XI

Si vas a cometer una imprudencia que pueda costarte todo lo que has construido, no te aflijas, culpa a Tony Stark.


Peter no nota que Tony se queda parado a pocos metros, viéndolo perderse entre el gentío. Menos que menos nota que Tony suelta una maldición larga y con muchas palabras con las que la pobre de May se escandalizaría y matarían (una vez más) del disgusto a su madre. No nota nada y eso está bien, eso quiere Tony. Así lo prefiere, porque no es tan fácil ser estoico cuando solo quieres cogerlo del pescuezo y sacudirlo.

Sus pies se rehúsan a alejarse, pero tiene experiencia peleando contra su propia negligencia. No era aquella la primera vez que vivía esa desagradable experiencia. Pero, a diferencia de la original, en lugar de sentir dolor y humillación, lo único que siente es un desgarrador ataque de odio irracional. Uno que se manifiesta en su mente como un bucle de imágenes donde, en todas, de maneras similares y muy calientes, coge del cuello al maldito y le da un beso tan duro y desesperado, que ya vería él si el bastardo tenía energía en el cuerpo para volver a poner distancia.

Estaba bien jugar un poco, divertirse, pero aquello era el colmo de la estupidez. O, quizá, era el colmo del buen tino y el riguroso criterio que tenían todos los condenados con su mismo nombre. Quién sabe. Tony no era de los que pensaban las cosas de manera tan abstracta. Lo quiere, lo tiene. Lo desea, lo consume; fin. Pero así no pensaban los Parker, que ponían muchas cosas en la balanza. Y si Tony no tuviera en claro que merece lo que tiene, sin dudas hubiera sujetado al maldito y le hubiera demostrado que si lo deseaba, solo tenía que pedirlo. Pero se lo merecía, se merecía que Peter se hubiera asustado de él, que lo quisiera lejos y, a ser posible, ni molestarlo con cosas insignificantes.

Antes de pensarlo ya está en casa y se dirige al encuentro que había programado armado con una buena pistola en los pantalones y un maletín con los papeles y referencias que necesita. Cuando está por subirse al auto su reflejo lo distrae y suspira cansinamente. Coge el celular indicado y espera en línea a qué Riri atienda. Sí bueno, había cosas que no tenían sentido, otras que sí y unas que no importaba si lo tenían o no, simplemente había que hacerlas.

—¿Qué tienes para mí hoy? —canturrea la chica con diversión.

Tony, que en momentos como ese odiaba severamente ser incapaz de no ser fiel a su palabra, masculla con poca diversión las palabras que siguen. Prefería tragar agua de vater que ponerse a ayudar al maldito, pero ¿qué más podía hacer? Jodida mierda, pese a todo su Peter le enseñó aquello, manchó su impecable forma de vida con toda esa fanfarronería de hacer lo correcto.

—¿Qué dices de hackear la más fuerte de todas las redes?

Diría que necesitas aumentar mi sueldo.

Con una sonrisa se recarga mejor sobre la puerta abierta y mira sin ver el enorme garaje lleno de autos. Esa cría era atrevida. Le caía bien. Puede que Parker no se mereciera realmente lo que estaba por hacer, pero Riri sí se merecía que la dejara jugar con la seguridad de su pomposa variante. Por no mencionar que le gustaba pensar en que si él, que no era el tipo más considerado del mundo, se esforzaba por hacer eso por Parker, alguien en su maldito universo estaba haciendo lo que fuera por ayudar a Miles.

—Puede que tu paga esta vez incluya un puesto de trabajo para tu madre, un departamento en Queens y un nuevo jefe.

—¿A quién le quieres robar?

Con un chasquido indignado, Tony niega varias veces.

—No es un robo —se defiende y es extrañamente gracioso que no sea mentira—. Estamos a punto de hacer justicia y devolverle a alguien lo que se le robó.

La línea se vuelve a quedar en silencio. Riri duda sobre si creerle o no y eso dice más sobre su inteligencia que el hecho de que no dude ni por un segundo de que podrá con el trabajo. Que a ella le conste, Tony no era un mal sujeto y jamás le pidió trabajos turbios. ¿Eso implicaba que Tony era bueno? No de por sí, pero sin dudas otros ya le hubieran pedido cosas más escabrosas. Lo más extraño que le pidió fue el historial de búsquedas de alguno que otro sujeto de interés. Ella debía estar sopesando todo, evaluando si era digno de confianza o no. Si resultaba no creer que Tony no la mandaría a robar a alguien sin una causa más que probable, debía estar considerando si valía el riesgo.

—Dentro de poco viajaré —musita al fin, intentando ver si con más información conseguía convencerla. Podría intentarlo solo, pero estaba seguro de que para hackear la seguridad un Stark iba a necesitar un equipo entero. Y no le interesaba ponerse a buscar uno cuando tenía al otro 50% a distancia de un llamado—. Pero dejo a alguien atrás y ese alguien necesitará desesperadamente un lugar para estar, quien cuide ese lugar y una chica bastante más astuta de lo que cualquiera podría suponer a simple vista para que le dé respaldo. Es un chico joven y descubrirás que tenerlo a él como jefe es mucho más entretenido y seguro que a mí.

—¿Y él ya sabe que nos necesitará? —pregunta con suspicacia y algo de diversión—. No estoy segura de que me convenga hacer nada de esto si él podría simplemente echarnos.

—Oh, créeme, cuando se entere se pondrá muy feliz —asegura con una sonrisa ladina—. Y si no, cuento con que te asegures de insistir hasta que lo sea. El trabajo es fijo y te pagaré yo, no él. Así que no debería haber problema.

La chica se queda muda al otro lado de la línea viendo cómo entender esa nueva información. Tony había producido los algoritmos que iban a hacer que sus palabras fueran verdad. Tenía el sistema de inversiones que creó, el fideicomiso y la cuenta fantasma que se activaría si alguno de los dos anteriores fallaba. Y así Parker decidiera ser un jodido dolor de trasero, incapaz de aceptar una mano cuando alguien se la tendía, él no estaría mintiendo a Riri. Ella y su madre saldrían de la mierda y él se aseguraría de que una chica con recursos más que suficientes estaría cerca para ver y echarle un cable al maldito de Parker si el agua algún día le llegaba al cuello.

