VI

Todos los problemas empiezan cuando dejas que Tony Stark se acerque demasiado, especialmente si lo que se acerca a ti es su boca.


Había momentos en la vida de todo hombre en los que tocaba reconocer que se había excedido. No era particularmente afín a admitir un error, pero podía aceptar que había empujado dos pulgadas de más al otro. Y puede que ese siempre fuera el plan: distancia y frialdad; pero eso no quería decir: asegúrate de que no vuelva a verte el rostro. Esa, que realmente hubiera sido la más astuta, no era la meta que perseguía.

Por eso, la cuarta noche de vigilancia encuentra a Tony sentado en el auto, estudiando al aburrido guardia con el 2% de la atención que debería darle. Sus ojos van y vienen al reloj y a la calle donde debería aparecer el maldito Peter Parker. Si es que viene, le recuerda su mente con ese tono lleno de fastidio, qué tan característico le era por esos días.

La realidad es que la había jodido. Se merecía completamente si decidía irse y dejarlo a su suerte. Le repitió mil veces que podía solo, y era una verdad absoluta... con un pequeñísimo pero; no sabía con exactitud si saldría con vida de eso. Tony no disponía de todo su arsenal en aquel universo. Tenía sus millones, pero no tantos para costear a los socios más cercanos de Fisk. No podía comprarse un hueco en aquel maldito edificio, tenía una cara condenadamente reconocible. Por no mencionar que, pese a estar seguro de que destrozarle la heterosexualidad a un hombre era fácil para él, hasta un degenerado como Tony tenía un límite de pollas a chupar.

Apreciaba a Miles, de verdad; desde que Peter más o menos lo tiró en su maldita vida, Tony no hacía sino pensar en el crío como una extensión de ellos, de su amistad, de a dónde los llevó la vida; pero hasta Tony tenía que decretar cuándo frenar y estaba francamente harto de follar por el bien del plan.

Tenía ganas de dejar de lado la maldita identidad de Noel y empezar a darle más relevancia a Real o Issac. El último era el recurso que mejor guardado tenía. Noel podía ir y venir por la trastienda, pero Issac requería ese algo que Tony empezaba a añorar de su maldita vida: Poder, locura, diversión y una cuota más que suficiente de volatilidad.

Aunque, si era honesto y ahora que estaba solo no había por qué no serlo, lo que más le apetecía en el universo era volver a ser Tony Stark. Y, aparentemente, había echado de su vida al único que le permitía ser ese sujeto.

Y era ese miedo el que le hizo dejarse caer por una maldita estación de hamburguesas a comprar dos pedidos para llevar. Y era por eso por lo que ahora dicha bolsa (con sus gaseosas jumbo) esperaban a su lado diciéndole en silencio que era un idiota.

Y un bruto, maldición, era un maldito bruto. Desde que lo dijo, las palabras lo atormentaban. Sacar la carta de May fue completamente inhumano. Por no decir que era lo más alejado a quien realmente era. Tony se pasó horas viendo la puerta de la casa de May intentando encontrar el valor para entrar y decirle que su sobrino había muerto. La sostuvo entre sus brazos cuando la mujer se dejó caer sobre la hierba entre las tumbas de Peter y Ben. Usar su muerte para distraerlo e impedirle que hiciera algo estúpido como ponerse una diana en la espalda por un guardia que no podrían ni salvar fue la cosa más asquerosa que había hecho en su vida. Y mierda que en ese universo el compendio de asquerosidades que realizó había adquirido una nueva dimensión.

No es que pudiera justificar su bajeza con el miedo que lo recorrió al pensar en que en una semana podría verlo igual de muerto que dejó a su Peter, pero mierda, es que ese crio era aún más idiota que Miles. Y ese chico había decidido ir contra Kingpin en su universo. Pero hasta Miles era consciente de que no podría con él.

Dándole un puñetazo al volante, vuelve a posar los ojos en la calle y está igual de vacía que las últimas horas. Con desprecio mira la bolsa y gruñe para sí. Fue un plan estúpido. ¿Quién pedía perdón con comida? Nadie. Pero estaba seguro de que comprarle ropa, un mejor celular o un bolso que no pareciera saco de arpillera era mucho más improductivo que alimentarlo. Que, dicho sea de paso, no parecía que le viniera mal.

Soltando un quejido, se mira en el espejo retrovisor y se siente patético. Le tenía que dar lo mismo si el cabrón comía o no.

Maldiciendo a su Peter, Tony mira con desprecio las bolsas. Aquello era cosa de él. No tenía dudas de que sin su asquerosa influencia él no tendría pensamientos que eran absolutamente irrelevantes; tal como lo eran si el condenado crío comía la cantidad de veces indicadas al día. Era claro que desnutrido no estaba, pero también era claro que no se daba condenados lujos. Y no es que el hecho de que toda su ropa se viera vieja y con muchos más lavados de lo que era recomendable.

Era su cuerpo el que lo ponía ligeramente ansioso, o la falta de grasa en determinadas partes.

Tony vio infinitas fotos de su yo alterno y no eran clones; eran muy parecidos, pero Tony tenía los ojos verdes, un tono más rojizo de castaño y había nacido 20 años después. Podía suceder que la diferencia física entre este Peter Parker y el suyo fuera que a este le faltara carne en los lugares apropiados. El traje de Spider-Man no le quedaba mal, pero lo cierto es que su Peter tenía unas curvas que te dejaban literalmente babeando.

Tony mismo, la primera vez que lo vio en el tejado de su empresa, cuando el idiota llegó a joderle unos envíos, tuvo la dolorosa necesidad de palmearle el trasero.

—Lo que te faltaba era ponerte a pensar en eso... —murmura, agachando la cabeza para golpear la frente contra el volante—. Lo —golpe—. Que —golpe—. Te —dos golpes—. Faltaba. —cinco golpes.

Desde que le arrancó la máscara a Peter y con ella la verdad, Tony tenía cuidado de no recordar cuánto había deseado a Spider-Man. Algo raro y enfermizo le retorcía las tripas de pensar en esos términos en su mejor amigo, pero desde que estaba en contacto con ese Peter Parker, los recuerdos recurrentes de sus vulgares fantasías le picoteaban a cada hora y no se sentía que estuviera tan mal pensar en esos términos si en lugar de su mejor amigo, reemplazaba la cara con la de la versión más multiversal de él.

Indiscutiblemente, había una cuota enferma y rara en aquellos pensamientos que Tony no conseguía encauzar, pero lamentablemente, pese a que era experto en equivocarse, solía tener mejor tino en no joderla como la venía jodiendo desde hacía unos cuantos días.

La cosa era que empezaba a sentirse como un maldito patoso bueno para nada y no como el tipo curtido de 38 años que era. Le jodía, y por partida doble saber que todo lentamente se estaba distorsionando. Al menos debería ser capaz de dejarlo estar. Ya se había disculpado por el maldito asunto de Lux y no era cosa de él si ese crío de los cojones decidía que estaba por encima al negarse a usar un maldito abrigo que Tony pagó en muy buena ley.

Con un gruñido cansado, Tony se endereza y vuelve a ver al sujeto tras el cristal. Coge la bolsa, saca la maldita hamburguesa que le correspondía y empieza a comer sin esperar a Parker. No iba a ir. Estaba seguro de que iba a hacer la tarea, por eso se la dio. Cuando vio en su mirada ensoñada la devoción por la versión pasada por agua de sí mismo, sintió un rechazo insoportable. En su universo aceptaba ese tipo de pullas porque le eran funcionales, pero no tenía por qué soportarlas de ese crío. Había solo un motivo por el cual él jamás se asoció a un idiota como Fisk y era porque Tony no se asoció jamás a nadie. En su empresa solo él tenía la palabra final.

Cada vez que se embarcó en un proyecto que iba más allá de las capacidades de su empresa, creaba o adquiría otra que pudiera darle apoyo. Esa fue la forma en la que su empresa se convirtió en el maldito conglomerado que era. Tenía dos docenas de asistentes, daba más trabajo a secretarios, becarios y pasantes que el maldito gobierno y era solo porque era un lunático incapaz de delegar. Su asistente era el tipo más eficiente del universo, pero era eso: un asistente. No le dejaba tomar decisiones e incluso sus consejos a veces decidía eludirlos para dejarle en claro que ni porque fuera buenos iba a seguirlos.

Jamás se metió con mafiosos, con gente fuera de la ley y menos aún con personas de cuestionables ingresos. Le seguía la pista a cada una de sus creaciones y, en el instante en que dudaba de lo que se estaba haciendo con sus recursos, se encargaba de volverlas obsoletas. No era tan difícil sostener una vigilancia sobre sus creaciones; que el Tony Stark de este universo no hubiera sido cuidadoso era más cosa de arrogancia y desinterés que algo imposible de lograr.

