VII

Nunca confíes en que puedes renunciar a un Tony Stark, el destino encontrará la manera ponerlo en tu camino. 


Por desgracia para Peter, decidir olvidarse de una variante Tony Stark no era algo que pudiera lograrse por mera fuerza del enojo. Habían pasado dos días desde que salió de su apartamento con el terror y la furia trinando dentro de él. Y por más que estaba en el trabajo y que en verdad tenía que estar concentrado, lo único que podía hacer era perderse en los carriles desviados de su mente.

Al principio, mientras aún sentía la furia recalcitrante cubrir sus venas, fue fácil escapar de todo aquello. Y lo bien que le vino. Porque, definitivamente, ¿Cómo se las hubiera arreglado para salir de allí si no fuera por el enojo que le produjo saber que esa variante le había estado mintiendo? Peter aún podía sentir en su cuerpo las manos de Tony, podía sentir en su boca la fuerza con la que sus dientes se clavaban y el ritmo pausado, lento y lleno de necesidad con el que le pidió que lo llamara por su nombre.

—¡Parker! —Pegando un salto, Peter se aleja del estallido que producen los tubos de ensayos y las placas que había desperdigadas por la mesada de su compañero de trabajo.

Colin junta aire y en todo su rostro se nota que está a un milisegundo de desterrarlo para siempre de su área de trabajo, pero luego, ya sea por piedad, misericordia o miedo a Ofelia, se controla.

—¡Lo siento muchísimo, Colin! —se apresura a decir, soltando la tableta y el lapicero que tenía en las manos—. ¡Ya mismo junto todo!

Pero eso fue tan mala idea como pensar en el cuerpo de Tony acariciando y besando el suyo, porque en el segundo que se agacha, accidentalmente empuja el taburete con el hombro que había estado ocupando y esta se va al suelo arrastrando con ella el cable que daba corriente a la tablet. Peter tiene que estirarse cuan largo es para evitar que la costosa tableta se golpee de lleno contra el piso y eso parece ser suficiente para hacer que una cadena de tacos, de lo más variopintos, salgan de la boca de su compañero.

Retándolo en Alemán y algo que diría era Noruego mixto, Colin lo alza de la mano y lo manda furibundo al extremo opuesto del desastre. Dos robots de limpieza se apresuran desde las puertas dobles que separan sus sectores y Peter se aprieta el puente de la nariz, mientras abraza la tablet con el cable colgando hasta el piso.

Van a terminar echándolo y lo peor era que iba a ser completamente meritorio. Desde que apareció esa variante en su vida, Peter no era el mismo. Perdía buena parte del día planeando qué hacer en sus encuentros y la otra analizando lo que pasó en los mismos. Estaba mucho más irascible y sensible en general. Maldición, llevaba días de no poder hacer otra cosa que quedarse sentado con la mente en blanco, repitiendo en bucle alguna pelea o alguna confesión.

Ya sabía de antemano que era malo para distanciarse emocionalmente de las cosas, pero creía que... pensó que tanto tiempo viviendo solo le ayudaría a mantener las formas. Ahora se sentía sumergido en medio de un caos que no paraba de tirar de él en miles de direcciones, con pensamientos incoherentes y anhelantes con necesidades e inseguridades que no podía ni empezar a encasillar.

—Bien, ¿listo? —pregunta su compañero, con un tono duro y frío, que le arranca una mueca.

—Lo siento muchísimo —murmura soltando su rostro y bajándolo para fijar la vista en sus zapatillas—. Estos días...

—Sí, Ofelia nos puso al corriente —la voz le sale más baja y tranquila, pero basta alzar los ojos para ver que seguía alterado por el desastre que Peter armó en su espacio de trabajo—. Deberías decirle que te dé unos días —le aconseja con aprensión, viendo cómo los pequeños robots juntan los cristales que Peter en un descuido lanzó al piso—. Es difícil cuando... ya sabes, uno tiene un familiar en ese estado...

Peter solo necesita fingir a medias que está desesperado. En su caso, la historia que contó sobre cómo su pobre tía May, internada por Alzheimer, estaba empeorando violentamente y cómo él, como su único familiar vivo, tenía que ir y venir al lugar donde la cuidaban para verla y acompañarla en el doloroso final, no era sino la fachada que usaba en cualquier momento de su vida adulta y de necesidad.

En su primer año de universidad aún tenía serios problemas para organizar sus prioridades y aprender a equilibrar la vida de Peter con la de Spider-Man. May hubiera preferido sin dudas que Spider-Man siguiera su curso, pero estaba seguro de que ella jamás le permitiría que lo eligiera por sobre a su vida como Peter Parker; pero no podías tener lo mejor de los dos mundos sin consecuencias. Un buen día en que el decano de la Universidad estaba por suspenderlo de una de sus clases por no parar de faltar y llegar tarde, la excusa sobre su tía enferma e internada apareció y con eso una carta milagrosa de disculpa.

No podía abusar de ello y debía tener sumo cuidado cuando le daba lugar a una enfermedad cuasi letal. Pero si algún problema se salía de su control y no podía contenerlo en un horario donde no interfiriera con su vida... bueno, la pobre y enferma tía May empeoraba y Peter Parker podía darse el lujo de ser Spider-Man a tiempo completo.

May era la carta que le permitía equilibrar sus responsabilidades. Una parte de él estaba convencida de que ella lo aceptaría y hasta lo alentaría por su astucia. Eligió una enfermedad que fuera dolorosa de pensar. Nadie quería centrarse mucho en el hecho de morir sin saber quién eres ni a quiénes amaste, y era una hermosa paradoja de su vida y su situación en el mundo. Peter era un recuerdo olvidado; parecía lógico decir que ese era el mal que aquejaba a su tía.

—Me volvería aún más loco si ese fuera el caso —masculla sin reflexionar cuanto debería en el recuerdo de su tía, más bien recordando las horas muertas que pasó en su cama la misma noche en la que salió corriendo del edificio de Tony.

La culpa, el miedo, la angustia y la excitación que no importaba qué no remitía. Los recuerdos de su voz, sus manos, su boca y sus acciones. Ojalá todos hubieran sido sexuales. Peter casi quería que lo peor de aquello fuera una crisis de sexualidad. Dios, encantado se entregaba a la incomodidad de pensar en lo poco que le importó sentir otro miembro duro golpearse contra el suyo y lo mucho que le gustó sentir el pecho firme y lleno de finos y oscuros vellos contra sus manos. Eso era sin dudas un bálsamo. Una pequeña tempestad en su vida, porque comparado contra el dolor que le abrió la carne al escuchar su vulnerado pedido, el insoportable entendimiento que le produjo empatizar con el hambre de dejar de ser un extraño, aquella necesidad demoledora de que alguien te vea y te diga que existes, que eres algo más que el reflejo vacío en los ojos de las personas que amas...

Maldición, Peter ni siquiera podía pensar en el dolor que lo llenó al escucharlo, al entender que él condenó a Tony y a todas esas variantes encerradas en su universo, a que día a día fueran olvidadas. Peter no pudo contener la necesidad que se apoderó de él cuando lo escuchó llamarlo por su nombre, cuando pudo ver en sus ojos que sabía quién era, qué hizo, qué había en su corazón.

