber muy bien qué más decir, recurre al único tema que tiene disponible y sin agotar.

—No es que quiera cortar el buen ambiente, pero... ¿No deberías estar, ya sabes, haciendo algo para poder meterte en las instalaciones de Fisk?

—Aún no han llamado a los científicos que les recomendé. Hasta que eso no pase, no puedo hacer nada.

Él, que jamás pudo entender ese concepto de "no hacer nada" lo mira perplejo. Intenta no comentar que esa era una buena diferencia entre variantes. Su mentor jamás se quedaba "sin hacer nada". Era al menos igual de inquieto que él.

Intenta sonreír, pero algo de tensión lo hace alejarse y pegar la espalda en la silla. Se aferra a que el recuerdo llegó de la nada, pero no dejó una herida sangrante. Laceró por unos segundos, pero aún estaba ahí, aún estaba entero.

—O bueno, si tengo —se corrige Tony sonriendo de lado—. Mirarte comer como un neandertal.

—Muchas culturas actuales comen con la mano —responde agradecido por tener una conversación banal que seguir.

—No creo que sean actuales si aún les cortan las manos a los ladrones.

—¿Realmente lo hacen? —pregunta de golpe, sin poder suprimir su curiosidad—. Nunca sé si eso es algo que dicen en internet o algo que hacen.

Tony suelta una carcajada medida y niega con la cabeza mirándolo. Peligrosamente cerca de echarse a babear, Peter carraspea y corre la vista.

—Ve y prueba. Seguro se les ocurren muchas cosas para hacerle a Spider-Man.

Rueda los ojos y Tony alza otra pieza con sus palillos para él. Esta vez, pese a que nota la mirada posarse en su boca, no cae en el juego y vuelve a coger con los dedos la pieza que le ofrece.

—Eres tan aburrido...

—¿Has viajado?

—¿Aparte de entre universos? —pregunta con intención.

—Aparte —concede lacónicamente, sintiendo una sonrisa tirar de las comisuras de sus labios.

—Así no me lo creas, no estuve de vacaciones.

Peter, con un sentimiento desagradable de culpa carcomiendo su consciencia, baja la mirada a la lujosa mesa y frunce los labios.

—Lo siento, eso... fue estúpido de mi parte.

—He viajado en mi universo. Mucho. Me gusta y es necesario. Negocios y placer. Conceptos que disfruto mezclar, cosa que veo compartes conmigo.

Con una mueca un poco incómoda alza la vista y ve como los ojos verdes siguen fijos en él, sin reproche o pesadez, más bien solo brillan con una cuota de malicia.

—Creo que a mi Tony no le gustaba viajar.

—Tu Tony. —repite de forma lenta, pero muy sugerente.

—Y-ya sabes lo qu-que quise decir —se atraganta maldiciendo su incapacidad para controlar las palabras que salen sin más de su boca.

—¿Qué había de verdad entre tú Tony y tú?

Siente cómo el cuerpo se le tensa. Es incómodo para él sacar esas cosas a relucir, en especial cuando lo que "hubo" fue el más patético caso alguna vez visto de enamoramiento juvenil no correspondido.

Un dolor oscurecido por el paso del tiempo le araña la piel y maldice haber abierto esa puerta. Empuja sin siquiera notar la pila de recuerdos que el nombre evoca en su interior. Le cuesta pasar saliva, principalmente porque tiene la boca tan seca como el desierto en Nevada, pero se esfuerza por sonreír de lado.

—Nada. Ya te lo dije, era mi mentor.

No pica. Deja los palillos junto a su plato y apoya el mentón sobre una de sus manos, viéndolo detenidamente.

—Te enamoraste de él, ¿verdad?

Un eco poco cómodo hace que las palabras se estrellen dentro de su cabeza. El agujero en medio de su pecho gruñe como si estuviera preparándose para una guerra. Pero Peter tenía entrenado a su cerebro y mágicamente la neblina espesa que solía adormecer sus recuerdos más profundos actúa como agente relajante.

—¿Y tú, con tu Peter? —murmura intentando desviar el tema.

Tony niega y hace un sonido con la boca acompañando.

—Yo empecé, te corresponde responder primero.

—No. No me enamoré de él. Era mi mentor —espeta un poco más duro de lo que desea. Pero al final decide que eso quizá sea mejor, así que imprime suficiente fastidio a sus siguientes palabras. Con suerte eso basta para que de una jodida vez capte la indirecta y no vuelva a hablar de Tony—. Era su fan. Casi no lo pude creer cuando empezamos a trabajar juntos. Me apoyó y me escuchó, pese a que todos le decían que era imprudente. Confió en mí —aclara con un nudo en la garganta y rápidamente tiene que volver a tomar las riendas de su boca, cuando sus ojos empiezan a ver borroso—. Me hizo confiar en mí mismo. Yo... no hubiera llegado a donde llegué sin su ayuda.

Tony asiente y suspira cogiendo la copa de vino que tenía frente. Peter siente como la planta de sus pies se pega al piso e inclina el cuerpo en consecuencia. Una pregunta más lo hará salir de allí. Ese era el límite aceptable de recuerdos que podía permitirse, antes de chocar de lleno contra aquella gran muralla de hierro dónde enterró su más profunda tristeza.

—Yo ya te dije. Peter era mi mejor amigo. —masculla con una sonrisa cálida y placentera. Peter siente una envidia tan grande al ver qué sus rasgos se suavizan, como si estuviera hablando de algo que es reconfortante y no sumamente doloroso—. Lo conocí en la facultad, entramos el mismo año. Ambos niños prodigios, ambos solos en un campus lleno de lo que parecían, a nuestros ojos, adultos. Fue inevitable.

La idea es surrealista. Intenta imaginarse a sí mismo siendo compañero de su Tony y simplemente le colapsa el cerebro.

—¿De verdad nunca descubriste que era Spider-Man?

Peter nota como en sus ojos algo titila y se endereza en la silla al reconocer su propio dolor en ellos. Siente la desesperada necesidad de estirar la mano y coger la suya. Quería apretarla y preguntarle si alguna vez aquello dolería menos, si alguna vez él lograría dominar de esa forma su dolor y poder... poder permitirse pensar sin sentir que una fuerza extraña le rodea con sus garras el corazón y se lo estruja hasta fracturarlo en pequeñas piezas. Pero lógicamente no hace nada de eso y solo se permite estirar la mano para seguir comiendo el asqueroso sushi.

—No —dice después de un tiempo, sin una sola muestra del dolor que Peter sabía seguía reflejándose en su voz—. Era evidente que algo tenía, pero yo estaba muy ocupado en mí mismo y la universidad. Pese a que éramos bastante listos, no fue un paseo por el parque. Teníamos que dar el doscientos por ciento para evitar que se metieran con nosotros.

Otra cosa ronda su mente, una pregunta que se instala en la punta de su lengua, pero siente que es demasiado personal como para hacerla. Se arriesgaría si no temiera que eso se volviera en su contra. No quiere que al hacerla, Tony crea que Peter está dispuesto a responder cosas tan íntimas. No lo está.

Intenta pensar qué otra cosa, menos personal puede preguntar, pero la idea de hablar de May le hace sentir rechazo. Entonces, una persona por la que no preguntó en todo ese tiempo viene a su mente y antes de que Peter pueda preguntar por su tío, Tony lo sorprende con aquel trozo de información que no se atrevió a pedir.

—Cuando nos egresamos, le pedí que viniera conmigo. Le ofrecí que fuera mi socio en la empresa de mi padre. No me interesaba para nada lo que estaba haciendo, pero la empresa era grande. Y ambos éramos lo suficientemente listos y determinados como para cambiar el rumbo que tenía. No me dio tiempo a explicarle el plan integral. Se negó antes de que pudiera darle mi visión de lo que quería que hiciéramos con ella.

Peter abre los ojos y ve como el rostro de Tony se crispa ligeramente. Sabe antes de que pueda soltar un gran y largo suspiro que no está mentalmente allí con él. Está en ese momento, en ese universo, viviéndolo.

—No volví a verle la cara hasta el día que murió. Spider-Man empezó a perseguirme poco después de eso. Se inmiscuyó en mis cosas, pero Peter... no intentó volver a ponerse en contacto conmigo, salvando algunas aisladas oportunidades que no dieron fruto alguno.

—¿Aisladas? —murmura sorprendido.

—Una vez en persona y dos mensajes que no respondí. Al final se rindió, sabía que no le hablaría —inclinando pensativamente la cabeza, lo mira con suspicacia—. No soy alguien que puedes rechazar un día y llamar al siguiente.

Peter menea la cabeza, sin prestarle atención a su estúpida indirecta y siente un acceso de rabia y lástima. Él jamás hubiera podido hacer eso. Ned... Ned era más que su amigo, era parte fundamental de él, ¿cómo pudo solo darle la espalda?

