II
El otro Tony Stark
Desde que Tony tenía 10 años, había planeado completamente su vida. Puede que algunos pensaran que era demasiado joven, Pero pasarte la infancia entre internados te hacía pensar mucho en el jodido futuro que te asegurarías de tener una vez que tus malditos padres no pudieran enviarte donde se les antojara.
Cuando estos fallecieron a sus 13 años, la idea que tenía para sí no cambió drásticamente. No había planeado contar con ellos años más tarde, pero las dudas lo asaltaron cuando se enteró de que ahora estaría limitado por esta maldita cosa llamada «tutor legal». Por suerte, Obadiah no tenía mayores intenciones que sus padres de tenerlo cerca, así que cuando ingresó en la universidad ese mismo año, fue como si su futuro volviera a encaminarse en la dirección estimada.
Veinte años después, está en la cima de su vida, en el mejor momento de su carrera, y literalmente, se desintegra como un jodido holograma y nada de lo que hubiera podido planear para sí parece que fuera a suceder.
No está en su casa, no está en su taller y misteriosamente no está en su jodido universo. Pasa los malditos años creyendo que perderá la jodida cabeza y lo ve. Va andando por ahí, con una impunidad que sin dudas insulta el padecimiento que lleva cargando desde que su puñetera vida se fue a la mierda y cuantos sentimientos pseudo agradables que sus recuerdos pudieran haber albergado se disuelven.
Pero ni eso sale bien. Ni siquiera el plan que trazó a la espera de ese momento sale como quería. Porque de golpe entre sus brazos un crío lo aferra y llora como si fuera el fin del mundo.
Ahora, la cosa es simple: alejarse. Cuanto más pudiera. Sonsacarle la información que lleva buscando y correr a millas de distancia de ese crío que llora y lo mira como si fuera su salvador. Porque no lo es. No es su jodido salvador, no es su pañuelo de lágrimas ni nada que él pueda creer.
Tony no podía ser el salvador de ese chico, pues tenía otro que mantener a salvo y no podía permitir que ese individuo (que ya le había arruinado la vida) le complicara las cosas aún más.
O eso, eso maldita sea debería ser el plan. ¿Pero cómo es que te alejas de alguien que significó tu mundo? Porque Tony podía ser muchas cosas, pero primero que nada era un tipo idiota que hacía muchos años se rindió a ese rostro y no importa si fuera el original o no, era incapaz de darle la espalda si el cabrón iba a ponerse a llorar así.
—Tanto misterio para... esto.
Su cansina voz se pierde entre las paredes de su apartamento, mientras mira con una mueca de fastidio el cuerpo inerte en su sillón.
Arrastrarlo por las pequeñas y oscuras calles fue cosa de nada, cargarlo en el auto tampoco presentó un problema; ahora, arrastrar su maldito cuerpo (cuál cadáver) por el ostentoso palier del edificio hasta el ascensor sí fue una travesía.
Tony mantenía el perfil más bajo alguna vez visto. Arriesgarse a tanto sin dudas fue el equivalente a jugarse el tener que abandonar aquellas cómodas instalaciones. Y este no era un problema solo por tener que despedirse de las comodidades que ahora tenía, sino porque, lisa y llanamente, estaba harto de mudarse y vivir como un maldito fugitivo.
Finalmente, después de cinco años en ese universo, logró una estadía prolongada en un mismo lugar y algo parecido a una rutina. Si solo uno de sus vecinos lo viera... No se atrevía a pensarlo. Tony no podría explicar cómo alguien (idéntico a un muerto) cargaba a alguien (que parecía muerto) enfundado en un traje de Spider-Man. No de una forma creíble. Si al menos el idiota hubiera dejado sus ropas a mano, Si al menos el idiota hubiera dejado su ropa a mano, Tony lo habría cambiado y de esa manera sería más que capaz de fingir que simplemente arrastraba a un chico cualquiera a su piso . Ciertamente en general llevaba compañía más lúcida, pero el sexo y la edad encajaban en el promedio de su gusto.
Arrojarlo en el sillón fue fácil también, aunque no le quedó tan bien acomodado y por eso tiene que sujetar el brazo caído y volver a ponerlo sobre el torso medio ladeado, que pelea contra la gravedad por el derecho a quedarse en el mullido almohadón o irse al suelo.
Una pequeña parte (realmente muy ínfima) de él, ve la cabeza torcida de forma extraña y duda. Sin la máscara, las facciones agitadas se aprecian en su totalidad y que él vea, no hay incomodidad. Sin darle más vueltas vuelve a estudiarlo con ojo crítico y juicio. No hay que exagerar tampoco, se dice con solemnidad, olvidando el hecho de que podría acomodarlo un poco más. Hizo suficiente al no abandonarlo en aquel callejón. ¿Y si lo despierta? ¿Cuándo más tendría una oportunidad como aquella? A priori quiere decir que nunca, pero una parte de él sabe que aquello no sería exacto.
Tan curioso como cuando era un simple niño, ahora que nadie lo ve, puede darse el gusto de estudiarlo sin temor alguno. Y la oportunidad es demasiado buena para solo dejarla pasar.
Una voz en su mente, esa misma que en callejón lo instó a alzar los brazos y acurrucarlo contra su pecho (como tantas veces hizo en el pasado), susurra sorprendida por el parecido tan idéntico. Otra voz, una más fría y madura, procedente del hombre frío y antisocial en que se transformó, jura un par de insultos y le recuerda que no estaría nada mal que empezará a alzar barreras entre ellos. Si este Peter Parker y el suyo se parecían en algo, le sería de mucha ayuda empezar a poner distancia física y mental.
La maldita habilidad que Peter tenía para enredarlo en más de lo que necesitaba podía ser algo inherente al nombre, y que Dios se apiade de él si no se alejaba a tiempo. La última vez que tuvo que hacerle frente a ese par de ojos cafés, Tony terminó vencido y de rodillas. La idea de volver a perder de aquella manera el buen juicio le hace arrugar la nariz con desagrado.
El chico protesta dormido, arrugando con dolor el rostro crispado. Su mirada lo recorre y, una vez más, es el turbador parecido el que le produce un cosquilleo molesto en la piel de los brazos y cuello.
Variante, piensa degustando la palabra, regodeándose un poco en la maravilla científica que su presencia representa.
Desde que abrió los ojos en ese universo había tenido mucho cuidado de no toparse con ninguna que él conociera. Luego de descubrir su muerte, entendió que correría un gran peligro si alguien lo reconocía caminando por las calles. Tony no tenía cómo explicar que estuviera allí y Peter lo había arrastrado a ver suficientes películas de ficción basura como para no imaginarse a sí mismo en una planchuela de metal, sufriendo asquerosas autopsias.
Le alegra que nadie estuviera allí para ver el hambre y la locura que por un segundo envolvió su mente. En su universo, no estaban más cerca de encontrar la fórmula para viajar entre universos o dimensiones. No de forma científica. Siempre había un idiota con una llave o un portal interdimensional que había que romper antes de que bla-bla-bla y eso, pero ¿universos? La sola idea le volaba la cabeza. Las variantes eran un concepto que encendía la vena científica en su interior, despertando su insaciable curiosidad.
Curiosidad que ahora, viendo el chico enfundado en ese traje ajustado de Spider-Man (que era bastante diferente al de su universo; con ese color azul tan chillón y ese rojo que te dejaba ciego, siendo el de su Spider-Man de un azul mucho más oscuro y profundo, combinado con un rojo tan opaco que pasaría por borgoña) gemía dentro de él insatisfecha y ansiosa por más respuestas para cada duda nueva que se planteaba.
Tener de frente y al alcance de la mano una variante del chico que fue su amigo por toda la vida hacía que el término encajara de una forma completamente diferente, pero no era ni remotamente suficiente.
Esperó cinco años por esto, pero viendo lo mal que había ido su primer gran encuentro, sentía que fue el error propio de un incompetente. Una parte de su mente le dice que fue un idiota sentimentalista y que debió haber priorizado la seguridad del plan que lleva trazando por dos años para regresar. Otra le dice que a la mierda con todo y que fue imperativo buscarlo por una explicación. Siempre podía ser el que tuviera la llave que lo llevara a casa sin escalas o más disgustos.
Sacudiéndose los pensamientos discordantes de encima, ladea ligeramente la cabeza. Ya se había martirizado más de la cuenta por todo ese asunto. Y si seguía demostrando comportamiento adulto y responsable, iba a morir de abatimiento
El ceño de Parker se le frunce dormido, gira la cabeza y, por Dios, lo escucha murmurar su nombre. Estira un poco la mano y la desliza por las familiares arrugas que se forman en su frente. Con un suspiro cargado de desprecio, desliza la mano hasta la raíz de su cabello y lo retira de su rostro. La expresión ahogada de dolor se agita y se relaja cuando Tony lleva la caricia hasta la mitad de su cabeza, pasando cuidadosamente las uñas por la superficie de su cuero cabelludo.
Lo oye suspirar y Tony vuelve a sentir fascinación. Su Peter ronroneaba como gato cuando hacía aquello. Muy tarde se da cuenta de lo que hace y retira la mano con un ademán brusco. Si se despertaba y lo atrapaba haciendo aquello, Tony podría tener que matarlo. No le apetecía que el maldito crío supiera exactamente qué poder ejercía su rostro en él. Darle una sola herramienta terminaría por destruir la frágil equidad del campo de batalla.
Porque eso era aquello: una batalla. Al menos para él. Desde siempre sospechó que encontrarlo sería una pieza más de un puzle donde si no iba con cuidado, terminaría perdiendo. Se suponía que iba a dar el primer paso y posicionarse como el dominante en aquella contienda, pero uno de los dos terminó sintiendo pena del otro y ese no fue él.
Punto en contra para él. ¿Por qué se atrevió a subestimar a su oponente? Aquello era típico de Parker. Muy típico. ¿Cuándo se daba el lujo de no tocarle los cojones? Jamás. Que Tony tenga memoria, ese maldito, lleva atormentando su vida con sentimientos contradictorios desde que cumplió los catorce.
Teniendo en cuenta el panorama completo, esperar una personalidad diferente a la original era lógico. Pero no eso. Maldición, se sentía hasta insultado de que su gran entrada hubiera derivado en esa sesión de llanto y patéticos abrazos. En especial cuando su Peter, ese chico torpe y alegre, no se había derrumbado jamás de aquella forma. Su Peter despertaba los peores instintos de Tony, los más dominantes y protectores, pero no por andar llorando por los rincones. La perspectiva de tener que luchar contra su maldita personalidad ya era mala, ¿hacerlo mientras se desmoronaba sobre él? Imposible.
