Capítulo 39
Vanesa: ¿Llegaste bien a Deya?:)
Armando: Sí. Todo bien :)
Puse un recordatorio en mi teléfono para no olvidar desear feliz viaje a Armando y después preguntarle qué tal llegó. Es lo menos que puedo hacer además de no volver a meter la pata.
Es viernes y Marco me dio permiso para salir temprano del trabajo. Debo prepararme para ir a casa de sus papás. No quería ir, pero Glenda insistió tanto que me apenó decir que no... Pero le diré a Armando. Me prometí que lo pondré al tanto cuando nos veamos.
Busco en mi armario qué ponerme y elijo un vestido blanco plisado. Pero cambio de opinión rápido porque, conociéndome, lo más seguro es que me eche encima un poco de comida y haga el ridículo de mi vida. Y no, en casa de Marco no. Sigo buscando y cambio el vestido blanco por uno verde musgo y más entubado. Me baño, me visto y me peino rápido. Quiero estar lista para cuando Carolina y Daniel vengan. Le tengo que agradecer a Marco que los haya invitado. En la cena estarán diez personas además de nosotros dos, pero contaré con Carolina.
Mi teléfono móvil vibra. Reviso mis mensajes.
Marco: Preguntarán sobre nuestra relación. Yo responderé, ¿de acuerdo?
Vanesa: Ok.
No sé qué estarán pensando estas personas sobre el tipo de relación que Marco y yo tenemos. Prefiero no pensar en eso.
También tengo un mensaje de Carolina.
Carolina: Estamos llegando.
Vanesa: Ya bajo.
Meto mi teléfono en mi bolso y salgo del apartamento. No puedo con mis nervios. Marco y yo nunca fuimos pareja y es incómodo aparentar que sí. Odio aparentar.
Y por si no me sintiera lo suficiente intranquila, cuando subo a la camioneta de Daniel, Carolina me recibe diciendo:
—Espero que sepas mucho sobre embarazadas.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Vane, ¿de qué crees que querrán hablar esas personas?
Mierda.
...
—Sigo sin comprender por qué Marco no fue por ella —dice una anciana que me presentan como la abuela de Marco y señora de esta casa.
Hasta ahora todo marcha bien. Desde que llegué estoy apretando manos y recibiendo abrazos. Todos me tratan bien.
—Felicitaciones por el bebé —dicen los tíos y primos de Marco, dando palmaditas a mi vientre.
¿Cuál bebé?
Carolina está a mi lado y cada que tiene oportunidad aprieta mi mano. Marco está platicando con Daniel sobre lo que Nicole me dijo en el baño. Armando ya los puso al tanto. Espero que Daniel sea buen abogado.
—¿Quién es Salvador? —me pregunta Carolina con odio. Ella sabe que Salvador me haló del cabello.
Si Salvador está aquí, todavía no lo vemos. Mejor. No lo quiero ver. Nicole me humilló, pero Salvador, además de eso, me maltrató.
—No lo veo —digo, recibiendo más halagos de la abuela y tías de Marco.
—Creo que ya está creciendo esa pancita —dicen.
Miro mi vientre. Hiciste bien en comerte media tarta de manzana antes de venir, Vanesa, me felicito. Siempre trago como si no hubiera mañana, pero desde que tengo más problemas de los necesarios, como y como... No tendré problemas al fingir un vientre abultado.
Armando tuvo razón al decir que la casa de la familia Maldonado es más grande y garbosa que la de los Saviñon. No es que eso importe ahora, porque siempre me ha incomodado estar rodeada de snobs. No obstante, Glenda parece recordar que dudé que ellos pudieran aceptarme y se ha encargado de hacerme sentir bienvenida.
—Me da gusto presentarles por fin a Vanesa —dice, animándome a estrechar manos de más invitados—. Asistente de Marco y novelista prolija.
Palidezco. No, Jesús, que no hable sobre mi novela.
Al menos doce personas me rodean. Glenda me presenta y después nos guía a todos hacia donde está la mesa. Ya están sirviendo la cena. Le lanzo una mirada de auxilio a Carolina y ella y Daniel ocupan los asientos enfrente de mí y de Marco. Esos son amigos.
—¿Todo bien? —me pregunta Marco.
Asiento. Hoy por la tarde ensayamos lo que diremos, pero no me siento tan cómoda ahora.
La mesa es rectangular y está cubierta con un sobre mantel blanco y fina cristalería. Ahora que todos estamos sentados puedo contar. Somos trece invitados. Mi estómago da vueltas. Me gustaría pensar que comeremos en silencio y después nos iremos, pero no. Estás personas quieren hablar.
—¿Y cómo surgió el amor? —pregunta una prima de Marco.