Así supiera que estaba enojado, así supiera que era terco. Peter hubiera dejado que pase el tiempo, se las habría ingeniado para conseguir que entendiera sus razones. Obviamente no tenía que aceptar el puesto como codirector de una empresa que hacía cosas con las que no comulgaba, pero, ¿dejar que eso hiciera añicos su amistad?

—Quita esa expresión —le ordena Tony con una mirada tirante, claramente defendiendo a su amigo—. ¿No hiciste tú lo mismo?

Peter, atrapado en un debate moral interno, abre los ojos y lo mira ultrajado. Él jamás hizo algo ni remotamente parecido. El único momento de su vida donde se sintió pleno, pese a todo lo que cayó sobre él, fue cuando tuvo a todos los que amaba a su lado en aquel barco. No más mentiras, no más desapariciones forzosas que dejaban a todos creyendo que no les importaba lo suficiente.

—Jamás. Nunca hubiera podido darle la espalda a mis amigos.

—Busqué información tuya en cada parte de la red. No tienes amigos. ¿Sabes qué me dice eso? Que lo hiciste.

Sintiendo más dolor del que puede poner en palabras al escuchar esa descripción poco acertada de lo que en verdad pasó, Peter aprieta las manos en dos puños sobre la mesa y lo ve con un odio que no puede contener. Ya había estado luchando contra el dolor al hablar de Tony, hasta ahí llegaba su fuerza de voluntad.

—Eso no fue lo que pasó —espeta—. Era lo mejor para ellos. Cómo bien te expliqué, nada de lo que pasó es igual a lo que hizo tu Peter.

—¿Qué te hace pensar que mi Peter no llegó a la misma conclusión?

Peter abre la boca, pero la cierra de inmediato. Baja la vista, la clava en el impoluto mantel y niega.

—Eras su chico en la silla —susurra por lo bajo, recordando con dolor el mote que Ned usaba para describirse—. Si hubiera intentado cuidarte, no hubiera permitido que lo seas.

—¿Su qué?

—Tú le ayudabas. Trabajabas para él.

—Trabajaba con él —puntualiza con tono displicente—. Y eso solo fue producto de la necesidad. Al principio, cuando empezó a rondarme, parecía una molesta mosca. Por aquel entonces tenía un socio, estaba metido en cosas turbias, quizá lo escuchaste nombrar, era el mismo que vendió a tu Tony cuando se hartó de compartir.

»Luego de eso, cuando conseguí toda la información de sus socios y me disponía a tomar cartas en el asunto, se me ocurrió usarlo y dejar que él se lleve los golpes. Yo era el que no confiaba en él, así que le dije que si quería lo que yo sabía, íbamos a tener que trabajar juntos.

—¿Por quince años? —pregunta con escepticismo.

—Por quince años, sí. Sucede que cuando empiezas a tirar de un hilo, el final de ese está agarrado a otro y otro y así hasta que entiendes que la corrupción está por todos lados. En cada maldita esquina. Antes de darnos cuenta teníamos un montón de jodidos idiotas de los que encargarnos. Y no siempre podíamos ir a patear una puerta y hacer que los arresten. Algunos eran lo suficientemente listos para conseguir protección desde arriba y otros sencillamente nos servían más en la calle, conduciéndonos a otros que tenían más importancia.

Y entonces, Peter lo entiende. Y no porque entienda racionalmente que la corrupción era un negocio bien engranado, entiende a ese Peter.

—No pudo alejarte —susurra compasivo, entendiendo perfectamente aquella variante.

—No lo iba a dejar, dirás. —La forma altiva en la que alza el mentón le resulta simpática.

—Peter, no pudo dejarte. No quiso hacerlo, mejor dicho. No importa lo que estés haciendo por él. No tenía porque permitirte hacerlo. ¿Qué ibas a hacer? Jamás podrías vencerlo en un enfrentamiento físico. Y tampoco dejarías de ayudarlo. Ya estabas involucrado. Pero él no quiso dejarte. No fue capaz de permitir que desaparecieras.

Tony es quien esta vez abre la boca y luego la cierra. La idea parece dejarlo helado y se pregunta si su brillante cerebro jamás reparó en aquello o si solo se mostraba así de impactado porque él lo hubiera descubierto.

—Por eso no le dije a... a mis amigos la verdad —comenta con pesadez—. No hubiera podido volver a despedirme de ellos.

—No tienes que hacer todo solo, Peter.

Con una mueca no muy convencida, mira la gente comer cerca de ellos y se imagina por un segundo la vida que hubiera podido tener si en vez de dar media vuelta en la cafetería, le decía la verdad a MJ y a Ned. La idea es dolorosa, pero no ajena. Había soñado con eso muchas veces, pero sus sueños siempre se volvían una pesadilla cuando cualquiera de los dos volvía a encontrarse en peligro y moría como May en sus brazos.

—May intentó ayudarme y ya ves que eso no salió bien. Tú intentaste ayudar a Peter y eso tampoco salió bien —razona—. Hay cargas que no puedes compartir.

Tony carraspea con fuerza y Peter posa en él la mirada.

—Bueno, ahora arruinaste completamente el ambiente —se queja dejando caer la servilleta de su regazo junto al plato—. Deberíamos besarnos para romper la tensión.

Peter suelta una carcajada un poco más ruidosa de lo que aquel lugar recatado manda. Unas cuantas personas se giran para verlos y Tony hace un mohín al ver que en lugar de lanzarse a besarlo, le arroja una servilleta a la cara.

—Eres un idiota.

—Cuide su boca, señor Parker. Este no es uno de esos lugarsuchos donde sueles ir. Aquí la gente tiene modales.

Peter le pone los ojos en blanco y modula con la boca: fresa, mientras vuelve a mirar las piezas de sushi.

—Fue toda una experiencia comer en el parque para ti, ¿no es cierto?

—E, increíblemente, no me intoxiqué.

—O sea que también fue todo un éxito.

—Insospechable.

—Peter... digo, él también era... eh... esto, ¿millonario?

Tony es quien esta vez suelta una carcajada fuerte y las mismas personas que se habían volteado, esta vez murmuran reprobatoriamente.

—Dios, no. Era jodidamente pobre. La primera vez que vi su apartamento pensé que era una broma. Aquella pequeña ratonera... Ni siquiera puedo imaginar cómo se las arreglaban para caber los tres.

Peter coge aire con fuerza y Tony entiende lo que ese pequeño comentario le hace, porque suaviza la expresión y le sonríe compasivo.

—Conocí a Ben. Era un gran sujeto. Peter... cambió drásticamente luego de eso. Parecía más disperso, pero mucho más determinado. Era brillante, desde ya, pero su nivel académico sintió el cimbronazo. Ahora entiendo que eso se debió a Spider-Man —se queda mudo un instante, quizá sopesando si valía o no la pena seguir por ese carril de conversación.

Antes de que pueda decidir si preguntar o no, Peter decide que por darle algo hace un rato, puede decirle aquello.

—¿Allí también fue culpa de Peter, que muriera?

Tony encoge los hombros y sacude la cabeza.

—No lo sé. Nunca pregunté qué pasó. Sé que estaban juntos la noche que Ben murió y Peter no lucía todo lo destrozado que debería en el funeral —murmura pensativo—. Digo, obviamente estaba destrozado, pero la forma en la que miraba la tumba... no digo que noté culpabilidad, pero había algo... una aflicción muy profunda en él. Como un estoicismo desmedido. No derramó una sola lágrima, se quedó allí, tieso, sosteniendo a May. No dijo nada, solo miró la lápida. Con la boca cerrada y el cuerpo tenso.

Con una sacudida de cabeza más fuerte parece querer borrar el recuerdo, pero no parece que lo logre, pues cuando sigue hablando algo empaña su mirada.

—Cuando entendí quién era, qué vida llevaba, saqué mis propias conclusiones. Spider-Man apareció a los pocos días en el periódico, Peter empezó a tener problemas con las entregas de los trabajos y había días donde extraños golpes aparecían por su rostro. Le pregunté qué era lo que estaba pasándole, pero solo dijo que se había metido en clases de defensa personal. Supongo que si hubiera prestado más atención, hubiera visto hematomas en otros lados. Pero adjudiqué aquello a que solamente se metía en problemas para sobrellevar el dolor. No imaginé que literalmente se liaba a puñetazos con los delincuentes de la ciudad.

Peter asiente y despega los labios con un gusto desagradable en la boca.

—Le tomó un tiempo, pero... el último año de la universidad parecía el mismo. Más grandote, eso sí. Pero... pero en esencia el mismo de siempre.

—Yo estaba con Ben. O mejor dicho, fui el motivo por el cual él no estaba con May en casa. No me dejaron salir a una fiesta y yo... me escapé. Fue idiota, ni siquiera me interesaba, pero todos iban a ir y yo... no pude resistirlo. La zona no era buena. Ben me dijo que aún no tenía edad para ir a ese tipo de lugares y que esos chicos ni siquiera eran mis amigos. Siempre se burlaban de mí y me ponían apodos horribles, pero no lo escuché. Cuando fue a buscarme a mi dormitorio para hablar, para intentar explicarse, se dio cuenta de que no estaba y fue por mí. Hacía poco me había picado la araña y yo... supongo que creía que era invencible. ¿Qué más daba si el barrio no era bueno? No iban a poder hacerme nada, pero Ben fue por mí y... resulta que él no era invencible.