—Maldito seas, Peter —masculla entre dientes—. Ni siquiera valió la pena el haberte perseguido como maníaco por medio Manhattan. Se suponía que ibas a hacer algo más que ponerte a llorar.
El plan era simple: asustarlo, devolverle el maldito favor por el jodido susto que se llevó al verse en ese lugar. No era nada justo que él hubiera sufrido algo parecido a un jodido infarto cuanto entendió que había sido forzado a abandonar su universo. Pero no, a Parker (del universo que sea) le dolía seguir cualquier plan que él tuviera. Se larga a llorar, le saltan las hormonas y se pone a abrazarlo. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué se suponía que tenía que hacer? Tony era el que estaba atorado en aquel maldito infierno, ¿con qué derecho era él el que se venía abajo? Su Peter al menos hubiera alzado el mentón con chulería y le daría alguna excusa cargada con porquería moral, el deber o quién sabe qué mierda de esas; pero no lloraría escondiendo el rostro húmedo en la curva de su cuello, roto y desolado.
Un espasmo sacude el cuerpo del crío y Tony se apresura a poner distancia entre los dos cuando empieza a ver qué está listo para despertar. Buscando a la rápida un lugar donde acomodarse, desechando quedarse en el sillón con él pese a entrar, escapa a la cocina donde unos buenos metros los distancian. No quiere ni pensar en otra tanda de abrazos, menos cuando el rostro que se los quería dar era uno que le recordaba cruelmente al chico con el que se graduó en la universidad.
Apoya la espalda contra la encimera del desayunador y ve cómo las facciones de la versión casi adolescente de su Peter Parker se arrugan y se relajan. No puede evitar sentir una correntada de diversión. Si así llevó verlo aparecer, despertar en su sillón seguro era más de lo que podía manejar.
Debería costarle menos alejarse, ese es un hecho, pero no lo hace. En su interior una pequeña batalla entre la parte que puja por ser bueno y cordial se desata contra la que solo quiere cortar la distancia y darle una tunda. Por sus fotos sabía que era un clon de su mejor amigo e hizo mal en creer que sus sentimientos serían más manejables dado que sabía que no lo era.
Pero por supuesto que en ese jodido universo nunca nada iba a ir bien, o sería malditamente manejable, era infantil que no se lo hubiera visto venir. Cómo siempre, el genoma Parker revoluciona su interior hasta convertirlo en un caos de sentimientos y emociones que no puede coger en banda.
Si Tony hubiera sabido que el crío que le tendió la mano y se presentó como su compañero de cuarto iba a ser un grano en el trasero que jamás podría arrancarse, seguramente le hubiera dado la espalda. Pero Peter Parker era un chico de 13 años (como él) con aquellos ojos gigantes y llenos de timidez que tembló un poco cuando se dieron la mano. Siendo ellos los únicos en esa situación tan rara que era ingresar prematuramente a la universidad, juntarse fue inevitable y fácil. Era fácil estar cerca de Peter Parker.
Y ve lo bien que te fue por eso, le dice su mente con exasperación a esos berretines nostálgicos: un encierro multiversal de cinco desagradables años, eso le dio y no podía olvidarlo. Sin dejar de mencionar el destacable detalle de que verlo reactiva el dolor que aún guarda en su pecho desde su último encuentro con la versión original de su universo.
—¿Don...? —el chico abre los ojos y parpadea como mil veces en un segundo antes de poder terminar la frase. Salta en el sillón como si fuera un salmón que nada a contracorriente y Tony siente como su rostro se retuerce de desagrado—. ¡Oh no! ¡Mierda!
Cómo supuso que iba a pasar, Parker se endereza tan de golpe que cae sobre su trasero nuevamente. Un tic nervioso le contrae los músculos del cuello y se dice a sí mismo que tenga un poco más de paciencia. Solo un poco, contesta otra parte de él, aquella que lleva años intentando encontrar la forma de volver a casa.
Según sus investigaciones, Spider-Man trabajó dos veces con su yo de ese universo. Como en ningún registro constaba que tuvieran relación alguna, Tony pensó (por error, claro) que Parker no lo conocía muy bien. Eso potencialmente arruinaba sus planes, pero ver un muerto andando era ver un muerto andando y no dejó que esta perspectiva le hiciera bajar los brazos. Viendo el drama que armó solo con verlo, estaba claro que había que hacer un pequeño ajuste a esa teoría. Ahora, ¿qué relación tenían? Misterio por resolver.
—Si se te ocurre vomitar en mi sala, te informo que serás tú quien lo limpie —murmura atrayendo sobre él la mirada medio enloquecida y asustada del chico, que no se estaba quieta en ningún lado por más de unos segundos—. En este estúpido universo no tengo una maldita empleada y yo no volveré a limpiar tu porquería.
La nueva expresión de sorpresa inhumana se agranda y los ojos cafés se vuelven algo espeluznantes ahora que saltan en su rostro estupefactos.
Una molesta sensación de familiaridad lo recorre. Peter tenía la misma cara de idiota en la universidad cuando Tony lo pillaba con la guardia baja y haciendo algo mal. El señor "jamás me copiaría en un examen" lo miró de la misma forma cuando Tony mencionó al pasar el curioso parecido en sus exámenes de álgebra aplicada.
—Te juro que, si gritas, te golpearé con algo —advierte al verlo separar los labios—. Hago un trabajo titánico para que la vieja de abajo no note mi presencia y como tenga que volver a mudarme vas a pagármela. ¿Sabes lo chismosa que es? El primer mes que estuve aquí no creerías lo que se fue inventando para verme.
Boqueando un poco, el chico inspira y suelta el aire con cuidado. Tony no le reconoce esa técnica de relajación, su Peter era más del estilo barbárico. Le da un punto en silencio.
—N-no iba a hacerlo —jura volviéndose a acomodar en el sillón, arrastrando al borde el trasero, apoyando con firmeza la planta de los pies al suelo.
—Y lo mucho que se nota —murmura sarcásticamente por lo bajo, viendo cómo una imposible cantidad de emociones le arrugan el rostro en una fracción de segundo.
En silencio le quita el punto dado. Igual de exasperante que el original.
Una de sus cejas sale disparada hacia arriba cuando ve que el chico extiende los brazos y de un rápido movimiento aplasta las palmas sobre sus mejillas. El sonido seco del golpe lo hace saltar ligeramente. Otro y otro punto menos.
Oh genial. En todos los jodidos universos eres un condenado idiota, se queja casi repeliendo su presencia.
No, Tony no extrañaba esa estupidez. Claro que se había acostumbrado a verla. En el último año de la Universidad, Parker era incapaz de mantener la mente en un mismo tema por dos minutos y sacarse el título de Ingeniería no era cosa de débiles. Las cachetadas que se ponía hacían que el estado anímico de Tony fuera más bien de rechazo absoluto a sus medios. Y eso que Tony enfilaba cocaína para mantener el ritmo de estudio. Pero golpearse como si fuera un saco de boxeo... el sonrojo permanente en el rostro de su amigo parecía más dañino que su método.
—Lo siento —le dice enderezándose con agilidad (y al fin algo de equilibrio).
El chico tira hacia atrás los hombros y cuando al fin vuelve a buscar su mirada, lo ve con algo parecido al descontento bailando en sus ojos.
Interesante, se dice con suspicacia. ¿Se equivocó al creer que en ese universo eran amigos? ¿El chico quizá era responsable de lo que terminó en su muerte? Un interesante cambio de paradigma sería ese. No obstante, una horrible y justa casualidad del destino.
—Perdóname por todo esto, es que... ha sido una sorpresa... inmensa. Es una sorpresa inmensa que aparecieras.
Tony alza una ceja y la chispa de familiaridad que había empezado a germinar por su cuerpo al tenerlo cerca y con la boca cerrada empieza a apagarse a la luz de este peculiar comportamiento. En silencio lo agradece. La distancia no hace más que crecer en lo que el chico deja sus ojos vagar por su cuerpo, elevando una muralla gélida entre los dos.
Un remanso de fastidio cobra fuerza dónde antes había curiosidad, y Tony podía ser curioso, pero antes era vanidoso y responde de manera instintiva antes de evaluar lo inteligente de sus actos.
—Así que... ser un mentiroso es algo que viene inherente en ti... —murmura cruzando los brazos sobre su pecho— Interesante. No me sorprende tanto, pero sí resulta curioso. ¿Tampoco te gustan los waffles con jarabe de arce?
La inspección silenciosa cesa de golpe y el chico se centra en él apretando finamente los labios.
—Perdona, ¿qué?
—¿No tienen jarabe de arce en este universo? —la sorpresa burlona que imprime en su voz consigue hacer que este Parker lo mire con odio al entender que claramente está tratándolo de idiota y Tony le sonríe con satisfacción—. Oh, vamos, no ibas a decir inmensa —recargándose con insolencia en la mesada, ve cómo sus palabras le arrugan el entrecejo y lo ponen en guardia—. Te lo dije, te conozco. Esa expresión de ligero asco y aversión la tengo calada, Parker.
Otra suerte de latigazo de placer lo golpea cuando ve que el chico retrocede. Bueno, al menos algunas cosas positivas seguían allí presentes. Peter jamás fue muy bueno resistiéndose a sus ataques verbales, eso era algo que solo el tiempo le permitió controlar.
—Eres muy distinto —musita al fin, luego de un tenso silencio dónde solo se miran uno al otro, analizando el tablero dónde jugaban.
Y Tony sabe que eso es muy cierto. Pese a que las diferencias fundamentales, según lo que averiguó, iban por dentro, en la superficie, él no era un clon tal cual de su variante. Sus ojos no eran avellanas, eran tan verdes como el mar. Su cabello no era castaño con ligeros tonos claros. Era más bien caoba con amagos de tintes rojizos que, a la luz adecuada, lo hacían ver pelirrojo.
—Y joven —añade pausadamente—. ¿Qué edad tienes? ¿37? ¿38? Sin dudas eres más joven que cuando te conocí y ya pasaron muchos años de eso.
Un poco mosqueado porque atinó a la perfección, se niega a responder. Si los reportes eran correctos, su variante se volvió un "superhéroe" cuando tenía 40 años. Él fue sacado de su universo cuando tenía 33 años, así que jamás respondería esa pregunta. ¿Lo habrían secuestrado? ¿Lo habría traicionado el ex socio de su padre, si Tony no se hubiera deshecho de él hacía muchos años? Misterios que jamás tendrían una respuesta.
—Algo así —dice sin darle importancia a su edad, porque además de ser un dato absolutamente irrelevante, le produce algo de envidia ver que solo él envejeció—. Pero tú... tú sí que eres un crío. ¿Qué tienes, 19, 20 años? Maldita sea, es como estar viendo un anuario. Tienes la misma cara de nerd que conocí.
