Capítulo 4
Al día siguiente en la oficina, Marco sale del elevador trayendo sobre sus ojos unos lentes oscuros. Y por cómo intenta masajear su sien con su mano izquierda, advierto que le duele la cabeza.
Me pongo de píe inmediatamente. Acabo de terminar de acomodar su oficina como a él le gusta.
—Buenos días, señor —lo saludo. No me contesta. Actitud perfectamente normal. Me sorprendería si lo hiciera.
—Necesito un café —gruñe. Tiene resaca.
Lo sigo dentro de su oficina.
—Ya está en tu escritorio, señor.
Cuando Marco se sienta le acerco un poco más su café.
El protocolo con él es ambiguo. Al verlo tan joven me resulta difícil tratarlo con demasiada formalidad. Por eso a veces lo tuteo. Lo trate de "usted" sólo cuando recuerdo que tengo que hacerlo.
Marco bebe tranquilamente su café mientras yo espero alguna otra indicación. Cambio el peso de mi cuerpo de un lado al otro. Tal vez debería ir por pastillas para el dolor de cabeza. No me las ha pedido, pero...
—Advil —ordena, como lo había anticipado.
Busco en el pequeño botiquín que Marco tiene en su oficina, pero ya no tiene muchas pastillas. Debo abastecerlo otra vez. Aunque eso me tomará un par de horas... Creo que tengo un par en mi bolso. Cuando salgo por las pastillas noto que Gloria y más compañeros ya llegaron.
—¿Todo salió bien con tu amiga? —me pregunta sonriente Gloria.
—Se quiere escapar con él —me apresuro a responder y busco en mi bolso.
—¿Cómo?
Encuentro las pastillas pronto. —Al rato te cuento a detalle.
Gloria se sorprende cuando ve las Advil. —¿Son para el jefe?
Me encojo de hombros. —Anoche bebió otra vez.
—¡¿Otra vez?!
Miro de un lado al otro para advertir si alguien nos está escuchando. —Baja la voz —le pido a Gloria—. No lo hace seguido.
—Al menos una vez al mes —replica ella—. Empezó haciéndolo cada tres meses, después cada dos. Pronto lo veremos cada semana en ese bar.
—No —me resisto a creer—. Igual es culpa de su papá.
—El jefe ya es responsable de sus propios actos, Vane.
Sin ánimo de querer seguir argumentando con Gloria, regreso a la oficina de Marco. Ya hay un vaso con agua en su escritorio, por lo que sólo coloco las pastillas junto a este.
—Le quería pedir su autorización para dos cosas, señor...
Marco coloca ambas pastillas en su boca al mismo tiempo, y con un gesto me indica que puedo hablar.
—Necesito abastecer de nuevo su botiquín.
Bebe las Advil antes de responder. —De acuerdo. Utiliza la tarjeta para eso y... para pagar las entradas del concierto.
—Sí, señor. También.
—Lamento haberte molestado anoche —dice, serio.
—No se preocupe —digo, intentando restar importancia a lo que pasó—. Es mi trabajo...
Marco frota sus ojos. —Igual no debería... Bueno, ya no importa. ¿Para qué más necesitas autorización?
— Bueno... Le quería pedir permiso para salir temprano hoy.
El rostro de Marco se endurece un poco. —¿Otra vez? ¿No saliste temprano anteayer?
Entonces sí se dio cuenta...
—Pensé que no se había dado cuenta —Me atrevo a decir.
—Al principio no —responde él, tamborileando sus dedos sobre el vaso con agua—, pero caí en la cuenta cuando recordé lo terrible que supo mi café esa tarde.
Sonrío. Al menos me necesita para eso.
Marco se quita los lentes oscuros y pilla su periódico, ya abierto en la sección de finanzas.
—Me ofrecí a hacerle un favor a Daniel Saviñon —insisto, en otro intento de convencerlo. Porque tal vez si menciono a Daniel, que es su amigo...
—Aún no me has dicho de dónde lo conoces —Otra vez tengo un atisbo de la atención de Marco—. Daniel no es muy sociable.
No sé qué tanto puedo decir. Carolina no me ha autorizado a decir algo.
—Es amigo de una amiga.
Pero Marco no se conforma con esa respuesta. —¿Están saliendo?
—¡No! —me apresuro a decir, colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. Nuestros negocios son... otros.
—Porque no voy a permitir que me quite a mi asistente —bromea él.
Entreabro un poco la boca. ¿Marco bromeando conmigo? ¿Y además diciendo que no permitirá que nadie me aleje de él? Siento que me sonrojo. Al instante Marco vuelve su atención al periódico.
Y eso fue todo.
Vamos, Vanesa, tienes que aprender a diferenciar un halago profesional de algo más personal, me regaño en silencio.
—¿Algo más que necesite, señor?
Marco niega con la cabeza y sigue leyendo. No me dijo si sí o no al permiso. Rayos. Le tendré que decir a Carolina que deberá arreglárselas sin mí. La idea me entristece un poco porque sé que ella contaba conmigo.
—Vanesa —me llama Marco cuando estoy por irme de su oficina.
Miro sobre mi hombro. —¿Sí?
—Si puedes salir temprano hoy.
Sonrío. —Gracias, señor.
—Y... —Otra vez tengo un atisbo de su atención—. Hazme un favor. Cuando llegue Nicole dile que venga a mi oficina.
Mi tenue sonrisa se borra inmediatamente. —Sí, señor.
Cuando regreso al escritorio que compartimos Gloria y yo, ella continúa dándome sus razones para sospechar que Marco está a punto de convertirse en un ebrio. Pero yo me niego a creer eso.
—Mira que preferir que estar en un bar que con su familia.