¿Cuándo quieres empezar?

Sin responderle, Tony corta y le manda las instrucciones detalladas. Con un suspiro abre el auto y lo enciende una vez dentro. Se convence de que ya está, de que hizo todo lo que se podía hacer y no podía forzar más el asunto.

Sabía que su dinero en ese universo iba a terminar en la caridad, pero si conseguía que Riri deshiciera el maldito error del ojo, Parker sí tomaría un dinero que se le dejó en aparente mejor ley. A él debería darle lo mismo, quizá lo mejor sería poner todo a nombre de la chica y a joderse el mundo, pero sus manos aferradas con desprecio al volante le decían que su fastidio no hacía más que temblar bajo la superficie de su arrogancia.

Con la mirada perdida en el tráfico piensa en Peter y vuelve a maldecir. Había esperado otra cosa, desde ya, pero desde que abrió los ojos en ese universo jamás las cosas salieron bien a la primera. Y ahora no hacía falta que salieran bien en ninguna instancia. Era más que evidente que el maldito le dijo que no le interesaba eso. Correcto, un incordio. Tony de verdad estaba cansado de estar solo en aquel jodido lugar, pero aquello ya no era de él. No era por él, o sobre él. Tony tenía los días contados y si Parker estaba dispuesto a seguir jugando al Llanero solitario, él no iba a pinchar su maldita burbuja de irrealidad. Nadie podría sobrevivir solo. Nadie. Y Tony lo comprobó de mala manera. Si Parker quería mentirse, bien por él. Tony no tenía más ganas de pelear contra lo inevitable y menos que menos tenía porqué soportar que, otra vez, un jodido Parker le diga que no lo necesitaba en su maldita vida.

Luego de veinte minutos de conducción peligrosa, cruza las puertas del Hipódromo y cuando está por bajar del auto ve un destello en el celular que le hace alzar la vista y suspirar.

Parker:
Si se complica, llama. Estaré esperando.

«Si se complica». Maldito hijo de su... guardándose de golpe el celular en el bolsillo, Tony toma el maletín y revisa una última vez los papeles. Había seleccionado una mezcla de científicos, asegurándose de dejar tres de los seis que eligió fuera. Si aquello era una trampa para ver cuáles no elegir, estaba preparado.

El celular vuelve a vibrar en su chaqueta y Tony le lanza una mirada furibunda al valet que le pide las llaves. Le indica de malos modos que le señale el café y entra sin girar los ojos sobre su hombro. Si Parker quería distancia, si Parker quería asegurarse de no volver a pasar por lo mismo, Tony cumpliría sus sueños. Así este pareciera incapaz de decidir si se mantenía a diez kilómetros de él o lo acosaba por mensajes.

La mujer que está esperándolo tiene una taza de café enfrente y un vaso de whisky al lado. Con una sonrisa galante, Tony ocupa su asiento y sonríe extendiendo la mano.

—Señor Noel. No sabe cuánto me han hablado de usted.

—Espero que bien —musita depositando un beso fugaz en los nudillos de la dama.

—Si lo que dicen es cierto, me temo que no tan bien.

Tony sonríe de lado y mete la mano para apagar el jodido celular cuando vuelve a vibrar. Sin ver lo deja en la mesa, junto a su mano, y se gana una mirada inquisidora de la mujer.

—No tolero bien las interrupciones en mis citas de trabajo. —explica con una sonrisa amable.

La mujer resplandece ligeramente y alza la mano para pedir que les traigan más café y whisky. Tony es poco fan del whisky, al menos mientras no suceda nada trascendental, pero cuando la conversación se acalora y empiezan a discutir candidatos, pasa un trago atrás del otro sin registrar correctamente la cantidad, pero sí la calidad.

La cita sale tal como la planeó a excepción de la hora. Tardó mucho más de la cuenta y no le da el tiempo para ir a casa y cambiar sus ropas. En poco tiene la reunión con el maldito de Westt y lo último que necesita era tener que tolerar su mierda porque Tony llegó tarde.

El lugar es un restaurante mediocre, tirando a asqueroso. Es ese típico sitio italiano que olía a conexiones con la mafia, que atiende clientes cuestionables y con un pésimo humor. Odiaba con fervor los estúpidos estereotipos, pero más odiaba a los estúpidos que amaban ser un estereotipo.

Pero Tony, que apenas logró estacionar correctamente el auto a media cuadra del recinto, lo que más, más odia en ese momento donde el whisky le ha adormecido un par de conductos vitales de neuronas, es a Peter Parker.

Desde que el alcohol empezó a calentar su sistema, Tony dejó de pensar en el pobre Peter Parker que había tenido una vida de mierda y miserable. Dejó de sentir esta pieza importante de compasión por el chico que había tenido que renunciar a todo con tal de mantener el universo a salvo. No, realmente le importaba una mierda y con tanto alcohol en su sistema no podía ni distinguir el recuerdo de su mejor amigo para que le hiciera sentir poco orgulloso de su mezquindad. Solo puede pensar en cuánto lo desea, en lo jodidamente caliente que era y lo cabrón que podía llegar a ser.

Quién le daba derecho a decirle mierda sobre Peter y sobre que Tony los confundía. ¡¿Quién?!. Era un maldito hipócrita, eso era. Porque desde el minuto cero ese cabrón confundía a su variante con él, y Tony más que unos ligeros espasmos y punzadas dolorosas de recuerdos no tenía. Él sí sabía distinguirlos. No beso a uno con la polla dura de pensar en otro. Jodida mierda. Y encima, cuando puso todo de sí por ser más y mejor ser humano, para ser su amigo y asegurarse de ayudarlo, el hijo de puta le daba la espalda y lo despedía como si nada.

La conocida quemazón le tenía los nervios tensos y llenos de odio, y por eso, cuando entra en el restaurante y el metre lo acomoda en una incómoda y robusta silla de madera, le sonríe con más dientes de los necesarios y lo mira lleno de deseo. El chico trastabilla las palabras al ofrecerle la carta y Tony, sin mirarla siquiera, pide vino tinto.

No era nada común que el mismo metre trajera la botella, menos común era que la abriera, pero Tony consigue distinguir la aceptación muda de su propuesta silenciosa en el roce de la pierna contra su hombro, cuando se inclina junto a él para servir la copa. Con la mirada fija en sus ojos cafés, Tony toma media copa de una vez y sonríe con galantería cuando se relame los labios aprobando la bebida.