Ahí está. La primera pregunta incómoda. Intento acomodarme lo mejor posible en mi asiento.
—Eh... —Yo no quiero hablar.
—Asumo que todos leyeron la novela —dice Marco, colocando una mano sobre mi rodilla, y la aprieta. Es una señal de apoyo. Estaremos bien—. Bueno... Así surgió todo.
—Imaginé que eras apasionado —dice un tío de Marco—. Pero wow, sobrino. Vaya que nos sorprendimos.
Me sonrojo. Estás personas y miles más leyeron de cabo a rabo mi fantasías con Marco Maldonado.
—Nunca imaginé leerte como el protagonista de un relato porno —dice alguien más a Marco. Muero...—. Y menos uno tan creativo.
¿Dice "creativo" por no decir sucio o cochino?
—Novela erótica —lo corrige Marco—. No es porno, es una novela erótica.
Quiero abrazarlo.
Entre los invitados solo hay adultos, por lo que podemos hablar con claridad. Aquí hay tías, tíos, primos...
—Si "Me voy a follar a mi jefe" te sorprende, querido hermano —dice una tía de Marco a uno de sus hermanos—. No leas "El Marqués de Sade" que te infartarás. No es por desmeritar tu trabajo, Vanesa. Aclaro —se disculpa.
—No se preocupe, señora —digo.
Lo mío era un fanfic no filosofía de tocador.
La mano de Marco continúa sobre mi rodilla pero él la quita cuando siente los ojos de su abuela encima.
—Marco, háblanos de Vanesa —pide ella.
Antes de hablar, Marco coge un vaso de agua y bebe de este. Yo busco la mirada de Carolina.
"Todo está bien", gesticula ella. Daniel también es de ayuda.
—Yo no he leído la novela —continua la abuela de Marco—. Quiero saber de ti qué sucede.
—Vanesa es una buena asistente, abuela... —empieza Marco.
—No te estoy pidiendo que hables de ella como colaboradora —le corrige ella—. Sino como tu pareja.
"Tu pareja". Jesucristo bendito...
—Sí, Marco, cuenta —dice alguien más.
Todos lo alientan pero Marco únicamente se dirige a su abuela:
—Abuela, hay algo que tienes que saber... —dice, pero calla cuando Glenda le lanza una mirada de alarma. Algo tipo "¡Vas a matarla!".
Esto es tan incómodo. Marco tiene que aclarar que estoy "embarazada" pero que, contrario a lo que piensan, no somos nada.
—Te escuchamos, Marco.
La abuela de Marco es una mujer majestuosa. Se sienta en la silla principal de la mesa y habla y se comporta como una reina. Y de esa manera es tratada. Por lo que no puedo juzgar a Marco por temer darle la cara.
—¿Dónde están Eleazar y Salvador? —pregunta ella a Glenda en lo que Marco se anima a responder—. ¿No piensan bajar a la cena?
Porque es cierto. Además de Salvador, en la mesa también falta el señor Eleazar Maldonado, el padre de Marco.
Glenda se disculpa con su suegra y ella misma va en búsqueda de Salvador y el señor Maldonado.
—Abuela, Vanesa y yo estamos un poco distanciados —dice Marco—. Verán, ella y yo...
—¿No se reconciliaron después de que te vio con la supermodelo? —pregunta una prima de Marco.
Hago mi mejor cara de WTF. ¿Qué supermodelo? Ah... Mierda. Cierto. Ahora lo recuerdo. Ellos creen que todo lo que dice la novela es cierto.
Si serás pendeja, Vanesa.
Marco tose:
—Sí —dice, un poco avergonzado—. Ya dejé a la supermodelo.
Me mira y a mí se me cae la cara por la vergüenza. En semejante lío nos he metido por ser una escritora tan dramática.
—Marco y Vanesa tienen una relación abierta —dice Daniel a todos para ayudarnos—: Ya ven que ahora, debido a los tiempos modernos, no es necesario formalizar algo para...
—Esas son tonterías —lo interrumpe la abuela—. Nadie en esta familia tiene una relación abierta. ¿O sí, Marco?
Marco agradece a Daniel querer ayudar pero sabe qué debe enfrentar.
—Sí, Marco. Te escuchamos —escucho decir al señor Maldonado y me vuelvo de inmediato. Él, Salvador y Glenda caminan hacia donde estamos todos y ocupan sus lugares en la mesa. Mierda. Mierda. Mierda—. Cuéntanos qué tipo de relación tienes con Vanesa —pide—. En la novela su relación es un poco caótica, pero asumo que los escritores a veces exageran o adornan la realidad —añade, mirando a Alexander Donoso, autor de "La cama".
Carolina rasca su nariz y Daniel se sirve un poco de agua. Ay no, espero no arrastrarlos a mis líos.