Era una mentira, por supuesto. Esa variante no lo conocía a él. Conocía a una versión multiversal de él, pero se sentía como que lo conocía. Cuando le mandó ese mensaje sobre que sabía que dejó escondido el saco para no usarlo, se sintió como que sabía quién era. Y por más que era idiota perderse en esa mentira, fue lo único que pudo hacer cuando todo falló y Tony empezó a besarlo.

Una mano firme y grande aterriza en su hombro, y sorprendido, Peter le regala una sonrisa tirante a su compañero.

—Mira, podemos dejarlo para otro día —ofrece más compasivo, clavando los ojos en los de Peter—. Yo le diré a Ofelia que aún no me decido sobre qué parte del proyecto es por la que quiero empezar, y tú puedes ir a tu taller y jugar con tus herramientas, fingiendo que creas algo que no entiendo...

Peter, en verdad agradecido con el respiro de aire fresco que esa opción le da, se anima a sonreír más honestamente.

—¿Seguro? Creo que si me tomo un café puedo volver a sentarme aquí e intentar ver cómo puede ser el diseño de...

Colin alza la mano y la agita tan rápido frente a su rostro que una pequeña ráfaga de viento le sacude la parte superior de su cabello.

—Olvídate, Parker. —Con rotundidad le rodea los hombros y le da un apretón que lo aplasta contra su costado.

Para él, que lleva tiempo en aquel lugar y nunca hizo más que cruzar sus manos con Colin, la experiencia en nada se siente completamente surrealista.

Una maldita parte de su mente le pregunta por qué no se siente alterado, por qué su corazón no empieza a rebotar peligrosamente contra su tórax o su jodido miembro no se llena. No hay reacción física y no es que Colin no fuera un sujeto bien parecido. Era completamente clase A. Era un tipo alto, rubio, con un tono completamente dorado de piel y unos ojos azules que te hacían dudar seriamente de tu autoestima sobre si eras o no medianamente bien parecido. Pero no pasa nada, su cuerpo entero más bien se tensa sin saber qué hacer por la repentina muestra de afecto y comprensión.

Peter nunca se planteó ser bisexual y a juzgar por todo aquel desastre, era hetero hasta que Tony Stark, ahora sabemos que del universo que sea, se le acerca.

Por unos segundos piensa en reprenderse, pero en lugar de eso se aferra a ese resquicio de duda y se aleja un paso de Colin con una sonrisa agradecida. Eso, Peter. Concéntrate en lo seguro que es no tener maldita idea de si eres o no un jodido Tony-sexual, se anima con fiereza. Ni siquiera pienses en cuan jodido es que te duela saber que te mintió. Es un egoísta y su principal característica es que no puede ser honesto, reflexiona para sí, quién sabe ya si desesperado o certero, si mintiéndose a sí mismo o no. Nadie que vele por sí mismo puede ser siempre honesto, a la larga o la corta, te darán la espalda.

—Si cambias de idea, solo házmelo saber. De cualquier forma, tengo todo lo que me dijiste y eh... si puedo voy a intentar trabajar en ese condensador de partículas que me pediste...

—Podríamos salir —ofrece su compañero sin escucharlo—, ya sabes, distraerte, tomar algo... intentar salir con un par de chicas... o chicos —añade de repente—. No juzgo.

Una mueca se desliza por sus labios y Colin frunce el ceño con aire triste al ver que es evidente cuán poco le seduce la idea. El simple hecho de ir a averiguar en la noche con unos tragos que tan dispuesto está a dejarse coquetear por otros hombres hasta descubrir una verdad sobre su sexualidad, le da casi tantas náuseas como pensar en que lleva dos días sin dejar de dar vueltas en la cama, soñando despierto una y otra vez con que no hallaba los papeles que le dieron una excusa para simplemente escapar.

—Mi padre murió después de pelear por años contra el cáncer, Peter. —Dando un respingo, alza el rostro y ve la mueca triste que debilita la siempre optimista sonrisa del típico chico de Colorado—. De verdad sé lo que siente la mierda que estás pasando y créeme, no puedes quedarte solo esperando. —Por un segundo siente el horripilante gusto que le deja en la boca saber que, pese a que el consejo no está orientado exactamente al foco de sus problemas, envuelve cierta retórica que sí lo abarca—. Te consumirá si no pones un poco de distancia entre tú y eso.

Lo que él necesita es poner distancia de cierta variante que lo único que hace por él es traerle más y más complicaciones. Eso necesita. O eso se obliga a decirse que necesita, porque si decidiera claudicar y aceptar aquel consejo, tendría que volver a ir al departamento de Tony y aceptar unos cuantos hechos que empieza a no poder esconder de sí mismo.

—Lo sé —admite, intentando tener tacto suficiente para no hacer que se sienta mal, cuando en verdad está siendo un gran compañero—. Es únicamente porque cuando salga de aquí tengo que ir a ver a May y... bueno... es más fácil para mí si no voy ebrio a esa cita.

Colin suspira y alza la mano con un movimiento vago que Peter interpreta como una invitación a irse, si así lo prefería. Y como sí lo hace, escapa a su propia área de trabajo, listo para en verdad tomarse una gran taza de café y hacer lo que debe.

La máquina expendedora personal que le proporcionaron no protesta cuando Peter le tiende un billete medio doblado y arrugado, pero sí lo hace cuando empieza a verter el café oscuro en el pequeño vaso de poliuretano. Apoyando la cabeza en la pobre Betsy, Peter suspira y se recuerda que tiene que dejarlo estar. Tiene que dejar de pensar en Tony, tiene que soltarlo y solo concentrarse en sus cosas. En dos noches iría a visitar su hogar y se aseguraría de que no esté haciendo las cosas mal. Iba a necesitar vigilarlo por un tiempo, pero estaba seguro de que no intentaría hacer la maldita máquina por sus propios medios.

Era un plan idiota y arriesgado, un plan que esperaba haberle hecho entender que no permitiría.

El traqueteo de la máquina se disipa y Peter vuelve a abrir los ojos con lo que espera sea determinación. El pequeño vaso caliente le da un poco de consuelo y vuelve a su puesto con intenciones renovadas.

Si no cumple con su misión principal en Oscorp, proveerle a todos los científicos de planta las máquinas que van necesitando para sus proyectos, el arduo trabajo de años se irá por el desagüe. Inadmisible, completamente inadmisible. Por mucho que parezca que no, por mucho que esté permitiendo que aquella situación se apropie de su vida, eventualmente se resolverá y no puede darse el lujo de volver a perderlo todo.

Su mirada se desliza por el mesón y deja en él la tableta que había estado usando en el laboratorio de Colin, para ir por su propia computadora. La mano vacila sobre el buscador y, antes de poder detenerse, entra en aquella red social que internamente juraba no utilizar y teclea un nombre. Casi con terror espera que la página se cargue y, saltándose las últimas actualizaciones, va a la foto de MJ sosteniendo un premio en lo alto que le arranca una sonrisa pesada. Junto a ella, Ned tiene una sonrisa deslumbrante. Esta vez sonríe, pero siente una punzada dolorosa apretar su estómago. Hay alguien más en esa imagen, un hombre que la sostiene por la cintura y hace una mueca de derrota a la cámara. Ese sujeto, que Peter siempre finge que no le interesa pese a saber que se llama John, tiene unos años más que ellos, se graduó en el MIT con el título de ingeniero espacial y es el hijo de Jameson, le saca una mueca triste.