—Perfecto —dice volviendo a dejar la copa para que la rellenara.

Esta vez, cuando se inclina para servir más, Tony desliza la mano por la pierna que esta demasiado pegada a su cuerpo y el chico gime por lo bajo al sentir su mano acariciar suavemente la cara interna de su muslo. Demasiado ebrio, enojado, dolido y celoso, alza más la mano y pasa la punta de los dedos por el miembro que se esconde tras los pantalones. El pobre chico le aferra el hombro cuando la codicia y la estupidez lo hace frotar con firmeza la palma de su mano contra el miembro que palpita ensanchadose.

—Se-señor —susurra el chico por lo bajo y Tony siente que el infierno lo recibe con una de sus fantasías recurrentes por esos días. Al alzar los ojos, la mirada café llena de sumisión y necesidad le recuerda a la de un maldito que lo tiene embrujado.

Deja que el pobrecillo se vaya cuando ya no hay motivos para que se mantenga a su lado, pero Tony no le saca los ojos de encima aun cuando Alessandro Westt aparece por la puerta, ocultando su abultada barriga bajo un pobre saco que apenas le cierra.

No le da mayor importancia a su palabrerío y poco hace por atender sus preguntas, más bien se asegura de que el sexy y pequeño metre se enterara de que una vez que se levantara de esa mesa (cosa que, con suerte, podrá hacer antes de tener que tocar el asqueroso plato de comida) lo quería en el pequeño callejón que había tras las cocinas.

Westt, como cabe suponer, quiere que Tony lave dinero para su organización. Tony le explica con poca paciencia y mucha arrogancia que no trabaja para delincuentes y no acepta sus protestas cuando intenta decirle que es honrado. Tony trabaja para hoteleros, restauranteros, celebridades, deportistas, influencers y algún que otro político que le fuera de utilidad. Trabajar para la mafia jamás de los jamases fue rentable. Westt tiene sus opiniones acerca de que Tony no debe negarse y Tony tiene sus opiniones de que el último que cometió la imprudencia de amenazarlo terminó buscando un abogado más que un corredor.

Le toma cuarenta minutos salir de ahí, pese a que el idiota de Westt pretende seguir debatiendo. Por desgracia para ese maldito bueno para nada, Tony tiene los contactos suficientes para mantenerlo a raya y no hay más que un tenso silencio cuando se para de la mesa sin más palabras que un adiós y un hasta nunca.

Pasa al lado del metre de camino a la puerta y cogiéndole la cintura se inclina para fingir que le está acercando una propina. El chico se tensa entero contra su cuerpo cuando Tony le informa con un lametón largo y caliente a lo largo de su oído que tiene dos minutos para verlo en el callejón. Cuando se aleja y lo ve a los ojos, el chico le sujeta el brazo para impedirle que se aleje. Estirándose hace señas a alguien para que ocupe su puesto y se gira para ir tras él cuando Tony está listo para devorarlo allí mismo.

Le toma dos segundos arrastrarlo al callejón. Le toma otro más meter la lengua dentro de su boca y tres más aplastarlo contra la oscura pared. No le importa el nombre del chico, solo le importa que es joven, que tiene los ojos cafés y el cabello castaño. Le importa únicamente que gime cada que lo toca y que se estremece cuando muerde con poca delicadeza la piel de su cuello.

Tony le suelta la camisa y la parte superior de los pantalones, acaricia con las uñas la piel tersa y suave de su abdomen y se encuentra de rodillas antes de que el pobre alcance a separar correctamente las piernas. Tiene hambre, tiene odio dentro de sí y una frustración sexual galopante. La polla le está por estallar, pero quiere escucharlo gemir con más fuerza, quiere sentir que se deshace entre sus manos y dentro su boca, antes de intentar obtener su propia liberación.

El calor se agolpa en su cabeza y esta se sumerge más en la nebulosa producida por el alcohol. Alza los ojos y ve como el rostro joven se retuerce de placer en cuanto se acerca el miembro a la boca. Siente una punzada molesta cuando gime su nombre falso, pero no permite que eso arruine el momento. Igual el hijo de puta que quiere tener entre sus manos lo confundiría con una versión alterna de él, ¿qué diferencia había que este tampoco supiera quién era?

Empuja los labios sobre el miembro duro y palpitante. Empieza a subir y bajar la cabeza, comienza a perderse en el dulce aroma de la excitación ajena, comienza a recorrer con las manos el cuerpo que tiembla y se encorvaba buscando libertad. Le hace alza ligeramente la pierna, rodea con la mano el miembro húmedo y erecto, enfocando sus atenciones a la piel tersa y sensible de su ingle. Un jalón duro en su pelo le hace gruñir mientras lame y muerde la piel alrededor de los testículos. Desesperado, ebrio de poder y alcohol empieza a masturbarlo con jalones rápidos y cortos.

Tres veces el pobrecito se aprieta contra la pared, gimiendo e intentando alejarlo; pero Tony está tan famélico y borracho que lo único que hace es suplantar su mano con la boca y empujar al mismo fondo de su garganta el miembro.

Un quejido profundo sale del chico, pero es claro que quiere más. Sus manos se enredan en la coronilla de su pelo y lo jalan para que vaya más rápido, más profundo. Y lo hace. Tony quiere saborear en toda la boca como se corre por él, como es incapaz de contenerse debido a su arrollador tacto.

Está tan inmerso en su labor que le toma un poco reparar que alguien los mira. Si no fuera por el grito bajo y asustado del chico, que se lo saca de encima con un empujón, jamás se hubiera percatado de la figura envuelta en un traje rojo y azul que los mira desde el maldito techo del restaurante.

Con una maldición baja se endereza y ayuda al pobre chico a acomodarse la ropa. Podría cogerlo del brazo, sacarlo del callejón, meterlo en su auto y llevarlo a su propia y jodida casa. Podría decirle que lo espere, que él tenía un asunto rápido que tratar con el cabrón de mierda que agazapado en el tejado próximo interrumpió sus menesteres, pero ni todo el alcohol y odio del mundo conseguirían que se olvide de las jodidas prioridades. Y el mundo podría ser un lugar muy complicado de entender, uno donde el multiverso era real, alguien con un chasquido podía aniquilar a toda la población o con un hechizo jalar gente de otras realidades, pero ni así Tony podría darle la espalda a un Peter Parker.