Esta vez Tony no pregunta o hace chistes al respecto. Peter siente el jalón tras su cuello y al alzar la vista la boca de Tony se aplasta contra sus labios. Jadea sorprendido, pero la lengua se mete dentro de su boca y Peter se derrite bajo su toque. Alzando su propia mano para tomarle el mentón y acercarlo más, vierte en ese beso el dolor que lo carcome.

Un gemido necesitado brota de entre sus labios y la realidad, la tristeza y el dolor por la pérdida se diluyen a medida que Tony va inclinando la cabeza y profundiza el beso.

Ni siquiera es consciente de que se acercan tanto, pero la silla que antes estaba ligeramente inclinada le golpea la rodilla y gime por lo bajo al sentir como sus dientes le atrapan el labio inferior.

—Creo que es hora de salir de aquí, encanto —susurra contra sus labios y Peter medio drogado acepta. Viendo como Tony se endereza en una simple maniobra y se posa tras él para correr su silla, se apresura a imitarlo. Algo parecido a los nervios quiere atacarlo, pero está más allá del bien y mal como para que pueda llegar hasta él.

Las miradas de los comensales en el lugar los persiguen hasta que llegan a la puerta y Peter se da cuenta nada más atravesarlas que no habían pagado.

—¡La cuenta! —jadea dispuesto a voltearse para volver a entrar, pero Tony le coge el brazo y lo empuja tras él con un bufido.

—Yo no pago cuando vengo aquí.

Peter está por decir algo, pero parte de la charla que sostuvieron en aquel lujoso lugar flota en sus recuerdos y suspira.

—Tiras de un hilo y resulta que el final de este está unido a otro y otro y otro, ¿no?

Tony le lanza una mirada ladina y le hace apurar el paso.

—No quieres saberlo.

—Dime que no me trajiste a comer al lugar de un traf-

—Solo lavo dinero para el dueño, Parker —gime exasperado—. No todos patean perritos por la calle.

—Que sepas, el maltrato animal es-

—Eres exasperante —lo corta guiándolo donde el ballet, al que le da el tiquete de su auto.

—Lavar dinero no es un trabajo legal, por si no lo sabías.

Tony es quien esa vez pone los ojos en blanco, pero Peter se mantiene muy estoico en su lugar, con los brazos firmemente cruzados en el pecho.

—Realmente exasperante. Mira, encanto, sabes dónde te metes, no pidas más de la cuenta.

—Nada de lugares donde hagan cosas ilegales, no me parece una petición muy descabellada, dado que vivo de encerrar maleantes.

—Sabes, el mismísimo presidente de la nación lava dinero. No deberías vivir en este país si tanto te atormenta la corrupción.

—Alguien tiene que quedarse a pelear por lo que es correcto.

El auto llega y Tony le lanza una mirada aburrida, antes de ir a por él. Se mete cuando el ballet sale y ve que le entrega una cantidad tan absurda de billetes al chico, que este abre la boca impresionado al sopesar la propina. No le sorprendería que fuera el equivalente a su sueldo, a juzgar por lo lívido que se queda y como se inclina una y otra vez para agradecer.

Escucha como el motor ruge, Tony acerca el auto hasta donde se quedó plantado y baja la ventanilla, inclinándose en el asiento del copiloto para verlo.

Peter siente un ligero tirón en lo profundo de sus entrañas al verlo inclinado sobre el asiento, con esos ojos tan brillantes fijos en él. Maldición, por qué tenía que verse tan bien. Por qué. No ayudaba saber que en veinte años, su rostro sería igual de hermoso, igual de sensual e irresistible.

—¿Voy a tener que ir a buscarte o será que dejas de hacerte el digno ahí afuera y subes de una vez?

Parker malas ideas vuelve a estar al mando, porque antes de poder decirse que lo más inteligente es irse andando a casa, descruza los brazos y coge la manilla de la puerta.

La boca de Tony lo vuelve a asaltar antes de que termine de acomodarse y Peter gruñe cogiéndole la pechera del sobre todo que tiene, apretándolo contra su cuerpo. Le responde el beso con fuerza, casi queriendo lastimarlo, pero eso no sale de la forma que quiere y el bastardo solo gime encantado, arrastrando las manos desde el volante a su cintura.

—Joder, encanto —murmura contra su boca, con una sonrisa tan languida y sensual que a Peter se le funden un par de neuronas—. ¿Quieres ir a casa? Se me ocurren muchas formas en las que puedes castigarme por ser un maldito delincuente.

Tony se relame de una forma muy sugerente y Peter le hubiera dicho que era un idiota si no fuera porque repentinamente puede verlos y la imagen que su mente crea es bastante diferente a las que habían estado asaltándolo por días.

—¿Parker?

—De-dejarías... digo, dejarías que fuera yo el que... ya sabes, en la cama, el que...

—¿Va arriba? —pregunta Tony alejándose un poco de él.

Lo mira detenidamente, alzando una ceja, más genuinamente preocupado por no entender, que escéptico a la idea. Peter se atora un poco y el calor que sube por su cuello le dice que el sonrojo ascenderá hasta la raíz de su pelo de un segundo al otro.

—¿No quieres? —le consulta inclinando el rostro, realmente valorando la situación.

Peter parpadea. Ni siquiera lo pensó.

—¿Tú sí?

—No soy muy firme sobre esas cosas, me dejo llevar por el momento —dice como si nada, encogiéndose de hombros, completamente despreocupado—. Aparentemente, estabas lo suficientemente molesto como para querer darme una lección y supuse que me follarías duro y sin piedad con tal de dejar en claro tu punto. —Peter se atraganta con su saliva y tiene que toser y alejarse de él por un segundo cuando la explícita imagen lo golpea.

Atormentado, agita la cabeza y niega varias veces sorprendido consigo mismo.

—Debo ser malditamente gay —aventura desanimado—. Ni por un segundo pensé en... en ser yo... Era heterosexual hasta hace cinco minutos, ¿cómo no se me ocurrió eso a mí? —pregunta al aire, a la vida, a sus fantasías y a él mismo.

—Creo que deberíamos aclarar que a: Eres bisexual, si no es que un hétero si no es el destinatario de tcurioso. Y b: lo que acabas de decir es absolutamente retrógrado hasta para ti. Que te guste ser el pasivo en una relación no es lo que te hace "gay" es que te guste otro Ssswwssswslsollsosiolswwuoswsiiñpppootío lo que lo haría.

Peter sacude la mano y no se molesta en escucharlo. Tony pone primera sin decir más y mientras él va allí sentado, meditando el asunto, ve las calles pasar sin siquiera prestarles atención.

Es decir, sí, acaba de decir algo absurdamente homofóbico y no, no se siente bien por ello, pero el punto era que no se le ocurrió ni por un segundo. Vio cómo un tío le metía la lengua en... bueno, ya sabe dónde, lo vio, ¿por qué no se le ocurrió que Tony podría tomar bien que él llevara las riendas? ¿Por qué? La idea no es que le desagradara, era que simplemente jamás la sopesó, ni por un segundo.

No era normal. Nada normal. Hubiera sido lo más lógico. En el taller había mirado el maldito culo de Collin y no es que lo pensara, pero miró su trasero, no le miró la jodida polla. ¿Por qué con Tony no había cometido el mismo desliz?

¿Había algo que se le escapará?

Era más fuerte que él, en pos de la regla simple, someterlo para Peter no tomaría nada que no fuera estirar la mano y empujarlo. Con un poco de fuerza podría romperle algunos huesos sin más. Tumbarlo boca abajo solo significaba un par más de movimientos. Por qué no pensó en eso cuando los imaginó. Por qué no pensó en que él era por mera fuerza el dominante...

—¿Vas a seguir mucho en eso? —pregunta Tony apagando el auto y Peter saca la vista de la ventana y la clava en Tony, notando que la iluminación exterior es más que pobre.

Gira el rostro e intenta determinar dónde están. Es obvio que ese no es el lujoso e iluminado garaje de Tony ni la calle frente al edificio. Tampoco es su barrio.

—¿Dónde estamos?

—Villa cariño —dice mofándose de él y Peter entrecierra los ojos por el parabrisas, notando que estaban en un bosquecito apartado, y que a lo lejos se podían divisar algunos autos, escondidos entre los árboles.

—¿Dón-...?

Tony se suelta el cinturón antes de que pueda terminar la frase y Peter jadea al sentir como su asiento de golpe se desliza hacia abajo y hacia atrás. Lo tiene montado sobre sus caderas antes de que pueda decirle nada y la mirada verde se desliza por su rostro con lentitud y arrogancia.

Gruñe y gime al sentir cómo Tony restriega la dura erección que guardan sus pantalones por la parte baja de su abdomen. Sus manos se aferran a los costados del auto, o eso intentan; dado el poco espacio tiene que sujetar la puerta y la palanca de cambios.