La mirada café se estrecha y coge ese rictus tirante que Tony adoraba explotar. Qué rápido, se burla mucho más satisfecho de lo que debería, con lograr colmarle la paciencia a algo más que un adolescente. No había gran mérito en eso, pero le satisfacía igual y Tony era justo el tipo de persona que le gustaba deleitarse de cada pequeño y sucio placer que lo rodeara.
—Deberías saberlo, dado que me encontraste —con cuidadosa tirantez, haciendo que su mentón se trabe al mantener forzosamente la compostura, evade su pregunta—. No creo que pudieras saber mucho de mí sin una búsqueda más que exhaustiva... Mi edad debió ser el dato más fácil de conseguir.
Con una sonrisa coqueta, Tony ladea la cabeza y asiente. Al menos eres listo, lo premia en silencio. Este Peter Parker, con flamantes 23 años, era sin dudas una noticia devastadora para Tony y sus 38 años. La sola idea de estar encerrado en un maldito universo donde el culpable de su desgracia fuera la versión joven y estúpida de su viejo amienemigo le da arcadas.
—Y lo que me costó. Llevo cinco años buscándote. Hasta que no cogiste el puesto permanente en Oscorp no me enteré de nada sobre tu maldita vida. Pasé días vagando por el maldito correo esperando que lo pisaras. ¿Apartado postal? ¿Quién eres, un viejo aburrido? —pregunta con verdadero interés—. Te escondiste muy bien todo este tiempo, aunque fue estúpido que no revisaras un poquito mejor tus espaldas. Muy cuidadoso en lo referente a tus datos, pero algo tan estúpido como no ver si te siguen te vuelve a restar puntos... Bueno, en eso eres bien diferente a mí Peter.
El chico se queda petrificado, como si se hubiera olvidado de respirar, pero Tony le reconoce que al menos esta vez se nota a leguas que intenta controlarse y no empezar a hiperventilar.
—El apartado postal... ¿Cómo es que...? —el chico sacude la cabeza y Tony sabe que tiene motivos para estar sorprendido.
Dar con ese simple dato tomó bastante más de lo esperable. Una vez en ese universo lo primero que hizo fue buscar al maldito Peter Parker. Estaba jodidamente seguro de que era el culpable de su extraña aparición, pero hallarlo fue un sin fin de callejones sin salida. Lo único que pudo encontrar fueron su acta de nacimiento, los papeles de su adopción, los certificados de defunción de sus padres y tíos, su foto del ingreso al MIT. Y entonces la nada. Un vacío que se extendió por años, hasta el puñetero Oscorp con el idiota apartado postal.
—Pero en el correo no tienen mis datos... —se calla de golpe y lo mira una vez más con fastidio—. Eras tú, desde hace una semana eras tú el que me perseguía. Sabías a qué distancia mantenerte, por eso no pude darme cuenta de que eras una variante —lo acusa con fastidio.
—Correcto, encanto —le sonríe travieso.
—Cómo lo sabías. ¿Cómo sabías qué distancia mantener?
—¿No dejé en claro ya que conozco tus trucos? —pregunta, molesto por su insultante sorpresa—. ¿Eres estúpido o solo te sorprende que yo lo consiguiera...? —atrapado con la guardia baja, Tony baraja una nueva posibilidad sintiendo un escalofrío bajar por su espalda—. ¿En este universo soy yo el estúpido? —la idea le resulta increíble, pero no puede estar cien por ciento seguro.
Le tomó una vida descubrir el secreto de su Peter. Dar con aquella parte que su mejor amigo le escondía fue más una maldita y dolorosa casualidad. En cambio, a este crío lo persiguió por cuadras hasta que la curiosidad por verlo interactuar con aquel niño terminó por hacer que la cacería se volviera aburrida.
Ahora bien, si en este universo este Parker era bastante más descuidado... por ley de parecidos, cabía la posibilidad de que él también lo fuera. Hasta donde vio, era millonario a más no poder, se volvió un superhéroe con un gusto extraño por las armaduras y murió con todos los laureles. Pero la historia la cuentan los que viven y, sobre todo, a los que les conviene que sea de una determinada forma. Tony bien podía ser solo un idiota con cara bonita. Daba el pego, sin dudas era igual de atractivo en este universo que en el suyo. Fue un alivio ver que iba a envejecer con semejante cabellera.
—¡No! ¡Por supuesto que no eras estúpido! —responde con demasiada vehemencia y posesividad.
Tony agenda mentalmente que efectivamente Parker y él en ese universo, al menos, compartían una relación casi tan estrecha como la de él y su Peter. La mirada cargada de disculpa se lee tan genuina como la que Peter le dio la última vez que se vieron.
Con incomodidad corre la vista y mantiene el silencio. No tiene que pensar esas cosas o terminará enredándose en lo que no debe. No son los mismos; así su parecido sea tal que pueda sentirse por primera vez en años como en casa.
—Es solo que... no sé, yo... se supone que nadie me puede encontrar —dice forzándose a sonar amable y Tony siente otra vez como la sospecha crece en su interior.
No logra entender el cuadro completo. ¿Eran amigos o no? ¿Por qué parece que lo quiere patear de regreso a su universo, pero a la vez ser amable? No tenía condenado sentido y odiaba cuando las cosas no tenían maldita lógica.
—Pues este nadie sí sabe usar una computadora y te pudo hallar —responde, más que nada para ver qué impredecible estallido traía esa explicación.
—Ya, no. Es que... yo no... no salgo en Google —se excusa con poca diversión—. Me he asegurado de ello... o... bueno, creía que sí. Ahora que sé que me hallaste...
—¿Google?
—¿No tienen Google en tu mundo? —la forma en la que parpadea sin dar crédito hace que Tony quiera golpearlo.
No responde, se limita a soltar un gruñido y estrechar la mirada. Puede sentir como sus ojos escupen fuego. Ahora sí se siente insultado. Esa era la segunda vez que deliberadamente lo trata como si fuera un idiota. Era más que obvio que sabía bien que en Google no podía hallarlo, o no le hubiera tomado cinco malditos años hallar su patético trasero. Tony desde el minuto cero entendió que había una mano fina y muy, muy cuidada en la forma que toda la información había desaparecido. Ni él hubiera conseguido hacer un trabajo más concienzudo. Así que, era claro de que si él lo halló, no había sido gracias a un maldito motor de búsqueda tan burdo y simplón.
Y no era solo eso. Si ya le dijo que tenía cinco años en eso, era más que esperable que al menos uniera los conceptos más simples del universo y era que: ¡había conseguido pasar cinco años inadvertido! Cinco años viviendo en un jodido universo que no le pertenecía y a la fecha nadie lo había atrapado. Podía ser que no supiera que tenía una cuenta bancaria más que respetable y dos en el extranjero absurdamente llenas. Que era el flamante propietario de una financiera especializada en la bolsa y el manejo de capitales en el exterior, por no ponerse a presumir de su destacable labor en el mercado negro como uno de los más prometedores ingenieros y programadores del puñetero país. Pero de ahí a pensar que "lo googlearía" ¿Él? ¿De esa manera pensaba que Tony hacía sus investigaciones?
—¿Tú supones que te googlearía como un maldito niño? ¿Yo? —su voz sale baja y a modo de amenaza, pero no se corta.
Puede ser que hubiera tenido un desliz en aquel maldito barrio de mala muerte y hubiera claudicado a la necesidad primaria que le despertaba su voz, su rostro y su llanto, pero Tony estaba muy lejos de ser un ser de luz y amor. Era un condenado depredador y más le valía a ese chico enterarse.
Aparentemente, entendiendo el error desde su concepción, Parker agita el rostro y las manos como si quisiera explicarse, pero Tony tuvo más que suficiente de aquel asqueroso experimento. Sus emociones están fuera de sí. Su mal humor y su creciente entendimiento de que lo que sea que había estado buscando cada día desde que decidió ir a buscarlo por última vez no estaba allí, lo tienen al límite.
Había dejado por años pasar la verdad más universal de todas: Peter no lo estaba buscando. Manhattan era grande, pero no tanto. Si se te había perdido una variante de Tony Stark, tarde que temprano la terminabas hallando. Solo si la estabas buscando. Y la nada acogedora charla que estaban sosteniendo en su living le dejaba muy en claro que eso que su mente por mucho tiempo intentó hacerle entender, al fin era real: Parker no lo halló, porque jamás lo buscó.
Una parte de él quiere rugir por una explicación. Quiere sonsacarle por qué demonios lo trajo, a cuento de qué. Pero otra, una que sabe que nada bueno saldrá de esa respuesta, le impide formular verbalmente la pregunta. ¿De qué le serviría? Estaba convencido de que de nada. De nada, porque siempre supo que cualquier respuesta que no fuera: porque te necesitaba, sería sumamente insatisfactoria. Porque así escociera, Tony necesitaba que lo necesite y le apetecía demasiado poco exponer esa asquerosa miseria frente a un crío que no era capaz ni de mirarlo por más de cinco segundos de corrido con algo de aprecio.
—¿Sabes qué? Me doy cuenta de que fue un error creer que buscarte sería de alguna forma productivo. Error mío, claro. Eras una molestia en mi universo, claro que lo serías en este. Haz el favor de irte, tengo cosas de las que ocuparme.
Peter vuelve a protestar, pero Tony decide que aceptar que aquello fue un error es lo más sano. Era un científico, la opción de no investigar iba contra sus estamentos personales, pero no aceptar que no todos los experimentos salen bien, también lo hacía.
Ya llevaba dos años trabajando en su propia forma de salir de aquel maldito lugar, se dejó ganar por la tentación cuando la alerta sonó y al fin el nombre de Peter Parker volvía a entrar en el sistema. Le tomó un año asentarse de manera más o menos decente; dos más investigar y recién al tercero pudo empezar a trabajar realmente en ello.
En lo referente a Parker, tenía el correo y tiempo, eventualmente se cruzarían. Porque al final era verdad que una parte de él sentía que, si Peter Parker lo trajo de otro jodido Universo, debía ser por algo. Y cuando lo vio, producto de la más absurda casualidad, sintió que más razón ganaba esa teoría.
Terrible error. Error propio de alguien que siente culpa y Tony tenía otras cosas de las que hacerse cargo por culpa, si es que de golpe pensaba convertirse en ese tipo despreciable de ser humano que se dejaba atormentar por sus errores.
Así estuviera inconforme con el resultado de su evaluación, es hora de sacar al chico de allí y emprender la búsqueda de respuestas que sí sean útiles. No tenía caso prolongar más ese encuentro. Parker no lo atrajo a él, estaba más que claro que ni siquiera estaba feliz de verlo. Ok, resuelto el gran misterio, tocaría ponerse con el siguiente.