Tony tenía vía libre para hacer de su maldito trasero lo que quisiera y cuando algo no le gustaba, simplemente podía darse el lujo de mandar a joder al que fuera. Eso implicó muchas veces que su maldito gobierno le odiara. Dado que él era su armador oficial, y saber que tus misiles podían mágicamente desactivarse cuando abusabas del uso era algo que nadie llevaba bien. Miles de veces intentaron que Tony se inmiscuyera en donde no le interesaba, o que entendiera "peleas" territoriales que debían hacerse pese a que fueran altamente cuestionables. Y Tony, para su disgusto personal, cientos de veces les dijo que no. Le sacaron muchas veces la carta de que era un ciudadano Norte Americano y que debía ayudar a su nación. Basura que le traía sin cuidado. Suficiente ayuda le daba pagando los millones de dólares que le cobraban de impuestos. No había empresa más sucia que el gobierno y no había forma de que lo convencieran de lo contrario.

Cierto es que sin dudas él nunca se hubiera podido dar el lujo de meterse a enfilar cocaína luego de que dejó la universidad o tirarse al alcoholismo. No compartía ese peculiar estilo de vida con su versión multiversal. Tener aquel nivel de control sobre su obra era un trabajo incompatible con la vida despreocupada que su variante sostenía.

Rumió por un tiempo al respecto de cómo o por qué sus vidas fueron tan diferentes en aquel aspecto; sus padres murieron en un accidente de avión cuando él tenía 13, no 16. Había más razones para creer que entregarse a las sustancias ilícitas sería más fácil para un crío aún más resentido con la jodida vida, pero la realidad no fue así. Tony tomó, se drogó e hizo muchas idioteces en el periodo que correspondía a hacerlas, pero no entregó su vida a ello.

Luego de darle tantísimas vueltas (puesto que en ese maldito universo poco más tenía para hacer los primeros años) supuso que quizá debiera agradecerle eso a Peter. Puede ser que, sin él en su vida, ese hubiera sido un camino; pero la época de la fiesta quedó en donde debía y dedicó toda adultez a demostrarle a ese idiota de Peter Parker que la peor decisión que pudo tomar fue darle la espalda al cambio.

Ahora, dado que no había existido un motivo para no ser un maldito idiota, la vida de ese Tony Stark transcurrió de forma muy distinta, y solo al final de esta se podría decir que decidió hacerse cargo de las cosas. También era una mala suerte que le hubiera confiado todo a Obadiah. Spider-Man lo salvó de eso. En su vida no hubo una maldita alimaña que manchara su legado y terminara arruinando su vida, forzándolo a un evento que le metería en la cabeza ideas extrañas sobre superhéroes o jodidos trajes.

No, gracias a Peter él logró deshacerse de la basura en su propia empresa. También eso picaba en su sistema, así que se aseguró de la única manera que podía de no volver a pasar por eso: jamás tener malditos socios.

Sin poder evitarlo, sus ojos vuelven a la calle por la que solía aparecer el chico y cuando no lo ve por ningún lado, gruñe internamente. Era una cosa sumamente lógica. Seguro que ese historial tan desagradable desalentaba al que más. Debía de ser un golpe muy duro ver la cantidad de empresas corrompidas que a lo largo de su vida tuvo y aceptar que parte de los millones "limpios" eran una cosa completamente sucia y manchada no sería fácil de tragar. Debía joderle la moral a alguien tan estricto saber que su "oh, gran Dios", no era más que un hombre que se equivocó suficientes veces para que su mierda siempre volviera a tocar su puerta.

Seguro que las pobres gabardinas que él le regaló estaban ya descansando en los hombres de cualquier mendigo que hubiera ido a buscar abrigo con los del ejército de salvación y ahora aquello se debía sentir hasta infantil.

¿Qué se sentiría saber que todo era una mentira?

Una especie de regocijante placer lo recorre mientras toma un sorbo (ya aguado) de gaseosa. Sin dudas, don "me gano la vida dignamente" estaba teniendo que volver a revisar las bases del amor que profesaba a su ídolo. Y, por una extraña y retorcida razón que no podía explicar, le agradaba. Le gustaba saber que ese niñito ya no iba a poder vanagloriarse tanto, ya no iba a poder mirarlo desde arriba, como si ese bastardo de Tony Stark fuera mejor que él.

Eran distintos, y a Tony le daba lo mismo si por idiota se asoció con gente de mala calaña; al final, solo importaba que se redimió y murió haciendo lo correcto. Pero no iba a mentir, le agradaba saber que ese Peter Parker nunca iba a olvidar que su Tony Stark no era mejor que él, solo diferente.

La hamburguesa no está tan mal, piensa al segundo gran bocado, pero no es lo que hubiera elegido y eso, obviamente, también le escuece. La pidió meramente porque supuso que eso es lo que el chico comería. Se imaginaba que un barco de sushi era pedirle demasiado. Por no decir que casi podía ver como terminaban sacándose los ojos con los palillos chinos. Aparentemente, ni el chico ni él eran capaces de mantenerse cinco minutos sin intentar herirse al máximo. Lo cual era parecido y diferente a la relación que tenía con su Peter. Tony disfrutaba siendo un grano en el culo, pero en su vida se le hubiera ocurrido una sola vez ser así de cruel o mezquino.

Podría hacer un maldito mea culpa, pero estaba en ese jodido lío por su culpa. Que se joda. No tenía por qué ser bueno y amable. Algo que, maldita sea, empezaba a extrañar. Hacía mucho que no tenía una guerra tan ceñida con nadie y había olvidado lo mucho que le pesaba tener que vivir en perpetua tensión.

—Ni deberías estar comprándole comida —se dice en voz alta, haciendo una pequeña lista de las cosas que no debería estar haciendo, resistiendo el impulso de coger la bolsa y tirarla a la calle.

Y sabía que era así, pero en ningún momento pudo frenar cuando bajaba por la calle con el auto y paraba a comprar. Una parte nada pequeñísima de él se sentía culpable con el asunto de May. La pobre vieja que acogió a Tony en su vida como a un sobrino más le habría dado un bastonazo si lo hubiera escuchado.

Tony jamás descuidó a la mujer que le sonreía de la manera más cálida cada vez que lo veía, por eso pudo escucharla toda la noche reprenderlo. En general, era bueno para desoír ese tipo de interrupciones en sus sueños, pero sabía que ella estaría muy decepcionada al escuchar cómo Tony lastimaba a un Peter con algo tan serio. Tony, pese a lo que intentara hacer creer que era, no era un maldito hijo de puta sin ningún sentimiento ni moral. Pero es que, joder, llevaba unos días de guardias interminables y tensión por no decir nada cuando Parker estaba cerca, que ni él podía mantener la calma.

No obsesionarse con el maldito debería ser su prioridad, pero recoger cada palabra que decía para hacerse un esquema definido de quién era y cómo era, para tener una idea de qué haría y cómo lo haría si algo salía mal, pasaba factura. Y entonces había que sumar que noche a noche empezaba a esperar ansioso su llegada y a escuchar sus salidas desopilantes de excusas, algunas de lo más idiotas, pero algunas simpáticas...

Y no se justificaba, pero apareció Kingpin y no era capaz de pensar con claridad cuando el hijo de su retorcida madre aparecía. Solo de saber que ese desgraciado que mató a su amigo estaba cerca de ese Peter le dio náuseas. Y el maldito crío estúpido e inoperante quería bajarse a enfrentarlo. El terror que le invadió el cuerpo le hizo soltar la cosa más mezquina que tenía y pese a que se merecía algo así, May (sabía bien Tony) debió ser el jodido límite.

Ahora, la comida que se suponía sería su ofrenda de paz se enfriaba de manera cínica en el asiento que seguía desocupado. Decidió dársela a algún vagabundo, y con eso al menos la memoria de su amigo sonreiría en paz. Sin dudas, Peter hubiera perdido la cabeza solo al verlo arrojarla a la basura sin siquiera pestañear.

Conteniéndose para no bostezar, Tony deja que su mente se vaya vaciando de todos los pensamientos que zumbaban como avispas en un panal y le impide a sus ojos volver a posarse donde debería estar Peter Parker. No tiene caso, no valía tanto de su interés, se dice, pero sabe que no era cierto. Una parte de él sabe que valía la pena y era asqueroso no poder negar ese hecho. A la fecha, Parker respondió bien a todas sus pullas. El maldito era bueno atrapando las bolas rápidas que Tony repentinamente le soltaba y no le ayudaba en nada saber que el cabrón de Peter amaría a ese pequeño intento de Peter Parker.

Oh, eso era lo peor.

La noche anterior, cuando empezó a balbucear sobre su tesis, casi pudo escuchar a Peter reírse a su lado. Mira que teniendo acceso a tecnología veinte años adelantada y ponerte a pensar en tu tesis... era simplemente hilarante. Pero Peter, patéticamente débil por los niños nerd, se hubiera reído y le hubiera preguntado por la dichosa tesis. Lo peor era saber que por más que Tony hubiera intentado disuadirlo y explicarle los malditos desastres que podía traer a ese universo el acceso a una tecnología para la que no estaban preparados, el débil de su amigo hubiera intentado darle una mano al chico.