—Lo haces por ellos —se dice con firmeza—. Por ellos y nadie más. —Se recuerda apretando los dientes, aferrándose a la determinación a la que había llegado hacía tantos años sobre el motivo por el cual debía soportar y seguir luchando contra aquellas variantes, sin importar cuánta culpa o dolor le causara.

Ned y MJ eran parte de aquel universo. Ned y MJ eran la única familia que le quedaba y no podía dejar que otra vez corrieran peligro. Así fuera cruel de su parte ponerlos sobre las pobres personas que se vieron arrastradas a aquel mundo por su causa, no era capaz de bajarlos de su lista de prioridades.

Si por un solo segundo se olvida de eso, si por un maldito y lunático segundo se frena a analizar por qué le importaba el saber que una variante le estuvo diciendo mentiras y lo engañaba, por qué se sentía tan traicionado, por qué le generaba mucho más que culpa ser el causante de su dolor y su desespero, corría el riesgo de exponer el universo que aún tenía personas que él amaba dentro.

Aprieta los labios y suspira cerrando los ojos. Los años hacían que ese pequeño vicio fuera cada vez más soportable, pero no puede evitar pensar en cómo sería su vida, a dónde hubiera llegado, si simplemente hace tantos años no hubiera dejado que Tony lo arrastre a Alemania.

Puede verse en la foto, abrazando a MJ, sonriendo porque ella se graduó con honores y tanto Ned como él, segundo y tercero en su clase. Podía imaginar a May tomando la foto, aplaudiéndoles. Un cuadro idílico. Un cuadro que se resquebraja cuando el recuerdo dolorido de una voz rota le pide que le diga que es real. Su mirada se vuelve a clavar en la pantalla y mueve el cursor hasta posarlo en la pequeña equis. Cuando la pantalla se vacía, Peter se queda mirando su fondo genérico de pantalla y toma un sorbo largo de café amargo y aguado.

—Solo deja de pensar en ello —se dice volviendo la vista a la tableta donde había anotado las indicaciones que Colin le fue dando—. Se irá, eventualmente se irá.

El asunto era que, por doloroso que fuera, ya no estaba tan seguro de que eso fuera a hacer su vida más soportable. Porque Peter, que tan a diario apartaba a las personas que ya ni siquiera lo notaba, al ser forzado a pasar tiempo con una, empezaba a notar cuán vacíos estaban sus días y cuán triste era su existencia.

*****

Pero mientras Peter se esfuerza por olvidar a Tony, Tony se esfuerza por encontrar a Peter.

Le tomó cuarenta y ocho horas, pero al final Tony tenía todo dispuesto sobre el escritorio de la oficina a la que decidió aferrarse. La agente de bienes raíces le había encontrado un nuevo piso, un ático en Queens donde podría mudarse en un parpadeo. El vendedor estaba listo para dejar ir el lugar y, si Tony así lo disponía, podría tener un camión de mudanza preparado para trasladar sus pertenencias.

La cosa era sencilla, o lo hubiera sido, si Tony no fuera un maldito estúpido, harto de huir, cansado de ser una versión desteñida de quien era.

Pensó en pedirle ayuda a Riri, pero lo descartó casi de inmediato. Parker era cosa de él. Era su maldito y jodido asunto.

Luego de deshacerse de aquellos papeles, dio por finalizado el plan B. Jamás fue un plan tan viable, motivo por el cual no lo había tenido en la cima de sus ocupaciones; pero con Parker al tanto era simplemente inviable. Su Peter se cansó de destrozar su vida hasta que empezó a actuar como quería. No tenía bases o fundamentos para creer que este fuera a ser distinto.

Cuando él empezó su pelea contra Spider-Man se encontraba en los inicios de su carrera. Ese maldito forajido no paraba de boicotear una y otra y otra puta vez sus planes; hacía cosas tan fastidiosas como cargarse embarques que iban a salir del puerto hasta cortar toda la maldita energía de su empresa cuando estaba en una reunión importante. Le tomó un año, un largo y fastidioso año, entender el patrón, entender dónde estaba el hilo conductor y quizá no lo hubiera hallado solo, pero Obadiah se quejaba más que él. Stane parecía odiar más que él al arácnido en mayas, que no paraba de frustrar todos y cada uno de los negocios en los que se sumergía.

Quizá debió notar en ese momento que Spider-Man cuidaba de él. Quizá, pero el odio cegó a Tony cuando descubrió que cada vez que algo salía mal en alguno de sus negocios, era cuando la mano de su socio estaba involucrada y decidió investigar. No fue difícil hallar la malversación de fondos y la inflación de precios en cada proyecto. Encontrar las cuentas bancarias que no paraban de llenarse fue aún más rápido, así como seguir el camino sinuoso que hacían los embarques que Stane programó. Cuando Tony vio la ruta de los embarques que Spider-Man tumbó, vio la verdad y no le tomó nada deshacerse del viejo amigo de su padre.

¿Qué iba a impedirle a este Spider-Man hacer lo mismo? Ensamblar un taller más especializado del que él tenía requeriría mucho movimiento, mucha gente y mucha infraestructura previa. En sí mismo era idiota pensar que iba a poder lograrlo y hacerlo funcionar. Al paso que iba, ese plan implicaría volver a su Universo en al menos otros cinco años y la idea de mantenerse allí por uno solo más le daba náuseas.

Le ardía en el ego saber que había obrado por coacción. Parker apareció y Tony cometió la imprudencia de poner en marcha un plan que le quitó tiempo y efectividad. Esa noche debería estar infiltrando a Parker en el edificio de Fisk y ahora estaba en su casa, cuasi atrincherado, buscando y buscando información sobre un fantasma.

Con una idea más clara en mente, luego de media botella de escocés, decidió que era inviable y se convenció de que eso no tenía nada que ver con la cara de dolor que el maldito niño puso al darse cuenta de que Tony intentaba crear una máquina por sí mismo.

Con un par de llamados se aseguró de que a Fisk le dieran la licitación por la que pujaba. Luego de hacer las transferencias que esa decisión requirió, llamó a Riri para que le brindara las listas de egresados del MIT, de Córnel y del Empire State College. Le dijo que frenara hasta nuevo aviso con su nueva identidad y la puso a revisar Queens en busca de pistas. De vez en cuando le hacía preguntas en lugares específicos, mostrándole una foto en particular que le facilitó. Él había hecho eso en su momento, pero quizá ella conseguiría alguna respuesta que él no.

Cuando tuvo finalmente la lista en sus manos, con esos nombres, se vistió con la elegancia del caso y se presentó frente a los mejores egresados. Un maletín lleno de dinero era una buena forma de conseguir cosas, pero dos por cabeza era aún mejor. Tony se aseguró que cada uno de sus chicos tuvieran un pendrive listo para ser usado y dejó el resto al destino. Y si el destino se ponía terco, era cuestión de ir personalmente a la maldita empresa y hacerlo él.