—Ve —musita al chico cuando esté termina de acomodar como puede su ropa.

La duda sobre lo que dejaban inconcluso llena los orbes cafés, pero Tony le sonríe y acaricia el rostro con la palma de su mano.

—Lo siento, bebé —murmura aún intoxicado por la excitación—. Debo encargarme de esto.

—Pu-puedo esperar...

La oferta es tan tentadora que de no ser porque el idiota en mayas decide que ese es un buen momento para aterrizar a pasos de ellos, la tomaría. Está muy harto, muy ebrio y muy enojado. Está hastiado. Llevan en ese juego ¿cuánto? ¿Diez días? ¿Dos semanas? ¿Cien años? El tiempo que fuera es sumamente irrelevante, en ese momento se sentía que el tablero eran sus 38 años.

—Es mejor para ti que no te involucres en esto —susurra con la vista fija en sus labios. Si fuera menos carnosa, sería incluso más atractiva. Y más parecida a la que la máscara unos pasos atrás de él escondía—. No queremos que tus jefes se hagan la idea equivocada si te ven aquí con él —la inflexión desdeñosa en la última palabra le arranca al aludido un resoplido indignado, pero a él poco le importa ese hijo de puta.

En cualquier barrio bajo de Nueva York, en especial en las zonas como la de Hell's Kitchen, Brooklyn o Queens, todos sabían que verte con Spider-Man era mala señal. Muy pocos aguantaban sin represalias el encuentro y Tony podía estar muy caliente y muy enojado con ese bastardo que primero se daba el lujo de perseguirlo, apartarlo, luego lo perseguía y volvía a apartarlo, pero nada de eso implicaba que tenía que desquitarse con un pobre metre que pagaría más caro tener un encuentro con Spider-Man, que por dejar botado el puesto para ir a follar con un empresario que se encaprichó con él.

El chico, casi en señal de protesta al arácnido, se estira y besa a Tony antes de irse sin mirar al tipo que otra vez encontraba oportuno resoplar.

Una sonrisa divertida se estira por sus labios y decide que le importa demasiado poco lo que ese hijo de puta opine sobre su vida. Separa los labios y empuja la lengua del metre dentro de su boca. Saborea con pleitesía los gemidos duros que esté suelta cuando se enrosca contra su pecho, acariciando con ambas manos la camisa que traía, jalándola en una muda súplica de irse y terminar aquello por lo que habían salido.

Un nuevo brusco carraspeo los hace sobresaltarse y Tony muerde juguetonamente sus labios, cortando el beso. El metre desaparece lentamente dando vuelta bajo la luz del inmenso y vintage cartel, dándole a Tony algo que hacer con los ojos en lo que se voltea y mira al arácnido que, envuelto entre las sombras, se resguarda.

—La próxima te cobraré por mirar —dice juguetonamente, intentando aplacar cada uno de sus instintos que gritan furiosos porque corte la distancia y termine en él el trabajo que se vio forzado a dejar a la mitad.

—Te estuve mandando mensajes, pensé que te había pasado algo.

—Y yo pensé que habías establecido que no eras necesario —murmura esforzándose por no bajar los ojos y comprobar si, como la última vez, al pequeño mirón le calentó lo que vio.

No está en su mejor momento, o al menos en completo uso de sus habilidades para eludir el desastre. Y por más que en ese momento ni siquiera pueda recordar por qué sería un desastre caminar la distancia que los separaba y hacer lo que ambos tanto deseaban y jugaban qué no, una pequeña parte de su mente sigue gritándole que no se mueva.

—Dije que me mantuvieras al tanto.

No le impresiona escuchar rencor en su voz. Tony se había empezado a hacer una imagen mental muy clara de ese crío. Era exactamente como el suyo, incapaz de alejarse de los problemas. Y la jodida polla de Tony, palpitando dolorosamente contra la costura de su pantalón, era un asunto serio para su "seguridad".

No era exactamente bueno alejándose de lo que quería poseer. Peter había conseguido por los pelos domesticarlo. Pero Peter estaba muerto, Tony estaba ebrio y esa maldita variante de Peter Parker estaba demasiado sexy en ese traje que desde que vio por primera vez en su universo quiso romper con los dientes.

—Bien. Cómo verás, estoy entero —murmura rodando los ojos—. Ahora, si eso era todo lo que...

—Te subiste ebrio a ese auto —le escupe con un odio tan profundo que Tony por un segundo se queda en blanco—. Ni siquiera podías estacionar.

—Te dije que no soy problema tuyo —le espeta sin un ápice de arrepentimiento.

—¡Deja de ser inmaduro! —gruñe—. Dije que iba a ayudarte, no puedo hacerlo si insistes en meterte en problemas.

—¿Sabes qué eres, Parker? —murmura divertido, teniendo problemas para mantenerse derecho y sin tambalearse ahora que su mente daba vueltas luchando contra el odio y el alcohol—. Un hipócrita. Hace rato me dejaste en claro que no ibas a involucrarte. Así que, ¿por qué no te esfuerzas por ser mínimamente congruente y te olvidas de mí?

—No dije eso —le espeta con un increíble engreimiento, dado que fue eso lo que insinuó.

—Encanto, tú y tu otra personalidad necesitan ponerse al día —se ríe cruelmente—. Fue exactamente eso lo que quisiste decirme en el parque. Ahora, dado que no me interesa pelear ni contigo ni con tu otra cara, ve a jugar al héroe en otro lado.

—Ese hombre es un delincuente —insiste, aferrándose a cualquier cosa para no enfrentar lo evidente: no debería estar allí, no debería haberlo perseguido si lo que quería era evitar que crearan algo parecido a una amistad.

Tony, con experiencia en el asunto, puede escuchar claramente como la frustración se esconde en cada palabra. Tiene miedo. Terror. No puede evitar estar ahí, no puede más que Tony no puede evitar disfrutar de qué no pueda hacerlo. Si desde la noche anterior él había estado evitando algo era aquello, pero jamás pensó que Parker iba a resistir tan poco a sus jodidos impulsos. Quizá tuviera razón y le daba más crédito del que debería. O no. ¿Cuánto le tomó a su Peter volver a buscarlo luego de que le dio la espalda?