Una parte de Tony tenía cierta curiosidad, qué podría haber soñado, que estaba dispuesto a pedirle ayuda a él, que por lejos era un ser que aborrecía. Pero no hizo la pregunta y se repitió en silencio que la vida de ese crío no era asunto suyo. Hacía bien en despreciarlo, Tony se esforzaba fuertemente por ser una fuente de comentarios desagradables, grotescos y muy poco serios. Era lo mejor y no solo para el chico, era lo mejor para el mismo Tony.

Luego de Lux se dio cuenta lo fácil que sería confundir la realidad de sus recuerdos. Cosa peligrosa y terrible. Era un insulto a la vida de Peter que él fuera por el maldito multiverso perdiendo de perspectiva que su amigo había fallecido y que él debía cuidar de su pupilo.

El guardia, como cada noche, se levanta a la hora indicada y sale de su vista. Tony no tenía claro si tenía una vejiga cronometrada o si se entretenía en los lavabos, pero volvería como siempre pasados diez minutos. Sonríe para sí mismo. Su amigo a distancia le caía bien. Era un tipo con horarios bien definidos y una rutina marcada, algo poco común. La idea era esperar unos días más y dar por finalizado aquel martirio. Si en una semana seguía manteniendo la misma rutina, todo parecía indicar que esos diez minutos serían más que suficientes para atrapar a Parker por el cuello y hacer que entre en las instalaciones. Solo tenía que asegurarse de que cruzara esa puerta; el resto del trabajo sería pan comido: instalaría un pendrive en una de las computadoras centrales, descargaría el virus que Tony había estado diseñando y listo. El resto sería historia. Por más encriptados que estuvieran los archivos de seguridad, él encontraría el algoritmo para acceder a los avances de la dichosa máquina.

Su mirada se desliza sola por el salpicadero del auto y cuando ve que es cerca de la una de la madrugada, un suspiro aburrido sale por sus labios. Podría irse, pero tiene que aguantar a que el estúpido del guardia vuelva. Era importante hacer un seguimiento de su rutina, así se muera de ganas de ver qué demonios estaba haciendo ese idiota que se creía mucho para aparecer.

La tortura infernal de la espera llega a su fin. Diez minutos después, el guardia regresa, se vuelve a sentar y continúa con la rutina de picarse la nariz y girar la radio de forma rítmica durante cinco horas más. El cambio de guardia se desarrolla según la rutina habitual. Entra el guardia vespertino, intercambia cinco palabras con el sujeto y luego este se levanta y se va. Salen diez técnicos y una fila interminable de rostros entra. No se molesta en verificar si son los mismos de siempre o no; ese día está de tan mal humor que no le importa.

*****

El aroma fuerte y amargo del café negro llena lentamente las esquinas de la cocina, mientras Tony, aún medio dormido después de una siesta no tan larga ni tan placentera, observa con desaprobación el desastre de papeles que tiene por todos lados.

Corre una de las pilas de carpetas que están dispersas por la barra y muestra los dientes nuevamente. El dolor de cabeza le golpea lo suficientemente fuerte como para que el simple sonido de su celular le arranque una maldición. Aunque le gustaría no serlo, es consciente de que ya no tiene edad para acostarse a las ocho y amanecer a las doce.

—Noel —murmura con la voz ronca y exasperada.

—No suena bien, jefe.

Tony ni siquiera responde.

—¿Tienes la licitación?

La chica hace un ruido con la lengua, que quiere imitar un chasquido hastiado, pero le sale terriblemente mal y Tony supone que le ajustaron los brackets esta semana.

—La tengo, pero podrías no sé... ¿Preguntarme qué tal mi día?

—Lo haría si me importara, mándame los papeles. Buenos días.

¡Noel! —grita la adolescente con un tono tan estridente que se tiene que alejar el equipo del oído, antes de lanzarle una mirada lacerante—. Me hiciste una promesa.

—Te prometí dinero —la corrige, sonriendo a su pesar, recordando la encerrona que le hizo el día anterior cuando la llamó con su próximo pedido.

—Trabajo para mi madre. Eso me prometiste.

Separando con cuidado las pestañas, Tony vuelve a ver el desastre de su casa y medita dos veces el asunto antes de negarse en pleno. Podría llamar a la madre de la pequeña arpía y decirle que sea su ama de llaves. Estaba seguro de que cualquier ser humano capaz de criar a esa condenada mocosa podría sobrellevar su mierda, pero la idea de estrechar lazos con una menor se siente peligrosamente familiar y prefiere no cometer el error de generar la necesidad de cuidar de otro ser humano.

—Lo haré, pero deja de dar lata —se queja, no muy seguro de por qué simplemente no corta—. Estoy viendo dónde puedo meterla.

No era exactamente mentira, pero como de momento solo tenía relación con la jodida mafia, se imaginaba que Riri no estaría de acuerdo con el nuevo empleo que Tony podía conseguirle a su madre.

—No va a tragarse por mucho que sea tan buena eligiendo los números de la lotería.

Según Tony, la madre de Riri, estaba dispuesta a creer eso y a aceptar que lo más probable es que su hija se hubiera empezado a prostituir. Todo eso sin inmutarse realmente.

Con May aun atormentando su conciencia, Tony no expone esto en voz alta y agenda mentalmente buscar un lugar para la madre en alguna organización. Uno que no implique entregar la seguridad de ella o la cría.

—Esfuérzate más. Te llamaré si necesito algo —la voz fina y estridente estalla otra vez, pero Tony no la determina.

Cuelga antes de tener que soportar una hora de plática molesta. En verdad va a buscarle un puesto y punto. Riri era un excelso recurso. Tenerla en la nómina y debiéndole un favor sería algo sumamente inteligente.

La primera vez que la contrató no se imaginó nunca que la pequeña hacker que había logrado pasar sus pruebas era una cría de 15 años, que vivía con su madre en Oregon. Tampoco se imaginó que la chica iba a ser tan rápida ni tan despierta. Tony le pasaba la plata como ella quería y siempre le conseguía lo que necesitaba en poco tiempo. Sus papeles actuales eran una obra maestra de la cría. Tony tenía ya sus papeles, pero Riri hizo verdadera magia. Cogió su identidad y le dio un pasado tan sólido que pasaría cualquier tipo de prueba mundial.

No lo hacía exactamente feliz que fuera así de útil, pero a veces simplemente no podía hacer esto y aquello y aquello y de nuevo esto, solo para volver a hacer aquello... xRrx —como se daba a conocer en la deep web— era buena, era rápida y, sobre todo, le caía bien. Sin jamás olvidar que, si la atrapaban, no delataría a sus clientes. Era menor, no iría a la cárcel. No haría un trato entregando nombres por una reducción de condena. Y no, no era algo mezquino que él pensó, era algo que ella misma usaba para venderse. Chica lista, a Tony le servían ese tipo de personas.

Claro que Riri ya no era esa cría; había empezado la universidad y le urgía encontrar algo que hacer con su madre para sacarla del barrio donde obstinadamente decidía vivir. ¿La entendía? A medias. No por su madre, pero Tony intentó por todos los medios sacar a May de Queens, enviarla a otro lugar e intentó lo mismo con MJ. Ninguna tenía por qué seguir viviendo en esas condiciones; ambas podían tener una vida mejor, una que Peter y su terquedad no les permitieron. Pero ambas lo mandaron a pasear a él y a sus millones. No de la misma forma que Peter, claro; ambas lo engañaron para que abriera una beca a nombre de Peter Parker y cuidara de Miles.

Malditas todas esas mujeres tercas que hacían ver a Tony aún más homosexual al ser incapaz de plantarles cara. Aparentemente, su padre llevaba la razón cuando le dijo que era gay porque no sabía qué hacer con una mujer.

Estirándose un poco, olvidando lo amoroso que fue su progenitor, coge la tablet de la mesa y entra al correo que tenía para esos menesteres. Descargando los archivos, se vuelve a perder en el desorden y se dice que debería ponerse a juntar el desastre que tiene ahí. No esperaba recibir visitas en el momento inmediato, pero si se presentaba alguna oportunidad de oro, Tony no quería parecer un loco acumulador con toneladas de carpetas y cuadernos desperdigados por toda la sala.

Antes de decidir ponerse en movimiento, ve que el archivo se descarga y suspira, cogiendo la cafetera. Primero lo primero.

Casi podría decirse que fue una suerte que Parker no apareciera. Desde que le dijo aquello de la licitación, puso a Riri a trabajar en el asunto. Le enfurece saber que se pasó algo tan fundamental.