—Es muy normal —musita mordisqueando su oído —, que a los chicos bisexuales les guste estar con mujeres como el activo y pasivo con los hombres.

Peter, que lo duda, abre la boca para decir algo, pero la mano de Tony le abre de un tirón la chamarra y se le enredan las palabras cuando hunde la mano bajo su remera.

—No es una norma —aclara y eso le suena más realista, lástima que apenas y le entiende, pues su mano se desliza por su pecho apretando y amasando con dureza cada uno de sus pectorales—. No hay normas en las preferencias sexuales, pero he conocido a muchos que encajan en ese lugar del espectro.

La voz suave y cálida empieza a erizar la piel de su cuello cuando comienza a estrellarse contra este entre mordiscos y lametones.

Peter, sintiéndose tan blando como la gelatina, se estremece y se arquea, teniendo que apretar los labios con fuerza para no soltar toda la sarta de gemidos y súplicas que desea.

—¿Quieres saber por qué? —pregunta alzando el rostro, suspendiéndolo sobre el suyo, abarcando toda la visión de Peter al morder su labio inferior y sonreírle con picardía.

Su cabeza se mueve y puede ser desde un: Sí; Por favor; Deja de hablar. Hasta un: Haz lo que quieras conmigo.

Tomando aquello por un sí, Tony se endereza separando sus cuerpos y Peter no puede evitar seguirlo. O intentarlo, porque la misma mano que había empezado a pellizcar sus pezones lo aprieta contra el asiento y lo mantiene ahí. Tony toca un botón junto a la mano que Peter tiene en la puerta y su asiento se reclina tanto que queda semi acostado.

Traga con fuerza. La vista verde parece un páramo tropical en medio del seco desierto cuando alza las manos y empieza a soltar la correa que ajusta el saco en su cintura. Peter muerde sus labios y sigue embobado sus dedos. Lentamente estos abren los botones y terminan bajando la prenda por los brazos. Queda únicamente con un suéter negro y ajustado, tan al cuerpo que sus músculos se ven inmensos.

Su mirada no se desvía cuando la prenda vuela a la parte trasera, solo sigue fija en Tony, que medio inclinado para no golpear la parte posterior de su cabeza, se deshace de ese suéter también. Arranca la remera de dentro de sus pantalones y Peter esta vez no puede evitar gemir cuando al salir el súeter, la remera se le alza lo justo para mostrarle el torso entallado, bien definido y poblado de vellos oscuros.

—¿Tiene hambre, señor Parker? —musita volviendo a alzar la remera cuando esta se baja, culpa de la estúpida y entrometida gravedad—. ¿Quiere tocar?. —La media sonrisa que le regala podría haberlo hecho sentir mal, pero Tony le coge la mano que está por destrozar la palanca de cambios y le hace apoyarla en su abdomen.

Peter, humilladamente hambriento, empieza a recorrer el cuerpo a medida que Tony se estira y se retuerce complacido sobre su regazo. La mente le entra en corto al ver qué coge con los dientes la tela y le sujeta la otra mano para que también la pasee por su cuerpo. Dejándose guiar por estas, recorre su cintura, sus abdominales y su pecho. Tony le gime con una vulgar expresión en el rostro cuando se pellizca sus propios pezones con los dedos de Peter.

Y eso es casi todo lo que tolerará de aquella locura. Peter se acomoda mejor en el asiento y está por coger su boca para besarlo, pero Tony le quita las manos del pecho y las acomoda directamente en su trasero. Deja caer la remera, se recarga contra su torso y alza el trasero para que las manos de Peter puedan tomarlo completamente.

—¿Sabes qué quiere decir que tu instinto haya pensado en ti como el pasivo, Peter? —susurra volviendo a hablar contra su oído.

No tiene pensamientos coherentes, imagínate tú si va a saber algo tan complicado.

El trasero de Tony es duro y mucho más grande de lo que Peter a primer ojo pensó. No le cabe en las manos, así estire cuanto puede sus dedos.

—Dice que eres muy, muy, muy, listo.

Lo duda mucho.

La tela de los jeans es suave y cuando aprieta más, puede sentir sus boxers arrugarse. Tony le clava los dientes en el cuello. Peter aprieta con más fuerza y lo hace restregarse contra su miembro que palpita preso en sus propios pantalones.

—Joder, encanto. Eso es. De esto hablo —murmura enterrando las manos en su cabello, apretándose y frotándose más contra él—. Por esta sensación quieres serlo. Porque es enloquecedor este poder. —Peter medianamente entiende eso, pues su mente es rehén de lo mucho que lo desea—. Además, sabe que luego del dolor, una vez que lo atraviesas... —su rostro se contrae en una nueva mueca derrotada de placer—. Es tan bueno, tan bueno... pierdes la cabeza, todo deja de tener sentido. Porque una vez que el dolor se va, solo hay placer... placer y más placer. Tanto —susurra con la voz ronca y deseosa—, que harías lo que sea porque no termine. Y solo lo quieres más fuerte, más rápido, más hondo —enumera empujando una y otra vez las caderas hacia delante y atrás, emulando con precisión los saltos que daría si estuvieran desnudos y con su polla dentro.

Peter aferra con firmeza su cuerpo y puede verlo tan claramente que un gemido largo y angustiado sale de su boca; porque las palabras se enredan entre sus neuronas, despertando cada una de sus terminaciones nerviosas.

—Y qué te importará a tí si el idiota entre tus piernas está disfrutando —sigue como el cazador que es, poniendo a su merced a la presa—. Tú sólo quieres más. Más placer, más libertad, más impunidad. No es tu responsabilidad durar, no tienes que pensar en esas cosas, solo piensas en lo bien que se siente tu sangre hirviendo, tus músculos tensos y tu cuerpo tan lleno que te vuelves loco. Gimes, gritas y nada es suficiente, todo el placer del mundo viaja atormentando cada uno de tus huesos. La piel te quema. Da vueltas el mundo y todo se reduce a ese fuego que se gesta en tu vientre. Y el calor solo te recorre y te ahoga hasta que un golpe final pone fin a la tortura y te vienes con tanta fuerza que todo a tu alrededor se apaga al fin...

Peter estira las caderas, alza a Tony sin esfuerzo y este salta en medio de su discurso, apretando sus hombros cuando Peter, en una sola y magistral maniobra, los voltea y lo acuesta frente a él.

Tony sonríe y alza la remera para que pueda verle el pecho. Peter, con las rodillas clavadas en el borde del asiento y las firmes piernas de Tony rodeándole las caderas, se siente como un perro babeando por un pedazo de carne. Porque el malnacido es tan erótico, tan sensual con el brazo doblado bajo su cabeza y la mano apretando la remera para que Peter se deje los ojos viéndolo...

—¿Vas a hacer algo, o solo mirarás? —musita en el mismo tono candente con el que le envenenó el cerebro.

Arrastrado por sus palabras, Peter se inclina sobre él, imitando sus movimientos, y atrapa con los dientes su labio inferior, mientras que empuja con las caderas y las manos la pelvis de Tony a la suya.

Las rodillas se le clavan bajo las costillas, pero no le interesa, la boca de Tony es adictiva y mientras sus manos empiezan a empujar los pantalones oscuros hacia abajo, las uñas ajenas encuentran la piel tras su cuello.

—¿Vas a darme placer, Parker? —musita juguetonamente, y Peter se aleja de su rostro lo justo para quedar suspendido a pocos centímetros de su boca—. ¿Lo hiciste alguna vez? Con alguna de tus chicas, ¿lo hiciste? ¿Sabes qué se siente? ¿Cómo es? ¿Lo bueno y adictivo que es?

Oficialmente sin palabras, Peter aprieta los ojos y niega. La idea empieza ajustarse en su mente y basta con saber un poco de biología para entender en su plenitud el concepto de lo que le ofrecía el sexo entre dos hombres. Con las manos temblando Peter vuelve a tirar de los pantalones de Tony y gruñe al ver como sus interiores oscuros contienen su erección, dejando que una pequeña porción de ella se vea por la cinturilla elástica.

Surgiendo de quién sabe dónde, el deseo de probarlo lo inunda y el gemido ronco que Tony hace le dice que sabe exactamente qué pensamiento atravesó a Peter.

—Eres un compendio de sorpresas, encanto —musita estirando la mano para acunar su rostro y empujarlo con fuerza.

Golpea con las rodillas el suelo del auto, pero Tony ya se había acomodado en el asiento, empujando de este al tope para que Peter tuviera suficiente margen.

—Te juro que si tuvieras la máscara, sería perfecto. —jadea liberando su miembro y a Peter la idea le quema las entrañas.

Se había dado cuenta de que tenía un temita no resuelto en lo absoluto con su traje, y el pensamiento que siempre lo acosaba cuando estaban juntos vuelve a martillar en el fondo de su mente, ¿qué había realmente entre Tony y su Spider-Man? Un molesto sentimiento le oprime el pecho y algo más rabioso le revuelve las tripas, pero Tony estira la punta de los dedos por su boca viéndolo fijamente.