—¿Tú crees? —masculla intentando despejar su mente, centrándose en el frío invernal que le agita suavemente el cabello.

—No me tomes el pelo. Te dije que no quería que siguieras...

Las palabras se le acaban cuando Tony se pone a caminar en su dirección. Graciosamente el pánico se trasluce en los ojos blancos del traje, pero no siente placer al ver su respuesta. Más bien Tony siente pena por los dos. Cuando está lo suficientemente cerca, Parker se atropella contra la pared del fondo y termina dilapidando cualquier vía de escape.

—¿Sabes que te voy a decir, Parker? —pregunta con la sangre zumbando en sus oídos—. Tenías razón. Verte me recuerda a mi mejor amigo y eso, encanto, es una suerte para ti.

Es extraño ver el pánico en la máscara, pero ahí está. El pecho le sube y baja rápidamente, envuelto en esa tela tan suave y atrayente.

—No te haces una idea de lo que podría hacerte si no pensará en que él no estaría feliz con que arruine tu vida —y es una amenaza, pero la voz le sale suave y aterciopelada, cargada de una necesidad que lo consume.

Parker ni siquiera puede alejarse y fingir que no lo desea. Se estremece y despega la espalda de la pared. Tony le sujeta la cintura con la punta de los dedos y los ojos blancos desaparecen graciosamente hasta convertirse en unas líneas negras. Apenas lo toca, pero una descarga eléctrica le recorre la mano y sube erizando toda la piel a su paso.

Inspira hondo y el suave aroma le corrompe la mente. Sin poder controlarlo, su propio cuerpo tiembla. Siente cómo el poder de aquello que había estado eludiendo y fingiendo que no estaba allí se apodera de su ser. Ve el desastre que se avecina, es simplemente un pasajero atrapado en un auto a demasiada velocidad y Peter es una carretera llena de curvas que Tony no parece poder evitar.

—No hay palabras para describir cómo te deseo —gruñe frustrado, escondiendo delicadamente la boca en la curva de su cuello.

Las manos de Peter se mueven en un borrón rápido y se acomodan en sus hombros, apretando dolorosamente su cuerpo. No lo aleja, pero Tony ya se había dado cuenta de que era tarde para tales habilidades.

Quiere preguntarle si está listo, si sabe con qué está jugando, pero no puede modular las palabras de advertencia que debería. Lo único que hace es estirarse para que el agarre sea más fuerte, más pronunciado. Quizá es él el que no sabe a qué tipo de trampa se dirige, porque Parker es sin dudas una versión muy poco fiable de su mejor amigo. Al menos su Peter era más consecuente con sus palabras y este parecía ser el mismo desastre que Tony: un estúpido propenso a caer en espiral al peligro y las malas ideas.

—Cuánto quiero desnudarte y probar cada porción de tu cuerpo...

Sus labios entran en contacto con la tela y no requiere mucho moverla. Peter se estremece y al final es su cuerpo el que hace el resto. Se pega contra él, hunde las manos en su cabello y estira el mentón hacia arriba para que Tony pueda hacer aquello que ambos desean.

Con los dientes delinea la corta porción de piel que brilla como la superficie de la luna. Sus labios acarician la porción de su yugular expuesta. Siente en su boca el pulso acelerado, se imagina la sangre recorrer desbocadamente cada músculo de su cuerpo, sonrojando a su paso la piel blanca. No puede percibir por la tela si está tan ardiente como la suya, pero se imagina que sí mientras besa con pleitesía su cuerpo.

—To-Tony... —se queja, pidiendo en esa sola palabra mucho más.

—Te mentí —admite dejándose llevar por el peligroso embrujo que era su dulce sabor—. Tenías un punto, hay algo que deseo desde que vi este traje por primera vez...

Los ojos blancos se abren y se fijan duramente en él. Tony sabe que ninguno de ellos es capaz de dejar aquella idiotez y ya no logra recordar por qué debería hacerlo, por qué era tan importante. Recuerda vagamente a su mejor amigo. Vagamente es consciente de que este lo mataría si pudiera, si lo viera, si se enterara de lo débil, sucio y ruin que iba a ser esa noche; pero Tony no podía. Simplemente no podía más. Desde que lo besó desea hacerlo y quizá eso estaba allí desde antes, desde mucho antes, pero no viene al caso. En ese momento no puede sino pensar que Peter, su Peter, era un idiota optimista si creía que él rehuiría a aquel chico, a aquel pecado esperando por ser cometido.

Levantando con lentitud la mano engancha el dedo en la máscara y la sube. El cuerpo apretado contra el suyo se vuelve a agitar y un murmullo ronco sale de su boca para tranquilizarlo.

—Shh... —susurra acariciando con el dedo la piel que va rozando para subir la máscara—. Está bien... está bien... —canturrea a quién sabe cuál de ellos.

No libera completamente su rostro, solo la parte de su boca. Deja que la máscara aún cubra sus rasgos, que lo proteja de sus propios errores, de sus propios deseos. Tony deja que recargue en él la culpa, le permite mantenerse escondido mientras él entrega su alma al diablo por bailar esa pieza. No pasa nada. Está bien, no le molesta. Le encanta. Le encanta verlo allí, temblando, deseando en secreto aquello, anhelando de forma natural que Tony lo tome, que Tony haga aquello que no puede permitirse.

No le molesta ser el malo, ser cruel o un villano, le vale. Le vale si él es el premio, si esa imagen intoxicante de Spider-Man con la máscara apenas levantada, es su obsequio.

Erótico.

Así se ve. Con la boca entreabierta y húmeda, con la máscara apenas arremangada, dejando al aire su quijada cuadrada y afilada. El pobre jadea con fuerza y nada de elegancia, pero eso solo es mejor. Música para sus oídos. Desea más de eso, desea más de ese descontrol, más de esa necesidad y desenfreno. Un dolor agudo le recorre el pecho, no hay una sola cosa familiar en la imagen, pero eso también le parece perfecto.

