Capítulo 55

En el camino al aeropuerto noto a Marco muy callado. Dijo que Armando lo visitó, pero no entra en detalles sobre qué platicaron.

—¿Cómo lo viste por lo de su abuela? —pregunto.

—Tranquilo. Siempre ha sido fuerte.

—O eso aparenta —digo.

Pero Marco no me está poniendo atención. Está golpeando la bocina de su coche porque otro se le atravesó.

—¡Idiota! —le grita al otro conductor.

Lo miro molesta:

—Estoy bastante segura de que tú te adelantaste —lo regaño—. ¿Qué te pasa?

—Nada —responde, serio.

¿Nada? ¡Nada será mis nalgas creciendo a causa de un embarazo no planificado!

—Eres un tonto, Marco Maldonado —lo regaño una vez más.

No me contradice y seguimos en silencio el resto del camino al aeropuerto.

Al llegar bajo a toda prisa del coche y me apresuro a entrar. Tengo que buscar el área de Check-in, porque una vez Armando pasé ese control e ingrese a la Terminal, no podré hablar con él.
Llegó sin problema...
No es cierto. Soy Vanesa Salcedo. En el camino tropecé con un grupo de aeromozas, un señor en silla de ruedas y por último resbalo sobre piso recién encerado pese a que sobre este hay una señal que indica no pasar.

Mierda.

—¿Señorita está bien? —me pregunta un anciano que me ayuda a incorporarme.

—¡Sí, sí!

Le doy las gracias y sigo corriendo.
Armando.
Armando.
¿Dónde estás Armando?
Grito cuando lo veo. Él es el cuarto en la fila para checar boleto y equipaje.

—¡ARMANDOOO! —lo llamo.

Él se vuelve par ver si es al Armando a quien están llamando y me alegra que sonría al ver quien llama.
De inmediato corre hacia donde estoy al ver que dos policías me detienen porque no puedo avanzar hacia esa área si tener un boleto.

—¡VANESA!

Llega a mi y nos abrazamos. Esto parece final de película romántica.

—Pensé que mi iría sin hablar contigo —dice. Su tono de voz se escucha triste.

Y no me suelta. Está emocionado.

—También yo. Tú también eres un tonto.

—Marco no quiso que...

—Eso ya no importa -lo corto.

—Tiene miedo.

Me alejo un poco de Armando y lo miro a los ojos:

—¿A él también lo llamaste tonto? —ríe—. Porque realmente lo es si dudó que lo amas.

Asiento. —Pero sabe que tú también eres importante.

—Aunque no de la manera que quisiera.

Miró hacia abajo. —Armando, yo...

—Pero ya no importa —dice—. Me siento feliz por ti.

—¿En serio?

No quiero que me odie.

—Y se lo dije a Marco. Todavía quiero quererte. Todavía te quiero conmigo... Pero sé perder.

—Gracias.

—Eso es lo que te quería decir ayer... Vanesa, yo... lo pensé y no debí presionarte. Es sólo que... me dolía que amaras a alguien que, en ese momento, no merecía que lo amaras. Sé cuánto vales y, créeme cuando te digo, que para mi hubiera sido un honor ganarme tu corazón. Pero lo dijiste en tu correo... Ese ya tiene dueño.

—Lamento haberte terminado por correo.

—No. Estuvo bien. Lo enmarcaré, lo pondré sobre mi pared y con orgullo les hablaré a mis nietos de Vanesa Salcedo. La mujer que me rompió el corazón, pero que merecía la pena luchar por ella.

Abrazo otra vez a Armando.

—¿Ves? Por eso quise venir. Tú te mereces que te explique. Mereces que...

—Que me recuerdes con cariño y aceptes que sigamos siendo amigos -termina por mi y corta nuestro abrazo para tenderme su mano—. ¿Amigos?

Lo acepto.

—¿Por que estás tomando todo tan bien? —le pregunto, extrañada—. No lo merezco.

Estoy acostumbrada a los tipos que arman drama.

—Quiero que me recuerdes bien -dice él-. Y tú no te mereces menos. Te repito que eres una gran mujer. El tiempo que estuvimos lejos me di cuenta que no es que no hayas intentado quererme. Yo te conocí tarde, Vanesa. Tal vez en otra vida llegue a tiempo.

Asiento y aprieto con más fuerza su mano.

—Y no olvides que —Armando se acerca a mi lentamente—: no debes tener miedo de mostrar tus sentimientos. Lo hablamos, ¿recuerdas? —Asiento otra vez. Estoy llorando. Últimamente mis emociones están a flor de piel—. Eres dulce, encantadora, hermosa... Muy hermosa. Mereces que te amen con la misma intensidad que escribes tus novelas románticas ¿Y sabes por qué lo mereces? —Niego con la cabeza y él agrega—: Porque es así como tú amas. Todo debe ser recíproco, Vanesa. Ven.. dame otro abrazo —Lo hago—. Y sé que Marco lo hará bien. Él te ama bien.

—Tú también te mereces todo eso —digo.

—Estaré bien. Te lo prometo. Estoy a punto de tomar un avión. Estaré dos meses fuera —Rompemos el abrazo y nos miramos otra vez—. Me siento como si me estuviera dando la oportunidad de atender a una persona que tengo olvidada desde hace mucho y que también merece tiempo.