—No tienes que hacerlo, encanto. No necesito más preliminares.

Pateándose por dentro, Peter sacude la cabeza y se dice que tiene que dejar de pensar en algo que no le incumbe. Un pensamiento cruel, mezquino y que le resulta dolorosamente irreconocible surca su mente y se recuerda que sea lo que sea, no es algo que Tony vaya a recuperar al volver a su universo.

Por unos segundos su propia mezquindad lo asquea, pero basta ver la expresión preocupada con la que Tony intenta hacer que se vuelva a incorporar para terminar de eliminar de la superficie de su mente toda aquella basura.

Intenta llegar hasta la boca de Tony, para decirle que todo está bien, que de verdad no se arrepiente de nada. Y está por lograrlo, pero antes de que pueda alcanzar a profundizar la caricia de sus labios, el timbre de su celular le arrebata el suelo bajo los pies.

Peter alza la vista y los ojos de Tony, prendidos de lujuria, siguen el sonido hasta la parte delantera de sus pantalones. Con una mueca de disculpa baja los ojos y se remueve sacando el equipo de su bolsillo.

—Lo siento tengo que... Es importante, no puedo mandarlo al buzón.

—Es una nación libre, Parker; no tienes que explicármelo.

Peter abre la boca, pero no puede decir nada. El sonido va in crescendo. Con un gruñido se sienta en el lugar del conductor, abre de un tirón la puerta y baja.

—¿Sí? —gruñe con impaciencia, pese a saber que es injusto con su interlocutor.

Es urgente —responde automáticamente la voz rasposa, con algo que Peter diría era el mismo cansancio que teñía su voz cuando tocaba hacer ese llamado—. ¿Dentro de veinte minutos, en el lugar de siempre?

Y Peter quería decir que no; que esa noche no podía, que tenía asuntos que atender, pero el auto junto a él ruge y basta voltear el rostro para ver que, en el asiento del conductor, con toda su ropa muy prolijamente acomodada, pero la boca aun hinchada y el pelo ligeramente desordenado, Tony le alza una ceja.

—¿Necesitas un aventón?

No podía determinar si estaba enojado o si entendía bien aquello, su rostro duro e inescrutable no le dice nada. Peter sabía, porque no era un bastardo, que aquello era de muy mal gusto. Muchas veces vio que Tony apagaba el celular en sus clases en el taller y Peter se sentía muy especial al ver eso. Qué clase de animal está en la situación que estaban ellos en el auto y te mira con cara de idiota y te suelta: Es importante. Una araña, al parecer.

—Veinticinco —suspira con la garganta apretada—. No estoy en la calle. —explica al teléfono, negándole a Tony; que asiente, pisa el acelerador y desaparece entre los árboles por donde seguro los trajo.

Peter baja el equipo y voltea con una mueca frustrada. El golpe que le atesta al árbol que tenía más cerca lo hace temblar. Jura al aire, sin cortarse y cuando se siente medianamente dueño de sí, echa a correr en dirección a su apartamento, dado que su maldito traje lo había dejado allí.

Cuánto optimismo. Cuánta arrogancia. Cuánta infantilidad. Mira que ir a creer, después de tantos años, que podría tener una sola noche como Peter Parker.

*****

—No diría que te ves bien.

Peter se encamara cómodamente en el borde de la esquina del edificio, soltando un suspiro cansado. Sus piernas se balancean en el vacío de los trece pisos que lo separan del suelo y sus ojos siguen el recorrido, viendo claramente la expresión que le soltó Tony cuando cogió la llamada.

—Yo sabía que te gustaba cuando venía con regalos —murmura abstraído.

—En verdad tú y mi concepto de regalos son muy diferentes... Que envuelvas a los criminales en telarañas para dejármelos no quiere decir que sean un regalo.

Sin un ápice de humor en el cuerpo, Peter agita la mano y recarga el peso de su cuerpo en los codos sobre sus muslos.

—¿Qué era lo urgente?

—Y directo al grano.

Peter le lanza una mirada colérica y le fastidia ver bajo la máscara una sonrisa contenida tirar de los labios del maldito.

—De haber sabido que querías hablar, hubiera traído esmalte y nos hacíamos las uñas.

—Oh, y cinismo.

—¡Ya! —se queja lanzándole una telaraña al rostro, que esquiva sin más—. Dijiste que era urgente, te importaría decirme qué.

Alzando las manos con un suspiro, el sujeto se encoge de hombros.

—Se están moviendo, un embarque grande viene desde el puerto. Armas.

Peter hace una mueca, no le gustan esas noches.

—¿Cuántos?

—Tres.

Con una maldición se sujeta el rostro entre las manos. Tres. Una cantidad demencial que armaría sin dudas a toda la nueva ola de reclutas que estaban contratando.

—Maldita sea —gime enderezando la espalda—. Bien, ¿sabes cuáles son?

—No, pero dudo que sea difícil reconocerlos. Seguro tienen todo un comité esperando. Wesley estaba organizando a las pandillas para armar un anillo de seguridad alrededor. Mis fuentes dicen que la policía se encuentra inusualmente lejos de la zona de los cargueros esta noche.

Peter siente esa cosa molesta y furiosa retorcerse en su interior al pensar en ese hombre. Pero, a diferencia de los sentimientos despreciables que hasta hace un mes le despertaba ese nombre, ahora lo que siente es mucho más visceral y personal. Una especie de odio que no quiere ponerse a explicar de dónde viene o por qué había crecido al punto donde la irritación y el desprecio común ya no eran explicables. Sabe que ese tipo de pensamientos son los que lo ponen en peligro, los que le harán tener que replantearse exactamente a qué estaba jugando con esa variante.

—Faltaba más. ¿Listo? —pregunta lanzándole una mirada rápida. Ve su traje y sus armas para corroborar por él mismo que todo estuviera en orden.

Peter era bueno peleando, pero no tan diestro en el cuerpo a cuerpo. Habilidad que su interlocutor tenía finamente entrenada. Era un misterio para él cómo lo lograba. Tanta disciplina, tanta puntería y fuerza bruta. Siempre la pregunta picaba en la punta de su lengua, pero ninguno le hacía preguntas al otro. Cortesía profesional.

—Veo que tienes prisa esta noche.

—¿No deberías tú tener más? —murmura frunciendo el ceño, pues que él recuerde, jamás pierden tiempo en valorar la noche y si está o no cálida

—No me importaría esperar a que lleguen los embarques. Aún es temprano.

Con la quijada rígida, Peter gira el rostro y se asegura de no lanzarle ningún insulto. Podría haber terminado lo que tenía con Tony de otra forma de haber sabido que aún tenía tiempo.

—¿Y tú? ¿Tienes algo de información nueva?

Sus hombros rígidos lo delatan. De alguna forma el sujeto detrás siempre sabía cuándo Peter mentía, pero no puede decirle los nuevos descubrimientos que hizo, porque eso era traicionar a Tony. Era muy peligroso no tener una escala apropiada de prioridades, pero lo más peligroso era olvidarse de lo que era importante.

—¿Tan malo?

—Aún estoy... aún no sé cuánto —se corrige, decidiendo al menos decir la mayor cantidad de verdad—. Pero es gordo, o lo será una vez que nos pongamos en ello.

Ambos habían llegado a la conclusión de que atacar directamente a Kingpin era la peor jugada. Ambos lo habían intentado, y ambos casi mueren en el proceso. Desmembrar su red era el mejor y más seguro camino que tenían para derrotarlo. Lamentablemente, eso no hacía más que agrandar el odio que el jefe de jefes les tenía. No es que sufrieran especialmente por ello, pero sabían que sus cabezas tenían precio. Y cada vez más elevado. Ambos sabían que habían revalidado sus carnet de enemigo público y que más les valía moverse con cuidado y cautela.

Pero noches como esa los obligaban a actuar de manera más lineal. No podían permitir que las armas entren. Les tomaría meses sacarlas de las calles.

Maldice, pero se queda callado a la espera de más preguntas. No puede decirle la verdad, pero intentará ser lo más honesto que sea posible.

Con un sonido amortiguado entre un asentimiento y un gruñido de fastidio, su interlocutor no dice nada. Peter no sabe si decirle gracias por no presionar o si temer a que no lo haga. Rara vez en aquel acuerdo extraño que tenían discutieron por algo, pero era claro que Peter estaba mintiendo y era claro que aquello no lo hacía feliz en lo absoluto. Para hacer que eso funcionara debían ser honestos, ese fue el acuerdo, ese fue el pacto.

Entonces vuelve a sentirse miserable, porque inevitablemente su mente recuerda el último pacto idiota que trabó consigo misma y piensa en esa variante. Piensa en la forma en la que lo miró, como sus ojos lo atravesaron como a un fantasma sin forma o cuerpo. Ni una sola expresión se divisana en su rasgos y eso de alguna manera (peligrosa manera) lo hacía sentir peor. Cómo en el parque, se da cuenta que prefiero verlo enojado, burlón, facineroso o simplemente irritado, pero no así, no vacío, no distante.

