Capítulo 44


Cuando abro los ojos me percato de que Marco todavía está a mi lado... despierto.

—¿No has dormido nada? —pregunto, cubriendo mi boca al bostezar. Seguro tengo mal aliento. Me pregunto qué hora será y qué hace Marco aún despierto.

—Cinco de la mañana —avisa él al verme buscar mi teléfono móvil entre las sábanas. 

—¿Dormimos juntos? —pregunto cuando caigo en la cuenta de dónde y con quién estoy. Mi cara es de alarma.

Anoche no estaba borracha y recuerdo bien haber enviado a Marco al sofá. 

—No soporté la incomodidad del sofá —dice él, estirando un poco sus brazos. No tiene camisa ni pantalones. Cielo santo—. No pongas esa cara. No pasó nada.

—Por supuesto que no pasó nada —repito. Si Armando se entera... 

Me siento en la cama, me cruzo de brazos y miro hacía cualquier lado, menos hacía donde está Marco. Estoy molesta. 

—No te enojes —dice él.

—Le dije a Armando que estaríamos separados.

—No estamos exactamente juntos —dice él, señalando el pequeño espacio entre nosotros.

Ah, qué consuelo.

Esto va de mal en peor. Me cuesta ser indiferente a lo que hace Marco. Armando no me habla. Y también está lo de Wattpad... ¡WATTPAD!

Observo a Marco. Él está mirando la mitad de mi teta que se escapó de mi vestido de noche. La devuelvo de inmediato a mi sujetador.

—Actualizaste mi novela —le recuerdo—. ¿Qué tal te fue?

Temo esa respuesta.

—Bien —ríe él—. Me desvelé leyendo comentarios.

—¿Te desvelaste?

—Sí —bosteza—. No he dormido nada.

Cuando bosteza levanta un poco sus brazos y... Ah, qué músculos tan bien torneados. Podría morderlos y babear sobre ellos.  ¡AH, enfocate, Vanesa!, me regaño. 

—¡Marco! —lo regaño a él también. 

—A tus lectores les gustó mi capítulo —dice—. Dijeron que ha sido el mejor de todos. 

—Oye, tampoco —me defiendo. El capítulo catorce también recibió muchos halagos.

Marco sonríe y coge la laptop de la mesa de noche a su lado: —¿Quieres leerlo? —pregunta.

Asiento con la cabeza y cojo la laptop de sus manos. Quiero leer qué tan buenos son esos comentarios. 

—No mataste al doctor, ¿cierto? —pregunto con un poco de miedo y enciendo el aparato.

—No, pero si se fue del país.

—¡Marco! 

—Lee, Vanesa —me ánima, señalando la laptop.

Una vez enciendo el aparato y lo acomodo sobre mi regazo, ingreso a Wattpad. 

Vaya, el capítulo si está siendo muy comentado. 

Capítulo 21

Carlo está de pie frente al mar, recordando con nostalgia la última vez que vio a Valentina. Han pasado cinco años... 

—¿Cinco años? —le pregunto a Marco, interrumpiendo mi lectura.

—Buen giro, ¿no? —dice, orgulloso de si mismo—. Anda, sigue leyendo.

Vuelvo mi atención otra vez a la pantalla de la laptop.

La extraña tanto que envió a un investigador privado a espiarla, y con asombro vio las fotografías que le mostró este, donde se aprecia lo grande que está su hijo, a quien Valentina llamó Marquito.  

—¿Investigador privado? —pregunto a Marco.

—Me gustan las novelas policíacas —dice él. 

Niego con la cabeza y sigo leyendo:

No ha vuelto a ver a la insulsa modelo que le sirvió de pantalla para alejar a Valentina, la mujer que aún ama... 

—¿Qué es esto? —pregunto a Marco, releyendo.

"la insulsa modelo que le sirvió de pantalla para alejar a Valentina"

—La versión de Carlo —dice Marco, serio. 

—Mis lectores lo tienen que odiar, Marco —le recuerdo—. Escribiendo "la mujer que aún ama", no lo voy a lograr.

—¿Por qué lo tienen que odiar? —pregunta él, cruzado de brazos. 

Está enojado. 

—Para que acepten que Valentina no se quedará con él —digo, tímidamente. Puede ser mi novela pero este hombre sigue siendo mi jefe.

—Pésima excusa. 

—¡Marco!

—Carlo tiene su versión —se defiende—. Él no es un idiota insensible. Si vas a dejarlos separados, bien... Pero es justo que todos, en especial tú, sepan lo que opina Carlo.