—¿Quién? —pregunto, curiosa.

—Yo.

Limpio mis lágrimas y veo a Armando mirar de mi al lugar donde tiene que hacer Check-in.

—Me toca a mi —dice—. Me tengo que ir.

—Cuídate —le pido.

—Tú también.

Camina de espaldas para no dejar de mirarme:

—¡Y ya no te metas en muchos líos! —me aconseja.

Me río y le mandó mil besos al aire.

...

Marco estacionó su coche y tiene su cabeza apoyada sobre la bocina. Luce devastado. Abro la puerta del copiloto y me subo con él al coche.

—Eres un tonto —le repito—. Estoy contigo. Soy la madre de tus hijos.

—Es que sé que Armando te merece —dice él—. Y a ti te importa.

—Por supuesto. Es mi primer ex novio que no es idiota. Pero yo te amo a ti, Marco.

Finalmente levanta su rostro y me mira:

—Repítelo —pide.

—Te amo. Te amo a pesar de lo tonto que eres por creer que no te amo lo suficiente.

—Y vas a tener a mis hijos —dice, convencido y se vuelve para mirar la puerta del aeropuerto—. ¿Oiste eso? ¡Va a tener a mis hijos!

—Tonto, tonto, tonto —repito.

Al terminar de decir eso él me besa como si reclamara ser el dueño de mis labios.

Un momento, esa última frase es perfecta para el final de mi novela.

—Tienes que ir a tu reunión con la Editorial —dice cuando nos separamos.

—No sé si llegaré a tiempo -Miro la calle que rodea al estacionamiento. Hay una larga fila de vehículos—. Hay mucho tráfico.

—Llegaremos —dice Marco y se apresura a echar a andar su coche.

...

Astrid de Bitación y su asistente me están esperando en una mesa cerca de la entrada de Starbucks. Pero está mirando su reloj. Mierda. Estoy llegando media hora tarde pero para mi era importante hablar con Armando.

Nerviosa, me acerco a la mesa y saludo a Astrid y a su asistente.

—Buenas tardes.

Marco intenta alejarse pero ellas le piden que también nos acompañe.
Nos sentamos y busco su mano bajo la mesa. La aprieto con fuerza. Esta es quizá la reunión más importante de mi vida.

—Vanesa Salcedo, ¿cierto?

Asiento y miro de Astrid su asistente.

—Yo... soy la escritora.

—Estupendo —dice Astrid—. Wow, Vanesa. La historia realmente nos ha conmovido.

—¿En serio? —pregunto, sorprendida. No muchos creen en la literatura erótica—. Sé que puede llegar a ser un poco pesada pero al final del día es otra historia de amor —digo, confiando en la calidad de lo que escribí. Marco me secunda—. Todavía tengo que publicar el epílogo pero me da gusto de que ya tengan una idea general de cómo es la novela.

—¿Hay un epílogo? —pregunta la asistente de Astrid. Se ve confusa.

—Sí. Lo mencioné ahí mismo —Astrid se apresura a leer unas hojas que trae. También luce confusa—. Pero la novela está casi lista —digo—. Y una amiga me dijo que sigue en el primer lugar de Wattpad.

—¿Wattpad?

Esta vez soy yo la que se muestra confundida.

—Sí. Wattpad. ¿No estamos hablando de "Me voy a follar a mi jefe"?

A Astrid se le suben los colores al rostro y mira hacia todos lados temiendo que alguien me haya escuchado.

—¿Me voy a qué...? —pregunta.

—Follar a mi jefe -repito, mirando de ella a Marco—. Bueno, ya me lo follé pero así se llama la novela.

—¿Novela? —pregunta la asistente de Astrid.

¿Qué rayos?

—Pero Vanesa le puede cambiar el nombre si lo sienten demasido... altisonante —dice Marco, negociando, pues la esencia de la historia no está en el nombre—. Ya lo habíamos hablado.

—Así es-digo, para convencerlas. No quiero perder esta oportunidad—. Pensamos llamarla Vanesa entre líos. Bueno... Valentina entre líos.

Tanto Astrid como su asistente tienen la boca abierta y sus ojos están arrugados. Su expresion es de inquietante confusión.

—Creo que no nos estamos entendiendo —dice—. El osito y la hormiguita en ningún momento follan.

Ella dice "follan" como si se tratara de un canto satánico.

—¿El osito y la hormiguita? —pregunto.

—Sí. Esa fue la historia que nos enviaron.

A continuación, Astrid me muestra el correo electrónico que recibió. Ahí están mis datos. El remitente tiene el nombre de papá.

Cielo santo...

Ahora somos Marco y yo los que estamos boquiabiertos.

—La historia que queremos publicar es El osito que saltó sobre un arcoiris —dice Astrid con orgullo y evidente emoción.

Marco y yo no podemos evitar reír. Reír CON GANAS.

Y es que así es esto. No todo sale como esperas, pero al final, si tienes paciencia, para bien o para mal, cada cosa se acomoda en su lugar.

Fin

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Siguen noticias y los epílogos :') ♥

Instagram: TatianaMAlonzo

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