Cuando tiene un par de horas de haber releído no menos de cinco veces el archivo, lo cierra y vuelve a dejar correr la vista por la sala. No hay nada que a él le sirva en esas licitaciones, lo único que ve es que Kingpin está dispuesto a seguir adelante con la fachada de una empresa "limpia". No es que encuentre interés especial en todo ese proceso de selección, pero no le vendría mal a su causa que la gane. Si tiene que contratar personal, no debería costarle nada lograr meter a un infiltrado en la empresa. Tony tenía un par de científicos en la mira para su propia misión y si pasaban su estándar, el de ese idiota debía superarlo por mil.

Cogiendo el otro celular que tiene por la mesada, busca entre los contactos y marca un número sin ver.

Señor Issac, que gusto saber de usted.

Tony sonríe al oír el nerviosismo del congresista.

—Imagino que sí, señor.

La sonrisa se le extiende a lo largo del rostro y se imagina que el bastardo que le debe unos cuantos favores por su dinero y su silencio la pierde del todo.

La charla no le consume mucho tiempo y aunque sabe de antemano que ese buen para nada no iba a ser quien le pudiera dar la información en el acto, era el indicado para averiguar sin levantar sospechas. No había nadie en el congreso que no estuviera mínimamente relacionado con las mafias, pero por suerte para Tony, estas no tenían el monopolio en el chantaje. Dar las mejores y más exclusivas fiestas el año pasado le dio alguna que otra puerta a tocar, especialmente si tenía en cuenta la cantidad de droga y menores que había en la sala, proporcionándole fotos incriminatorias a cada paso que daba.

El resto del día transcurre de manera más o menos similar y cuando llegan las cinco de la tarde, con una toalla alrededor de la cintura y el teléfono de Noel pegado a su oído, Tony se mete en el vestidor para buscar la ropa de la noche.

Antes de terminar de embutirse en los calzoncillos, Tony ya tiene reservada la visita a un galpón cerca del puerto y a un depósito en las afueras de Queens. La agente de bienes raíces no le pregunta por qué un corredor de bolsa necesita un galpón tan grande, y Tony no le pregunta por qué demonios tiene ese tipo de establecimientos en la lista de su inmobiliaria. Ambos saben que ninguno dice la verdad y ambos saben que así es mejor.

Llegar ese día al puesto de siempre no le toma mucho, y en lugar de volver a cometer la estupidez de parar a comprar comida para Parker, lo único que hace es cargar gasolina y comprar un buen surtido de frituras. Una parte de su mente le dice que eso es estúpido, que no estaba entrenando como correspondía y darse esos lujos estaba descartado, pero con un demonio, tenía el cerebro frito de tantas llamadas y arreglos.

Odiaba los días pasivos. Lo dejaban lleno de ansiedad y ganas de entrar en acción. Le genera un poco de ansiedad pensar en lo que será de su vida una vez que vuelva, pero sabe que ya lo resolverá. En el fondo, sabía que ya no podría conformarse con ser el director de orquesta que era, pero una vez de vuelta en su universo, vería cómo arreglárselas.

Claro que nada en esta vida va a salir como planea y cuando piensa que los días están envueltos de una cálida rutina, parado donde debería estar su auto, se encuentra una figura no muy alta, que se apoya en la pared mirando la entrada a unos metros. Tony pisa el freno sin meditarlo, la figura gira el cuerpo y ve como alza la mano libre para saludar tímidamente. Su vista se estrecha y baja a la cintura, donde las tiras largas y suaves del saco se cierran en un nudo irregular, pero que afinan tanto el cuerpo que tiene que tragar lentamente.

—¡Muévete, idiota! —se reprende cuando la sonrisa dubitativa se convierte en un ceño preocupado.

El punto es que no sabe si eso es inteligente. Peter alza la mano que había estado queriendo esconder y ve una bolsa mediana con logos de Donas balancearse. Una parte muy íntima de él le dice que dé marcha atrás y huya, pero otra se queda viendo la nueva sonrisa de disculpa que se asienta en el rostro familiar, y es esa la que pone el auto en movimiento.

Como acostumbra, da una vuelta a la manzana, analiza la salida regular del edificio y observa a los vagabundos que siempre intentan dormir allí. Cuenta a los cinco guardias habituales y, cuando regresa por la calle donde Peter está esperando, estaciona el auto.

Se maldice al apretar el botón con el dibujo de una llave y jura que su pecho rebota por el sonido que hacen todas las puertas al destrabarse, no por otra cosa.

El chico jala la puerta y Tony le da puntos por ser lo suficientemente valiente para entrar sin dudar. Cuando lo tiene sentado a su lado, analiza con avidez su ropa. Desde que vio aquel sacón en la tienda supo que el color café intenso iba a ir bien con su piel y su cabello. Y lo bien que hizo en elegir ese precisamente. Los botones grandes y de color beige le apretaban la prenda con una perfección que rayaba lo magnífico.

Aunque ya visto el resultado final, se da cuenta que no pensó fríamente que la necesidad de tirar del cinturón para jalarlo sobre él y poder alzar la prenda para desnudarlo sería tan fuerte. Maldición, estaba casi seguro de que el tirón que dio su polla no tenía nada que ver con algún lejano recuerdo de cuando hizo exactamente eso con alguna cita ocasional.

A Tony lo ponían cachondo los hombres bien vestidos. Diablos, se empalma solo con verlos de traje. No tuvo en cuenta que el chico se vería radioactivo con la ropa indicada y un peinado decente para esos rulos.

Se acomoda mejor en el asiento y se guarda su dolorosa erección para él. Que se la pase martirizándolo no quiere decir que de verdad esté esperando un poco de eso. Y ya ni siquiera se sentía divertido hacerlo. El maldito era rápido, lo esquivaba magistralmente y no había nada menos divertido que buscar a alguien y no encontrarlo.

Y una mierda, le dice la racional voz de su consciencia, pero no la determina. Va a dejar de jugar con él porque está empezando a caer en su propia treta y cada vez se le complica más decir esos chistes sin tener el real deseo de que acepte.

—Entonces... —el chico junta aire y se voltea a verlo— Yo... eh... te traje...

—Eran muchas, ¿no? —pregunta sin poder evitarlo. Parker lo mira y Tony le señala el saco con una ceja alzada—. Por lo que veo, decidiste que si yo soy un maldito delincuente, él también lo es. Entiendo que esto significa que prefieres aceptarnos a todos que rechazarlo a él, ¿no?

La pregunta trae silencio y Tony puede ver cómo el chico junta fuerza de voluntad y asiente con cuidado. No se regodea en eso. Él mismo no tendría fortuna de la cual sacar partido si su padre no hubiera hecho cosas turbias en el pasado. Sabía bien lo que se sentía no estar parado sobre justicia moral, pero lo que hicieran otros era asunto de ellos.

—Al final hizo lo correcto. —murmura Parker sobresaltándolo con el filo en su voz. La mirada café se posa descaradamente en él, como si lo desafiara a contradecirlo.

Tony mira al guardia y estudia cómo se pica la nariz. Podría empezar una guerra o simplemente burlarse de él. Podría decirle: Te lo dije. Podría, pero no ganaría nada y había algo peligroso en ponerse a pelear con el chico sin parar.

La última noche en su auto, cuando le soltó la mierda de que abandona Spider-Mans muertos, lo puso a cien. Estaba riéndose con él, estaba lo suficientemente picado como para sentir esa mezcla de odio y diversión que le hacía trizas las entrañas... pero cuando salió con eso, habría podido dejarle la mano grabada en el trasero si no supiera que tenía que controlarse.

La insubordinación era divertida, pero había límites. Tony ni siquiera lo vio venir. Su Peter jamás hubiera sido tan cruel, tan despiadado y menos que menos cuando el ambiente se había relajado. Pero este chico no era su Peter. Era parecido, tan igual que dolía, pero no era el mismo. Su Peter tenía demasiada compasión dentro, este era más frío y distante. En tu interior necesitabas una cuota más que amplia para mofarte de los muertos de otros. Lo sabía él, que lo había hecho minutos antes.

Justo en ese momento, Tony deseó ponerlo en su regazo y dejarle los cinco dedos marcados en el trasero. Solo luego de eso lo enderezaría y me metería la lengua hasta el fondo de la garganta. Mierda y únicamente hasta escucharlo gemir "por favor metémela" es que lo soltaría.

—Tenías razón con la licitación. La pidió, está en revisión. —dice repitiendo la llamada que tuvo del congresista poco antes de entrar en la ducha, olvidándose de las peleas y la calentura de bragueta que estás le dejaban—. No creo que tu empresa gane, aparentemente Fisk tiene bastantes chances en la puja —no dice que él se aseguró de eso, porque no cree que sea inteligente mostrar esa carta en particular.

Peter suelta un suspiro tan aliviado que su espalda se desinfla contra el respaldo del asiento.

—Mejor. —y lo dice tan en serio que Tony tiene que morder la punta de su lengua para no preguntar—. Es una larga historia. —se explica el chico y no puede sino suponer que hizo un pobre trabajo para esconder su asombro.