Inspira hondo una vez y recuerda que está a horas de que todo su trabajo duro dé frutos. A horas de que todo cambie. Después de mucho tiempo trabajando a Morfeo, el condenado se manifestó en forma de un solitario mensaje de texto con la bendita información que tanto necesitaba para seguir adelante con su crítico plan.
—¡No, Tony, por favor! ¡Lo siento, lo siento!
Con un gruñido sacude la cabeza y lo empuja suavemente hasta la puerta. Eso se sacaba por creer en el destino. Qué cosa más horrorosa. Tanto tiempo llevando esa vida de solitario le había jodido la cabeza. Antes ni siquiera se habría planteado la posibilidad de poner en riesgo sus planes; pero era claro que mucho tiempo hablando consigo mismo había nublado considerablemente su buen juicio.
Clavando los pies al suelo, haciendo que el parqué salte en las uniones, el chico se gira y frena. Sin poder evitarlo sus cuerpos se estrellan, pero antes de ir a parar al suelo (como en el callejón) Parker lo sujeta y le ayuda con el equilibrio.
—Sigue buscando excusas para tocarme y haré que te hagas responsable de ello —murmura con acidez, visto que las grandes manos le tenían bien sujeta la cintura.
Peter lo suelta y salta medio metro hacia atrás. Confundido lo mira y nota el sonrojo intenso que se le sube por el cuello del traje. Y Tony sabe cuándo alguien se pone nervioso y cuando alguien tiene vergüenza. Es como este don que Dios le dio, su inteligencia era cosa de Darwin. Su mirada se fija cuidadosamente en sus mejillas y se traslada a sus ojos para ver con detalle en ellos.
Una idea lo sacude, Peter hacía esta cosa cuando se ponía realmente muy nervioso...
—¡N-no est-estaba intentando na-nada de eso!
Tony casi se derrite al verlo. Maldita sea. ¿Realmente él también iba a tartamudear de esa forma? ¿Se hacía una idea de lo que un hombre cruel como él podría hacerle a esa debilidad? Por años atormentó a Peter. Dios y disfruto tanto, tanto cada día...
—¿Seguro? Puede que eso de la fiesta de bienvenida con globos y salchichas sí se me antoje —dice galante, para ver si pica la carnada—. No tengo mucha diversión por aquí. Al menos no una que resista bien la... fuerza. —guiñándole un ojo, le sonríe pícaro.
Tony tiene que morder el interior de su boca para no empezar a reír cuando el pobre se desarma entre negaciones y risas intranquilas. Quiere decirle gracias al universo. Muchas gracias. Casi diría que esta escena es una gran compensación por todo. Peter jamás flaqueaba para él. Tony necesitaba usar a MJ para hacerlo balbucear como tonto. Ni una sola vez alguna de sus insinuaciones tenía esa respuesta y eso que con el tiempo Tony (sin saberlo) llegó a desearlo e intentarlo muy en serio.
Spider-Man tenía ese algo que Tony deseaba sujetar contra su colchón y someter, pero jamás logró sacarle ni una ligera duda. Tenía sentido, Peter era un hombre felizmente casado y demasiado fiel como para ir a aceptar nada de un hombre como él. Por no decir que conocía a Tony de sobra y sabía que jamás querría más que un polvo épico con un héroe Nacional pidiéndole que le dé más duro.
Ahora viendo al chiquillo este y como se ponía... Dios, seguro que por eso en su universo Peter era inmune. Tony hubiera tenido serios problemas para no estar todo el día incordiando para ver cómo se sonrojaba y huía de él.
—So-sólo... —interrumpiéndose, Parker coge suficiente aire para tener que mantenerse en silencio por unos segundos. Aparentemente, para cuando lo suelta ya es capaz de acomodar sus ideas, porque esta vez al hablar lo hace en un tono menos histérico y más firme—. Mira, cada variante que apareció era mala. Siempre. Me aterraba que fueras una versión muy mala de ti. ¿Entiendes?
Tony, que finge magistralmente que este dato no lo sorprende en lo absoluto, conserva ese pedazo de información y lo guarda en la lista mental que tiene sobre cómo salir de aquel lío. Por lo que parecía había una forma muy fácil (o al menos común) para pasar de un universo al otro. El concepto de «cada variante» trae consigo cierto gusto a un plural bastante amplio y cotidiano.
—Bien. Entonces, ¿sí hacemos una fiesta de bienvenida?
El chico le sacude la cabeza y rueda los ojos. Tony ve que intenta sin éxito no volver a ponerse rojo, pero el color suave de sus mejillas sigue ahí para dejarle saber que es una broma que no se extinguirá rápidamente.
—Veo que estás... eh... ¿Instalado? —continúa sin seguirle la pulla, alimentando las ansias de Tony por simplemente seguirla—. Este es un gran lugar... ¿Cómo lo conseguiste?
La mirada cristalina se fija en él, cayendo lentamente en cuenta de las vistas y los amplios espacios. Tony era un tipo con un gusto minimalista y sofisticado. Trabajó duro para tener lo que tenía y le gustaba poder vivir con cierto nivel. A juzgar por el barrio donde lo encontró, diría que ese no era un gusto que ambos compartieran.
—¿Trabajando? —dice con una sonrisa inocente.
—¿Trabajando? —replica suspicaz.
—¿Tienes problemas de oído o solo eres lento?
El chico se retira un pequeño paso y Tony ve otra vez la duda teñir su semblante. Chico listo. En verdad muy inteligente. Y bipolar. Muy bipolar. No quedaba rastro de la cosita tímida que había estado tartamudeando frente a él, tampoco del ser frío y distante que despertó. Ahora lo ve con ese semblante de cazador que en su universo ponía contra las cuerdas a los criminales más poderosos y sádicos.
Le gusta que entienda que es un depredador. Juzgar lo contrario era insultarlos a ambos.
—Perdona, pero... ¿Cómo conseguiste trabajo sin... sin...?
—¿Armar revuelo? —sonríe señalando su rostro— Le dicen home office.
Peter le regala esa expresión de absoluto desconcierto y Tony sonríe a su pesar. No quiere admitirlo, pero se siente bastante cómodo ahora que el chico no parece a punto de perder los nervios y exhibe cierta lucidez a la hora de unir pensamientos.
Aquellos idas y vueltas, las palabras contadas y las miradas cargadas de doble sentido. Todo eso trae tanta cotidianeidad a su mente. En los 20 años que tenía de conocer a Peter, solo unos pocos de su vida los pasó sin ello y ahora le resultaba estúpido no haberse dado cuenta que eso era algo especial entre los Peter Parker y los Tony Stark.
¿Cómo no se dio cuenta de que sabía quién era Spider-Man? Nadie más que Peter conseguiría mantenerlo en ese eterno ida y vuelta sin aburrirse o cansarse.
—Cuando aparecí en este universo me di cuenta de que estaba muerto, así que me escondí por unos días —le explica, mientras gira ligeramente el cuello, para ver la ciudad en la que sin querer se materializó una noche como cualquiera—. Como vi suficientes similitudes con mi universo y la que tuve aquí, busqué algún lugar que haya sido de mi familia o mío. Siempre invertí en bienes raíces, no fue difícil encontrar un apartamento en el que alojarme. Huellas dactilares después, conseguí un sitio en el que ponerme al día. O más o menos al día.
En ese momento, el rostro de Parker pasa del desconcierto al completo respeto. Sin poder evitarlo, Tony saca pecho. Claro que fue sumamente astuto, era él después de todo. No fue tan fácil como lo hizo sonar. Paso por un montón de lugares, caminó hasta que los pies le quedaron con ampollas y pasó dos noches infernales durmiendo en una banca en el Central Park muerto de hambre. No sabía robar, era astuto, pero no un ladrón. Pero tenía encanto y habilidad; una cara más que respetable y labia para embaucar.
Conseguir comida no fue la parte más difícil ni la más molesta. Conseguir ropa y una jodida casa, sí, pero ese crío no parecía necesitar tantos detalles. Mucho menos cuando hacía unos segundos lo había mirado con toda la suspicacia del mundo, entendiendo en el acto que de forma "respetable" no había conseguido estar viviendo.
Cierto. No fue respetable, pero al menos sobrevivió y no pensaba dejar que nadie le baje el precio a ello. Tony pasó de ser el hombre más rico de su universo, a ser un don nadie en aquel lugar, y ahí estaba, con un auto último modelo, un departamento envidiable, un taller a pocas manzanas de allí que ya quisiera cualquier maldito ingeniero del país y más millones de los que iba a necesitar en lo que le restaba de vida, si es que por maldita desgracia terminaba hasta el fin de sus días en ese pulgoso universo.
—Wow, digo... wow —la cabeza del chico se agita mientras abre y cierra la boca, sin nada elocuente que decir—. Eres... siempre supe que eras brillante, pero... Dios, me alegro de que te las arreglaras tan bien... ¿Y de qué trabajas?
Tony repara en el ligero titubeo que había en la última palabra y elige con cuidado qué parte de la verdad contar. Lentamente, por la superficie de sus pensamientos, se instala una realidad que ese encuentro le había hecho olvidar: Spider-Man y él no eran amigos. En su universo, donde él era un hombre respetable, que vivía en regla y del lado correcto de la ley, fueron amigos y compañeros. Por años el informante y ayudante de Spider-Man, pero otra historia cantaba en ese universo.
Tony estaba exactamente en el lado opuesto en la escala alimenticia y nunca resultó bien para él cuando el arácnido (amigo o no) se inmiscuía en sus cosas. Peter era su amigo, pero ese chico frente a él, con su traje puesto, no era su mejor amigo.
—Asesor de empresas —encogiendo los hombros con un estudiado aburrimiento, chasquea la lengua—. También vendo prototipos a algunas compañías y cosas así —específica, cuando la mirada café se estrecha suspicaz.
—¿Y cómo haces con las patentes?
—Paga más no patentar nada.
Sus ojos vuelven a perforarle el rostro tras su rápida réplica. No hay una sola fibra del cuerpo frente a él que no grite que ya sabe lo que Tony estaba haciendo. Así mismo, se nota el esfuerzo por no juzgarlo. En vano, completamente en vano. La forma en la que se crispa su nariz o lo tenso que tiene el cuello lo delatan.
Tony conoce esas reacciones físicas y ojalá él no las viera maravillado. ¿Cuán parecidos eran? ¿Cuán iguales podían ser? La duda se aloja en lo alto de su lista de cosas por descubrir y es ligeramente consciente de lo peligroso que es este hecho. Porque ese Peter, por más que lo intenta, no está siendo muy amistoso y él no debería para nada olvidar que tampoco quería serlo.
