Capítulo 5
Marco: veces siento qu en la oficina nadie repuesta... Aún nnev a mi padre
Vanesa: No, señor. No es así. Le respetamos tanto como a su padre.
Marco: escucho al de cómputo hablar mal.fe mi
Vanesa: ¿Charlie? No. No. Él habla mal de todo mundo. No sólo de usted.
Marco: como?
Vanesa: Pero es porque es chismoso y cabeza dura.
Marco: kk voy a despedida
Vanesa: No. No. No. Es un buen trabajador.
Marco: noblo defiendas
Vanesa: Es la verdad. Incluso cuenta buenos chistes.
Marco: a ver
Vanesa: ¿A ver qué?
Marco: chiste
Vanesa: Bueno. Está ese de los pollitos Jajajajaja Dos pollitos van a McDonalds, y entonces un pollito le dice al otro: -Pio. Y el otro le contesta:
-No, tranquilo, pio yo. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Marco: terrivo terrible VANESA
Vanesa: No. Es bueno :c Es que usted está de mal humor.
Marco: bjrbjimor
Vanesa: ¿Ya ve?
Sé que Marco estaría mejor si estuviese acompañado de alguien que se preocupe por él. Y por eso, aunque me duele en el fondo del corazón...
Vanesa: ¿Nunca ha pensado en buscar alguna compañía nocturna? c: Porque estoy segura de que a Stephanie o a Nicole no les molestaría acompañarle.
Marco: no nknko no es Histérica Y los loca necesito una mujer que ni mr moleste.
Vanesa: Entonces podría llamar a su mamá.
Marco: llamare luego
Eso no me dejó más tranquila.
Vanesa: Señor, siento que ya estuvo bien por hoy. Llamaré a Gabo.
Marco: ya no quires hablar clnmkgo?
Vanesa: Bien c: Pero me sentiré más tranquila cuando esté seguro en su apartamento.
Marco: solo a ti te importo
Vanesa: No, jefe. Su familia también lo quiere mucho.
Marco: no mientas
Vanesa: Su mamá me ha escrito preocupada.
Marco: has dicho akvo??
Vanesa: Nada que usted no me haya autorizado.
Rápido le marco a Gabo.
—Gabo...
—¿Quiubule, güera, cómo la beisbol?
Rasco mi cabeza. —Gabo, necesito que vayas por Marco a Casbah.
—Pero fuí ayer.
—Hoy también está allí.
A Gabo lo conozco porque mi madre es cliente frecuente de él. Ella me dio su número la primera vez que necesité que alguien fuera a recoger a un bar a Marco, pues el jefe se niega a depender de un chofer.
—Ps, ¿qué pasó?
—Tu pago no incluye derecho a preguntas —le recuerdo.
—Ora. Qué delicada.
—La situación anímica del señor Maldonado es privada. Pensé que eso ya había quedado claro.
—Quiubo hay. Yo no soy chismoso, reina.
Chasqueo mi lengua: —¿Entonces por qué preguntas?
—Me preocupa el güero —dice él—. A veces lo veo tan mal que me quedo con él, ya sabes, pa chelear un rato más. Es bien filosófico.
—¿Chelear? El jefe sólo bebe whisky.
—Pero al Gabo le dispara cervezas.
—Oye, déjale de sacar dinero a Marco.
—Pssss Si somos cuates. Le puedo hablar bien de ti, si quieres.
—Bueno, ya. Ve a Casbah y me llamas cuando Marco esté en su apartamento.
—Tampoco soy su niñera.
—¡Acabas de decir que eres su cuate!
—Su mero cuaderno.
—Pues ya está. Ayúdalo por el aprecio que dices tenerle.
—Pero mi jefecito siempre me aconsejó no mezclar los negocios con la amistad. You know.
Pongo los ojos en blanco. —Ya está, te voy a pagar... Siempre te pago.
—Simon. En unos diez minutos estoy con el jefe. Pero que quede claro que lo haría aunque no hubiera plata de por medio. Haiga a saber qué sería del güero si yo no lo llevo.
—Sigue así y a la próxima busco otro taxista —lo amenazo.
—Psss. Hoy estás de mal humor, güera.
—Sí. Lo que sea.
Lo tolero sólo porque mamá lo conoce de años atrás y no le confiaría a un extraño a Marco. Me repito eso cada que siento ganas de patear a Gabo.
Vanesa: Señor, Gabo ya va para allá.
Marco: ok
Me dejo caer sobre mi cama pensando en si Gloria tendrá razón en que a Marco ya se le esté pasando la mano con la bebida, o últimamente se sentirá más tenso.
...
—¿Señor? —lo saludo aún manteniendo la puerta entreabierta, y él con un gesto de aprobación me permite entrar a su oficina—. Le traje pastillas —digo. Marco tiene ambas manos sobre su cabeza y sostiene esta como si temiera que se le rompiera. Me preocupa eso y que desde que llegó me rehúye la mirada—. ¿Necesita otro café?
