Capítulo Cuatro
Si no, puedes ir a investigar por tu cuenta a la biblioteca municipal.
Subo las escaleras de piedra de la biblioteca y abro la puerta de cristal haciendo fuerza. Dado que el pueblo no aparece en ningún mapa, he tenido que orientarme siguiendo las señales que había en la calle. Después de comer, cuando mis padres se estaban echando la siesta, he cogido mis cosas y me he marchado de casa sin que se diesen cuenta. Tras dar varias vueltas como una peonza, conseguí encontrar la biblioteca de pura suerte en una calle desierta.
Se nota que es verano en cuanto entro en el edificio, porque no hay aire acondicionado y no hay casi nadie. Hay un hombre en un mostrador con varios libros apilados que está con el móvil y recostado en su silla. Camino por un largo pasillo hasta quedar frente a él, que tarda en darse cuenta de que estoy esperando a que me atienda.
—Jovencita, es verano, ¿qué estás haciendo aquí?— alza una ceja, mirándome extrañado.
—Soy nueva en el pueblo y me gustaría documentarme un poco— respondo. Él se levanta sin dejar de mirarme y rodea el mostrador para quedar a mi lado.
—¿Sobre qué, exactamente?
—Sobre el pasado— el bibliotecario parece asustarse y sorprenderse al mismo tiempo cuando me escucha. Aun así, me pide que le siga y vamos a una parte de la biblioteca que es todo estanterías llenas de libros que parecen antiguos y de tapa dura. Mientras yo les echo un vistazo rápido a todos, él va sacando diferentes libros hasta que se detiene en seco y me los entrega.
—¿No preferirías leer a cerca de otra cosa?— niego con la cabeza y le doy las gracias. Salgo de la sección de libros antiguos y me dirijo a una de las mesas vacías para leer. Ojeo los libros un poco por encima, me decanto por el más grande de todos y lo abro por la primera página.
FURT'S HISTORY.
Fundado en 1872 por refugiados en medio de ninguna parte, Furt fue un pueblo famoso por la venta de medicina fabricada con sabia de los pinos del bosque. Los habitantes vivieron en paz durante décadas, escondidos del mundo y del resto de estados. Furt nunca apareció en los mapas ni participó en guerras.
Una historia un tanto misteriosa y extraña para un pueblo tan diminuto y poco agraciado. Decido avanzar varios capítulos hasta las fechas más cercanas.
ARCHIVOS DE 1988.
Un joven de 16 años desaparece misteriosamente.
Oh, en serio, ¿otra vez desapariciones? ¿Es que en este pueblo no sucede otra cosa más que desapariciones de personas jóvenes?
Es un informe policial del ochenta y ocho, impreso directamente en libro con la letra del oficial que lo escribió.
A las seis menos veinte de la tarde del 8 de abril, una mujer de cuarenta y seis años denuncia la desaparición de su único hijo de dieciséis años. Se organiza una búsqueda policial que nos lleva al centro del pueblo. Esa noche, a las nueve en punto, el laboratorio de Furt explotó, dejando como único fallecido al doctor Steve Sirkot y un agente de la.policía, pero este había fallecido por causas ajenas a la explosión. Las investigaciones previas al suceso confirmaron que Sirkot había secuestrado al joven y había experimentado con él, matándolo y provocando la explosión que acabó con él. No obstante, no se encontró ningún otro cadáver en el edificio. El inspector de la policía decidió suspender la búsqueda y abandonar el caso.
Dejo de leer y me dejo caer sobre el respaldo de la silla con los latidos del corazón acelerados y la respiración irregular. Siento un malestar en el estómago, un dolor extraño que me paraliza como si fuese veneno. Solo de leer esto ya estoy aterrada. A pesar de que esté escrito en un informe, una parte de mí se niega a creer lo que estoy leyendo.
Miro la hora en la pantalla de mi móvil y ahogo un grito al ver que son las ocho de la tarde. Sin que el bibliotecario se de cuenta, meto el libro en la mochila que he traído conmigo y recojo los otros libros y los apilo, abandono la mesa y se los dejo al bibliotecario en el mostrador para que los coloque, recorro el pasillo del edificio corriendo y salgo de esta, salto las escaleras de la entrada y corro por la calle para volver lo más pronto a casa, rezando por que mis padres no se hayan dado cuenta de que he salido de casa sin su permiso. Doblo una esquina y entro en la calle en la que nos hemos instalado. Entonces, un viento helado choca contra mi nuca y me hace detenerme en seco. Me doy la vuelta rápidamente y me aseguro de que no hay nadie detrás de mí. En ese momento, mis ojos se encuentran con la entrada del bosque.
Ha sido como si un aliento gélido me susurrara algo.
No quiero seguir quedándome más tiempo sola en la calle. Paso al lado de unas cuantas casas hasta llegar a la mía y retiro la puertecita de metal del porche, subo las escaleras con cuidado de no hacer ruido y saco las llaves para abrir la puerta de la entrada. En cuanto esta cede, entro dentro y cierro detrás de mí sosteniendo el picaporte de color oro para que no suene al cerrarse.
Ya está, lo he conseguido. Nadie se ha dado cuenta.
No obstante, en cuanto me doy la vuelta, la figura de mis padres frente a mí me hacen soltar un chillido del susto y pegar mi espalda a la madera oscura de la puerta de la calle. Los dos están furiosos.
—¿¡Dónde coño has estado!?
—Yo... estaba...— intento susurrar, balbuceante. No me salen las palabras.
—¡¡Te hemos dicho que no salgas de esta maldita casa, Bibian!!— salta mi padre, con los puños cerrados con tanta fuerza que sus nudillos se han vuelto blancos. Trago duro.
—Solo quería...
—¿¡Qué querías!?— quiere saber mi madre, con la cara roja por la ira —¿¡Que te secuestraran!? ¿¡Quieres unirte a esos niños que no se han vuelto a ver!?
—¡N-no!— respondo, negando frenéticamente con la cabeza.
—¡¡No vuelvas a salir!!— me grita papá —¡¡Si vuelvo a ver que no estás en tu habitación, dormirás en la calle!!
Las lágrimas se me acumulan en los párpados y comienzan a resbalar por mis mejillas. Las palabras de papá se me clavan muy profundo en el pecho como cuchillos afilados. No quiero seguir escuchándolos más, así que salgo corriendo y subo las escaleras hasta mi habitación. Cierro la puerta con fuerza detrás de mí, le doy una patada y rompo a llorar. Pero un fuerte dolor de cabeza me hace gritar de dolor y caer al suelo.
Estoy mareada y siento náuseas. No puede ser que me sienta así de mal de repente.
Me incorporo lentamente y voy hacia la cama para tumbarme, pero me detengo en seco al ver una figura masculina en el armario, extremadamente alta y delgada que llega hasta el techo. Súbitamente, un montón de ramas oscuras crecen por el suelo y el techo, todas van a por mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top