Capítulo 36
Estaba entretenida la Copa América xD Saludos a todos ♥ ¿Me leen desde Chile o Argentina? Felicidades a ambos.
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Ese momento incómodo cuando tienes que dar explicaciones:
—No sabía que pensabas comer fuera —me dice Marco cuando me acerco a Armando, a Glenda y a él. Es el primero que me ve.
—Vanesa... —Armando también se percata de mi presencia y me coge de la mano.
—Hola... Debo... debo ir por algo —respondo a Marco.
—Puedo acompañarte —me dice rápido Armando.
Miro de Marco a Armando y de Armando a Marco. Esto es tan incómodo, Jesús. Más porque interrumpí su conversación.
—Yo...
—¿A dónde vas, cariño? —pregunta Glenda, también feliz de verme—. Podemos llevarte.
¿Qué? No. No puedo pedirles que me acompañen al laboratorio.
—Eh... —Empiezo a divagar—. Es que, bueno...
Armando luce incómodo. Aunque no por los mismos motivos que yo. A él –con justa razón- no parece agradarle la idea de que me vaya a algún lugar con Glenda y Marco. Él es mi pareja. Marco parece percatarse de esto y se apresura a explicarle a Glenda:
—Mamá, ya te había comentado que mi amigo Armando es novio de Vanesa —Glenda hace una mueca—. Ella y yo nos separamos, ¿recuerdas? Ahora, ¿qué te parece si los dejamos solos?
Glenda mira de mí a Armando como si intentara decidir algo:
—No creo que haya ningún problema con que Marco apoye en algo a Vanesa. Van a tener un bebé. Ellos siempre se van a ver —dice a Armando.
Oh, cielos. Giro hacia a algún otro lado mi cabeza. Podría desmentir a Glenda pero ¿cómo? No estoy tan segura de que lo que dijo no es cierto. Justo iba al laboratorio a averiguar eso. Por otro lado, Armando y yo acordamos sostener la mentira hasta poder desenmascarar a Salvador y a Nicole.
—No tiene nada de malo, Glenda —dice Armando, otra vez haciendo uso de su inagotable paciencia—, pero vine invitar a comer a Vanesa —Me mira—. Era sorpresa. Pero yo puedo acompañarte a dónde quiera que tengas que ir... si así lo quieres.
Ese "si así lo quieres" que me permite saber cómo se debe estar sintiendo él. Seguro duda si me quiero ir con Marco o con él.
—No, no... No hay prisa —digo—. No es algo urgente —Me encojo de hombros y me despido de Glenda y Marco—: Nos vemos al rato.
Glenda trata de decir algo más pero Marco la corta:
—Mamá, basta.
Ella parece decepcionada. ¿Qué intenciones tiene? De inmediato, con Armando caminamos hacia el restaurante más cercano. Él aún me toma de la mano.
—Daniel fue a visitar hoy a un ex asesor de Govea —me cuenta en lo que nos abrimos paso—. No es que esté apresurado por descubrir cuanto antes a Salvador y resolver ya este asunto del embarazo.
Se escucha esperanzado. Yo no dejo de pensar en el examen de sangre que tengo que recoger. "Este asunto del embarazo. ¿Y si hay bebé? Será mi prioridad antes que él. Eso ni dudarlo.
Ya en el restaurante ocupamos una mesa y pedimos qué comer.
—No has dicho nada —dice él cuando el mesero se retira de nuestra mesa.
—Me siento ansiosa—digo y es cierto. Tomaría pastillas para los nervios pero no sé si me las permite el médico.
Por cierto, tengo que buscar un médico obstetra...
—Pronto solucionaremos esto —insiste Armando—. Ya que si quieres un bebé tú y yo podemos... —Me muestra una media sonrisa y yo salto—. Es broma, Vanesa —aclara él, suspirando—. Veamos... Iré a pedir al mesero que te traiga agua. Eso te ayudará con la ansiedad.
Cuando él me deja sola observo las demás mesas. En una hay una familia de tres y tienen un bebé. Dios, desde que acepte la posibilidad de que tal vez esté embarazada me emociona más ver a un bebé. Es sólo que nunca hago nada bien, no tengo planes para mañana o verdaderas responsabilidades; y no sé... Tal vez un bebé daría más sentido a mi vida.
Vanesa Salcedo emocionada por la posibilidad de tener un bebé. Quién lo diría.