—Verán, Vanesa y yo... —Intenta decir Marco. Pero olvidó qué y cómo decirlo. Sé que se siente acorralado—. Nosotros...
—Porque supongo que le darás una familia a tu hijo —continúa el señor Maldonado.
Ay, no.
Nos están emboscando. Esto más que una "cena familiar" parece una treta para obligarnos a formalizar. Salvador lo sabe y por alguna razón eso lo tiene sonriendo. ¿Qué sabe él que nosotros no?
—Sí —dice Marco, sudando... rindiéndose ante ellos—. Vanesa y yo vamos a formalizar.
¿QUÉ? Me quiero desmayar.
—¿Estás bien, Vanesa? —me pregunta una tía de Marco—. Te ves pálida.
—Es por el embarazo —me justifico. Ahora culpo al "embarazo" por todo.
—¿En serio? ¿Cuántas semanas tienes? —pide saber.
Todos lucen más relajados ahora que Marco confirmó que sí vamos a formalizar. Pero ahora quieren hablar del embarazo. Mierda. Mierda. Mierda. Pero, ¿semanas? ¡Qué se yo de semanas!
—Bueno... tengo —Miro mi vientre. ¿Hace cuánto me acosté con Marco? ¿Un mes? Será mejor utilizar esa fecha para no olvidarla—. Un mes —digo, con orgullo—. Tengo un mes de embarazo.
—¿Y qué tal de síntomas?
Y sigue la preguntadera.
—Pues... —Estoy sudando—. Ya saben, hambre, sueño... —Me río—. No tardan en empezar las pataditas.
Miro a Carolina llevar una mano a su cara y a Daniel suprimir una risa.
¿Qué? ¿Qué dije?
—¿Pataditas? —pregunta Glenda—. ¿No es muy pronto?
Me remuevo en mi asiento.
—Porque si te explicó el obstetra en qué mes empiezan a patear los bebés, ¿no, Vanesa? —pregunta Salvador, mirándonos con saña a mí y a Marco—. O que el tiempo de los bebés se mide por semanas... no por meses.
Me cago.
—¿Tú cómo sabes eso, cielo? —pregunta Glenda a Salvador.
—Aquí la pregunta es —dice Salvador, mirando a todos—. ¿Por qué no lo sabe Marco? ¿No llevo a Vanesa con un obstetra? ¿No saben nada sobre embarazo?
La abuela está indignada:
—Marco, ¿no has llevado a Vanesa con un obstetra?
—Claro que sí —se apresura a decir Marco, pero también está sudando.
Esto de ser padres es difícil aunque sea ficticio.
—Entonces cuéntanos lo que sabes sobre embarazos, Marco —continua Salvador—. ¿En qué semana empiezan las pataditas? Cuenta, Vanesa.
Ahora quiero llorar.
Marco y yo nos miramos. Sabemos de bebés lo mismo que sabemos de trenes o submarinos. Un ruido nos sorprende de pronto, es Carolina y se está atragantando. ¡Ay no, mi amiga! Me pongo de pie para ir a auxiliarla pero ella me hace una mueca que no logro entender hasta que dirige su mirada a lo que está cerca de mis manos. Mi teléfono móvil. Los demás invitados y Daniel se acercan a ayudarla en lo que yo reviso mi teléfono.
Mensaje de Carolina:
Carolina: ¡LOS BEBÉS SE EMPIEZAN A MOVER DESPUÉS DE LA SEMANA 15! ¡MENSA!
Y además me dice "mensa".
—Por eso digo que aún no se mueve —me corrijo, mirando a la abuela de Marco. ¿Nos estará creyendo?—. Pero espero con ansiedad la semana quince para que empiece. Ya sabe... a moverse.
Marco no me está mirando, está googleando algo en su propio teléfono:
—Doctor Ruiz —dice casi de inmediato—. Ese obstetra está visitando Vanesa —informa a todos.
—¿Doctor Ruiz? —pregunta Glenda.
—Pero se cambiarán a la clínica de la Doctora Santos —dice Daniel, lanzando una mirada significativa a Marco—, que es intima amiga de mi hermana Mónica.
Claro, necesitamos una cómplice para fingir un embarazo.
Carolina parece sentirse "mejor". ¿Qué haríamos sin ella o Daniel? Por eso también anunciamos que será los padrinos del bebé. Ambos, al tener sobrinos pequeños, saben más de niños que nosotros dos.
—Entonces, sigan contando —pide otro tío de Marco—. ¿Qué más les dijo el obstetra?
Aquí vamos de nuevo. Miro mi cena. Cielo santo, y apenas vamos por el entremés.
------------------------------------
:) ♥
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top