Su amigo, el guardia, le había dado una ventaja de diez minutos, tiempo insuficiente para implantar el virus en cinco fases que tenía que instalar en esas malditas computadoras para poder hacerse con el control del sistema primario de seguridad. Pero tiempo era tiempo y el resto de los treinta minutos que requeriría podría comprarlo, quién sabe con qué tipo de treta. Siempre podía lanzar una maldita bomba a unas cuantas calles y asegurarse de que una chica perdida y ensangrentada golpeara las puertas de cristal pidiendo auxilio.

El guardia no tenía esposa ni amante, pero pagaba con rigurosidad un servicio porno de lujo sobre asiáticas. Tony respetaba la dedicación que había en ese acto y la agradecía. Contratar a una actriz sería fácil, convencerla de que se dejara llenar de sangre falsa, no tanto; pero por suerte en ese universo, y en todos, el dinero siempre era la respuesta. Y Tony tenía mucho de eso.

Ahora, había algo que no tenía, y eso que llevaba horas buscando: Información sobre Peter Parker.

Hace cinco años, cuando todo ese desastre paso, buscó. No halló nada. Nada a niveles desesperantes, pero con la mente en mil cosas no hizo nada al respecto y se limitó a aceptar que Peter Parker, en ese universo, era un ser insulso e insignificante. Cosa que creyó sin problemas, dado que no conocía al individuo. Ahora, luego de rectificar esa situación, podía asegurar como el demonio que no era factible que ese chico no fuera remarcable en algún aspecto. En especial cuando hablo de una tesis.

Hablaba de lo mal que estaba el que no recordara que, según lo que consiguió averiguar hacía años, Parker había abandonado el MIT. No recordaba para nada tener registro de que volviera a matricularse en esa o cuales puta universidad. Aunque era obvio, pues si había conseguido entrar en Oscorp, algo de eso debía tener. Eran muy pocos los recursos que entraban a esas formas sin una colegiatura que te respalde.

Tony mira la pantalla frente a él con una mueca desencajada de odio y frustración. Encontró otra vez su partida de nacimiento, la de sus padres y la de su tío Ben. Encontró el acta de casamiento de Ben y May, así como la del casamiento de los Parker y la de defunción de estos. Encontró el artículo que retrataba el accidente en el que murieron los padres de Peter y el que contaba como a Ben un ladrón de poca monta le disparó. Encontró el ingreso de Peter al sistema de guarda infantil, encontró la partida de adopción que firmaron Ben y May, encontró el legajo estudiantil de Peter y el registro del cambio de escuela cuando se mudó a Queens. Tampoco le costó nada hallar el historial clínico del chico, así como los breves registros de asistencia social cuando apenas murieron sus padres y lo forzaron a asistir a un par de sesiones con una terapeuta.

Tony pudo ver que Peter estudió hasta recibirse en la misma entidad y que al salir de allí se dirigió al MIT.

El rastro se había vuelto a perder, pero está vez fuerza el asunto y busca mejores filtros. Y entonces ahí estaba. No había abandonado, solo había pedido el pese a mitad de cursó. Se fue Cornel sin dar más explicaciones que "Problemas personales".

No consiguió rastrear su contrato de alquiler, pero sí los datos migratorios de su casero. No le extrañaba que el lugar no tuviera registros confiables, era lo esperable. Sus primeros alquileres no fueron acuerdos muy diferentes.

Hasta ahí, hasta Cornel, todo parecía normal, todo correcto. Salvo que no lo era. No había nada normal en todo ello. Porque... ¿quién demonios se aseguraba de eliminar sus registros académicos?

Peter Parker estaba en papeles, pero no estaba en imágenes. Buscó exhaustivamente en los registros, pero no había fotografías. No recordaba si cuando hizo su búsqueda las buscó activamente; de hecho, Tony empezaba a dudar si había visto alguna del joven Peter Parker. Sí, recordaba encontrar muchísimas de Spider-Man, pero no recordaba haber visto una sola de Peter Parker en sus primeros años como el arácnido vecino.

No se molestó en insultarse por no notar eso cuando recién llegó a ese universo. Hasta ahora no se había percatado que literalmente no había fotos de Parker. No las había. En su momento, cuando apareció allí en una búsqueda muy rápida y algo exhaustiva, pero no muy concienzuda halló una y bastó para saber que era tan idéntico como él a su versión multiversal, pero teniendo en cuenta que estaba jodidamente muerto de hambre, buscar dinero para subsistir pareció más oportuno que buscar más fotos. Fotos que no le dirían nada, así que se limitó a intentar hallar datos. Datos que de por sí existían, pero a la vez parecían no hacerlo.

Y nadie podría decir que Tony no le ponía esmero. Se metió en el servidor de Lux, robó las filmaciones de la semana pasada y rastreo el rostro de Peter. Limpió la imagen, la amplió y la metió en el motor de búsqueda, luego de desaparecerla del registro del tiradero de Wesley. Y entonces es cuando pasó algo interesante. Ya sabía que la foto de su cédula era una foto actualizada de él a los 18 años. Pero, y si bien la imagen que uso para la búsqueda era la de un Peter Parker mayorcito, no podía ser que el resto de las fotos que salieron a luz fueran del mismo periodo de tiempo.

Halló fotos de Parker en Cornel, donde salía casi completamente tapado y al fondo de su clase. Y todas las demás fotos eran medianamente parecidas, un destello de su rostro, una porción de sus rulos, de medio perfil y hasta de espaldas.

Con una botella de cerveza calentándose a su lado, Tony muestra los dientes a la pantalla. Coge el cuello de esta y toma un trago largo y pensativo. No cuadraba. No importaba qué, no había registro fotográfico de Peter Parker anterior a su carnet.

Entró en el registro de Oscorp y vio la foto que le tomaron para ingresarlo en el sistema. Lucía incómodo, casi desacostumbrado al momento. Esa foto la recordaba. Recordaba haberla visto cuando la alerta de que Peter Parker volvía a aparecer en el sistema sonó. Recordaba quedarse quieto viéndola, sintiendo un cachetazo al pasado.

Era tan dolorosamente igual... Peter se veía exactamente así en su juventud. Ya no se hablaban, Tony ni siquiera intentaba enviarle un mensaje por su cumpleaños. Pero si lo espiaba de vez en cuando. La pubertad había sido buena con él, cada año que pasaba su rostro más se afinaba y se marcaba. Su espalda crecía y sus hombros se ensanchaban. No cobró mucha altura, pese a que él mismo no era un ejemplo del jugador de la NBA, seguía sacándole unos cuantos centímetros, pero Peter lucía más y mejor cada año. Y cuando egresó del profesorado y empezó a trabajar en aquel colegio de Queens, tenía la misma cara de Parker.

O casi. Peter, el suyo, sonreía tanto en cada foto que se le sacaba, que Tony había alcanzado a sentir remansos de odio acariciarlo. Pero no pasaba eso con ese Peter. Había algo perdido en su mirada, un dolor o un cansancio crónico. Algo que hacía fácil querer apartar la mirada y olvidarse de él. Algo que Tony reconocía y entendía, porque la semana posterior a la muerte de su mejor amigo, cuando entendió que este jamás lo dejó, cuando entendió que lo cuidó y nunca, ni una sola vez, dejó de confiar en él, su mundo se hizo añicos.