Marco y Glenda también entran al restaurante. ¿Por qué me sorprende? Es el más elegante y el más cercano a Grupo M. Los dos me saludan de lejos cuando me ven y después se percatan de la presencia del bebé. Un risueño bebé. Glenda le pide permiso a la mamá para cargarlo y esta accede de inmediato. Me da ternura ver a Glenda tan ilusionada. Trata de entregarle el bebé a Marco y este, aunque al principio se niega, lo termina cargando. Sonrío al verlos reír juntos.
—¿Ves que lo harás bien? —escucho que felicita Glenda a Marco. Sin embargo, él se pone serio otra vez y devuelve al bebé. Después persuade a su mamá para buscar una mesa.
Sigo con la mirada el rostro serio de Marco mientras este busca una mesa. Se veía tan feliz y... Él cree que no hay bebé. Tal vez... sólo tal vez yo podría devolverle hoy esa sonrisa.
—Aquí está el vaso —dice Armando ya de regreso.
Lo recibo con una sonrisa tibia. Tengo que hablar con él. Esto no está funcionando. Más ahora que mi corazón me está gritando "Marco".
—Entonces, ¿qué tal el trabajo? —pregunto.
—Bien. Cansado pero bien —Él mesero regresa con nuestra orden y comemos—. ¿Te han molestado Nicole y Salvador? Hace un rato le pedí a Marco estar al tanto.
—No, ni siquiera llegaron hoy.
Este es el momento adecuado para sincerarme con mi "novio falso", porque haya o no haya bebé esta situación no es justa para él. Yo no lo amo.
—Necesito decirte algo —digo, sintiendo en la comida un sabor amargo. Esto para nada será fácil—. Armando, yo...
—Yo también necesito decirte algo —dice él, preocupado—. Vengo necesitado de tu luz, Vanesa.
¿Mi qué?
—¿Por qué?
Él niega: —No, dime tu primero.
—No, ni hablar —devuelvo—. Ahora ya me dio curiosidad.
Me inquietó ver cómo se preocupó.
—No es nada.
—Habla. ¿Qué pasa?
—Es mi madre —dice, finalmente—, está enferma.
Dios...
—¿Qué le pasa?
Armando suspira:
—Primero, no hay nada de qué preocuparse. Ya tenemos un médico.
—¿Qué es, Armando?
—Cáncer... —confiesa y me quedo sin habla—. Y... debo ir a visitarla. Pero no te preocupes, el caso Govea quedará a cargo de Daniel y su hermana.
—El caso Govea es lo que menos importa ahora —Mis brazos caen sobre la mesa—. Dios, tu mamá...
Lo tomo de la mano.
—Ella está bien —dice él—. Es una mujer positiva. Lo superará —Su mirada decae y yo acaricio su muñeca—. Ojalá pronto puedas conocerla.
Me siento mal por Armando, muy mal. Pero tampoco puedo evitar pensar que ahora menos lo podré terminar.
Esto se sigue complicando.
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Me despido de Armando fuera del restaurante y me apresuro a hacer mi camino hacia el laboratorio. Me deshice de él explicándole que debo comprar tampones.
Cuando llego al laboratorio saludo, digo mi nombre y a qué vengo y la chica de recepción me entrega el sobre que contiene los resultados de mi examen de sangre. LLegó la hora de saber si estoy o no estoy embarazada. Rasgo el sobre pero salto cuando alguien detrás de mi me lo arrebata.
¿Qué mierda... Me vuelvo para ver quién es.
Nicole Govea.
—¿Tú? ¡¿Qué mierda te pasa?!
La recepcionista me amonesta al escucharme decir palabrotas.
—Te seguí una calle atrás y, por lo que veo, fue buena idea —dice Nicole,mirando con ironía el sobre ya abierto—. Que interesante, Vanesa. ¿De Marco? —pregunta, refiriéndose a la paternidad del bebé, supongo— O dada tu reputación, lo más probable es que no sepas ni de quién es. ¿También hacen pruebas de ADN? —pregunta a la recepcionista.
—¿Mi reputación? Tú no me conoces, Nicole —la empujo.
—Es sólo cuestión de verte... —Ella me mira de pies a cabeza. Intento arrebatarle los resultados de mi prueba de embarazo pero ella me esquiva, termina de rasgar el sobre, saca la hoja que está dentro, la desdobla y lee el contenido. Yo estoy furiosa—. No sé si sentirme triste o feliz por ti —ríe, arqueando una ceja... cual perra—. El resultado es negativo, Vanesa.