—Sólo se lleva bien con su mamá.
—Peor todavía.
—Gloria... —Me siento en la silla a su lado.
—Y cada vez come menos. Ya van varias veces que te devuelve a medias el almuerzo.
Es cierto.
Miro hacia el escritorio de Nicolasa. Son más de las siete y media y ella aún no llega. Pero seguro a ella no la regaña.
—¿Qué tienes? —me pregunta Gloria, preocupada por la tristeza que reflejo.
Cojo mi bolso para sacar de este mi tablet. —Nada.
—Te veo triste.
Acto seguido, ella coloca una mano sobre mi hombro.
Gloria es una sucursal de mi madre en la oficina, aunque sin las bebidas que eliminan toxinas y las camisetas de Green peace.
En mi tablet abro mi cuenta de Wattpad. —¿Por qué Marco traería a Nicole a Grupo M? Nunca trae a sus conquistas a la oficina.
—Tal vez por eso —objeta ella—. Puede que ella no sea una conquista. Tal vez sí es una inversionista. No la subestimemos. A lo mejor si sabe trabajar —duda.
Las dos miramos de reojo el cubículo vacío de Nicole.
—Aunque la puntualidad no es una de sus virtudes —añado.
Pese a que Gloria intenta consolarme con algo de comida y más palabras de ánimo, siempre me hace sentir mejor fisgonear mi cuenta de Wattpad.
Capítulo 10
Un grito en su corazón le pedía a Valentía confiar en Carlo. Sin embargo, sabiendo ella tanto de su pasado, no podía evitar dudar. ¿Esta vez era sólo ella, o aún quedaban fantasmas de otras que vinieron a él antes que ella?
Niego con la cabeza. —No debería hacer esto en horario de trabajo —me recuerdo en voz alta y guardo en un borrador lo que llevo del capítulo.
No debería correr a actualizar mi novela cada que me siento mal por algo que hace Marco.
—Espera, espera... —me pide Gloria, con su cabeza sobre mi hombro— o aún quedaban fantasmas de otras que vinieron a él antes que ella? —repite, leyendo mi escrito y luciendo inquietantemente curiosa.
Oh, no...
—Gloria, espera... —me apresuro a decir e intento esconder la pantalla de mi tablet de ella.
—Me voy a follar a mi jefe... —lee el título—. ¿Lo escribiste tú?
—No, yo...
Pero ella está sonriendo. Bebé Jesús... Por más que intente apagar la tablet, Gloria ya leyó. Ahora ella también sabe de mi novela.
...
En la pequeña cocina que tenemos en nuestro piso alcanzo un vaso y hago mi camino hacia el dispensador para servirme un poco de agua. ¡Sí seré idiota! Carolina tiene razón, soy demasiado imprudente. A este paso hasta Barack Obama leerá mi novela. Aunque sería genial que él leyera porque... No, no. Aterriza, Vanesa, me regaño. Miro hacia el cubículo de Gloria. Ella tiene mi tablet en sus manos y está leyendo todo boquiabierta. Le abrí el capítulo uno de "Me voy a follar a mi jefe" y desde ahí hay sexo. Santo Niño de Atocha...
Puedes confiar en Gloria, me digo a mis adentros. Ya he hecho tratos con la diseñadora gráfica del piso de abajo y con el conserje de nuestro piso, porque ambos también escriben novelas eróticas en Wattpad, y de momento ninguno ha intentado decirle algo a Marco.
Inhalo. Exhalo. Inhalo. Exhalo...
A continuación, Marco sale con apariencia molesta de su oficina, pero Gloria aún no lo pilla. Mierda. Mierda. Mierda. Ella está demasiado concentrada en mi novela.... y con Marco delante de ella...
Me apresuro a acercarme.
—¿Dónde está? —pregunta Marco mirando malhumorado el lugar de Nicole.
—Aún no llega, señor —respondo yo de inmediato para que él no se percate de lo distraída que está Gloria.
Marco mira su reloj. —Faltan dos minutos para las ocho —se queja.
Porque la entrada es a las siete y media. Me encojo de hombros.
—Gloria, dile a Nicole cuando llegue que entre de inmediato a mi oficina —ordena Marco, pero Gloria continúa abstraída en mi historia—. ¿Gloria? —repite.
Mi Dios misericordioso... En un nanosegundo me coloco junto a Gloria y le doy un pequeño puntapié para que reaccione. Marco no puede creer que esté teniendo que repetirle algo a su secretaría.
Manteniendo aún la boca abierta, Gloria por fin levanta la cabeza para mirar a los ojos a Marco.
—Gloria, ¿qué demonios te...
Pero Gloria no espera a que Marco formule otra pregunta, ahora sus ojos están sobre la entrepierna de este, y, del mismo modo, emite un sonido gutural que deja helado a Marco. Santa virgen de los remedios... Me pregunto qué estará sintiendo Marco al ver que su secretaria, que ya ronda los cuarenta, mira hambrienta su entrepierna.
Intento conservar la calma, pero estoy roja como un tomate. Mierda. Mierda. Mierda. ¡Gloria concéntrate!
Sin hacer más preguntas, Marco se vuelve a mí. Mierda. Mierda. Mierda. En su cuello puedo entrever su inquietud.
—Que Nicole entre a mi oficina en cuenta venga —me indica, aunque con un tono de voz más pausado que el de costumbre.
Asiento, y cuando él regresa a su oficina me dejo caer en el asiento junto a Gloria, que otra vez está absorta en mi novela. Le tendré que quitar a la fuerza la tablet y obligarla a que lea el resto de "Me voy a follar a mi jefe" en algún sótano.
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En semejante lío se está metiendo Vanesa...
Gracias por sus votos y sus comentarios xP
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