Hubiera sido más molesto, pero entendible, que solo se enoje con él y lo mandé de paseo. Pero el que pudiera verlo como si nada hubiera pasado fue un tipo diferente de malestar. Peter se iba dando cuenta lo mucho que necesitaba que esos ojos lo vieran todo el tiempo y en todo momento. Empezaba a entender qué cosa se despertaba en su interior cuando conseguía hacer con sus acciones, palabras o mera presencia que Tony lo viera. Era él, estaba vivo, era real. No era producto de su imaginación, estaba ahí porque Tony lo miraba y como demonios no eras alguien si ese majestuoso espécimen de ser humano estaba viéndote.

—Hum... ¿una mala noche? —pregunta Daredevil cambiando el tema y Peter niega, pues la verdad no le apetece hablar al respecto—. Oh —musita su acompañante. Y cuando Peter se gira para verlo, ve que está recargado contra otro de los grandes pilares a unos cuantos pasos, con los brazos cruzados y una mueca triste en la boca—. De esas noches. De las que quisieras no ser quien eres.

—Voy a comprarte un perico, evidentemente te falta con quien hablar.

—Te esperará, ya sabes. Si es importante, esperará.

Su boca se abre, pero la cierra antes de soltar otra pulla. No le sorprende que lo entienda a la primera. Nadie vive esa vida sin tener noches de esas. Se siente bien ver que no es el único metido en aquel dilema existencial donde odias tu vida y donde te compadeces de la del otro.

—Si bueno, no sé si es de los que esperan —admite, pese a que debería haber soltado cualquier vaguedad en lugar de la verdad.

—Podrías haberte negado. Hubiera sido mucho más trabajoso para mí, pero no son tu responsabilidad, es mi parte del territorio.

Una sonrisa triste y pesada sale de sus labios y niega con la vista fija en el oscuro vacío. Su parte del territorio. Qué concepto más gracioso para él, dado que peleó en el espacio una vez.

—Nueva York es nuestro territorio. Nuestro trabajo.

—Sería menos doloroso si lo vieras como nuestro hogar —acota en un tono profundo, como si de eso mismo se hubiera tenido que convencer en el pasado.

Ya. Sí. Lo sería. Pero el caso es que no sabe si lo es o no. Peter (que no tiene relación con nadie en su barrio, no de manera firme y sólida) hace rato que trabaja en automático: es correcto, es su deber. Todo es su deber. El trabajo es su deber, el centro es su deber, Tony es su deber. Y solo el último era una obligación con fecha de caducidad.

El problema era que, al parecer, también la única que parecía haber valido la pena en los últimos meses.

Actualmente, tenía más lazos con él que con cualquiera de los niños en el centro. Que si dejaran de verlo por los motivos que fuera, tarde que temprano lo aceptarían y continuarían. Todos en su vida lo harían. Cada una de las personas que lo rodeaban tardarían igual de poco en olvidarlo. Así lo decidió, así lo diseñó y si no fuera por culpa del maldito con ojos verdes, hasta se sentiría menos presionado. Pero, ahora, la muralla entre el mundo y él le parecía una cima empinada y peñascosa que solo servía para hacerlo sentir el peso de su soledad.

La sobrecogedora culpa lo llena y recuerda el centro y como los niños se volvieron locos cuando él llegó el día que Tony los fue a visitar. La forma en la que todos se mostraron orgullosos de decir que Peter les enseñó bien, como los chicos se iluminaban en sus clases y como Thomas, Ben y María siempre corrían a su encuentro, extendiendo a él sus notas cada vez más sobresalientes.

Los chicos no tenían la culpa de nada, vivían encerrados entre la pobreza y la ignorancia. Muchos de ellos terminarían en esas mismas calles, buscando el mejor trabajo que pudieran para ayudar en casa y eso significaría cualquiera de las facciones que Kingpin y sus socios tenían.

Sin esfuerzo puede ver a Thomas cogiendo un arma, una noche igual a esa, dentro de diez años. Porque ni siquiera esperaban a que fueran hombres para reclutarlos; y le gustaba pensar que él podía encargarse de que ese destino no se materializara.

Una mano aterriza sobre su hombro y pese a que no puede ver los ojos del sujeto, de alguna forma puede sentir el poder que estos le trasmitirían.

—Ya encontrarás el equilibrio, parece que eres bueno en eso.

Peter sonríe con pesar y asiente intentando no meditar cuanto retrocedió esa noche con Tony. Esperaba que no tanto como para volver al punto donde era imposible que estén en un mismo espacio sin intentar sacarse los ojos.

—¿Y vas a darme un abrazo o solo lo dejaremos en la charla motivacional? Si tienes un dulce, estoy a bordo de las golosinas luego de la hora de ir a la cama. —Su compañero sonríe, pero lo suelta de inmediato, volteando instintivamente el rostro para el otro lado.

—Ya están saliendo los camiones —musita torciendo más la cabeza, como si buscara entre los pliegues de la noche los sonidos—. Esa debería ser la señal que estábamos esperando.

—¿Súper oído? —pregunta enderezándose de un salto—. Solo eso quiero saber. ¿Es súper oído?

—No.

Peter le hace una mueca disgustada y siente como los ojos de su máscara se achican tristes.

—Ya lo averiguaré.

—Espero que no, tendría que matarte —y una amenaza velada en la broma le recuerda que no son amigos, ni compañeros. No son más que meros socios anónimos, que recurren al humor cuando no queda mucho más por hacer.

—Sí me atrapas.

Dicho eso, Peter se deja caer al vacío y lanza una telaraña que le ayuda a columpiarse hasta el cielo.

—Engreído —murmura el sujeto que deja en el techo y Peter no lo espera, sabe que lo alcanzará mucho más rápido de lo que cabe imaginarse.

*****

Pasadas dos horas, con el cuerpo magullado y la mente agotada, Peter sabe bien que no debería estar allí. Debería estar en su casa, en su cama, limpiando sus heridas. Pero, ¿quién dijo que era de los inteligentes?

Las puertas dobles de vidrio le dejan ver el interior, una vez que se acomoda en el bordillo de la baranda que rodea el balcón del apartamento. Dentro, Tony está caminando de un lado al otro, leyendo algo sumamente concentrado. Habla por un auricular que tiene en el oído, niega un par de veces y se detiene gesticulando a la nada, antes de volver a sujetar con ambas manos la tableta y pasar los archivos.

Está frustrado. Como su variante, se jala la parte posterior del cabello y chasquea rítmicamente los dedos cuando estos no están sujetando el cigarrillo o la tablet.

Su pecho duele, pero no está seguro si es por los golpes recibidos o si es porque se ve dolorosamente cotidiano con un jogging ajustado y una camiseta que resalta el ancho de sus hombros. Desde atrás se parecen tanto que un deja vu le hace sentir la caricia del pasado.

Instintivamente se dice que no debe compararlos, pero parpadea un par de veces antes de darse cuenta que el regusto doloroso del recuerdo es el fantasma de un pensamiento pasajero.

A diferencia de las primeras veces que verlo le traía un malestar que lo hacía rechazarlo, esta vez no desea huir. No desea darle la espalda al dolor. Al contrario, una poderosa llamarada de calor parece crecer dentro de su pecho, gritando que se acerque.

Pero esa era la parte primitiva de su mente. Una que era más bien tonta. Porque ya sabía, así se lo hizo saber, que ambas versiones de ese hombre se tomaban horrorosamente que los rechacen. Sabe que tiene que ir de puntillas hasta lograr que entendiera lo que pasó esa noche.

Mordiendo el interior de su mejilla, lo estudia un poco más. Debía tener prendida la calefacción, porque sus brazos descubiertos se aprecian cuán musculosos y dorados son, en contraste con la prenda clara. Su boca se reseca recordando dónde dejaron las cosas en el auto, recordando el callejón, y su taller. Un sofoco le hace estremecer cuando piensa en que mañana tendrá que enfrentar la situación de estar encerrado en su taller con el recuerdo de lo que hicieron.

Tony se gira de golpe, y su mirada aterriza en la de Peter, oculta tras la máscara. Lo ve modular una rápida despedida y girar el rostro buscando algo, pero se ve que lo que sea no lo tiene a mano, porque a los pocos segundos deja la tableta y el cigarrillo en la mesa auxiliar junto a las puertas y sale al exterior.

—Hace frío —dice con torpeza y este le pone los ojos en blanco a ese saludo tan malo.

—Parece que capitán obvio decidió reaparecer.

Peter agacha la mirada e inclina la cabeza con una mueca dolorida. Mierda, no le gusta cuando arranca con cinismos. Repara más bien tarde en que no debía gustarle de ninguna manera.

—Yo... lo... lo siento —ofrece poco convencido y con evidente torpeza.