No me agrada ser ignorada por él. Al menos no más de lo acostumbrado.
—Vanesa, lo lamento —dice, aún sin verme.
¿Por qué si no es la primera vez que lidio con él estando ebrio? Aunque puede que su incomodidad se deba a que ya van dos veces seguidas.
—Está bien, jefe —digo, sirviéndole más café.
—No, no está bien. Por Dios, el último mensaje que te envié fue a las 2:12 a.m.
Tres horas después de que Gabo lo dejó en su apartamento.
—No estaba dormida... y me pareció divertido comentar Rápido y furioso con usted.
—Ya no me contestes —dice, esta vez viéndome—. Te hago esto porque eres la única que me pone atención cuando bebo.... Sólo... no lo hagas. No me contestes.
No. No podría hacer eso.
Marco se ve cansado, más cansado de lo habitual. Pero aún guapo. Muy guapo. Pero no lo amo sólo por físico. Es todo él. Marco es el jefe. Es un ganador. Tiene presencia. En una manada él sería el alfa... Lo sé pese a que a mí me ha tocado auxiliarlo cuando se siente débil.
—Me sentí culpable —digo, a manera de que él ya no sienta remordimientos—. Asumí que fue a beber porque le aburrió demasiado ir al concierto que le recomendé. El de los hippies.
—No —niega él, sonriendo. La primera sonrisa del día—. Fue entretenido ver a Stephanie aburrida. Cuando se quejaba el tipo del asiento de a la par la callaba.
Rayos. También me hubiera gusta ver eso.
Marco se mete a la boca las pastillas y bebe un poco de agua. Ya no bebas tanto licor, Marco... Alguien toca la puerta, pero entra antes de ser autorizado. Cualquiera de nosotros, los empleados normales y terrenales, recibiría una llamada de atención por hacer eso, pero esta vez es...
—Marco, hoy vine temprano —entra coqueta Nicole.
—Como debes hacer siempre —refunfuña Marco.
—Por su puesto —Ella lame sus labios. ¿Cómo puede andar de zorra tan temprano?—. Te quería platicar sobre DCB.
—¿Ya los contactaste?
Nicole, a diferencia de mi y la mayoría aquí, si viste a la moda. Es una socialité. Por eso destaca y eclipsa a cualquiera aunque no se lo merezca. Y claro, me mira sobre el hombro en cada oportunidad que tiene.
—Ya puedes retirarte —rumia, mirándome con mala cara. Después se vuelve a Marco—. Estoy en eso.
—Bien. Comentémoslo entonces.
—Yo me retiro, señor —digo, pidiendo permiso a mi verdadero y único jefe. Ojalá pudiera golpear a Nicolasa.
—Sí. Sí. Gracias, Vanesa —dice Marco—. Y toma de la tarjeta el pago por lo del concierto y lo del taxi de anoche.
—Sí, señor.
—¿Tarjeta? —pregunta curiosa Nicole.
¡No es asunto tuyo!
—Le di una tarjeta de crédito a Vanesa para que costee algunos de mis gastos personales —dice Marco sin dar mucha importancia—. Gastos personales míos que atiende ella.
—¿Le entregaste una tarjeta? —Nicole hace una mueca ridícula—. ¿Y ya revisaste tus estados de cuenta?
¡¿Qué?!
—Nicole... —Marco la mira molesto.
—Tú no la conoces.
—Es mi asistente.
—Y tiene una tarjeta de crédito tuya.
Esto es demasiado incómodo y molesto para mí. Por lo que me apresuro a dejarlos solos. ¡Púdrete Nicole!
Mis ojos pican. No sé qué más le dirá esa tipa a Marco, pero no quiero oír. No si él muestra dudas sobre si yo le robaría.
—¿Estás bien? —me pregunta Gloria al verme salir de la oficina del jefe. Se ve preocupada. Rayos, ¿cómo me veré?—. ¿Vanesa?
No digo nada y me apresuro a caminar hacia el cuarto de baño. Quiero estar sola.
¿Pensará que soy una ladrona?
Me encierro en un cubículo y lloro. No sólo por lo de la tarjeta. Lloro por todo. ¿Por qué tenía que enamorarme de un hombre como él?
Resistiendo las ganas de seguir llorando, miro mi rostro en el tocador y me sincero conmigo misma. No soy poco agraciada, al contrario, he tenido suerte con mi físico. Entonces ¿cuál es mi problema con Marco? ¿Que él conoce a muchas mucho más atractivas que yo? Porque yo puedo ser atractiva para el hombre común, pero para él, asumo, soy una cara bonita del montón. No soy nadie comparada a Nicole. O ese considero yo que es el problema cuando me he esmerado, y mucho, en agradarle y, aún así, no consigo más que seguir siendo su asistente. Me limpio otra lágrima. ¡Faltaba más! ¡Qué estoy haciendo! Nunca antes dude mis atributos hasta que conocí a Marco Maldonado. Antes de él me sentía segura. Nunca había caminado sobre arenas movedizas. Nunca había lidiado con un amor que doliera tanto.