Después de decir eso, Marco sale de la cama y camina molesto hacía el baño. No sigo leyendo. No estoy de humor para lidiar con esto. Se supone que Valentina aceptó que no puede estar con Carlo y encontró el amor verdadero con el Doctor Román. Carlo fue una aventura no algo serio. 

"Si vas a dejarlos separados, bien... Pero es justo que todos, en especial tú, sepan lo que opina Carlo."

¡Y no quiero saber lo que opina Carlo! Carlo es un hombre inmaduro e inestable, que además está demasiado ocupado tratando de quedar bien con su padre. Valentina le teme a eso. Ella necesita la estabilidad que le brindará el Doctor Román. 

Pero Marco demostró que cambió... 

Dice que me quiere...

Me da miedo pensar en eso.

¿ Y si nada es lo que parece y únicamente está siendo atento conmigo porque lo estoy ayudando a sostener la farsa frente a su familia y Grupo M?

Tengo miedo. No sé si aceptar lo que quiero, lo que siempre he querido, o  luchar por lo que creo que necesito. Armando es bueno. Está a mi alcance. No me ciego cuando estoy con él...

¿Por qué estoy poniendo excusas? No lo amo. Yo no lo amo. Me sentí capaz de llegar a amarlo, pero... Dios, ¿por qué Marco decide ser perfecto justo ahora?

Todo es tan... confuso. 

Cuando Marco sale del baño, hablo antes de que él diga algo.

—Es porque te admiro —digo.

Él me mira sin comprender por qué estoy diciendo eso.

—Querías saber por qué me enamoré de ti —le recuerdo—. Es porque... te admiro.

Marco camina lentamente hacía la cama y se acomoda sobre la sábanas para darme su atención.

—Antes de ti... Bueno... Yo siempre me he enamorado de idiotas —explico.

—Gracias por lo que me toca.

—¡No! Me refiero a que en la Prepa y en la Universidad salí con puro pendejo. Ya sabes, "chicos malos". De esos que no toman nada en serio. Dios, Carolina los odiaba. Decía "Te mereces algo mejor que esto". Yo... me acostaba con ellos, salíamos... No pasaba mucho tiempo cuando... Me partieron mucho el corazón. Todo era tan...

—¿Superficial?

Asiento. —Sí. No recuerdo a ninguno que realmente valiera la pena. Y para ellos yo era...

No puedo terminar. 

—Una noche de sexo —concluye Marco. 

—Sí, una o dos noches de sexo —admito, avergonzada. 

¿Por qué salí con idiotas? ¿Por qué me entregué tan fácil a cualquiera? Lamentablemente, tarde te das cuenta de que en la vida no hay borrón y cuenta nueva.

—Pensé que estaba bien —continuo—. Era joven y tenía que "vivir la vida" —Me río sin ganas de hacerlo—. Carolina, por el contrario, quiso permanecer virgen y esperar a alguien especial. Yo salía con cinco chicos por cada uno que ella enviaba a la Friendzone.

—No te compares con Carolina —me pide Marco—. No te midas con nadie, por favor. 

—Es mejor que yo —digo—. Es más seria, más sensata... En cambio yo...

—Son diferentes, Vanesa. Cada una es especial a su manera. Yo —se señala a si mismo—, te quiero tal como eres: Impredecible, alegre... No te da miedo ser tú misma. 

—¿Así es cómo me ves? —sonrío. 

No siempre es malo escuchar a las personas decir lo que opinan de ti.

—Sí, así —Él asiente—. La mayoría de mujeres que frecuento tratan de poner su mejor cara cuando nos vemos, utilizar lindas palabras... y está bien. Pero tú, Vanesa, por el contrario, metes y metes la pata...

—¡Lo hago sin querer! —me justifico, sintiéndome enrojecer—. No es que vaya por ahí tratando de llamar la atención.

—Te ayuda a mostrarte tal como eres —me interrumpe él—. Y tú eres especial de esa manera. De esa inaudita manera. 

Sonrío y agradezco a Marco su apoyo moral a pesar de mis constantes estragos. 

—Estoy demasiado acostumbrada a leer heroínas que son virginales y tímidas —admito—. Olvido que las locas también tenemos buenas historias. 

—Geniales historias, —me secunda él—. Ahí está "Me voy a follar a mi jefe".

Nos reímos pero no cojo de vuelta la laptop. No quiero leer que más escribió Marco. Siento que va a doler y saberlo no me ayudará con Armando.

—Entonces, ¿me amas porque me admiras? —Él insiste en saber más. 