Su propia respiración se corta. La sangre que pitaba en sus oídos se agolpa en una parte muy específica de su cuerpo de solo pensar qué otros tipos de ruidos más urgentes y desbocados le podría arrancar en el lugar adecuado. Cada parte de él sabe que haría cualquier cosa por tenerlo en su cama, bajo su cuerpo. Y sabe que ese pensamiento está en su mente desde hace mucho, desde el mismo momento en que en su salón lo vio sonrojarse por culpa de sus palabras.

No sabe si así se vería en su universo, no sabe si la imagen lo hubiera logrado excitar tanto, no sabe muchas cosas, pero está seguro de que no hay un pasado o un universo que sea más importante que ese momento. Pasó años creyéndose dueño de todo, de todos y ahora se siente débil; afiebrado y frágil, porque si Peter recupera la cordura y lo deja solo allí, no sería capaz de superarlo. Aquel momento por siempre lo perseguiría, se quedaría atascado en ese instante y lo repetiría con tortuosa inclemencia.

Se toma su tiempo, se mueve con lentitud y alarga los segundos. Se muere por hacerlo rápido, pero pronto todo se irá a la mierda, el alcohol saldrá de su sistema y esa cosa que mantenía su boca lejos de él haría que aquella tormenta perfecta fuera solo un temporal pasajero.

Besa su cuello, se acerca lento a su boca. Lo siente temblar, pero antes de hacer nada, se inclina lejos y junta saliva en su boca. Escupe con brusquedad. Parker se estremece, pero no lo determina. Desea tener agua, un cepillo de dientes o lejía, pero a falta de todo, se limpia la boca con el pañuelo en su bolsillo.

Parker lo entiende y pasa saliva antes de musitar un trémulo gracias. Asintiendo vuelve a lo suyo. Con cuidado roza sus labios. Peter suelta un pequeño gemido y responde a la caricia estirándose por más, pero Tony le sujeta firmemente las caderas y no lo deja hacer nada más que recibir uno tras otro de sus toques.

El aire se agita violentamente a su alrededor, pero nada de eso parece ser relevante. Su boca se abre contra la de Peter, sus lenguas se acarician con lentitud y temor. El pulso le salta vertiginoso y su corazón cuadriplica la marcha a cada nuevo roce, pero se obliga a seguir moviéndose con lentitud, con premura y calma. Se asegura de que todo dure cuanto puede, saborea al máximo cada caricia, cada roce caliente de sus bocas, cada suave jalón que Parker da sobre en pelo y sus hombros. Bebe de su ansiedad, de su necesidad. Deja que esa sensación de virulento poder lo envuelva y sigue besando con cuidado su boca, acariciando su lengua, mordiendo sus labios.

El hambre se vuelve a desatar en su interior.

Por motivos que desconoce quiere pedirle perdón, sabe que debería decirle que lo que seguirá es algo que está lejos de su control, pero no hace nada de eso. El terror de que despierte lo asalta y decide obrar antes de que la oportunidad se extinga. No se arrepentirá, maldita sea, no hay forma de que pueda arrepentirse de aquello. Como en el auto, se vuelve a sentir indefenso a los hechos concretos: ese hombre, ese momento, ese lugar y ese universo no son nada. Su propio universo pierde sentido, forma y peso. Ahora solo importa él, ellos. Sus bocas, sus cuerpos. Tony lo desea, lo desea como no deseó jamás nada. Y decir eso es decir más de lo que dijo en su vida, porque era un hombre codicioso por naturaleza.

Lo clava contra la pared y se zambulle en un beso que subyuga todo lo demás al ser repentinamente consiente de que el tiempo es tan limitado que casi parece un fugaz instante. Peter salta al vacío a su lado y se mete en el ojo del huracán con él. Sus manos viajan por su espalda, su cuello y cabello. Se aprieta contra su torso, contra su pelvis y sus piernas.

No basta. Nada basta. Toda la distancia que no sea piel contra piel es un abismo.

Su cuerpo se mueve solo, sus manos accionan solas y Peter parece estar en el mismo auto que viaja descontrolado al infierno, porque las piernas le rodean la cintura y se arquea contra la pared para aumentar la fricción entre ellos cuando Tony lo empotra contra ella, desesperado por llevar hasta las últimas consecuencias aquello.

No puede resistirlo más, sin vacilar le arranca la máscara y la deja caer al suelo. Su mirada café descolocada le arranca un gemido largo y ansioso. Sujeta con violencia su rostro y oh, qué perfecto es cuando vuelve a besarlo, aplastando sus mejillas con ambas palmas.

Empuja el cuerpo una y otra vez contra el de Peter. Su miembro duro se frota fuertemente contra el de él. La tela le molesta, pero puede sentir perfectamente la forma y el grosor del otro. Siente el calor que desprende y la manera en la que su rostro rojo y desencajado se contrae es tan hermosa como afrodisíaca. No puede resistirlo, vuelve a buscarlo, vuelve a besarlo. Muerde sus labios, gruñe contra su boca y sus gemidos se acompasan cuando Peter empieza a seguir el movimiento de sus caderas.

Lo acomoda mejor sobre su cuerpo y gime mordiendo su cuello cuando la fricción es llanamente perfecta. Peter se desarma sobre él, lo aprieta tan duro que le sorprendería no encontrar marcas en su cuerpo al día siguiente, pero no le interesa. Solo quiere más, más de eso, más de él, de ellos.

—Jo-der, Tony... Tony, me...

Suelta su rostro y vuelve a depositar las manos en su cintura. Acaricia con fuerza sus muslos y, cuando guía las manos hasta su trasero, gruñe complacido. Perfecto. Jodidamente perfecto.

—Vamos, Peter. Vamos... —suplica enterrando la boca en su cuello, lamiendo la gota de sudor que por este empieza a resbalar—. Mírame. Mírame a los ojos —gime sabiendo que no hay vuelta atrás, sabiendo que lo tiene completamente en la palma de su mano—. Ve quien soy.

Peter suelta un gemido largo y tiembla contra sus manos, pero hace exactamente eso: clava en él sus ojos un segundo antes de venirse. Y eso es todo. Definitivamente todo. Tony lo besa desenfrenado y lo suelta en un mismo movimiento. No se preocupa si puede o no sostenerse, simplemente lo gira entre sus manos y se desabrocha el pantalón dejando libre su dolorosa erección. Como es rápido y Peter está ligeramente perdido, puede volver a apretarlo contra la pared y morder la parte posterior de su cuello. El chico no se queja, simplemente vuelve a gemir y estremecerse, arqueando hermosamente la cintura y el trasero en su dirección.