—Recuérdame no ponerte en mi nómina, encanto —murmura meneando la cabeza—. Norman debe ser un verdadero dolor de trasero si estás tan contento con que pierda su oportunidad con la milicia. Nada hace crecer más rápido una empresa de investigación que un contrato gubernamental.

Y vaya si él lo sabe. Rechazó cientos.

—Créeme, es mejor si Norman no tiene nada que ver con el ejército.

Otra vez siente un atraco de preguntas, pero las mantiene a raya. Cada noche que Parker se sentaba en su auto era una prueba dura para su determinación. Mantener su curiosidad insatisfecha es el equivalente a un golpe en los huevos.

¿Cómo murió May? ¿Por qué se sentía tan culpable de todo, todo el maldito tiempo? ¿Qué demonios sentía por su versión multiversal? ¿Por qué era mejor mantener a Norman lejos de los militares? ¿Por qué siempre parecía tener una cuota de tristeza al hablar? ¿Cómo hacía para resistirse cuando Tony se le insinuaba? ¿Por qué la segunda noche de vigilancia se fue, si parecía tan triste por hacerlo? Y la que ya había expresado y seguía sin obtener respuesta: ¿Cómo mierda lo trajo a ese universo? Y sabía bien que la última era una que Parker a posta evitaba. Ya se lo había preguntado de manera directa y otra vez de manera indirecta. Pero no soltaba prenda y lo que antes fue curiosidad y fastidio, empezaba a tornarse en solo fastidio.

—Si tú lo dices... —se encoge de hombros y vuelve a estudiar al guardia.

No llega a hilvanar dos pensamientos que lo escucha carraspear y agitar la bolsa. Tony lo mira y sonríe con malicia.

—¿Sí?

—Te... yo...

Empuja la bolsa a su regazo y él se limita a abrirla por encima. Una mueca de desagrado le tiembla en los labios.

—Eh... ¿Gracias?

La mirada café se viene abajo y Tony sonríe de lado con un arranque de compasión. De repente están en la universidad y Peter se ve absurdamente abatido porque su regalo era una copia idéntica de otros tres que le habían dado sus compañeros.

Para Tony su regalo era la cosa más maravillosa del universo, pero Peter se sintió miserable. Tony en esa oportunidad se aseguró de hacerle saber que para él el gesto era mil veces más importante que el regalo y por eso desechó los otros tres regalos en la basura sin miramientos o culpa. Su mejor amigo intentó impedirlo, pero Tony se desentendió de sus quejas, usando el suéter todo el resto del día.

—No te gustan, ¿no? —pregunta con algo de tristeza, bajando la vista.

Y Tony solo niega porque ni siquiera sabe qué decirle. Nunca esperó que intentara regalarle algo. Hubiera dejado caer su afición por las frituras de haber sabido que intentaría sobornarlo con comida. Estaba completamente seguro que estaba descartado por lejos el hecho de que lo lleve a un restaurante de cinco pasos.

—Lo siento, encanto. No soy él. —murmura con suavidad y algo parecido a la compasión.

La tristeza que ve en sus ojos le hace añicos. Podía verse a sí mismo asintiendo como él, bajando los ojos al suelo, maldiciendo en silencio por cometer el error más básico. Se dice a sí mismo que debe soltar una maldita broma, algo que vuelva a poner distancia entre ellos, algo que lo fuerce a insultarlo y alejarse, pero no es capaz.

—Lo siento, fue estúpido. Solo quería decirte... solo quería disculparme por lo que dije y lo que pensó.

Tony le dirige una mirada al ceño fruncido que trae y ve cómo se tensa. Repentinamente, se hace la idea de que está por soltar otra disculpa y bajar del auto. Una cosa desagradable le tironea desde dentro, no quiere volver a hacer vigilancia solo. Está condenadamente aburrido de ello. Quiere y se merece tener un poco de compañía, por no mencionar que le vendría bien hacer las paces de una maldita vez con él.

Le devuelve la bolsa con delicadeza, supone que al menos podrá llevársela con él y desayunar algo decente por un par de días y se estira hacia el asiento de atrás, levanta su propia bolsa y la deja caer en su regazo.

—Chico de lo salado. No me gusta lo dulce.

Peter se queda mirando las papas y las demás frituras por un rato tan largo que Tony decide no hacer bromas. Había algo masoquista en permanecer uno al lado del otro. Se sentía así desde que le arrancó la máscara. Una parte de él sabía que era idiota, otra necesitaba tenerlo cerca. Se mantiene quieto y a la espera, viendo como un par de emociones extrañas se deslizan por su rostro.

Por más que pasan unos largos minutos, y llega a dudar una que otra vez, el chico al fin llega a un pacto consigo mismo, ya que se vuelve a relajar en el asiento, mirando al frente.

—En tu mundo... no eres Iron Man.

No era una pregunta y Tony, abriendo uno de sus preciados paquetes, no responde. Mirándolo con paciencia, agarra un par de papas y agita la bolsa en su dirección.

—No puedo imaginarlo —suspira Parker al fin, dejando las donas en la parte de abajo de su asiento.

—No es necesario.

Lo ve coger un buen puñado de papas y tragarlas en pocos mordiscos.

—¿Tienen otros superhéroes?

—Quizá tú no seas como mi Peter, pero créeme, me hizo ver suficientes películas dónde hablar del futuro u otros Universos es malo y termina muy mal para todos los involucrados.

Lanzándole una sonrisa ladeada, hace una mueca de espanto. El chico se ríe ligeramente y Tony tiene que reconocerlo, le queda bien el gesto.

—¿Le gustaban las películas de ciencia ficción?

Tony suelta un gemido.

—Era completamente un nerd —musita con aire abatido y una calidez cuasi dolorosa lo recorre. No tiene muchas oportunidades de hablar de Peter como Peter Parker y debe admitir que en el fondo lo extraña—. Tenemos Star Wars allá, tiene otro nombre, pero es casi la misma historia. No sé cuántas veces me tocó ir con él al cine.

Con una sonrisa contenida, el chico alza la mano y golpea sin querer la suya cuando ambos intentan coger un puñado de papas. Tony le lanza una mirada ladina y se inclina un poco más para alcanzarle el paquete. El chico lo mira a él y a las pobres papas con la mano aún retraída.

—Tranquilo, encanto —murmura deslizando los ojos a su boca, donde podía ver las pequeñas y minúsculas motas de sal llamarlo—, prometo que no te morderé. Me gusta compartir. Soy un hombre muy dadivoso.

Y el tono claramente sexual hace que Parker tomé color, pese a que resopla con fuerza y se aleje un poco en el asiento.

—Sé que no deberías decirme mucho, es solo... no puedo imaginar un mundo sin Iron Man —su cabeza se agita y niega, perdido.

Tony, que vivió en ese mundo tan abstracto para él, parpadea y mira por la ventana, buscando al guardia.

Las palabras se deslizan por sus labios sin permiso y demasiado honestas. Es tarde para arrepentirse, en especial porque los ojos cafés se quedan fijos en él. Piensa en su mundo, los idiotas que se hacían llamar héroes. Piensa en el daño que le hicieron a su universo, en los problemas en los que los vivían metiendo. Piensa en eso y recuerda lo que su amigo hacía y lo importante que era.

Todos héroes sobre sus podios, jugando con cosas más grandes que ellos. Y recuerda a Peter. Uno de los pocos que estaba en la tierra, haciendo cosas reales por las personas. Cambiando sus vidas. Implicado en que sus hijos aprendan ciencias y sean felices.

—Te tenemos a ti. —murmura sin más— Tú eres nuestro héroe.

Y una parte de él registra el error que comete, pero el chico tiene tacto suficiente para no decir nada al respecto. Solo le brinda una sonrisa suave y apenada. Tony sabía que él no era mejor que su Peter, ahora se imaginaba que no era tanto mejor, si es que no era peor, que ese Peter tampoco. A diferencia suya, el chico no le dijo: "No soy él" como por un instante Tony olvidó.

El dolor se siente otra vez duro en su pecho y amargo en su boca. No es Peter, no es Peter, le recuerda su mente. No olvides que no es tu Peter, vuelve a decirse; pero eso no evita que siga dando tumbos en esa realidad. Su mundo estaba protegido, el manto había pasado de manos y había otro héroe velando por todos ellos.

—Y ahora lo será Miles. —continúa como en una especie de trance—. Lo es. Sin dudas lo está siendo. Peter le dio menos de un año de entrenamiento, pero hay que ver lo parecidos que son...

Tony pega un pequeño salto en su asiento cuando la mano firme del chico le sujeta el brazo. Ve como hace fuerza para atraer sus ojos y se queda frío al ver la determinación llamear en el espeso café.

—Volverás con él. —y mierda si no es una promesa— No lo dejaremos solo. Eso no es lo que hacemos los Peter Parker. Me aseguraré de que vuelvas a casa, Tony.