Hago un gesto afirmativo y continuo explicando:

—Cuando llegaste a Grupo M todos juraron que eres inmaduro, mujeriego y que no estás hecho para ser jefe. Pero yo no estuve de acuerdo. Sí en lo que respecta a ser inmaduro y mujeriego —aclaro—, pero sí eres buen jefe.

—¿Ya ves? A eso me refiero —Marco sonríe y ladea su cabeza hacia un lado—. Me gusta tu sinceridad, Vanesa.

Sin embargo, cuando él trata de tomar mi mano yo la aparto. 

—Te esfuerzas —sigo—. Mucho más de lo que tu padre quiere admitir o merece. Tú te desvelas por esa empresa.

Nadie mejor que yo, como su asistente que soy, lo sabe. Vi de cerca cómo cambió Marco al adquirir la responsabilidad de dirigir Grupo M. Se esfuerza. Por eso me enoja que el señor Maldonado lo haga de menos o, peor aún, a un lado por Salvador o algún otro. 

Marco se muestra conmovido de que al menos yo me de cuenta de que siempre, sin importar cuándo y dónde esté, trate de dar la milla extra. 

—También están tus hábitos raros —continuo. 

Él arruga su frente. —¿Hábitos raros? 

—Los describí en mi novela —Él ríe al recordarlo—. No puedo creer que colecciones tubos de pastas de dientes.

Marco niega: 

—Heredé esa colección de mi abuelo —explica—. Yo únicamente sigo lo que él inició. 

Sigue siendo raro pero me doy cuenta de que sus ojos brillan cuando habla de su abuelo. Eso es nuevo.

—No te gusta la melodía "Para Elisa" —recuerdo. 

—No. Cuando mi abuelo murió mi padre tenía esa melodía como tono de llamada entrante—recuerda, triste. Puedo ver cuan importante era su abuelo para él—. Lo llamaron del hospital para avisarnos. Asocio "Para Elisa" con ese dolor —Él cavila un poco—: ¿Cómo te diste cuenta de eso?

—No fue difícil. Cuando Recursos Humanos trató de mejorar nuestro ambiente de trabajo con música los obligaste a quitar esa melodía.

—Cierto. Y no funcionó eso de la música.

Es divertido recordar. —Gloria se dormía sobre su computadora. 

—Sí...

—Y odias el arroz —sigo. 

—No, no lo odio, lo detesto —bufa él.

—¿Por qué? —Siento la terrible necesidad de saber todo de él. 

—Tuvimos una época mala y mi madre sólo cocinaba eso. Para todo, la guarnición era arroz. 

—¿Época mala?

No puedo imaginar a Marco contando centavos. 

—No siempre lo tuve todo, Vanesa. 

Sonrío. —Te gusta Oasis —sigo—. Cuando tienes música en tu oficina repites dos o tres veces sus canciones. Y también las cantas.

—¡No las canto! —ríe él, un poco sonrojado.

—Te atrapé muchas veces —lo acuso.

Él asiente apreciativamente. —Está bien, si las canto. 

¿Ves que te conozco bien?

—Admito que... descargué su música para escucharla —digo.

—No existe mejor canción que Stop crying your heart out —dice él, convencido, y le muestro que estoy de acuerdo... 

Aunque "Oops!... I did it again" siga siendo mi canción favorita de todos los tiempos. Me gusta la coreografía que hace Britney en el vídeo.

—Por ser tu asistente sé muchas cosas sobre ti: No te gusta ir al dentista, eres silencioso cuando el día es lluvioso, te gusta el pan con mantequilla con una pizca de ajo y le tienes miedo a...

—¿A qué? 

Él duda que sepa a qué le tiene miedo.

—A tu padre. 

Él rostro de Marco se endurece tras la mención del señor Maldonado. Aún así, no niega o afirma que le teme.

—A mi me avergüenza no saber mucho de ti —cambia de tema—. Háblame de algún hábito extraño que tengas. 

Tampoco insisto con el tema del señor Maldonado y pienso detenidamente qué responder:

—Sigo cuentas en Food porn en todas mis rede sociales —admito.

—¿QUÉ?

—Food porn —Rasco mi nariz para ocultar lo avergonzada que me siento—. Ya sabes, "el arte de fotografiar comida irresistible". Babeo sobre mi teléfono mirando todo eso.

Marco ríe. Me gusta ver sus ojos arrugarse cuando ríe. —¿Food porn? —repite, sin poder creer. 

—No soy una persona interesante.

—Créeme, Vanesa, eres interesante. 

—Busca alguna cuenta Food porn—lo ánimo y obligo a ingresar a Twitter. 