Cogiendo una porción considerable de su cabello con una mano le hace arquearse más y se rodea con la otra mano su propia erección. Y no toma mucho, basta que agache su mirada para ver como la punta brillante de su polla golpea el abultado trasero escondido en el traje para venirse.

Su semen mancha toda la superficie del traje, pero Tony, libidinoso y codicioso, suelta su miembro y se restriega con vulgaridad sobre el despropicio.

—Jo-joder —masculla el pobre de Peter, dejando caer la frente contra el ladrillo gastado. Resollando, una vez que tuvo suficiente, Tony lo suelta y deja caer su cuerpo contra el del chico.

El silencio se aligera gracias a sus respiraciones fuertes y desbordadas, pero lentamente se siente tenso y cargado. Tony gruñe enderezándose un poco, cargando a penas el peso sobre sus piernas rectas. Maldición, estaba hasta mareado. Qué manera de necesitar y querer algo... joder, si tuviera una pizca de dignidad se sentiría miserable por estar así de derrotado por una mísera paja, pero Dios, no podía ni pensar en algo mejor.

—Espera que busco algo para lim-limpiarte —musita con la respiración entrecortada.

—P-por favor.

Un poco violento, Tony mira para todos lados, pero no pareciera que allí fuera a encontrar algo. Su pañuelo no bastaría para limpiar ese desastre. El frío empieza a filtrarse por su cuerpo y con él la tremenda conciencia de lo que habían hecho y cómo estaban. Acomoda su ropa, sube sus pantalones y limpia su mano sucia.

—Bueno, realmente debería ir por algo al auto...

Peter no dice nada, aún recargado contra la pared, agita la mano disculpándolo y Tony apresura sus pasos para ir al auto, ya dolorosamente sobrio, y volver en tiempo récord. Casi esperó que Peter siguiera dándole la espalda, pero el chico está parado mirando el suelo. Su rostro aún se ve colorado, pero también completamente lúcido.

Se acerca con precaución, no se arrepiente, pero tampoco rezuma orgullo. No fue él quien buscó eso, pero sin dudas quisiera saber qué pensaba Peter al respecto. Por no mencionar que le hubiera gustado hacer aquello en un lugar mucho más apropiado y no en un jodido callejón, como si Peter fuera uno más de los que tuvo.

—Bien, encanto, muestra ese trasero —se ríe intentando que las palabras no sonaran demasiado forzadas.

Con una mueca martirizada, Peter se gira y Tony debería ser menos arrogante, pero realmente su trasero se ve encantador manchado con su semen.

—Creo que ya está limpio —murmura Peter, cuando Tony se aprovecha fuertemente de la situación y lo manosea de más.

—No puedes culpar a un simple mortal por hacer lo único aceptable en esta situación.

—No suenas nada arrepentido —se queja con humor y Tony agradece silenciosamente que no haya perdido los papeles.

—Será porque no lo estoy.

—Me has dejado todo perdido.

—Agradece que aún tienes ropa, encanto.

Peter, volteando rápidamente el rostro por encima de su hombro hace que la sonrisa ladina en su boca se congele. La mirada café se estrecha y le alza una ceja. Como no sabe qué esperar a continuación, sonríe con indulgencia y Peter lo imita, suspirando.

—Curiosamente, no siento que quiera agradecer eso.

Tony le guiña un ojo arrogante y lo hace girar entre sus manos una vez más.

—¿Vas a enloquecer? —pregunta bajando suavemente la voz, entre divertido y genuinamente preocupado.

Puede que tenga una vaga idea de ciertas cosas de ese chico, pero lo cierto era que en muchos aspectos era un completo misterio. Cómo era luego de enrollarse en un callejón era, por lejos, territorio completamente desconocido. Y algo le decía que lo era para los dos. Sacando el condimento homosexual, no veía a Peter como los que se lo montaban en callejones de mala muerte y dudosa reputación.

—No pareciera que fuera a pasar —dice con lentitud y más dudas que certezas.

—Me alegro. Ya te dije, no soy fanático del drama.

Peter muerde su labio y se ríe con cierto nerviosismo. No es que sea lo más incómodo del mundo, pero era claro que no iba como la seda.

—¿Quieres que te lleve? —ofrece sintiéndose ligeramente perdido.

Ese chico no era como una más de sus conquistas, a las que sin siquiera pestañear le diría que: todo muy lindo, pero que tenía cosas que hacer, así no fuera el caso. No quiere dejarlo solo, a veces parece que no, pero luego de que todo el calor del momento pasa, lentamente las cosas caen y el pánico aparece. No es que se muera por tener que lidiar con una crisis de identidad sexual ajena, pero tampoco se siente bien dejarlo para que vea cómo se las arregla si esta se hiciera presente.

—Preferiría ir por mi cuenta... si no es problema.

Tony lo mira un poco desconcertado, sin saber qué decirle. Verlo tan perdido y vergonzoso es una cosa que no sabe cómo manejar. No quiere presionarlo, no parece correcto, pero tampoco se siente bien con únicamente dejarlo ir.

—Me sentiría más cómodo llevándote.

—Sí, es que... llegaré más rápido por mi cuenta y necesito una ducha.

Tony no puede evitar agachar la mirada y clavarla en su entrepierna. No pareciera que tuviera mojado, pero sabía bien que una corrida en los interiores no era la cosa más cómoda del mundo y no solo porque otros podrían notarlo.

—Correcto. No lo retendré más, señor Spider-Man.

—Sí es que... —lanzándole una mirada perdida al lado del callejón que daba a la calle, compone una mueca ligeramente incómoda—. ¿No podrías pedir un taxi o algo? En verdad preferiría que no manejes después de haber tomado tanto.

Sus ojos se abren sorprendidos cuando al fin entiende algo que antes se le había pasado por alto. Pensó que solamente estaba enojado porque había hecho algo irresponsable y peligroso para terceros, no porque se había puesto en peligro.