Tony, que de repente siente unas ganas irrefrenables de sacarlo a las patadas de su auto, para poder huir y borrar aquel maldito momento de su memoria, se queda tieso cuando ve un movimiento por el retrovisor. Dura un segundo, pero si no tuviera un ojo en cada espejo, ¿de qué serviría hacer vigilancia?

—Parker —murmura con la vista fija en el pequeño espejo, sin moverse, sin delatar nada. Aún— ¿Dónde estuviste ayer?

El chico suelta de golpe su brazo y Tony apenas lo ve por el rabillo del ojo. Se remueve un poco en su asiento y hace una mueca llena de culpabilidad.

—Yo sí, bueno... eh... siento mucho no haber ven-

—¿Dónde estuviste? —lo corta impaciente.

—En casa —masculla por lo bajo.

Tony frunce el ceño. Había una pequeña posibilidad de que aquello fuera con él, pero no le sonaba. Su cuerpo entero se tensa cuando la figura vuelve a aparecer y desaparecer en el reflejo, buscando a Peter donde había estado parado, o eso supone.

Cuidaba sus pasos, cada uno de ellos. No hacía los trabajos arriesgados, cubría su firma cada que navegaba en búsqueda de información... Vamos, tomaba los más altos recaudos en lo referente a su seguridad, no había forma de que lo persiguieran o dieran siquiera con él. Por más que intenta, no halla explicación más que la evidente: habían atrapado a Parker.

Tony lo atrapó, lo pudo seguir y si él fue capaz, ¿cuántos más podrían? ¿Cuánto le costaría al otro atraparlo?

El aire le tranca la garganta. Por un segundo vuelve a estar en su universo y ve a Peter cayendo. Se estira para cogerlo, pero no importa cuánto se apure, el cuerpo vuelto nada de su mejor amigo cae y el gemido que suelta al impactar lo hace estremecer. Una carcajada dura y brusca se escucha a lo lejos; intenta enderezarlo y tapar los agujeros que los profundos cortes hicieron a lo largo del traje y su piel. El agua que cae desde el cielo nocturno arrastra tanta sangre sobre su cuerpo... tanta que sabe no puede frenarlo.

—¿Fuiste al trabajo? —masculla con los dientes apretados, intentando recordar que ese maldito cazador no estaba en ese universo y no podría tocar al chico.

Peter, entendiendo su urgencia, se endereza y mira hacia fuera mientras asiente. Su rostro tenso busca algo, pero por más que gira en todas direcciones la cabeza, no hay nada. Por un segundo duda, pero decide que lo mejor es no dejarlo entender de dónde viene el riesgo. Así empezó todo, de esa forma perdió a su Peter.

Sacude la cabeza e intenta concentrarse. Lo primero es lo primero y antes de ponerlo a salvo, necesita entender qué diablos paso.

—Como cada día —responde Peter—. ¿Por qué?

Lo mismo se pregunta él.

—¿No hiciste nada fuera de la rutina?

Desliza la mirada al rostro que junto a él se retuerce buscando algo en su memoria. Tony maldice y siente más que ve como la persona que los siguió hasta allí se acerca un poco más.

—Piensa, Parker. —lo apremia descartando la idea de encender el auto y salir de allí. A esa altura, esa persona debía tener la patente y con ella datos que harán aún más fácil el localizarlos. No se preocupa, pero la idea de una mudanza improvisada le da migraña— ¿Hiciste algo? ¿Fuiste a algún lado? ¿Hablaste con alguien? —el chico niega y Tony aprieta los labios.

Su mirada se pierde en sus ropas mientras busca él mismo una respuesta. Algo, algo tenía que haber. Tony se volvió loco para dar con él y solo lo consiguió porque sabía a quién buscar. ¿Quién sabía a quién buscar? ¿Quién pudo descubrir que Peter...?.

Entonces, sin querer, lo sabe.

—¿Cómo hiciste la búsqueda?

La mirada perdida de Peter se conecta a la suya y puede ver su cerebro dar vueltas en busca de lo que esa respuesta le dará a Tony.

—En la computadora... —musita poco después, sin encontrar nada malo en decirle la verdad.

—¿Desde Oscorp? —gruñe rodando los ojos.

Francamente, ser idiota debía ser algo que venía con el nombre. Era imposible que ambos fueran estúpidos por casualidad.

—¡No! Claro que no. La hice en la biblioteca.

Tony siente que se le va el alma a los pies. Simplemente... simplemente imposible. ¡¿Cómo demonios sobrevivió tantos años sin ser descubierto?! Era absurdamente ridículo que no lo pillaran antes. Y eso que ahora se trataba de un chico grande. Pensar en cómo se las ingenió a los quince años para que todo el mundo no se enterara de su secreto sería como entender el dilema de dónde venimos y a dónde vamos.

—¿Por qué harías algo tan estúpido? —pregunta mortificado.

—Porque era información confidencial de Tony Stark lo que buscaba. —le espeta duramente, dándose el privilegio de tratarlo como si fuera un idiota por preguntar la cosa más evidente—. Jamás podrías acercarte a esos archivos y pensar que no te hallarán. Intenté cubrirme todo lo que pude, pero de cualquier forma si F.R.I.D.A.Y lograra dar conmigo, solo hallaría un servidor público.

La mirada le vuela al espejo retrovisor y nota que la figura ya no está ahí. Desliza con rapidez los ojos a los espejos más chicos y puede ver en el suyo como un hombre va caminando a paso lento en su dirección. No es lejos, si acaso lo separa una cuadra de distancia y ese no es un recorrido tan largo como para que no sienta la urgencia de hacer algo.

Pese a todo, siente la calma llenarlo. La sola idea de que fuera Kingpin...

Menos alterado, intenta pensar con calma. Están buscando a Peter Parker, no a Spider-Man. El mayor peligro que corre en este momento es solo por ser un fisgón y eso tiene arreglo. Si el individuo se acerca lo suficiente, el sistema de cámaras de seguridad que él mismo instaló la primera noche lo detectará y así será más fácil hallarlo y asegurarse de darle un susto ejemplificador. Nada bueno salía de andar acosando y persiguiendo al chico que trabajaba para él.

—Entonces, encanto... ¿Qué tan hetero dices que eres? —consulta dirigiendo toda su atención al chico que se sonroja furiosamente a su lado.

Con un jadeo, Peter salta en su lugar y balbucea algo entre "¿Qué dices?" y un "No me fastidies"

—Pues encanto... —suspira tirando suavemente de la palanca de su asiento, haciendo que este se deslice hacia atrás—. Va a ser nuestro problema en poco tiempo.

Peter llega a mirarlo sin entender, pero Tony se limita a sonreírle diabólicamente antes de deslizar la lengua por su labio inferior.

—¿Listo, encanto? De esto no te olvidarás.

Parker lo mira y es todo colores e incomodidad. Abre la boca y mira en ambas direcciones, debe estar completamente confundido, porque cuando lo mira el desconcierto grita por sus ojos.

—Te dije que yo sí te...

—Y yo te dije que si un día quiero hacerlo, lo haré —zanja el asunto.

Parker se estira para alejarlo cuándo se lanza por su boca y tiene superfuerza, así que aparentemente esta es una pelea fácil. Y diríamos que lo tiene todo para ganar. Excepto que Tony tiene en verdad años de su vida pensando en cómo hacer que eso juegue a su favor.

Se desliza un poco para el costado y coge la pechera del elegante tapado. Lo empuja contra su cuerpo y amortigua el gemido doloroso que le produce el duro impacto contra su asiento dentro de la boca de Peter Parker.

A medias sobre su cuerpo y la palanca de cambio, el chico se contorsiona para soltarse, pero algo que difícilmente podía ser explicado acaba con la racionalidad de Tony y sus posibilidades de hacerlo.

Su sabor es salado y suave, a papas y aceite, adictivo de principio a fin. Su olor es fresco y reconfortante. Pero hay algo más, algo que no sabía que necesitaba hasta ese momento, algo que subestimó y que hasta ese instante no había notado como perdido. La idea de que Peter era la primera persona en cinco años que lo conoce, que sabe quién es, que no diría otro nombre al venirse, lo hace perder completamente el criterio.

Sin darle tiempo a que pueda terminar de empujarlo, desliza las manos por su cintura y vuelve a apretarlo sobre él. El chico suelta una maldición y pelea por alejarse y separar de una vez sus bocas, pese a que Tony lo muerde y continúa prolongando cuanto le da el cuerpo su contacto. Pero Peter está realmente en eso de soltarse y le empuja el pecho con fuerza suficiente para dejarle sendas marcas de sus palmas bajo la camisa. Por desgracia para él, Tony es quién es porque sabe cómo moverse. Se endereza con él cuando Peter se aleja de su boca y sonríe encerrándolo entre el volante y su cuerpo con los brazos a cada lado de sus hombros, aferrando con firmeza el tablero del coche.