Tony suspira y se abraza los brazos mientras da los pasos que los separan, hasta posarse justo frente a él. Peter deja caer las piernas y se queda sentado en el fino bordillo del barandal de hierro, viendo las pantuflas pomposas y refinadas de ese hombre. Francamente, ¿quién tenía unas así?

—Lo sientes porque querías hacerlo, o lo sientes porque yo me quede con las ganas —pregunta cuando los ojos de Peter, que ascendían por su figura, se quedaron prendidos del bordillo de la remera, ligeramente metido en la parte delantera del pantalón.

Peter alza la vista al escuchar el tono juguetón y escruta lentamente el rostro de Tony. Se dice que puede ser una trampa y que proceda con cuidado, pero este alza una ceja y le deja ver cómo muerde la punta de su lengua a la espera de que Peter hable.

—Ambas. —La rapidez con la que lo suelta le hace temblar avergonzado, pero los ojos verdes destellan aprobatoriamente.

—Ambas —repite, asintiendo lentamente.

Sus manos se estiran cuando Tony da otro paso y se cuela entre sus piernas. Sin ser muy consciente lo abraza y este se estremece por culpa del viento fuerte y helado que los rodea.

—¿Y viniste a poner remedio a eso, o solo a disculparte? —susurra roncamente, acomodándose perfectamente en su pecho, con una ceja alzada de arrogancia y el ligero olor a cigarrillo envolviéndolos.

Y cada parte de su cuerpo magullado protesta en defensa propia cuando se da el no menor lujo de dudar. La idea es tan tentadora que los golpes que seguro tiene bajo el traje por un segundo se le olvidan. Pero es tarde, está agotado y tiene hambre. Y tiene más de un tipo de hambre, pero no cenó gran cosa en ese lugar tan refinado y planea invertir sus pocos recursos en una buena pizza.

—Tengo que volver a casa. —Tragando compulsivamente, Peter se intenta alejar cuando le quiere quitar la máscara—. No.

—Aún no acepté tus disculpas, no deberías negarme nada en lo que decido si eres o no digno de mi perdón.

Peter se ríe y balancea el rostro, decidiendo que no podía verse peor de lo que se sentía. Su piel era más dura de lo que aparentaba, más que un pequeño corte y algún morado no debería tener.

Los dedos se cuelan en el borde de la máscara y Peter se queda quieto sintiendo como el aire gélido acaricia sus facciones. Una inspiración fuerte se agita contra su boca cuando Tony la destapa y se imagina que cuando decidió parar con el rostro un par de contenedores no lo pensó con suficiente claridad.

—Ah... mira eso —murmura terminando de arrancarle la máscara, clavando los ojos en la parte superior de su frente, donde la culata de una Browning 1917 le dio un buen golpe—. Parece que eran muchos contra uno —sopesa inclinando su propia cabeza de un lado al otro, siguiendo el patrón de golpes con los ojos. Bajando por su mandíbula estudia con interés su pecho y piernas—. Bien, no necesitas disculparte, si a eso venías.

—Sí lo necesito —masculla con seriedad—. Fue muy grosero.

—¿Cómo lo dijiste hoy? —consulta estudiando ligeramente el cielo— ¿Soy el chico en la silla?

—De la silla.

—Eso —se ríe con calma—. No es la primera vez que me pasa.

Y las palabras rebeldes salen de su boca antes de poder controlarlas.

—¿Muchas veces se ha ido cuando estaban por follar?

La mirada verde relampaguea peligrosamente y Peter empieza a negar con fervor, pero Tony le sujeta el cuello y acerca sus rostros hasta que casi se tocan.

—¿Celos o envidia? —musita mirando la abolladura por la que empieza a escurrirse un hilo de sangre al ponerse a boquear como idiota—. Ya te dije que era solo mi amigo, tigre. Puede ser que no diga todo lo que sé, pero no soy, y menos me gusta que me señalen de, mentiroso. ¿Bien?

—L-lo sien-siento. ¿To-Tony qué-qué haces? —jadea al sentir la lengua deslizarse por la piel herida

Tiene que aferrarse a su cintura cuando vuelve a sentir la tersa y ardiente caricia sobre la piel lastimada.

—To-Tony... —sus ojos se ven lujuriosos y pecaminosos cuando prueba su sangre.

Mierda, era todo tan retorcido y caliente sin tener un mínimo de sentido.

El jadeo bajo que brota inconsciente de su boca se estrella contra la de Tony cuando éste desliza la lengua a lo largo de sus labios, antes de atrapar el inferior con los dientes. Sus ojos se ponen en blanco al sentir el placer agitarse en su interior.

La boca de Tony captura la suya, empuja la lengua dentro y responde perdido en su sabor mentolado y a sangre ajena. La mano que le sujeta el cuello se desliza y termina jalando de su cabello para acercarlos, así como su otra mano le coge la cintura y lo empuja del barandal a su cuerpo.

Peter le rodea las caderas con las piernas y los hombros con las manos. Su cuerpo herido protesta, pero no le impide que lo apriete contra el vidrio grueso de las puertas. No le recuerda que se tiene que ir cuando la boca desciende hasta su cuello y lame lentamente desde la base hasta la herida que ya no sangra.

—En verdad besas bien, Peter Parker —gruñe bajo y ronco, apretando su trasero con ambas manos.

Peter se queda en blanco y Tony se ríe al ver su expresión turbada.

—Es de buena educación decir algo como: Tú también.

—Es-eso es eviden-te.

—Sí, pero no veo problema en que me endulces el ego. Dado que me abandonaste en el auto, con una erección de la cual me tuve que encargar solo...

Peter gime y cierra los ojos de solo pensar en la estampa que hacía Tony masturbándose por su culpa.

El suelo se precipita bajo sus pies cuando Tony lo suelta y se queda medio perdido cuando lo ve abrir la puerta y volver a entrar.

¿Eso quería decir que tenía que irse? Sabía que tenía que hacerlo, él mismo dijo que lo haría, pero la repentina despedida lo deja mirando su espalda con tristeza.

—¿No vas a entrar?, estoy cagándome de frío y ya me quedó claro que no harás nada por hacerme entrar en calor.

—¡Claro! ¡Sí! Te enfermarás si seguimos aquí afuera.

Tony solo le lanza una mueca que deja en claro cuán evidente es lo que dice y Peter se encuentra tironeando de su máscara, parado e incómodo en medio de la sala.

—¿Hielo? ¿Ibuprofeno? ¿Whisky? —ofrece señalando su rostro y Peter niega.

—No, gracias. En casa tengo todo para solucionarlo.

—Sigo creyendo que no lo vale, ¿sabes? No valen que pases por... eso —comenta señalando su rostro.

—Hay gente que sí lo vale. Por esa gente lo hago —dice y, a diferencia de cuando estaba en el tejado con Daredevil, esta vez tiene en claro que lo dice de verdad—. Hay muchos inocentes que se merecen que los cuide.

Tony resopla y Peter juraría que está burlándose de él.

—¿No quieres algo caliente al menos?

Peter le sonríe de lado y niega.

—Muy servicial.

—Bueno encanto, necesito que estés sano para lo que tengo en mente hacerte.

Una tos brusca le hace atragantarse y el muy bastardo se ríe echando a andar la cafetera. No le repite que no va a tomar nada. Más bien se detiene viendo la nueva mueblería. No le sorprende que haya reemplazado todo lo que se había roto. Le sorprende más bien el buen gusto en la decoración, dado que ni la mesa baja, ni el sillón ni la decoración de los estantes es la misma.

—Bien Parker, que tal si mañana me muestras que haces para divertirte en este universo.

Pillado otra vez desprevenido, Peter abre los ojos y la boca, pero esta vez cuando lo hace, un quejido bajo se le escapa. Tony resopla y se acerca otra vez hasta pararse frente a él y le hace alzar el rostro para ver de cerca la herida.

Dios, si vuelve a pasarle la lengua, Peter en verdad va a tener que follar con él.

Claro que una vez que lo espera, con demasiadas ansias en el cuerpo, no lo hace. Tony suspira mirando el golpe y deja caer las manos con resignación.

—Viví aquí lo suficiente para saber que la gente sabe divertirse —masculla apretando ligeramente los labios al clavar por última vez la vista en las heridas de su rostro—, así que no creas que dejaré que me convenzas de lo contrario. Mañana es la fecha límite para que mi plan funcione o deba recurrir a la opción B. Así que vamos, hagamos algo que a ti te guste antes de volver a la rutina.

Peter parpadea, intentando pensar en algo que encaje, pero antes de que una idea que no existía en su vida desde hace tanto se forme, un recuerdo reciente lo golpea.

—Oh, no... Mañana no puedo. Cuando salga de Oscorp voy con los chicos al acuario —gime golpeando su rostro con la mano.

Dado las abolladuras previas maldice por lo bajo y Tony se apresta a apartarle la mano del rostro con una mueca de fastidio.

—Pues cancela, no morirán si no vas. No se portan tan mal.