Luego de ver aquella foto del archivo de Parker en el MIT, Tony se juró que, si se veían, mantendría entre los dos las cosas frías e impersonales. Ceder a la vieja costumbre de picar y picar hasta que sacara las garras no era opción. O no debería, pero la tentación es aplastante.
—¿Qué papeles usas?
Ahí está, Tony escucha su acusación como el llamado de un ángel. Lo juzga de arriba abajo, esa voz falsamente suave y esa curiosidad barata son casi un emblema. Se imagina que el maldito viviría como un marginal si de la noche a la mañana le arrancaran su casa, la comida y hasta la puta ropa.
Tony no era de esos. Tony no era un puñetero mártir. No iba a mendigar ni un solo maldito día de su vida. Siempre fue un hombre de recursos y neuronas, no iba a tirarlos por la borda exclusivamente porque la moral acomplejada de un tipo intentara decirle, quién sabe con qué derecho, que era poco menos que un delincuente.
Así era y a la mierda con él, estaba orgulloso de haber salido adelante.
—Los nombres están sobrevalorados, ¿no crees? —musita con una sonrisa ladina.
No se molesta en repeler los esfuerzos de Peter por leer lo que no dice. Él tenía una cédula de identidad con todo el papeleo correspondiente, claro. El mercado negro siempre seguía las mismas normas en el universo que sea. Y podía ver que Peter estaba al tanto de ello por la forma en la que su aversión se materializó en palabras.
—Estás en cosas turbias, ¿verdad?
Lejos de inmutarse por el tono cargado de tristeza que usa, pese a que Tony odia la lástima por sobre cualquier cosa, se ríe por lo bajo y da un par de pasos cerca del chico.
—¿No lo está todo el mundo? —musita casualmente, como si nada, como si no le avergonzara. Cosa que realmente no hacía—. Digo... vi los carteles de se busca, las propagandas en la televisión... Sé que eres un criminal.
—Señor Stark...
Sin ánimos para descubrir que tan pesado podría ser este Parker, corta el tema de raíz al verlo suspirar con los hombros caídos. ¿Le importaba a él esa mierda? Para nada. Tony se ganaba la vida de la manera que encontró más rentable ¿Llevaba negocios ilícitos? Sin dudas, pero hacer plata honrada no era rápido y cuando no tenías maldito dinero para pagarte una jodida partida de documentos que acreditaran tu maldita identidad, trabajar en el mercado negro era lo único que podías permitirte.
En este mundo, Tony se adaptó y consiguió flujo de dinero suficiente para vivir tranquilo y cómodo sin tener que seguir viviendo como una rata entre las sombras. Claro que la oscuridad tenía algo que la honradez no: trabajar y vivir en la trastienda permitía que te enteraras de cosas muy curiosas.
Gente comprando piezas extrañas, gente contratando científicos fantasmas o ingenieros sin rostro... Había ciertas preguntas que no podías hacer, pero mantenerte suficiente tiempo en la oscuridad trae luz sobre ti. Inevitablemente. Tu nombre se replicaba en las bocas correctas y el trabajo empezaba a llover. En especial esos trabajos para los que solo algunos selectos eran convocados.
—Dejando de lado este tema tan aburrido, y visto que pasas de la oferta sobre la fiesta... ¿Qué te parece si me dices cómo demonios planeas devolverme a mi mundo?
La pregunta parece convertirse en un puñetazo, porque el chico se retrae con fuerza, apretando los ojos. Casi puede adivinar lo que dirá de solo verlo y la sangre le bulle con odio.
—No puedes volver.
Conteniéndose para no hacer nada estúpido, se limita a mirarlo. No tiene caso iniciar una pelea. Puede leerlo explícito en su rostro. No era una mera cuestión de saber o poder, era una lisa y llana cuestión de querer. Tony se dejaba cortar todas las extremidades del cuerpo si se equivocaba a la hora de decir que, la forma en la que el dolor trabó su quijada y le apagó la mirada, era el resultante de saber que no tenía pensado ayudarlo en lo más mínimo.
—Dirás que no sabes cómo devolverme —dice rodeando el asunto, intentando no demostrar que iba tres pasos delante.
No sería un buen estratega si le dejase saber que lo conoce a un nivel superior.
Parker le lanza otra mirada destrozada y solo menea la cabeza. Sus ojos cargados de pena y vergüenza no le ayudan en nada. Tony únicamente puede pensar en el tiempo que lleva lejos de su mundo, lejos de las promesas que dejó inconclusas y siente su sangre arder. Piensa en el resabio del hombre que fue, o pudo ser, si tan solo no le hubieran arrebatado su vida a la mitad. Piensa en las jodidas noches en el Central Park, en el frío, en el hambre y en el miedo que sintió.
Su llegada a ese universo le dio una perspectiva que jamás había contemplado de la vida. Hambre, frío, miedo. Dolor en cada parte de su cuerpo, terror de no saber qué esperar, miedo por no saber si alguna vez podría volver a mirarse sin sentir asco de su reflejo. Sobrevivió, salió adelante, pero solo porque era terco como una condenada mula, no porque las cosas hubieran sido fáciles. Se durmió por noches con calambres por culpa del hambre, muerto de frío, en camas horribles y colchones sucios.
Fue un año lleno de asquerosidades, novedades que jamás en su infeliz vida ni pensó. Y todo era por culpa de ese engendro que lo miraba con firmeza, diciéndole en esa sencilla declaración que todo eso podría ser perfectamente en vano.
—No, lo siento —dice al fin, cuando el silencio se vuelve insoportable—. No hay forma de que vuelvas. Yo... yo de verdad lo siento mucho, pero... puedo, puedo ayudarte a que... digo, es evidente que estás delinquiendo... ¡Y lo entiendo! —aclara como si a él le importara una mierda la opinión que le merece—. Pero, no es... ya sabes... pero puedo ayudarte a conseguir que esto funcio-
—Es tu culpa, ¿no? —lo corta antes de que pueda ofrecerle algo que Tony hace eones hizo por sí mismo, sin olvidar ni por un segundo que tampoco le sirve de nada, que se dé cuenta de cuán poco le serviría su ayuda—. Que yo esté aquí, es tu culpa —la forma categórica de sus palabras hace que el chico apriete los labios, incapaz de negar la verdad.
La mirada café se torna más opaca, pero no abandona la suya. Ni siquiera le interesa que luzca de como de cien años allí parado, viéndolo con estoicismo y dispuesto a tolerar que Tony lo mande a la misma mierda (primer destino de los miles que se le ocurren para mandarlo de paseo). Le da exactamente lo mismo. Tony solo puede pensar en aquello que aguarda en casa, en ese chico de... 19 años —si es que el tiempo pasaba igual allá que acá— que se vio forzado a abandonar a su suerte.
—Lo siento. Ojalá pudiera volver todo atrás y que esto no pase. No sabes cuánto lo deseo.
—Qué pena que no tenga tiempo para compadecerte —sonríe mordazmente—. Tengo cosas de las que ocuparme, ya que yo sí planeo descubrir lo que tú no —finaliza despejando de su mente el rostro juvenil y asustado que lo vio desaparecer de su taller.
Pensar en ese mocoso no iba a ayudar en nada. Con el tiempo, Tony se dio cuenta de que solo conseguiría ponerse más histérico que productivo. Empuja con la misma determinación lejos de la superficie de sus pensamientos a la mujer entrada en años y la viuda que también se suponía debía estar vigilando. No, pensar en esas tres personas era un error si pretendía mantenerse estoico.
—Entonces, si ya terminamos, puedes irte —dice con firmeza—. Y si me hicieras el inmenso favor de olvidar esta dirección... Digo, no creo que sea mucho pedir, dado que por tu culpa estoy en esta mierda.
El chico suspira y se coge el cuello con ademán incómodo. Y lo ve. Es tal el parecido que un rechazo doble le azota. La misma cara. Esta cosita llena de pena, culpa y determinación. Esa que lo ve como si se compadeciera, pero no tanto como caer al vacío a su lado. La que dice: te entiendo, pero no me mezclaré contigo. Y Tony vuelve a estar en la sala de los Parker en Queens, vuelve a escuchar como Peter le da la única noticia que jamás quiso escuchar. Vuelve a escuchar a May gritar su nombre cuando pasa junto a ella, escapando de la que por años consideró su propia casa.
—Lo siento, de verdad. Pero no hay manera de que puedas volver y tampoco puedo dejar que lo intentes.
Coge aire con firmeza, alza la vista que tiembla cerca del piso y enfrenta al chico. Pasa de su asquerosa pena y los recuerdos.
Se olvida, como cada día desde que volvió de ese maldito pasado, de que lo que hacía por él era distraerlo y estudia con deliberada firmeza el familiar rostro.
Bien, se acabó aquella mierda de "Peter Parker" ese era un desconocido con el rostro de su mejor amigo. No tenía ni tiempo ni paciencia para él. Hace años la perdió para ser realistas. Cuando se cumplió un año de su aparición, Tony dejó de buscar de forma periódica a Peter. Paró de intentar en cada trabajo que le conoció o en cada persona que podía darle algún detalle. Tony se hartó de buscar un jodido fantasma. Tenía que volver a su hogar, debía ir a casa como sea porque él sí era un hombre de palabra y tenía que volver cuánto antes a ocuparse de ese chico que le encomendaron.
¿Qué hacía perdiendo el tiempo allí? ¿Qué hacía buscando a un maldito inútil, que aparentemente en ese universo era tan poco remarcable que hallar su historial académico supuso una decepción al ver lo pobre e insulso que era? Tony tenía una responsabilidad en Brooklyn que lo llama a gritos. Una responsabilidad que andaba saltando entre edificios con unas telarañas que le iban grandes y tenía que mantener controladas.
—Mira, voy a hacer esto fácil para ti —resuelve sin darle ni el microscópico espacio a que interfiera—. No tienes que solucionar ninguno de mis problemas. Estoy grandecito y sé arreglármelas solo. Sé bien de tu instinto de meterte y arreglar todo, pero, este no es el caso Peter Parker, no soy algo que necesitas arreglar. Ahora, vete de mi casa.
Esquivando la mano con la que intentó cogerlo, Peter se las ingenia para alzar más el mentón y verlo con detenimiento. Tony ni siquiera podía reconocer al crío que se derrumbó frente a él. Con calma nota que ese es el mismo que le atinó un puñetazo en la cara cuando le arrancó de improvisto la máscara en su universo. Bastardos que jamás se rinden.
—No quiero pelear contigo —musita Parker con lentitud, y la piel de su cuello se eriza en respuesta al tono amenazador que ese idiota en pañales emplea.
—Puede que quieras —sonríe con un destello peligroso—. Puedo enseñarte una o dos cosas interesantes. Estoy seguro de que tus movimientos podrían mejorar terriblemente si tienes el maestro indicado.