El chico jadea pesadamente, su boca está suavemente hinchada, pero es más por la pelea y las mordidas que tuvo que darle para que se quede quieto, que por la intensidad del beso. De hecho, para su consternación personal, era la primera vez en su vida que un ser humano rechazaba uno de sus besos.

Su mirada se desliza por la boca y los ojos de Parker, este lo mira con una ira tan visceral que le entran más ganas de lamer su boca.

—Quítate o voy a lastimarte. —lo amenaza el pobre, pero Tony está locamente concentrado en su boca y en la necesidad demoledora de volver a probarla.

Su mano se alza sola, acaricia su rostro y los ojos desorbitados se fijan en el movimiento de sus dedos. Muerde sus propios labios impacientes por tomarlo de nuevo. La piel le arde y las entrañas le escupen fuego. Lo desea tan intensamente que se siente mareado.

—Di mi nombre. —susurra perdido en un sentimiento que no puede nombrar, pero que lo llena completamente.

Ahora Peter lo mira espantado, como si acabara de entender que Tony estaba loco. Que tarde que le llegó esa notificación.

—Dios, necesito que lo digas. —murmura, en el umbral de la locura—. Estoy harto de que no sepan quién soy. —masculla apretándole las mejillas, para que sus labios se vuelvan a fruncir y poder acariciarlos con más firmeza—. Di mi nombre, Peter Parker, dilo y te dejaré ir. —promete y casi seguro que no es broma, todo su cuerpo zumba desesperado por oírlo. En su pecho mismo el corazón se le estrella tanto contra las costillas que casi siente como palpita en cada una de sus venas—. Necesito sescucharlo... saber que es real, que soy real... —sin dejar de mirarlo se estira y acaricia con los labios entreabiertos la boca que se abrió y ya parece no poder volver a cerrarse— Por favor, Peter, recuérdame que existo.

Y es ahí cuando sucede una cosa completamente inesperada y todo simplemente se vuelve una locura. Parker lo empuja y lo recuesta contra el asiento, lo mira a los ojos y las aletas de su nariz se abren y cierran al ritmo fuerte de su respiración, que salta por los aires. Tony casi saborea el caos que se libra en su mente, pero antes de que pueda decir nada, un par fuerte de manos le sujetan el rostro y lo besan.

Y oh, que perfecto es. Tony se estira para corresponderle, le sujeta la cintura y lo aplasta contra su pecho. Se olvida de la calle, del hombre y la posible amenaza sobre Peter. En ese momento solo piensa en lo bien que sabe, en lo suave que es su boca y en lo liviano que se siente sobre su cuerpo.

—To-Tony Stark. —musita entre beso y beso, entre mordida y mordida—. Señor... Stark.

Y Tony solo gime, ¿qué más puede hacer? Le sujeta el trasero y lo acomoda para que quede completamente a horcajadas suyo. El chico lo mira un segundo, aún perdido y Tony le sonríe con seguridad, acariciando con sus labios los de él.

—Dilo otra vez, Spider-Man —musita y un destello violento se refleja en la superficie café.

—Anthony... Edward... Stark. —jadea pasando saliva con fuerza— Tu tu-turno.

Aferrando las correas de la prenda que cuelgan de su cintura, Tony lo arrastra lentamente a su cuerpo y vuelve a besar su boca hinchada y roja.

—Peter... Benjamín... Parker. —jadea deslizando las letras por entre sus labios, acompañándose con movimientos lentos y profundos de sus caderas—. Spider-Man.

El chico se estremece y se empuja contra él, volviendo una cosa demoledora el beso. Abre la boca, le da espacio para que deslice la lengua en la ardiente cavidad y con un gemido compartido, Tony se regodea en ello. El cuerpo se le estremece al sentir como le abre ligeramente la camisa y le acaricia con firmeza el pecho.

—Joder, eso es encanto... Saca las garras, tigre.

Separándose desliza los labios por su mentón y su cuello. El chico enreda las manos en su cabello y jala suavemente sobre la coronilla, donde está más largo.

—Tony, Tony, Tony... —gime sin pudor alguno, frotándose contra su cuerpo.

No es perfecto, de hecho está lejos de serlo, la pose es incómoda y hay tanta ropa en el medio que Tony casi podría prenderlo todo fuego, pero que bien se siente. Su miembro se pone más y más duro. El aire se vicia y puede sentir cómo los vidrios se empañan.

Suelta el saco, mete las manos bajo la remera holgada. Muerde la carne de su cuello cuando puede acariciar los abdominales firmes y calientes bajo la tela apretada de su traje. Se estremece. Años de fantasías lo golpean. Baja una de sus manos por la cintura y le coge el trasero. La dura forma de su erección se clava contra su abdomen y se regodea al escucharlo gemir entrecortadamente cuando le lame el cuello hasta la base.

—Vamos a mi casa. —pide con un susurro roto, desesperado por tenerlo bajo suyo, gimiendo y pidiendo más.

Alza los ojos, los clava en él, expectante. Relame sus labios con la respiración entrecortada. Sabe que debería quedarse a vigilar, pero ese día no puede importarle menos aquella mierda. Joder, todos, hasta él, se merecían un puñetero descanso.

La mirada café tiembla, es arriesgado darle espacio para pensar, pero Tony no es ningún crío que se da de morros en un auto. Jodida mierda si no va a follárselo. Con una sonrisa coqueta vuelve a pasar las manos por su trasero y empuja duramente las caderas hacia arriba. El chico tiembla, puede ver cómo en sus ojos se gesta un innecesario drama. Está a punto de volverse en contra de él. Lo ve en el momento exacto que alza la mirada.

Suelta un gruñido y ve cómo la mirada se le vacía y se pone pálido. Tony vuelve a intentar empujarlo sobre él, pero tan rápido como lo sienta sobre sus piernas, lo tiene sentado en el asiento del pasajero.

—S-sí.

La mirada se le estrecha. No suena nada convencido, pero no va a poner pegas. Cuando lo tenga solo para él en su casa, se asegurará de que pare de pensar en cosas completamente innecesarias.

Con todo, resta sino agradecer que vive cerca. El auto se siente congelado por dentro y Parker exclusivamente mira por la ventana, completamente tenso, casi sin respirar. Se abstiene de decir nada, se le ocurren mil cosas para pincharlo, pero no lo hace. Su mente es un caos, un hervidero de escenas donde en todas termina con Peter desnudo y dispuesto. Pisa el acelerador y derrapa entrando por el garage del edificio. Cuando sale apuradamente, escucha la puerta del coche cerrarse con un portazo demasiado fuerte. Intenta tragarse las ganas que tiene de reprenderlo y casi lo logra, pero el chico tropieza contra su espalda y se voltea para verlo cuando pide el elevador.

—¿Ansioso, encanto? Me gustaría que establezcamos que no soy partidario de los golpes. Como a todos, un par de nalgadas están bien, pero si vas a empezar con empujones...

La mirada fría que le lanza no le da buena espina, pero el elevador se abre antes de que pueda decir nada. Se mete con rapidez y sostiene la puerta para que entre pese a que Parker se queda estático viendo al cubículo y a él.

—Vamos, Parker. —lo incita estirando el brazo para coger otra vez las tiras del saco.

Lo ve parpadear algo perdido y Tony aprovecha la oportunidad para tirar con fuerza y hacer que se precipite contra su pecho. Antes de que pueda negarle nada, vuelve a poseer su boca y lo siente tensarse mientras marca a ciegas el piso de su apartamento. No es como en el auto, pero se deja besar y le responde entrecortadamente. El viaje se hace tan corto que no llega a volver a ponerlo en ambiente. Con determinación lo empuja fuera y lo arrastra con él cuando abre la puerta.

Como una parte de él sospechó, el chico se aleja tanto como puede una vez dentro y Tony aprieta los labios.

—No es momento de ser un cobarde, encanto. —le dice y se odia por escuchar la necesidad en su voz.

—To-Tony, yo... digo, esto...

Vuelve a caminar hasta él, pero no llega lejos. Peter se escabulle rodeando el gran sillón y mira en todas direcciones buscando algo que hacer, una salida. Una que no le piensa dar. Le palpita dolorosamente la erección y antes se muere que dejarlo salir de allí sin nada más.

—Parker...

—Lo siento, yo... yo no sé qué me pasó...

—Estás excitado. Así se le dice. —se intenta burlar, pero su voz sale más ronca y grave de lo esperado consiguiendo que Peter pase saliva audiblemente— Excitado. —reitera con lentitud y lascividad.

—¡Lo sé! —estalla pasándose las manos por la cara— Solo es que... lo siento, no puedo. —susurra al fin, sentándose en el sillón.

Tony aprieta los dientes y se ordena calma. Todos los heteros pasan por eso. No es novedad. "No puedo, esto no es lo mío, no me gusta..." Complicaciones morales que no necesitan, pero que tienen aferradas en la mente con tal fuerza que no pueden dejarlas de lado, por más que sus cuerpos griten lo opuesto.