El resto del día me encargo de mis tareas y evito a Gloria. Ahora que leyó mi novela y tiene más claro que tan intenso es lo que siento por Marco temo que me juzgue severamente, o peor, le dé pena ajena.
En Grupo M el ambiente es el de siempre: trabajo acumulado, debates técnicos, chismes de pasillo, hablar mal de Nicole y echar a perder algo en el ordenador. Pero tarde o temprano Charlie viene a auxiliarnos. Al menos con lo del ordenador
—Tienes que dejar de hablar mal del jefe —le digo, en lo que él termina de revisar el ordenador averiado—. Ya sabe que hablas mal de él. Pero alguien también podría decirle que distribuyes memes sobre él.
—¿Cómo?
—Lo que oíste.
—Malditos chismosos —gruñe Charlie.
Tanto el físico como la actitud de Charlie es similar al de un crío de quince años, con acné y todo. Pero es simpático. Es de los pocos en Grupo M con los que me llevo del todo bien. Por eso me cuenta chistes.
—Tal vez a alguien se le salió sin querer —me justifico. Será mejor que no sepa que la chismosa fui yo.
—No he dicho nada que nadie no diga: Maldonado hijo no da la talla. La empresa iba mejor cuando su padre estaba cargo...
—Charlie...
—Le quedaron grandes los zapatos...
Al mismo tiempo que Charlie dice esto, Marco sale de su oficina haciendo su camino hacia el elevador. Pero para llegar a este tiene que pasar a un costado de donde estamos nosotros dos. Pero Charlie está demasiado entretenido revisando el ordenador como para poder notarlo.
Intento callarlo, pero Marco ya me está mirando y temo que lea mis labios.
—Un día meterá la pata en serio... —continúa Charlie. Yo intento halar de su camisa.
Pero es tarde. Marco está a menos de un metro de distancia de nosotros y Charlie sigue descociéndose:
—No lo defiendas, Vanesa. Marco Maldonado es un playboy no un empresario —resuelve, captando finalmente la atención de Marco.
Mierda. Mierda. Mierda.
Más empleados que vieron a Marco escuchar a Charlie huyen por sus vidas. Yo también debería huir, pero sé que en parte soy responsable.
—Carlos Muñoz, ¿no? —dice Marco, acercándose peligrosamente a mi compañero.
Charlie, que aún está con la nariz metida en su trabajo y absorto a lo que está pasando, da un respingo cuando escucha la voz del jefe. Prácticamente se hace pis cuando lo ve.
—Señor... si... yo —balbucea.
—¿Usted qué? —pregunta Marco.
—Señor... yo...
Busco la mirada de Marco y niego con la cabeza. En silencio le vuelvo a suplicar que no eche a Charlie. Eso no le haría ganar el respeto de los demás. Al contrario.
Marco frunce un poco sus labios, pero cede. Afortunadamente cede. A Dios gracias me hizo caso.
—Sigue con tu trabajo —se limita a decirle a Charlie y continúa su camino. Puede que hoy almuerce fuera—. Igual yo cuento mejores chistes —le escucho murmurar. Sonrío.
Vemos a Marco entrar al elevador e irse.
—¡Eso estuvo cerca! —chilla Charlie cuando se siente a salvo.
—Ya no hables mal del jefe —insisto.
—¡Bah!
—¡Charlie!
Este mira sus píes.
—Vanesa tiene razón —escucho que dice alguien a lo lejos. Uno de tantos asomando la cabeza para escuchar mejor.
Así es Grupo M. Nada que pase aquí es un secreto.
—Ahora que salve tu culo me debes un favor —le digo a Charlie.
Este rueda un poco los ojos. —¿Qué quieres?
—Creo que mi tablet tiene virus —hago un mohín.
—¿Otra vez?
—¡Charlie!
—Está bien. Vamos.
Llegamos hacia dónde está mi bolso y saco de este mi tablet. —Revísala, por favor.
—Te aprovechas tanto de mí.
—Acabo de salvar tu feo culo.
Todo marcha bien hasta que Gloria, que estaba cuchicheando con el conserje, corre emocionada hacia donde estamos nosotros.
—¿También le dijiste de tu novela? —chilla feliz mirando de Charlie a mí y de mí a la tablet. Oh, Dios, ella asumió que...
—¿Qué novela? —pregunta Charlie.
¡Oh, mierda!
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Las "faltas ortográficas" en los diálogos de Gabo son a propósito. Actualizo esta información porque muchos no lo comprendieron :) Saludos y gracias por su voto.
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