La insinuación lasciva cae en saco roto, pues Parker está muy concentrado como para prestarle atención. Aburrido como el original, piensa encogiendo los hombros.
—No puedes volver a tu universo. No hay forma de abrir un portal y sería muy peligroso que te pusieras a molestar a los hechiceros.
Tony lo mira sintiendo como una sonrisa de superioridad le deforma el rostro. El chico lee su expresión y su mirada se oscurece un poco. Casi puede sentir su cerebro trabajando en entender qué de lo que dijo hizo que se sintiera repentinamente confiado. Y en realidad es muy simple. Tanto que un estallido de gratificación le cala en los huesos.
—Ah... supongo que crees eso porque en este universo no me tienes a mí —se regodea—. Siempre supe que era importante en tu fanfarronada de "héroe", pero jamás me di el crédito que merecía en hacer de ti algo más que una mentira. Supongo que sin alguien tan necesario como yo en este universo, andas a ciegas.
Una ráfaga de dolor atraviesa los ojos cafés y Tony contiene el impulso de retroceder. El chico se recompone tan rápido como se vino abajo y mantiene el mentón erguido, pese a los ligeros temblores.
—Puede ser —afirma con tanta humildad que lo descoloca aún más—. Efectivamente, eras una persona importante en el universo.
Tony escucha el "para mí" que no dice en voz alta. Guarda ese pequeño detalle porque eran esas fisuras las que te permitían manipular a otra persona. ¿Qué éramos, niño? ¿Qué era para ti?, le pregunta en silencio y le atormenta saber que esa parte no le interesa con fines futuros.
Era una especie de urgencia que empezaba a gestarse en su interior. Una necesidad latente de que la respuesta fuera intrincada y complicada, como lo era responder que fueron Peter y él en su universo. Esa mezcla malsana donde uno y el otro se difuminan tanto y se entrelazan a un punto tan profundo, que el mundo perdió sentido cuando no se tuvieron más.
Y sabe, maldita sea, sabe que es infantil y peligroso, pero es una tortura creer que eso que los unió era un evento único de su universo. No cambiaría nada sus sentimientos o el destino de sus vidas, saber que eso que tuvieron era un lazo que atravesaba canónicamente sus realidades, pero de alguna manera, irracional si se quiere, eso traía algo parecido a la paz, a su atormentada alma.
—Indiscutiblemente, pero yo dije necesario, Parker, no importante —sonríe—. Me juego a que mi versión en este mundo era una mucho más aburrida y santurrona.
—Dudo que alguna versión de Tony Stark alguna vez pueda ser llamada aburrida o santurrona—le espeta con fastidio y Tony le sonríe con indulgencia.
—Eso te lo concedo. ¿Éramos muy unidos?
La pregunta lo coge con la guardia baja, así que el chico responde sin siquiera dudar.
—Bastante.
Un ligero silencio los empuja. Peter maldice por lo bajo, apretando el puente de su nariz. Tony lo mira un segundo, acomodando la forma cálida y dolida con la que lo dijo.
—¿Alumno, mentor? ¿Compañeros de trabajo? ¿Amantes?
El chico se aleja con una expresión de sorpresa y terror cuando se le acerca y Tony suelta una carcajada que le sienta bien a todo su sistema. Oh, por Dios... podría olvidarse completamente de echarlo de su casa y su vida si podía asegurarle que siempre va a saltar de esa manera a sus provocaciones.
—Eres mi mentor —grazna, esquivando el sillón que casi se lleva puesto mientras escapa de él.
Y podría creerle, de verdad. Ese era un crío y cuadrando datos podría decir que en el momento de la vida del chico que su variante llegó a su vida no era más o menos un crío de 14 o 15 años. Al parecer Tony Stark estaba destinado a eso de ser la niñera de mocosos. Pero, volviendo a ese Peter Parker y a ese Tony Stark, treinta años de diferencia eran una cantidad absurda como para una relación. Pero, oh, pobrecito, se escurre muy rápido de su toque.
Quien actúa como cervatillo, si no una presa. ¿Enamoramiento adolescente? ¿Crush de la infancia? Muy, muy lógico y factible. Su Peter se enamoró de una de sus consejeras estudiantiles en el MIT cuando tenía esa edad. MJ era cinco años mayor, pero el maldito se las arregló para que, en cuanto tuvo la mayoría de edad, conseguir una cita con ella.
—Estabas con Pepper —se apresura a añadir, y Tony asiente con aire ausente.
—No tengo una de esas en mi universo.
—Qu-qué lástima. Ella... ustedes...
—Tuve una hija, lo sé. Morgan. No lo hubiera elegido, pero pega con su rostro.
—¿La has...? ¿Has ido a verlas? —no le sorprende escuchar el tono bajo y medido, casi amenazante, con el que lo pregunta.
Hubiera sido la decisión más idiota y le molesta que de nuevo creyera que era del tipo que él podría tomar. Pero, había cierto deje de algo así en la realidad, por lo que toma la decisión de no gastar energías en pelear con él.
Tony sintió la tentación. No iba a mentir. Tampoco a confesarlo. Al final, decidió que el riesgo era muy grande. A diferencia de no acercarse a Oscorp por miedo a ser reconocido, decidió que la niña no se merecía pasar por ver a un extraño con el rostro de su padre.
Cuando supo que murió y dejó atrás una hija, se sintió ruin. Sintió que se había convertido en el mismo ser egoísta que sus padres, pero, evaluando con calma el asunto y estudiando la vida que la niña tenía desde la distancia, se dijo que quizá aquella fue la cosa más noble.
Era agradable ver qué tenía una hija hermosa e inteligente, según los registros de su colegio. Eso era más que suficiente. Tony estaba seguro de que no le interesaba la paternidad. No era ese tipo de gay que sueña con la casa, el esposo, los hijos y un perro; pero le daba un poco de esperanza saber que en un universo logró armar una familia y tener una hija.
—¿Sabes que en internet en verdad hay fotos de todo el mundo? —consulta con una verdad a medias.
En "Internet" como tal no había gran cosa sobre Morgan Stark, pero Tony era un eximio hacker y contaba con ayuda extra que le brindaba el soporte si es que sus propias investigaciones se enfrentaban a un muro más grueso.
Peter se deja de revolver nervioso y lo mira detenidamente antes de inclinar ligeramente la cabeza. Tony vuelve a sentir el tirón del tiempo y lo ve recargado en su litera con un libro entre las manos y sobre el regazo. Sin ser muy consciente, se aleja de él. Empuja sus pies contra el parqué y vuelve a asegurar el espacio entre ellos. El dolor enroscado en el fondo de su pecho parece no poder contenerse y responde a ese rostro como si fuera el original.
Ya era la cuarta o quinta vez que solo verlo lo llevaba de paseo por el pasado y eso era sumamente peligroso. Tony no puede cometer el error de confundir a su viejo mejor amigo con ese niñoSu Peter Parker estaba muerto, bien muerto, y Tony le prometió cosas a la lápida desgastada que MJ compró y que no le permitió cambiar. «Él preferiría que lo gastes en otra cosa, ya sabes» Tony lo sabía y por eso tenía que volver. Por él y sus mierdas es que tenía que volver. Tenía una promesa que cumplirle al malnacido ese, que en 20 años jamás dejó un solo día de ser su amigo. Aun cuando Tony decidió ya no serlo.
—Pensé que no googleabas —el tonito sobrador y de suficiencia acaricia esa parte rota de su alma, y Tony siente el peso de la evidencia caer sobre su espalda: le gusta, o podría gustarle, el chico.
Maldita sea, le podría gustar de la misma manera que le gustó Spider-Man la primera vez que lo vio. Ese punto engreído, medio mártir y combativo; esa arrogancia mesurada y el cinismo en el punto justo entre juguetón y aguerrido. Le gustó porque a Tony le gustaba Peter por los mismos motivos. Pero ese no es Spider-Man, ese no es su mejor amigo usando su otra identidad para evitar que Tony lo ahuyente.
Y eso no era posible. No lo era, porque solo el dejar que prospere algo allí era un insulto a su verdadero mejor amigo y la primera que le arrancó hacía más de veinte años.
—Parker, hay alguien que está creando un portal. O ya lo creó y lo está por hacer andar —dice a boca jarro, sin la más mínima intención de seguir jugando un juego que se vuelve peligrosamente real.
—¿Qué?
—Ese era el... a eso iba cuando empezamos a irnos de tema. Estoy trabajando hace mucho para empresas que prefieren evitar que el gobierno de Estados Unidos mire en sus proyectos.
El chico suelta una maldición por lo bajo y se vuelve a acercar a él. Tony intenta correrse para dejarlo pasar, pero Parker se desploma en el apoyabrazos de uno de los sillones y lo mira consternado. Evalúa en silencio como su boca se abre y se cierra, como menea la cabeza y se piensa dos veces lo que está por soltar. El silencio llena la amplia estancia por un tiempo lo suficientemente largo para que Tony se arrepienta de haber soltado aquello, pero Parker vuelve a recobrar la compostura y lo mira resuelto, firme y sin un ápice de dudas.
—Era evidente que estabas en algo turbio, pero... ¿Qué sabes de esa persona? ¿Qué sabes de ese proyecto? ¿Te consta que algo así exista?
Tony no sabe bien qué parte responder, si es o no prudente responder siquiera, pero se nota que son dos los que juegan el juego de leer las expresiones, porque antes de que pueda decir nada, el chico vuelve a hablar.
—Mira, entiendo si piensas que lo mejor es mantener la boca cerrada, pero de una forma u otra, conseguiré que me digas lo que sabes. Este es mi universo y no pienso permitir que una máquina así exista, así sea de manera teórica en los servidores de algún idiota. Reitero que no tienes ni la más menor idea de lo que eso puede significar, pero yo sí lo sé así que espero que decidas por el camino fácil y respondas las preguntas que te he hecho.
Tony siente el dulce placer de un desafío explícito golpearlo, así como la dura amenaza de violencia implícita en sus palabras. Se muere por empezar un tira y afloje, pero la forma dura con la que lo mira le basta para saber que el chico no está jugando y ponerse a tocarle las narices puede no resultar en nada que le apetezca ver o probar.
—Lo que sé o no, no es nada que vaya a decirte. Voy a volver a mi universo y, como eres el responsable de sacarme de él, espero que al menos tengas el fino detalle de no entrometerte.
La mirada divertida que le echa no le hace muy feliz. No le gusta la pizca de lunática arrogancia con la que lo evalúa.