Calma, Stark. Tú sabes cómo lidiar con esto, se recuerda con firmeza.

—Tranquilo, encanto. Toma algo primero, luego veremos qué es eso que puedes o no hacer.

Dirigiéndose a paso firme a la cocina, busca un par de vasos y coge el whisky. Dudando unos segundos, cambia de opinión y se va al refrigerador. Toma una gran botella de agua y la vierte en los vasos. Solo necesita relajarlo y volver a empezar. Ese niño tiene dentro una jodida fiera hambrienta y con un demonio, Tony tiene ganas de soltarla y jugar con ella.

—¿Trabajas aquí? —le pregunta Peter, claramente buscando cualquier cosa que distraiga a Tony.

Es su turno de quedarse quieto. Con una mirada reprobatoria mira alrededor de su sala y ve las carpetas y los archivos derrumbados por todos lados. En la misma mesa frente al sillón, se extienden una serie de planos en los que estaba diseñando la distribución que necesitaría su próximo taller, dado que el que tenía en la actualidad no podría serle de utilidad alguna para su nuevo plan b.

Entonces, su cerebro primitivo reacciona y Peter debe notarlo, porque tan pronto como se tensan dolorosamente sus hombros la mirada despreocupada del chico se vuelve de acero.

Sin perder tiempo, se estira para correr las hojas y deja los dos vasos frente al chico. Pero todo simplemente estaba destinado a fallar y antes de que pueda limpiar el espacio, Peter se estira y agarra las hojas estudiándolas con detenimiento.

—¿En qué estás trabajando, Stark? —la forma lenta con la que alza el rostro y clava en él sus ojos, dice todo.

Se despide con rapidez de su noche de sexo y se limita a esperar que todo no se vaya a la misma mierda.

—Nada que a ti te deba impo-

—Ten cuidado, variante. —dice con total frialdad, empezando a enderezarse.

Bien, parece que ya no es Tony.

—Este es mi universo —modula temblando—. No tienes... tú no... no sabes lo que estoy dispuesto a perder por mantenerlos a salvo.

Un baldazo de agua helada no hubiera servido para despertarlo a la realidad como aquellas palabras hicieron. Enderezándose con él, alza el rostro y lo mira sin retroceder un ápice.

Tony esa misma noche tuvo mil oportunidades para decirle sus cosas en la cara. Tuvo tantos momentos para restregarle las mentiras que se dijo. Pero se tragó cada pulla, se tragó cada comentario sarcástico y cada pensamiento hiriente. Intentó ofrecer la paz y todo para esto, para que le pague de esa forma. Para que el muy bastardo hijo de puta, que lo arrancó de su mundo, que le robó su vida y su futuro, tuviera el tupé de tratarlo de esa manera a la primera de cambio.

Lujos que se daban algunos.

Quiere gritarle un: ¿A quién? ¿A quién quieres mantener a salvo si no tienes nada?, pero se lo traga. No es momento de preguntas, eso vendrá después. Porque Tony no es idiota y, sacando el maldito lapsus donde se dejó llevar por su jodida polla, iba a volver a acomodar el tablero a su favor. Ya los archivos hablarían por sí mismos, ellos no podrían engañarlo, como sin dudas el chico haría y tampoco podrán distraerlo, como sin dudas el cuerpo del cabrón hace.

Ahora sabe que jamás debió buscarlo, pero Tony, contra lo que le gustaría, era un jodido sentimentalista y extrañaba a su mejor amigo. Ese mocoso atrevido no era su Peter. No tenía nada del tipo comprensivo, paciente y medido que en su universo trataba bien a los delincuentes y hacía bromas con los ladrones.

Este chico era frío, era cruel y mezquino, era tan parecido a él que le repelía.

—Te advertí que yo haría todo por volver. —le recuerda con altivez, harto del juego.

La expresión furibunda lo deja quieto y analizando el terreno con nuevos ojos. Se maldice por ser tan descuidado, por ser tan negligente y olvidar con su enojo lo importante: Si Parker se lo propone, puede ir olvidándose del plan A, B, C y hasta el Z. Si de verdad quiere joderlo, no duda que lo hará. Su Peter no lo haría y la diferencia que Tony no debió permitirse olvidar es que ese Parker no tiene afecto hacia él. Lo que pasó en el auto puede contar como una equivocación propia del calentón y el estrés que traía acumulado, no como algo que empezó a surgir entre ellos.

Endereza más la espalda, pero el chico se gira y mira todas las carpetas con aprensión y una mueca clara de asco.

—Estoy fuera —dice con lentitud—. No te ayudaré y puedes contar con que desde ahora vigilaré de cerca lo que haces. A la menor oportunidad que tenga, me encargaré de ti y de toda esta mierda. —murmura alejándose un paso hacia atrás—. Es mi culpa que estés aquí, es mi culpa que hayas tenido que abandonar a Miles, pero no me malentiendas, este universo es todo lo que me queda y no pienso permitir que lo pongas en riesgo. —Tony aprieta los dientes y siente cada parte de su cuerpo luchando por responder; pero, como bien le recordó, aquel no es su maldito universo y más le vale cerrar ahora la boca y esperar a que se vaya para planear su desaparición inmediata—. Haz lo que tengas que hacer para meterte en la empresa de Fisk y desaparece de mi universo. —Peter retrocede un poco más y se planta frente a la puerta cogiendo el pomo—. Y olvídate de crear por tu cuenta una máquina. ¿Oíste? No dejaré que arriesgues mi mundo.

—¿Eso es una amenaza? —le suelta mordazmente, mandando al mismísimo demonio su inteligente estrategia de dejarlo irse sin problemas mayores.

—Tómalo como te venga en gana. Si quieres que sea una amenaza, porque eso te parece excitante, —dice bruscamente y con sorna—, se libre. En lo que a mí respecta, es toda la consideración que tendré contigo por ser el responsable directo de tus problemas.

Y antes de que le dé tiempo a intentar siquiera ponerlo en su lugar, el chico desaparece y lo deja solo en un apartamento inmenso, el cual sabe que tiene que abandonar inmediatamente.

Furioso le da una patada a la mesa del living y esta vuela por el aire arrojando los papeles y los vasos por cualquier lado. El ruido del vidrio haciéndose añicos lo despierta temporalmente y coge el teléfono que guarda en la mesada. Riri responde tan rápido como es usual, pero la divertida cantaleta que siempre le suelta se corta de golpe cuando Tony le encomienda una nueva identidad y para ya.

Con una mirada aprensiva se dirige a su dormitorio y pone las mismas tres maletas con las que se mudó sobre la cama, listo para emprender la huida. Tiene veinticuatro horas para desaparecer. Cogiendo los papeles en la oficina, frena de golpe cuando el recuerdo de la figura que los había perseguido hacía pocos minutos lo asalta. Mira la pantalla del computador que tiene allí y medita sobre lo que está por hacer.

No es problema de él. Eso sin dudas. Y no interesa que él le hubiera dicho que investigara, era cosa del idiota engreído ese si no lo hacía bien. Tony averiguó lo de las licitaciones militares sin siquiera pestañear y sin arrojar sobre él una sombra que lo persiguiera cuando la suya descansaba.

—No es tu maldito problema, variante. —se recuerda con firmeza, imitando la forma en la que ese hijo de puta amaba tratarlo cuando la cosa se complicaba y cierra de un golpe la computadora.

Pese a la hora, llama a la agente de bienes raíces y pese a lo mucho que le desagrada la espera, marca una cita para reunirse con ella al día siguiente, luego del almuerzo.

Esa noche, cuando Tony se va a dormir, lo hace solo para conseguir una tanda de sueños que lo despertaran mil veces. Entre las vívidas imágenes de la muerte de Peter, se cuelan por en medio escenas donde al sacarle la máscara, el rostro de Miles es el que se vislumbra y tiene que levantarse definitivamente cuando es el del mocoso Parker el que descubre tras la máscara.

La noche cerrada aún se ve por las ventanas, pero no le interesa, a paso firme entra en la ducha y se prepara para lo que viene. Decide empezar a mover sus fichas y pese a las altas horas se mete en la red para buscar el detalle vital que necesitará de ahora en adelante: una nueva identidad.

Issac Noel Real acaba de fallecer, le guste o no. Esta vez no se va por las ramas y no intenta destrozar su maldita personalidad para fragmentarla en pedazos que ocupen. Está completamente decidido a ser más fiel a sí mismo, si ese hubiera sido el maldito camino que hubiera tenido que tomar, jamás hubiera cruzado su jodido trasero con ese maldito de Peter Parker y nada de todo ese desastre se hubiera precipitado.

O eso cree, pues la lógica y la evidencia infieren que un Peter Parker que perdió a un Tony, pareciera estar destinado a hallar a un Tony Stark, que perdió a su Peter. 

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