Miramos fotografías de hamburguesas, pizzas con doble queso y papas fritas. Ya me dio hambre.

Alguien toca la  puerta cuando Marco y yo todavía estamos viendo comida.

—Adelante.

Él hace pasar de inmediato a quien sea.

Es Glenda y nos mira sonriente:

—Veo que se están entendiendo bien —dice, al vernos juntos. Demasiado juntos tal vez.

Ella quiere que eche fuera a Armando y me quede con Marco. 

Así, mientras Marco se acomoda de nuevo para recuperar el sueño, Glenda me obliga a ponerme de pie, lavarme, vestirme y acompañarla a donde quiera que vaya. Es sábado y quiere "apapachar" a su nuera que será mamá. 

—Ya conociste a mi suegra —dice—. Es una mujer seria. Me prometí que yo sería más accesible que ella.

Sé que eso no es una amenaza, pero... 

Glenda y yo salimos de la habitación y bajamos al primer piso de la casa.

—¿Durmieron bien? —pregunta, una vez Marco no está cerca. ¿Le habrá prohibido insistirme en dejar a Armando? 

Mis palabras no salen fácil. —Lo intentamos.

—Yo sigo esperando que Cupido haga de las suyas. Bueno, ya lo hizo. Pero ahora ustedes dos tienen que recapacitar.

¿Recapacitar?

Glenda llama al chófer y vamos juntas a la ciudad. Ella le llama "Día de chicas". Primero visitamos un spa. Ahí me dan un masaje relajante, también arreglan mis uñas y recortan mi cabello. 

—Eleazar nunca quiere venir —dice—. Ojalá tú si puedas convencer a Marco.

Inevitablemente una sonrisa se dibuja en mi rostro cada que ella hace un comentario en el que da por hecho que Marco y yo estamos juntos. 

Es extraño pensar en eso al recordar que por ese motivo empecé a escribir mi novela. Quería tener una relación con Marco. Pero "querer es fácil". 

Después del spa desayunamos y compramos cosas para el "bebé". 

—Aunque suene irónico y no lo parezca —dice Glenda—, a mi suegra le gusta tejer. Anoche la vi preparar su material de costura para hacerle ropita a Marquito. 

Pese a que ese comentario me da cargo de conciencia, me la paso bien con Glenda. Por lo que trato de olvidar tanto problema y procuro pasarla bien. 

—Lo pensé y podemos decorar una habitación del apartamento de Marco —propone mientras estamos en un almacén que vende artículos para bebés. Yo le sigo el juego. 

Esto es temporal, me digo, es temporal. 

Aún así, espero que el juego no dure más tiempo. Porque sólo de pensar cuánto le partirá el corazón a Glenda saber que no hay bebé, me lo parte a mi también. 

Escogemos celeste para pintar la habitación del pequeño Marquito y después buscamos telas que convienen para mandar a confeccionar una alfombra especial y cortinas. 

En un rato libre que tengo reviso mi teléfono. Armando sigue sin responder mis mensajes o contestar mis llamadas. 

Sigue molesto. 

Vanesa: ¿Cuándo regresas?

Vanesa: Ya no estoy con Marco. Estoy con Glenda :)

Nada.

Carolina tiene razón. La cagué de nuevo. Tendré que aclarar esto con Armando cuando nos veamos otra vez. No recuerdo si me dijo cuándo regresará de Deya. 

Con Glenda subimos de nuevo a la camioneta que nos ha llevado por toda la ciudad.

—Sólo falta un lugar para visitar —dice, animada. 

Qué bien porque tengo que regresar a casa. Y a casa me refiero al apartamento que comparto con mamá. 

No pregunto qué lugar visitaremos ahora. Conociendo a Glenda debe ser otro de esos comercios que sólo visitan las damas de alta sociedad. Y por no preguntar es que me sorprendo cuando me percato de que la camioneta se estaciona frente a una clínica médica.

A continuación, Glenda toma con cuidado  mi mano:

—Tranquila, no tengas miedo —dice, al advertir que lo tengo—. Hice una cita con un obstetra de mi entera confianza —Me pongo pálida—. Odié cuando anoche los atacaron a ti y a Marco por no saber nada del bebé. Aquí te harán un ultrasonido y un chequeo completo. 

¡¿Que QUÉ?!

El chófer nos abre la puerta de la camioneta para que bajemos. Lo hago tambaleando y Glenda me coge del brazo para entrar juntas a la clínica.

¿Un obstetra? ¿ULTRASONIDO?

Mierda.

Mierda.

MIERDA.

¿Ahora cómo salgo de esta? 


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