Paso aquellos días dando tumbos por su casa, intentando reajustarse y seguir. Cosa que parecía imposible, porque ¿Cómo continuabas una vez que lo perdiste todo? Peter era toda la familia que tenía y esa vez no podría aferrarse al odio y al dolor que le causó su rechazo. Esa vez Tony perdió lo último que le quedaba y... y luego Miles tocó su puerta y Tony se dio cuenta de que no estaba solo.

Pero esto no respondía la maldita pregunta que no paraba de crecer y crecer en su cabeza: ¿Qué mierda pasaba allí?

Deja la cerveza y clava la vista en su celular. Tiene agendado al maldito, llamarlo y pedirle una puta explicación de qué mierda pasó en ese jodido mundo hace cinco años le quema las yemas de los dedos. Las fotos de Parker datan claramente de un mes luego de que Tony se dio de bruces contra el pavimento en plena Park Avenue. No podía ser casualidad.

—Aún no, variante —se burla de sí mismo, conteniendo apenas el impulso de llamar—. Aún no.

Dejando la bebida vuelve a meterse en su computadora y navega por los confines del internet buscando algo, lo que sea. Se mete en las redes de todos y cada uno de los excompañeros de la preparatoria, pero allí no hay nada. Ni siquiera en las redes de MJ o las de Ned. Quizá tuvo otros amigos, pero nadie menciona a Peter en todos esos años.

La página de la escuela era más de lo mismo. Parker figuraba inscripto en sus clases y algunos talleres extracurriculares; participó de algunos torneos, pero no había registros fotográficos de nada, pese a que el club de matemática hubiera asistido a una competición que se convirtió en un espectáculo sin desperdicio, cuando los niños fueron salvados por Spider-Man de morir en un elevador.

Tony encontró los anuarios que databan de aquella fecha y Parker o tenía una seria afición a las fotografías, casi como esos dementes que juraban que te sacaban el alma, o por un motivo muy distinto y específico borró su maldita vida antes de que lo que sea que pasó lo trajera a él a ese universo.

Dando un manotazo a la mesa, gruñe frustrado. Mira el celular, mira las llaves de su auto y mira el abrigo tirado sobre el sillón que tenía en la oficina. Ir a buscarlo era idiota. Ir a buscarlo era exactamente lo opuesto a lo que debería hacer. Ir a buscarlo era un peligro para la determinación que tenía sobre volver lo más rápido que pudiera a su mundo.

Lamentablemente, era todo lo que Tony quería hacer. Quería arrancarle la verdad, quería escuchar de su maldita boca qué demonios pasó, qué hizo para traerlo a su mundo. Quería entender a quién protegía. Quiénes eran esas personas por las que estaba tan desesperado por cuidar su jodido universo. Porque Parker hablaba en plural, pero no había nada en el vasto internet que dijera que existía nadie a quien él protegiera.

Por supuesto, lo más importante, aquello que deseaba con dolor en el cuerpo y se negaba a aceptar, era cuánto deseaba volver a verlo, besarlo y hundirse en él. Tony sentía hambre de ese maldito infeliz que lo llamaba por su nombre y veía a través de su jodida rotura mental. Pero eso no era algo que fuera a decir, ni a confesar a su propia sombra. Tony solo aceptaba, o entendía, la parte racional de necesitar una explicación que le permitiera asegurarse de que no volvería a ser arrastrado a un universo que no le correspondía.

*****

Comprometido con la causa: Recuperando a Peter. Peter corre a la computadora, activa la terminal 3D en la mesa del fondo de su taller y agarra la tableta con la mente más despejada. Con un movimiento del brazo se estira y aprieta el pequeño botón de display haciendo que una atronadora música envuelva el ambiente.

Colin, por suerte, no tenía problemas con el rock de los 80's 90's así que mientras Peter deja que se canalice su Tony Stark interior, empieza a trabajar en el diseño que se le encargó. Le toma unas cinco horas, dos cafés y un energizante, pero para cuando el diseño brilla orgulloso frente a él, se siente un poco más conforme consigo mismo. Envía la información a la tableta, la estudia una última vez para asegurarse de que todas las indicaciones que se le dieron fueron atendidas y decide ir con Colin antes de ponerse a hacer las pruebas de rutina.

Se le ocurre que ir con un prototipo podría ser más inteligente, pero eso le demandaría al menos tres días, dado que necesita conseguir las piezas base y duda mucho que en Oscorp tengan por ahí tirado lo que iba a requerir.

Su compañero había sido muy comprensivo, pero Peter prefería ahogarse en un poco de sano trabajo que dejarle a su mente pensar en nada.

Desbloqueando las puertas, se queda parado unos minutos mientras siente como la despresurización y la presurización hacen su trabajo. La ropa se le agita, la bata de científico se hincha y su propia camisa se apachurra bajo el aire caliente que repentinamente lo rodea. Detesta más que nada aquel proceso de ir de un cuarto al otro, pero para cuando las puertas están listas para ser abiertas, el murmullo de dos voces acaloradas lo deja quieto.

Con cuidado de no ser escuchado, empuja lentamente la puerta con la punta del pie y la voz de Ofelia lo golpea con aquel tono cuasi histérico con el que habla cuando algo la preocupa.

—... y no estoy loca! —ataja a lo que seguro era la boca de Colin que se abría para dictaminar lo opuesto—. Lleva años marcando lo mismo.

Un silencio largo e incómodo llena el lugar. Desde donde está no puede ver el rostro de Colin, pero que el bromista del equipo no haga bromas dice mucho sobre lo tenso que se debe sentir.

—Felia, yo... mira, entiendo —escuchando desconcertado el cálido apodo, Peter se queda aún más petrificado—. ¿Sí? Sé que nunca fallas, pero... eres una Física, no una ingeniera. Te dije que ese espectrómetro podía tener fa-

—¡No tiene fallas! —se queja, y Peter se estremece un poco al oír el deje autoritario que envuelve sus palabras—. Llevo años de mi vida trabajando en ello. Desde... bueno, ya sabes. Desde que se les ocurrió a esos malditos buenos para nada de S.H.I.E.L.D. que una física que hacía preguntas les sobraba.

Había cosas en tu vida que te preparaban para todo, pero ni con todo lo que Peter vivió esperó aquello. Su cuerpo se tensa y se inclina aún más sobre la puerta para escuchar, maldiciendo completamente no poder hacerlo desde otro lugar.

—¡No me veas así! —se defiende Colin—. Me echaron como a ti cuando decidí apoyarte.

El silencio vuelve a llenar el sitio y Peter lo aprovecha para cambiar discretamente de posición. Cierra con cuidado la puerta y se acomoda en la otra hoja, antes de volver a abrirla con más cuidado aún. Desde ese punto alcanza a ver parcialmente el escritorio de Colin, lo cual es una buena mejoría, dado que ahora puede verlos a ambos parados.

Uno frente al otro. Ofelia teniendo una tableta de trabajo en la mano y la sosteniendo para que Colin pudiera ver algo determinado.