Al escuchar eso mi alma se quiebra. No hay bebé... No hay bebé...
—¿Por qué la cara larga? —sigue riendo ella—. No vas a cambiar pañales. Enhorabuena.
Me incorporo y una vez más trato de arrebatarle mi hoja:
—¡Dámela!
—No. No. No... —Ella niega—. Esto me puede servir —La guarda—. ¿Marco y tú creen que tienen el juego ganado? Prepárate, querida. Más ahora que tengo esto en mi poder—me amenaza e intenta marcharse.
No sólo me siento devastada... Nicole Govea finalmente agotó mi paciencia. Así, cuando intenta abrir la puerta de entrada, la regreso cogiéndola del cabello.
—¡DAME ESA PUTA HOJA! —peleo con ella.
—¡Vanesa!
—¡DÁMELA, JODER!
—AYUDAAAAAAA —chilla apretando contra su pecho el bolso en el que guardó mi hoja.
Dos mujeres que están entrando al laboratorio se echan para atrás al verme intentar descuartizar a la jirafa pendenciera esta.
—¡Ruega a Dios que esta ropa no sea Prada! —digo, rasgándola.
—¡BASTA! ¡BASTAAAAA!
Las dos mujeres nos miran horrorizadas.
—SEGURIDAAAAAAD —grita la recepcionista—. SEGURIDAAAAD
Nicole se retuerce en mi brazo derecho pero la muy perra consigue hacernos caer al piso. Ahí nos golpeamos, nos aruñamos y nos insultamos...
—¡Maldita muerta de hambre! —Está furiosa por su ropa—. ¡Perra!
—¡¿La perra soy yo cuando fuiste TÚ la que vino a ladrarme?! —La vuelvo a empujar.
Finalmente el personal del laboratorio nos separa.
—¡ESTÁS LOCA! —me grita Nicole—. ¡LOCA! ¡TE DEMANDARÉ!
Intenta patearme pero soy yo la que la vuelve a coger del cabello.
—¡TENGO UN BUEN ABOGADO, IDIOTA!
—AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
—¡BASTA! —Escucho gritar.
Nos vuelven a separar. Y aunque intento volver a cogerla del cabello, no puedo.
El personal del laboratorio no llama a la policía pero si nos piden retirarnos para no regresar jamás. Léase bien: Jamás. Y para evitar que volvamos a pelear, dejan salir primero a Nicole.
—¡Espero tu demanda! —le grito cuando se va.
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Camino a Grupo M intento acomodar mi cabello y ropa. Al menos la mía no es Prada. Desde la preparatoria no me iba a las piñas con nadie. La última vez fue con una chica que le hacia bullying a Carolina. Me río un poco hasta que recuerdo que...
Ya en Grupo M, antes de tomar el elevador llamo a mamá:
—¿Qué hay? —digo.
—¿Qué hay? —saluda ella—. ¿Ya tienes los resultados? —se escucha emocionada. Yo no digo nada. Al menos no de inmediato—. ¿Vanesa? —Me llama—. Yo te apoyaré pase lo que pase, ¿de acuerdo? ¿Vanesa?
—No hay bebé, mamá —digo, limpiando mi nariz y parpadeando rápido para alejar un par de lágrimas—. Y lo supe de la peor forma.
—¿Por qué? —El tono de mamá también deja entrever su tristeza.
A mi no me engaña, ella quería ser abuela.
—La jirafa... Ella se burló, mamá.
Vuelvo a parpadear. No llores, Vanesa.
—No le hagas caso, amor —La voz de mamá también se escucha entrecortada—. Oye, ¿y si pedimos pizza para la cena? —intenta animarme—. Tú eliges qué especialidad quieres.
—Sí, sí... suena bien.
Mamá y sus formas de consolar. Cojo el elevador. Más no puedo seguir conteniendo mis lágrimas.
—Vanesa...
—¿Qué pasa, ma?
—Ya llegará tu momento para ser mamá. No estés triste, Cielo.
Limpio mis lágrimas:
—No lloro por eso. Lo que pasa es que...
A ella no la puedo engañar:
—¿Por qué no le pides permiso a Marco para venir temprano a casa?
—Sí... suena bien.
Y como me interrumpe ya no digo nada más.
Cuelgo y presiono el botón del elevador que me llevará a la terraza del edificio. Quiero estar sola. Ahí observo la ciudad. Limpio más lágrimas.
No pensé que me pusiera tan mal que no hubiera bebé.
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