Peter le sonríe indulgente y menea la cabeza. Pobrecillo él si piensa eso. El caso es que es importante que vaya y no es tanto por los chicos, que son tremendos, es mucho más allá de eso.

—Esa cosa mística que traes contigo los engatusó. Son pequeños demonios. Pero es porque me comprometí a ir con ellas es que aprobaron la excursión. Las madres y las encargadas del lugar simplemente los dejarían hacer cualquier cosa y se supone que es una salida educativa. Mi compañera de trabajo movió sus contactos para que nos dejen ir por la tarde cuando cierra para asegurarme de que ninguno se pierda. No puedo no ir.

—¡Bien! —se queja Tony y Peter estira la mano para cogerlo e impedir que se aleje como intenta.

La mirada verde se mantiene con firmeza, pero ve sus labios temblar con gusto. Se siente extrañamente joven, extrañamente feliz.

—Podemos hacer algo después. ¿Ir al eh... cine? ¡Cine! Hace mucho no voy al cine... —musita sorprendido— Wow, realmente hace mucho no voy al cine...

Mirando sin ver el rostro de Tony, inclina la cabeza y se da cuenta de que no puede decir qué fue lo último que vio.

—¿Quieres llevarme a un lugar silencioso y oscuro? —pregunta el evangelista del mal, que alza una ceja coqueta en su dirección—. Usted es diabólico, señor Parker.

—¡Te gustan los Simpson! —jadea señalando su rostro y Tony pone los ojos en blanco dándole un golpe para que lo suelte.

—¿No dijiste que te ibas? Estoy seguro de que es mejor que te vayas antes de que te empiece a arrojar cosas o hagas que se me pasen las ganas de hacerlo contigo.

Peter se ríe y voltea a ver el balcón con una resolución que lo hace sentir entre infantil y muy idiota, pero que al final lo hace sentir... bien.

—¿Te veo mañana?

—Envíame la dirección. Pero yo elegiré la película. Solo Dios sabe que podrías intentar hacerme ver.

Con un asentimiento y sintiéndose curiosamente animado pese a todo, Peter alza la mano y la agita a modo de saludo. Volteándose para irse, se está por poner la máscara cuando nota que Tony no le dice nada. Vacila al verlo quieto con los ojos en blanco y los brazos cruzados.

Está por atravesar las puertas cuando siente que la voz de Tony lo alcanza.

—¡Parker!

Peter voltea el rostro por sobre el hombro y la vista verde se llena de indignación al ver su desconcierto.

—Te juro, no vales el esfuerzo sobrehumano que pongo en ti —gruñe acercándose a grandes zancadas.

Cuando lo coge del brazo y lo empuja contra su pecho, Peter solo tiene tiempo de abrir la boca y aceptar el beso duro que planta sobre sus labios.

Derritiéndose como siempre que lo besa, Peter gime y le responde como puede sintiendo el cansancio y todos y cada uno de los golpes entrometerse entre lo que quiere y lo que puede.

Las grandes manos le acunan el rostro y le hacen inclinarlo hacia arriba para poder besarlo tan profundo que cada músculo herido de su cuerpo tiembla. El cuerpo de Tony se inclina ligeramente sobre el suyo y Peter empieza a sentir esa cosa rara retorcerse deseosa por su abdomen, haciendo que su estómago se mueva de aquí para allá.

Una mano baja por su cuello y su espalda, lo empuja hasta aplastar con firmeza la cintura de Peter contra la de Tony y gime estremeciéndose cuando la mano procede a bajar más y cogerle el trasero.

Con los ojos entreabiertos de placer Peter ve como Tony se aleja unas pulgadas y besa el golpe en su mejilla y la cien, ve sintiendo que hasta los dedos de sus pies se encogen como acerca la boca al golpe junto a sus labios y lo delinea con la punta de la lengua.

—To-Tony... —gime apretándose contra él, buscando su boca para volver a besarlo y Dios sabe qué más.

—La próxima vez que olvides la forma correcta de despedirte, te juro que no volverás a saber de mí —gruñe empujándolo para separarse de él.

Trastabillando, con la cabeza dándole vueltas asiente y termina de irse sin lanzarle una última mirada, a riesgo de ser incapaz de poner distancia entre ellos.

Pero Tony si lo está mirando y cuando pasan unos segundos y está seguro que está lejos del alcance de Peter y sus oídos, lanza una maldición bien malsonante y patea uno de los sillones. El mueble se vuelca y Tony sujeta con fastidio el auricular llamando a Riri una vez más.

—¿Problema resuelto? —pregunta la chica con la seriedad propia de la charla que habían estado sosteniendo.

—No. No hace más que complicarse —gruñe— ¿Tenemos el edificio ya?

Sí, hoy conseguí los papeles del dueño. Está sucio por todos lados. No creo que ponga problema en vendernos el lugar.

—Bien. Voy a necesitar que en la primera planta armemos una maldita enfermería equipada.

Riri se queda en silencio y hasta ahora había sido suficientemente astuta para no preguntar por qué Tony querría comprar un edificio modesto y de pocos pisos en Queens. Por qué querría ocupar solo tres pisos del mismo, donde este misterioso contacto de Tony viviría, en el segundo Riri y su madre en el tercero. Nunca preguntó nada y Tony se queda quieto esperando que pregunte algo ahora.

Correcto. Deberíamos contratar dos enfermeras y tener en la nómina un médico. Siento que vamos a necesitar un experto en politraumatismos.

—Chica astuta, pero serían cuatro enfermeras, para que se turnen, no sabemos cuándo las necesitaremos.

Suena lógico... Oh, ¿tienes la tableta? Hay un lugar a pocas cuadras de allí, no es céntrico, pero es un local con tres pisos arriba, podrías disfrazar de vacunatorio el lugar. Nadie se sorprendería de ver enfermeras llegar. Incluso un consultorio externo. Podríamos decir que es privado y así justificaríamos que nad-

Tony ve el lugar y sabe que ni siquiera Parker podría decirle que no a algo así. Pero realmente el que no podía decirle que no a algo así es él. Ve el lugar con una mezcla de dolor y añoranza. El lejano pasado que dejó en su universo de repente es un recuerdo vívido que inunda su nariz y su pecho.

Definitivamente no había un mejor lugar para enviar a vivir a un Peter Parker.

—No, nada de privado —dice intentando dejar de lado los años de recuerdos que de pronto lo asaltan—. Designaremos una mensualidad, puede ser público. Revisa bien y dime que falta más en la zona: ortodoncia o vacunatorio. El lugar es grande, así que pueden caber dos consultorios y uno en la trastienda que tenga el material a punto para cualquier urgencia.

Riri se queda parloteando de cuánto dinero necesitarían derivar a qué cuenta para empezar a crear el fondo de inversiones que le permitiría al centro ser auto sostenible, pese a ser gratuito; pero Tony no la escucha. Sus ojos están perdidos por donde Peter escapó de entre sus brazos, herido y sangrando. Voltea suavemente su rostro y se mira en el reflejo, sosteniendo su propia mirada con firmeza.

Bien, eso quedará así. Ahora, respecto a lo otro...

Riri carraspea ligeramente y vuelve a hablar con una voz de profunda seriedad

Creo que encontré una brecha para infiltrarnos, pero tendrás que hacerlo conmigo en simultáneo y necesitaremos mucha más ayuda para distraer a F.R.I.D.A.Y. el tiempo suficiente. ¿Estás seguro de que vale la pena?

—Sí, estoy seguro.

Suena a que podemos meternos en un lío tremendo si no lo logramos y no sé si un capricho valga la pena.

Tony sonríe y niega.

—¿Este es el primer encargo que hará que retrocedas?

No, pero no lo entiendo y no sé si quiero arriesgar mi culo por eso.

—Eres lista, sabes que no lo diré.

Lo sé, pero me quedaría más a gusto si lo hicieras.

Y Tony podría decirle que ese no es solo un capricho, que su versión correspondiente de ese universo estaría más que agradecida con él si liberaba el dinero que el maldito hechizo de ese bueno para nada bloqueó. Pero eso solo sería abrir la puerta a la catástrofe y ella algo debía de imaginarse, pues cuando le hizo los documentos, Tony envió una foto suya a la chica y el silencio prolongado de cinco minutos al recibirlas le dijo que había pillado las dos caras de esa moneda. O no estaba muerto y lo fingió todo o algo extremadamente raro estaba pasando.

—No es un capricho. Llevamos años trabajando juntos, sabes que no te haría eso por un capricho.

Una risita atrevida vuela por la línea y Tony rueda los ojos al oírla. Maldita y astuta chica.

Yo sabía que te importo... —canturrea juguetonamente.

—Eres una idiota.

Soy una dama, trata con respeto, Real —se queja ultrajada.

—Lo que eres es una cría. Te dejo, tengo otra cosa de la que ocuparme.

Riri se queda insultándolo por la línea hasta que ésta se queda muda. Tony se gira buscando la cafetera y los cigarrillos, antes de ir a su estudio y sentarse cómodamente en su sillón. Será otra noche larga de estudio.

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