—Lo sé —suspira bajando las manos, aparentemente rendida—. Pero te digo que el espectrómetro no falla. Llevo años analizando los datos, cotejando las fechas y guardando los registros. Te digo que alguien está jugando otra vez con el espacio-tiempo.

El aire que llena sus pulmones de repente se evapora. La sola idea le da taquicardia. No es posible que... no puede ser que alguien... Estruja su mente. Strange había dicho a Wong que el hechizo había sido usado con anterioridad, pero Peter se negaba a creer que (pese a no recordarlo) algo en el interior de Strange fuera tan estúpido como para no advertirle del desastre que se armó la última vez que se hizo uso de este. Sabía que no lo recordaba, ¿Pero no tenía que recordar todo lo demás? Aún querían rebanarle el cuello por lo de la estatua de la libertad. La gente no tenía idea que él fue el que empezó ese desastre, pero si recordaban de alguna que otra manera lo que pasó.

—Felia, lo siento, pero... ¿Qué esperas que hagamos? No puedes tocar la puerta de S.H.I.E.L.D. si es que aún existe con ese nombre, y decirles: Sé que están jodiendo el espacio-tiempo otra vez y no nos tragamos la mentira de que sean los Vengadores.

Peter, aún apretando sus neuronas para que fuera más rápido en busca de una respuesta que no hiciera a sus rodillas temblar, piensa que él tampoco se lo tragaría. La comunidad científica tuvo mucho que decir del chasquido y lo que realmente pasó en el universo cuando de golpe la mitad de la vida volvió a aparecerse.

—¡Lo sé! —gime con fastidio, empujando a Colin para recargarse en el escritorio.

Peter corre la cara y maldice. Si Ofelia decidiera ver en su dirección, sin problemas se toparía con sus ojos curiosos.

—Últimamente... tú no... sé que no lo harías, pero... no crees que...

Conteniéndose de gemir frustrado por no entender a qué viene aquel balbuceo, Peter intenta empujar un centímetro más la puerta, buscando el rostro de Colin. Gracias a Dios no lo necesita y su compañero se acomoda junto a Ofelia, mirándola con pesar.

—Tú tampoco lo olvidas, ¿no?

—Las fechas coinciden, ¿sabes?

—Ese camino es incluso más peligroso —advierte con un ligero tinte paranoico en sus ojos.

Ofelia menea la larga cola de caballo y empuja las gafas cuando estas se deslizan por su nariz.

—Lo sé, pero... Si de casualidad no eran solo proyectos sin fundamento...

Colin alza la vista y la pasea por la estancia, forzando a Peter a que se tenga que volver a esconder. Contiene el aire y espera rezando porque el ligero movimiento de la puerta no hubiera sido notorio.

—Mira, lo que sea que esa gente se traiga entre manos, no es asunto nuestro. ¿De acuerdo? —taja con firmeza, pese a que su voz tiembla ligeramente al decir esa gente.

—Pero y si lo logra-

—Ofelia —la corta con un tono frío y tirante que le hace dar un cabezazo—. Si ellos... si lo lograron, no es asunto nuestro. Declinamos su oferta de trabajo por un buen motivo. ¿De acuerdo? Nada que venga de ese hombre y su asociación es cosa nuestra y lo mejor que puedes hacer ahora mismo es olvidarte por completo de lo que sea que tu juguete te diga.

Soltando un profundo y molesto suspiro, Ofelia baja la mirada al suelo y asiente con lentitud.

—¿Crees que al menos ellos sepan qué es lo que está haciendo?

Peter, que empezaba a sentir un ligero entumecimiento en la yema de sus dedos, empuja otro poco la puerta y clava los ojos en Colin, que mira a Ofelia con una clara expresión de desprecio.

—No me extrañaría. Desde que volvió del blip tiene esta maldita ciudad en la palma de su mano. Y si alguien como Antuan, se fue con él, muchos otros con menos ética le habrán seguido.

El rostro de Ofelia se contrae con una mueca de tristeza y cuando alza la vista, busca la mirada de Colin.

—Le dije a Norman que iba a irse si no le daba más aire.

—Y yo te dije que ese chico no valía el esfuerzo —se queja con un chasquido molesto—. Podía ser brillante, pero la última vez que revisé, ser capaz de soñar más alto que cualquiera no te hace bueno.

—Lo sé, lo sé... es solo que... me hubiera gustado que no se fuera con Fis-

El chitón extra alto que suelta Colin lo hace a él sobresaltarse y a Ofelia dar un respingo.

—No digas su maldito nombre, Ofelia —murmura sin dejar de verla con antipatía.

—Madura, no es Voldemort —se queja su jefa, rodando los ojos.

—No, es mil veces peor, él sí existe.

Peter siente la cabeza darle vueltas. Con un movimiento lento y cuidadoso retrocede y se queda en medio del pequeño cubículo que separa ambas estancias. Las puertas electrónicas tras él se abren al percibir el movimiento y Peter vuelve a sumergirse en el insonorizado espacio donde la máquina de presurización lo recluye una vez más.

Sin molestarse en estirar los brazos, dado que no hay forma de que se haya vuelto a infectar con nada, se queda viendo las puertas con la mente a kilómetros.

Antuan era el Ingeniero Mecánico que Peter entró a reemplazar. Oscorp perdió a su ingeniero hacía cosa de tres años, pero en todo ese tiempo no habían tomado a nadie más para el puesto. Peter no había intentado averiguar por qué, no veía el caso. Muchos científicos simplemente se desplazaban entre empresas, buscando la mejor y la que más libertad les dé. Oscorp era pequeña, se abría rápidamente paso entre el montón, pero no era la primera opción de alguien que ya tenía una carrera medianamente cimentada.

Ahora, mientras el calor volvía a sacudir su ropa y su cabello, se hacía una idea dolorosamente clara de dónde estaba. Y, sobre todo, qué estaba haciendo.

Con un creciente sentimiento de mareo, Peter atraviesa las puertas electrónicas cuando se abren y las dos hojas de vidrio oscuro y esmerilado que lo escondieron vuelven a quedar ante sus ojos.

La voz de Ofelia vuelve a escucharse, pero en vez de intentar tentar a la suerte con una idea muy clara de qué era de lo que hablaban, avanza decidido, escondiendo tras una máscara de tranquilidad el caos de ideas peligrosas que empieza a alborotar su interior.

—... deberíamos mantenernos alertas —dice esta vez ella, con un tono más determinado—. ¿Has visto a Vivian últimamente? Así fue con Antuan, llegadas tarde e injustificadas...

—Lo que deberías hacer es mantener tu nariz fue- ¡Peter! —grita de golpe Colin, y Peter se detiene abruptamente, como si el repentino llamado lo hubiera pillado por sorpresa.

—¿Eh? ¡Oh, Peter! —grita Ofelia en un tono claramente sorprendido y alerta—. ¡No te oí entrar!

Con una mirada preocupada estudia a uno y a otro. Ambos se miran de reojo, como si no supieran exactamente qué decir, o especulando cuanto pudo oír.

—Lo siento, yo solo venía a... Si necesitan puedo volver más tard-

—¡No, hombre! Ven, justo estaba diciéndole a Ofelia que aún no sabía por qué parte del proyecto me convenía empezar...