—Ya estoy compl-

—No discutas —lo corta alzando las manos, dejándole en claro que no le interesaba oír sus opiniones sobre su sobriedad—. ¿Puedes pedirlo? Tengo efectivo por si no tienes encima.

Tony se muerde para no decirle que dudaba que tuviera el efectivo que le cobraría el Uber por el viaje, y en su lugar solo asiente rodando los ojos. Alzando las manos en señal de rendición saca el celular y busca la maldita aplicación. No le gustaba usar esos medios, pero no sería la primera vez que tiene que irse y su auto no es opción.

—¿Feliz? —masculla cuando la pantalla le informa que ya tenía un conductor en camino.

—Digamos que más tranquilo.

—Te dije que ya estoy bien.

Peter no dice nada, únicamente hace un ruido monocorde con la boca y asiente.

—Bien, puedes ir yendo. No es necesario, ni práctico, que te quedes aquí haciendo guardia.

—¡Oh, claro! —gime golpeándose la frente con una mano—. Cierto. Bien eh... ¿Mañana quieres...?

Tony, sintiéndose un bastardo completamente afortunado, sonríe de lado y asiente acercándose para atraparlo entre sus manos.

—¿Estás seguro, Parker? —pregunta como mero formalismo, pues el pobre bastardo no tenía idea de que ya era suyo y que si esa noche no empujaba más la suerte, era porque necesitaba hacer un jodido plan y poner en orden una nueva serie de cosas—. Pensé que esto era una idiotez.

Con una mueca disconforme, Peter arruga la nariz y menea la cabeza.

—Supongo que me faltó decir que soy un idiota.

Tony, estirándose para cogerle el brazo, lo empuja contra su cuerpo y acaricia su rostro lentamente. Busca su mirada y cuando los ojos cafés dejan de huir de él y lo enfrentan, acaricia su labio inferior con la punta de los dedos.

—Eres muchas cosas, Peter Parker, pero idiota no es una de ellas.

—Vas a irte, Tony. Sin dudas esto es idiota —no hay una sola gota de humor o reproche.

Esa era una verdad ineludible, como bien le había marcado ese mediodía y Tony no iba a mentir. El punto era, no era la única verdad ineludible.

—¿Hubieras dejado que me quede cerca, si no me fuera a ir?

La respuesta huelga entre ellos. Ambos saben que no lo haría. Peter no dejó que nadie se volviera a acercar y Tony no iba a ser la excepción. Casi con torpeza recuerda que eso era exactamente lo que su Peter hubiera marcado como principal motivo para que Tony no se pusiera a molestar al chico. Suelta una pequeña disculpa al recuerdo de su amigo. Ya era tarde para dar marcha atrás y por suerte, lo era para ambos. Peter parecía más que listo de cometer aquella idiotez con él.

—No pienses esto de más. ¿Sí? —le pide deseando que la noche que venía por delante no lo atormentara innecesariamente—. Ve a casa, báñate y mañana me llamas cuando sales. Tengo cosas de las que encargarme, pero para la hora que terminas deberías estar desocupado.

—De verdad me haría más feliz que dejaras de juntarte con este tipo de del-

—Estaba rechazando formalmente su invitación para ser parte de su mierda —gruñe, empezando a frustrarse con tanta regla—. No me interesa juntarme con mafiosos. Y... hablando de eso, mi transporte está por llegar y tengo una reputación muy respetable de delincuente que cuidar...

Peter le da un golpe en el brazo, pero se sacude sus manos y se endereza girando ligeramente el torso para lanzar una telaraña a la máscara que seguía en el piso. Cuando se la termina de poner asiente tambaleándose un poco para alejarse y saltar sin mirar atrás por la pared.

—¡Spider-Man! —le grita cuando ve que se aleja de un salto y Peter se detiene en el mismo techo donde lo había estado espiando—. Se te olvida algo —dice cruzando los brazos, viéndolo de mala gana.

Peter vuelve sobre sus pasos, pero no se despega de la pared. Se acerca por el lateral del edificio, caminando con impunidad y rebeldía a la gravedad. Esa habilidad siempre sería algo que lo pondría a mil y lo desesperaría, sin dudas.

—¿Qué deje? ¿Quieres el dinero? —pregunta con genuina preocupación y Tony le gruñe en respuesta. Si un día, Tony Stark le pedía dinero a un Peter Parker, él se cortaría una mano.

Tony se acerca hasta donde está, estira el brazo y le intenta coger el cuello para alzar una vez más la máscara por encima de su nariz, pero está demasiado lejos para que pueda hacerlo y Peter, que se da cuenta de qué pretende exactamente, le regala una sonrisa divertida con esos ojos inmensos y blancos y se aleja ligeramente.

—Deja que... —murmura vagamente mientras se alza la máscara.

Lanza una telaraña al edificio y antes de que Tony pueda parpadear, se balancea boca abajo de la telaraña, jalándole a él del brazo estampando un beso en su boca.

Tony se abre pasó por entre sus labios y gime cuando el maldito desaparece tan rápido como se apareció. Lo ve saltar entre los edificios hasta perderse en la noche, sin poder evitar pensar que quizá Parker tenía un punto diciendo que aquello es una muy mala idea.

Su auto llega y en vez de despacharlo, como tenía todas las intenciones de hacer, sale del callejón y se sube en la parte trasera.

Cuando está llegando a su edificio, revisa su celular y ve que tiene tanto llamadas perdidas como mensajes. Todos son de Parker, sacando uno de Riri que le pedía que se comunicara inmediatamente con ella. Era, indiscutiblemente, la chica más brillante que alguna vez conoció y eso que Tony había sido amigo de Peter y por un corto periodo de tiempo, mentor de Miles.

En el elevador se pone a verificar los mensajes de Peter en detalle cuando uno nuevo entra y lo abre sin dudar.

Peter:
Sé qué pensabas cancelar el viaje.

Tony suelta una carcajada, recordando el mensaje que él le mandó la noche que le dio los sacos que le había comprado.

Cuando el elevador se detiene, su reflejo lo sorprende aún con una sonrisa en el rostro. Esa cosa en sus ojos que llevaba con él desde el día que dejó la universidad, o mejor dicho, la noche que Peter le dijo que no, parece haberse disuelto, porque por primera vez en años, no ve en el reflejo al tipo taciturno que era incapaz de sonreír de verdad. 

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