Entonces la respuesta viene sola, piensa averiguarlo así sea por otros medios y el terror lo invade. En ese momento entiende que echarlo sin más ya no era viable. Fue una estupidez ponerse a alardear sobre lo que él sabía y Parker no. Debió dejar que creyera que iba a recurrir a los Hechiceros, sea lo que sea que fueran esos. Ahora el maldito iba a intentar indagar al estilo Parker, y Tony no podía permitirse semejante idiota hurgando con poca gracia entre sus cosas.
Su plan fue un compendio de meses y meses de trabajo fino, meticuloso, estructurado y con unas cuantas aristas que prefería fingir que no pasaron. Meses y meses de favores, de trabajos físicos que no fueron del todo agradables y sacrificios que bien pensaba llevarse a la tumba. Pensar en que cada cosa que hizo para poder trazar su plan de salida se viniera abajo por dejar que ese estúpido sin gracia o elegancia para el espionaje lo jodiera todo era tanto un insulto como un despropósito.
—Mira, lo siento, no sabes cuánto... ojalá... ojalá las cosas fueran de otra forma y... y pudiera ayudarte, pero... la última vez que se abrió un portal en esta tierra... —dice de golpe y Tony se traga sus palabras por unos segundos, viendo como un estremecimiento, le agita los hombros—. Toda la realidad estuvo en peligro. Los portales son un riesgo seguro para este universo. No sé si todos son así de frágiles, pero el nuestro es casi un velo. No podemos estar entrando y saliendo, a duras penas evitamos una catástrofe la última vez. Así que, reitero, no puedes irte. Y si me obligas, haré todo lo que esté a mi alcance para detenerte.
Tony rueda los ojos y suelta un bufido tan fuerte que el chico termina cerrando la boca.
—"Evitamos una catástrofe" Dios, siempre dan el mismo discurso fatalista. ¿Van a clases de drama? ¿Es algo inherente a su personalidad? ¿La araña que los pica es hembra?
—Muy sexista de tu parte —le escupe con la mandíbula trabada.
—¡Oh, encanto, ¿acabo de ofenderte?! —replica con desdén y mucho fastidio. Era el colmo que el cabrón se plantara allí a hablarle como si a Tony le tuviera que causar jodida pena su puñetero universo, cuando aún no le había ni preguntado como diablos no murió de inanición la primera semana—. Siento mucho haber dado en el clavo.
Parker coge aire con fuerza y se sonríe para sí. Diablos, tenía que dejar de jugar y ponerse serio. Él conocía como nadie la terquedad Parker y lo molesto que podía volverse. Tony tampoco era de los que creían que en algún universo existiera un Peter Parker sin determinación de hierro. Ninguna versión de su amigo podía ser menos que la típica: no sabe cuándo rendirse.
—Tony, de verdad que no vo-
—Deja que te corte ahí... —lo ataja antes de que haga el tonto intento amenazarlo una vez más—. ¿Llevas diez años siendo Spider-Man? Menos —se corrige adrede, marcando con algo de desprecio y mofa el poco tiempo que tiene con las mallas—. Por lo que vi en el registro que encontré, Spider-Man empezó a verse por las calles hace ocho años, descontando el blip, donde nadie te vio por ningún lado, así que asumo que desapareciste en el chasquido.
La suave expresión se endurece y las facciones que le recordaban a Tony su juventud se transforman en las del hombre que murió frente a sus ojos. Firmeza dura y pura. A veces provocaba picarle un ojo para que deje de ser tan malditamente intenso y recio. Era un chico divertido, pero, cuando quería, se tomaba las cosas demasiado en serio.
—En mi universo, lo fuiste por casi veinte años y créeme, me jodiste las suficientes veces para que me sepa: tus trucos, tus debilidades y tus fortalezas —alzando el mentón, Tony camina con lentitud hasta pararse frente al chico y forzarlo a que alce los ojos para verlo— Voy a volver a mi universo. Y si eres incapaz de ayudar, no me estorbes. Sé dónde encontrarte. Y no me malentiendas, yo tampoco quiero hacerte daño, pero lo haré si estropeas esto.
Parker se queda mudo y Tony comete el error de creer que su amenaza caló.
—¿Fui?
—¿Qué? —Peter aprieta los ojos y cuando los abre, Tony atisba una duda profunda.
—Hablaste en pasado. «Fuiste Spider-Man» ¿Ya no lo soy? ¿Perdí mis poderes?
Tony revalúa completamente el panorama y da pasó al plan C: el honor. Quemaba cartuchos como cambiaba de compañero de cama, de forma vertiginosa y casi insatisfactoria, pero no parecía tener muchas opciones de momento. Podría ser que fuera un crío en pañales, pero el cabrón era el mismo tipo de hueso duro de roer que su mejor amigo.
—Te mataron. Metiste la nariz donde nadie te llamó, a ver si captas el paralelismo —apuntala con sorna—, y conseguiste que un idiota con leotardos y una horrible piel de León te mate.
—Leotar-...
—Estaba allí —la mirada perdida se clava en él y Tony asiente escondiendo y manteniendo a resguardo todo lo que ese recuerdo le genera—. Cuando te mató. Por eso tengo que volver. Me encomendaste algo. Alguien, mejor dicho. Tu pupilo.
La palabra en sí misma hace algo en él, porque la manera en la que fruncía el ceño sin entender de golpe se esfuma y solo profundo dolor se refleja en su rostro.
—¿Mi qué?
—Un crío que sacaste de tu clase de preparatoria en Brooklyn. Miles. Lo tomaste bajo tu ala cuando tenía doce años. Aparentemente, alguien consiguió replicar lo que te volvió... así.
Enderezándose de golpe, el chico agita las manos y sacude la cabeza. Tony apostaba a su favor, ahora el rostro lucía una clara muestra de interés. Era un poco insultante que hasta ese punto no hubiera sido el dueño completo de sus pensamientos. Era más que evidente que lo atrapó en medio de un mar de recuerdos que estaban ubicados en el pasado y ahora era completamente suyo.
—No entiendo... Perdón, no puedo entender nada...
—Te mataron antes de que cumplieras los 33. Me arrancaste de mi Universo un poco después de eso. Miles... Miles tenía catorce años cuando lo dejé. Está solo, no tiene nadie que lo guíe, soy lo único que le queda —enfatiza con completa intencionalidad al ver cómo sus ojos se cristalizan—. Me hiciste prometer que lo cuidaría. Fue lo último que me pediste: "Cuida de Miles". Y yo prometí que lo haría.
Por unos instantes los dos se quedan mirándose. Puede ver qué nada de eso era algo que el chico pudiera manejar y Tony decide que va a explotarlo, así tenga que sacar un par de sus propias miserias a la luz. No le deja un buen gusto en la boca tener que hacerlo, pero con suerte, los Peter Parker del jodido multiverso parecían tener la misma vena mártir y honorífica.
Por un pequeño instante piensa en forzar la cosa al máximo, pero la segunda arma se la guarda solo por si acaso. Puede ser que en el fondo él mismo sepa que usar a May sea la cosa más ruin del mundo y que teniéndolo de frente, con las mismas facciones que tenía cuando murió, Ben le trabe la lengua. Pero prefiere decirse que solo lo guarda porque quizá lo necesite en algún momento del futuro.
—Nos conocimos en la universidad, nosotros —aclara por si fuera necesario—. Eras mi mejor amigo, pero cuando te picó la araña me lo ocultaste —hace una pequeña pausa que consigue hacer que el chico lo mire apenado.
Otra vez siente que esta información no le es ajena. Su rostro se llena de comprensión y pocas veces Tony agradeció algo tanto como ahora agradecía que ese chico y su Peter fuera un maldito caleidoscopio de emociones que se veían a kilómetros.
—Por años pensé que ya no éramos nada, pero... siempre estuviste ahí. Cómo Spider-Man fuiste mi amigo, no sabía que eras tú, pero... jamás me abandonaste —imprime la dosis justa de afecto en esas palabras y por más que le gustaría resguardar más sus sentimientos, vomitar algunos en esa charla es vital si quiere usarlos para empujarlo a su barca—. Cuando te mataron estábamos trabajando para tenderle una trampa a un mafioso importante. Aquí también está y, por lo que vi, también te gusta joderlo. Aunque debo admitir, en nuestro universo, esa pelea no la estábamos librando con la misma firmeza que en este. En el nuestro... digamos que yo era más propenso a creer que cabrearlo hasta el punto de que solo piense en matarnos no era la forma.
—Kingpin...
—El mismo, correcto. Te dije que me dieras más tiempo, pero creíste que estaba tardando por mi propio beneficio. Claramente, no era el caso, pero no confiaste en mí.
—No suena muy bien —murmura apenado—. Lo siento por ti.
Agitando la mano, Tony le resta importancia. MJ jamás entendió el tipo de amistad que ellos tenían. Empezó a salir con Peter el último año de la Uni y ella jamás vio con buenos ojos que se atacaran más de lo que se respaldaban. Ambos estaban el uno para el otro, pero Tony no temía en decirle a Peter en la cara que el día que descubriera ese secreto que tenía iba a exponerlo, y Peter jamás tembló en echarle en cara que Tony le daba más valor al beneficio por sobre el costo.
Eran quienes eran y ambos estaban bien queriéndose pese a eso. Peter y él funcionaban en una sintonía diferente. Solo ellos entendían hasta qué punto confiaban en el otro y la sola idea de traicionarse era llanamente inconcebible. Por eso lo que más le dolió fue que Peter traicionara su confianza atacando sin avisarle. Por eso era por lo que Tony no podía ni tolerar pensar y recordar esa época de sus vidas, porque sus propias acciones hicieron que esa verdad entre ellos se volviera una mentira.
—Estabas muriendo y por eso pude sacarte la máscara —el chico suelta un jadeo sorprendido y Tony espera que asimile bien eso antes de continuar con voz calma y pausada—. Me diste un puñetazo, sin casi fuerzas supongo, solo me astillaste la quijada.
—Mierda...
—Me lo gané —realmente no, Peter empezó aquella mentira mucho antes de que Tony demostrara que era capaz de darle la espalda, pero parecía buen momento para sonar mínimamente humilde—. Cuando viste que ya no había esperanzas, me pediste que cuide de Miles. Era solo un niño, no tenía a nadie que le enseñe a ser un héroe y tú siempre haces lo mismo —y ojalá pudiera decir que el tono de su voz sale exasperado y dolido porque está brindando una actuación memorable, pero hay tanta asquerosa verdad en sus palabras que simplemente es imposible controlar sus emociones—. Te responsabilizas por algo y de golpe también lo vuelves un problema mío. Eso hacemos, hacíamos... —se corrige ahora sí, con un poco más de dolor del que realmente siente.