Peter le sonríe cuando este le guiña un ojo cómplice y alza la tableta. Ofelia, Colin y él saben que de eso no versaba la charla, pero Peter no es tan idiota como para alzar una ceja y dejar en evidencia que le constaba que aquello era una mentira.

—Espero que por la máquina que me pediste que construya —dice, en cambio, siguiéndole la corriente—, porque aquí tengo el diseño y necesito que lo apruebes para poder empezar a hacer las pruebas.

Tanto Colin como Ofelia se relajan completamente y mientras les explica el diseño, Peter nota como comparten miradas ligeramente preocupadas. Decidido a no darles un solo motivo para que duden, pasa más de media hora explicando el diseño y su funcionamiento con el mayor detalle que puede. Ofelia se retira cuando Colin coge la tableta y lo felicita con dos pulgares arriba cuando sale en la dirección opuesta.

—Esto es muy bueno —dice Colin con un tono claramente impactado.

Peter elude con habilidad el escozor que le genera la sorpresa en su tono, pues es tal el desconcierto que expresa que casi raya el insulto, pero le sonríe agradecido.

—Solo era cuestión de tomar un buen café.

—Pues el tuyo será mejor que el mío —dice con envidia mientras señala la máquina expendedora junto a las puertas por las que salió Ofelia—. La pobre de Betty solo saca una cosa aguada que francamente...

Peter se ríe y menea la cabeza extendiendo la mano para que le devuelva su tableta, Colin lo hace perdiendo ligeramente la sonrisa. Se da cuenta de que debió llenar el silencio, porque Colin termina de barrer la sonrisa y lo mira frunciendo ligeramente el entrecejo.

—No tienes que decir nada —se apresura a decir cuando casi puede leer su mente—. No es asunto mío lo que tú hablas con la jefa —añade, dejando en claro que está más que dispuesto a fingir que no escuchó la forma poco profesional con la que Colin se expresaba cuando Peter entraba—. Mi asunto es este bebé y poder tenerlo listo para ti lo más rápido posible.

Colin aplasta los labios en una fina línea y lo mira por un rato antes de asentir lentamente. Era fácil olvidar que eran diez años más grandes, pero el gran cuerpo frente a él se ve imponente y seguramente se sentiría imponente; si no fuera que Peter tiene más fuerza en una uña que Colin en todos sus músculos, seguro se sentiría intimidado.

—Eres un buen chico, Peter —dice únicamente, mirando la puerta de salida de su taller—. Otro hubiera... Ofelia y yo nos conocemos hace años. Yo estudié en Virginia, pero incluso allí su nombre era grande.

—Lo sé, en Cornel todos los profesores la nombraban —asiente solícito.

—Sí, bueno... no lo dijimos aquí por qué... No querían mucha camarería con los científicos. La empresa recién empezaba a crecer y sin dudas sabes que los académicos podemos ser...

—Especiales.

—Obtusos es mejor forma de decirlo —se ríe con suavidad—. Pero bueno, no seríamos el primer par que se une a una empresa solo para usar sus recursos financieros y luego largarse.

—No creo que nadie que los conociera diría eso —masculla y eso al menos tiene que sonar muy honesto, porque es la opinión más sincera que Peter tiene para ofrecer.

Aunque en el fondo este dándose una tunda mental de temer. El error vital que había cometido era inexcusable. Revisar sus legajos basado en sus expedientes académicos fue una estupidez. Debió revisar más exhaustivamente. Debió nota su camaradería. Y le carcomían saber que antes, el que fue antes de toda su vida yéndose a la puta mierda, lo habría notado. Exactamente de la misma manera que noto lo de Steve Rogers. Le tomo unas pocas horas con Tony para saberlo. Y si no se hubiera esforzado en ser un ser tan solitario y distante, quién sabe si no hubiera bastado el mismo tiempo para notar que Colin y Ofelia eran mucho más que compañeros de trabajo.

—Bueno, tú eres muy joven y seguro el tiempo le ayudó, pero esa mujer... —con un meneo de cabeza Colin suelta un resoplido—. Lleva a un nuevo nivel el trabajar por el bien de sus propios proyectos.

Peter, que estaba seguro en otra situación, se hubiera muerto de curiosidad, se endereza más y guarda la tablet en su guardapolvo blanco.

—Imagino que sí, pero como te dije, no es mi asunto. Desde que llegué aquí lo único que tengo para decir de mi jefa es que es la primera para la que me siento orgulloso trabajar y el resto es historia.

Colin asiente con la misma firmeza que él y Peter decide que es momento de huir de allí. Necesita limpiar inmediatamente su escorio y asegurarse de que lo llamen del hospital donde May está internada. Spider-Man tenía mucho trabajo de investigación.

—Parker... —deteniéndose, Peter voltea a ver a Colin y este vuelve a verlo con la mirada celeste fría y firme—. Si alguna vez quieres trabajar en algo propio y temes que Norman no te deje, o que no lo encuentre interesante, ven a hablar conmigo y con Ofelia. Nosotros te ayudaremos a hacer que entiendan cuán importante es.

Sin dudas su desconcierto debe ser palpable en su rostro, porque Colin junta aire y lo suelta con calma, volviendo a sonreír con un destello de peligroso orgullo en la mirada.

—No sobran los chicos listos. Y no me refiero a que seas claramente inteligente, me refiero a que eres listo. Sabes donde tienes que meterte y donde no, tienes los pies bien plantados. La gente leal y despierta no abunda en nuestra profesión y... no quisiera que termines yéndote a otro lado solo por algo como eso.

Peter, que repentinamente tiene la sensación de que sin saber pasó una prueba, asiente y le devuelve la sonrisa.

—Cuando me recibí y se armó aquel revuelo... —meneando la cabeza, Peter le permite a su rostro crisparse con un gesto de desagrado y fatiga bien marcado. Fue exactamente, así como se sintió al ver hasta dónde estaban dispuestos a llegar algunos colegas por hacerse con su tesis—. Me di cuenta de que no me interesaba mi desarrollo académico en esos términos. Oscorp era de las pocas empresas que me permitía tener un equipo para el cual trabajar y eso era lo que estaba buscando. Me gusta crear máquinas para otros. No para mí.

—Chico listo, lo que digo —reitera, agitando afirmativamente la cabeza—. Un día en verdad tienes que venir a tomar algo conmigo. Tengo una que otra conocida que iría bien contigo. O un conocido, reitero, no te juzgo.

Peter suelta una pequeña e histérica risa y apresura sus patosos pies a las puertas dobles. Cuando pasa por tercera y tediosa vez la presurización, vuela a su escritorio y empieza a meter las cosas de cualquier forma en su bolso. Aplastando la mitad del contenido dentro, Peter empieza a ordenar todo mirando enloquecido el reloj.

Quedaban dos horas para que pudiera irse a casa. Dos horas y tenía aproximadamente dos minutos para decidir qué iba a hacer. Ofelia salía antes que él, al menos una hora antes, y no podía escabullirse tan pronto.

La maldita necesidad de tener que verse obligado a pasar por el taller de Colin lo forzaba a fingir al menos un rato que necesitaba escapar. Irse de inmediato solo levantaría sospechas y estaba seguro de que Colin no se comería el cuento de un familiar en problemas, menos que menos cuando Peter claramente acaba de enterarse de algo que no debía.

Con todo listo y la llamada programada desde su computadora, Peter se queda una larga y tediosa hora esperando poder huir. El estacionamiento interno no era un buen lugar para interceptar el auto, pero tampoco se le ocurría un lugar mejor. Podía seguirla hasta su casa, pero eso podría asustarla y hacer que el sonsacarle información fuera misión imposible.

Con pesadez abre su computadora y se mete al sistema interno de seguridad. Localiza las cámaras que necesita desactivar y graba en el sistema una repetición de cinco segundos. La deja correr por media hora y cuando consigue modificar los números superiores para que pareciera que seguía gravando con normalidad, ancla la filmación a una pequeña red privada que le dejará conectarse a las cámaras de manera remota.

No es lo que más le agrada, detesta tener que cronometrar sus encuentros, pero Ofelia, cuando estaba inspirada, hablaba sin parar. Algo le decía a Peter que el tema la iba a hacer cantar una vez que alguien le pidiera que se lo explique.

Por las dudas, se asegura de mantener la repetición de cinco segundos en la misma red. Si necesitara usarla, la dejaría en bucle y rezaría porque Billy de seguridad esa noche no estuviera interesado en ser un ejemplo de vigilancia. Las noches estudiando al guardia de seguridad con Tony le demostraron que los chicos de seguridad de esos turnos no eran tan comprometidos.

Pensar en Tony le provoca una coleta de náuseas. Si lo que pensaba que pasaba era lo que pensaba que pasaba, eso quería decir que su plan de olvidarse de ese hombre se había ido por el desagüe. Aunque, también significaba que recuperar su vida normal estaba condenadamente cerca.

Su celular suena mucho antes de que termine de decidir si eso es algo bueno o algo malo, y coge la llamada fingiendo magistralmente que es una emergencia. El escritorio medio caos que deja tras de él, la mirada preocupada y comprensiva de Colin cuando lo escucha hablar con un tono angustiado con la enfermera y el tono verdoso que tiene su piel de solo pensar que esa charla con Ofelia podría llevarlo directo al departamento de Tony hacen de su actuación una maravilla.

A salvo y en el ascensor, Peter empieza a contar los segundos mientras entra a la red con su teléfono. Tecleando el código que programó, espera con el dedo sobre el pequeño cartel que dice Sí, y sale corriendo por el pasillo que lo lleva a la salida de personal. Coge la curva que lo guía hasta a los ascensores del garaje y aprieta el móvil antes de guardarlo. Sin molestarse en ver si alguien lo sigue, dado que es muy temprano para que alguien que no sea la jefa de piso se vaya, Peter se mete en las escaleras de servicio. Mientras baja dando largos saltos, se desprende de su chamarra y la camisa. Le toma un par de tramos sacarse los pantalones y solo sus poderes le impiden irse de bruces contra el pavimento del playón principal cuando la maniobra de sacarse un zapato en el aire sale mal.

Empujándose de un salto al techo, Peter esquiva todas las cámaras desde la seguridad de la altura. El auto de Ofelia es, en sí mismo, un llamador de problemas. Es de un amarillo canario tan estridente que le da dolor de vista únicamente posar en él sus ojos. La mujer sale del ascensor y Peter se rezaga unos segundos. Fijándose en las puertas de emergencia que salen a la calle, lanza hacia ellas su bolso y atrás una telaraña. Contiene una mueca al ver que no queda en la pose que había planeado. La larga tira que pasa por su cuerpo queda colgando de tal forma que cualquiera podría notar que está ahí sí solo sigue la línea hasta el techo. No es perfecto, pero está perfeccionando ese truco.

Cuando Ofelia apoya el maletín en el techo del auto y se inclina para abrir la puerta, Peter se deja caer sobre el techo junto a su mano.

Su jefa pega un salto hacia atrás y suelta una maldición bastante mal sonante para su pequeño cuerpo y se lleva las manos al pecho cuando lo ve.

—Buenas noches, señorita.

Contra cualquier pronóstico, contra cualquier cosa que Peter hubiera supuesto que ella iba a decir al ver de frente a Spider-Man sus siguientes palabras lo dejan tan desconcertado que va a perder valiosos segundos en reponerse.

—¡Te juro que no es robado! —grita alzando las manos como si Peter le hubiera enseñado un arma—. ¡Te lo juro! ¡Él sabe que me robó mi proyecto y se lo vendió a la compañía para la que trabaja! —añade con vehemencia, bajando las manos y señalándolo, como si Peter tuviera la culpa de algo—. El auto es nada más que la compensación justa por lo que me sacó.

Peter se queda tieso, con los ojos desorbitados viéndola. Esa mujer, esa mujer definitivamente era una caja de sorpresas tras otra. Una sonrisa afectuosa se extiende por su rostro y agradece que la máscara lo cubra. Meneando divertido la cabeza, niega y suelta un suspiro.

Quizá obtener la información que necesitaba no fuera a costarle tanto.

*****

Tony, con la chaqueta en la mano y la furia determinada trabajando en su interior, mira el reloj en su muñeca. Es temprano, el maldito mocoso aún debe estar en el trabajo y eso es bueno. Muy bueno. Perfecto para su plan, que básicamente consiste en ir a su apartamento, forzar la porquería de puerta que seguramente tendría y esperarlo dentro.

Estaba harto de que se le escurriera y de esa forma se aseguraba que el maldito no pudiera huir en dirección contraria cuando le pidiera una jodida explicación.

Con impaciencia vuelve a picar el botón del elevador y masculla por lo bajo cuando ve los pisos subir con molesta lentitud. Una incómoda mezcla de ansiedad y urgencia le corre en las venas. La sangre le iba de aquí para allá, casi bullendo en su interior. Se figuraba que podía fingir por unas cuantas horas más que los retorcijones en su abdomen eran producto de la mala espina que le daba todo el cuento de las fotos, era mucho mejor que pensar que lo tenía ansioso volver a verlo.

Si ese fuera el caso, si Tony había descendido a la categoría de hombre que pensaba que era, y ahora se ponía nervioso como una colegiala a punto de perder su virginidad con el patán de turno solo por ver a un maldito crío, iba a tener que tomar cartas en el asunto.

El sonido del elevador al llegar a su piso le arranca de sus pensamientos y cuando las puertas se abren con una lentitud que le exaspera, la visión limpia de la boca de una pistola que se precipita contra su frente le arranca cualquier vestigio de deseo.

Un hombre de mediana estatura, con punzantes ojos cafés, lo mira fijo y le hace una seña con el mentón indicándole que retroceda. Tony siente la caricia del acero en la frente y decide que bien puede moverse. La idea de recibir un disparo por negarse a hacer algo tan inocuo como retroceder cinco pasos le suena más surrealista que el hecho de que alguien le esté apuntando a la cabeza.

Cuando su visitante sale del elevador, Tony suelta un suspiro. Su explicación iba a tener que esperar porque, aparentemente, Harold, Happy, Hogan, había dado finalmente con él. 

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