Una de las cosas que con el tiempo aprendió a valorar fue que Peter no lo echará de su vida. Las molestias que pudieron acarrear este tipo de idiotez con el tiempo se habían vuelto nulas. No era más que la muestra empírica de que, sin importar que hubiera hecho con su vida, Peter al final confió en él y la promesa que se hicieron hacía veinte años.
—Mis problemas son tuyos y los tuyos son míos.
La mirada café se ensombrece y asiente perdido en su discurso. Tony acaricia con la punta de los dedos la victoria, pero como nadie debe celebrar antes de tiempo, prepara la estocada final.
—Por eso tengo, y voy, a volver. ¿Entiendes? Porque no puedo faltar a esa promesa. No puedo abandonar a Miles. Es un crío medio estúpido, irritante e imprudente. Copió lo peor que tenías para enseñarle, no sabe cuáles son sus límites. Juró que iba a vengarse y ¿sabes? Fue lo suficientemente idiota para intentarlo. Llevo cinco años atrapado, buscando la forma de volver. Y te aseguro, lo haré con o sin tu ayuda. Escucha bien, lo haré —repite con lentitud—. No sé qué tipo de persona era en este universo, pero te aseguro de que en el mío, lo único que toda la vida hizo que fuéramos amigos es que soy tan o más obstinado que tú.
El rostro del chico es un muro de concreto. Tony inventaría un plan D si era necesario, pero su Parker o claudica en el A- Amenaza directa; se rinde en el B- Culpa o se somete en el C- Honor. Jodida mierda si ese Parker requería más.
—No quiero joder tu universo, pero no me vería obligado a todo esto si no me hubieras metido en esto. Reitero, no quiero hacerte daño, pero no voy a abandonar nunca la promesa que le hice a mi amigo. No abandonaré a Miles, no abandonaré a mí Peter Parker.
Con esto último, el chico alza los ojos y lo mira detenidamente. Tony puede ver qué pelea con algo. ¿Recuerdos? ¿Posibles amenazas? ¿Dualidad si partirle allí el cuello o no? Tony quizá exageró al decir que conocía bien las formas de derrotarlo. Lo hacía, claro que sí. Pero él no tenía el veneno que usaron para arrebatarle los poderes a Peter. Tampoco es que lo utilizaría, Tony trabajó sin descanso hasta encontrar cada componente en la muestra de sangre que MJ le dejó tomar de Peter y así inmunizar a Miles. Obviamente, no caería tan bajo como ese maldito demente, pero, tampoco se le ocurrían muchas maneras de ganarle a Peter en una pelea. O era por oratoria o no era.
—Yo... ¿En verdad crees que hay una manera de hacerlo?
Tony entrecierra los ojos y lo mira con un poco de recelo. No podía confiar tan fácilmente en él. Una parte de sí veía su familiar rostro y sentía que podía, pero en la realidad no tenía pruebas para ello.
—Según lo que averigüé, al parecer formé parte de un proyecto bastante más grande de lo que se me dijo.
—¿No lo sabes?
—A diferencia de tu homónimo, en mi universo, sé qué preguntas hacen que acabes con el cuello roto.
—¿Me rompieron el cuello?
Ante la expresión de horror, Tony suspira una maldición. Esa forma de desviarse del tema a tratar...
—No. Y no preguntes, no necesitas saber nada de eso. Quién sabe qué harás con esa información.
—Sin dudas evitar mi muerte.
—No tienes que preocuparte, en este universo la amenaza no existe.
El chico alza una ceja y Tony maldice otra vez. Bien, no iba a dejar el tema.
—No entendí lo del blip a la primera que lo leí —le explica con un retín molesto, visto que o salen de eso o no avanzarían más—. Todos los artículos eran una mierda y como desapareciste por completo, pensé que el mismo sujeto te había acabado. Resulta que en este Universo no se dedicaba a lo mismo y, en tal caso, murió. Tu amiguito el grandote decidió que le molestaba esa habilidad molesta que tenía de transformar en dióxido de carbono el oxígeno.
—Es bueno saberlo. Creo —murmura con una mueca contrariada.
—Un placer serle de utilidad, señor Spider-Man.
El chico da un respingo y sacude la cabeza. Tony prevé lo que pasará a continuación y por eso no contiene la mueca al oír el golpe seco sobre las mejillas.
—Lo intentarás, así diga que voy a encerrarte, lo harás —dice en lo que parece un tono más lúcido ahora que sus mejillas rojas empiezan a tener pequeñas pecas por el fuerte golpe.
—Tengo confianza en el sistema carcelario de este universo. —asiente solemne y sonríe con altanería cerniéndose sobre el chico— Podría conseguir armar una fuga muy creíble con un par de llamadas. ¿Sabes lo fácil que es escapar de las prisiones cuando pagas la suma indicada? ¿Crees que todos los muertos que salen en bolsas negras son cadáveres sin signos vitales?
Tony, un poco decepcionado, nota que el chico no se inmuta ni salta. Pero ve que pasa saliva al tenerlo casi encima de él. Algo es algo, se apremia.
—Supongo que ahora sé que no.
—Encanto, eres una cosita muy perceptible, ¿no es así? —canturrea alejándose otra vez.
Peter lanza un suspiro tan largo que Tony se ríe un poco. Hace todo el show que ya conoce: alza la vista, pidiendo a alguna divinidad que Tony dejé de tocarle los huevos con esas ideas malas y peligrosas; baja los hombros, rendido a su terquedad; lo mira con el ceño fruncido, fingiendo no estar del todo convencido. Mentiría si dijera que no estudia maravillado el parecido.
—Bien. Es claro que no importa lo que intente, lo harás.
—Bueno, podría sentarme aquí a ver qué se te ocurre para convencerme... —dice con galantería— Quién sabe y haces algo que me tambalee un poco la determinación.
—¿Tú no eres hetero? —lo corta algo más exasperado que asustado y Tony siente que le acaba de arrebatar algo.
—Completamente homosexual, encanto. Así que, cuando quieras —Tony le guiña un ojo con lascivas intenciones, pero Parker solo le rueda la mirada.
—Paso. Las variantes no son mi estilo.
—Te lo pierdes, no sabes lo que traemos los de otro universo.
Peter lo mira un segundo con tal seriedad que Tony se da cuenta de que no fue un chiste acertado.
—Sé lo que quitan —murmura corriendo el rostro, y el cuerpo en general, al girarse y dirigirse a la puerta—. Tengo que ir a mi apartamento para resolver unas cosas y... ¡Mi bolso! ¡Mierda está lo del alquiler en mi chaqueta! El señor Ditkovich va a correrme.
Tony, que siente un extraño caso de pena y culpa, lo mira un poco incómodo. Él jamás tuvo que hacer eso de la renta. Jamás peleó con el fin de mes, pero esos malditos meses hasta que encontró un apartamento y comida fueron muestra suficiente de la mierda que algunos desafortunados tenían que pasar.
—Supongo que está donde sea que lo dejaste —aclara pensando en cuánto podría transferir a la cuenta bancaria de Parker si fuera necesario—. Tengo algo de efectivo en la casa por si lo...
—No, gracias —Tony le enseña los dientes a la amplia espalda y lo mira sintiendo el mal humor volver—. Me gano solo mi dinero, no necesito ayuda.
—Ya y por eso es por lo que vives tan bien. Disculpa encanto, se me olvidaba tu grandioso Penthouse en la maldita Brooklyn
Ladeando sobre su hombro el rostro, el maldito lo mira con una sonrisa tan o más sobradora que el tono que él empleó.
—Vivo con dignidad. Y con todo lo que necesito.
Tony se muerde la lengua para no responder algo grosero: como que lo único que hace es vivir en la pobreza.
—Suena excitante —dice asegurándose de verter cuanto cinismo puede en esas dos palabras—. Casi haces que se me antoje probar.
Estrechando ligeramente los ojos, el maldito pasa de su comentario. Bueno, al menos no parecía que fueran a aburrirse en el futuro próximo. Si es que había algo como un futuro próximo en el que no estuvieran revolcándose en la mierda intentando pasar uno por encima del otro.
—¿Puedes no hacer nada hasta mañana? —pregunta sobrador, como si Tony fuera una especie de adolescente idiota que no para de dar la hostia con temas poco relevantes—. Tengo que pensar muy bien si hay forma de que hagamos esto sin destruir mi realidad.
Tony le sonríe con gracia y asiente. Por una noche hubo más fuego cruzado del que era necesario. Empujar los límites del chico no parece una buena jugada. En especial cuando puede casi oler que ya lo tenía en su equipo. Al fin de cuentas, en un día iniciaría finalmente su plan, podría darle esas veinticuatro horas para fingir que se lo pensó y no decidió, ya que iba a hacerlo.
—¿Y también eres muy digno para que te diga por dónde empezar a buscar, o ese tipo de ayuda si te vale?
—Conociendo Nueva York, diría que estamos hablando de una sola persona capaz de emprender un proyecto así —murmura enfundándose la máscara que Tony había dejado tirada en el sillón donde lo recostó—. Solo hay un lugar en Manhattan capaz de tener la tecnología necesaria: La vieja torre Stark.
—Brillante y perspicaz —le dice a modo de cumplido mordaz.
Meneando la cabeza, el chico coge el mango de la puerta, pero Tony lo frena antes de que haga la cosa más estúpida en stock.
—¿Podrías no usar mi puerta principal, Spider-Man?
Saltando hacia atrás, se gira y Tony ve asombrado cómo los ojos de la máscara se mueven abriéndose de una forma tan humana y expresiva que lo deja pasmado. ¿Tecnología? Eso sí que era nuevo. En su universo intentó más de una vez coludir a Spider-Man para que le dejara hacerle ajustes a su aburrido traje y jamás lo dejó.
—Lo siento. Es la costumbre —se ríe con jovialidad—. Hace tantos años que no utilizo el traje sin la máscara que se me olvidó por un segundo.
Antes de que pueda decirle nada, quedando congelado ante la sonrisa divertida y casi risueña que traslucen los ojos perlados del traje, el chico se encamina al balcón soltando una telaraña sobre su techo y salta al vacío sin miramientos, pese al estallido que los vidrios hacen por ser atravesados de forma tan vulgar
—¡Mierda, no lo vi! —grita volteando el rostro, con esos ojos gigantescos y blancos abiertos con algo que se sentía como terror— ¡De verdad lo siento por eso! —grita sobre su hombro y al segundo siguiente ya no está.
Sin poder contener sus pies, corre tras él y lo ve perderse entre los rascacielos. Un escalofrío le baja por la espalda y ve la silueta desaparecer luego de unos pocos balanceos. Una pregunta para la que se halla sin respuesta se incrusta en su mente: ¿En qué mierda se estaba metiendo?
Por desgracia, una parte de él le dice que en algo que jamás podrá parar.
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